12. Un par de lecciones.

Desde que la amarga orden abandonó sus labios, acompañada del degradante tono marcado en su voz de alfa, supo que había cometido un error.

Podía entender las razones que provocaron la ira del Omega, pero eso eso no quería decir que llegó a justificar el golpe que aquel atrevido chico le plantó en el rostro, por esa misma razón, Yoongi escogía pensar que tan solo se debía el explosivo e impulsivo temperamento de aquel omega.

¿Un rey siendo golpeado por un campesino? No era algo que se veía todos los días, no era algo a lo que un gobernante podía estar acostumbrado. Después de pasar toda su vida en un pedestal, en su burbuja de privilegios y buenos modales, fue regresado a la realidad en un momento, y sin titubeos.

La mente racional del Rey buscaba sin parar una manera de apaciguar la vergüenza que se había impuesto en él como reacción natural, y si eso era demasiado pedir, al menos poder llegar a relajar el gran shock que le fue proporcionado junto al ardor en su mejilla, acompañado del gran golpe que recibió su ego.

Durante un corto instante, todo pareció una gran obra de teatro, de esas que los pueblerinos acostumbraban a presentar en la plaza del centro. Sabía cómo ellos podían llegar a ridiculizar a cualquier personaje que se estuviese interpretando para el deleite del público. La diferencia radicaba en que nadie le había visto pasar por tal humillación, que lo condenaran si hubiese sido así.

No sabía cómo manejarse a sí mismo, cuando la rabia le llegaba de manera tan directa, aún cuando no tenía el derecho de sentirse molesto, y el ser consciente de eso lo empeoraba todo.

Porque Yoongi había sido concebido por amor, pero incluso ese hecho había sido con un propósito. Había nacido y crecido por la misma razón, por un gran objetivo. Lo criaron como lo que era en aquel entonces, hijo unigénito del difunto rey Min Go-Yeong, descendiente del gran linaje de la magnífica dinastía Min, gran heredero al trono al no existir nadie que amenazara su legítima posición y su ascenso a la corona. No hubo hermanos para él, ni escándalos extramatrimoniales que mancharan la absoluta verdad. Él era, indudablemente, el sucesor. Desde el momento en el que tuvo uso de razón lo supo, y todos lo sabían también.

Pero todo lo que conocía sobre sí mismo, sobre lo que era y lo que debía hacer para mantener su grandeza, se vio reducido a nada en un segundo. Ya fuese por la voz de mando que desgraciadamente decidió emplear, o por la osadía de un atrevido omega, la cruda realidad le golpeó en toda la cara. Quizás un poco de forma literal.

Pero pese a todo y a nada a la vez, por obra de algún tipo de gracia divina o a la inteligencia que le caracterizaba, cayó en cuenta de que tomar cualquier decisión cuando aún tenía la cabeza caliente sería fatal para cualquier persona y favorecedor para el peor de los desenlaces.

Aún con el ego magullado, se sentó nuevamente en su lugar, el lugar del Rey. Sí, por supuesto, él era el Rey, estaba en la cámara de trabajo real, vestía las ropas de un Rey, vivía en el palacio real que estaba bajo su poder y mandato, llevaba la corona del Rey, su corona, indudablemente. Entonces, ¿Por qué eso parecía no importar en esos instantes?

Todos seguían sus órdenes, todos se doblegaban cuando querían algo, todos se inclinaban al escuchar su nombre, reconocían su poder y reafirmaban su autoridad con solo verlo llegar, pero más allá del título y las comodidades, la verdadera pregunta era: ¿Realmente era diferente a los demás, cuando el dolor que sentía ante los golpes era exactamente el mismo?

—Bastardo loco, ¿Quién se cree que es?

