30. De solo un día.
Rayven Cartier.
Lindarte tardó dos días en llegar a un acuerdo con El hombre. La duración es comprensible, necesita confirmar que el trato sea honesto. Lindarte y todas las mujeres están actuando no por querer, sino por deber, ellas tienen familias a las que deben darles un buen lugar sin mafias. Por otro lado, no es un secreto que yo ayudo por venganza. Y aunque El hombre también lo hace por su familia, es obvio que ellos tienen mejores oportunidades, ellos tienen recursos suficientes para huir y empezar una vida digna, cosa que no tienen los demás.
Adam no se va del país porque su vida está aquí y eso lo sé porque Lindarte me lo dijo. Fácilmente podría irse del país con su familia, pero se aferra a sus recuerdos. Y como tiene los medios para ayudar, los usa felizmente. No le gusta aferrarse a lo material.
Me dirijo a otra casa que tiene El hombre, ya que soy prácticamente la conexión entre las mujeres y los hombres. El hombre y Lindarte tienen su conexión exclusiva, ellos son los que hablan de todo lo que pasa y de cómo van a entregar al presidente, mientras que yo tengo que hablar con los demás y adaptarlos a las órdenes, aunque Benjamín también debe ayudar.
Cuando llego, veo a muchos hombres en un gran comedor. Analizo que no hay ni una sola mujer. <<Qué extraño>>. Nosotras solo somos mujeres porque así estábamos organizadas con los Harper. Y, como El hombre es independiente, pensé que tendrían mujeres entre quienes trabajan para él.
—Ni una sola mujer —comento, haciendo que muchos me miren mientras estoy de pie junto al marco de la puerta—. ¿Por qué no hay?
Se miran entre ellos.
—Si de la nada saliera un grupo de hombres uniformados con un jefe enmascarado y te dijeran que seas parte de su grupo que vende explosivos, tiene trabajos ilegales y se mete en peleas de mafiosos, ¿qué pensarías? —habla un hombre de cabello oscuro y ojos marrones que está reparando unas cámaras.
—Que me van a secuestrar y vender. —respondo honestamente.
—Ahí está tu respuesta.
—Pero ahora si habrán mujeres —interviene un hombre de cabello castaño, que está al lado de quien está reparando las cámaras—. El jefe se unió a tu grupo, ¿no es así, preciosa? —esboza una sonrisa coqueta.
—Eso parece. Así que tengan cuidado o los dejaremos sin trabajo. —imito su sonrisa.
—Te damos hasta nuestras vidas si quieres. ¿No es verdad? —les pregunta a los demás y todos dicen "Sí" con diversión. Se parecen a mi grupo de mujeres.
—¿Por qué no respondes los mensajes de El nombre en lugar de estar aquí ofreciendo tu vida como ofrenda, Reed? —espeta Benjamín, entrando de mala gana en el gran comedor—. Él necesita que le envíes los archivos de ventas.
El castaño, Reed, levanta las cejas y revisa su celular.
—Pensé que ya había enviado los archivos de ventas —sus ojos se abren al instante—. Qué idiota, solo los guardé. Ya se los mando.
La mirada asesina que le lanza Benjamín a Reed es tan obvia que el hombre de las cámaras deja de hacer su trabajo y lo mira con una ceja levantada.
—Tranquilo, Daimon. Reed ya los envía, fue un torpe olvido.
—Ortiz tiene razón —ahora habla un hombre pelirrojo con una barba bien definida—. Cambia esa cara. ¿Tienes mal humor de ese insufrible?
<<¿Cuándo está de buen humor?>> Pienso.
—No me jodan Ortiz y Davis —brama—. Mejor escuchen a la señorita aquí presente. Trae órdenes del grupo de mujeres —se vuelve hacia mí—. Ellos ya saben quiénes son ustedes y el acuerdo que tenemos.
—La señorita aquí presente se llama Rayven, supongo que no les dijiste eso. —le sonrío falsamente.
—Supones bien. —imita mi sonrisa falsa.
—Que amable —me vuelvo hacia los hombres—. Bueno, ya que saben lo básico, simplemente tendré que decirles lo que haremos: Vamos a liberar al presidente, mis mujeres serán las que se lo lleven y lo manipulen para que cumpla con nuestras órdenes. Lo que tienen que hacer ustedes es cuidar la zona, la mitad irá a Centauri para ver como está la ciudad y comprobar que podamos liberarlo sin problemas. El resto estará con algunas de mis mujeres como espías; ya deben saber que los Petrov están aliados con Jared Jallas, un creador de narcóticos, por lo que deben informarnos de los movimientos que realice este y sus hombres.
—JJ tiene a sus hombres en Rigel, Storm y pronto en Silver city. Pensamos que los iba a colocar aquí en Sendepolis, pero extrañamente prefirió irse a otra ciudad —informa Benjamín y yo sonrío. <<Petya vio mi mensaje>>—. A esas tres ciudades irán en grupos.
