04- Familia

Aún faltaba un día para dar de alta a Dalia. A mi madre le dieron permiso de faltar a trabajar dos días más, pero yo no podía darme ese lujo.

Saliendo de trabajar fui a la universidad, presenté dos exámenes, luego me di de baja definitiva. De esa forma evitaría quedar debiendo materias y hasta podría llegar a un acuerdo para pasar al siguiente semestre sin volver a estudiar todo lo que había visto en ese semestre. Necesitaba trabajar turno completo, evité hablarlo con Claudia porque sabía que ella se molestaría al enterarse.

Ya entrada la tarde fui al hospital a ver a mi hermana. Se le veía mejor, estaba de buen ánimo, charlamos durante el corto tiempo de visita y luego fui a casa. Claudia me esperaba muy molesta, ella no estaba al tanto de la situación, tuve que contarle todo lo sucedido la tarde anterior:

—¿Entonces ayer no presentaste exámenes? —me preguntó.

—¿Eso es lo único que te importa? Mi hermana está en el hospital, necesito encontrar a su padre y tú me preguntas por la escuela…

—¿Pues qué quieres que haga? Lo de Dalia es oficial, no se puede revertir, no hay nada que hacer, pero tus estudios son otra cosa, tus responsabilidades son… —La interrumpí.

—Decidí que ya no voy estudiar. —Ella me miró con mucha rabia.

—¿Estás jugando? Solo te queda un año. Te he ayudado demasiado y ahora decides eso solo.

—Necesito dinero, necesito ayudar a mi familia —sentencié, estaba empezando a alterarme por su falta de empatía.

—¡Eso hubieras pensado antes de que yo me matara trabajando para pagarte a ti tus estudios! —me gritó, poniéndose de pie.

—¿Y cómo se supone que iba a saberlo, Claudia? ¿Creés que a mí me  alegra esta situación? Saca la cabeza de tu trasero, existe mundo más allá de ti. —Ella me lanzó una mirada llena de ira y se metió al cuarto, yo me quede en la cocina durante casi dos horas meditando.

Un auto llegó a casa, tocaron el claxon y enseguida supe que era Roxana, la amiga de Claudia; amiga de fiestas únicamente. Mi mujer no tardó en salir, iba con ropa corta y ajustada; maquillada y con zapatillas de tacón muy alto.

—¿Te vas a ir? —le pregunté.

—Sí, voy a sacar la cabeza de mi trasero y conocer ese mundo que tanto dices —respondió con sarcasmo.

—De verdad que no tienes vergüenza. Yo no me estoy divirtiendo fuera de casa —le reclamé.

—Es mi dinero el que voy a gastar, dinero que yo me gané, merezco divertirme. —El claxon volvió a sonar.

—Sí, yo no dije lo contrario... ¡Pero recuerda que es mi casa en donde duermes, con muebles que tú no compraste. Es mi auto en el que tantas veces te lleve y esos zapatos te los compré yo!

—¡¿Tanto te pesa? Pues quedatelos! —gritó.

Se quitó los tacones y los aventó contra el suelo, regresó al cuarto golpeando la puerta y salió con otro par de zapatos en la mano, se fue sin despedirse.

Respiré hondo intentando calmarme, pero no lo logré, los sentimientos terminaron haciendo que me derrumbe y empecé a llorar como un niño con la cabeza recargada en la mesa. Lloré por mi hermana, por mi madre, por el dinero, por Claudia, la escuela y por no poder hacer nada. Sentía que todo se venía abajo, estaba desesperado, hundido, me sentía inútil, la impotencia me consumía. Meses atrás mi vida era tranquila, era mejor. Estuve así durante unos minutos  y cuando levanté la vista para intentar calmarme vi a una mujer sentada frente a mí, fueron solos segundos, pero su imagen se quedó grabada: Era la misma de las pesadillas.

Toda la tristeza que sentí se volvió pánico, empecé a temblar, a sudar.  Volteé a todas partes, estaba solo, pero sentía que alguien me miraba. No podía dejar de tener miedo aunque me repetía a mí mismo que eso había sido un producto de mi imaginación, tardé mucho en tranquilizarme.

Me quedé dormido en el sillón, las horribles pesadillas me atacaban, soñaba a Dalia muerta, soñaba que intentaba salvarla, pero fallaba. Eran las tres de la mañana, escuché ruidos, pensé muchas cosas, pero era Claudia llegando muy ebria, el carro en el que llegó no era el mismo en el que se había ido, tampoco su amiga iba en el. No notó mi presencia en la sala, llegó directo al cuarto y se quedó dormida, eso me quitó el sueño y me quedé despierto hasta el amanecer.

