Veinte



страст


La música folklórica resonaba en los parlantes. El kaval, la gaita y la zurna, la gadulka y los tambores junto a dos voces. Las danzas se daban en el prado, alrededor del cual la audiencia se congregó para ver las coloridas faldas y moños con flores de las bailarinas. El ambiente cálido, no solo por el aire veraniego, avivó la chispa festiva en todos, incluso en los más tímidos, a quienes les costaba poder integrarse a la marea. El sonido de las panderetas tan sutil detrás del fuerte cantar de los instrumentos era un deleite; una armónica combinación entre la estridencia y la tranquilidad. Los danzantes entusiasmados lanzaron pétalos al aire, cientos de ellos como el número de soldados que conmemoraban en ese día, y junto a la pileta del parque alzaron sus jarras llenas de rakia, un licor tradicional elaborado a base de frutas, y brindaron en medio de gritos feroces.

—¡Una sola familia!

Ese cántico se volvió su lema una vez firmado el tratado de paz.

Algunos inmortales, como Crowe, Ciaran o Iris, bebían rakia manchada, pero había quienes como Azariel que preferían el licor sencillo. Él se juró no volver a tomar licor manchado, considerando que su juicio se nublaba con muy poco y actuar estúpidamente en medio de tanta gente no estaba dentro de su lista de cosas por hacer antes de morir.

La música paró en un suave degrade de sonidos que anticiparon al silencio, y en el escenario montado se anunció el concierto de la noche. Måneskin, una banda italiana cuya influencia ese año los catalogó como la sensación del momento. La muchedumbre chilló entusiasmada y rompieron sus cuerdas vocales al seguir las canciones.

Azariel se sintió perdido y Daren lo notó. El licano se acercó a su oído y le preguntó:

—No los conoces, ¿cierto?

—¿Ellos existían hace siete años? —contestó con sarcasmo.

—A veces siento que eres como un marciano —se mofó alejándose para disfrutar de la música.

Azariel quería venganza, pero quizá después.

Escuchó las canciones apenas disfrutándolas, no que le disgustara la tonada, pero se sentía muy incómodo en esa marea de aparentes fanáticos que coreaban cada verso. Crowe y Leire saltaban abrazados mientras cantaban hasta desgarrarse la garganta, aun así, eran muy entretenidos.

—Estás muy cohibido —le dijo Daren—. ¿Qué necesitas para ser feliz?

—Soy feliz ahora, pero no sé las canciones y me siento algo..., fuera de lugar —confesó con una modesta sonrisa en el rostro.

Empezó una nueva canción, I wanna be your slave, y a Daren se le ocurrió una terrible idea, una que recordaría toda su vida. Ubicado tras de Azariel, lo sujetó por las caderas y apegó su pecho a la espalda del joven, con sus labios acariciándole el cuello, le cantó con tono ronco:

I wanna be your slave, I wanna be your master, I wanna make your heart beat run like rollercoasters; I wanna be a good boy, I wanna be a gangster, 'cause you can be the beauty, and I could be the monster.

Azariel sintió cada palabra golpear contra su oído, acariciarle el lóbulo y bajar con coquetería por su cuello, y los espasmos que sacudieron su cuerpo le avergonzaron. La voz ronca y sensual de Daren le gustó demasiado, y su calor fundiéndose con su piel le enloquecía las hormonas. Entendió todas aquellas frases y las creyó hilarantemente apropiadas para ambos.

El sonido del tambor golpeado iba al mismo ritmo que el alocado corazón de Azariel, y latía con tal fuerza que seguramente Daren podía oírlo.

I love you since this morning, not just for aesthetic, I wanna touch your body so fucking electric, I know you scared of me; you said that I'm too eccentric. I'm crying all my tears, and that's fucking pathetic.

Un bajo acompañó al cantante, quien cantaba con gran emoción, moviéndose por el escenario con micrófono en mano. Sus ojos pintados de negro y su traje excéntrico eran su característico como para el resto de la banda.

Pero Azariel ya no los escuchaba a ellos, sino a Daren y a sus caricias implícitas por cada palabra. Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, contra el hombro de su amante, cuyos labios repasaban su cuello de vez en cuando. Sonriendo, él pensó que pronto se volvería un adicto a esa canción.

