Peligro

AntonellaJustiniano8 gracias por tu apoyo, por seguir aquí leyéndome. Ojalá disfrutes el capítulo.

¡¡¡Aclaración y advertencia!!!


En el aviso al principio de esta historia, olvidé mencionarles que habrán capítulos narrados en tercera persona (para los que no entienden esto, se refiere a una narración hecha por una persona que no pertenece al libro o narrado desde mi perspectiva) y este es uno de ellos. La última parte va narrado así.

 Así que después de que vean esto ____****____ no se extrañen de la narración. Esto lo hago porque al estudiar sobre la Bipolaridad, entendí que la persona que la vive, no siempre es capaz de explicar por si mismo lo que siente.

Otra cosa es que, ya muchas vieron que la historia de Daemon es intensa y hasta dolorosa, casi como si él nunca descansa en su sufrimiento y la razón es sencilla: hay personas con este trastorno que sufren hasta cuando están felices, porque su nivel de felicidad no es normal. Sé que algunas han leído historias sobre personas con este padecimiento, pero lastimosamente o para bien de nosotros según como lo queramos ver, esas historias van narradas con demasiadas mentiras ya que en la vida real esta condición no se basa solo en sesiones intensas de sexo o sexo rudo. No nos equivoquemos... ¿Conlleva eso? Sí, pero también lucha y sufrimiento. Además, estoy narrando y metiéndome en realidad bajo la piel de una persona bipolar y créanme que no es fácil, sobre todo cuando esa persona tiene a su lado a otra que es importante para él y que en lugar de ayudarlo, lo empuja a lo peor.

Este capítulo contiene una escena que pido de favor a todos, sobre todo a las menores de edad, que tomen con precaución y la entiendan cómo en realidad deseo que lo que hagan. Esto es ficción mezclada con realidad, tomen lo mejor de ambos mundos y vivan el ejemplo de una persona que lucha contra sus terribles demonios y sabe que a pesar de todo, la vida es bella.

Daemon no solo les está mostrando su sufrimiento, sino también su lucha.

No lo olviden.


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[Capítulo 10]

{Inoha}

Tras la advertencia de Daemon a su tía, todo fluyó más tranquilo; la mujer era única en su especie y disfruté de ver cómo le sacaba la vuelta a su hijo de manera olímpica. A Dasher todavía le faltaba mucho para superar a su maestra, aunque era divertido ver cuánto lo intentaba. No podía decir lo mismo de Isabella, claro estaba, ya que así hubiera querido llevarme bien con ella, me lo puso difícil; igual entendía que pudo sentir el peligro en mí, sobre todo si era tan inteligente como Demian la describió, obvio él lo dijo en palabras despectivas, pero el significado era el mismo.

Más tarde estaba en mi habitación y con la laptop en mis piernas, Demian estaba eufórico, incluso leyéndolo lo sentí de esa manera; le dije todo lo que pasó con Daemon y su madre, me informó que ya estaban investigándome y agradecí que al menos mi familia se igualara a los Pride en cuestión de inteligencia, puesto que como me lo aseguraron antes... me supieron blindar y de mí solo encontrarían lo que queríamos que supieran.

«Felicidades, nena. Diste el primer paso de forma magistral y ahora lo que se viene es pura candela»

Sonreí al leer aquel mensaje, lo que sucedió era una pequeña victoria para mi familia y por supuesto que para mí. La guerra no estaba ganada y era consciente de eso, pero logré mover una pieza de ajedrez muy importante y todo pintaba de maravilla.

«Te diría que lo celebráramos, pero sería de mal agüero y no soy tan imbécil como para aparecerme por ahí, sabiendo que la gran Isabella White está en la ciudad».

«Tan machito que te ves y le temes a una mujer»

Tecleé tras leer su mensaje y me reí frente a la pantalla imaginado su cara al ver mi broma.

