32. Conocerlos.

Rayven Cartier.

Los hombres de Demir logran escapar de la estampida y pierden a los militares, pero no a nosotros. Los seguimos manteniendo una buena distancia hasta que vemos como entran en una especie de taller gigante.

—Ayers —le hablo a la mujer a mi lado—. Ve con las demás y rodeen ese taller. Luego toquen los tambores lo más fuerte posible hasta que alguien salga de ese lugar. Yo me ocupo del resto. —ella asiente y organiza a las otras mujeres antes de irse con ellas.

Yo organizo a los hombres al son de los tambores, aunque no dejo de mirar al Harper uniformado. Me resultó muy extraño que no le afectara la muerte de su hermano y mis pensamientos conspirativos me hacen creer que tal vez todo esto ya estaba planeado por él. Por mucho que quiera, no logro volver a creer en un Harper, incluso por ese Harper estoy dudando de El hombre y los suyos.

<<Tranquila Ray, hoy sabrás si son de confianza o no. Solo confía por esta vez>>

Pasan los minutos y los tambores logran hacer que salgan unos hombres de seguridad Demir. Yo necesito que salga Onan.

—Cuando les diga, salen de sus escondites y les disparan a esos hombres. No los vamos a capturar, así que apunten a matar. Confíen en mí —hablo por el intercomunicador que usan los hombres—. Luego regresan a sus escondites.

Qué El hombre me perdone, pero no pienso capturar a hombres de Demir que no son de utilidad.

Les ordeno a mis mujeres que dejen los tambores. Cuando todo está en silencio y los hombres de Demir miran en muchas direcciones con cierta confusión y adrenalina, doy la orden:

—Disparen. ¡Ahora!

Los hombres salen de sus escondites y disparan sin parar hasta que todos los hombres de Demir caen, e inmediatamente regresan a sus escondites.

Más hombres de Demir salen a atacar. Sin embargo, mantengo ocultos a los hombres y mujeres.

—Cartier —susurra Reed detrás de mí, quien está con otros tres hombres—, mira la puerta que los hombres de Demir dejaron abierta. Se ve una salida subterránea. —compruebo lo que dice y sí, se puede ver claramente cómo muchos hombres están alineados bajando por lo que parece ser una especie de túnel.

—Maldita sea. Se nos escapan.

—No. Mira el edificio de la joyería —ahora me habla Harper, señalando una propiedad y enfoco mi atención en ella desde nuestro escondite—. Lo estuvimos observando durante un rato y hemos notado que se está llenando, específicamente de hombres cuando se supone que debe estar cerrado.

¿Será posible lo que estoy pensando?

—Espera, si ese túnel lleva del taller a esa joyería, debe significar que guardan algo allí… Los Demir se especializan en armas… Ahí tienen el negocio de armas de Centauri. —si esto es cierto, no podemos esperar más.

Hago que la mitad de los hombres continúen atacando a los hombres de Demir mientras les ordeno a la otra mitad y a las mujeres que se retiren con cautela de sus posiciones para seguirnos hasta esa joyería y rodearla. Y justo cuando estoy a punto de ordenar que ingresen a esta a la fuerza, Onan sale por la puerta de atrás en medio de una llamada.

—No entiendes la mierda por la que estoy pasando, Ferit. ¡Tengo a los militares rodeando el taller! ... No me pongas excusas, hice lo que dijiste ... ¿Ahora es mi culpa? Me dijiste que le diera una advertencia al presidente por romper nuestro tratado públicamente ... Pues claro, qué mejor idea que darle una maldita advertencia con la sangre de un Harper. Mejor agradece que logré atraparlo ... Tú ni has podido encontrar a los otros tres. —veo como Harper se queda estático a mi lado.

"Los otros tres" Esos deben ser Charles, Arnold y Jordán. Lo que sucedió hoy no fue un plan de Harper, realmente cazaron a su hermano.

—Deberías estar aquí y no en Diamond city —continúa hablando Onan—. ¡No! Ni se te ocurra decírselo a nuestro padre. Yo veré cómo me deshago de esos militares.

Qué pedazo de imbécil, realmente piensa que somos militares. Pues ahora vendrá su sorpresa.

Me acerco a Onan por la espalda, aprovechando que sigue discutiendo con su hermano, y le coloco el cañón de la pistola en la cabeza en cuanto cuelga la llamada. El Demir intenta sacar un arma de su cadera, pero lo pateo y me anticipo a su movimiento agarrando el arma.

—Camina por donde te diga o no querrás que tu cuerpo termine lleno de agujeros. —le señalo hacia dónde debe caminar mientras mantengo las armas en mis manos.

—Esa voz... —habla mientras camina—, tú eras la maldita espía. Te matamos, deberías estar muerta, perra.

Me río por lo bajo.

—Y ustedes deberían aprender a deshacerse bien de sus enemigos. No pudieron conmigo, pero yo no voy a fallar. —lo golpeo en la cabeza con una de las armas causando que caiga al suelo inconsciente.