Entre dientes un agitado chico caminaba con paso firme por los pasillos del castillo, como si con cada pisada quisiese descargar su rabia. Seguramente la mayoría de guardias que custodiaban aquella ala del palacio se dieron cuenta de su estado iracundo, pero no le importó. Así como también le dio igual como estos parecían intentar adivinar lo que decía, seguramente debía parecer un loco hablando consigo mismo mientras intentaba encontrar alguna salida entre tantas entradas, puertas, pasajes y corredores. Pero nadie tenía la necesidad de saber porque caminaba como si el mismísimo infierno le hubiese lamido la planta de los pies. Si alguien en buen uso de sus facultades hubiese sabido la verdad de la situación, muy probablemente le hubiesen plantado los pies en el suelo con un golpe como el que él acababa de dar, para después recordarle que era el Rey de quien hablaba, no de algún aficionado jugando a gobernar.

Mientras bajaba una de las tantas grandes escaleras, debido a los grandes ventanales que permanecían abiertos y a la rapidez de sus pasos, un aire fresco llegó a su rostro con facilidad, haciéndolo caer en cuenta del verdadero estado en el que se encontraba. ¿Por qué tener un colapso nervioso cuando no había un punto de retorno en ese momento?

Ni su mano, ni su coraje habían temblado al estar frente al rey, sería una tremenda ridiculez tenerle miedo al cuero de un tigre, después de haberle matado, sí, pero mientras que una bofetada no podía matar a un animal salvaje, sí que podía desencadenar una tragedia en su contra y dejarlo en la tumba.

En pocas palabras, lo había arruinado. En un arranque de insensatez había mandado todo su plan a la borda, y quizás se había condenado a sí mismo junto a sus queridos padres. ¿Pero en qué estaba pensando?

No conforme con quedarse en un lugar en donde fácilmente muchos de los guardias podían cortar su cabeza, se había buscado un enemigo más. No sabía cuáles habían sido sus propias intenciones, su cerebro se desconectó y para cuando volvió a funcionar, se vio envuelto en todo ese lío, y sobraba decir que las opciones que le quedaban eran bastante limitadas.

Bien podía regresar sobre sus pasos y aplacar su orgullo, tragarse el odio, pedir misericordia y esperar que el castigo no fuese tan severo como para poder vivir en paz luego de semejante amedrentada. Pero aborrecía la idea de pedir perdón. Si estuviese en el pueblo, y se tratara de algún otro pueblerino, no habría necesidad de ninguna formalidad. Y quizás eso era lo que más le molestaba, su propia impotencia. Tener que recordar que no podía actuar como con cualquier otra persona al estar frente a un rey, sencillamente le hacía enloquecer, por lo que estaba fuera de cuestión mostrar arrepentimiento de algo que era justificable. Jimin había dejado muy en claro que Min Yoongi no podía hacerse llamar su rey, y sería firme con su palabra.

Implorar a alguna deidad le parecía descabellado. ¿Cómo podía salvarlo el cielo un abominable pecado visto a ojos de las personas de alto rango? Durante toda su vida había escuchado hablar sobre dioses que estaban muy por encima de todo, de cómo sus milagros eran existentes, y de cómo los humanos podían verse beneficiados, pero él no tenía tiempo para ponerse a rezar. ¿Cómo podía negarse a ponerse de rodillas ante alguien superior en rango y riquezas, pero hacerlo ante alguien que nunca dio señales de existencia en su vida? Absolutamente inaceptable.

La cabeza de castaño trabajaba a toda velocidad, pero no había pasado más de un par de segundos en un peldaño de la escalera. Sus ojos permanecían bien abiertos mientras una de sus manos se aferraba al pasamanos de madera, y en medio de una rápida inspiración, decidió que si iban a matarlo, ya fuese el capitán de la guardia o el mismísimo rey, no moriría como un tonto en una escalera.

Sus pies reaccionaron rápidamente y terminó su descenso, manteniendo un ritmo rápido pero intentando controlar su nerviosismo. Era imposible pasar desapercibido en un lugar en donde ni siquiera las mismas mucamas debían sentirse, pero eso ya no importaba. Cuando la primera puerta que podía llevarlo al exterior apareció ante sus ojos, fue como ver la entrada al paraíso, o la salida del infierno, si se ponía a pensar.

