Quince



срам


Daren nunca durmió tan mal. Le dolía el cuello, seguramente tortícolis, y las extremidades las sentía tensas. Su espalda parecía estar más torcida que nunca, por lo que se prometió no volver a dormir en el sofá jamás o cambiarlo por uno adecuado a su tamaño.

¿Cómo se le ocurrió que en un sofá de metro y medio un hombre de casi dos metros dormiría plácidamente?

Cuando pensó eso probablemente estuvo más dormido que despierto. Estirándose como un gato, uno muy viejo, subió a la recámara de Azariel para sacar algo de ropa y bañarse. El muchacho estaba leyendo y debió hacerlo durante toda la noche si ya estaba acabándolo. La ironía entre ellos dos.

—Deberías descansar —le dijo.

—Casi nunca duermo —le contestó pasando de página.

—¿Por qué no?

—... Es un mal hábito. Estaré bien.

—Si no descansas, no podrás recuperarte nunca.

—La única forma en la que duermo es estando sedado.

—¿Eso te enseñó Viktoria?

Azariel no le contestó.

—Yo no voy a hacerte nada mientras duermes, quizás despierto sí —se mofó—, pero conmigo estás a salvo.

—Tampoco con Crowe podía conciliar el sueño.

—¿Y pasabas años despierto?

La criatura se carcajeó.

—No, después de un par de meses despierto tengo que dormir a fuerza, pero lo hago con..., pastillas para dormir tranquilo.

—Yo tengo un mejor método para que duermas plácidamente.

Azariel giró la cabeza tal cual un perro curioso.

—Cansarte —dijo Daren sonriendo.

—¿Cansarme? Soy un híbrido, eso será muy difícil.

—Ya lo veremos.

Daren entró al cuarto de baño y Azariel terminó con varias preguntas en su cabeza. A veces, o quizá siempre, no entendía a Daren y sus palabras con doble sentido.

Las pintas de sangre se acabaron durante la madrugada y él mismo se retiró la intravenosa. Estaba considerablemente mejor y en su cuerpo no quedaba rastro alguno de laceraciones, pero en su interior estaban aún heridas que necesitaban cauterizar. Sin embargo, su vitalidad no la había recuperado del todo y todavía sentía sus miembros cansados y atrofiados por la droga que persistía en su sistema.

El sonido de la regadera fue bajo, pero llegó a oídos de Azariel. El aroma fue exquisito y le hizo relamerse los labios sin saberlo. Pino. Le gustaba mucho cómo olía Daren. Era curioso. Tener un olor propio era una característica inherente de los licanos, como aquellas viejas leyendas de antaño que decían:

El aroma de tu pareja te atraerá como la aprhodisia y tu cuerpo rogará por encontrarse íntimamente. Se convertirá en tu perdición.

Como se sabía, los licanos marcaban a sus parejas de por vida, en la mayoría de los casos, y eran considerados destinados con base en leyendas sobre reconocimiento y atracción de aromas. Algo propio de ellos, en realidad. Sin embargo, para los vampiros era más bien por los compuestos de la sangre. Mientras que para los hombres lobo el olor emanaba de sus pieles, para los vampiros este provenía de adentro de sus venas. De esa forma se podían rastrear entre ellos y establecer una conexión. Tal como la de Joseph y Luka. Ambos como vampiros bebieron de la sangre ajena, siendo una tradición y costumbre entre amantes, que alteraba los componentes en su sangre. Igual a mezclar ambas o, al menos, sus esencias. Entonces la compartirían para siempre. Esa era su marca. A los licanos, por otro lado, les gustaba morder el cuello de sus parejas e impregnarlos con su olor.

Azariel pensó en todas esas leyendas de parejas en donde el destino fungía como celestino y no pudo sentirse más perdido. Siendo un híbrido le era fácil percibir todo tipo de aromas de todos los inmortales y siempre le parecieron fastidiosos. Su olfato era muy sensible y algunos poseían olores muy fuertes o picantes. Sin embargo, con Daren su nariz nunca tenía suficiente y quería recorrer su piel centímetro a centímetro.

Tocaron la puerta y ello provocó que Azariel abandonara su ensoñación. Por inercia salió de la cama, descalzo y apenas vestido, bajó hasta la primera planta y abrió. Una mujer alta, de cabello castaño extremadamente corto, cuerpo formado y ojos escrutadores, estaba en la entrada. Gabriella Zariva. El pantalón militar que llevaba, junto a las botas negras recién pulidas, cubría la prótesis de su pierna izquierda. La lideresa de los guardianes con su seriedad asustó a Azariel.

—¿Sí?

—Buen día. Disculpa, ¿es la casa de Daren Kostov?