Entrada la mañana me dispuse a hacer desayuno, Claudia se despertó por el ruido que hice a propósito y salió del cuarto aún con la ropa de la noche anterior y el maquillaje corrido, se sentó sin decir nada, yo simplemente no quería hablar con ella, evitaba incluso verla.

—¿No me vas a decir nada? —preguntó después de un rato.

—No tengo nada que decir —respondí mientras me sentaba a comer.

—¿Qué harás hoy?

—Trabajar.

—¿Entonces es oficial que ya no irás a la escuela?

—Ya me di de baja ayer. —Esperaba un reclamo y ella solo guardo silencio, intenté buscar sus ojos, pero no me veía a la cara.

—¿Qué hiciste ayer en lo noche? —le pregunté.

—Nada.

—¿Y por qué no puedes verme a la cara? —insistí, ella se puso a llorar—.  ¿Estuviste con alguien? —asintió con la cabeza, sentí que me faltaba el aire, algo dentro de mí se había desgarrado.

Comencé a llorar junto con ella, me sentí humillado, cansado, culpable, después de la noche anterior no pensé que podría sentirme peor y el universo me contradijo.

—Leonardo, yo no quise que eso pasara —intentó justificarse Claudia tomando mi mano.

—¿Te forzaron? —le pregunté, ella negó con la cabeza, yo solté su mano y de pronto exploté.

—Toma tus cosas y vete, si llegó en la noche y aún estás aquí te sacaré a la fuerza —sentencié molesto.

—Pero, Leonardo, no tengo a donde ir…

—Ese no es mi problema, yo no te tengo haciendo tonterías, hubieras pensado en eso antes de andar de… —Me contuve para no decir más.

—Eres un egoista —respondió poniéndose de pie.

—¿Yo? Yo jamás te traicioné, siempre estuve pendiente de ti, te defendí ante todos, defendí nuestra relación, no quieras culparme a mí. En la noche no debes estar aquí, de otra forma tendremos graves problemas —advertí antes de salir de casa.

—Nunca me traicionaste, pero desde hace tiempo fui un mueble más de la casa. Ni siquiera respondías cuando te daba los buenos días. Me iré, no lo dudes, espero que te des cuenta que no fui la única que falló. —Se puso de pie y entró a la habitación, me quedé unos segundos de pie en el umbral.

Manejé hasta la escuela de Dalia, no nos habíamos tomado la molestia de avisar lo sucedido así que aproveché para hacerlo y de paso para hablar sobre el padre de Dalia con la directora y lograr sacar la dirección de su casa, ella era muy comprensiva y entendió perfecto la situación.

Al siguiente día hice un turno completo en el trabajo y cuando acabé fui directo a la casa de Gerardo Ezquer. Me quedé en el auto hasta asegurarme que él estuviera ahí, apenas tuve la oportunidad y lo intercepté antes de que entrara a su hogar.

—Buenas tardes señor Gerardo... Necesito hablar con usted sobre su hija. —Él me examinó de pies a cabeza como si fuera poca cosa.

—¿No estás demasiado grande para hablar sobre Alisson? Vete antes que llame a la policía —advirtió.

—Me refería a su otra hija, aunque usted ya no la vea así. —Me miró como si hubiese visto un fantasma, como si le estuviera hablando de un terrible secreto. Volteó hacia atrás de él y me dijo:

—Voy llegando a casa, espérame unos minutos para no levantar sospechas, en un rato salgo. —Yo asentí con la cabeza y regresé a mi auto.

Quince minutos después, Gerardo salió y me hizo una seña para que lo siguiera, me presentó como compañero de su trabajo y nos sentamos en el patio. Su casa era muy bonita, con dos pisos, muy grande para cuatro personas, lo cual me hizo sentir rabia porque Dalia y yo compartimos habitación durante muchos años y él ni siquiera se dio cuenta.

—¿Qué es lo que quieres? Si mi esposa se entera de quién eres me meteras en problemas —expuso mientras sacaba un cigarro, sus manos temblaban notoriamente.

—Seré breve, créame que no estoy aquí por gusto. Dalia tiene una enfermedad incurable, su calidad de vida puede mejorar a base de farmacéuticos, pero no tenemos dinero para comprarlos este mes. Ella está en el hospital y en cuanto sea dada de alta tendrá que regresar a la medicación. —Gerardo me miró atónito, se quedó unos segundos vacilando, intentando comprender.

—¿Está en el hospital? ¿Qué tiene? ¿Cáncer terminal? —preguntó asustado.

—No. Ella tiene esquizofrenia. —Me miró más confundido.

—Pero, eso es un problema mental .

—Es una enfermedad mental, no por ello deja de ser peligrosa —puntualicé, él seguía sin entender y no lo culpaba, el tema era algo muy complicado.

—¿Y por qué está en el hospital?