Cuando no hubo nada que lo retuviera, ni la incertidumbre de si era perseguido, o la presión de ser retenido por un guardia en contra de su voluntad, corrió.

Se sintió como la liberación más grande en la historia, o al menos en su vida. El viento que golpeaba su rostro y su cuerpo era como un soplo de vida para su nervioso corazón, como si por poder irse del palacio pudiese aferrarse a la vida.

No había salido por la puerta principal, pero aquello era incluso más ventajoso. No lo vieron, o si lo hicieron, nadie pareció verlo como un sospechoso al largarse del palacio de forma tan precipitada. No había muchos guardias alrededor, eso solo hizo más fácil su camino.

Las calles se volvían más familiares con la velocidad de sus pasos, reconocía todo, pero lo veía de diferente manera por alguna razón que desconocía. El sol se mantenía con firmeza en el cielo, brillando con intensidad como era de esperarse, calentando no sólo el suelo y los tejados de las casas, sino que también su piel. Aquella carrera pareció ayudarle a sus nervios, ya no temblaba, y podía centrarse mucho mejor.

El típico sonido del pueblo era diferente. Estaba ese inconfundible sonido de todas las diferentes voces mezclándose, en palabras, gritos y exclamaciones, pero algo más les acompañaba. Quizás el aroma, el ambiente, o los sentimientos que eran palpables aún cuando ni siquiera había llegado a su destino. Ese presentimiento de que algo pasaba estaba ahí, a pesar de saber que era imposible encontrar un buen panorama. Y al cruzar un gran callejón, se detuvo, sin atreverse a avanzar más.

En todo el centro del lugar por donde los caballos y carruajes solían transitar, una mujer sostenía en brazos el cuerpo del que parecía ser su hijo, mientras su marido la abrazaba con fuerza en un intento por apaciguar su llanto. Aún entre aquella desgarradora imagen, los reconoció. El panadero Kang y su familia eran el centro de todo. Más allá, a unos cuantos pasos de la escena, reconoció al más pequeño de la familia, que lloraba sin entender sufrimiento de sus padres o la confusión de ver a su hermano tendido en el suelo, inmóvil, sin vida, mientras algunas manchas de sangre cubrían su piel que sólo era tapada por una manta.

Podía recordar las pocas veces que había mantenido una conversación con el chico, desgraciadamente habían sido pocas, pero todo el mundo se llevaba bien con el dulce señor Kang, y gracias a eso sabía que Hyunwoo tenía un par de años menos que él. La imagen era terrible. El cabello castaño del chico estaba desparramado y algo manchado de sangre, sus ojos oscuros permanecían abiertos y más allá de la sangre que corría por su nariz, su piel permanecía cubierta de suciedad y moretones. La expresión en su rostro era de terror, como si además de quitarle la vida, también le hubieran arrebatado el alma..

Ahora entendía por qué no había tantos guardias en el castillo, y es que había varios por esa zona intentando dispersar a la gente, después de todo, no era un espectáculo ni una situación esperanzadora. Ni siquiera los murmullos de la gente imprudente sacaban a la pareja de su dolor, por supuesto, les había arrebatado a su hijo para dejarles el dolor.

El color carmín de la sangre manchaba el suelo en trazos, formando líneas que todos pudieron unir y entender.

"La libertad ha nublado su juicio. Larga vida al Dios del Sol".

Sintió náuseas al instante. La sangre en sí ya era algo duro de ver en esas condiciones, pero había que ser una basura en sus más bajos términos para escribir con ella. Tener la muerte tan de cerca, poder verla en su máxima expresión, ser consciente de lo único que esta podía dejar.

Rápidamente retrocedió en sus pasos, volviendo a adentrarse en el callejón sin darse la vuelta, hasta que su espalda chocó con una de las paredes y se deslizó hasta el suelo mientras sus manos iban instintivamente hacia su boca en respuesta a la impresión.

