Catorce
състрадание
—¿Permiso?
—Sí, Señora, requiero un permiso de dos días —habló Daren.
—En verdad que me gustaría poder negarme, pero es justo; tienes un par de días de vacaciones sin tomar, así que supongo que está bien. Sin embargo, me hubiese gustado que estuvieras para la reunión de líderes ahora que estoy de vuelta.
Gabriella Zariva soltó un suspiro a través del auricular. Dentro de poco habría una reunión con los líderes de escuadrón por motivo de su regreso a la capital búlgara, así tendría la oportunidad de conocerlos a todos y armar un plan de caza para los infectados. Llegó la mañana pasada en un avión desde Constanza, y al primer guardián con quién se topó fue Daren, quien cubría el turno en el cuartel aquel día.
—¿Puedo saber para qué es el permiso?
—Tengo que cuidar a un amigo que se encuentra herido.
Un amigo. Inconscientemente, su mirada viajó hasta las escaleras y recordó a Azariel. Lo tenía muy presente en su mente desde que se convirtió en su huésped, no, desde que lo conoció y no pudo apartarlo de sus pensamientos. Recién se daba cuenta de lo mucho que lo pensaba.
Cortó la llamada y fue a la cocina a preparar el almuerzo. Habían pasado algunas horas desde que llegó Azariel y él aún se sentía como en una jaula con un león dormido.
Tomó algunos vegetales de la nevera para una ensalada: tomate, pepino, pimientos coloridos y queso feta. Sacó pechuga de pollo fileteada, la sazonó y puso a freír en la sartén. Mientras esperaba, tomó de la refrigeradora una lata de cerveza artesanal de las que producía el hermano mayor de Ciaran, Andreas.
Mezcló la ensalada con una vinagreta y la unió con la pechuga en trozos. Sirvió su comida en el pequeño comedor y se sentó. Aunque tenía poco apetito, cortado por las fuertes emociones, cocinó por inercia. Como si fuera piloto automático.
Empezó a comer y cuando llevaba media cerveza escuchó unos suaves pasos contra la madera, y enfermizos jadeos que llenaron el aire. Giró el rostro hacia las escaleras donde divisó una sombra moviéndose torpemente por las gradas. Oyó un goteo sordo que golpeaba el piso, casi imperceptible, y el aroma a sangre que lo embriagó por completo.
Azariel.
Se acercó con cautela a la espera de que el muchacho apareciera y cuando quiso pronunciar su nombre, lo vio. Llevaba uno de sus camisetas viejas, una con un puma al frente y una leyenda irrelevante, que cubría su cuerpo hasta los muslos. Su cabello despeinado iba a juego con el resto de su aspecto. Rostro asustado, labios secos, ojeras poco profundas; de sus brazos se había quitado la intravenosa y la sangre había ido cuesta abajo. La expresión de Azariel no mejoró al verlo.
Daren tragó grueso.
No era momento para que sus ojos se fijaran en las piernas pálidas del convaleciente muchacho.
—Azariel —consiguió decir.
—¿Qué hago aquí? —le preguntó con voz ronca.
—Apareciste en el parque durante la noche de ayer. Estabas herido y te desmayaste. Crowe y Eira vinieron y trajeron sangre para ti.
—¿P-por qué estoy aquí? —balbuceó, asustadizo.
—Porque voy a cuidarte.
De poder, Azariel se hubiese reído. Daren no era la primera persona en quien pensaba para cuidarlo. Instantáneamente, su corazón brincó y sus piernas flaquearon, pudo haber dado contra el piso de no ser por sus brazos que se sujetaron de la baranda.
Daren se acercó en cuatro grandes zancadas y lo sujetó por la cintura. Sus firmes brazos rodearon el gelatinoso cuerpo del muchacho y compartió con él su calor.
—Te llevaré de regreso al cuarto.
—No, yo debo irme —le dijo, mas no tuvo el valor para mirarlo a los ojos.
—¿Y a dónde? Si te vas ahora vagarás por las calles semidesnudo y serás un blanco fácil para cualquiera, además de Viktoria.
—Nunca he sido un blanco fácil —replicó con altanería, alzando levemente la mirada para encontrarse con el rostro serio del guardián.
—En este momento lo eres para mí.
—Y si lo soy, ¿por qué no...?
—Me gusta jugar con mis presas antes de comérmelas —confesó con una sonrisa coqueta en ese rostro lascivo.
Azariel tragó grueso.
Una vez volvieron a la recámara, Daren le conectó nuevamente a la intravenosa, entonces se dispuso a limpiar el estropicio de sangre que había a su alrededor.