Algunas de mis mujeres se acercan y lo atan de pies y manos. Luego lo arrastran fuera de este lugar.

—Vamos por los que están dentro. —le informo a los demás y todos toman posiciones.

Lo que vino después fueron disparos de ambos lados. Todos disparaban, pero el número de hombres de Demir era mínimo en comparación con los nuestros y poco a poco fueron cayendo, hasta que solo quedaron cinco, los cuales intentaron huir. Sin embargo, fueron detenidos por algunas balas en la cabeza que yo les propiné.

Cuando todo queda despejado, entramos en la supuesta joyería. A primera vista si parece ser una joyería. No obstante, al revisar más a fondo, encontramos habitaciones secretas llenas de muchos estantes con armas hechas por los Demir. La "D" plateada con ametralladoras dibujada en sus extremos confirma que son de ellos, esa es su marca.

Le informo a una de las mujeres que está con Lindarte de lo encontrado y después me concentro en eliminar las grabaciones de las cámaras. Los Demir buscarán a Onan y por eso no les dejaré ni una sola pista. Borro todas las grabaciones de este edificio y del taller, ya que este también tiene cámaras. Al final las apago por completo.

—Estas armas son de magnífica calidad —comenta Reed un rato después mientras examina las armas—. Aunque estos modelos no se ven tan impresionantes como unos que les robamos hace años. Por cierto, no veo esos modelos aquí. ¿Los dejarían de fabricar? —frunzo el ceño ante eso. ¿Se estará refiriendo a lo que pienso?

—¿Eran modelos con una línea plateada cerca del cañón? —pregunto con curiosidad.

—Sí. ¿Cómo lo sabes?

—Yo los fabriqué.

—¡¿Qué?! —muchos hombres exclaman a coro y mis mujeres se ríen por esa reacción.

—Fui parte de los armeros de Demir. Cada armero tiene su forma de diferenciar sus fabricaciones —señalo algunas ametralladoras—. Esas son fabricaciones de Adem, se puede notar en las tres líneas de la empuñadura —ahora señalo un estante lleno de armas—. Esas son de Cinar, se nota en el pequeño círculo blanco que tienen —ahora señalo otro estante—. Y esas de Arzu, la hermana de Adem, se nota por la forma de cañón. El resto deben ser de nuevos armeros. Y bueno... mi forma de diferenciar era la línea plateada.

—Reed tenía razón, te daremos hasta nuestras vidas si quieres. ¿Qué te parecen nuestras vidas por varias fabricaciones tuyas? —propone un hombre y todos lo apoyan.

—Ya los tienes tan locos que hasta te están ofreciendo sus vidas. —la voz de Lindarte detrás de mí me hace girar. Ella está con El hombre, tres de sus hombres y dos mujeres.

—Son mis encantos. —los hombres se ríen suavemente, a excepción de uno que está al lado de El hombre. Ese hombre se cruza de brazos y vuelve la mirada hacia los estantes.

<<Ese amargado debe ser Benjamín>>. Pensar en ese Demonio me recuerda lo que pasó, pero trato de no hacerlo, ya que solo era cosa de un día.

—Ya lo veo. Y bien, ¿a cuántos de los hombres de Demir capturaron? ¿Por qué hay tantos cadáveres afuera? —pregunta la pelirroja, y tanto hombres como mujeres me miran.

—Solo a Onan. Di la orden de no capturar sino acabar a los demás, pero tenemos las armas y eso es lo importante.

El hombre le susurra algo a Lindarte y ambos se alejan para conversar. Esto causa incomodidad. Supongo que luego me van a recriminar por no haber seguido el plan. Unos minutos después, El hombre se acerca a todos.

—Saquen las armas y llévenlas a los camiones junto con Onan. —ordena y todos obedecen.

Lindarte me toma del brazo y me lleva fuera de la joyería a un lugar donde nadie nos pueda oír.

—Ray...

—Ya sé lo que me dirás: "No debiste desobedecer, debiste capturar a esos hombres". Lo siento, Lindarte, pero esos hombres solo serían una molestia. Habrían sido una gran carga problemática. Si El hombre está molesto pues...

—No, Ray. No te llamé para eso. Él no está molesto. De hecho, se dió cuenta que tu acción fue la mejor... Te llamé porque quería agradecerte. Estos hombres son lo que necesitábamos, y con lo que hicieron hoy comenzaré a confiar en ellos. No a ciegas, pero sí como se debe.

Lindarte me cuenta de lo que El hombre logró pedirle al presidente y eso me deja sorprendida. Ni a mí se me habría ocurrido perdir eso. Luego me habla de lo profesional que es El hombre, ya que respeta opiniones y tiene en cuenta diversas ideas.

—Muchas gracias por proponer y lograr esta alianza. Al principio no estaba convencida, pero ahora sé que fue lo mejor. —le sonrío.