Sus ojos se centraron en los muros a su alrededor, intentando no desviar su mirada hasta la salida del callejón y no verse tentado por la curiosidad de ver lo que seguía. La escena parecía tallada en sus párpados, en sus iris, en su memoria. Ni siquiera había procesado lo que decía aquel mensaje en realidad, pero necesitaba tan sólo un segundo.

Había sido terco al salir del palacio, incluso lo hizo bajo malas condiciones. Y aunque no se arrepentía de sus decisiones, tampoco podía decir que el resultado había sido gratificante.

Cerró sus ojos y cubrió su cabeza en un desesperado intento por calmarse, haciendo todo lo posible por bloquear su oído y dejar de escuchar, así fuese por un momento. Resultaba escalofriante escuchar el llanto, y que el barullo de las personas no desapareciera.

Empleó la misma técnica que su madre ante las tormentas. Se concentró en respirar, y lo demás desapareció momentáneamente. Solo estaba el aroma de la tierra que se había impregnado en su ropa y el sonido de su corazón dentro de su pecho, que llegaba a sus oídos junto al oxígeno filtrándose en sus pulmones. Aunque se sintió más relajado durante unos segundos, su propio instinto no colaboraba, y al abrir sus ojos comprendió la razón.

Justo en el espacio que dejaban sus piernas había un par de botas de cuero. Reconocía el aroma de aquella persona, pero tardó un segundo o dos en reaccionar, en unir puntos. Al alzar la mirada, reconoció para sí mismo que aquella sonrisa sádica era una de las cosas que más odiaba en el mundo.

Aquel desagradable alfa parecía tener un talento especial para molestar, era algo que se percibía con solo sentir su desagradable aroma.

Sus ojos parecían estar llenos de oscuridad, de maldad, y lo que era peor, no parecía tener vergüenza alguna por ello.

No titubeó al ponerse de pie, se negaba a quedarse en el suelo como un gusano si estaba frente a él. No tenía tiempo para tener ese intercambio de amenazas que solían compartir, y sinceramente no tenía ganas de nada que tuviese que ver con Kim JaeWook. Sin embargo, aquel brillo malicioso en sus ojos le enfureció más que cualquier otra cosa. No se trataba de una simple malicia astuta o juguetona, sino de una completamente oscura. No le hizo sentir asustado, y reconoció la misma tétrica mirada que le lanzó en sus primeros días en el castillo, cuando lo empujó contra el muro de un pasillo pata nada más ni nada menos que amenazarlo, no sólo con su vida, sino con la de su propia familia, como un verdadero cobarde.

La cuestión era mucho más grande que eso, y había pasado a formar parte de ese todo, indudablemente. Había entrado de lleno en ese juego de poder, y cuando se enfrentó a la realidad, y se encontró a sí mismo frente a un crimen tan vil, Jimin comprendió que hace mucho había perdido la oportunidad de dar marcha atrás. Había que ser un tonto para no estar ni un poco asustado, y aunque Park era un inconsciente, en todo el sentido que tenía la palabra, cabe recalcar, tampoco había perdido el buen juicio.

Sentía exactamente lo mismo que cuando JaeWook lo empujó contra aquel pasillo del palacio para intimidarlo bajo amenazas. Una profunda sensación de vacío en el pecho, impotencia e ira con su propia y débil naturaleza inferior. Jimin había escuchado muchos testimonios sobre cómo se sentía el miedo; como si la sangre se calentara y el corazón intentara escapar desde el pecho y por la garganta. Él, muy por el contrario, sentía frío, casi como si el invierno hubiese llegado y la nieve arropara sus huesos. No sentía el incesante golpeteo de su corazón, como si este hubiese sido silenciado, como si la misma muerte lo hubiese tomado en sus manos. Todo le parecía diferente. Por supuesto que en algún punto de su vida había conocido las sensaciones que le habían descrito, como cuando le pillaban en alguna travesura de su más tierna infancia, por ejemplo. Pero aquello no había sido más que un simple eufemismo, una broma, comparado a lo que sentía en el presente.

