Dieciséis
несигурност
Orden de ingreso a la Granja de híbridos No. 3, fecha 24 de agosto de 2021.
El guardia recibió el papel firmado por Gabriella Zariva y le permitió ingresar. Daren miró a su alrededor con honda curiosidad; desde la entrada él pudo ya percibir un aroma peculiar que no supo reconocer bien. Siguiendo por el corredor, el olor se intensificó hasta llegar a las jaulas amplias, donde en cada una estaban cinco infectados en perfecta armonía, demasiado extraño en bestias que perdieron su razón hace tiempo y cuyos instintos los gobernaban. El hombre lo dejó solo.
Los infectados lucían aquel desaseado aspecto tan repugnante, pero, a pesar de ello, irradiaban un aura extraña que preocupó al cazador. Demasiado ordenados y silenciosos. ¿Cuándo fue la última vez que vieron híbridos comportarse así? Probablemente jamás. Revisó la bitácora colgada a lado de la jaula.
22 de agosto.
Comportamiento errático, convulsiones y pérdida de peso.
A la media noche murió uno de los infectados, el más viejo.
La autopsia reveló un compuesto extraño en su sangre, hemoglobina híbrida, con un tiempo de maduración de más de cien años. La carne por dentro estaba necrosada por el virus.
Hipótesis: La sangre híbrida fue letal para un infectado original debido a la mutación; las nuevas generaciones cambian de la misma forma que el virus en esa sangre y pueden soportarlo, incluso moldearlo para que ello no afectara sus sentidos.
23 de agosto.
Comportamiento ordenado y obediencia aparente.
Tienen un líder por cada jaula de infectados nuevos, al más grande y poderoso, cuyo aroma parece ser más fuerte que el del resto.
Siguen siendo instintivos y peligrosos.
El guardia de la celda fue asesinado cuando intentó un ejercicio de control con las bestias. Fue un ataque coordinado.
Daren dejó el informe y sin saberlo tenía el entrecejo fruncido y los labios en un rictus preocupante. Echó una nueva mirada a los animales mientras su mente procesaba la información. Aunque no estaba expresamente dicho en esas hojas, las bestias eran ahora híbridos de las tres especies, inferiores a Azariel, según Daren, ya que ellos mantienen un gen de híbrido común muy latente. Pasando sus ojos los animales, estos inclinaron la cabeza como perros sumisos. Por eso Gabriela lo envió allí.
Suspirando entró en la celda y cerró tras de sí. Los animales no lo miraron, apenas profirieron leves gruñidos y respiraciones pesadas. Ellos lo sentían, a pesar de los años y de su autocontrol. Daren se sintió enfermo por ello. Tomó de los frascos con sangre adheridos a su cinturón, el que tenía la etiqueta de vampiros y lo destapó e inmediatamente el aroma inundó la jaula. Repulsivo para él.
Regó la sangre sobre su mano y la acercó, pero ellos no se movieron, ni sus narices siquiera. No les interesaba.
Intentó nuevamente, esta vez con sangre de hombre lobo, pero la reacción fue la misma; entonces sacó sangre de animal, pero otra vez nada. Lo sospechaba. Mezcló las dos sangres y sólo por un segundo pareció captar la atención de las bestias malolientes, mas ninguno se atrevió a acercarse, como si esperaran el permiso de alguien. Tomó una muestra de sangre de humano y la derramó sobre la que ya estaba mezclada, eso, por supuesto, capturó el interés de los infectados que se pusieron notoriamente inquietos, babearon y enseñaron los dientes, y con sus patas arañaron el piso.
Iguales a Azariel y...
Era su razón de cambiar y su nueva fuente de alimento, solo así sobrevivirían.
Salió de la jaula bajo la mirada de los animales que seguían el aroma del plasma. Regresó con una bandeja de carne; entró nuevamente y tomó el primer trozo tibio de ternera que bañó con la mezcla de sangres, la tiró frente a ellos y, aunque se relamieron y ansiaron abalanzarse sobre ella, no lo hicieron. Control absoluto.
—Coman —dijo, aunque no supo porqué, pero funcionó.
Las bestias saltaron a devorar la carne, pelearon incluso entre ellas; gruñeron y arañaron la piel del cerdo hasta obtener un pedazo que llevarse lejos del frenesí.
Le obedecieron y él temía la razón, pero le parecía ridículo. Él no era más fuerte que un híbrido, mucho menos uno de generación tan reciente.
—Deténganse —ordenó y a regañadientes le obedecieron y se alejaron de la carne.
Intentó algo nuevo. En otra pieza de carne roció sangre de vampiro y se las ofreció. Dio la orden y ellos la acataron; lo mismo sucedió con la presa con sangre de hombre lobo y con la de humano. Órdenes, a eso se resumía todo.
