11. La vida en el palacio.
Jimin pensaba que el tiempo pasa excesivamente rápido en esos días, pero la realidad era que todo estaba tranquilo, demasiado para ser normal.
No hubo más notas amenazantes al despertar, ni más advertencias escalofriantes; JaeWook se había mantenido alejado, y cuando se encontraban por casualidad en los pasillos del Palacio, simplemente seguía su camino, sin titubear o voltear la mirada, sin detenerse por nada. Park imaginó que quería evitar algún tipo de enfrentamiento para evitar sospechas, le parecía razonable de alguna manera, pero después de cinco días quedándose en ese lugar, estando considerablemente vulnerable al peligro, también considero el poder ser atacado de alguna forma indirecta o furtiva, esa era la razón por la que ponía el seguro de su puerta cada noche antes de dormir, o por la que intentaba recorrer el Palacio y descubrir nueva zonas en completo silencio y escondiendose en algunas ocasiones.
Yoongi parecía demasiado ocupado como para darle todo un recorrido, pero inevitablemente se veían a la hora de comer, siempre, todos los días. Las charlas no eran demasiado emocionantes, no eran más que simples preguntas sobre acciones del día, pero Jimin siempre tenía un escrutinio o análisis sobre el Rey cabeza. Quería llegar a notar con cuanta sinceridad o con cuanta farsa para hablaba, qué era lo que podía representar.
"No te cierres a lo que puede hacerte más fuerte"
Sí, definitivamente Min Yoongi podía ser un buen apoyo si se ganaba su confianza de alguna manera, así como también podía hundirlo a él y a su causa si sus sospechas resultaban ciertas. Y aún no lo graba decifrar si el Rey realmente tenía siempre buenas intenciones con su pueblo o si solo era un buen mentiroso y un experto para ocultar sus verdaderos propósitos.
Por el momento, se permitiría seguir dudando, aún no tenía ninguna demostración ni indicio de seguridad para poder soltarlo todo, y ni siquiera sabía cómo desenmascarar toda esa situación, tenía constantemente la duda y la presión sobre sus hombros mientras consideraba las posibilidades de que su palabra fuese tomada en serio y creyeran en la veracidad de estas.
El Alfa líder y el general de la guardia tenían una estrecha amistad que venía desde hace años.
Eso podía jugarle en contra.
Realmente esperaba que las personas de la alta sociedad supieran como separar los sentimientos del deber. Le gustaba asumir que así era, aún podía recordar como el rey detuvo toda la palabrería en su contra el día de su juicio, cuando JaeWook intentaba refutar cada una de sus palabras. Todo había salido medianamente bien ese día, robó unas cuantas frutas para una buena causa y terminó haciendo un trato con Min por una mejor.
Claro que consideró que tenía todas las que perder, pero le parecía mejor que quedarse en el pueblo sin hacer nada y solo ver las atrocidades de algunos guardias, el cómo llegaban a la violencia cuando alguien se oponía a sus mandatos, el cómo muchos Omegas tenían el impulso de esconderse para no estar bajo algunas miradas o toques depravados, el cómo algunos anciano o padres eran golpeados más de lo necesario para proteger y defender a inocentes. Poco a poco aquella pesadilla que empezó con cosas mínimas, terminó convirtiéndose y una realidad que crecía a gran paso. Ya no estaba dispuesto a seguir callando.
El miedo oprimía al pueblo, Jimin también estaba aterrorizado, pero si debía escoger cómo morir, hacerlo en lugar de personas inocentes le parecía una buena forma de hacerlo.
Si antes pudo planear alguna forma de hacerse escuchar, en ese momento, en el presente, podía planear su jugada maestra, solo tenía que pensar, podía informarse e investigar.
Exactamente por eso decidió romper con su pequeña rutina establecida durante esos pocos días.
Despertó y justo después de abandonar su cama, corrió al baño para asearse. Agradeció internamente el poder seguir usando su ropa, a la cual estaba acostumbrado, unos pantalones suelos de color café y una camisa sencilla de color crema. Así podía sentirse libre de hacer cualquier movimiento sin el temor a que las prendas se rompieran, como la camisa de seda que usó el día que visitó a sus padres.
