capítulo 27
Me despierta un fuerte dolor en la cabeza, abro los ojos y todo lo que veo es oscuridad, intento tocarme la cabeza y me doy cuenta de que tengo las manos atadas y no puedo moverla. Sigo desubicado y el dolor de cabeza no me ayuda, respiro hondo pese al miedo que siento e intento recordar qué ha pasado y donde estoy.
Tras pensar un poco lo último que recuerdo es que había salido para recoger lo que pensaba era una carta, pero que no había nadie. Al volver a casa alguien me golpeó la cabeza dos veces y caí inconsciente. Después me he despertado en la completa oscuridad, inmovilizado y con dolor de cabeza.
Llevo un rato intentando deshacer las ataduras de mis manos, lo único que he conseguido es hacerme daño y alguna herida por la rozadura de la cuerda. Desde que he despertado no he escuchado nada ni nadie por la zona y el único olor que inunda la estancia es el metálico de la sangre mezclado con humedad.
Me doy por vencido, he intentado de todo para liberarme o levantarme del suelo, pero lo único que he conseguido ha sido cansarme y agobiarme, además de provocarme varias heridas. Intento contener las lágrimas y me aferro a la posibilidad de que Dak-ho me esté buscando, se que removerá cielo y tierra para encontrarme, estoy seguro de ello, confió en él.
Escucho una puerta abrirse a mi espalda tras lo que parece una eternidad el estar encerrado aquí y veo por la poca luz que se refleja en la pared que tengo enfrente que entran varias personas. Una de ellas, más pequeña de tamaño y estatura, se queda parada en la puerta.
- Si está despierta sacarle toda la información que podáis, si no despertarla. - Es una voz femenina que no he escuchado nunca, con acento del norte. - La quiero viva. - Su voz suena autoritaria y me inspira peligro.
Se marcha tras decir esas palabras, cerrando la puerta a su espalda y dejándome con las tres personas que vi entrar. Contengo la respiración cuando veo que encienden varias velas y lámparas a mi espalda y cierro los ojos cuando pasan por mi lado.
Abro los ojos poco a poco cuando se me acostumbran a la escasa luz que se proyecta. Enfrente de mí hay tres hombres imponentes y bastante fuertes, tienen pinta de bandidos y las sonrisas que adornan sus caras me repugna, pero no voy a retroceder ante ellos, se que eso solo les hará más felices y confiados ante lo que pueden llegar a hacerme. Uno de ellos, el del centro se acerca y me coge por la barbilla, le dedico una cara de asco, pero no aparto en ningún momento la mirada o la cara.
- Es muy guapa. - Los otros dos ríen ante el comentario y me estremezco. - Qué pena que tengamos que hacer este trabajo.
- La jefa nos ha dicho que podemos hacer lo que queramos con ella después de sacarle toda la información que desea. - Habla uno de los que están detrás y vuelven a reírse.
El miedo poco a poco se me cuela debajo de la piel, inundando todo mi ser y el corazón me empieza a palpitar en las sienes y oídos. Pese a todo intento mantenerme lo más firme posible y no mostrar miedo ante ellos. Si me mantengo callado y aguanto lo suficiente sé que Dak-ho me encontrará.
- Vamos a empezar, tenemos toda la noche. - Al escuchar eso el corazón me da un vuelco, pero me recompongo enseguida cuando el tipo me suelta la barbilla y se cruje los dedos. Cojo todo el aire que puedo por la nariz y lo miro, ellos se empiezan a reír.
- Has salido peleona, pero no durarás mucho. - Dice uno de los de atrás y vuelven a reír, al parecer todo esto solo es un juego para ellos. El cabecilla, el que me sujetó la barbilla, les manda callar y se da la vuelta con una expresión seria.
- ¿Qué habéis descubierto? - La pregunta me desconcierta y antes de poder contestar llega el dolor, en la mandíbula derecha, y la sangre me inunda la boca.
Me he mordido el labio por el golpe. Escupo al suelo la sangre y le lanzó una mirada de odio, ríen ante mi expresión y el odio que empiezo a sentir por ellos me bulle en el interior. Ahí es cuando me doy cuenta de lo que quieren saber y pienso que la chica de la puerta puede ser la concubina, al parecer ha contratado matones para mantenernos callados y matarnos si es necesario, me muerdo el moflete y me hago la promesa de no decir nada.