Pero la pregunta era, ¿quién estaba dando las órdenes? Solo una criatura lo suficientemente poderosa como Azariel, cuyo gen mezclado inspiraba poder y miedo, podrían forzar a esas bestias a la obediencia. Nadie más sobre la tierra tendría esa habilidad.
Él sabía que Azariel no pudo hacerlo porque las fechas simplemente no coincidían. Cuando esos animales fueron inyectados y cambiaron, Azariel estaba malherido, en medio de una agonía aterradora. Pensó en Viktoria, después de todo, ella buscaba el poder con impaciencia y haría lo que sea para conseguirlo; sin embargo, era una vampiresa como cualquier otra, y por muy vieja y poderosa que fuera, nunca lograría evocar esa sumisión en los infectados. De haber podido, las Guerras de Sangre hubiesen tenido otro final.
Empero, nada se le ocurría entonces y su hipótesis perdía a su actor principal.
Salió de la jaula y llamó a Gabriela.
—¿Qué tienes para mí?
—Órdenes, actúan bajo órdenes de alguien. Su control y obediencia es en espera de la llegada de un mensajero.
—¿Un mensajero?
—Nadie dentro de las granjas pudo inyectarles esa sangre, debió ser un extraño. Necesito las listas de visitantes, si es que los hubo, e interrogar a cualquiera que haya estado en contacto con estas bestias.
—¿Te obedecieron? —le preguntó ella guiada por la perspicacia de años de batalla.
—Sí. No importa la sangre y tampoco el hambre, atacaron porque se los ordené, pero ansiaron más la mezcla de las tres sangres, de eso se alimentan y se mostraron algo impacientes.
—Teorías —pidió.
—Aunque me es difícil de comprobarlo, creo que Viktoria Ivanov está detrás de esto.
—Razones.
—Ha estado interesada en hacerse del Concilio desde hace décadas y desencadenar una nueva guerra la dejaría en el poder si es ella quién la provoca.
—Pero no tienes pruebas.
De hecho, sí tenía pruebas, una muy valiosa y que demostraría lo enloquecida por poder que estaba Viktoria. Azariel. En su sangre vivía el registro de los crímenes cometidos por la vampiresa y sus planes a futuro.
Aun así, no fue capaz de soltar el nombre de su huésped, como si la lengua se le amortiguara y las palabras murieran en la punta. ¿Por qué no podía? ¿Acaso no prometió destruirlo?
Tal vez lo dudaba.
—Sé que hasta usted lo cree, pero no, no tengo pruebas.
—Consíguelas y preséntalas ante el Concilio tan pronto como sea posible. Desenmascararla frente a todas es la única forma de prevenir una guerra.
****
Regresó a la casa y se encontró con un silencio preocupante. Las cosas estaban intactas, por si en algún momento se le ocurrió que Azariel tendría otras mañas, además de las que ya de por sí poseía. Llamó su nombre desde la sala, pero no obtuvo respuesta. Olisqueó el aire buscando rastros de extraños que pudieron pasar por ahí, sin embargo, únicamente encontró el aroma enloquecedor de la criatura. Lo siguió hasta el segundo piso, por el corredor de las habitaciones que conducía a un balcón al final; tras la puerta corrediza estaba el muchacho, sentado en el bordillo blanquecino de la baranda. Se acercó y se ubicó a su lado. Azariel ni siquiera se inmutó por su presencia, pues estaba demasiado ensimismado admirando el atardecer como para prestarle atención al licano.
—¿Siempre es tan bonito?
Él supo a lo que se refería.
—Hay atardeceres más bonitos que otros.
—Para mí todos son preciosos, especialmente cuando siento que serán los últimos que vea.
—¿Es lo que sientes ahora?
—Casi siempre siento eso, es por la incertidumbre de no saber lo que sucederá mañana, pero ahora estoy bastante tranquilo. No importa si me voy pronto, no dejaré nada aquí.
—¿Y tus amigos?
Azariel sonrió, pero sus ojos nunca se apartaron del camino descendente del sol.
—Desde que me conocen, ellos se han hecho a la idea de que un día no volveré. Me va a doler dejarlos, pero va a ser bueno que se alejen de mí.
—¿Así de malo eres?
—Peor —se burló—. Aunque prometo pagarte toda tu ayuda.
—Mas vale que lo hagas porque en lo que llevas aquí has arruinado mis finanzas —habló con mofa y una sonrisa chueca en los labios—. ¿Quién diría que siendo tan delgado comerías tanto? ¡Y no hablo de sangre!
Azariel se sonrojó y agachó la cabeza, avergonzado, mordiéndose los labios y jugando con sus manos.