Salió un poco más temprano de lo previsto de su habitación. Acostumbraba a ayudar en la cocina para no sentirse como un inútil o como un aprovechado. Pensó que sería incómodo por alguna razón, o que lo mirarían extraño, pero dos amables chicas hicieron el ambiente más ameno, Hirai Momo provenía de un pueblo lejano y consiguió trabajo en el palacio del Rey, mientras que Park JiHyo era hija de una de las antiguas cocineras. Dos lindas omegas que eran ayudantes en la cocina y con las que mejor se llevaba, quizás porque no existía una gran diferencia de edades. Y sin dejar por fuera a la dulce señora Kang, su verdadero nombre era Seulgi, pero no sentía adecuado llamarla sin ningún honorífico de por medio, era la mayor en la cocina y no tenía en sus planes jubilarse debido a su amor por la cocina. Esa sonriente mujer y más animadas chicas lo ayudaron a encajar a pesar de que no era necesario, como le había recordado el alfa pálido, y a pesar de que sus conocimientos culinarios no fueran tan expertos.
Por desgracia, no se quedó a conversar de más ese día, simplemente evadió toda pregunta y termino de comer un pan recién horneado con mermelada antes de dirigirse a la gran biblioteca del Palacio. Había visto ese lugar unas cuantas veces en sus tantos solitarios recorridos, pero no había llegado a entrar. no había puerta alguna, solo unos pilares que permitían el paso sin problemas.
Para pertenecer al palacio, no se veía de un tamaño exorbitante, era simplemente un espacio considerable para tratarse de una biblioteca. Eso sí, las estanterías iban desde el suelo hasta un poco más abajo del techo, había centenares de libros, demasiados como para contarlos. Cada estantería parecía estar empotrada en la pared y algunas otras partes del lugar eran decoradas por algunas pinturas de diferentes tamaños. La alfombra roja con destellos dorados que cubría por completo el suelo, daba una elegancia que contrastaba perfectamente con cada parte del lugar. Parecía ser que todo estaba dividido por secciones, entre misterio, antiguo romance, libros educativos, y por los pequeños carteles que podía ver, inclusive había una pequeña sección de terror e infinidades de otros géneros literarios más. Los libros parecían ser protegidos por una tapa de cuero de alta calidad, pero había otros que se veían algo desgastados, y a un lado de la entrada, habían algunos sillones, mesas y sillas que evidentemente eran para buscar comodidad a la hora de leer.
No había absolutamente nadie, el silencio del lugar resultaba tranquilizante y no pudo reprimir una leve sonrisa. Claro, era evidente que no muchas personas visitarían la biblioteca en ese momento, de entre las personas que estaban en el castillo, los trabajadores estaban en su horario laboral, los guardias estaban haciendo su trabajo de alguna manera, el rey estaría desayunando o en su oficina con la cabeza metida entre papeles, no lo sabía, pero no le molestaba aprovechar ese tiempo ahí, solo.
No estaba seguro de por dónde iniciar con su búsqueda, pero la sección de historia parecía ser la mejor opción. Luego de dar una corta mirada a sus espaldas y después alrededor para estar seguro de sus soledad, se internó un poco más en el lugar, entre pilares y estanterías, pinturas y algunos jarrones. Sus pasos provocaban un eco que debido al silencio le fue más que evidente. Sus curiosos ojos vagaron por la estancia, casi maravillado con todo a su alrededor, con todos los libros y con las miles de palabras escritas en ellos que podía llegar a imaginar, con cada historia, cualquier verso o párrafo que estaba más allá de su mente, pero que sencillamente podría leer. Era un mundo nuevo en cierta parte, lejos de su vida y obra en el pueblo, de todo lo que recordaba posible, pero también lejos del nuevo mundo al que había entrado, del mundo de las personas superficiales a simple vista, de la arrogancia que podía tener la alta sociedad.
Por primera vez desde que llegó a ese lugar, sonrió. Quizás había encontrado algo de paz en medio de tantos problemas, aún si solo podía llegar a disfrutar de unos pocos momentos de ella.
Sus ojos empequeñecieron de forma inconsciente como dos pequeñas rendijas mientras que sus mejillas se abultaban automáticamente.