Las amenazas de las cuales hacía poco había temido empezaban a tomar forma, y si bien no estaban implicadas para nada con el asesinato del hijo del panadero, estaba más que seguro que no era ninguna coincidencia. Habían dejado de ser palabras vacías para plasmarse en la realidad y mostrarle a su cabeza de qué era capaz esa maldad que Jimin perseguía sin parar.

Esa era, indudablemente, una advertencia en toda regla. Un chico casi tan joven como él había perdido la vida en horribles condiciones, injustamente. Justo lo que había temido que pasara, la muerte de más inocentes.

Y mientras miraba los ojos del que parecía ser su verdugo, casi puedo sentir el frío de una cuchilla rozar su garganta y erizandole la piel en una desagradable sensación. Pero a plena luz del día, aún si estaba en un callejón, era evidente que nada amenazaba su integridad física. No todavía. Así que se obligó a recomponerse, a ocultar cualquier estrago de miedo que pudo haber causado en el la tétrica mirada que el capitán real, porque si es que moría en su intento por salvar a todos, estaba seguro de que no sería en ese día, o al menos no en ese momento.

Se sintió en la necesidad de empezar a hablar. Más que todo, fue un impulso de desahogar su rabia.

—Tú hiciste esto. — No era una pregunta, ni un comentario. Jimin había lanzado una acusación directa, sin lugar a dudas o réplicas.

—¿Yo? — El tono que JaeWook había empleado podía llegar a engañar a algunas personas de haberlo escuchado, incluso tuvo el descaro de manipular su propia expresión, como si realmente fuera un inocente, como si no hubiera desatado una tragedia por quién sabe qué razones. —¿Me crees capaz de hacer algo tan bajo?

—El papel de víctima no te queda. No finjas estar ofendido por una acusación que evidentemente tiene fundamento. No eres un santo, ambos lo sabemos.

—¿Quién en esta vida puede decir que está libre de pecado y tener la razón? En cierto, no soy un santo. — El Alfa de cabellos castaños elevó su mentón orgullosamente, el mismo que se encargó de acariciar como si estuviese inmerso en la más profunda de las reflexiones —Disfruto de ciertas cosas fuera de lo común, así como todos pueden tener algunos placeres culposos aquí y allá. Si me juzgas en base a eso, por supuesto. Soy culpable, tanto como tú. Tanto como Su Majestad el Rey, incluso.

—No te atrevas a ponernos al mismo nivel. No sé qué clase de plan estás armando en tu lunática cabeza, no me interesa entrar en tus juegos de palabra o participar en tus juegos de palabra. Estás enfermo, y cuando el rey se de cuenta de eso, será tu cabeza la que rodará. Es una promesa.

Sabía que era un tanto arriesgado hacer promesas que no estaba seguro de cumplir, pero en ese momento se sentía capaz de llevar a aquel hombre a la tumba, incluso si tenía que acompañarlo para asegurarse de ello. La expresión del capitán se hizo un poco más dura, pero la sonrisa en su rostro no tambaleó.

—¿Tienes alguna prueba en mi contra además que tus infantiles suposiciones? — Parecía una pregunta verdaderamente estúpida en ese momento, y sobre todo viniendo de él, cuando no había nadie que pudiese escucharlo además de Jimin, quien ya había sido testigo de su nivel de maldad, en el pasado —Dejemos los juegos por hoy, ¿quieres? Las jornadas que tengo que atender van mucho más allá de tu pequeña cabeza, intenta hacer una guardia en el castillo imperial durante toda la madrugada y me dirás si te queda tiempo o no para soportar a niños traumados.

