Diez
мизерия
—¿Él te atacó? —preguntó Eira.
Azariel asintió con la cabeza apenas erguida. Sentado sobre la cama de Crowe, lo único que quería era regodearse entre las sábanas y dormir, curiosamente, pensando que así el dolor se disiparía.
—Es un imbécil —masculló Crowe—. Debería matarlo.
—Él solo trataba de saber la verdad. Es una desventaja que pueda percibirme y que me haya descubierto en el despacho de Igor.
—Debiste darle una lección y cerrarle la boca.
—¿Y cómo hubiese terminado todo, Crowe? No puedo controlarme cuando estoy molesto, lo sabes, y si él descubre lo que soy... Daren me cazará incansablemente y me enjuiciarán frente al Concilio.
Su rostro serio tenía el oscuro matiz de la tristeza ensombreciendo sus facciones, desde el brillo en sus ojos hasta sus labios rectos. Crowe y Eira sabían que Azariel era demasiado sensible a veces, especialmente con personas cercanas, aunque intentara mostrar una coraza dura de arrogancia y altanería. Sin embargo, el problema ahora era que lucía devastado por Daren, un extraño.
—Az, ¿hay algo más? —increpó ella.
La criatura sonrió. Hace tiempo que no escuchaba ese apodo que con tan poca frecuencia usaban Crowe y Eira. Se lo pusieron treinta años atrás, aunque muchas veces se llamaban hermanos. Azariel notó que siempre que su familia lo llamaba de esa forma era porque estaba en el columpio de la tristeza. Antes, lo utilizaban cuando regresaba de sus entrenamientos bañado en sangre y culpa, con el temor del día siguiente y de verse en un espejo. Era una manera de calmarlo muy efectiva.
—Sí —suspiró—. Tengo el informe de Igor. Habla de los crímenes de Viktoria por los que la enjuiciarían y por los que yo sería asesinado, pero también tiene un expediente mío.
—¿Y qué dice?
—No es muy extenso, pero menciona que hay algo más dentro de mí, además de la sangre de las tres líneas, algo que me vuelve inestable... Según su hipótesis, podría ser hijo de infectados y sería la razón por la que soy tan peligroso.
—Eso es imposible. Un hijo de infectados, de antigua o nueva generación, siempre conservaría su forma animal. Esas bestias nunca vuelven a ser humanos, ni siquiera en la muerte.
—Lo sé, Crowe, pero Igor creía que Viktoria me robó de mis padres cuando era un niño para experimentar conmigo. Siendo alimentado con la sangre de las tres especies desde tan pequeño pudo haber alterado mi ADN hasta volverme humano..., o algo parecido... Todo es tan confuso.
—Y si es así, ¿es esa la razón por la que los infectados te obedecen?
Eso era lo que él temía. Su aparente poder sobre los híbridos era casi una prueba irrefutable de su naturaleza original como hijo de infectados. Ello no sería difícil, pero aún no lograba aceptarlo del todo. Quería creer que esas bestias sentían lo peligroso que era y que su obvia jerarquía los hacía sumisos, aunque empezaba a dudarlo. Hasta hace quince años, quizá menos, no podía controlarlos y era absurdamente débil frente a ellos; sin embargo, fue luego de su despertar en 1979 que empezó a dominarlos. Se preguntó entonces, ¿qué sucedió en ese período dormido? Él deseaba saber qué hizo Viktoria para que pudiera controlar híbridos.
—Como sea —suspiró—. Tal vez pueda averiguarlo pronto. Viktoria tiene un diario sobre sus experimentos y debo encontrarlo.
—Podemos ayudarte.
—No dejaré que se pongan en peligro, suficiente tienen con ser mis amigos. Si Viktoria descubre que husmean en su despacho, los castigará igual que a mí.
Y un castigo impartido por Viktoria Ivanov era como volver a la época de la inquisición, y si él como una rareza era apenas capaz de soportar esos martirios, dos vampiros jóvenes serían fácilmente despedazados. No podía siquiera arriesgarse a que eso sucediera porque entonces sentiría como si él mismo los hubiera asesinado. No lo soportaría.
—Eso no lo decides tú, Az. Somos tu familia y vamos a protegerte.
La criatura sonrió ligeramente, una débil mueca en sus labios que aún no era capaz de encubrir su devastación.
—Fuera de eso. Confiesa. ¿Qué sucede con Daren Kostov?
—¿Con Daren?, ¿él qué tiene que ver con todo esto?