Cuando por fin se detuvo frente a una estantería en específico, no dudo en tomar todos los libros posibles, aún si no podía llegar a leerlos todos en un día. Cuando sus brazos se vieron llenos, aceleró el paso hasta uno de los sillones y los puso en la pequeña mesa que descansaba a un lado. Por alguna razón se sentía emocionado, como en alguna ocasión especial; ese pequeño sofá le parecía el lugar perfecto para leer tranquilo, había la luz suficiente y no estaba precisamente a la vista de quien entrara al lugar, sin mencionar la desbordante comodidad de los cojines y pequeña lámpara que permanecía a un lado.
Se acomodó en el lugar algo tenso, pero con el pasar de los segundos, en completo silencio y al ser plenamente consciente de que no hacía nada malo, tomó el primer libro a su alcance.
Por supuesto, debía saber que no tendría demasiada suerte con solo haber iniciado, tenía una pila de libros de los cuales podría ayudarse. Toda su mañana y el inicio de su día se basó en estar entre páginas y letras, leyendo una y otra vez. Inclusive decidió llevarse algunos hasta su habitación para cuando cayera la noche, dos o tres no harían ningún daño, y sin lugar a dudas, nadie estaría al tanto de cuando libros desaparecerían durante esa noche en ese lugar.
Luego de un largo rato, tomó otro libro y leyó el título con creciente curiosidad.
"Dinastía Min: La línea real"
Tal como era de esperarse de un libro de historia, no era exactamente emocionante, pero sí logró leer algunas cosas más. Curiosidades sobre antiguos gobernantes de Daechwita que no había escuchado nunca antes, guerras, estrategias y enfermedades. Hablaban de ellos más en lo personal, más allá de lo que se mostraba ante los pueblerinos. Leyó sobre sus muertes, sobre sus matrimonios y sus parejas y muchísimas cosas más que probablemente no sería capaz de enumerar con tanta exactitud.
Las últimas páginas estaban en blanco, y entendía la razón. Lo último que había sido escrito, eran algunos datos del actual Rey, Min Yoongi. Sin contar que todos los reyes registrados en ese libro llevaban el mismo apellido, podía notar las características físicas de generación en generación. Cabello oscuro, piel nivea y labios rosados. El patrón se repetía una y otra vez, con algunas excepciones en varios casos. El Rey que conocía, por ejemplo, no contaba con los ojos almendrados de su padre, había heredado la hermosura y la profundidad de estos desde su madre, la antigua reina.
Su mirada viajó durante unos momentos hasta la pared, la gran pintura que había visto al llegar a ese lugar. En el cuadro yacía representada la familia real, enmarcada en algo que parecía ser puramente oro. El trono era ocupado por Min Go-Yeong para aquel entonces, su hermosa esposa permanecía a su lado con una gran sonrisa, muy diferente al rostro serio del príncipe, su hijo.
Notó entonces que realmente no sabía nada para haber llegado hasta allí. Claro, había tenido que recurrir a los libros para guiarse de alguna forma. No pertenecía a ese lugar y ese detalle era evidente, pero eso no quería decir que fuese un don nadie. El tenía su propio criterio, y tenía una voz para hacerse escuchar, y si nadie quería hacerlo realmente, estonces buscaría la forma de obligarlos a hacerlo, porque simplemente así debía ser.
No se dejó asustar por su propia cabeza y respiró profundo antes de dar vuelta atrás. Entre sus manos llevó dos o tres libros, incluido ese último que estaba seguro de necesitar en alguna ocasión. En completo silencio se dirigió a su habitación, intentando hacer el menor ruido posible o llamar la atención más de lo necesario.
No le sorprendió encontrar todo completamente vacío, de hecho, era lo que esperaba. Pensó en acomodarse en su cama, pues estaba fatigado y sus ojos amenazaban con doler, pero no quería dormir, no en ese momento cuando el día estaba en todo su apogeo y no había hecho nada más que leer. Después de todo, y hasta donde quería pensar, aún quedaban rincones del palacio por visitar.
Abandonó la habitación tan pronto como llegó, pero sin ningún libro en brazos en aquella ocasión, al haberlos dejado sobre el buró de madera junto a su cama.
