capítulo 7
Me despierta el sonido de los pájaros y me acurruco más entre las sábanas, sin ganas de nada. Un leve ruido me hace levantarme y mirar en todas direcciones, encuentro al causante entrando por la puerta y cerrándola a su espalda. Cuando se percata de que lo estoy mirando una rápida expresión de sorpresa pasa por su rostro, pero vuelve al semblante serio de ayer. Se acerca y me incorporo con la espalda lo más recta posible.
Después de comer algo ligero para desayunar Dak-ho retira los cubiertos y vuelve. Mientras comíamos me he dado cuenta de que tenía un dedo vendado y decido preguntarle cuándo vuelve.
- ¿Qué te ha pasado en la mano? - Preguntó al percatarme de que tiene un dedo vendado y la última conversación que tuvimos acude a mi mente.
- Primero deberías saludarme, se te olvida que soy mayor que tú. - Hace una pausa y se sienta. - Segundo, eres demasiado dormilón y me he tenido que encargar del tema de la pureza para que nuestros vecinos no sospechen.
Abro los ojos e inclinó la cabeza para pedir disculpas. Si no llega a ser por Dak-ho y Ae cha no hubiese durado ni dos días, con lo despistado que soy y lo distorsionada que tengo la percepción del tiempo. Decido que eso tiene que cambiar y me preparo para afrontar este día, aunque no tenga idea de qué hacer. Me dispongo a cambiarme cuando me percato de que Dak-ho sigue en la habitación y me está mirando con una expresión confusa. Le quitó importancia con la mano y me acerco a un pequeño armario para sacar un hanbok, pero me detengo y miro a Dak-ho.
- Esto... Me da un poco de vergüenza cambiarme delante de ti y más siendo un hanbok de mujer. - Me quedo en silencio unos minutos y empiezo a hablar rápido y a gesticular con las manos. - N-no lo malinterpretes, a ver, sé que es tu habitación. S-si quieres me puedo ir a cambiar a otra contigua para no molestar o si quieres me quedo. A ver, no te estoy echando de tu habitación, sería raro y... - Me corta con una carcajada que me deja mirándole con la boca abierta porque no llegaría a pensar que alguien tan serio pudiese emitir ese tipo de sonidos tan melodiosos.
- Tranquilo y respira. - Toma una bocanada de aire antes de seguir. - Cuando termines avísame y si necesitas ayuda con cualquier cosa también. - Dicho esto sale de la habitación dejándome ahí plantado con cara de idiota. No entiendo a esta persona para nada.
Elijo un hanbok de dos colores y simple, la parte de arriba de un azul clarito y con un pequeño bordado de flores de cerezo sobre el pecho izquierdo. La chima es rosa clarito y el goreum del mismo color que la chima. Creo que hace juego con el hanbok de Dak-ho, de un tono gris claro, blanco y azul oscuro, junto con un duri negro adornado con un patrón floral en dorado.
Cuando termino de vestirme y maquillarme, lo más fácil a mi parecer, me pongo con el pelo. Tengo que enroscar la trenza en la parte baja de la cabeza en una especie de moño y sujetarlo con una horquilla larga de planta que lo atraviesa, esta horquilla perteneció a mi abuela, que heredó mi madre al casarse y que heredó mi hermana cuando se comprometió. El extremo que sobresale es una flor de loto.
Salgo de la habitación y me encuentro a Dak-ho paseando tranquilamente por el jardín, con las manos cruzadas a la espalda y contemplando el despejado cielo azul, llevando el gat en la cabeza, esperando para salir a algún sitio. Me pongo las kkotsin y me dirijo hacia él. Se percata de mi presencia antes de llegar a su altura y me regala una pequeña sonrisa.
- ¿Nos vamos? - Pregunta ofreciéndome el bazo para que podamos salir. Me quedo quieto en el sitio, no había pensado en esto, salir a la calle y pasear sin miedo a nada ni nadie.
Los pensamientos de poder ser libre después de tanto tiempo hacen que comience a temblar y a alejarme hacia atrás lentamente. Dak-ho se da cuenta y se acerca despacio, poniéndome una mano en el brazo y mirándome preocupado. Obviamente, él no sabe nada de mi reclusión durante estos tres años y no sé cómo explicarme ni salir del paso, pero él se me adelanta.
