Epílogo
Epílogo
La música sonaba con fuerza por toda la estancia. Las mesas estaban cubiertas de copas y dulces, las paredes decoradas con los estandartes de la organización y de su clan, y todos los rincones llenos de personas que, vestidas de gala, no cesaban de charlar animadamente.
La gente iba y venía, felicitándolo, sonriéndole; palmeándole la espalda como si hubiese hecho algo grande. Todos se mostraban felices, como si nada les preocupase, pero a él no le engañaban. En la mente de todos se encontraba el recuerdo de los últimos sucesos, y a pesar de que aquél no era el lugar más adecuado para discutir sobre ello, era evidente que era el tema de conversación de todos.
Incluso el suyo.
Pero incluso así, con la mente en el sector Scatha y el corazón en la ceremonia que acababa de celebrarse, se sentía feliz.
Dio un sorbo a la copa. Desconocía qué era lo que estaba bebiendo, pero aquel líquido dorado que le refrescaba la garganta era realmente bueno. Su sabor le recordaba a cierta botella de vino de la bodega de un amigo muy bien posicionado de la Tierra... y a su hermana, una encantadora doncella de larga cabellera castaña a la que...
—¿Me estás escuchando, Veryn?
La verdad era evidente: hacía rato que no le prestaba atención, pero el "Conde" jamás se atrevería a mostrar tal falta de decoro ante nadie. Las formas eran lo primero, y más cuando la persona que tenía delante era el mismísimo Anders Dewinter, maestro y jefe del clan.
Su padre.
Le dedicó una sonrisa perfecta.
—Claro que le estoy escuchando, padre. Simplemente estaba pensando en lo que me estaba diciendo...
—Borra esa estúpida sonrisa de la cara: a mí no me engañas —le respondió con brusquedad, borrando de un plumazo la alegría del rostro de su hijo—. Escúchame con atención: la situación es grave. Si lo que queremos es que el sacrificio de tu hermano sirva de algo, debemos encontrar al Capitán antes de que vuelva a fortalecerse.
Veryn asintió. Muy a su pesar, su padre tenía razón. Pocas horas después de que su hermano y los maestros Gorren y Helstrom finalizasen su trabajo en el lejano sector Ariangard, el Capitán había desaparecido; se había esfumado del mapa, ante sus narices, dejándoles totalmente desconcertados. El cómo lo había hecho era algo que les preocupaba, pues hacía meses que le vigilaban estrechamente, aunque no tanto como el porqué. Veryn tenía varias teorías al respecto, y sin lugar a dudas, la que más fuerza tenía, y más después de que su padre la hubiese secundado, era que había escapado en busca de un lugar donde reconstruir su seguro de vida: su santuario.
—Me pondré de inmediato a trabajar en ello, padre.
—Más te vale. —Anders volvió la mirada hacia su alrededor, incómodo ante la cantidad de gente que les rodeaba, y dejó escapar un suspiro—. Acaba cuanto antes con este circo: no hay nada que celebrar.
Veryn le observó perderse entre la gente con el ceño fruncido. Aunque podía llegar a entender a su padre, le molestaba la poca importancia que le daba a aquel evento. ¡Por supuesto que había algo que celebrar! ¿Acaso había ascensos diariamente?
Se acabó la copa de un trago y se cruzó de brazos. Le molestaba la capacidad sobrehumana de su padre para estropearlo absolutamente todo. ¿Realmente no era consciente de que aquello era importante para él? Quizás fuese un tanto superficial, sí, ¿pero acaso no se lo había ganado?
Totalmente concentrado en sus pensamientos, Veryn permaneció en silencio unos minutos, al margen de todo cuanto había organizado. La celebración estaba siendo un éxito, y más después de la hermosa ceremonia que le habían preparado, pero el "Conde" no estaba disfrutando del evento. Antes de la llegada de su padre había creído estar pasándoselo en grande rodeado de tanta gente, de sus halagos y felicitaciones, pero lo cierto era que, en realidad, su alegría era falsa. Veryn estaba tan acostumbrado a fingir y mentir que a veces incluso le costaba diferenciar la realidad. No obstante, era innegable que aquella no era la celebración que había esperado.
—Robert —exclamó, logrando captar así la atención de su asistente personal. Montalbán, que siempre se mantenía cerca de su señor, a la espera de órdenes, acudió a su lado de inmediato, con una copa en la mano y vestido elegantemente de azul—. ¿Ha vuelto ya Cat? Dijo que llegaría antes de medianoche.
—Y ha cumplido con su palabra —respondió él—. Simplemente no quería interrumpirles. La señorita se encuentra en la sala, junto a los nuevos invitados.
—¿Nuevos invitados?
Veryn no necesitó más que adentrarse entre el gentío y avanzar unos cuantos metros por la sala para localizar a sus hermanos en uno de los laterales, concentrados en sus quehaceres. Cat se encontraba con ellos, flamante con su vestido rojo de gala y el cabello suelto, tal y como a él le gustaba. Junto a ella se encontraba su hermana Veressa, silenciosa y tensa, como de costumbre, y Orwayn, su hermano pequeño. Por la zona también se encontraba el piloto de Cat, Oscar Raven, y un par de personas más que últimamente la acompañaban en sus viajes. Veryn creía conocer sus nombres, pero no le importaban lo suficiente como para hacer el esfuerzo de recordarlos.
Unos cuantos metros más adelante descubrió que había más personas junto a sus hermanos. Veressa hablaba con un hombre de cabello entrecano, mientras que su hermano le estrechaba la mano a otra persona. Sorprendentemente, Orwayn parecía muy contento...