—En estas hojas están los nombres de los grupos que irán a cada ciudad. Deberán irse ahora mismo. No podemos perder el tiempo —le entrego las hojas a uno de los hombres—. Cada uno busque su nombre y localice a sus compañeros, ya juntos se retiran para el viaje. Mis mujeres los alcanzarán más tarde.
Estos comienzan a rotar las hojas para buscar sus nombres.
En esto, observo cómo un hombre rubio que me resulta conocido le hace señas a Reed desde la otra puerta del comedor para que salga.
Me adelanto a Reed, acercándome primero al rubio y comprobando su identidad.
—¡Un Harper! —exclamo, sacando mi arma para apuntarle en el pecho. Esto hace que todos los hombres se pongan de pie—. Tienen a un Harper, maldita sea, y yo haciendo todo lo posible para crear una alianza con ustedes, incluso cuando mis mujeres tenían dudas. ¡Cabrones! Todo este tiempo estuvieron escondiendo a los Harper.
—No —dice el Harper a la defensiva—. No los esconden, solo me tienen a mí. No los involucres de esa manera, porque ellos no saben nada de mi familia y yo tampoco.
—Un Harper que no sabe nada de su familia, por supuesto, ahora cuéntame una historia de vaqueros —quito el seguro del arma—. Ya no habrá ningún acuerdo con mis mujeres. Ustedes les harán lo mismo que los Harper. Solo las van a engañar y no lo permitiré. Realmente pensé que El hombre y sus hombres eran diferentes.
Apunto a la cabeza del Harper.
—Cálmate, Cartier —espeta Benjamín, colocándose frente al rubio para evitar que le dispare—. Él no es un peligro. —ahora le apunto a su cabeza y él suspira.
—Se suponía que la que iba a jugar chueco iba a ser yo. ¿Qué sucedió?
—Todo tiene una explicación —dice, y luego mira a sus hombres—. Váyanse al viaje, el acuerdo seguirá. Yo resuelvo esto —lo miran dudosos—. ¡Di una orden! —se van de inmediato ante ese grito—. Tú también vete y no digas nada más, Harper —ahora se vuelve hacia el rubio—. Vete a tu casa.
El Harper se retira algo preocupado, dejándonos solos. No pretendo bajar el arma. Si intenta engañarme, no dudaré en dispararle.
Benjamín Connor.
No caí en cuenta de que Cartier no conocía la realidad de Jordán. Es muy obvia y entendible su desconfianza, yo también tuve esa sensación al principio. Debí haberlo anticipado y decirle a Harper que no se presentara en la casa de Adam.
Cartier no baja el arma ni cuando le explico la situación. Le cuento que los Harper me tendieron una trampa con Sophia, cómo El hombre descubrió sus mentiras y les robaba cosas, cómo Harper nos dio información, e incluso que yo tuve los mismos pensamientos de desconfianza que tiene ella.
Es increíble que le esté dando explicaciones. No obstante, debo hacerlo porque Adam me dijo que si Mark le confió tanta información personal a ella es una señal de que debemos tenerla de nuestro lado. Así que debo soportar esta situación.
—¿Y cómo puedo saber si todo lo que dices es real o no?
—Siéntete satisfecha con lo que he dicho. —repito lo que ella alguna vez me dijo.
—Me puedo conformar con eso, pero mis mujeres no. Ellas están luchando por sus vidas, y si las traicionan será mi culpa, fui yo quien las convenció a seguir el plan de Mark.
—No las van a traicionar. El hombre tiene palabra, él le es fiel a los que le son fieles. Confía en mí, nunca ayudaríamos a los Harper. Y menos yo.
Cartier baja el arma.
—Solo por esta vez, pero si las traicionan, te juro que serás el primero al que buscaré y mataré. Incluso puedo matarte antes de matar a Petya. —alega y sale del comedor con una gran expresión de odio en su mirada.
Su comentario me hace pensar en la gravedad de lo que le hizo Petya. Cartier dijo que alguien importante para ella fue asesinado; su amiga, o eso entendí por la historia que le contó a Adam. Sin embargo, todavía no entiendo la participación de la Petrova en ese asesinato. ¿Ella ordenó su muerte o hizo algo mucho peor?
—¡Cartier! —la llamo, siguiendo sus pasos, pero ella no se detiene.
Corro hacia ella y la hago entrar en una habitación.
—¿Qué es lo que quieres ahora? Y no me digas que te hable de mí porque te asfixio aquí mismo. —espeta molesta.
Me paso una mano por la cara. Maldita sea, cómo me desespera esta mujer.
—Realmente eres imposible. Ya, me rindo, si quieres matarnos a todos, hazlo. Así no tendré que verte más, jodida altanera misteriosa. Ni siquiera sé por qué insisto en saber quién eres.
Ella se ríe por lo bajo.
—¿Te provoco curiosidad? Niega o asiente para responder —niego con la cabeza y ella se acerca a mí—. Entonces, ¿por qué quieres saber sobre mí? Mi identidad debe ser menos emocionante que la de muchas personas.
—Porque nunca nadie me había dejado con tantas dudas. Creas un misterio en mi cabeza que luego complementas con un comportamiento rebelde, eso… —dejo las palabras al aire.