—Lo lamento, y si pudiera devolverte todo el dinero que has gastado en mí, lo haría.
Pero no podía. No tenía un solo stotinki en el bolsillo. Nunca tuvo nada, en realidad, tampoco una vida que vivir y eso le deprimía.
—Seguro podemos hallar una forma de que me pagues, ¿qué te parece ser mi mucama? —sugirió con una sonrisa perversa.
—Sólo si quieres que te envenene con lo que sea que cocine. Nunca he encendido una estufa.
—Prefiero conservar mi casa —lo detuvo—. Entonces supongo que has de encontrar otra manera de saldar tu deuda conmigo, así te tome toda la eternidad.
«Pero no viviré tanto como para pagártelo», pensó.
—A propósito, se acabó la sangre.
Azariel se mordió los labios.
—¿No puedes conseguir más? Lo siento, es que mi cuerpo aún está-
—Lo sé. Pero me es imposible conseguir más. La sangre de ayer la saqué casi de contrabando y otra poca fue por un ilegal intermediario, nada que me enorgullezca mucho. Pero si intento obtener otras pintas podría meterme en problemas.
Azariel se removió nervioso. Él necesitaba sangre. Lo sentía y lo sabía. Siempre que Viktoria lo castigaba dejándolo sin comida, su cuerpo se volvía más inestable que cuando estaba enojado y nada era suficiente para mantener sus instintos a raya. Si no lograba estabilizarse, Daren correría un grave peligro.
—La necesito.
—... No sé cómo ayudarte. Intenté llamar a Crowe por si él podía ser de ayuda, pero me dijo que estaban ocupados cuidando otro problema. Mi escuadrón no puede conseguir sangre de vampiro con facilidad.
Azariel quiso gimotear como niño pequeño.
La situación le preocupaba mucho, aún más porque sentía sus colmillos picar para salir y enterrarse en el cuello de Daren. Es que, ¡demonios!, su sangre olía demasiado bien, tan atractiva como nunca la sintió en un lycan. Su pulso se aceleró al tenerlo cerca y francamente quiso saltar sobre él y..., hacer mil cosas depravadas.
Con las manos cubrió su sonrojado rostro culposo que delataba sus perversos pensamientos.
—No sé qué hacer.
—... ¿Podrías darme de tu sangre? —preguntó finalmente.
—¿Mía? Soy un hombre lobo y tú necesitas-
—Lo sé, pero..., huele delicioso. Es extraño, lo sé, pero la necesito.
Daren temió la razón.
—Me dejarás seco.
—No lo haré, lo prometo, ni siquiera tengo que morderte.
—No me preocupa que me pases tus virus, sino que vacíes mis venas —murmuró acalorado.
Cuando Azariel se lo mencionó, Daren sintió el deseo de ser mordido, de darle su sangre hasta que se saciara. El pulso se le aceleró. Su mente ni siquiera se atormentaba por un hecho que llevaría a que su genética se alterara y lo cambiara como a los infectados.
—Por favor —le suplicó.
Y Daren no pudo negarse.
****
La lengua de Azariel pasaban sin cuidado por sus labios al ver a Daren hacer un corte en su muñeca y su sangre empezó a salir. El licano tuvo la intención de verter el líquido sobre un vaso de vidrio, mas la impaciencia de la criatura fue más grande. Las manos de Azariel apretaron el robusto brazo contra su rostro, aproximando la herida a su boca antes de que se cerrara.
—No te atrevas a morderme porque yo he de hacerlo más fuerte —le advirtió y vislumbró una chispa de malicia en los ojos de Azariel.
El Jade Blanco se removió sobre el sofá. Su lengua acarició la herida de un lado al otro, saboreando las primeras gotas de deliciosa sangre. Un jadeo se le escapó. Sus labios apresaron la zona y sus dientes la rozaron, succionaron con el hambre de un moribundo. Chupaba y chupaba sin cansarse, cerrando los ojos con placidez.
Y Daren..., Daren estaba en la plenitud del éxtasis. Su cuerpo se sentía caliente y levemente nublado por la pérdida de sangre, pero no podría importarle menos. Su piel quemaba desde dentro y sus venas palpitaban como su propio corazón. La adrenalina recorriéndole cada terminación nerviosa. Verlo así fue, por extraño que sonara, sumamente erótico y se lo imaginó bebiendo de él..., de otra forma igual de placentera. Debajo de sus pantalones, su polla se erguía con cinismo, demasiado desesperada por salir. Irrefrenablemente, sus bajos instintos salían a flote y rogaban por tender a Azariel en el piso y despojarlo de su ropa, acariciar su cuerpo desnudo y calentarse con su fulgor. Esos mismos deseos que ahora lo enloquecían estuvieron bajo su pellejo por muchos días, fortaleciéndose con la perversa imagen de Azariel durmiendo en su cama, y nutriéndose con su presencia rondando alrededor.