—Sí, Señora.

—Soy Gabriella Zariva, líder de los Guardianes.

Azariel le permitió pasar a la sala. Sintió pena, y al bajar la mirada se topó con sus piernas desnudas debajo de ese largo suéter que Daren le prestó para dormir. Entonces reparó en su impresentable estado. Rápidamente, limpió el sofá donde durmió su anfitrión y tomó asiento ahí mientras la mujer lo hizo frente a él.

—Han peleado —comentó con una apenas perceptible sonrisa en el rostro—. Aunque supongo que en esta época del año no hace daño.

—¿Disculpe?

—La noche es calurosa, de todas formas, así que Daren sólo debió sufrir tu ausencia —siguió con el afán de avergonzar al muchacho.

—Yo no..., él no...

—No te estoy juzgando, cariño —lo tranquilizó—. Así que tú eras el amigo que debía cuidar.

Ella se carcajeó y Azariel se avergonzó aún más.

—Debió decirme que requería un permiso para pasar tiempo con su novio.

—Temía que me negará el permiso, Señora —respondió Daren bajando por las escaleras, vestido y frotándose el cabello con una pequeña toalla.

Azariel tragó saliva y contuvo un descarado gemido. Otro fetiche más a su lista.

—Bueno, si hubiese sabido que era para estar esos días..., ocupado, seguramente te hubiera dicho que tomes vacaciones más largas. En fin, no vine para importunarte, sino para pedirte un favor.

—Dígame, Señora.

—Primero, y como una orden, deja de llamarme Señora. Dime Gabriella, o tía Gabriella, como cuando eras niño.

Daren sonrió. Esa mujer era como su propia madre, o lo fue durante un largo período, cuando tuvo que alejarse de su hogar para aprender a controlar sus instintos.

—Está bien —concedió.

—Segundo, regresarás pasado mañana y quiero que vayas directo a las cárceles de híbridos, Ciaran te enviará la dirección. Hay algo raro en algunos de ellos y creo que tú eres el indicado para ayudarme con eso. Tienes experiencia.

—¿De qué tipo de comportamiento hablamos?

—Uno totalmente anormal. Ordenado y alarmante. Pero ya lo verás tú mismo, por ahora te dejo. Quería pedirte eso y saludarte. Es bueno verte con alguien después de tantos años en soledad.

—No sabía que estaba tan al tanto de mi situación sentimental.

—Tu madre me lo contaba todo, cariño, y se quejaba de verte muy solitario.

Las miradas se posaron en Azariel. Él quiso que la tierra se lo tragara. ¿No había acaso un mejor tema de conversación? Con sus manos tiró del suéter para cubrir sus muslos desnudos. Debía ponerse inmediatamente la ropa que le trajo Crowe.

—Se llama Azariel.

—Oh, un nombre muy peculiar. Un placer.

—Igualmente —murmuró con los labios fruncidos.

—Es tímido.

—No cuando le conviene —canturreó.

Azariel anotó mentalmente: Golpear a Daren en la entrepierna lo suficientemente duro como para que no tenga descendencia.

—Me marcho. Que tengan un buen día.

La mujer salió despidiéndose con la mano y entonces Azariel se puso en pie y golpeó la cabeza del licano.

—Te crees muy gracioso, ¿no es cierto?

—No dije nada que no fuera cierto.

—¡Ella piensa que somos novios!

—Es que nos vemos bien juntos —se burló.

—Debiste decirle que no era cierto.

Cariño, tú tampoco lo desmentiste cuando lo insinuó.

Azariel palideció. ¿Acaso Daren estuvo escuchando la conversación casi unilateral que tuvieron cuando ella entró? ¡Maldito desgraciado!

—Estamos a mano.

—No estamos a mano, cretino —bramó Azariel enrojecido por la vergüenza.

—Tal vez ella no hubiese creído que eras mi pareja si no vistieras así. Casi parece que saliste de la cama..., tú me entiendes.

Se lo concedía. Claro, él pudo ponerse unos pantalones y zapatos, pero igual su cabello despeinado delataba un frenesí que nunca ocurrió.

—Te odio tanto.

—Lo mismo digo, cariño —contestó sujetando al muchacho por el mentón—. Ven, prepararé el desayuno.

—Asegúrate de no envenenarnos.

—Curioso que lo digas cuando el que no sabe cocinar aquí eres tú, no yo.

—Oh, cállate.

Daren siguió hasta la cocina y detrás venía Azariel. Una isla color negro con bordes blancos, las encimeras eran del mismo estilo, así como las mesetas de junto. Tomó asiento en uno de los banquillos y apoyó sus codos sobre la mesa.