—No me interesa lo que digas haber estado haciendo, ¿entiendes? — Se sentía a punto de reventar, el calor de la rabia le había llegado de golpe, le desinhibía la lengua, le aumentaban las agallas y le acrecentaba el valor, tal y como le había pasado en la oficina del rey. El castaño no prestaba atención a ningún filtro entre cabeza y lengua —Te aprecio tanto como aprecio la mugre en mis zapatos. No importa cuanto intentes jugar con mi cabeza, yo sé muy bien con qué tipo de persona estoy tratando. Pero recuerda que tu no eres el único sin miedo a mancharse las manos.

Una gran mentira. Claro, casi tan grande como la rabia. Bien decían que esta podía cegarte hasta hacerte cometer una locura antes de que puedas darte cuenta, y si bien Jimin no era particularmente partidario a la violencia, podía beneficiarse y justificar sus palabras en la rabia, aun si sabía que era incapaz de atacar a alguien premeditadamente. Pero el verdadero problema era que se trataba de JaeWook, quien lo superaba en estatura, musculatura, entrenamiento y experiencia. Bien, podía intentar atacar físicamente, pero no tenía la certeza de salir con vida, o siquiera de acabar con él de una vez por todas. No era más fuerte, y por eso debía asegurarse de ser más inteligente. Más de lo que lo había sido en todo ese día, al menos. Más meticuloso, menos temperamental.

—Tu eres el culpable de esta tragedia, escoria. Eso me ha quedado claro.

—Efectivamente.

Y si había algún hombre capaz de personificar el cinismo en carne y hueso, ese definitivamente era aquel que estaba frente a Jimin. Sin usar palabras o réplicas mordaces, ni siquiera intentó negar las palabras del castaño. Y no era como si tuviese alguna credibilidad a sus ojos. Pero justo cuando su mente había creado los mejores insultos para dirigirle, volvió a hablar:

—Tienes razón. Se me fué confiada la responsabilidad de atender este caso, por Su Majestad, el Rey. Y pienso cumplir con mi deber.

Entonces, o solo quería volverlo loco, era un mentiroso descarado, o solo era tan idiota que no entendió aquello que quiso decir. Pretender hacerle creer que solo estaba ahí por sus obligaciones era incluso más loco que intentar creerle. Pero incluso antes de que Jimin pudiese reventar en su contra, el hombre volvió a hablar.

—Ya puedes cerrar la boca, salir de aqui y volver bajo las faldas del rey, seguramente podrás estar bien protegido ahí. Ha llegado la hora de que dejemos de jugar a encontrar culpables donde no los hay y de que te larges.

—Has estado jugando con tu suerte, siendo malditamente sospechoso y utilizando tus palabras en un intento por confundirme, deja de intentar lavarte las manos como un cobarde, ¡maldita sea! — Entre tantas vueltas, subidas y bajadas, podía sentir la migraña construyéndose más allá de su frente, y estar frente a su mayor enemigo, en medio de una disputa, pero con la sensación de ser un centro de entretención no le ayudaba para nada. Tenía la impresión de estarse volviendo loco.

Una de sus palabras, no supo exactamente cuál, hizo que JaeWook inclinara su cabeza a un lado, como si le prestara verdadera atención a lo que decía por primera vez en todo ese rato, cuando usualmente se mostraba más que desinteresado. Parecía estar a punto de decir algo, quizás para hacerlo enojar más o hacerlo ahogarse en su rabia, daba igual. Pero no obtuvo más que un ceño fruncido, una meneada de cabeza y un suspiro. Con una repentina seriedad, para nada propia de ese cruel hombre, habló:

—El lugar del crimen no debe ser perpetrado, y la familia no debe ser perturbada, así que vete de aquí. Es una orden.

—¡Estoy harto! ¿quieres saber que podria hacer yo con una orden tuya si yo asi lo quiero?. Me negué a hincar la rodilla frente al Rey, a ti puedo escupirte la cara si me apetece hacerlo.

—No te... — Rápidamente fue interrumpido. No por Jimin, específicamente.

—¡Suficiente!

Una tercera voz se escuchó, deteniéndose abruptamente mientras varios hombres entraban al callejón. Casi todos con capas negras, como la que solía usar JaeWook. Estos hombres rodeaban a una persona en especial, ese que llevaba la corona sobre su cabeza.