—Vamos, Azariel, sabemos que algo muy serio debe suceder en tu interior como para que estés tan deprimido por lo que dijo.
—Me llamó monstruo, esa es suficiente razón para deprimirse —se escudó.
—Durante sesenta años, ¿cuántas veces no te lo han gritado? Nunca te importó, no al menos como para que estés tan triste. ¿Qué ocurre?
A veces odiaba a Crowe y su facha de detective del siglo pasado, terco y perspicaz que no estaba conforme con respuestas en migajas. Lo quería todo y lo obtenía. Lo peor era que tenía sus métodos para averiguarlo. Azariel juraba que, si él no le decía lo que esperaba, entones Crowe investigaría por otro lado, podría incluso preguntarle a Daren o a sus amigos. Aun así, durante los años que llevaban de conocerse, él siempre respetó su decisión de no hablar sobre ciertos temas turbios, pero ahora parecía un total chismoso que ansiaba saber los detalles de un idílico enamoramiento.
—No lo sé, Sherlock. Él es..., extraño. Es el único que puede percibirme y se ha obsesionado con darme cacería.
—¿Y?
—No hay más.
—Mentiroso. Apuesto que te gusta.
—¿Gustarme a mí ese perro rabioso?... Tal vez sí —confesó en voz baja—. Es totalmente ridículo. Lo conozco desde hace un mes, ¡menos!, y no puedo...
—Estás frito. Él te gusta mucho.
Eso era lo que temía. Sin embargo, al pensar en Daren Kostov, Azariel se sonrojaba. Recordaba sus brazos gruesos, fibrosos y tatuados. Su rostro serio y condenadamente intimidante que él quería acariciar. Últimamente, llegaban a su cabeza torpes pensamientos poco decorosos que le hacían avergonzar. Se sentía como un pervertido, sin remedio.
—Es por eso que te dolieron sus palabras, Az, porque te gusta y quieres que él sienta lo mismo por ti.
—Pues no sucederá y eso es un hecho.
—No, pero debes dejar de vestirte como mi abuelo —sugirió Crowe viendo lo fachoso que vestía el Jade Blanco.
—Y debo dejar de ser un monstruo.
—No lo eres.
—Díselo a él.
Entonces, ¿realmente le gustaba Daren?, ¿así de fácil cayó por ese licano? Estaba frito.
****
—Necesito que asesines a alguien.
Ella lo decía con calma y tranquilidad, como si hablara del clima y no de un homicidio premeditado. Azariel sintió repudio por esa fría naturaleza que Viktoria tanto amaba.
—La secretaria de Georgiev es una perra chismosa y no dudo que intentará llegar al Concilio y arruinar mis planes.
—¿Ella sabe todo? —preguntó apenas, con la baja y seria.
—Un poco, al menos lo más importante, y por eso quiero que la visites, ahora. Es preciso que desaparezca antes de que envíe un comunicado a los Sali.
Azariel recibió la hoja con la dirección de la mujer. Vivía en Lozenets, cerca de donde se encontró con Daren hace varios días. Esperaba que al menos no apareciera o terminarían peleando en medio de la calle.
Tomó la motocicleta y salió del aquelarre. Aunque era verano, se sentía un curioso viento frío que le calaba los huesos a través de su delgada ropa desgastada. Si le preguntaban a alguien sobre su atuendo, dirían que se trataba de un vagabundo atrapado en los noventa. Deprimente.
Siguió por la adoquinada calle hasta la casa número cincuenta y ocho, cuya fachada simple le recordó lo poco creativos que pueden ser algunas personas. No tenía flores ni alguna gracia al frente; así, cualquiera diría que se trataba de la morgue y no de una residencia familiar. Aparcó la moto y se quitó el casco. Su cabello revuelto lucía aún más desastroso luego del viaje, pero verse bonito no estaba entre sus planes ese día. Revisando su alrededor, entró.
La casa tenía una decoración de hace un par de años, algo vieja pero elegante. En las mesas con tulipanes reposaban cuadros de la familia de su víctima. Esposo e hijos. Demonios. La mujer quería apelar a su lado humano, una lástima que de ello le quedara muy poco, y aun así era suficiente.
—¿Quién eres?, ¿qué haces aquí?
La mujer apareció frente a él, enojada y temerosa.
—¡¿Qué haces en mi casa?!
—Debes irte de la ciudad. Viktoria Ivanov te quiere muerta.
—¿Has venido a asesinarme?
