CAPITULO 26 JÜRGEN
No he hablado, con Giselle desde ayer cuándo me insinuó que era un bastardo. Bueno está bien no lo insinuó, pero me dijo que como tenía su período menstrual, ella creyó que yo no quería estar con ella.
Yo no sólo quiero estar con ella para tener sexo, quiero también compartir con ella. Me gusta su compañía jamás me canso, pero no parece entender eso.
Hoy la ví llegar a la oficina cuando salía del estacionamiento para tomar el ascensor. Katherine se me acercó y me acompañó, con lo que yo no contaba es que Giselle fuese subiendo al mismo tiempo sólo pude decir un simple “buenos días”, estaba realmente molesto con ella. No entiendo por qué piensa eso de mí.
Cuándo estoy en la oficina llega nuevamente Katherine invitándome a almorzar, pero me niego. Ella dice “¿cuándo me vas a perdonar?. “No hay nada que perdonar, ya todo quedó en el pasado respondo, pero ella insiste. -No quiero comer no tengo hambre, contesto de mala manera. -Por favor hagámoslo en una muestra de paz, suplica ella. -Está bien, gruño.
Como no tengo hambre me dirijo a "Capressa" por una ensalada. Para mí sorpresa allí está ella, y no sólo eso, está nuevamente con ese abogaducho. Maldigo para mis adentros, ese imbécil no tiene otra cosa más que hacer que perseguir a Giselle.
Katherine se acerca, a su mesa saluda a Giselle yo me quedo en silencio, observando al idiota que está con ella! Ella desvía la mirada, de mí le digo a Katherine vamos, y ella me sigue me siento en una mesa frente a ellos no pienso perderla de vista!
Ella se ve triste- ¿Qué le pasará?. Parece que hubiese llorado, tiene los ojos enrojecidos. Quiero ir allá, preguntarle qué le sucede, pero no puedo. Ella está con él y eso hace que mi sangre hierva.
Cuándo miro hacia ella, me ve fugazmente, empieza a tomar de su batido. No sé qué estará diciéndole el imbécil ese, sólo sé que quiero matarlo. ¿Qué demonios cree que hace?. Otra vez está tomando la mano de Giselle este hombre está cavando su tumba.
Katherine me interrumpe, sacándome de mis pensamientos. -¿Vas a pedir la ensalada, o sólo vas a verlos a ellos?, pregunta.
-Pide lo que quieras, contesto. -Igual te dije que no tenía hambre. Ella llama al camarero y pide una ensalada César y un batido de melón. El camarero me pregunta qué quiero, yo respondo, pidiendo batido de fresa. -¿Sólo eso señor? Pregunta el camarero, solícito. –Sí, respondo.
Cuándo llega el camarero con mi batido y el pedido de Katherine, me concentró en Giselle y en lo triste que se ve, de pronto él se acerca a ella besándola en los labios demonios, gruño, ¿qué se ha creído este bastardo?.
Quiero ir allá y partirle la cara de nuevo. ¿Cuántas veces tengo que decirle al abogadete ese que Giselle es mía?. Ella se levanta y se van yo me levanto también, Katherine me pregunta que adónde creo que voy, replico eso no es asunto tuyo saco la billetera y dejo un billete de 50$.
-¡Jürgen!, grita Katherine, yo la ignoro saliendo detrás de ellos Giselle para un taxi, el abogadito la besa nuevamente, esta vez ella le devuelve el beso.
Estoy furioso quiero tomarla, castigarla para que entienda de una vez que su boca y toda ella me pertenecen, sube al auto y yo me dirijo al estacionamiento, ¡Voy por mi auto!.
Salgo lo más rápido que puedo para intentar llegar antes que ella, así puedo interceptarla en el ascensor. Llego rápidamente a la empresa, dejó el auto en el estacionamiento y me dirijo al ascensor.
Todavía no ha llegado, supongo que por el tráfico, cinco minutos después, aparece ella y se queda viéndome. —¿Qué haces aquí? Pregunta. —La verdadera pregunta es ¿qué diablos hacías tú besándote con ese imbécil? pregunto airado.
—Me estabas espiando, riposta ella, no fue necesario lo hiciste a la vista de todos, rujo como respuesta, ella dice —soy libre de hacer lo que quiera, además no tienes moral para reclamarme nada responde echando chispas por los ojos.
-¿Cómo que no tengo moral?, pregunto yo sorprendido. —¡No la tienes! espeta ella, ¿No contrataste a tu prometida como la nueva abogado de la empresa? remata ella hecha una furia.
-¡Ella no es mi prometida!, respondo a gritos. -¿Y cuándo me lo pensabas decir?... Si es que pensabas hacerlo replica Giselle de modo airado.
—¡Claro que te lo iba a decir! Espeto. —¿cuándo Jürgen?, pregunta ella dolida, ¿Cuándo decidieras que te cansaste de mí?. ¿Crees que soy idiota?, responde.