Los pasillos ya no parecían tan largos a como los veía cuando recién llegó, ya se había acostumbrado a ver algunos guardias en ciertas esquinas o rincones. Sin embargo, el pasar tanto tiempo bajo techo lo tenía agobiado. Jimin estaba acostumbrado a rodearse de personas amables y humildes, a pasar varias horas bajo el sol buscando algún pequeño trabajo que se le permitiera realizar.
Así había sido su vida desde que su madre dejó de tener cosas para enseñarle, cuando aprendió a leer y escribir y cuando aprendió a resolver algunas pocas operaciones numéricas; quizás también llegó a transferir sus conocimientos a los hijos de su vecina para obtener algunos wones a cambio.
la vida en el pueblo era difícil para alguien que aún no conseguía su lugar en el mundo, sin ser herrero, ni panadero, ni joyero, ni vendedor, ni bibliotecario, ni curandero. Era realmente duro, mucho más para los Omegas. La sociedad dictaba que debía conocer pronto a un Alfa, casarse, tener hijos y quedarse en casa para cuidarlos cocinar y limpiar, solo esclavizarse de esa forma tan radical para hacer lo que un Omega debía hacer, o ser como un buen Omega debía ser. Ese simple pensamiento movió a Jimin durante años, el deja de ser una carga, pero también el dejar de ser visto como un objeto. Definitivamente la vida en el pueblo tenía su toque amargo, volviéndolo todo agridulce, sin lugar a dudas.
Mientras que la vida en el Palacio era, por naturaleza, mucho más tranquila, más silenciosa, era un día a día relajado, en todo caso. Conversar con algunas cocineras no era para nada desagradable, e inclusive el Rey intentaba iniciar alguna conversación interesante de vez en cuando, pero ese no parecía ser su fuerte, y Jimin no solía tener demasiadas ganas de hablar, solo de observar todo con atención.
Ninguna forma de vivir podía ser comparada con la otra, esa fue su conclusión. Pero de igual modo no se veía pasando el resto de sus días en una asfixiante monotonía.
Para cuando atravesó la puerta que lo llevó hasta el exterior, no fue consciente de lo mucho que lo mucho que su mente se había perdido, divagando en algo que resultaba tan banal e irrelevante que fue pasado por alto.
Una nueva idea llegó a su cabeza tan rápido como un relámpago. Posiblemente, durante todo el día, el castaño pensaba en infinidades de cosas y situaciones que terminaban por mortificarlo, una detrás de la otra, sin parar. Quizás era un poco de desgaste algo excesivo y un poco innecesario para su joven mente, pero cuando a Jimin llegaba alguna idea que, indudablemente podía servir de algo en sus planes, se permitía desestresarse durante ínfimos minutos. Exactamente como en esa ocasión.
Cuando los brillantes colores del gran jardín lo recibieron, un suspiro brotó de sus labios. El cálido sol abrazaba de forma tenue a algunos arbustos repletos de flores entre las cuales el color azul predominaba y a los árboles de varios tamaños con diferentes hojas y algunos con unas pocas frutas. Un pequeño camino de piedra pasaba por muchísimas zonas del lugar, siendo sus límites en donde la grama se imponía, brillante y en su justa medida. Podía ver algunas sombras igual de acogedoras y una pequeña laguna en la cual, si se prestaba la suficiente atención, podía escucharse el correr del agua dentro de esta. Un poco más al fondo, en la profundidad del jardín y cerca de varias bancas de madera, estaban lo que parecían ser algunos setos bastante altos.
Todo se sentía tranquilo y silencioso, sin contar los agudos trinidos y gorjeos de algunas aves, algunos posados en las ramas de los árboles, otros alzando vuelo por el jardín. Era un panorama real e indudablemente hermoso, algo digno de admirar durante horas incesantes.
Sus ánimos subieron inesperadamente. Estar en ese lugar lo hacía despejarse en una pequeña parte de su enredada cabeza, sentir la brisa llegar a su rostro le recordaba a sus tardes en la plaza del pueblo.
