CENA NAVIDEÑA.
Daiana.
24 de diciembre (cena navideña)
—Mamá, ¿Por qué tengo que venir yo? Tu eres la invitada —pregunto tratando de no demostrar el fastidio que me da venir a esta casa.
Frena en seco el acto de tocar el timbre gira su rostro hacia mí con una sonrisa tensa.
—Porque lo hacemos todos los años, y porque yo lo digo —determina para luego tocar el timbre.
Con la mirada gacha, la sigo dentro de la casa. Nos abrió una de las empleadas, la cual ahora nos guía hasta el lugar donde se encuentran las anfitrionas.
—¡Marlene! —las hermanas Castaño se acercan hasta nosotras para saludar efusivamente a mi madre.
Disimuladamente tuerzo el gesto. No sé por qué la emoción si se vieron la semana pasada. Es normal que nos alegremos por ver a un amigo, pero esto es un poco exagerado.
Las hermanas Castaño, Antonieta y Antonia —hay otra hermana pero ella no vive aquí— son nuestras vecinas desde hace casi 6 años; desde que se mudaron son las “mejores amigas” de mi madre. Son tal para cual, mamá que siempre está pendiente de la información personal de los otros vecinos y ellas que no dudan en ir por la información y regarla por la urbanización.
Estas mujeres son tan altas como mi madre, ambas rubias con su cabello perfectamente alisado. Las dos son de ojos azules y piel bronceada. Sus facciones son casi idénticas, supongo que por eso se quieren hacer pasar por gemelas, pero la realidad es que Antonieta es un año mayor que Antonia. Ambas mujeres llevan vestidos elegantes de color rosa pálido; el vestido se ajusta perfectamente a sus cuerpos que parecen moldeados por los mismísimos dioses, pero están moldeados por un cirujano plástico.
¿Para qué hacernos cambios en nuestros cuerpos si como somos, somos perfectos? Quizás me hago esa pregunta porque yo estoy conforme con como soy físicamente.
—Hola, querida Daiana —me saluda con un beso en la mejilla.
—Hola, señora Antonia —hace una mueca de desagrado que me hace fruncir levemente el ceño.
—Señorita, querida, señorita —me corrige.
—Claro, discúlpeme —ella solo asiente.
—Daiana —me saluda Antonieta desde donde está.
—Hola… —y quedo allí ya que no sé si decirle, señora o señorita.
—Solo Antonieta, no sé cuantas veces te lo tengo que decir —suelta una risita, yo solo le sonrío.
—¿Ya empezaron con la decoración? —inquiere Marlene.
—Acabamos de empezar, pero vengan, manos nunca sobran en estos eventos —caminan delante de nosotras guiándonos a un lugar que ya conocemos.
Pasamos por la sala y el comedor que están decorados acorde a la festividad, luego salimos por la puerta trasera que da inicio a un maravilloso jardín.
El jardín tiene desde rosas hasta tulipanes, todas las plantas que están aquí se mantienen gracias a la atención que le dan los jardineros, pues a las hermanas Castaño les da igual. Hoy hay una carpa gigantesca que envuelve todo el jardín.
Estamos en invierno y, aunque el clima en Austin no es el más frio, estos días ha estado lloviendo. Hoy hay varias nubes grises adueñándose del cielo, así que la carpa es para no terminar cancelando el festejo por clima.
No me quejo del clima en el invierno, adoro el frio, la lluvia y la nieve, pero cuando hay calor tengo que contenerme para que mamá no se enoje por mis quejas.
—Aún queda mucho que hacer —comenta mi madre.
—Sí, lo mejor será empezar de una vez —y como los últimos años nos ponemos a decorar.
Cuando ellas dicen es hora de trabajar, aun, tiendo a pensar que harán algo, pero no es así; ellas solo mandan, dan ordenes y los empleados son los que se encargan de hacer el trabajo duro. Para no dejarles todo el trabajo a ellos, los ayudo con las cajas o decoraciones que hay que traer de la casa.
A penas son las 8am, pero para cuando solo llevo un par de cajas, se hacen las 10am. El tiempo pasa volando cuando necesitas que sea lento.
Las anfitrionas y mi madre están alteradas, se quejan de que el tiempo no alcanzará para decorarlo todo y terminan presionando mas a los empleados.
