Epílogo
любов
Las viejas leyendas dicen que, si los dioses ven un resquicio de bondad en tu corazón, habrán de concederte un deseo, algo que anheles con locura
Y así surge el milagro de la reencarnación, de un ser que murió justamente, pero que dejó mucho por hacer y vivir en la tierra
Los dioses solo conceden ese favor una vez por cada corazón anhelante
Porque los monstruos deben morir y solo aquella bondad en sus corazones merece volver a nacer
12 de marzo de 2085.
Pasaban de las once de la noche, quizá más, pero para Daren no era relevante, aun si ese día no estaba de turno. Regresar a su hogar, tan vacío y apagado como era, no le causaba ninguna satisfacción a pesar de los años que habían pasado. No importó haberse cambiado de casa luego de ascender a ser un cazador de nivel siete, es decir, capitán de los guardianes.
Cuando eso sucedió, celebró con su escuadrón que también fue ascendido de categoría. Iris se convirtió en jefa de los francotiradores; Ciaran se volvió su mano derecha, aunque pocos meses más tarde se marchó a Rumania para casarse con Sorin; y Leire, quien, después de ser convertida exitosamente en un vampiro, tomó la guardia nocturna y luego pasó a ser estratega y armera. Bebidas y baile en un bar del boulevard, y entre el tono de la ebriedad, Daren creyó ver los ojos ámbar de una criatura que él llamaba por las noches. Pero esa mirada en medio de las luces se disipó.
Cada año iba a las afueras de la ciudad, al Vitosha, donde en aquella planicie de en medio construyó una tumba. Iba y se quedaba a pasar la noche ahí, acompañado por la recia frialdad de un recuerdo. Leía una y otra vez el nombre escrito en la lápida y asimismo repasaba la imagen de Azariel en su memoria, procurando no olvidar ningún detalle que con el paso del tiempo se hacía difícil.
Frente a esa tumba, luego de enterrar a Azariel, le prometió:
—Cuando tú despiertes, yo estaré a tu lado porque si en esta vida no pudo ser, te prometo que en la siguiente no te dejaré morir.
Llamaron a la puerta de su despacho y el ruido lo trajo de regreso al presente.
—Adelante.
—Daren. —Entró Iris con una sonrisa mal disimulada en el rostro—. Hay un problema afuera.
—¿Problema? Estoy algo ocupado ahora.
—Es algo que requiere tu inmediata atención. Ve —lo presionó y Daren solo pudo creer que Iris estaba bromeando—. Vete, grandote, ¡oh!, y no te atrevas en regresar hoy aquí.
Agraviado por la curiosidad, Daren salió de la oficina y del edificio. La noche era fresca por la primavera, pero el viento tenía aún sus notas frías. Los árboles en las calles estaban ya vestidos por completo de verde y color, un espectáculo mucho más encantador de admirar en el día. Sobre él, la luna llena se alzaba plena. Él sonrió de medio lado.
Sacó un cigarrillo de la cajetilla que siempre llevaba en su chaqueta y lo encendió, dio una calada antes de buscar con la mirada el problema que preocupaba tanto a Iris, mas no halló nada. Su vista repasó entre la oscuridad y la poca iluminación que creaban las farolas, y en medio de ellas y un árbol encontró una pequeña figura cuyo aroma no reconocía, solo sabía que era un humano. Se acercó dando pasos suaves y debajo de la luz artificial se detuvo.
—Disculpe, ¿estaba usted-?
Y sus palabras murieron ahí, justo cuando la misteriosa persona salió a la luz, envuelto en sombras, rodeado por la misma oscuridad que se lo llevó.
Daren quedó atónito y no daba fe de la locura que sus ojos veían.
—¿Tú..., me recuerdas?, ¿me conoces, tal vez?
«¿Qué si te recuerdo? Claro, porque mi memoria se negó a abandonar tu imagen y mi corazón a borrarte de él. ¿Qué si te conozco? Eres la persona más maravillosa que la vida pudo entregarme. ¿Cómo habría de no reconocer al hombre que amo?», le respondió Daren con el pensamiento, incluso si esas palabras no las sabría nunca Azariel.