«Lo que te hiciera si estuvieras conmigo, por decir estupideces. Te mereces unos buenos azotes, aunque no te los diera con la mano»

Negué y me seguí riendo al leerlo, Demian era fácil de enojar cuando se le mencionaba a aquella mujer y me causó curiosidad su odio hacia ella.

«¿Por qué la odias tanto? Yo tengo excusa, pero tú... siento que le tienes más asco que yo»

Esperé un rato su respuesta, mas se tardó demasiado e imaginé que pregunté algo de lo que a él no le gustaba hablar; mi móvil vibró con un mensaje de texto y vi el nombre de Daemon. Días después de aceptar tener algo con él, me confesó que tenía mi número telefónico desde que confundí el suyo con el mío y agregó que si nunca lo usó, fue porque no pretendía tener nada conmigo; su sinceridad era algo a lo que todavía me estaba acostumbrando, a veces me molestaba, otras lo agradecía, eso sí... odiaba cuando me decía las cosas a medias.

Quería que fuera por él a una gasolinera, así que cogí mis cosas dispuesta a marcharme, aunque antes vi que un nuevo mensaje se encontraba en borradores.

«Cuando vuelva a verte te lo diré, solo te adelanto que muchas veces la sangre no une a las personas sino todo lo contrario. Y este es mi caso»

Volver a verlo se convirtió en algo que ya necesitaba y sobre todo después de esa respuesta. Demian era enigmático, un tipo casi obligado a convertirse en hijo de puta, pero tenía una tremenda debilidad por su madre, mujer a la que adoraba con locura. Sin embargo, Charlotte Sellers no siempre merecía a un hijo como él. En ese momento quise saber si fue ella quien le inculcó el odio hacia Isabella o si también tenía una razón de peso como yo, para querer verla destruida.

Pero tendría que esperar para saciar mi curiosidad, debido a la situación.

Casi me dio un paro cardiaco cuando llegué al lugar donde Daemon me esperaba, estaba sin camisa, jamás me acostumbraría a ver semejante cuerpo celestial. No obstante, eso no fue lo que me dejó sin respiración, sino que su rostro magullado; tenía un corte en la garganta y otro en la ceja que no dejaba de sangrar y él con su camisa trataba de limpiar. Corrí hasta donde estaba, temiendo no poder hablar y se cruzó por mi cabeza que su estado era culpa de mi familia, aunque Demian no me dijo nada.

— ¡Madre mía! ¿Qué te ha pasado? — pregunté preocupada.

No respondió, en lugar de eso me haló del brazo con rudeza y de golpe unió su boca a la mía. Y cuando decía de golpe no fue literal, sino que sus labios y dientes golpearon los míos y de forma posesiva comenzó a besarme. Era como si necesitaba de eso para sanarse de manera mágica, me dolió aquel gesto, de inmediato sentí mis labios calientes y el sabor metálico creí que era de mi sangre y no de la de él.

— Me quisieron robar, pero no te preocupes que el otro quedó peor — repuso con una sonrisa divertida cuando dejó de besarme, se suponía que eso era una broma y debía reírme, sin embargo, era imposible al verlo así.

— Tengo que llevarte al hospital — zanjé y zafé mi brazo adolorido por su fuerte agarre, tomé el suyo y lo hice caminar hasta mi coche. Cuando se sentó en el asiento del copiloto aproveché para ver su rostro, la herida de la ceja era un poco profunda, su nariz estaba inflamada y entre un color rojo y morado, su pómulo izquierdo lucía igual, aunque fue la herida de la garganta la que preocupo. No obstante, sentí un tremendo alivio cuando noté que solo fue rozón muy escandaloso para mi gusto —. No entiendo cómo puedes decir que el otro quedó peor, si parece que te atacaron al menos tres tipos — sonrió satírico cuando señalé eso.