—Eres bipolar.

—¿Por qué lo dices? —preguntó mientras del refrigerador sacaba yogur y fruta.

—Te ves muy feliz, aquí, conmigo. Me odias y no lo demuestras.

—No pienso que debamos ser enemigos si vamos a convivir juntos. Sería dañino, pero si así lo quieres —dijo y con un cuchillo pequeño en la mano se dio la vuelta aproximándose al Jade Blanco—, puedo hacerlo.

—Puedes lastimarte, cachorro, ten cuidado.

—¿Lo ves? Por si sola la situación nos hace pelear, sería mucho peor si te ato a la cama e intento asesinarte.

—¿Por qué en, en la cama?

Daren sonrió y se relamió los labios. ¡Demonios! Cuanto le gustaba verlo así de nervioso y asustado.

—Puede ser en donde tú quieras.

—... ¿Lo ves? Eres raro. Te comportas extrañamente para haber jurado destrozarme.

—Si te hace sentir mejor, en el momento en el que te vayas de mi casa, cuando te hayas curado, prometo volver a cazarte. ¿Eso está mejor?

—Sí, pero me gusta ser el cazador.

—No puede haber dos cazadores en el juego.

—Entonces tú serás la presa.



****



Se miró en el alargado espejo haciendo muecas con los labios. Su espalda tenía un par de marcas rojas y carachosas donde el fierro abrió la carne; más abajo, unos pequeños círculos verdosos evidencia de los golpes que recibió; sin embargo, se dijo que era su mejor aspecto en varias horas. Por dentro, su cuerpo estaba casi totalmente sano, a pesar del narcótico que lo dejó débil y de la cual aún no se recuperaba.

Odiaba esa maldita droga, lo dejaba muy sensible, con taquicardia y debilitado. Claro, le concedía a Viktoria ser todo un genio para haber creado una droga tan efectiva para una criatura desconocida, si no fuera que ella misma lo creó.

Tomó la toalla de la gaveta y se metió al baño, abrió la llave de agua caliente de la elegante bañera en uno de los rincones junto a una amplia ventana de vidrio corrugado. El vapor inundó su nariz con aquella peculiar sensación que le quitó el aliento por un momento. Se sumergió y soltó un suspiro. Recostó su cuerpo y dejó ir su cabeza hacia atrás contra el bordillo. Tarareó una vieja canción que seguramente databa de los 2000, aunque no recordaba su nombre.

En ese momento se puso a pensar en las palabras de Ciaran la noche pasada cuando vino de visita.

—¿Por qué alguien como tú habría de temerle a Viktoria? Eres la creación más poderosa.

—Aunque soy un híbrido tan raro, Viktoria siempre ha sido superior a mí. Es demasiado astuta y por cada error que cometas, hace que te arrepientas hasta de haber nacido.

—No me refiero a eso. Sé que Viktoria tiene una reputación temible; aquí la conocen como la devoradora de inocentes —se mofó—. Y comprendo que ella te infunda mucho miedo, serías un insensato si no, pero lo que quiero decir es que tú eres su As y su perdición.

—¿Cómo podría ser así?

—Porque, Azariel, tú eres el pecado de Viktoria. Ella no podría siquiera tocarte si supieras jugar bien tus cartas. Si alguien supiera quién eres en realidad, ella sería aprisionada y probablemente asesinada por traición.

—Y el mismo destino me esperaría a mí.

—No si no llega a suceder. Amenaza, niño, de eso hablo.

—¿Con presentarme ante el Concilio diciéndoles que soy un híbrido de las tres líneas?

—¿A qué crees tú que le tiene tanto miedo Viktoria? Ella quiere el poder y para nadie es un secreto que lo ambiciona con hambre viva, y entiendo que para lograrlo te necesita a ti, me imagino cómo ha de usarte; entonces, si eres capaz de zafarte de su yugo, no volverás nunca a sufrir a manos de ella.

—¿Y si fallo?, ¿qué pasará si mi soberbia termina jugando en mi contra?

—Todo dependerá de qué tan inteligente seas, pero, si me permites aconsejarte, tienes una muy buena carta bajo la manga, no la desperdicies.

—Sabes, para ser un hombre lobo tan joven hablas con mucha madurez. Yo soy por mucho más viejo que tú y no-

—Eso es porque eres un niño, Azariel, aunque suene grosero por tu edad, pero dime, ¿cuántos años has vivido realmente?, ¿de cuántos de esos años has aprendido?