—Claro que te recuerdo, Azariel. La pregunta es si tú me recuerdas después de tanto tiempo.
—... Lo hago, perro —respondió y su mirada se iluminó aún más que el fulgor de las farolas.
—Dime que puedo abrazarte. Lo necesito..., para saber que no estoy soñando.
«Que no desaparecerás como en tantos de mis amargos sueños».
El muchacho, cuya apariencia era la misma con la que se marchó, movió la cabeza efusivamente de arriba abajo y abrió sus brazos esperando el tacto de su amante. Los robustos bíceps del licano lo envolvieron y lo estrujaron con fuerza. Azariel sintió la nariz de Daren acariciarle el pelo y tomar una bocanada de su aroma. Rio. Se dejó abrazar y se arrulló con el sonido del corazón ajeno, ese que latía ferozmente por el encuentro.
—Te he extrañado demasiado. Me he vuelto loco en las noches pensándote —le decía al oído—. Y muchas veces he querido rendirme e ir a encontrarte. Pero te prometí no hacerlo y te he esperado.
—Así es..., fuiste un buen cachorro.
La risa reverberante en el pecho de Daren le transmitió calidez, esa que añoró por años desde que recuperó vagamente sus memorias pasadas.
—Yo también pensé mucho en ti. Te he soñado muchas noches y he ansiado tocar ese rostro que solo veía en mi cabeza.
Se alejaron, pero sus manos nunca se soltaron y bajo la luz de la farola, Azariel descubrió la debilidad de Daren en un par de gruesas lágrimas que anegaban sus ojos, iguales a las que bañaban su propio rostro.
—Estoy aquí, contigo, y no me iré —le prometió Azariel.
****
La casa de Daren era mucho más grande esta vez, con altos ventanales en la sala y una acogedora cocina, con dos habitaciones en la planta baja y dos arriba. Poseía un estilo clásico rústico, con un amplio jardín al frente y un garaje al costado. Demasiado hogareño y muy diferente a su hogar en Lozenets que era particularmente pequeña. Pero era bonita y a Azariel le gustó bastante porque por un instante se pudo imaginar a él ahí junto a Daren, viviendo la eternidad. Quizás adoptar un perro, si eso no resultara insultante para un licano, o un gato, tal vez un hámster que era más imparcial.
Conservaba, sin embargo, el jeep, pero por cómo se veía, estaba ya viejo y Daren trataba de repararlo. Junto a él descansaba una motocicleta negra. Azariel se imaginó al licano en ella y la mera imagen le produjo un estremecimiento desde el principio de su columna hasta el fin. El auto que ahora tenía, por otro lado, era una versión mucho menos aventurera y sí más seria del guardián y sus gustos automovilísticos.
Por dentro la casa era igual de bonita, pero tenía muy pocas decoraciones. Casi parecía que la mudanza nunca llegó ahí.
Daren le ofreció una cerveza y lo llevó por las escaleras a la terraza para ver las estrellas mientras charlaban. Era su costumbre y su vicio más preciado.
—¿Lo recuerdas?
—Casi todo. Recuerdo a todos y a lo que sucedió ese año, pero mi memoria no me permite saber qué hice antes de ese despertar. No sé lo que era o-
—Eso tal vez sea bueno —le interrumpió—. Hay cosas de tu pasado que no deberías recordar si quieres vivir felizmente el presente.
—Pero yo debí hacer algo muy malo como para haber iniciado una guerra.
—No la empezaste tú, fue Viktoria, y fuiste, lamentablemente, su sujeto de pruebas y arsenal. Por favor, no dejes que tu curiosidad te gane porque si has vuelto es para vivir lo que no pudiste la vez pasada.
Azariel sonrió y asintió con la cabeza.
—En algún momento lo sabré todo —canturreó—, pero no será ahora. Tengo mejores ideas en la cabeza.
—¿Ideas como cuáles?
—Aunque me gustan las estrellas, y verlas contigo es aún más especial, han pasado años desde que nos vimos..., y pasé una muy rebelde adolescencia cargada de hormonas.