— Vamos a tu apartamento, no necesito ir a un hospital, aunque sí de una enfermera traviesa dispuesta a hacerme sentir bien — tomó la mano que puse en su rostro y volvió a halarme. Esa vez me besó, pero también puso mi mano en su entrepierna y me hizo sentirlo, tan duro como una roca y ansioso como un borracho intentando abrir su siguiente botella de licor.

— Es increíble que pienses en follar estando así — lo regañé y me alejé de él antes de que me desnudara en pleno estacionamiento de la gasolinera. Me fui para el lado del piloto y lo encontré sonriendo cuando me acomodé en el asiento, negué en desacuerdo por su actitud y me puse en marcha. — ¿No sería mejor que te lleve a tu casa? A tu madre no creo que le agrade la idea de que te quedes conmigo y no quiero seguir teniendo problemas con ella, sobre todo después de esos hombres que mandó a que me siguieran — solté sin dejar de mirar hacia el frente.

No vi a ningún hombre, pero la gente de mi abuelo sí vio movimientos extraños y se lo informó a Demian, él me lo dijo en nuestros borradores. Iba a mantenerlo para mí, aunque también aprovecharía cualquier oportunidad para que Daemon se alejara de su madre, sobre todo después de que vi cuánto le dolía a ella pelear con su hijo.

— ¡Mierda! Esto es increíble — espetó él y golpeó el tablero.

Pegué un respingo por el susto que me dio y me detuve de golpe antes de impactar con otro coche que frenó cuando un semáforo cambió a rojo.

— ¡Joder! No me asustes así — me quejé.

— No quiero ir a casa mientras madre esté en la ciudad y me encabrona como no tienes idea esto que está pasando, ella no debe comportarse así... ¡No tiene ningún derecho! ¡No tiene por qué violar tu privacidad! ¡Joder! ¡No tenía por qué tratarte como lo hizo! — tragué con dificultad al verlo descontrolarse.

Si bien buscaba que se molestara más con ella, me ponía muy nerviosa su actitud; ese chico era muy fácil de enojar, demasiado para ser normal.

— ¡Ya! No te pongas así porque me abrumas — pedí y puse mi mano en su pierna para sobarla. La acción fue un vano intento para calmarlo.

— Quiero estar en tu apartamento, contigo y que olvidemos esto — pidió y asentí.

Conduje hasta llegar a nuestro destino y en cuanto llegamos me pidió poder tomar una ducha, en lo que él hacía eso aproveché para guardar la laptop que dejé sobre la cama, metí su ropa a lavar y secar para que tuviese con qué vestirse y preparé alcohol, algodón y ungüento para curarlo al salir de la ducha.

Cuando salió solo con un toalla amarrada de forma peligrosa en sus caderas y con el cabello todavía húmedo, sentí que iba a derretirme, pero me controlé y lo hice sentarse en el colchón; como siempre, ese hombre no hizo gesto de dolor cuando puse algodón con alcohol en su ceja, vi que no podía estarse quieto mientras yo hacía lo mío, puesto que sus piernas se movían como si tenía ganas de ir a orinar y sus manos se asían con fuerza a las sábanas cada ciertos minutos.

— Estás muy ansioso — inquirí.

— Te estás tardando demasiado y no soy de quedarme quieto — alegó.

— No llevo ni diez minutos haciendo esto y es muy necesario si no quieres que esas heridas se infecten — se quedó en silencio, aunque no quieto, pero me dejó terminar.

Ese chico era como un niño hiperactivo, al que había que buscarle cualquier actividad para que se calmara. Su teléfono vibró de pronto, lo tenía a un lado y lo vi cogerlo y activarlo, presioné demasiado fuerte su ceja cuando noté que era un mensaje de una tal Princess; no lo leyó, con la pantalla todavía bloqueada solo deslizó la notificación hacia un lado y la hizo desaparecer. Sin querer volví a hacer demasiada presión en su lesión y se alejó de mí de inmediato.

— ¡Mierda! ¿Quieres abrirla más? — se quejó.