Inmediatamente, aquel hombre de pie a su lado y con quien había estado discutiendo hacía solo segundos, se dejó ver. El mismo al cual se había atrevido a golpear y que llevando la silueta rosácea de una mano marcada en su mejilla, se veía colérico, e incluso cuando el golpe en su rostro ya era suficientemente visible por sí mismo, la rabia que parecía llevar encima Min Yoongi hacía que el resto de su pálido rostro tomara color.

Y aunque Jimin ya se estaba resignando a su muy poco favorable situación – en la que, por cierto, se había metido por su propio pie –, no era lo mismo hablar de la muerte, que verla directamente a los ojos. Claro, podía declarar en voz alta que no temía del rey de Daechwita, y mandar al demonio al jefe de la guardia real, pero eso no lo hacía menos propenso a querer aferrarse a la vida, por muy contradictorias e insensatas que fuesen sus decisiones. Estaba seguro de que su bofetada había afilado algún tipo de arma en el rey, y haber presenciado tal discusión como la que acababa de tomar lugar, no jugaba para nada a favor de sus nervios; de los de todos, mejor dicho. Por ende, se quedó callado, fingió mirar a otra parte, como cuando era un chiquillo, pero le prestaba la suficiente atención a la situación que se desarrollaba en ese momento, por el rabillo del ojo, claro está.

El desagradable hombre a su lado pareció enderezarse en toda su altura, de una forma tan altiva que tuvo el impulso de encajar su puño en su rostro orgulloso, pero decidió que no era buena idea tentar más a la suerte.

—¿Tienen alguna idea de lo que es el respeto? — inclusive los guardias que habían llegado junto a Yoongi se sentían de una manera incómodos ante todo, el rey no estaba reprendiendo a cualquier subordinado, sino que a su mismísima mano derecha, ¿qué podían llegar a esperar ellos en caso de cometer una imprudencia? Pero por supuesto, el rey seguía siendo el rey, por encima de todos, y por encima de todo.

Sin embargo, pese a que la pregunta parecía ir en serio, ni siquiera JaeWook se quedó en silencio. Había algo escalofriante en la manera en la que mantenía su mirada fija en los ojos gatunos del monarca, como si hubiese dejado atrás cualquier tipo de respeto dirigido a la corona que estar en su puesto le exigía. Había algo digno de admirar en eso, no se dejaba amedrentar, ¿pero podía ese simple rasgo difuminar la oscuridad de sus pecados? Evidentemente no. Porque después de todo, incluso si se hacía respetar como persona, lo hacía por la simple razón de ser él mismo, no porque los demás también merecieran ese derecho. Y sin embargo, tan sólo se quedó quieto y guardó silencio, bien dicen que para ser verdaderamente malvado hace falta una mínima inteligencia.

Y dado que el silencio fue alargandose más y más en aquel callejón, el suspiro pesado de Yoongi salió sin ningún tipo de decoro, como se suponía se le había enseñado, pero se podía decir que las emociones fuertes surten efecto en todos, inclusive en las personas de la realeza. Jimin notó que, aún con el rostro transformado por la rabia y siendo ligeramente más bajo que los guardias que le rodeaban, lograba imponerse con un par de palabras. Quizás se debía a su elegante traje, su llamativa corona o el irrefutable poder que tenía sobre sus tierras, no sabría decir cual de esas razones, podría ser que eran las tres en toda su máxima expresión, pero al menos al Omega no le quedaba duda de ello.

—El cadáver de un chico está justo a unos metros de este mismo callejón, una familia está llorando la pérdida de un hijo. Si van a tener algún tipo de disputa de amantes o enemigos a nadie le interesa. — Un escalofrío subió por su espalda, quizás por el tremendo choque de emociones en su interior generado por la ansiedad de la incertidumbre sobre su propia vida, o por la simple insinuación de compartir algún tipo de relación con el despreciable ser a su lado, o de tener algún sentimiento por él más allá del odio. —Tengan aunque sea un poco de decoro.