- hwa ahn, respira, despacio. Eso es, tranquilo. - Dice mientras sigue sujetándome, con una voz mucho más dulce de lo normal y la calma invadiendo su rostro. Yo estoy tan alterado que lo único que puedo hacer es seguir sin indicaciones. Una vez relajado le miró con preocupación y él me devuelve una mirada de alivio.
- Mianhaeyo. - Logró decir después de recuperarme gracias a su ayuda.
- No te preocupes, es normal que tengas un ataque de pánico y más en esta situación. ¿Seguro que estás bien? - Asiento con la cabeza y empezamos a caminar juntos hacia la calle principal y donde se encuentran todos los puestos.
Lo que ha mencionado antes Dak-ho me ha dejado confuso, entiendo la parte a la que se refiere con la situación, él piensa que es sobre salir vestido de mujer y seguramente no le falte razón. Pero lo de sufrir un ataque de pánico me ha dejado confuso, nunca había tenido uno, ni siquiera cuando me acusaron de asesinato y me esperaba la muerte en aquella cárcel.
Mientras nos dirigimos a la calle principal Dak-ho ha estado muy pendiente de mí, mirándome de reojo de vez en cuando y preguntándome si estaba bien o si debíamos volver. Sus reacciones me han parecido demasiado tiernas y la atención que me presta pese a que casi no me conoce también, por lo que no he podido evitar soltar una pequeña risa, la cual le he contagiado y sin ningún motivo nos hemos empezado a reír, aunque todavía le he notado atento a mi estado.
El día en la zona comercial ha transcurrido tranquila y sin contratiempos, nos hemos cruzado con un par de conocidos de Dak-ho que nos han felicitado por la boda y después hemos vuelto a casa. Para comer he preparado un poco de bulgogi con arroz y algunas verduras condimentadas de acompañamiento.
La comida pasó rápida mientras Dak-ho me explicaba quiénes eran las personas con quien nos hemos cruzado, al terminar he lavado los cubiertos y cada uno se ha puesto a hacer sus cosas. Primero tenía que meter el futón seco después de haberlo lavado y después me quedé sin cosas que hacer, así que una idea recorrió mi mente y fui en busca de Dak-ho, que se encontraba en una pequeña habitación que usa como estudio.
- Una pregunta Dak-ho. - Me dirijo a él antes de entrar en su estudio, evito usar un tono formal aunque me cuesta porque hemos llegado a ese acuerdo, hablar informalmente entre nosotros cuando estemos solos. Él me indica con la cabeza que continúe. - Quiero hacerle un regalo a tu hermana, pero no se me ocurre nada ¿podrías darme una idea?
- Si sabes bordar o coser podrías hacer un patrón de conejos y flores, es algo que le gusta mucho. También puedes cocinarle algo cuando nos visite, le gusta mucho comer y al parecer cocinas bastante bien. - Esto último hace que un calor conocido me suba por el cuello y me aclaro la garganta antes de hablar.
- Gyu jin me enseñó a coser, bordar, preparar tés y otras cosas de mujeres. - Silencio y Dak-ho levanta una ceja de manera interrogativa, por lo que añado rápidamente. - Creo que estaba planeando su fuga desde hace tiempo. - Responde con un ¨ puede ¨ y después de regalarme una sonrisa se marcha.
Me dirijo a un pequeño porche en la parte trasera de la casa junto con las pertenencias de mi hermana para coser (todas sus cosas fueron traídas aquí cuando nos casamos), las vistas dan a un pequeño jardín con flores y un pequeño estanque con peces nadando en su interior. Estas vistas y la calma que se respira hacen que me llegue la inspiración y me pierda haciendo un patrón detallado y bonito con dos conejos grises en el centro y rodeados por las flores que tiene Dak-ho en el jardín.
Termino y me quedo contemplando el paisaje y la paz y calma que transmite, creo que ese lugar se puede convertir en mi favorito. Después de un tiempo salgo de aquel rincón y me dirijo a guardar las cosas, Dak-ho sigue en la habitación trabajando en sus cosas y tras pasearme por la casa y el jardín delantero decido hacer mandu para cenar.
La cena también transcurrió sin contratiempos y relajada. Mientras dejaba todo limpio, ordenado y guardado Dak-ho ya se había cambiado y cuando me dirige a hacer lo mismo una piedra pasó volando por encima del muro y del impulso llegó a la base de la casa, donde estaban nuestras kkotsin.
Nos miramos sorprendidos y ambos nos dirigimos al lugar para ver qué había sucedido, atada con una cinta roja a la piedra había un sobre con mi nombre.
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