— Lo siento — murmuré y me alejé hasta llegar a una mesa que servía como escritorio en mi habitación, donde tenía la caja de primeros auxilios y busqué unas banditas.

— Mentirosa, no lo sientes — señaló y cerré los ojos con fuerzas. Me sentía muy molesta en ese momento. Lo sentí llegar detrás de mí e intenté alejarme cuando hizo mi cabello hacia un solo lado y besó mi hombro desnudo, sintió mi intención y con una de sus manos en mi cintura me mantuvo en mi lugar —. Si así te pones solo porque ves una notificación de juego, no quiero ni imaginarme lo que me harías si me descubrieras haciendo algo indebido.

— ¡Puf! Notificación de juego — bufé mordaz, él besó mi cuello.

— Ya me has visto jugar en mi móvil, lo hago con otros jugadores y lo que viste fue la invitación de una contrincante a jugar a una partida — su voz fue segura, no había ni una pizca de duda y me sentí como tonta porque tenía razón. Ya lo había visto jugar esos juegos aburridos y me creí como una loca celosa al actuar así.

— Ya, lo siento en serio — repetí. Me giró en mi eje y me sentó sobre la mesa.

— Discúlpate de otra manera — exigió y antes de preguntar cómo, ya lo tenía de nuevo comiéndome la boca.

Si no hubiese sabido que Daemon evitaba el alcohol, hubiera pensado que en ese momento estaba borracho ya que actuaba como tal; le seguí el beso, pero me perdía por momentos ya que cambiaba de rudo a tranquilo, de apasionado a cariñoso, de torpe a experto. Mi ropa desapareció en un momento dado, sus caricias me excitaron, sin embargo, en el momento de la penetración el chico perdió el control y se hundió en mí con brusquedad. Chillé de dolor, todo había dado un giro inesperado y comencé a tener un poco de miedo.

— ¡Mierda! Estás siendo muy rudo — me quejé.

— Sé que te gustará — alegó.

Me cogió con fuerza de las caderas tras decir eso y me haló hasta que mi culo quedó a la orilla de la mesa y si no hubiese estado prensada a él, creo que me habría caído. Daemon estaba actuando muy raro, entre ansioso y maniaco; no le importaba nada, en otras ocasiones fue rudo, pero lo disfruté. En ese momento sobrepasó la rudeza y era hasta un poco violento.

Pensar en todo eso me hizo desconcentrarme de lo que hacíamos y por lo mismo mi cuerpo dejó de lubricarse, mi entrepierna comenzó a arder con cada embestida suya y mis gemidos se transformaron en quejidos. Enterré mis uñas en sus hombros con mucha fuerza y en lugar de lastimarlo parecía que lo excité más, sus jadeos eran de placer y cuando mi cuerpo ya no pude soportar más aquella intromisión, puse mis manos en su pecho e intenté detenerlo.

— Para, me estás lastimando — su respiración era agitada y en el momento que nos miramos a los ojos, noté que los suyos estaban como perdidos.

— No te cagues en este momento, nena — hice cara de dolor cuando volvió a penetrarme —. Estoy a punto de correrme, no me cortes — exigió en ese momento.

— ¿Estás drogado? — cuestioné al verlo tan despreocupado, desinteresado en mí y en mi placer.

— No digas mierdas y mejor calla, en estos momentos me gustas más así — soltó.

Me cogió de la nuca con fuerza, sus dientes lastimaron mis labios cuando su feroz boca me atacó y me quejé cuando de nuevo me penetró con fuerza. Una sensación horrible se instaló en mi pecho al sentirme usada, porque era como me sentí en ese instante; desconocí al hombre entre mis piernas, ese no era Daemon el frío, pero encantador tipo que siempre se preocupaba de mi bienestar y placer. Lo mordí con fuerza para que me dejara, mas no me sirvió como quería sino para encenderlo todavía más, chillé una vez más cuando su enorme mano apretujó con violencia mi cadera y lágrimas salieron de mis ojos en cuanto lo escuché gruñir al comenzar a correrse.