Las carcajadas de Daren lo sonrojaron, pero no lo retractaron.
—Puedo ayudarte con eso, pero debo advertirte que también tengo mucho que desfogar.
Casi bajaron demasiado rápido de la terraza. Recorrieron el pasillo hasta llegar a la recámara de Daren. Amplia y limpia, ordenada y con un aroma a pino fresco que le trajo muchos recuerdos. Su mirada se posó, entonces, en la pared frente a la cama. Soltó un jadeo.
—Prometiste volver, pero no estaba convencido de que sería aquí, en este mismo país. Así que durante cada verano salí de Bulgaria. Sudamérica, Escandinavia, incluso estuve en Asia buscándote.
El mural era un mapa de Bulgaria muy detallado, con sellos rojos marcados en la zona este donde estuvo buscándolo. También, por cada sitio en el extranjero, recolectó una bandera que pinchó en el inmenso dibujo del mundo en la pared de su despacho. Tenía muchas banderas coloridas que, a pesar de ser brillantes y alegres, le decían que en ninguno de esos parajes logró encontrarlo.
—Se suponía que debías olvidarme.
—Nunca lo prometí. Y aun si lo hubiese hecho, nunca podría haberlo cumplirlo.
Y Azariel no podía estar más feliz por ello.
Parándose de puntillas, Azariel alcanzó con su boca los labios de Daren. Gimió por su sabor y la textura que recordaba confusamente. Con desesperación, movió las manos por dentro de la chaqueta de mezclilla negra ajena y la tiró lejos, pasó sus yemas sobre la tela de la camisa y la aruñó. Sus bocas calientes se separaron unos segundos en los que sus miradas se unieron y con la ferviente necesidad que los acompañó por años, volvieron a besarse, esta vez echados en la cama de grises sábanas.
Se desnudaron secundados por el calor deleitante de la excitación. Rozaron descaradamente sus ingles en medio de los fuertes gruñidos. Daren empujaba su cadera duramente fingiendo embistes. Su polla caliente repasaba la de Azariel y dejaba un delgado y húmedo camino en la extensión. Sus bocas juntas apenas se separaban para soltar gritos y jadeos.
Los labios de Daren bajaron hasta el mentón ajeno, ahí mordieron y succionaron, dejaron marcas moradas que labraron un sendero sobre su cuello y clavícula.
Azariel le apretó contra su cuerpo y clavó sus dedos entre el pelo oscuro del licano.
—Estudié a los licanos hace un semestre —mencionó con la voz amortiguada—, te pensé mucho entonces porque nunca te vi como uno...
—Soy un híbrido —gruñó y le lamió la piel del cuello—, y mi forma animal no es la más común.
—Mmm, pero yo reconocí algo... —Tomó el rostro de Daren y lo acercó al suyo mientras su zurda bajaba hasta la ardiente virilidad del licano—. El miembro de un licano es muy grande.
Una risa arrogante repercutió en el pecho fornido de Daren, pero ese sonido se cortó y un gruñido bajo lo reemplazó. La mano caliente y suave de Azariel le produjo una fuerte sacudida en el vientre.
—He de suponer que pensaste mucho en eso mientras estabas en la cama.
—Muchas noches —le susurró al oído.
Daren atacó sus labios y dificultosamente le dijo.
—Me hubiese gustado acompañarte.
Con sus brazos debajo de las piernas largas de Azariel, las elevó y se inclinó contra una de ellas, la derecha, repasó la piel y con los dientes la rasguñó suavemente. Alzó la mirada y le mostró esos ojos malvados, sonrió y le enseñó también sus largos caninos afilados.
Azariel tembló ansiosamente y se relamió los labios con gula. Él lo ansiaba tanto como Daren.
—¡Agh! —chilló y echó su cabeza hacia atrás cuando los caninos del hombre rasgaron suavemente su piel. Daren bebió de su sangre y a Azariel le gustó la sensación.
Lo soltó y limpió sus labios enrojecidos con la lengua. Luego dejó las piernas de Azariel y bajó su rostro hasta la ingle, su músculo húmedo acarició el falo y lo engulló.