El aroma de Daren se impregnó en sus fosas nasales, deleitándose con la fragancia tan fuerte y varonil, y su propio cuerpo, él sabía, estaba impregnado de ella, tal como si fuera una marca de propiedad que puso el licano sobre él. No le molestaba, de todas formas, y a él le picaban los colmillos por romper la carne del cuello del licano para dejar él su propia huella. Sería justo, así lo creía.

Y se perdió un poco en lo que con tanto empeño Daren le decía, y recobró el sentido varios versos después.

I wanna be your sex toy, I wanna be your teacher, I wanna be your sin, I wanna be a preacher, I wanna make you love me then I wanna leave ya, 'cause baby I'm your David and you're my Goliath.

Azariel se dio Vuelta y por mero impulso del momento acalorado tomó los labios de Daren entre los suyos. Necesitaba esa medicina como su propio cuerpo, más caricias. Dejó que el hombre lobo empujara su lengua contra la suya, que jugaran sin importar si alguien los veía y daban un espectáculo; no le importaba ni un poco. Pasó sus manos por los costados del rostro del licano, acariciando esos rastros de incipiente barba; recorrió su cuello con suavidad para perfilar esas venas llenas de la sangre que él quería con tanta demencia probar, y luego lo atrajo hacia su cuerpo.

Sintió las manos de Daren acariciar su cintura por debajo de la chaqueta, repasando con sus pulgares sus costillas inferiores. Un frío exquisito le recorrió la espina dorsal y le hizo arquearse contra él. Al separarse, sus bocas no pudieron irse muy lejos y apenas estaban separados por un débil hilo de saliva. Recién en ese momento, Azariel se dio cuenta de que, para besarse, tuvo que ponerse de puntillas; sus piernas agarrotadas se quejaron.

—¿En verdad quieres ser mi esclavo? —preguntó Azariel y sus labios al pronunciar las palabras acariciaron provocativamente los ajenos.

Una carcajada profunda.

—Yo seré lo que tú me pidas que sea.

Con eso en mente, Azariel bajó su diestra hasta la cinturilla del pantalón de Daren, acarició el cuero tras del cual él sabía se ocultaba una pequeña daga, la tomó entre sus dedos y la subió. Deslizó la fina hoja sobre el cuello del licano, quien siseó por el ardor, entonces empezó a beber de él con gran apetito.

—Supongo que también puedo ser tu comida —mencionó entre pequeñas carcajadas interrumpidas por la estimulante sensación de su sangre siendo drenada. Su polla se puso dura e inconscientemente apegó a Azariel con fuerza esperando que la sintiera.

Azariel gimoteó al saborear la sangre pasar por su lengua y bajar por su garganta. Su cuerpo ardía por la comida, recibiéndola con placer e incitándolo a tomar más y más hasta la saciedad. Sin embargo, se preguntaba si lograría satisfacerse antes de drenarlo por completo. Contra su instinto más primitivo, alejó su boca del cuello ensangrentado que lo tentaba con finas perlas rojas que bajaban hacia la ropa. Jadeó por aire mientras sus ojos se encontraban con las brillantes turmalinas del licántropo.

—Estoy..., caliente —confesó Daren entre murmullos bajos.

—Umm..., ¿llegó la época de apareamiento de los perros? —bromeó Azariel embriagado en sangre.

—Pues si es así, quiero que tú seas mi perra.



****



Escabullirse entre la multitud fue sencillo; llegar al auto y conducir hasta Lozenets, también, pero una vez en la puerta de entrada de la casa, las hormonas enloquecieron otra vez. Sumidos en besos húmedos y rítmicos, atravesaron la sala, y torpemente subieron por la escalera hacia la recámara de Daren, ahí donde el aroma de Azariel permanecía impregnado en todas partes. Su desenfreno, fortificado con alcohol y sangre, desencadenó una ola de calor que empujó fuera de sus mentes todo rastro de cordura.

Apenas con la luz de la festiva ciudad y de la luna que entraban por la amplia ventana de junto a la cama, con las cortinas corridas como si no les importara que los vecinos de enfrente los viesen.

Sus chaquetas tocaron el suelo y formaron una pila junto a los dos pares de zapatos. Las piernas de Azariel golpearon el borde de la cama y cayó de espaldas; Daren lo miró desde arriba con el hambre de un depredador. Empezó a desabrocharse el cinturón de cuero negro, manteniendo sus ojos sobre los de la rareza.