Mi respiración y corazón estaban desbocados, él sonrió cuando se separó de mí, completamente satisfecho, sin importarle lo más mínimo que yo no hubiera obtenido mi liberación. Me bajé de la mesa y sin decirle nada me metí al baño a tomar una ducha, cuando el agua fría tocó mi cuerpo me dieron ganas de orinar y lo hice ahí, aunque me quejé cuando un ardor provocado por aquel fluido me atacó.

Madre mía... ¿Qué había pasado? ¿Por qué Daemon me tomó de esa manera? ¿Por qué actuaba así? Me estresaba no saber la razón del cambio de sus estados de ánimo, no tener respuestas para todas aquellas preguntas.

Antes de salir del baño respiré profundo, dispuesta a enfrentarlo, necesitaba que me explicara su forma de ser. Cuando salí lo encontré con la toalla envuelta en su cintura y acostado en mi cama, jugando su aburrido puzle, muy concentrado en la pantalla; en cuanto me vio sonrió como un lobo queriendo seguir devorando a su presa.

— ¡Oh, no! Ni lo pienses — advertí.

— La noche apenas comienza — inquirió.

Me fui hasta el closet y saqué de ahí una pequeña pijama que comencé a colocarme bajo su atenta mirada, en segundos ya lo tenía sobre mí y eso me asustó demasiado.

— Estoy hablando en serio, Daemon. Ni pienses que vas a volver a tocarme esta noche — repuse molesta y lo aparté de mí, él me miró dolido y no supe decidirme si era demasiado hipócrita o si en realidad no entendía mis razones.

— ¿Qué te pasa, Inoha? ¿Sigues molesta por esa notificación? — me reí burlona.

— ¿Hablas en serio? Porque comprendo que pensaras eso al principio, pero te pedí disculpas y todo iba bien entre nosotros a pesar de tu actitud tan rara — señalé y me dio la espalda, vi que cerraba y abría sus manos e intentaba caminar de un lado a otro, no pudiendo estar mucho tiempo en el mismo lugar —. Me has hecho sentir usada hace rato, me lastimaste mientras me follabas y no te importó cuando te lo dije, me estresa que seas así, no entiendo tus cambios de humor y me vuelve loca solo suponer ya que tú no tienes la suficiente confianza como para decirme qué te sucede en realidad.

— No lo aceptarías — dijo y se giró para verme.

— No supongas por mí, estamos intentando algo y siento que voy a ciegas ya que no eres completamente sincero conmigo. Y si seguimos así, no creo que lleguemos lejos — solté.

— ¿Qué me quieres decir? ¿Me estás cortando?

— ¡No! — dije de inmediato — Estoy diciendo que si no confías en mí, no pienses que llegaremos lejos. Me desesperas, actúas como si fueras un bi...

— ¡CÁLLATE! — gritó y casi me encogí en mi lugar — ¡VENGO AQUÍ PARA SENTIRME MEJOR Y NO ME AYUDAS NI MIERDA! — comenzó a caminar hacia mí, me aterré y retrocedí cada paso que él dio — ¡BUSCO OLVIDAR LA SITUACIÓN CON MI MADRE Y TÚ NO HACES MÁS QUE RECLAMAR! ¡QUIERES SABER LO QUE NO TE IMPORTA! — jamás me sentí tan humillada como en ese momento.

Ese tipo me estaba gritando como loco, descontrolado y hasta con ganas de tirar todo... cosa que no dudó en hacer ya que cuando dejé de retroceder y topé con la mesa en la que antes me folló, comenzó a tirar todo lo que estaba sobre ella. Me hice casi en un rincón viendo cómo hacía añicos aquel espacio que tanto me esmeré en decorar y ni siquiera puede reaccionar con valentía porque me había asustado hasta la mierda.

— ¿¡ODIAS QUE SEA UN BIPOLAR!? — preguntó tras tirar la lampara de noche.