Veryn sonrió al reconocerles. Incluso en la distancia podía reconocer la posición corporal del más distante de sus hermanos: era inconfundible. El nuevo maestro de la División Azul se disculpó educadamente de las personas que le rodeaban y siguió avanzando hasta alcanzar al fin a los miembros de su clan.
Todos se volvieron hacia él al verle llegar: Cat, sus acompañantes, sus hermanos, el maestro Gorren y, por supuesto, su querido Armin Dewinter.
Su hermano favorito.
Veryn le rodeó el cuello con el brazo y lo atrajo hacia sí para darle un fuerte abrazo. Su hermano aún tenía secuelas de lo que todos decían que había sido una batalla sin cuartel en K-12, pero al menos estaba vivo.
Le palmeó la espalda con fuerza. De todo lo ocurrido aquella noche, sin lugar a dudas el volver a ver a su hermano era lo mejor.
—Confiaba en que cumplirías con tu palabra, hermano.
—Enhorabuena, maestro —respondió él. Armin le estrechó con suavidad el antebrazo y se apartó con el rostro lívido. Aún no había acabado de recuperarse de las quemaduras—. No esperaba menos de ti.
—Curiosamente yo sí de ti, hermano. —Veryn le guiñó el ojo, irradiando al fin felicidad, y se volvió hacia el maestro Gorren. Para su sorpresa, éste llevaba un parche plateado en el rostro, cubriendo uno de los ojos. Le estrechó la mano—. Maestro, es un placer volver a verle.
—Lo mismo digo, maestro Dewinter —respondió Gorren con brevedad—. Veo que no exageraban: al final lo has conseguido. Felicidades: Mandrágora necesita gente como tú entre sus filas.
—Lo que Mandrágora necesita es acabar de una vez por todas con el Capitán —exclamó Orwayn, junto a Armin. Sujetaba el hombro de su hermano con fuerza, como si no quisiera dejarle escapar—. Maestro, hermano, habéis dicho que no diríais nada de lo ocurrido en K-12 hasta que no viniese Veryn... pues bien, ya estamos todos. Ha llegado el momento: ¿qué demonios ha pasado? Solo sabemos rumores...
Una hora después, tras acabar de acordar los últimos detalles de sus próximos pasos con el maestro Gorren, Veryn salió a la terraza donde se encontraba Armin en solitario, observando las estrellas del firmamento. El joven sujetaba una copa desde hacía mucho rato, pero aún no la había probado. Probablemente ni tan siquiera fuese consciente de su presencia. Su mente, tal y como rápidamente había percibido Veryn al hablar con él anteriormente, se encontraba muy lejos de allí.
Veryn acudió a su encuentro y se situó a su lado, junto a la barandilla. Tras ellos, la fiesta seguía llena de música, charlas a media voz y risas.
—Philip me ha explicado lo de Tauber y Helstrom. Lo lamento, hermano.
Armin no respondió. El joven miró hacia su copa, como si se diese ahora cuenta de su presencia, y le dio un corto sorbo. Acto seguido, asqueado, lanzó el contenido por la barandilla, a los jardines.
—¿Tú cómo estás? Sé que no lo pasasteis bien en esas pirámides.
—¿Qué cómo estoy? —Armin cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó en la barandilla, cara a la sala—. No tan bien como tú, desde luego. Bonita fiesta.
—Armin...
—No me puedo creer que le hayáis dejado escapar, Veryn. Tan solo teníais que vigilarlo... aseguraros que no dejaba el sector. ¡Maldita sea! Si hubieses visto lo mismo que yo, Veryn, si lo hubieses visto, lo entenderías...
Entristecido, el "Conde" observó a su hermano en silencio. Armin estaba nervioso, mucho más de lo que le había visto jamás, y creía saber el motivo. Philip se lo había dejado entrever muy astutamente con varios juegos de palabra, pero no era nada nuevo para él. Veryn lo había notado hacía ya mucho tiempo, en Sighrith, y ahora que al fin volvía a ver a su hermano, lo tenía más claro que nunca.
Se acabó su copa de un trago y la lanzó al jardín, imitando a su hermano. A continuación cogió a Armin por los hombros y le obligó a que le mirase a la cara.
—No lo he visto, pero quiero que me lo enseñes. No vamos a volver a separarnos, ¿de acuerdo? Allá donde vayas tú, iré yo. Te seguiré donde haga falta hasta que acabemos con el Capitán. Después, si así lo deseas, nuestros caminos volverán a separarse, pero por el momento quiero que cuentes conmigo. El clan no va a volver a separarse, hermano, ¿te queda claro?
Armin le mantuvo la mirada durante unos instantes, dubitativo, pero finalmente asintió. Hasta entonces había podido hacer el viaje en solitario sin temor a nada. Se había enfrentado a cuanto había sido necesario, siempre tras los pasos de Gorren, y las cosas les habían ido relativamente bien. Después de lo ocurrido en K-12, sin embargo, las cosas habían cambiado por completo, y ahora Armin les necesitaba.
Necesitaba a su clan.
—No voy a dejarte solo de nuevo. Ni a ti ni a Ana, te lo aseguro.
—Gracias, hermano.
—No me las des. Ahora disfruta de lo que queda de fiesta: mañana nos pondremos en camino. He oído que Egglatur está bastante lejos, así que ves refrescando la memoria: quiero que me lo expliques absolutamente todo.
FIN
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