—Vine a salvar tu vida. Tienes hasta el anochecer para irte antes de que ella se entere. No puedes quedarte o te asesinará.
—Ella..., ella... destruirá al Concilio.
—Por favor vete, no quiero hacerte daño. Prometo retener a Viktoria lo suficiente hasta que te hayas ido, pero debes escucharme. Hazlo por tu familia.
—¿Cómo sé que no me engañas?
—Si quisiera matarte, en este momento ya no estarías respirando —finiquitó—. Hasta el ocaso.
Salió de la casa y se encontró con Daren Kostov frente a él. El licántropo tenía el entrecejo fruncido y los labios en un rictus intimidante. Azariel maldijo en la mente su mala suerte.
—¿Qué diablos haces aquí? —ladró Daren.
—No me digas que esta es tu casa.
—No, pero estás muy lejos de tu nido, rata.
Seguía enojado, aparentemente.
—Simplemente dejaba un recado.
—¿De Viktoria?
—No te incumbe —musitó y al intentar pasar por su lado, la mano del lycan lo sujetó por el brazo. Azariel rodó los ojos, cansado—. ¿Acaso me estás siguiendo?
—No, yo vivo cerca de aquí. Te vi y quise saber qué te traía a este sector.
—Deberías dejar de entrometerte en los asuntos de otros. Eres fastidioso.
El aroma a pino de Daren llegó a la nariz de Azariel. Era delicioso y tranquilizante, al menos hasta que el tosco hombre lobo abría la boca para fastidiarlo con acusaciones. Empero, quería mucho bañarse con ese olor tan adictivo y llevarlo sobre su piel.
—Colmas mi paciencia, Azariel.
—Y tú la mía. No estoy haciendo nada malo y actúas como si acabara de matar a alguien.
—Depende, ¿lo hiciste? —preguntó Daren con tono hosco.
—Déjame en paz o puedes arrepentirte —gruñó.
—¿Y qué me harás?
Entornando los ojos, Azariel se soltó del agarre de Daren y con la rodilla derecha golpeó la entrepierna del hombre quien se encogió adolorido, profiriendo gruñidos y quejas.
Lo sintió grande.
—Maldito hijo de perra.
Y probablemente sí era el hijo de una, al menos de una infectada.
—No necesito mucho para intimidarte, al parecer —se mofó—. La próxima vez, no seré tan suave.
—La próxima vez tendré mis dientes en tu cuello.
Azariel tragó grueso. ¿Por qué se sintió acalorado?, ¿acaso estaba demento o muy necesitado?
—Que sea una promesa.
****
Tres horas y media. Azariel suspiró. La mujer debía estar ya muy lejos de Sofía si tomó su consejo; si no era así, seguramente Viktoria descubriría que desobedeció sus órdenes y que además confabulaba en su contra, entonces el castigo sería duro. A pesar de que estaba nervioso, no podía demostrárselo a ella.
Aún era temprano, con el sol brillante entre las escasas nubes del cielo. Al menos la mujer tenía algo más de tiempo hasta que el sol se ocultara detrás de las montañas. Si lograba irse de Sofía, poco o nada podría hacer Viktoria para atraparla en caso de que lo descubriera todo. Claro, aún quedaban sus aliados en las demás regiones búlgaras, pero con suerte la secretaria pasaría desapercibida.
En el pequeño salón de lectura en una de las torres, Joseph lo encontró.
—He querido charlar contigo desde hace unos días, ¿puedo?
—Adelante.
El viejo vampiro tomó asiento junto a Azariel en aquel mullido sofá negro.
—Luka me dijo que tú nos descubriste.
—Le aconsejé que echaran el pestillo cuando estuviesen solos.
—Lo lamento. Es que la mayoría de vampiros del aquelarre a esa hora suelen estar dormidos y muy pocos pasan por la biblioteca, en todo caso —se excusó avergonzado—. Supongo que también se debe a que no estoy acostumbrado a tenerte aquí.
—Por mí no debes preocuparte, no voy a juzgarlos.
—Lo sé. Azariel eres una buena persona, aunque te conozco muy poco.
—Tú..., eres como..., como mi padre —mencionó apenado, bajando la cabeza—. Siempre que regreso intentas que me sienta en casa.
—Este es tu hogar.
—Mi hogar son Crowe, Eira y tú. Ni siquiera esta mansión puedo considerarla mi casa, quizás sólo el cuarto de Crowe.