— ¡CÁLMATE! — grité desesperada.

— ¡Y UNA MIERDA! ¡SÉ QUE ODIAS QUE LO SEA, PERO SABES QUÉ! ¡NO PUEDO HACER NADA! ¡SOY UN PUTO BIPOLAR! ¡UNO REAL! ¡UNO QUE INTENTA ESTAR CONTROLADO CADA DÍA! ¡POR MI FAMILIA Y POR TI! ¡Y.NO.LO.LOGRO! — escupió y un jadeo de terror escapó de mi boca.

Negué cuando dijo tal cosa, eso no podía ser cierto... tenía que estar mintiendo.

Miré a mi alrededor y me sentí como una tonta por mi incredulidad cuando vi mi habitación hecha añicos, lo miré aterrorizada cuando todo comenzó a encajar. Sus cambios tan bruscos, su vulnerabilidad e inseguridad, la frialdad con la que siempre cargaba y sus episodios de tristeza que no siempre podía ocultar. Recordé el día que le dije que odiaba que fuera un maldito bipolar y la manera en la que reaccionó, lo lastimé con mis palabras y era irónico que me arrepintiera de eso y me doliera tanto... cuando lo que buscaba era eso.

— Me lo diagnosticaron desde que era un niño y he luchado contra esa mierda desde entonces — añadió derrotado y comencé a llorar.

Dios mío, qué clase de monstruo era al dañar a una persona como él.

Era la peor bestia e iba a destruir al mejor de los bellos príncipes, me deslicé con mi espalda sobre la pared y abracé mis piernas, llorando como una niña al verlo tan asustado por mi reacción. Tenía que alejarme de él, no podía seguir adelante, no era tan miserable, aunque me estaba arriesgando a que mi abuelo y Demian lo dañaran. Pensé en Yuliya y su final por haberse puesto del lado de los Pride, en lo que Aiden pasó con tal de salvarla y me aterrorizaba saber que para Daemon sería peor.

Escogí al más frágil y mi única opción era alejarlo de mí para que buscaran otra manera de llegar a su familia.

— Vete — susurré y sus ojos se volvieron brillosos — tu ropa está en la secadora, sal de aquí.

— ¿Me desprecias por mi condición? — su voz fue demasiado ronca. Estaba herido, pero no tenía otra opción.

— No puedo estar con una persona como tú, te vuelves loco con facilidad, casi me has violado, eres un monstruo — solté y por poco me mordí la lengua.

Él comenzó a negar y a alejarse, vi cuando una lágrima salió de sus ojos y cómo lo rompí con mis palabras. Estaba dando mi golpe de gracia y lejos de satisfacerme, me sentí como la peor de las arpías.

— ¡VETEEEE! — grité para rematar.

Esa vez fue él quien dio un respingo y tras eso salió de la habitación.

Lo había hecho, acababa de lastimar a un ser inocente.

____****____

Buscaba el Litio y el Risperdal como un sediento al agua en el desierto, sus manos temblaban y sus ojos se cegaban por las lágrimas derramadas. Jamás su enfermedad lo había perdido tanto, sin dejarlo perder la conciencia de lo que sucedía como en ese momento, todo en su interior era una mezcla de ansiedad, manía, tristeza y euforia.

Aquella mezcla amenazaba su cordura, misma que comenzó a perder desde que aquella pequeña rubia que lo tenía loco, le dijo en su cara que era un monstruo. Gritó con todas sus fuerzas mientras tiró toda su medicina al suelo, el cuaderno de dibujos cayó junto a lo demás y sus páginas quedaron abiertas justo en el dibujo de Dolor carcajeándose de él. La casa estaba sola, todos estaban acompañando a su madre y tía, y la soledad se burlaba más de él, sobre todo por haber peleado con su madre y esa misma tarde descubrir que Inoha lo despreciaba por ser lo que era.