Casi de inmediato quiso acercarse a lo que más había llamado su atención. La pequeña laguna estaba rodeada de unas cuantas piedras de color blanco, y algunas pequeñas plantas acuáticas flotaban en la superficie. No estaba seguro de si tendría algún pez, no veía ninguno a simple vista, pero el encanto de esa zona lo dejó hechizado, le dio impulso a acercarse.
Tenía ganas de tocar el agua por alguna razón inexplicable, era curiosidad pura lo que nadaba en su cuerpo. Pero justo antes de que la punta de su dedo índice llegase a rozar el agua, en el mismo momento en el que sus desgastados zapatos hicieron crujir muy suavemente el césped, una voz se escuchó a sus espaldas.
—No sé si hay algún tipo de problema con que te laves las manos en la laguna, pero mi padre odia que pisen la grama por cosas tontas.
Pudo haberse caído de frente ante el sobresaltó que pasó, por supuesto, nadie pudo decirle que sería interrumpido tan abruptamente en ese momento. Casi algo avergonzado, se enderezó y dio un rápido paso hacia atrás, volviendo al pavimento del camino. Cuando se dio la vuelta, carraspeó el encontrarse con un chico alto y de cabellos que podían comprarse con el mismísimo chocolate, sus ojos eran de un tamaño considerable, pero de una forma ciertamente encantadora. Portaba una sonrisa divertida y algo juguetona que le recordó a los conejos que solía ver en el campo. No sabía decir si el aroma a césped recién cortado venía de él o era cosa del lugar en el que se encontraba, pero al sentir el ligero toque a menta pudo confirmar sus sospechas, era un alfa, y ni siquiera por esa razón pudo dejar de excusarse.
—Lamento eso. No queria lavarme las manos en la laguna, y no me di cuenta de que estaba pisando en donde no debía. Perdone mi falta de atención. — Luego de una pequeña reverencia a modo de disculpa, y una leve sonrisa avergonzada, recibió una peculiar risita en respuesta.
—No hay cuidado. En tanto no sea el encargado del jardín el que malinterprete tus intenciones en su lugar de trabajo, todo bien, se pone malhumorado cuando eso sucede. Tú... ¿Buscas algo en especial en el jardín?
Jimin no pasó por alto el hecho de que, efectivamente, el chico desconocido de cierta forma lo había tuteado. Ya se había acostumbrado a ser tratado como a un señor estando por ahí, y no le desagradó para nada saber que para ciertas personas no lucía tan mayor como para que le otorgaran cierto respeto de más.
—No. — Su tono fue más cortante de lo que esperó, y ante el silencio que empezaba a propagarse, decidió agregar algo más —Solamente quería algo de aire, nada más. En cualquier caso, gracias por ponerme en sobreaviso. ¿Conoces mucho al encargado del jardín?
Su pregunta buscó sonar como algo casual, o simplemente para mantener algún tema de conversación.
—¿Que si lo conozco? — El chico soltó una risa luego de aquella pregunta sarcástica —Es mi padre, por supuesto que sí, y aunque no lo fuera, yo conozco a todos en este castillo. Sin embargo, tu rostro es totalmente nuevo por aquí, creí haber escuchado hace unos días sobre un nuevo visitante en el castillo, pero no estoy seguro de que seas tú. ¿Puedo saber cómo te llamas?
—Park Jimin — respondió, extendiendo su mano hasta dejarla frente al hombre, que la tomó con confusión. Tal parecía que no estaba acostumbrado a aquellas formalidades, o simplemente no le gustaban —No estoy al tanto de cuántas cosas se vienen diciendo por los pasillos del Palacio, pero lo más probable es que yo sea ese visitante, a menos que se reciban muchas personas diariamente en este lugar.
—En absoluto. En su mayoría, las personas que llegan al castillo son por alguna fecha importante o celebracion, ya sabes, invitados de pueblos lejanos, así que sí, eres esa persona de quién se habla, Park Jimin.
—Suena inquietante saber que se habla de mi de vez en cuando y ni siquiera estoy enterado. Ahora, ¿Me dirás tu nombre?
—Llámame JungKook, ese es mi nombre. No suelo presentarme con mi apellido, pero estoy seguro de que te enterarás cual es sin siquiera preguntar, así que no tengo necesidad de decírtelo — La sonrisa apareció en el rostro del Alfa y llegó a entender que no había ningún deje de altanería en su comentario.