Azariel bajó el rostro y se sintió menospreciado, pero hasta él sabía que su propia vida no era ni de cerca la que una persona debía vivir. Despertar, entrenar y matar; acatar órdenes, temerle a tu líder, y aprender a forjar un muro alrededor de tu fragilidad. Nunca tuvo la sensación de haber crecido, en realidad; nunca conoció su imagen como un niño; y nunca jugó ni tuvo amigos, sino hasta varias décadas más tarde.

—Y creo que es el momento de que vivas de verdad.

—No podría vivir teniendo a un cazador tras de mí —murmuró con una chueca sonrisa en los labios.

—Te acostumbrarás, después de todo, una cacería puede ser muy placentera para los dos si tanto presa como cazador ponen de su parte.

Tal vez Ciaran tenía razón y le faltaba vivir, pues hasta en su incapacidad para entender se denotaba su niñez. Era absurdo.

Su nariz se sintió caliente y húmeda, con un olor a hierro muy conocido. Pasó sus dedos por el lugar recogiendo las gruesas gotas de sangre que salían de su cavidad izquierda. Rodó los ojos y bufó. Enjuagó sus manos en el agua, pero el sangrado no paró y seguí deslizándose por sus labios hasta su mentón, donde un cúmulo se formaba antes de gotear en la bañera.

Afuera, Daren golpeaba la puerta con fuerza llamando su nombre a gritos.

—Estoy bien —le respondió, pero la puerta igual se abrió y Daren se le acercó.

—Demonios —masculló—, creí que te heriste.

—Se trata de un simple sangrado, no es la gran cosa —le dijo, irguiéndose y tapando con su mano su nariz.

—Olí tu sangre desde abajo, era demasiada y creí que...

—Descuida, es la forma en la que mi cuerpo se deshace de las drogas, pronto estaré totalmente bien.

El licano resopló y se arrodilló a su lado, con la mirada analizó el rostro de Azariel y la sangre que salía. Su aroma le provocaba un hambre que le sacudía el estómago. Lo sintió como aquella primera vez que conocieron. Esa fragancia le cautivaba y la sentía conocida, íntimamente.

—Debes salir de la bañera y enjuagarte la sangre en la regadera —le sugirió cuando sus ojos se percataron de que el agua era ahora de una totalidad rosácea.

Azariel asintió con la cabeza y con la mano desocupada intentó ponerse en pie, mas las fuerzas en su cuerpo no le colaboraron, se resbaló y el chapoteo del agua lo acompañó al volver a la bañera. La estruendosa risa de Daren le hizo avergonzar.

—¿Eso es una invitación?

«¿Invitación para qué?», se preguntó Azariel.

—Ven, te ayudaré a salir.

Lo sujetó por el brazo y puesto en pie lo ayudó a levantarse. Azariel estaba abochornado de su desnudez, aunque a Daren parecía no afectarle, no cuando sus ojos estaban viendo al techo. La mano derecha de la rareza apretó el antebrazo ajeno en su intento por salir de la bañera; movió sus torpes piernas sobre el borde, el pie izquierdo fue sencillo de sacar, pero el derecho fue un fracaso total. El pie chocó y lo llevó al piso contra el duro cuerpo del hombre lobo. Un golpe seco sonó, apenas mezclado con el agua que Azariel sacó accidentalmente. Su rostro golpeó el pecho de Daren y sintió su nariz respingada doler por el impacto.

«Esto no es nada sexy, esto es vergonzoso», se reclamó con las mejillas coloradas.

Ninguno dijo nada, no se atrevieron, y Daren solo mantuvo sus manos en los hombros de Azariel, aunque sentía la necesidad de sentir con sus yemas la piel suave y pintada de pecas. Pronto en su camisa sintió un líquido caliente y poco espeso, la sangre de la criatura. Pensar que estaba desnudo sobre él era..., tentador, pero seguramente para Azariel era completamente diferente.

Error.

Azariel estaba, por decirlo en un eufemismo, emocionado por sentir el calor del cuerpo de Daren, y su vientre tocaba una zona peligrosa. No sabía qué hacer. A pesar de su derrame de sangre, parecía que él tenía puesta su concentración en Daren y no en el bochorno impregnado en la situación.

—Lo siento —murmuró, con ganas de esconderse debajo de la tierra.

Contra su voluntad se alejó de Daren y se arrodilló a su lado, asegurándose de que su intimidad no saltara a la vista con descaro. Espero a que Daren se pusiera en pie para poder él mismo pararse.

—Eres la criatura más peligrosamente torpe que he conocido —se le burló—. Empiezo a creer que eso de ser el inmortal más poderoso es una gran mentira.

—Solo fue un accidente —bisbiseó.

—El próximo accidente terminará muy mal para los dos, puedo jurarlo.

Azariel también lo aseguraba, pero sentía gran expectativa.


—Vergüenza—

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top