—Me alegro de no haberme equivocado, al principio también tenía dudas, pero me arriesgué. Bien... ahora que pudimos conocerlos y confirmar que son confiables, significa que ya puedo ir a Silver city para unirme a los espías y resolver algunos asuntos pendientes que tengo.

—Oh, pero todavía no, espera unos días. El hombre tiene tres dispositivos; uno de sus hombres manejará el primero, el segundo lo manejará él, y el tercero será para nosotras. Tú sabes mucho de tecnología y eres en quien más confío para que lo conserve. Ellos te enseñarán a usarlo, no te vayas todavía.

Me quedo un momento pensando en lo que dice y llego a la conclusión de que debo posponer mi viaje a Silver city. Tal dispositivo no puede caer en cualquier mano.

—Está bien, pero después me iré.

—Lo sé y no tengo ningún problema —pone una mano en mi hombro—. Voy a ver como van las cosas. Gracias de nuevo. —me sonríe antes de regresar al interior del edificio.

Yo no entro al edificio, sino que lo rodeo en busca de los camiones que deben estar al otro lado. Aunque me detengo a mitad de camino, ya que veo a dos hombres de El hombre. Uno está sentado en el pequeño muro de un porche mientras que el otro está de pie junto a él, escuchándolo. Ambos están de espaldas a mí, así que me acerco a ellos de manera silenciosa.

—La última vez que lo vi fue hace más de cuatro años... —reconozco la voz de Harper. Él es el que está sentado—. Lloyd me dijo que podíamos huir de todo juntos, pero... yo... yo no quise. Yo debía buscar a El hombre.

—Harper yo... —es Benjamín, el otro hombre es Benjamin.

—Todavía recuerdo la última vez que hablamos. Recuerdo que me pidió disculpas por no ser un buen hermano mayor. Me dijo que... —se le quiebra la voz— que esta vez si me iba a proteger... Ahora ya no está y no pude despedirme ni decirle que si lo perdonaba. Ese día no me salieron las palabras, no pude decirle nada. Debí habérselo dicho. —solloza y muevo mis dedos un poco nerviosa, mi cuerpo y mi mente saben el dolor que causan esas palabras.

—Lo siento mucho, Harper. Tal vez si yo nunca hubiera involucrado a Sophi...

—Todo esto habría sucedido de todos modos. Mi familia siempre fue el problema. Yo solo lamento haber sido tan cobarde. Ni siquiera soy capaz de decirte por qué mi padre nunca me consideró su hijo y sé que siempre lo tienes en mente. Me odio a mí mismo porque nunca he sido capaz de decirle a los demás las cosas que pienso por vergüenza. No debí ser cobarde con Lloyd.

Esa conversación se siente tan privada que pienso en irme y no escuchar más, pero mi cuerpo no obedece quedándose quieto.

Noto que Benjamín no sabe qué decirle y esto provoca que desvíe su mirada, chocando directamente con la mía. <<Debo parecer una idiota>>. Levanta las cejas y Harper instantáneamente se da cuenta de que Benjamín está mirando en mi dirección, por lo que se gira y ambos me miran de manera extraña.

—¿Qué haces aquí, Cartier? —pregunta Benjamín.

—Tu tío te está buscando. —miento porque no tengo una buena justificación. Ahorita tendré que irme antes de que me reclame por mentirle.

Murmura algo entre dientes y se aleja de Harper, luego pasa junto a mí y se dirige hacia el edificio, dejándome a solas con el rubio.

Me doy la vuelta para salir del lugar. Sin embargo, me detengo y miro a Harper, que ahora mira al vacío.

—De antemano, discúlpame por haber escuchado un poco de la conversación —digo, llamando su atención—. Pero quiero que sepas que eso no es ser cobarde y que si no puedes expresar las cosas con palabras, lo hagas con letras. Anota las cosas que piensas y así podrás liberar tu mente. Eso hago yo. He escrito muchas cartas que aún conservo.

Me alejo unos pasos.

—Entonces escribir no ayuda. Sí aún conservas esas cartas es porque te da vergüenza entregarlas. A mí me pasará lo mismo. —dice, haciéndome detener.

—No las he entregado porque a quienes van dirigidas ya no están en esta vida para recibirlas —lo miro de nuevo—, en cambio tú sí tienes la oportunidad de darlas. —baja la cabeza pensativo.

—Lo tomaré en cuenta. —susurra.

Termino saliendo de ese lugar sin que nadie me vea y me dirijo a la propiedad donde mis mujeres y yo nos quedamos. Al llegar, y como estoy completamente sola, reflexiono sobre lo que pasó hoy y no puedo dejar de pensar en ella. El Harper me la recordó demasiado.

Me lleno de una horrible sensación de vacío, así que busco entre mis cosas la carta que le escribí hace mucho tiempo. La leo y me vienen a la mente promesas incumplidas seguidas de algunas lágrimas.

—Perdón por haberte fallado, Ray. —murmuro, aún sabiendo que ella jamás podrá escucharme.

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