Entro a la casa por otra caja llena de bolas decorativas, pero antes de llegar hasta ella escucho el timbre, decido tomarme el atrevimiento de abrir ya que todos los empleados están o en la cocina o soportando los gritos de las hermanas Castaño y mi madre.
Camino hasta la entrada, me acomodo el vestido azul claro qué cargo y hago lo mismo con mi cabello. Si mama siquiera se llega a enterar de que recibí invitados —no importa en que no sea mi casa— en malas fachas, se infarta.
Abro la puerta, no me sorprende encontrarme con la tercera hermana Castaño allí parada, estamos en navidad y en estas fechas ella siempre viene.
Aunque es la que mejor me cae, es con la que menos he interactuado, por lo que en estos momentos no recuerdo su nombre.
—Señora Castaño, pase adelante —me hago a un lado para que ella pueda entrar.
La mujer frente a mi me sonríe con agradecimiento y entra a la casa. Detrás de ella entra una chica más o menos de mi edad.
Es su hija, la había visto antes, pero esta mas alta este año y mas… Imponente.
—Miranda —la tercera hermana se dirige a la chica que venía entrando—, aquí se ven muy ocupados ¿Puedes bajar las maletas? —la nombrada asiente— Genial, ¿Sabes donde están mis hermanas? —se dirige esta vez a mí.
—Sí, están en el jardín.
—Gracias… —caya unos segundos, parece tratar de recordar algo. Como sé que no recuerda mi nombre, completo por ella.
—Daiana.
—Yo soy Arla —me extiende su mano, la cual dudo un poco en tomar—, creo que no nos habían presentado antes. Recuerdo tu rostro por los otros años —solo le sonrío.
La mujer se marcha y yo retomo mi camino anterior: las bolas navideñas. Las busco y las llevo al jardín.
Pasamos otras 3 horas decorando, la tercera hermana se une a la cocina para ayudar a preparar el almuerzo. A su hija no la he visto por aquí, supongo que estaba muy cansada y se quedo en su habitación.
—Daiana, trae una caja que está en el ático, contiene unas luces, creí que no las necesitaríamos, pero resulta que si —asiento ante la orden de Antonieta.
Corro a la casa y trato de subir rápidamente las grandes y exageradas escaleras. El ático está en la última planta y esta casa tiene 3 plantas. Lo bueno de mi es que tengo buena resistencia y gracias a ello no me canso tan rápido.
Camino hasta quedar debajo de pequeña entrada hacia el ático, veo a mí alrededor y no hay ningún palo con el que puedo tomar la cuerda para bajar las escaleras. Mi única opción es saltar, me preparo y salto, el primer intento es fallido, el segundo igual, en el tercero rozo la cuerda.
—¿Por qué seré tan enana? —me pregunto en voz alta cruzándome de brazos.
—¿Necesitas ayuda? —me sobresalto ante la pregunta. Giro sobre mis talones encarando a la dueña de la voz, es la hija de Arla.
La miro de arriba abajo, la chica tiene curvas, muchas curvas. Su cabello es negro con reflejos grisáceos, sus ojos son marrones, pero tienen una profundidad que me pone nerviosa, así que desvío la mirada a la pared que está a mi lado.
—¿Si me escuchaste o…? —espera una respuesta de mi parte, pero no recibe nada— Ok—empieza a caminar hacia mi ¿Por qué se acerca a mi?
Cuando está a un par de paso, doy uno hacia atrás, es cuando ella da uno hacia un lado y pasa por mi costado izquierdo. Estoy paranoica.
Me giro y la veo tomar la cuerda con tanta facilidad que me da envidia, claro, como ella mide casi dos metros. Baja la escalera haciendo un poco de fuerza.
—Bien, ya puedes subir —aprieto los labios y le sonrío con agradecimiento.
Me acerco a las escaleras y subo rápidamente. El ático me recibe con mucho polvo, lo que me hace estornudar varias veces.
Busco la caja entre tantas, pero la encuentro rápido, ya que decía luces navideñas.
Me acerco nuevamente a las escaleras para bajar y pues, no sé como bajare. Esta caja pesa y yo no puedo bajar esta escalera sin manos.
Lo pienso por un momento. Ella sigue allí, podría pedirle ayuda.
—Oye —la llamo.
—¿Si? —despega la vista de su celular para verme a mí.