A ojos del Jade blanco, ese hombre con la camisa blanca a medio abrir, con el bulto de su pantalón sobresaliendo y con ganas de saltar contra él, era la visión más atrayente del erotismo humano. Su piel apenas tocada por el sol que él ansiaba ver junto a su propia lechosa textura. Arrodillado sobre la cama, se quitó la camiseta negra y la aventó lejos, y al voltearse a verlo se encontró con el pecho desnudo y teñido de Daren. Sus orbes recorrieron los tatuajes en su brazo y aquel grande que tocaba su pectoral.

—Lo siento, no puedo ser suave contigo, ¿te molesta?

La pregunta llegó en una bruma roja que le nubló los sentidos a Azariel quien, encandilado con esa áspera voz, solo esperaba probar aún más la tosquedad del hombre. Respondiéndole, le enseñó las manos al frente y se las ofreció. Daren sonrió y terminó por quitarse el cinturón, entonces con él ató las muñecas ajenas, pasando el cuero alrededor y apretándolo con cuidado.

—Déjame decirte algo, puede que seas la criatura más peligrosa sobre la tierra, pero en mi cama has de temer de mí.

Azariel saboreó cada palabra y vibró con entusiasmo por esas sensuales sílabas. Recostándose sobre la cama y con las manos estiradas hacia arriba, su pecho blanquecino se expuso ante su lujurioso amante. Daren bajó y con la zurda se apoyó en el colchón para quedar frente a frente con el muchacho, con la yema de sus dedos acarició el torso crepitante; bajó por entre sus costillas hasta llegar a su ombligo donde un lunar lucía justo al lado.

—Trazaré un mapa sobre tu cuerpo y recorreré cada lugar...

Sus dedos llegaron al botón del apretado jean. Daren sonrió de medio lado.

Encontró con la mirada una constelación pintada de café sobre los huesos de la cadera de Azariel, la acarició creando figuras amorfas. Pecas pequeñas iguales a las que tenía sobre sus hombros y en sus tiernas clavículas. Se arrodilló en la cama con las piernas de la criatura dobladas frente a él. Su amante lo miraba expectante.

Empezó a bajarle los pantalones con la lentitud de un asesino, y mientras lo hacía se tomaba su tiempo para acariciar las piernas delgadas, poco endurecidas por el ejercicio.

Daren lo admiró desnudo y rendido ante él. Sonrió.

¿Quién iba a decir que tendría así a la criatura más peligrosa del mundo, esa que se volvió sumisa en medio de las sábanas?

El licano tomó los labios del Jade Blanco, saboreó su lengua y jugueteó con el piercing en el labio de este, estirándolo y succionándolo. Azariel pasó sus brazos hacia abajo, capturando a Daren e incitándolo a devorarle la boca. Con sus piernas abiertas, él lo recibió y dejó que su necesitada entrepierna se rozara con vivo descaro contra el bulto aún cubierto del lycan.

Al separarse, Daren se irguió y salió de la cama. Repasó por la habitación hasta un cajón del ropero de dónde sacó un bote de lubricante. Regresó y lo aventó junto al muchacho. Se quitó el pantalón y la ropa interior con rapidez, entones volvió a unirse a Azariel sobre las sábanas.

Sus pieles calientes se rozaron y avivaron la llama. Una corriente eléctrica los recorrió por primera vez y los dejó con ganas de más. Azariel miró el cuerpo de Daren relamiéndose los labios como un gato que ha encontrado la presa perfecta con la cual jugar. Desde su pecho fornido, bajó por sus abdominales duros, hasta su vigorosa polla que erguida le acariciaba el vientre. Grande y gruesa.

Aunque no selo dijo, Daren intuyó que Azariel, incluso si tuvo su primera vez en el pasado, estaría peculiarmente ajustado ahora, pues no hubo pisado la tierra en al menos siete años. Entonces sería igual que desvirgarlo. No lo desearía de otra forma.

—Intentaré no lastimarte, pero no puedo asegurarte nada.

Regó lubricante sobre su mano derecha, sobre sus dedos, y cuando los vio suficientemente mojados, dejó el bote a un lado. Pasó suavemente las yemas por los testículos de Azariel, y descendió por sus pliegues hasta encontrar su ano.

El Jade Blanco se estremeció ante su tacto, y largó un gimoteo suavecito. Daren hizo presión con su dedo medio en el apretado culo para aflojarlos pliegues con dificultad. Daren se preparó para insertar otro más. Azariel chilló y apretó sus manos, clavando sus uñas en sus palmas blanquecinas que pronto reflejaron marcas rojizas.