—Si percibiste mi aroma aquí, ¿por qué te asustaste tanto? —preguntó con vivo descaro.
—Porque estaba en la casa del hombre que juró matarme. A ti también te asustaría.
Daren no podía negarlo, y fue cuando se dio cuenta cuan tonta fue su pregunta.
—Debes descansar, aún estás recuperándote, pero supongo que, al ser tú, deberías estar bien dentro de poco.
—No cuentes con ello. Viktoria me inyectó una droga ralentizante.
—¿Definición?
—Con ella en mi cuerpo, mis instintos se nublan y no me permiten recuperarme. Usualmente, puedo sanar mis heridas en unos pocos segundos, mucho menos que cualquier inmortal —le dijo, sonriendo orgulloso de esa parte de su genética.
«Pequeño presumido», pensó Daren.
—Pero drogado, pierdo el control de mis sentidos y mis habilidades son muy pocas. Así que me tomará un tiempo más hasta que la droga salga de mi sistema.
—Creí que era muy raro que un híbrido de las tres especies no pudiera sanar esas heridas tan rápido —comentó vagamente.
—Mi cuerpo está sano en apariencia, pero el metal me quemó por dentro.
Daren se encogió de hombros y dijo:
—Supongo que tendrás que quedarte conmigo un poco más.
Pero, para sorpresa de Azariel, el cazador no lucía devastado por ello, en su lugar, tenía una sonrisa amplia en los labios que provocó en él un agite incómodo.
—Yo..., ehh, ¿dónde dormiré?
—En mi cama.
—¿Y tú?
—A tu lado.
Azariel perdió el aliento nuevamente. Se volvió una costumbre sentirse perdido con aquella forma tan descarada con la que Daren hablaba. Debía controlarse, ambos debían.
Todo sería mejor si el licano fuera más cortés y menos coqueto, y Azariel menos ingenuo.
La risa de Daren le devolvió el alma al cuerpo y Azariel pudo finalmente soltar el aire que no supo que contenía.
—Dormiré en la sala. Tengo una recámara de huéspedes, pero está inhabitable, lamentablemente.
—Yo podría dormir en el sofá.
—¿Y arriesgarme a que Crowe me cuelgue de las bolas por eso? No, gracias.
—Lamento ser una molestia para ti.
—Me prometiste cumplirme un deseo en el parque, pero ahora quiero dos.
—¿No estás siendo muy ambicioso?
—No, considerando que tengo a la criatura más peligrosa del mundo en mi cama.
Ugh. Azariel pasó saliva dificultosamente y se sintió acalorado.
—¿Y qué deseas?
—La verdad y algo más que en el camino descubriré.
—No puedo darte la verdad, no si quieres vivir.
—Soy un suicida —bromeó.
Azariel negó con la cabeza y al apartar la mirada, sus ojos se clavaron en la amplia ventana de cortinas abiertas que le daba una vista de la luna y las estrellas en esa noche despejada.
—Tengo ya muchos pecados en mi conciencia, Daren, y no quiero que tu muerte me persiga por la eternidad.
—Obtendré lo que quiero.
—Pues de mis labios no lo sabrás.
—No estés tan seguro porque yo tengo mis formas de sacar la verdad de los labios de una persona—le dijo y con la diestra sujetó el mentón de Azariel, una leve presión que le provocó un fuerte sacudón—. ¿Quieres probar?
Y de todo.
****
Viktoria aruñó la pared con esas esmaltadas uñas rojas y la presión contra la roca le partió unas cuantas que sangraron desde la base. Sus colmillos aparecieron y quisieron clavarse en el cuello del pequeño inepto que se atrevió a meterse en sus asuntos. Estaba furibunda, pero silenciosa; por dentro bramaba y quería desatar una estampida.
Cuando mandó a Jez para liberar al Jade Blanco, nunca esperó recibir la noticia de su escape, mucho menos que el culpable sería la zorra con la que Joseph fornicaba por toda la mansión.
Ella estaba llegando a su límite.
—Busca a Luka y tráelo ante mí. Esa perra aprenderá a no meter sus manos en mis asuntos.
—Pero está bajo la protección de Joseph.
—El Jade Blanco también y ello nunca me ha impedido darle una lección.
Al menos cuando Joseph no estaba cerca como para evitarlo. Ello la tenía también harta. Cada uno de sus movimientos con Azariel estaban vigilados por Joseph y los amigos de la criatura, y por eso sus planes se postergaron por tanto tiempo, además de los inconvenientes con la volátil genética del muchacho.