—Tuvo un ataque de... no sé, ¿pánico, ansiedad, esquizofrenia? El punto es que se hirió a sí misma, tuvieron que darle algunas puntadas y en cuanto le den el alta debemos llevarla unos días a un psiquiátrico. Nada de eso es gratis, no vendría a buscarte si no estuviera desesperado por conseguir el dinero para ayudarla. —Gerardo me miró con tristeza.

—¿Entonces su enfermedad ya está avanzada? ¿Ella vivirá en un manicomio?  

—¡No! Solo serán unos días, para hacerle unos exámenes y tenerla vigilada.

—¿Por qué no me avisaron antes? ¿Desde hace cuando enfermó?

—No fue hace tanto, no te avisamos porque la abandonaste cuando ella tenía cuatro... Hace cinco años dejaste de enviarle dinero a mi madre.  ¿Tienes idea de lo patético que es venir a buscarte aun sabiendo que no te importa? —reclamé, empezaba a molestarme.

—Lo siento, yo no tenía idea, mi esposa no estaba de acuerdo... ¿Qué medicamentos necesita y cada cuánto? —inquirió, saqué una receta vieja de mi pantalón en ella había marcado con color cada medicamento y atrás había puesto su costo y lo que le duraba. Se la entregué sin decir nada, pero casi se cae de la silla al ver los precios.

—Son demasiados medicamentos para alguien tan joven, ¿cuántos años tiene? ¿Quince?

—Acaba de cumplir diecisiete... Mira, te dije que sería breve, ya me tengo que ir, hoy dan de alta a Dalia y si me vas ayudar dime, si no para ir buscar la manera de conseguir dinero.

—Sí te voy a ayudar, es mi hija. —Al escuchar esas palabras sentí una inmensa necesidad de golpearlo —. Dime como le hacemos, mi esposa no puede enterarse.

—Sí, yo te dejaré mi número de cuenta y mi teléfono celular. Tú me depositas el dinero de su medicamento y yo los compro, si quieres te mando foto del recibo.

—Me parece bien, ¿qué número es?

—No me lo sé —avisé negando con la cabeza, al tipo le cambió la cara, sacó su teléfono y tomó una foto de mi tarjeta de nómina.

—Espera, mejor lo apunto porque si lo ve mi mujer... —dijo, luego borró la foto y empezó a escribir en una aplicación.

Odiaba su actitud sumisa y estúpida, no entendía cómo prefería esconder su paternidad a enfrentar a su esposa. Se tomó su tiempo en anotar el número y yo me preguntaba cómo mi madre pudo fijarse en ese simplón, regordete, sin ningún atractivo aparente más que el dinero.

—Gracias. Mañana probablemente internen a Dalia —le avisé.

—Depositaré ahora en la tarde el dinero suficiente para las medicinas, intentaré el fin de semana depositar otro tanto para lo que necesite... Recuerda no pararte por aquí, si necesitas hablar conmigo será solo por mensajes, mi esposa no debe saber que le estoy dando dinero a mi otra hija. —Al momento de decir eso una adolescente enfurecida abrió la puerta.

—¡¿Qué otra hija?! —gritó.

—Alisson, no es lo que piensas, bebé... Nadie mencionó eso —mintió Gerardo, estaba temblando de miedo, la chica empezó a chillar como rata mientras gritaba.

—¡Te oí, papá, oí que le vas a depositar dinero para medicinas a tu otra hija! —Para empeorarlo todo, la madre de Alisson bajó asustada por los berridos de la adolescente, junto a ella bajó su otro hijo de la misma edad.

—¡¿Qué otra hija? Gerardo explicalo ahora! —gritó la mujer, estaba eufórica, ahí entendí porque su hija chillaba como rata.

—No es lo que piensas, Denisse, hablamos de Dalia. —Un silencio incomodo se formó sobre nosotros, yo quería irme, pero aún no tenía el número de aquel mediocre.

—¿Quién es Dalia? —preguntó Alisson, su madre tragó saliva, miró con nervios a sus hijos.

—Es momento de la plática —anunció tomando a sus hijos de la mano y llevándolos dentro, hizo un seña con la cabeza para que su esposo la siguiera.

—Si no le molesta quiero irme —avisé.

—Ni lo creas, tú explicaras sobre la situación de Dalia, a mí no me creerán. —Suspiré y los seguí, pero solo porque quería saber como terminaría todo, en el fondo me causaba placer saber que había alguien más desdichado que yo.

Nos sentamos en la mesa, había demasiada tensión.

—¿Ya nos van a explicar o qué? —preguntó Alisson con su voz chillona.