De adentro hacia afuera, el lubricante que se escurría entre sus dedos le ayudó a moverlos con facilidad, una vez que ese pequeño agujero se acostumbró a la brusca intromisión. El chapoteo junto a sus pesadas respiraciones era lo único que lograban oír tras los alocados sonidos de sus corazones.

—Meteré otro dedo —le informó.

Azariel se relamió los labios y movió las piernas, agitado. Su voz se cortó cuando un tercer dedo abrió su interior. Los dedos de Daren eran solo un poco más gruesos que los suyos, apenas. Era un eufemismo. Todo en ese hombre era ridículamente grande.

—Necesito que tomes al menos cuatro dedos, ¿podrás?

—No l-lo sé.

—Necesito que lo hagas —ronroneó acariciando con su mano izquierda el rostro sonrojado del Jade Blanco, recorriendo sus calientes mejillas hasta sus húmedos labios.

Y entonces Azariel supo que Daren, a pesar de su resistencia al alcohol, estaba bastante achispado, igual que él mismo luego de mezclar el licor con la sangre del licano.

Azariel asintió succionando entre sus labios los dedos ajenos, lamiéndolos y empapándolos con su saliva.

Daren sonrió y sacó sus dedos del culo del muchacho, puso más lubricante en su mano y empujó cuatro dedos dentro.

Azariel gritó y su cabeza golpeó la almohada.

—¡Dioses..., para!

—Shhh, todo estará bien —le dijo.

Con la zurda, mojada y caliente, Daren empezó a masturbarlo con suavidad. Azariel gimió en una mezcla de placer y dolor; sacudió sus piernas, mas un gruñido de Daren lo detuvo.

—Vas a lastimarte.

—¿Por qué eres malditamente grande? —refunfuñó e hizo reír a Daren.

—Lo disfrutarás.

En represalia a esa arrogancia, Azariel intentó golpearlo con su talón izquierdo en el pecho, pero la mano zurda de Daren fue más rápida y lo sujetó por la pantorrilla. Sus dedos callosos le causaron un fortísimo estremecimiento que atacó su polla. Los ojos brillantes del hombre lobo le atravesaron el alma.

Respirando hondamente, Daren acarició con sus labios el muslo de la rareza y juguetonamente mordió su carne. Azariel gimoteó. Los dedos de Daren se movieron con vehemencia y calentaron su cuerpo desmedidamente. A Azariel empezaba a gustarle ese roce que sacudía su vientre; sin embargo, de pronto esa placentera sensación se detuvo y un vacío lo embargó.

—Voy a follarte ahora.

Tomando su polla en la mano mojada, la acarició un par de veces antes de dirigirla al agujero palpitante. Su grosor presionó el anillo de músculos y el glande logró entrar, empujó un poco más hasta que la mitad del tronco cedió. Azariel chilló y apretó sus piernas y manos.

—Eso, tómalo.

Dando una honda respiración, Azariel le permitió meter su verga por completo. Los testículos tocaron su culo y entonces el muchacho pudo soltar el aire.

La polla de Daren se sentía demasiado caliente, como una barra ardiente dentro de su cuerpo mojado.

Los labios del Jade Blanco estaban apresados entre sus dientes bajo una tensión dolorosa que rompió su carne y finos hilos de sangre se resbalaron hasta su mentón. Al verlo, Daren sintió hambre. Colocando la pierna del joven alrededor de su cadera, se inclinó y con su lengua probó ese manjar; lamió su barbilla y labios, succionándolos fuera de la presión de esas perlas blancas.

—No deberías —le dijo Azariel.

—No me importa.

Aunque Azariel creía que era la cosa más estúpida e insensata que hizo Daren. Él, si sabía las consecuencias, las ignoraba por completo. A pesar de que era muy poca sangre dentro de su sistema, sí podría causar alteraciones que Daren debía temer. No debería convertirse en un monstruo como Azariel.

«No dejaré que hagas algo tonto», caviló y apartó su boca, así Daren no probaría más de su sangre.

Daren lo comprendió y en la mañana, sobrio, se lo agradecería.

Nuevamente erguido, empezó a follarlo, empujando su miembro cada vez más rápido por el estrecho canal.