Se fue hacia la habitación de su hermano cuando no encontró lo que necesitaba, ya que su ración de Litio y Risperdal se había acabado, rebuscó en la mesita de noche donde a veces Aiden mantenía un poco de sus calmantes y lo único que encontró fue una Glock reluciente, envuelta en un pañuelo blanco.

Sería fácil que la pusieras en tu sien.

Hazlo y acaba con tu dolor.

Ven a mí.

Necesito que caigas.

Aquellas voces en su cabeza, como siempre se agolpaban cuando él estaba pasando por un mal momento o intentaban echarle a perder uno muy bueno; en ese instante al chico no le parecieron tan mal aquellos susurros y hasta lo consideró, pero a pesar de lo que creía, en verdad era un luchador e intentaba encontrar todas las opciones de su vida antes de acabar con ella.

Por lo mismo, agarró su móvil y marcó de inmediato el número de su hermano, quien respondió al segundo tono.

— ¿Estás con mamá?

Acabo de dejarla en casa de tía Laurel. ¿Estás bien, te escucho raro? — Aiden lo conocía como a él mismo, su conexión iba más allá de la sangre.

— ¿Qué harás?

Conocí a una chica en el restaurante al que fuimos y quedamos de salir. Está hermosa, viejo y espero saber si algo en nuestra conexión de hoy, me indica que somos almas gemelas — el chico rio tras decir lo último, estaba siendo sarcástico y divertido como siempre. Daemon no pudo compartir aquel momento e intentó decirle cuanto lo necesitaba, pero recordó las burlas de sus demonios cada vez que él necesitaba de alguien de su familia, así que calló.

— ¿Los chicos vienen para acá? — quiso saber y miró el arma en su mano, por la tarde tuvo que usar una para asustar a aquella chica asiática, nunca se imaginó que volvería a sostener otra tan pronto.

No, tía Laurel los convenció de quedarse a ver unas pelis de terror. Dasher las odia, ya sabes que le da culillo ver ese tipo de cosas, pero apostó con su madre y perdió — en ese momento Daemon sonrió al recordar lo gallina que era su primo para eso.

Se quedó en silencio escuchando atento lo que su hermano le decía, siempre que caía en un mal momento y Aiden no estaba cerca, optaba por llamarlo ya que escucharlo lo tranquilizaba, pero en eso momento la revolución de sentimientos era demasiado fuerte y la voz de su hermano no surtió el mismo efecto de antes.

— Suerte con tu conexión esta noche, te quiero, viejo — soltó cuando su curioso y parlanchín gemelo calló. No le dio oportunidad de responder y cortó la llamada.

Con el arma en mano salió de aquella habitación y se dirigió a la suya, con cada paso que daba se perdía un poco más y el dolor de aquellas palabras pronunciadas por Inoha, le destruían el corazón. Se sentó en la cama pensando una vez más en lo sucedido, atormentándose él mismo; desde que decidió intentar algo con la chica sabía que el momento de decirle su condición iba a llegar, pero como el inocente que era creyó que todo sería distinto, se imaginó un escenario como el de los libros que a su hermano le encantaba leer, uno donde la protagonista aceptaba a su amado con todos sus defectos y vivían felices por siempre.

Es fácil, solo pon esa arma en tu sien, dispárala y dejarás de sentir lo que sientes. La lucha en vano que has tenido al fin acabará y podrás descansar de la vida de mierda que llevas.

Muerte lo animaba, en su cabeza Daemon la imaginaba como una chica mala sobándose las manos y saboreándose al verlo tan destruido. Pensó en que ella tenía razón, nunca había tenido descanso en su lucha y quizás muriendo encontraría un poco de aquello; así que por primera vez se armó de valor, quitó el seguro de la Glock y colocó el frío cañón en su sien, su corazón se aceleró como un loco desesperado, rogando por seguir latiendo, sus ojos se desbordaron en lágrimas y pensó en que sus padres sufrirían por lo que haría, pero pronto lo olvidarían y entenderían que fue lo mejor. Sus hermanos igual y se convenció así mismo de que les haría un favor a todos.