No lo soportaba y temía perder el control con ese pequeño ciervo.
Su cuerpo se sintió cada vez más cansado y supo que era el momento de parar antes de causar un daño difícil de curar. Tomó en su diestra un puñado del cabello de Azariel, las hebras suaves se deslizaron entre sus dedos, coqueteándole; apretando su mano, tiró de él lo suficientemente fuerte como para separar al muchacho de su brazo que ponía resistencia hacia el lado opuesto. Un gemido salió de la ensangrentada boca de Azariel, casi demasiado gustoso por todo, incluso por la rudeza con la que fue tratado.
—Creo que has bebido suficiente —le dijo con la voz ronca y profunda delatándolo.
Pero el rostro lloroso de placer de Azariel le dijo lo contrario.
—Quiero más —suplicó.
—No, Azariel.
El Jade Blanco se lamió los labios limpiando el rastro de sangre sobre ellos, entonces tomó el brazo de Daren que aún tenía hilos rojos pintándole la piel, con la lengua limpió la zona sin desperdiciar una sola gota. El juicio de Daren estaba siendo pisoteado por un millar de ideas perversas que surcaban su mente.
Estaba a cinco segundos de probar por sí mismo esa lengua juguetona.
—Basta —dijo y se apartó abruptamente.
Azariel lo miró con el odio de un niño pequeño hacia un adulto que le quita su juguete; frunció los labios y entornó los ojos. Daren se alejó murmurando algo poco entendible; corrió al baño cerca de la sala donde se encerró. Bufó. Recargó su cuerpo contra la puerta y llevó su diestra a su entrepierna, la tocó y sintió lo duro que estaba.
—Me he vuelto malditamente loco —bisbiseó y bajó la bragueta de su pantalón y tomó su miembro de dentro de su ropa interior. Duro y caliente—. ¡Puta madre!
Su mano subió y bajó a lo largo de la extensión, presionó la punta y apretó el tronco con rabia. Gruñendo bajo al sentirse molesto consigo mismo por permitir tal bajeza.
Sus movimientos se volvían más rápidos a medida que su cabeza se nublaba con la erótica imagen de Azariel succionando su sangre, tal como quería que chupara su miembro. Maldijo otra vez. Lo deseó ahí, ayudándolo a bajar su erección, de rodillas sobre la baldosa y con la boca hinchada por tener una polla dentro. Deseaba tirar de su cabello nuevamente y empujarlo contra su pene hasta que Azariel le suplicara piedad. Deseaba verlo con los labios cubiertos de su esperma, ver esa lengua traviesa salir y tomar un poco para probarlo.
Con esa imagen se corrió y largó una grosería.
—La próxima vez que él haga algo como eso..., no podré contenerme.
****
Jez la miraba nervioso, temiendo ser blanco del enojo de Viktoria. La mujer llevaba días trazando sus siguientes movimientos, especialmente en lo relacionado con Luka, pero los guardaespaldas que tenía se lo impedían. Daba igual, de todas formas, porque esa noche Joseph llegaría al aquelarre, entonces una nueva pelea se desataría entre los líderes vampiro.
Viktoria leyó un par de hojas y dejó su firma en una de ellas, y parecía tan en calma que era tenebrosa. Finalmente, alzó la mirada y le habló.
—Búscalo y tráelo ante mí.
—¿Cómo podría encontrarlo?
Viktoria rodó los ojos. Por eso odiaba a los subordinados con más masa muscular que cerebral, eran incapaces de actuar por cuenta propia. Respirar para ellos era una hazaña. Le daría una oportunidad, aun así.
—He esperado a que regresara por sus propios pies, pero creo que se le ha olvidado el camino o intenta desafiarme aún más. De cualquier manera, lo necesito aquí antes de que intente algo estúpido como escapar de la ciudad.
—Pudo hacerlo ya y, de ser así, no lo encontraríamos jamás.
—Él me teme lo suficiente como para no ir en mi contra. Ha escapado, sí, pero está oculto igual que una rata en algún lugar de la ciudad. Hoy su cuerpo estará completamente sano luego de que los efectos de la droga hayan pasado. Necesito que lo busques y que lo traigas ante mí. Usa a los infectados de las granjas, ellos te llevarán a él.
—¿Cómo podrían?
—Porque siempre lo han sentido y reconocido como su superior; porque él por su genética es otro híbrido; y porque ahora ellos tienen corriendo por sus venas la sangre del Jade Blanco.
—Incertidumbre—
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