—Creo que gastaste más palabras en dar por sentado que terminaré sabiendo tu nombre completo a como de lugar, que en simplemente decirme tu apellido, ¿No es eso irónico?
—Eh, no te lo tomes personal. Nunca suelo decirlo, no me avergüenza, pero me gusta ser solo JungKook.
—Muy bien, "solo JungKook". Gracias por el consejo de no hacer enojar a tu padre. ¿Eres jardinero también? — Preguntó, acercandose a la banca más cercana mientras dejaba salir una risita por la peculiaridad de ese chico.
—Oh, no. Mi padre piensa que no tengo la experiencia suficiente como para trabajar en el magnífico arte del cuidado al jardín. Solamente lo ayudo algunas veces, cuando estoy aburrido. Mi madre y mi padre, ambos trabajan aquí desde hace años, dicen que un poco antes del nacimiento del líder Min, por eso vivimos aquí. — Respondió.
—¿Entonces que haces durante todo el día?
—Me gusta practicar y soñar con ingresar a la guardia, pero mi padre piensa que quiero seguir con su trabajo, ya sabes, como algún tipo de tradición familiar. Además de que todavía me ven como si fuera un niño como para tomarse en serio mis ganas de llevar una espada.
JungKook hablaba por los codos, y quizás su parloteo se veía alimentado gracias a las preguntas supuestamente discretas de Jimin. Se sentía algo intrusivo de alguna forma al estarse inmiscuyendo de más en la conversación con ese chico, pero antes de darse una reprimenda mentalmente, otra pregunta abandonó sus labios sin siquiera pensarlo.
—¿Que edad tienes, JungKook? No pareces un niño.
—Le digo lo mismo a mis padres muchísimas veces y siguen sin darse cuenta. Acabo de cumplir los veinte.
Se habían enfrascado en una conversación vocacional de una forma u otra. En el primer momento, Jimin sintió a JungKook como un boleto dorado que le ayudaría a ordenar su cabeza. Pero luego de intercambiar varias palabras, se sorprendió a sí mismo escuchándolo de verdad, no solo a medias ni fingiendo prestar atención. El chico parecía vivaz a simple impacto, y en tan solo unos minutos ambos se hallaban sentados en la misma banca pero a una distancia dentro de lo prudente.
—...La jardinería no me desagrada, pero no lo sé, quizás es porque no me veo totalmente implicado, aún no tengo un trabajo fijo. Puedo entrenar con algún guardia si quiero, ayudar a mi madre a transportar sus telas para hacer la costurería, o ayudar a traer pedidos desde el mercado del pueblo. Aprendí a no aburrirme en este lugar.
Y luego de un rato, la pregunta principal y que picaba en su boca mucho antes de hacerlo, salió.
—Cuéntame, ¿Cómo es vivir aquí oficialmente? ¿No hay nada que no termine de gustarte? — Preguntó — ¿No te parece aburrido?
—Realmente me siento cómodo con mi vida. Aquí crecí y considero esto como un hogar, no conozco muchas cosas además de este lugar o unas pocas zonas del pueblo. Después de todo, su majestad hace lo posible porque todo vaya bien. — Confesó con una sonrisa satisfecha.
—Debe ser sencillo serciorarse de que no falta nada hace falta cuando se tiene muchísimas trabajadores que pueden mantenerlo al tanto, después de todo, eso hay que consederselo.
—Oh no, me refiero a que a él le gusta saber que nos encontramos cómodos. Mi madre está eternamente agradecida, si el fuera una persona distinta, hubiese preferido ejercer un cambio en todos sus empleados, como es la costumbre. — Al ver la expresión de confusión de Jimin, el Alfa agregó: —Cuando una nueva generación de monarcas llegaba, era una costumbre que el Rey y la Reina hicieran un completo cambio en los trabajadores del Palacio, ya sabes, el personal de cocina, el de limpieza, y mucho más, incluidos los integrantes del consejo, los que representan ciertas cosas en todo el pueblo o el castillo y son como un tipo de apoyo oficial para el Rey. Cuando el líder Min llegó al trono, era joven y no vio la necesidad de despedir a quienes no lo merecían solo por una costumbre, y gracias a eso mi padre y mi madre siguen trabajando aquí, aún cuando se suponía que debían abandonar el castillo después de la muerte de los anteriores reyes.