Azariel chilló y con su palma cubrió su boca.
La lengua de Daren se sentía ardiente contra la sensible piel de su polla, deslizándose sobre las venas salidas que rasguñaba con sus dientes. Bajo su taco, la carne de Azariel se erizaba igual que el resto de su cuerpo que se sacudía por la eléctrica sensación.
Abrió más sus piernas y con sus manos temblorosas le apretó la cabeza contra su ingle. El cabello de Daren danzaba suavemente entre sus dedos, y se sintió irreal la forma en la que podía tocarlo luego de tantas noches soñando con él.
Tras recuperar parte de sus memorias, sintió un hondo pesar al estar alejado de Daren, aun cuando era tan joven, pero quiso tenerlo cerca porque su corazón siempre para llenar ese hueco en su pecho. Al recordarlo, a él, su pecho ardió en las brasas del amor y la pasión que un día tuvo. Pasó los últimos años de su adolescencia sumido en la incertidumbre del presente y del futuro. ¿Daren se acordaría aún de él? Cuando se vieran, ¿él lo reconocería?, ¿todavía lo amaría?
Y pasó los años averiguando sobre su vida pasada, lo poco que había en internet y en los periódicos. Según los artículos que leyó, era una especie combinada y que infringía el Pacto de Paz. La guerra se libró con su ayuda y generó destrucción en Sofía, que consiguió recuperarse luego de cuatro otoños. Aun si no había mucha información de su pasado y casi todo eran meras suposiciones. Las memorias más frescas se remontaban a una época con Daren, sus hermanos y los miembros del escuadrón en ese último año de su vida, mas no recordaba sus contactos con Viktoria ni los pecados que cometió. En eso su amante tenía razón, quizás no debía recordar lo oscuro de su pasado para vivir un brillante futuro.
Cuando decidió ir a Sofía tuvo tanto miedo de lo que encontraría, o de lo que no.
Pensó, en ese viaje en avión, que quizás Daren pasó página y encontró a alguien más.
Divagó en la posibilidad de que Daren pudo haberse marchado de la ciudad.
Pensó que lo odiaría.
Sin embargo, cuando se vieron..., Daren lo miró con esos mismos ojos que la última vez. Lo vio con amor y esperanza. Entonces supo que todo había valido la pena. La espera y el miedo. Aquellas veces que revisó Instagram y buscó al guardián, cuando encontró su perfil y estuvo tentado a hablarle, pero quiso hacerlo bien, y la forma correcta era ir y enfrentarlo cara a cara para ver su reacción.
Y ahora que estaba con él no lo dejaría. Nunca.
Se estremeció y la sensación lo regresó a esa habitación. Daren estaba erguido frente a él y con su mano acariciaba su propia polla, ensuciando sus dedos con el pre semen que se colaba por el tope. Pasó sus yemas por el tenso anillo de músculos de Azariel y poco a poco fue empujando contra los pliegues para ingresar su índice.
Azariel jadeó y miró a Daren con preocupación.
—Voy a cuidar de ti, pero no esperes que el resto de la noche sea un caballero.
—Tampoco esperes que sea un santo —replicó con una lasciva sonrisa adornándole el rostro—. Tengo mis..., gustos.
Daren esbozó una sonrisa que lució sus caninos.
—Creo recordar un par de ellos —dijo y se inclinó sobre Azariel hasta alcanzar sus labios en un suave roce—, pequeña perra.
Azariel tembló y su polla se sacudió alegremente contra su vientre. Entonces Daren empujó otro dedo en su cavidad y los empezó a abrir, estirando su piel con cuidado mientras su boca devoraba la del pequeño humano.
—Voy a joderte toda la maldita noche a mi antojo.
Otro dedo entró en Azariel y un quejido abandonó sus labios. El dolor era apenas perceptible, pero su mayor temor era ser incapaz de tomar el pene de Daren por su tamaño. No exageró cuando dijo que los licanos tienen un miembro grande, muy grande. Esa fue su fantasía húmeda más recurrente en la adolescencia, sin embargo, ahora temía no lograrlo, incluso después de haber dejado en libertad sus hormonas y experimentar con su sexualidad.