Justo cuando respiró profundo, dispuesto a disparar... la puerta se cerró y encontró a su hermano viéndolo con dolor, llorando y arrastrándose con la espalda en la pared hasta sentarse en el suelo.

— Estaba cerca de casa cuando colgaste — comenzó a decir con dificultad ya que hipaba por los sollozos — mi pecho comenzó a doler y pensé que en lugar de encontrar a mi alma gemela, la perdería — con la mano temblorosa, Daemon quitó el arma de su sien y la puso sobre la cama, viendo atento el dolor que atravesaba el rostro de su clon — ¿Nunca te has puesto a pensar que sin ti yo me moriría? — le preguntó y se mordió el labio para controlar su llanto. A aquel torbellino de sentimientos se le agregó una culpa profunda y negó avergonzado — Lo imaginé y algo aquí me dijo que tenía que venir a decírtelo — Aiden se señaló el corazón — ¡Joder, D! Yo no podría vivir sin ti y te juro por mi vida que si te fueras, yo te seguiría — el chico se levantó del suelo y llegó hasta su hermano, se puso en cuclillas frente a él y cogió el arma, metiéndola debajo de la cama — ¿Te imaginas el dolor de nuestros padres y de Abby al perdernos a ambos? Porque yo sí, pero soy egoísta y preferiría morirme si tú me faltas — lo cogió de la nuca y unió sus frentes —. Eres mi alma gemela, mi hermano, mi compañero, mi verdadera otra mitad... ¿Por qué quieres dejarme?

Aiden lloraba como un niño herido y Daemon recordó todas las veces cuando estaban pequeños, cuando era él quien lloraba por su tristeza sin razón y su hermano le limpiaba las lágrimas con su camisa. Decirle que quiso suicidarse inducido por las palabras de aquella chica, en ese momento le pareció lo más estúpido y vergonzoso. Se dejó llevar por una recién conocida que lo hizo olvidarse de las personas que sí lo aceptaban y amaban tal cual era.

Eso fue patético.

Pensó derrotado.

— Cada día me canso de luchar contra mis emociones y... y le confesé a Inoha mi condición y me mandó a la mierda, asegurando que soy un monstruo porque la traté con bajeza y ultrajé su cuerpo.

Esa fue otra de las cosas que lo atormentó, en su interior sabía que la estaba tratando con violencia y no se detuvo, la adrenalina que sintió en ese instante fue excitante y pensó únicamente en sus deseos, los más bajos que llegó a experimentar.

— Eso se arregla hablando, no haciendo lo que intentaste hacer — lo reprendió Aiden —. Además, esa rubia puede decir lo que putas quiera, pero tú mejor que nadie sabe que no eres ningún monstruo... ¡Mierda! Luchas tanto para no ofender a nadie, para no dañar a quienes te rodeamos y te crees lo primero que esa p... chica te diga — se corrigió de inmediato — ¿Y se atrevió a decirte semejante mierda cuando la defendiste de mamá? No viejo, esa bala que ibas a meterte se la merece ella.

— No digas eso — pidió Daemon al ver a Aiden tan decidido a hacer lo último que mencionó.

Estaba herido por la reacción de la rubia, pero no podía imaginar a nadie dañándola.

— No vuelvas a intentar lo que ibas a hacer — le devolvió su hermano muy decidido — porque diga lo que diga otra persona, nosotros no merecemos perderte, yo no merezco perderte — aseguró. La lucidez de Daemon volvió en ese instante y se aterrorizó de lo que estuvo a punto de lograr si Aiden no hubiese llegado.

Nunca vio lo que sus demonios eran capaces de hacer en un momento tan vulnerable de su vida, hasta que lo vivió esa noche, hasta que se conoció un poco más y entonces tuvo miedo.

Miedo de él mismo.


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