-Giselle no es lo que piensas, le digo. —¿Y qué pienso Jürgen? gruñe ella, sólo déjame explicarte, le pido. —¿Explicarme? Es algo tarde para eso ¿no crees?, pregunta Giselle mordaz, no me interesan tus explicaciones.
-Bueno digo yo, te guste o no te lo voy a explicar, le respondo mientras la sujeto con una mano.
-¡SUÉLTAME! grita ella. -¡No me interesa nada de tí!, vuelve a decir —Te interese o no, te lo voy a decir, le insisto, la tomo por el brazo y la conduzco a mi oficina.
Ella entra, con gesto huraño se cruza de brazos diciendo: —Tengo trabajo pendiente. -Déjame en paz, no quiero perder mi tiempo aquí contigo, en realidad no me interesa escuchar nada de lo que tengas para decir insiste.
—Giselle, le digo exasperado. -¡Deja de comportarte como una niña berrinchuda!. –Sí no quieres ver mis berrinches, es fácil déjame en paz abuelito, remata Giselle con una mirada malévola en la cara.
-¿Abuelito? Pregunto. –Sí, abuelito, -¿no te has dado cuenta de la diferencia de edad entre los dos? me responde Giselle en tono desafiante. -¡Giselle! rujo -¡No me provoques!.
—¿Qué no te provoqué? Pregunta Giselle. Tú fuiste el que empezó con todo esto.
En ese instante entra George yo gruño. —Maldita sea George, ¿no te he dicho que toques la maldita puerta?.
—Lo siento amigo, responde George con aire compungido, no sabía que estabas ocupado Giselle aprovecha y escapa de la oficina. ¡Rayos!.
-¿Que pasa Jürgen? Pregunta George me agarro la cabeza mientras me dirijo al mini bar, me sirvo un Whisky.Esta mujer está acabando con mi paciencia. -¿Que pasó ahora? pregunta George.
Ayer en la tarde cuando ya nos íbamos, le pregunté a Giselle si quería ir a mi casa, le explico a George. Ella me dijo que no, que porque tenía la menstruación, cómo si es que yo soy un patán y si no puedo acostarme con ella, entonces no la quiero ver.
—¿Y no se lo dijiste? Pregunta George.
—Sí, digo claro que lo hice, pero me molesté mucho me fui y la dejé.Esta mañana que iba saliendo del estacionamiento rumbo al ascensor, me encontré con Katherine y subimos juntos. Me encontré también a Giselle que iba subiendo y sólo le dije “buenos días”, pero ella se veía molesta, no dijo nada durante el trayecto, a la hora del almuerzo yo me encontraba aquí, Katherine me invitó a almorzar yo me negué, pero ella insistió, y bueno la lleve a almorzar a "Capresa" cuándo llegamos para mí sorpresa estaba ahí Giselle… De nuevo con el abogadito ése, nos sentamos frente a ellos, ella se veía triste.
-¿Triste? pregunta George? Sí, Ella está mañana tenía los ojos enrojecidos cómo si hubiese estado llorando.
-Ahhh, sí ya recuerdo, exclama George. -¿Qué recuerdas? Le pregunto.
-Yo fui está mañana a su oficina, contesta George, a decirle que me ayudara a conseguirle reemplazo a mi secretaria, ya sabes que se va para nuestra sede de Chile, yo le pregunté que qué le sucedía, pero me dijo que no era nada que le había entrado un sucio en el ojo.
-¡Que idiota soy! Gruño. -¿Es por eso?, añado.
-¿Por qué? inquiere George -Ella estaba así por Katherine razono yo, no sé quién diablos le dijo que ella era mi prometida, pero eso no le da derecho…
-¿Derecho a qué? pregunta George.
—Derecho a dejar que el idiota ese la besé, le digo. -¿Otra vez? dice George. —¡Sí, rujo. Hoy, mientras estábamos allá en "Capresa" la besó, en ese instante ella no le respondió el beso, pero cuándo salí dejando a Katherine allí para ir detrás de ellos, él la volvió a besar y está vez ella correspondió su beso.
—¿Y qué hiciste? Quiso saber George.
Nada, ella tomó un taxi, yo subí a mi auto y traté de llegar lo antes posible, de forma que pudiera encontrarla en el ascensor, intenté hablar con ella, pero ella me dijo que no teníamos nada de qué hablar. Me reclamó que por qué no le había hablado de Katherine, pero cuándo le iba a explicar entraste tú arruinando mi oportunidad, le digo en tono de reproche.
—Lo siento no lo sabía, comenta George apesadumbrado.
—Está bien ya que más da, digo, esperaré para hablar con ella.
-Creo que es mejor que ambos se calmen dice George, dale tiempo Jürgen en ese estado ella no te va a querer escuchar, ya tú lo comprobaste —Tienes razón respondo.
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