—Yo… No… Puedes… —la lengua se me enreda y termino soltando palabras sin sentido.
—¿Eh? —pregunta confundida.
—¿Me ayudas… A… A bajar?
—Claro, pásame la caja —hago lo que me dice, ella toma la caja y así puedo bajar sin problemas.
—Ok, disculpa las… Las molestias —pone la caja en el suelo, sube la escalera y vuelve a tomar la caja.
—No te preocupes ¿A dónde hay que llevar esto?
—Jardín —respondo simple.
—Bien, vamos —caminamos una al lado de la otra.
No sé por qué la presencia de esta chica me pone tan nerviosa, es decir, he visto chicas igual de bellas que ella, no es para tanto. Aún es extraño tener estos pensamientos hacia una persona de mi mismo sexo.
Para mí no fue difícil aceptar lo que soy, quien soy, para mí misma. Sé que siento cierta atracción hacia las mujeres, mas sin embargo, también la siento hacia los hombres; he llegado a la conclusión de que soy bisexual. Lo acepte hace unos meses, cuando sentí una gran atracción por una chica de mi instituto, no llegamos a nada, pero ese no es el punto; no se lo he dicho a mis padres y tampoco lo haré, no por ahora.
Una de las razones por las cueles es complicado que te gusten personas de tu mismo sexo, es que no sabes si a ellas también le puedes llegar a gustar o si solo te rechazarían de la peor manera: viéndote con asco.
Estamos en pleno siglo XXI, no entiendo porque escandalizarse cuando se te declara una persona de tu mismo sexo, solo tienes que rechazarlo como lo harías con el sexo contrario, no siendo cruel.
¿Por qué estoy pensando en estas cosas si igual tampoco me voy a declarar?
—Hey, chica —una mano se agita frete a mis ojos.
—¿Si?
—Te preguntaba si dejo la caja aquí —me señala un espacio a un lado de la puerta trasera ¿Cuándo llegamos aquí?
—Sí, gracias —ella se inclina y deja la caja donde le señale.
—No sé tu nombre ¿Cómo te llamas? —pregunta.
—Daiana.
—Yo soy Miranda —sonríe y eso me hipnotiza. Aunque es una sonrisa, que puedo reconocer como coqueta, se me hace encantadora.
—¡Miranda! —grita la que puedo reconocer como Antonia. Miranda pone los ojos en blanco.
—¿Qué? —responde ella tosca.
—Sobrina, no seas grosera —la abraza, pero la chica no le devuelve el abrazo—. ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu novio? —no esperaba menos, la chica es muy linda.
—Ya tía, suéltame —se aleja de ella— ¿Cuántas veces te tengo que decir que no tengo novio y que jamás voy a tenerlo porque soy lesbiana? ¿Sabes que es lo significa? Me gustan las mujeres —la chica se ha puesto roja.
Me sorprenden mucho sus palabras, no le gustan los hombres, pero lo que más me deja sorprendida es que lo dijo tan natural, así, sin más.
—Miranda, no le hables así —se acerca Arla.
—Me tiene harta con sus preguntas estúpidas, mamá.
—Lo sé hija, ve a tu habitación —sin rechistar se pierde dentro de la casa.
—Daiana, perdón por eso.
—No se preocupe, permiso —me retiro para dejarlas hablar.
Vaya, así que, si en el remoto caso en el que ella me atrajera, tendría una oportunidad. Qué cosas pienso, si yo no tengo el valor para acercarme y quizás siquiera ser su amiga.
—Daiana, vamos a almorzar —dice mamá llegando a mi lado.
***
El almuerzo no estuvo tan tenso, eso porque Miranda no bajo a comer.
Ya son las 4pm, veo como mamá mueve el pie frenéticamente, signo de que se quiere ir, pero no sabe como despedirse sin parecer grosera.
—Creo que nosotras nos vamos, ya debemos alistarnos para la cena —anuncia mamá.
—Claro, claro, no te preocupes —Antonieta se levanta y le da un beso en el cachete—. Nos vemos a las 8pm en punto.
—Claro que sí. Daiana, despídete —me levanto y cortésmente me despido de los presentes.
***
Como siempre, ella quiere opacarlos a todos.
—Llevas las pointe shoe —pregunta por segunda vez.
—Sí, mamá.