—Pero, si sientes eso conmigo, ¿por qué no puedes ser sincero entonces?
—¿De qué hablas?
—No sé nada de ti.
Él tampoco sabía nada de sí mismo.
—No soy nada extraño, simplemente un humano.
—No lo eres.
Azariel lo miró con ojos abiertos y los labios fruncidos por el nerviosismo. Joseph siempre se creyó aquel viejo cuento de que era un humano inmortal creado por Viktoria en un laboratorio, y nunca lo increpó por ello. ¿Por qué ahora él le decía eso?
—No eres un humano, no eres un vampiro, y no eres un licántropo. No sé qué eres.
—¿Por qué dices eso?
—Porque lo siento. Algo en mí me dice que eres un misterio, pero que sobre ello lo único certero es que no eres un humano como has intentado convencerme por años.
Azariel se preguntó, entonces, si Joseph era capaz de olerlo tal como Daren. Aun cuando los vampiros tenían sentidos muy desarrollados, el olfato no era uno de ellos. Podían correr rápido, poseían fuerza descomunal, no envejecían, y podían incluso hipnotizar a otras criaturas. No obstante, ¿cómo es que Joseph Velev, con habilidades limitadas, logró descubrirlo?
—¿Desde cuándo lo sabes?
—Casi desde el mismo momento en el que llegaste por primera vez a esta casa. Mi corazón se sacudió con fuerza al verte y era algo que jamás experimenté. Nunca indagué más allá de lo que ustedes decían. Viktoria no es una mujer con la que me guste tratar cuando está enojada, y lo suele estar cuando alguien se mete en sus asuntos.
—Nunca me lo dijiste.
—Al inicio no creí que fueras importante, y entonces te conocí. Eras un niño que acataba las órdenes de Viktoria, y te asustaba todo tal como un humano, pero no lo eres.
—No puedo decirte nada sobre mí. Lo poco que sé lo he aprendido con los años. Yo no sé quién soy.
—Eres mi Azariel, ese niño que decidí proteger hace muchos años.
Azariel lo recordaba.
En 1903, cuando era su segunda vez despierto, empezó a entrenar en los picos de Rila, al sudoeste de Bulgaria durante el crudo invierno que cubría con una gruesa capa blanca los lagos, glaciares y los ríos se volvían largas pistas congeladas. En aquella época, siendo solo un niño, las heridas de sus batallas sanaban rápido y no dejaban marca, como lo haría cualquier inmortal, pero el miedo que le generó a sus adversarios le provocaron numerosos castigos.
Los traumas del pasado estaban aún latentes.
Y cuando llegó tan lastimado al aquelarre debido a la falta de hemoglobina, Joseph curó sus heridas y le ayudó a sanar. Le dijo a Viktoria que su experimento estaría desde entonces bajo su protección. Así empezó defenderlo del enojo de Viktoria. Se libró de un par de castigos gracias a él, pero empeoró otros.
—Puedo saber, ¿por qué decidiste decírmelo ahora después de tanto tiempo?
—Porque siento una opresión en el pecho desde que regresaste. Siento que algo va a sucederte y..., creo que intentaba saberlo todo para cuidarte.
—Descuida, estaré bien.
—Ese es el problema, Azariel, tú siempre estás bien, aun cuando estás herido.
Azariel no dijo nada, solo bajó la cabeza y se mordisqueó los labios, nervioso.
—Recuerdo aquella vez hace como dos décadas. Regresaste con Viktoria cerca del amanecer, cubierto de sangre y tembloroso. Querías llorar, pero cuando te pregunté lo que sucedía, me respondiste que estabas bien. Por años me he preguntado qué es lo que te detiene de hablar, y no es sólo conmigo, sé que a Crowe y a Eira tampoco les cuentas lo que sucede.
—Me gusta pasar desapercibido.
—¿Y eso por qué ha de significar que ocultes tus sentimientos?
—Es mejor así; además, los sentimientos son una pérdida de tiempo.
—¿Eso te lo enseñó Viktoria?
—Tiene sus ventajas pasar tanto tiempo con ella, al menos me enseñó a ser fuerte.
—Y al momento en que tu fortaleza se acabe, ¿qué te quedará?
Nada, entonces, no tendría ni siquiera a su familia.
Joseph largó un pesado suspiro. Él sabía que no lograría sacarle una sola palabra y que seguir insistiendo lo alejaría.
—Recuerda que si me necesitas estaré aquí.
—Desdicha—
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top