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Me falta el aire después de varias preguntas sin contestar y de los sucesivos golpes por todo el cuerpo. Ellos se han ido turnando y ha podido descansar, en cambio, yo no he tenido ni un momento de descanso en todo esto y pienso que el próximo golpe que reciba puede que me haga perder el conocimiento, lo cual no es tan malo, así me dejaran un rato en paz.
El cabecilla se acerca y me levanta la cabeza de manera brusca, agarrándome del pelo, noto el sabor de la sangre con ese movimiento y sin pensarlo se la escupo en la cara. Eso provoca que me suelte de manera brusca y retroceda maldiciendo, simplemente empiezo a reír y entre los tres me empiezan a patear, pierdo el conocimiento y veo todo negro tras la quinta patada.
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Abro los ojos o lo intento y veo que está todo oscuro de nuevo y que no hay rastro de los tres bandidos. Me duele todo el cuerpo, incluso al respirar, y noto la cara tan dolorida que ni la siento. El sabor metálico de la sangre no ha abandonado mi boca en ningún momento y noto la sed, por lo que me paso la lengua por los labios intentando humedecerlos, arrugo la nariz al notar más sangre en estos y el dolor de algunas zonas.
Debería guardar energía para la siguiente tanda de preguntas, pero no puedo evitar intentar desatarme desesperadamente. Igual que antes, no consigo nada y gasto energía a lo tonto. Suspiro y apoyo la cabeza contra el pilar al que estoy atado y miro el techo, empiezo a llorar, aunque se que es inútil no puedo evitarlo.
Junto a las lágrimas un montón de pensamientos me llenan la cabeza y no puedo evitar pensar que voy a morir de la peor manera posible, sin ser rescatado y abandonado en cualquier zona del bosque, si es que todavía estoy en el pueblo, para que mis conocidos y amigos encuentren el cadáver destrozado y les cueste reconocerme.
No pasa mucho tiempo desde que deje de llorar cuando se abre la puerta y la luz del sol llena todo cegándome y haciéndome cerrar los ojos. Escucho a cuatro personas entrar y cerrar la puerta, abro los ojos y me encuentro a los tres bandidos con lámparas enfrente de mí, el cabecilla me cubre los ojos con una tela oscura y gruesa.
Escucho a alguien acercarse por la izquierda y giro por inercia la cabeza hacia el sonido, que se para enfrente mío y por el sonido de la ropa se agacha. Me pasa la mano delicadamente por las mejillas, rozando con la punta de los dedos los lunares y las costras de las heridas. Después pasa a mis brazos tras remangarse.
- Eres muy tozuda, solo te estás haciendo más daño a ti misma de lo que te mereces. - A diferencia de ayer, hoy parece preocupada y dulce. Suelto un suspiro. - Te prometo que si me dices lo que quiero saber te dejaré ir. - Trago saliva.
- No se que quieres saber. - Escucho mi voz seca y chirriante después de no haberla usado en tanto tiempo y toso para intentar quitarme esa sensación. Escucho como ella chasquea la lengua y un dolor punzante me atraviesa el brazo, contengo un grito.
- Has acabado con mi paciencia demasiado rápido, pese a que eres una mujer como yo. - Me suelta y contengo otro grito. - No me importa, siempre puedo acudir a tu esposo con tu cadáver. - Se ríe al ver mi expresión de sorpresa y como intento ir a por ella inútilmente.
Ha tocado una zona sensible y se que la va a aprovechar porque se vuelve a agachar y me empuja la frente hasta que doy con la cabeza en el pilar. Chasquea los dedos y veo como una luz se acerca hacia mi cara.
- Te voy a hacer sufrir un poco más, no te preocupes, no le voy a hacer nada a tu esposo. - Hace una pausa y se aparta. - Voy a hacerte sentir tan miserable y sucia que nunca más querrás que un hombre te toque. - Empiezo a respirar rápido e intentar soltarme porque sé a lo que se refiere y no quiero que sea descubierto de esta manera y menos por ellos.
Todos mis intentos son en vano cuando me sujetan por los hombros y empujan contra el pilar, en ese momento noto como se aflojan las cuerdas que me mantenían atado al mismo, afortunadamente y con algo de esfuerzo me logro librar del que me sujetaba.
No llegó muy lejos cuando noto como me tiran al suelo, aun así me intento zafar del que se me pone encima apresándome entre su cuerpo y el suelo y haciendo que me dé la vuelta para estar boca arriba. Las risas inundan el lugar y empiezo a marearme, la sangre abandona mi cuerpo cuando alguien empieza a subirme la chima y se que patalear es inútil, pero aun así intento oponer resistencia.
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