—Hija, cuando conocí a tu madre era un momento difícil de mi vida, las cosas no iban bien. Yo estaba casado con otra mujer, pero no era la mejor situación. —«Yo lo recuerdo de otra forma, le rogaste meses a mi madre para que saliera contigo y ahora resulta que era una situación mala» Pensé—. De ese matrimonio nació una niña, nunca se los dije porque tu madre pensó que era lo mejor. —La mujer abrió los ojos de por sí grandes, pareciera que se iban a salir de las cuencas, ella no se esperaba ese comentario.

—¿Entonces dejaste a tu esposa para casarte con mi mamá? —preguntó la nena, se veía perturbada, miré al chico que tenía la misma cara de susto, literal porque eran mellizos; él no decía nada.

—Sé que suena mal, pero los adultos también cometemos errores y no por eso podemos negarnos ser felices. —Se excusó Denisse. Sí, esa señora llamó a mi familia "error" en mi cara.

—¿Y quién es esa hija? ¿Por qué no la conocemos? —preguntó nuevamente la adolescente. Empezaba a creer que su hermano era mudo.

—Las cosas con su madre empeoraron con el tiempo —dijo Gerardo, no supe si hablaba de mi madre o la madre de los mellizos.

—¿Y él también es tu hijo? —preguntó otra vez la voz de rata.

—No, yo soy hermano de Dalia, pero soy hijo de diferente padre... Un padre que jamás se olvidó de mí —agregué presionando más a la pareja.

—¿Y a qué viniste? —cuestionó la esposa.

—Dalia necesita ayuda, está en el hospital. Tiene una enfermedad que la hará tomar medicamentos de por vida... Son muy caros, necesitamos ayuda para solventar gastos.

—¿Qué enfermedad? —interrogó, seguro pensaba que solo intentaba sacarle dinero a su hombre.

—Esquizofrenia. —Un silencio se formo otra vez.

—¿Está loca? —preguntó la chica, pero la ignoré, su hermano le dio un codazo.

—Aquí tengo la receta. —Le mostré a Denisse, ella la tomó de mala gana.

—Eso es demasiado dinero, no me molesta que Gerardo le ayude, pero no le vamos a pagar todo, no la vamos a mantener. —Su actitud me hizo enfurecer.

—Señora, solo le estoy pidiendo dinero para comprar sus medicamentos. Mi madre está pagando ropa, estudios, comida, higiene, doctores y psiquiatras... Lo menos que este señor puede hacer es ayudarnos con eso, si usted quiere tener más dinero entonces pónganse a trabajar, porque nosotros no vivimos del aire. —La mujer y su hija me miraron con coraje.

—Espera, ¿Dalia la loca es mi hermana? —relacionó Alison—. Nadie puede enterarse de eso, me van marginar como a ella —chilló, iba a hablar pero Denisse me ganó.

—¿Cómo? ¿La conocen? —preguntó al borde la histeria.

—Sí, va en la misma escuela. El otro día golpeó una chica, está loca, todos le tienen miedo.

—Basta, Alisson —se metió Gerardo.

—¿Cuándo pensabas decirme? —preguntó Denisse.

—Yo tampoco lo sabía. —Algo en él me decía que sí sabía, pero le tenía miedo a su mujer.

—¡Es el colmo, ahora debemos mantener a una... niña con problemas! —gritó Denisse, estaba aturdido de tanto drama, así que me dispuse a irme, apenas iba a ponerme de pie cuando el chico me ganó y me sorprendió, no solo a mí, sino a todos. No era mudo y sus palabras tuvieron mucho peso.

—Papá, ¿si te separas de mamá nos vas a abandonar? Mamá, ¿si me enfermo pensarás que el gasto es muy alto? Alisson, ¿sabías que la genética influye en la esquizofrenia? ¿Si me pasa te alejarás de mí por vergüenza?...

—No, Derryl. Tú eres mi... hijo —dijo Denisse a punto de llorar.

—Dalia es hija de mi padre, por lo tanto es nuestra familia. Yo no estoy enojado como mamá o Alisson, pero estoy avergonzado y muy decepcionado, pensé que los conocía. Iré a mi cuarto, quiero estar solo. —El chico salió de la sala, ahora todo era sombrío, todo era silencio. Admito que me dieron ganas de reírme por el drama familiar.

Me dieron el dinero del medicamento en efectivo, llegamos a un acuerdo. Gerardo se haría cargo de eso mensualmente, pero nadie de mi familia pisaría esa casa otra vez y eso era un alivio para mí.

Cuando estaba en mi auto a punto de irme, Derryl me gritó desde su habitación para que lo esperara. Me entregó dinero para que le comprara un regalo a Dalia de su parte, al parecer ellos se conocían de tiempo atrás.


Marca páginas hecho por LizAuconi como regalo de intercambio navideño 😍

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top