—Ciertamente me parece algo estúpido, es un alivio que el líder Min haya sabido qué decisión tomar. — Las palabras salieron casi automáticamente, y su mirada de perdió en las hojas de los árboles que se contoneaban.
En contra de lo que había esperado presenciar, en los ojos del chico se notaba una pequeña estela de respeto y admiración, de agradecimiento profundo. No pudo pensar que el chico mentía, ¿Por qué habría de hacerlo?
No podía notar ningún tipo de sentimiento enfundado por el miedo, lo cual reducía su conclusión a una simple idea: el chico era transparente en sus palabras.
—JungKook, ¿Podrías contarme un poco sobre... — Antes de que pudiese culminar su pregunta, una mujer que no había visto nunca en su vida, llegó al jardín, luciendo algo exaltada, tomando en cuánta sus cabellos despeinados, su postura estresada y el hecho de que parecía estar al borde de la locura.
Jimin hubiera pensado que la mujer simplemente llevaba un día de trabajo duro, y que buscaba alejarse de todo durante un momento, de no ser porque la fémina suspiró bruscamente al cruzar sus miradas. Su vestido se movió de forma tan brusca como sus pasos, los cuales sonaban quizás debido a sus altos zapatos.
—Joven Park, el Rey Min solicita su presencia en este mismo instante.
Las palabras parecieron ser arrastradas y pronunciadas con gran dificultad, podía ver como la chica apretaba su mandíbula con fuerza, pero no lograba comprender el porqué de su ira que, evidentemente iba para él, por la forma en la que su nombre sonó en los labios de ella.
El lobo en su interior se removió en estado de alerta, no podía reconocer la casta de la mujer, lo cual reducía sus opciones a dos. O era una beta, o lo que se decía sobre las personas de alta posición y los neutralizadores de aroma era real. Ambas podían ser igual de probables.
No respondió nada, después de todo, no tenía la intención de tratar con alguien que parecía a punto de explotar de furia. Se puso de pie y miro a JungKook, que lucía igual de sorprendido que él, pero que le regalaba una mirada cargada de comprensión. A simple vista, el chico era realmente amistoso, alguien fácil de tratar y con quién era sencillo conversar, de eso se había dado cuenta. Intentó devolverle la sonrisa con sinceridad, y realizó una pequeña reverencia, pronunciando un "Nos vemos pronto", antes de caminar nuevamente a lo que parecía ser su gran calabozo personal, con una indignada mujer pisándole los talones.
Debía averiguar qué se le ofrecía al grandísimo Rey Min.
Las paredes de su oficina parecian querer cerrarse sobre él desde hacía algunas horas, y aún así no podía darse el lujo de tomar un descanso. Su mañana había estado bien, a pesar de lo extraño que le resultó no tener a Jimin en la mesa comiendo también. Después de todo, los días anteriores se había visto bastante predispuesto a desayunar.
Lo que terminó por descolocarlo fue el darse cuenta de que no estuvo presente a la hora del almuerzo tampoco, y que no se encontraba en su habitación. Su primer idea fue preguntar a algunos guardias solo para informarse de su paradero, topándose con la noticia de que nadie lo había visto, sorpresivamente, la noticia de que solo lo vieron salir de su alcoba, más no lo vieron regresar y no tenían ni idea de en dónde se encontraba.
Sin embargo, no veía al castaño como a un tonto como para haberse perdido o haber escapado. Lo veía lo suficientemente inteligente como para saber lo que le convenía en todo sentido.
Pronto se dio cuenta de que no podía seguir aplazando su trabajo ni un minuto más, y se vio obligado a volver a su oficina, no sin antes mandar a Irene, algo parecido a su mano derecha, a buscarlo. Misma búsqueda que se vio extendida por un par de horas.
En un momento dado, se convenció de que la chica sabría encontrar al Omega castaño de una forma u otra.