Gritos, gemidos y jadeos continuos en una bruma de lujuria viva.

El sonido de sus bolas chocando contra las sonrosadas mejillas traseras de Azariel empezaba a taladrarle la cabeza y a carcomer su razón, lo poco que le quedaba. Rítmico y duro siguiendo sus empujes cada vez que se deslizaba dentro del apretado canal. Quería verlo chillar, llorar y desmoronarse en medio del orgasmo, entonces lo apretaría entre sus brazos y lo traería de vuelta solo para destruirlo una vez más.

—¡Daren! —sollozó.

Lagrimeando, sus ojos brillantes veían con dificultad el rostro de su amante. Las líneas severas de su mandíbula, su entrecejo fruncido y los orbes chispeantes, y de su boca salían suaves jadeos que se perdían en el aire.

El cuerpo de Azariel se sentía cansado, sus piernas estaban tensas y sus brazos ansiaban soltarse para marcar con sus uñas la espalda ajena. Pero el calor en su vientre, fuera del agotamiento, era tan placentero como los vibrantes espasmos que sacudían sus extremidades.

Y su polla. ¡Dioses! Su polla estaba dura y acalorada, sacudiéndose y golpeando su vientre al ritmo de Daren, y necesitaba tanto una liberación. Bajó sus manos e intentó tomar la longitud ente sus dedos, pero era muy complicado. Gimoteó. Le urgía tocarse y sentir el delicioso placer del orgasmo recorrer desde sus huesos hasta su piel.

Cuando estuvo a punto de liberarse, el áspero tacto de Daren lo detuvo. La palma del licano apretaba su glande, deteniendo sus movimientos y retrasando su propia satisfacción. Azariel sintió, entonces, el pene de Daren deslizarse fuera de su culo rosado. Su cabeza, nublaba por el disfrute, se preguntó qué detenía al hombre justo en ese momento. No lo supo bien, sino hasta verse sentado sobre la ingle mojada de Daren.

—Hazlo tú mismo.

Sin saber cómo sus piernas le respondieron lo suficiente como para levantarlo mientras apoyado en el vientre de Daren, esperaba que él metiera nuevamente su polla. Azariel siseó fuerte a medida que descendía, y cuando sus nalgas tocaron la piel de la entrepierna ajena, tiró su cabeza hacia atrás y largó un chillido en pleno éxtasis.

Como pudo, empezó a moverse de arriba hacia abajo y cada vez más rápido según su cuerpo se lo permitía. Con sus manos todavía presas, acarició el tatuaje en el pecho de Daren y recorrió el camino de tinta que formaba una luna creciente en medio de los árboles. Le gustaba mucho.

—¡Ah!

Sus gritos abandonaron sus labios sin su permiso cuando las caderas de Daren lo ayudaron a penetrarse más profundo, así consiguió que el glande rozara su interior con descaro. Las manos del licano lo sujetaban por la cintura de modo que su pequeño cuerpo pudiera moverse con facilidad.

Y toda palabra quedaba atorada en su garganta donde los gritos y gemidos nacían. Se sentía avergonzado de ser tan ruidoso, pero ello estaba por completo fuera de su control.

—¡Joder! —chilló y de su polla desatendida salpicó semen caliente y espeso sobre el vientre labrado de Daren.

Se desplomó contra el licántropo a medida que las fuerzas abandonaban su cuerpo. Se sentía malditamente bien. Su vientre estaba apretado por el orgasmo y su respiración apenas se hizo presente, con los puños apretados y su verga sacudiéndose. Su pecho latía desenfrenado y su mente solo procesaba el clímax arrasando con sus sentidos.

Pronto sintió un líquido caliente inundar su interior y la polla de Daren agitándose hasta derramar la última gota blanca.

El pecho de Daren retumbó cuando un gruñido lo atacó en medio del orgasmo. Sacó su miembro fuera del culo del agitado Azariel y un camino blanco se escurrió. Tomó hondas respiraciones con los pulmones adoloridos, como si hubiese contenido el aliento todo ese tiempo.

Y en esa marea de agitación embriagante, sintió sangre salir de su cuello nuevamente. Azariel usó la hebilla del cinturón para hacerle un pequeño corte y probar el sabor del licano. Se volvió adicto a él, Daren notó, tanto como él mismo, a esa pequeña rareza.

I'm a motherfucking monster who's searching for redemption.


—Pasión—

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