—Sí, señora.
—Quiero que vayas a las granjas de infectados y les inyectes esto —le dijo enseñándole una jeringa con sangre—. Un mililitro. Nadie debe verte.
—¿Qué es?
—Mi mejor arma para acabar con todos.
Jez torció los labios al percibir el aroma de esa sangre, era repulsiva y asumía que debía ser una mezcla con sangre de hombre lobo, lo suponía. Salió del sótano hacia el salón del primer piso. Guardó la jeringa en su bolsillo y empezó a buscar a Luka. El muchacho escurridizo no estaba a plena vista, pero podía sentir su débil esencia; estuvo ahí con anterioridad. Recorriendo los pasillos llegó a la biblioteca y entró. Ahí el olor del joven vampiro era más intenso. Lo localizó con la mirada cerca de la baranda, en uno de los suaves cojines, con un libro en la mano y lentes en su rostro. Sonrió como un fiero león y se acercó.
—Estás muy tranquilo para haber perturbado la paz de Viktoria.
Luka alzó el rostro, asustado, pero se recompuso, diciéndose que ningún valiente les temía a las consecuencias de sus acciones, sino que las enfrentaban con el mismo coraje con el que las cometió. Sus ojos verdes resplandecieron y ocultaron tras ellos sus miedos.
—Ella quiere verte.
—Si así lo quiere debería venir a buscarme por sí misma —le respondió, felicitándose internamente por no titubear.
—No seas arrogante. Te has metido en un grave problema. Ella va a destruirte y no tendrás al viejo para salvarte.
Eso temía Luka. Con Joseph tan lejos sería imposible salir bien librado de las garras de la mujer. Sin embargo, cuadrando los hombros se recordó que no era un niño como para esconderse tras las piernas de Joseph; ya era un hombre de más de veinte años con la madurez suficiente para enfrentar sus problemas.
—Pero yo podría ser más suave contigo si-
—Si lo intentas, te cortaré las bolas y no seré suave contigo —sonó la imperiosa voz de Crowe al entrar en la biblioteca junto a Eira—. Aléjate de él.
—Crowe —canturreó con burla—, no sabía que te convertiste en defensor de los débiles.
—Bueno, resulta que eso no es tu asunto, Jez. Largo.
—Debo llevármelo; Viktoria quiere ajustar cuentas.
—Que lo haga conmigo, entonces.
Jez torció los labios mirándolo con asco, se acercó y percibiendo su aroma le dijo:
—Estás siendo una puta molestia.
—Tú también, y si no te vas, voy a tener que obligarte.
—Quiero verlo.
—Jez —llamó Eira—, vete. Si Joseph se entera que has tocado a su amante, te matará.
—No es necesario que me defiendas, pero gracias —mencionó Luka puesto en pie—. Iré con Viktoria.
—No. Si tú vas, Viktoria te despedazará.
—Voy a asumir mi responsabilidad, pero pueden venir conmigo..., no me vendría nada mal un poco de protección extra.
Crowe curvó los labios en una leve sonrisa y asintió.
Jez bufó y los llevó al despacho de Viktoria. La mujer rabió en silencio al ver toda una comitiva acompañar a su víctima, pero ya se lo esperaba, después de todo Crowe y Eira siempre fueron demasiado entrometidos.
—Te atreviste a soltar a mi mascota.
—Azariel no es una mascota sino un ser humano.
Viktoria se carcajeó. ¿Qué parte de Azariel era humana? Quizás aquella mínima parte que ella alteró con sangre de la línea más débil, pero no era otra cosa sino un monstruo sanguinario.
—Como sea. Lo soltaste sin mi permiso. Él es mío.
—Ningún ser humano le pertenece a otro, eso se llama esclavitud y en Bulgaria se abolió hace-
—No me des una de tus clases de historia —lo detuvo—. Él es mi creación y tu altanería te costará.
—No puedes lastimarlo, Viktoria —habló Crowe envalentonado—, porque yo no lo permitiré.
—Debes dejar de jugar a ser un héroe, mocoso, porque todos los héroes mueren a manos del enemigo.
—No en este cuento.
Viktoria se relamió los labios y prosiguió.
—Entonces, si no he de cobrar la deuda, díganme dónde han escondido al Jade Blanco.
Crowe sonrió, soberbio.
—Encuéntralo tú. Luka, vámonos —demandó antes de marcharse.
«Maldito hijo de perra», bramó en su interior. «Un día no podrás ser más su protector y entonces los asesinaré a todos frente a ti y conocerás el infierno».