En poco sintió la salida de las falanges de Daren de su cuerpo y una ansiedad primitiva le recorrió las vértebras.
—Date vuelta.
Acató la orden y dejó su culo elevado sobre una almohada que Daren le alcanzó, su rostro acarició la suavidad de las sábanas y se embriagó con el aroma a pino que desprendían.
Daren le acomodó las piernas y se ubicó en medio de ellas, abrió las mejillas de su culo y escupió sobre su entrada. Azariel sintió un escalofrío que le hizo arquear la espalda. La punta de la polla del licano presionó contra su anillo de músculos y fue entrando poco a poco, cortándole la respiración al muchacho que con sus manos rasguñaba las mantas.
—Ah —jadeó y un grito quedó atrapado en su garganta y no logró salir.
—Respira.
Azariel gimoteó cuando el grosor del falo abrió más de lo que él podía tomar. Daren se detuvo y le besó la espalda, le acarició las piernas y le susurró palabras dulces al oído. Pasaron varios segundos antes de que el licano empujara su cadera y lograra chocar contra la piel ajena. Se mantuvo quieto hasta que un suave quejido de Azariel le hizo continuar.
—Oh, Dios —gimió roncamente—. Daren.
Su culo era golpeado suavemente por la ingle de Daren, ardía, pero la sensación satisfactoria era mucho más grande. Empujó su cadera hacia atrás y recibió tanto como pudo. Gritó en pleno éxtasis cuando el falo que recorría su canal empezó a ir con prisa.
—Estás siendo tan descarado. Si tan solo pudieras ver cómo tu culo se traga mi polla.
Las manos de Daren tomaron los antebrazos de Azariel y con ellos firmemente sujetados hacia atrás empezó a marcar un ritmo más fuerte que enloquecía al joven. El sonido de sus pieles era ensordecedor, tanto como el de sus respiraciones y del palpitar alocado de sus pasionales corazones.
—Más, ¡más duro!
Tirando de los brazos de Azariel, Daren lo elevó y pegó su pecho contra su espalda; lo abrazó y gruñó sobre su oído.
Los rizos de Azariel brincaban de arriba abajo como su mojado pene a cada empuje de su amante.
Tomándolo por el mentón, Daren le giró el rostro para alcanzar sus labios una vez más, pero esta vez con su lengua recorrió los belfos rosáceos de su amante, los chupó y sin cuidado lo besó.
—Me he vuelto loco por tenerte nuevamente conmigo —le dijo al oído—, solo pensando en besarte y en acariciarte.
Azariel sollozó, no solo por el placer que inundaba su cuerpo y carcomía su razón, sino por la aflicción que le produjo esa declaración. Él también lo extrañó mucho y también lo deseó locamente.
—¡Daren!
****
Arropados con una suave manta en el balcón, apreciaban el nacimiento de los primeros rayos de luz que se colaban entre las nubes oscuras e iban iluminando lentamente los edificios y casas, los árboles y montañas. Mientras, abrazos, Daren le contaba lo que había pasado en esos sesenta y cuatro años.
—Crowe y Leire se casaron hace casi veinte años y tienen dos hijos, un niño y una niña. Viven no muy lejos de aquí, a media hora, tal vez.
—¡Oh, dioses! —gimoteó—. Deseo ver a mis sobrinos y a ellos... Los extraño tanto.
—Eira también se mudó con Iris, tienen un apartamento cerca del anfiteatro.
—¿Qué ha sido de ellas?
—Eira es ahora miembro del comité diplomático del estado, e Iris se convirtió en mi mano derecha desde que Ciaran se fue.
—¿Fue a Rumania?
—Al casarse con Sorin poco después de la guerra, tuvo que marcharse definitivamente, y por derecho de matrimonio es ahora líder de los licanos allá.
—¡Diablos! Me hubiese gustado estar en su boda. Él la quería tanto.
—Así es, tuvieron sus primeros hijos, un par de enloquecedores gemelos, hace treinta años.