Vamos en el auto de papá, él va conduciendo, vamos a la gran cena de navidad.
Sí, creo que se nota mi emoción por esa cena. La siento tan vacía, tan falsa. Vamos como la familia perfecta y feliz, cuando la realidad es que no lo somos. Papá se la pasa trabajando y mamá solo me presiona en el ballet. Amo el ballet, pero la presión se vuelve cada día más insoportable.
—¿Saben si la abuela Mary ira? —les pregunto.
La abuela Mary, es la mamá de mi madre. Amo a mi abuela.
—Sí, de hecho ya esta allá. Daiana, no te quiero toda la noche sentada con tu abuela, socializa, me da vergüenza que no tengas amigos —el primer golpe de la noche.
—Sí, mamá.
Papá estaciona el auto en medio de otros coches que se encuentran estacionados frente a la casa de la gran cena.
Bajo del auto e inmediatamente me acomodo el vestido color ámbar que llevo puesto, es corto, me llega cinco dedos arriba de la rodilla, pero no es vulgar, resulta elegante y atractivo, según las palabras de mamá.
Caminamos hasta la casa y nos reciben dos empleadas. La casa está llena de los vecinos de la urbanización y de las urbanizaciones vecinas. Caminamos entre las personas y en menos de dos minutos localizo a la abuela, está sentada en un sofá apartado de las personas, a su lado está Miranda y ellas, hablan.
—Iré a saludar a la abuela.
—Daia… —se corta al ver a sus amigas tan cerca, aprovecho el momento para ir hasta donde mi abuela.
—Abuela —llego y la abrazo inmediatamente.
—Daiana ¿Cómo estás?
—Bien ¿Y tú?
—Muy bien, tanto así que hice una nueva amiga —señala a la chica de los reflejos grisáceos.
—Hola, Daiana —saluda.
—Hola, Miranda —le devuelvo el saludo.
—Veo que se conocen —asiento—. Entonces las dejo, tengo que hacer pis —se levanta y con mucha elegancia camina rápidamente al baño.
Miro a Miranda de reojo, esta vestida como un badboy, pero en versión mujer, o sea una badgirl. Vaya, así se ve más imponente aun.
—Te ves muy linda —y con esas palabras son más que suficientes para sonrojarme.
—Yo… Gracias… Tu igual —por lo que se ve tengo un poco de valor.
—Me gusta tu cabello —toma un mechón entre sus dedos. Giro para poder encararla— Y tus ojos —debo parecer un tomate—. Eres muy tierna, hasta te sonrojas —me pincha un cachete con su dedo índice.
—Daiana —me alejo de ella al escuchar a mamá tan cerca—, ven, ya vamos a cenar —asiento y me levanto.
—Adiós, Daiana —dice mi nombre lentamente.
—Adiós —camino tras mamá.
***
Quiero reír, eso quiero hacer, no quiero reprocharle a mamá, eso no.
¿A quién engaño? Quiero reprocharle a mamá.
Resulta que no iban a servir la cena, llevo más de 2 horas presentándome a personas que no quería conocer, no me gusta tener que entablar una conversación con desconocidos.
—¡Tomen asiento por favor, ya vamos a comer! —grita Arla desde el centro de la sala.
Todos se dirigen a la carpa que está en el jardín, en ella hay dos mesas largas con espacio para el doble de las personas que vinieron.
Tomamos asiento y los meseros sirven.
Antonia y Antonieta dan un discurso de agradecimiento por nuestra asistencia este año y empezamos a comer, al finalizar nos mantenemos en las mesas conversando —yo no converso— de diversas cosas. Al fondo se escucha un piano, es una canción que no conozco, pero que ahora quiero conocer.
—Daiana —me llama Antonieta—, ¿Nos harías el honor de bailar para nosotros una vez más? —asiento sin pensarlo mucho.
Por eso mamá me dijo que trajera mis pointe shoe seguro fue ella la que les insinuó que yo bailara.
Me levanto, voy a la casa y me pongo las pointe shoe, una vez lista, me levanto.
—Genial, no sabía que bailaras —me sobresalto, volteo y el Miranda.
—Apenas nos conocemos… no sabes nada de mí —la champan da valor.
—Tal vez…
—Miranda, deja a la chica que irá a bailar, ven vamos que la quiero ver —Arla se lleva a su hija.