—¿Quieres que...?
—No, fuiste completamente inútil al traerme a Luka. Están advertidos y lo protegerán —masculló—. Déjalos. Me llevarán al Jade Blanco; por ahora encárgate de los infectados.
****
Luka atendió la llamada esa mañana en medio de una marea de nervios. Era Joseph.
—Crowe me dijo que Viktoria está amenazándote —fue su saludo con voz desesperada.
—Crowe exagera mucho.
—Pues debe ser grave si se atrevió a llamarme. Dime qué está sucediendo.
—... La hice enfadar.
—Ajá.
—Yo..., liberé a Azariel de uno de sus castigos. Viktoria lo tenía en una celda desangrándose. Tuve miedo que muriera ahí, así que lo saqué y lo llevé a esos túneles donde..., bueno —balbuceó sonrojado, quizás no era lo más propio en la situación recordar que en ese tétrico lugar donde se dio su primer beso con Joseph—. Supe que salió y ahora está con un chico llamado Daren, un hombre lobo de los guardianes.
—Crowe no me dijo que Azariel estuvo castigado. ¿Sabes por qué fue?
—No, pero no importa. Él no merece ser tratado como un animal.
Joseph suspiró y Luka temió que sus acciones lo hayan molestado, aunque de ser así no lo comprendería.
—Estoy orgulloso de ti, dyavol. Pero debes ser cuidadoso, Viktoria no es una mujer que quieras subestimar.
—Estaré bien.
—Así lo espero. Yo llegaré dentro de dos días a Sofía, durante la madrugada, así que mantente vivo hasta entonces.
—Lo haré, gruñón.
—Hablaré con Viktoria, y si sabes algo de Azariel, infórmamelo.
—Él es muy importante para ti, ¿no es cierto?
—... Es solo un niño desprotegido y cuando lo conocí me sentí extraño. Él no tenía a nadie y le temía a todo. Solía meterse en muchos problemas siendo más joven, cosas de la edad, supongo, y por ello se ganó demasiados castigos —suspiró—. Nunca me gustó verlo herido, así que me propuse cuidarlo.
—Yo también voy a cuidarlo.
El mayor suspiró y soltó una risita.
—Y pensar que esperé por siglos hasta encontrarte. No podría estar más feliz.
—Calla, vejestorio —soltó él avergonzado—. Seguramente de nacer un poco más tarde te encontraba hecho polvo.
—No me llamaste vejestorio hace un par de noches, ¿o sí?
—No, pero si vuelves a usar hielo, voy a matarte.
—Creí que te gustó, me dio esa impresión.
—Es imposible hablar contigo.
—Vamos, sabes que me encanta molestarte, entre otras cosas.
Luka negó con la cabeza, como si así pudiera despejar los pensamientos que se arremolinaban dentro.
Sí, Joseph era incontenible a veces y tendía a gustarle jugar en medio del placer. Torturarlo hasta el orgasmo era un vicio culposo que tenía él y que Luka aprendió a disfrutar con el tiempo. El viejo vampiro parecía no inhibirse con nada, si bien el muchacho pensó que trataba con un romántico de la época de Shakespeare. No podía ser más diferente.
Cuando se conocieron siempre sintió intriga por el hombre que lideraba el aquelarre. Él, siendo un humano que estudiaba en la facultad de historia de la Universidad de Sofía, solía asistir a muchas charlas en el auditorio y el teatro de la ciudad, en una de ellas conoció a Joseph. El vampiro era serio, parco, pero amable. Quizá no era lo más adecuado sentirse atraído por alguien así, mas Luka no pudo evitarlo. Hablaron muy poco luego de la ponencia, algo sobre las Guerras de Sangre, si su memoria no le fallaba.
Volvieron a encontrarse una noche en el campus. Aunque no se suponía que tomara los cursos nocturnos junto a vampiros, durante el día trabajaba como mesero en un concurrido restaurante del centro. Joseph se sentó en una banca del jardín junto a él y conversaron por largas horas, y cuando les tocó despedirse se dieron cuenta de que era pasada la medianoche. Joseph le sugirió volver a verse y Luka casi dio un brinco de la felicidad.
Y salieron por varios meses durante la noche, aunque hubo día en el que Joseph se arriesgó a ser consumido por el sol y salió por los túneles hasta la Universidad solo para ver al muchacho luego de sus clases diurnas obligatorias. Solían esconderse en la oscura biblioteca para hablar. Desde entonces tienen una fijación con las bibliotecas.
—Te quiero —fue su despedida.
—Compasión—
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top