—Le ruego me disculpe, su majestad. Tan solo intentaba cumplir con el protocolo a seguir en este tipo de casos. No debería usted…

—¡A callar! — le cortó —Kim JaeWook, como guardia real, deberías estar atendiendo el caso más aún siendo el capitán. En lugar de eso te ausentas durante casi media hora y te encuentro en un callejón mientras finges hacer tu trabajo, ¿y aun así pretendes decirme lo que no debería hacer? Recuerda cuál es tu lugar.

Evidentemente, al capitán de la guardia real no le agradó aquella reprimenda presenciada por sus subordinados, parecía no estar acostumbrado a que ese tipo de cosas sucedieran, pero verle tener que morderse la lengua para no responder, verle obligarse a poner todo su empeño para que la pequeña reverencia que sabía debía hacer, fue tan satisfactorio que la rabia bajo, y ni siquiera pudo sentirse disgustado por estar siendo regañado como un niño también.

—Ahora, capitán, espero verdaderamente que te comportes a la altura de tu título. No se que cosa estaba tomandote tanto tiempo como para mantenerte ocupado aquí, no me interesa. Si era esto una discusión de amantes, entonces te recomiendo utilizar un poco más la cabeza mientras estés de turno. Pero si esto no era más que una pelea infantil, entonces deberías ponerte a trabajar. Aquí no hay lugar para niños. — Hubo una corta pausa, quizás mientras JaeWook terminaba de tragarse la vergüenza —Ahora, sal de mi vista. Es una orden.

El hombre pareció volver a la vida, e inmediatamente se enderezó para salir de aquel callejón, para gran satisfacción de Jimin. Misma satisfacción que parecía que no duraría mucho tiempo.

A Yoongi tan solo le bastó un movimiento de sus manos para que los guardias con los que había llegado siguieran a su capitán, y verse a solas en ese callejón con el mismo atrevido que le había puesto una mano encima, quien empezaba a pensar que ponerse a rezar no sonaba tan malo cuando no sabia que hacer, estando bajo la atenta, oscura y penetrante mirada rasgada del rey. Y ahí supo que había llegado su turno.

—Ha llegado el momento de que tú y yo aclaremos un par de cosas.

.

.
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¿Opiniones? Uu

Ya sé que va a haber gente que piense que este capítulo es relleno, y visto desde cierto punto, así es, pero es necesario. Considero que tienen bastantes cosas que analizar en este capítulo, entre 5100 palabras se pueden esconder muchas cosas, verdad? 👀

No tienen idea de la paz que me da poder retomar esta historia. Tengo que comentar que este capítulo fue escrito a medias cinco veces, desde la última actualización y el día de hoy, me costó mucho estar satisfecha. Me bloquee, me daba mucha ansiedad escribir, y me terminaba desesperando, pero lo logré. Incluso tuve que separar este capítulo en dos, porque era muy largo. No prometo traer el próximo capítulo pronto, pero si les digo que empieza la parte del salseo entre el YoonMin.

Entre otras cosas, creo que nunca les presenté al capitán Kim JaeWook realmente, no?

Bueno bueno, que piensan? A mi me encanta nuestro capitán malvado

Nuevas noticias, me mudé. No de casa, no de ciudad. ME MUDE DE PAÍS. Es una muy larga historia que probablemente les cuente más adelante, pero crucé 9 países y una selva para llegar hasta donde estoy ahora JAJAJAJA FUE UN VIAJE DE DOS MESES ENTEROS Y PASÉ MI CUMPLEAÑOS ENCERRADA.

Pero eso es cuento de otra historia fksndk si quieren saber más, déjenme saber.

Nada más me resta agradecerles por tenerme tanta paciencia, por leerme, y sobre todo por disfrutar de Daechwita tanto como yo disfruto creandola, incluso si tardo demasiado.

Gracias por leer 🌺

–Dovely.

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