—Eso... ¿Te molesta? —indaga burlona y niego con la cabeza, dando unos pasos hasta hacer que retroceda y su espalda golpee la pared.
—Eso me excita. —susurro cerca de su oído, sin creer lo que acabo de decir y ella se estremece.
—Así que ese es tu problema conmigo —toma de mi camiseta—. Me tienes ganas, Demonio. ¿Te provoqué tanto miedo para que nunca lo dijeras?
—Simplemente no me gusta involucrarme más de lo que debo con alguien. Solo hago cosas de un día.
Cartier se muerde el labio inferior.
—Tengo ese mismo pensamiento —roza sus labios con los míos—. Hagamos algo de solo un día. Vamos a quitarnos las ganas. Luego nos olvidaremos de este día. —sus palabras me encienden aún más.
Me abalanzo sobre ella para atrapar sus labios. Cartier responde a mi beso colocando sus manos en mi cuello para acercar mi cuerpo al suyo. Sentir su cuerpo tan cerca me hace desearla más... Esto es lo que necesito, necesito deshacerme del deseo que tengo por ella, esos deseos deben ser los que enloquecen mi mente.
La llevo a un escritorio y la siento en él. Ella rompe el beso para llevar su boca a mi cuello, besándolo mientras sus manos levantan mi camiseta. Me quita la prenda y puedo ver cómo mis tatuajes llaman su atención. Sin embargo, no la detienen, sino que pasa sus dedos sobre ellos, bajando poco a poco en busca del cierre de mi pantalón.
Nos besamos de nuevo y la necesidad de tenerla crece, así que rápidamente le quito la camisa y muevo su sujetador en busca de sus senos. <<Mierda>>. Sus pechos no son ni muy grandes ni muy pequeños, pero hay algo en ellos que me atrae demasiado, me gusta como se ven.
Capturo el pezón de su seno izquierdo con mi boca, provocando que un gemido se escape de su boca. Y, sin poder resistir más, le quito los pantalones. Ella hace lo mismo con los míos después de que saco un condón.
Meto mi mano dentro de su ropa interior y mis dedos hacen contacto con su sexo, pudiendo sentir su humedad. Cartier libera mi miembro, sonriendo con picardía.
Me pongo el condón, muevo su ropa interior y me acerco a su entrada. Me froto sin penetrar y esto hace que mi miembro se endurezca aún más, haciendo que mi paciencia desaparezca. <<Solo quiero estar dentro>>
Me coloco bien en su entrada y entro de golpe haciéndola gemir. Suspiro por la sensación, queriendo embestirla, y lo hago, me muevo fuerte y salvajemente dentro de ella una y otra vez, sin dejar de besarla y sin dejar que mis manos suelten sus pechos.
Cartier envuelve sus piernas alrededor de mi cintura y mueve sus caderas al ritmo de mis embestidas sin dejar de gemir.
—Tenías este talento oculto, Demonio. —habla sin aliento.
—Aún no lo conoces bien… —la acuesto en el escritorio y levanto su cadera—. Dime que te muestre. —le sonrío con picardía.
—Muéstrame, Demonio.
Pongo su pierna izquierda sobre mi hombro y sostengo su cadera levantada con mi otra mano. La embisto a un ritmo diferente. Poco a poco se va acoplando a mi ritmo y eso me eriza la piel; nadie se había acoplado de esta manera a mis movimientos. Me gusta y me provoca sensaciones inimaginables; siento electricidad y esto acelera el clímax de la situación.
Lo único que se puede escuchar en la habitación es nuestra respiración acelerada y jadeos.
Nos movemos sincronizados por un rato sin dejar de besarnos hasta que empiezo a sentir movimientos torpes en ambos. Cartier pierde la sincronización conmigo y empiezo a sentir mi cuerpo caliente. Una corriente de energía recorre por completo mis extremidades hasta centrarse en mi entrepierna. Esa sensación aumenta cuando siento como sus paredes aprietan mi miembro y como sus manos se aferran a mis brazos.
Me aferro a sus labios e intento dar más movimientos sincronizados, pero el fuego que siento dentro no me lo permite. Pierdo por completo la coordinación, dando fuertes embestidas, mi extremidad palpita y mi respiración se sale de control al sentir la vibración de su cuerpo. Siento como mi entrepierna no deja de vibrar y se descarga al mismo tiempo que el cuerpo de Cartier se libera con un gemido el cual silencio con mi mano recordando donde estamos y ella hace lo mismo conmigo cuando un extraño gruñido sale de mi boca.
Permanecemos inmóviles durante unos segundos en busca de nuestro aliento. Luego Cartier se separa de mí y busca su ropa, se viste enseguida y yo hago lo mismo.
—De solo un día. —murmuro, subiendo el cierre de mi pantalón.
—De solo un día. —murmura ella, acomodando su camisa con mucha confianza. Al final, sale de la habitación sin mirar atrás como si nada hubiera pasado.
<<Qué mujer>>
☆☆☆☆☆
Buenas, buenas.
Y bueno... Eh... 5mentarios. Ustedes opinen. *los observa desde las sombras*
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