Yo sigo el mismo camino que ellas y vuelvo a entrar a la carpa. Han arrimado las mesas para darme más espacio.
—Bailaras Blanca navidad ¿Ok? —asiento ante las palabras de mamá.
Bailo una canción diferente cada año.
La canción inicia y todos hacen silencio, empiezo a moverme acorde a la coreografía que ya he practicado tantas veces. Siento la melodía y me dejo llevar. Todo se me olvida, solo bailo como tanto me gusta hacerlo.
En menos de lo que pienso ya estoy finalizando.
Los aplausos explotan, incluso se levanta y dicen que lo he hecho increíble. Sonrío y agradezco.
No me tomo la molestia de cambiarme el calzado, así que camino hasta donde estaba sentada antes y me siento.
—Lo hiciste genial, cariño —dice la abuela.
—Tu abuela tiene razón —le sigue papá.
—Descortinaste en la última parte —segundo golpe de la noche—. Podrías ser mejor, no sé por qué siempre te equivocas en algo —tercer golpe de la noche.
—¡El techo de la carpa será quitado para observar los fuegos artificiales, solo faltan diez minutos para navidad! —anuncia Arla.
—Iré a cambiarme las pointe shoe —anuncio.
—No tardes.
Me levanto y camino fuera de la carpa lo más rápido que puedo. No me detengo en la sala para cambiarme, sigo de largo hasta llegar a la puerta, salgo.
Necesito aire fresco, respirar y calmarme para no arruinarme el maquillaje.
—¿Estás bien? —esta vez no me sobresalto
—Sí, solo necesitaba aire —la veo, esta fumando. Parece que no es solo la pinta de badgirl lo que tiene.
—Bien —se sienta en los escalones de la entrada—. Siéntate —lo hago.
—¿No recibirás la navidad con ellos? —le pregunto.
—No, prefiero recibirla sola —asiento—. Bailas muy bien.
—Gracias.
—Oye —giro mi rostro y me percato de que estamos muy cerca, puedo ver sus ojos claramente y esa profundidad me sigue poniendo nerviosa— ¿Tienes novio? —el corazón se me acelera.
—No —sonríe.
—Bien, o tendrías que terminar con él —frunzo el ceño.
—¿Por qué lo haría?
—Porque nadie se resiste a mi —da una calada a su cigarrillo y voltea el rostro para expulsar el humo.
—A penas nos conocemos —mi cerebro y mi boca se sincronizaron para pensar y decir eso al mismo tiempo.
—Lo sé, pero hay mucho tiempo para conocernos mejor, tu solo espera —sonríe socarrona.
—Quizás yo me resista —achica sus ojos y se acerca aún más.
—Si te resistes, te haré caer —me da un toquecito en la nariz con su dedo.
En ese momento estallan los fuegos artificiales y se escucha un gran grito.
—Feliz navidad —me guiña un ojo y vuelve su vista al frente.
Esta navidad está siendo extraña, esta chica sacudirá mi mundo, lo sé, pero lo mas simpático, es que yo venía nostálgica y con sus palabras alocadas, me hizo olvidar porque lo que estaba.
Creo que si me gusta esta navidad.
—Feliz navidad —le digo finalmente.
The end?
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Nota: Siento que me debo una nota en este one-shot.
Amo a estas chicas, desde la primera vez que las escribí las ame.
Daiana y Miranda fueron creadas para transmitir sentimientos —mas que todo Daiana—, sé que quizá no sintieron los sentimientos de los que les hablo, pero es que yo la amooo a ellas y sé todo de ellas y bueno, nada pues o sea solo las amo.
No es la primera vez que escribo sobre ellas, pero si la primera vez que lo publico. Espero no haber escrito nada fuera de lugar o que ofenda a la personas pertenecientes a la comunidad LGTB, y si es así, no fue mi intención 🥺.
Déjenme su opinión en los comentarios y si les gustaría que hiciera otro one-shot de ellas, porque no voy a ser una historia como tal de estás chicas, solo será pequeñas partes de su vida.
NO OLVIDEN VOTAR Y COMENTAR.
psdt: en caso de que quieran más one-shot, será cuando el concurso para el cual escribí está historia terminé.
Psdt de psdt: SI GUSTAN PUEDEN PASARSE POR MI HISTORIA Hija de un narco.
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