—Ugh, todos se dedicaron a tener hijos. Por favor, no me digas que Iris y Eira tienen un gato.
Daren soltó una risa antes de responder.
—No, tienen dos gatos y un perro. Un endemoniado chihuahua que cuando me ve se le salen los ojos.
Esta vez fue el turno de Azariel de reírse ampliamente.
—No me digas que le tienes miedo a esos ratones.
—Nunca dije eso, pero son molestos. Tienen un temperamento que no va acorde a su tamaño.
—Un genio del demonio en un empaque muy pequeño —concordó Azariel.
Y cuando pasaron las risas, Azariel tuvo que preguntar.
—¿Y Joseph?
—Él se fue meses después de tu muerte y la de Luka. Se llevó su cuerpo a las montañas de Alibotouch. Ha vivido allí desde entonces. Suelo visitarlo una vez al año, pero está muy solo y a veces me preocupa.
—Deberíamos visitarlo un día, aunque me gustaría llamarlo antes, me aterra pensar que se pierda por la tristeza.
—Lo haremos. Te llevaré a visitarlos a todos; estoy seguro de que estarán felices de verte.
Azariel se acomodó contra el pecho de Daren de costado, su mirada se tomó con los tatuajes que tenía y con los dedos los recorrió hasta que algo le llamó la atención. En el tatuaje de la luna creciente que embellecía sus clavículas, en una de las líneas que lo bordeaban, estaba escrito su nombre, Azariel, con letra curveada y dulce, pequeña y sutil. Inmediatamente, se le colorearon las mejillas y no pudo evitar pensar en todo lo que el guardián tuvo que pasar en su ausencia al ver a cada uno de sus amigos ser feliz y vivir su vida junto a las personas que amaban mientras él aún esperaba su regreso. Por eso lo amaba tanto.
—Me lo hice hace treinta y cinco años, una noche cuando estuve borracho. Estaba en el boulevard, pensándote y esperando que aparecieras por la puerta del lugar como la primera vez que te vi —le contó con la voz sutilmente teñida por la tristeza—. Salí de ahí y fui al primer local de tatuajes que vi; no lo medité mucho, la verdad.
«A la mañana siguiente, cuando desperté después de la borrachera y vi lo que había hecho, te lloré mucho», completó en su cabeza.
—Daren, cuando yo morí, ¿qué pasó después?
—Te enterré apropiadamente. El Concilio quiso quemarte por miedo a que algún loco aún intentara algo con tu sangre, pero no lo permití y te llevé al Vitosha. Después... —suspiró larga y pesadamente—, no supe qué más hacer.
«Me sentí solo y perdido, y por meses no pude volver a cazar. No fui capaz de acercarme a nadie y en las noches subía al Vitosha a verte, como si fueras a emerger de la tierra y abrazarme», le quiso decir, mas se mordió la lengua. «Te soñé tantas veces, al inicio eran buenos sueños, pero entonces se volvían pesadillas en las que te veía morir una y otra vez. Me culpaba por haberte perdido».
—Con el tiempo me acostumbré a no estar contigo, aunque no fue sencillo. Y pasaron años..., tantos años en los que yo solo atinaba a ver al horizonte buscándote. No te voy a mentir, hubo muchas veces en las que la idea de ir a encontrarte me pareció tentadora, pero te prometí ser fuerte.
—Lo hiciste tan bien. Me esperaste más de lo que yo hubiera imaginado. Sufriste por mi culpa. Lo lamento.
—No fue tu culpa, no lo sientas.
—Pero ahora no me iré, lo juro.
—Ya lo veremos —dijo suavemente mientras le acariciaba el rostro.
—¿Qué quieres decir?
—Eres un humano, Azariel, y yo sigo siendo un inmortal. Hay algo que yo no puedo aguantar y es verte morir otra vez. No esperes que cumpla mi promesa entonces.
—Nunca te haría eso. Yo..., he pensado mucho en eso. Cuando planeé venir a verte ya había tomado una decisión. Quiero vivir mi vida contigo por toda la eternidad como antes nunca pude hacerlo. ¿Eso está bien para ti?
—Perfectamente bien.
—Amor—
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