Y sencillamente no tuvo cabeza para pensar en nada más en cuanto una de las sirvientas entró apresurada sin siquiera tocar, se veía temblorosa y su voz sonó quebrada al momento de informarle que, un asesinato había tomado lugar en el pueblo. No era con el fin de hacerle saber el chisme solo porque sí, entre sus manos estaba una carta enviada por alguno de los guardias que se topó con la tragedia, quizás.
La carta llevaba el retrato de un chico que no conocía. Mismo retrato en el cual mantuvo sus ojos durante unos minutos intentando asimilar la situación. No se dio cuenta en el momento en el que la mujer que le hizo llegar la noticia salió por la puerta, consciente de que quizás no era una información especialmente feliz, pese a no conocer al fallecido.
Solo bastaba con tener un poco de humanidad y de raciocinio para entender la gravedad de la situación. Una vida de había apagado, y a pesar de no saber las razones, la muerte no era una sentencia sencilla de otorgar.
Ahora debía ir al pueblo a hablar con los encargados del caso, a informarse y hablar con los familiares, por lo que se puso de pie sin esperar más. Era la muerte de una persona lo que atormentaba a muchos seguramente, y no pretendía quedarse como si nada.
El silencio en el lugar se vio interrumpido cuando la puerta se abrió estrepitosamente por segunda vez en ese día. Al percatarse de la seria y mirada escudriñante del de cabellos castaños, alzó una ceja, acercándose al perchero que mantenía en una de las paredes del lugar en busca de un abrigo. ¿Repentinamente lo miraba como si buscase respuestas luego de desaparecer durante horas? No tenía tiempo en ese momento.
—Me dijeron que estabas buscándome, por alguna razón — Fue lo único que escuchó por parte del castaño, además del suave sonido que provocaba la pluma que su asistente al escribir sobre un papel, como si no estuviera al pendiente de su conversación, pero Yoongi sabía que no era así.
—No te presentaste al desayuno ni al almuerzo, y los guardias dijeron que no te habían visto en todo el día. Quería asegurarme, simplemente.
—Por supuesto. — Contestó vagamente, Jimin miro a la chica junto a él, pero esta ni siquiera se movió. En cierta parte llegaba a incomodarlo, pero él no era nadie para preguntarle si podía retirarse solo para su propia comodidad. —Estuve algo ocupado y desayuné temprano junto a las cocineras.
En ese momento no tenía las ganas de lanzar comentarios irónicos u ofensivos para responderle, no pretendía ser sarcástico en ese momento cuando todo parecía estar en calma, así que cruzó sus manos frente a él y esperó a escuchar alguna otra respuesta, sin embargo, esta nunca llegó.
—¿Eso era todo? — Preguntó, notando cómo el pálido recogía un par de papeles de su escritorio. Entre estos, y solo superficialmente pudo ver la imagen de un chico.
Yoongi notó la mirada del contrario sobre los papeles, y frunció levemente el ceño para sí mismo. ¿Por qué de repente lucía tan desconcertado?
Intentó ignorarlo y cuando se dispuso a despedirlo de alguna manera, una pregunta fue lanzada al aire.
—¿Qué es ese retrato? — La voz de Jimin sonó algo perturbada, mientras se acercaba a él. No obstante, la mujer en el lugar, lo interrumpió.
—No creo que sea necesario que te entrometas en los casos del Rey. Su Majestad pidió verte para confirmar que seguías en el castillo, nada más, ahora creo que puedes retirarte.
El tono de voz en el que le había hablado lo encendió, no precisamente de una forma buena. Estaba seguro de que eran palabras de doble filo, como si quisiera hacerlo sentir como un tonto o un idiota. Inevitablemente frunció el ceño, y se volteó hasta ella.
—Si no tienes idea de por qué estoy preguntando, entonces cállate. — Espetó, arrebatándole a la fémina un bufido.
—Estás en el Palacio Real, no en el barrio bajo donde seguramente te criaste. Ten un poco más de educación.
Yoongi suspiró cansado, sabía lo que se venía. Con el temperamento orgulloso de Jimin, y lo petulante que podía ser esa mujer, se aproximaba una disputa.
—Irene, debiste retirarte cuando el joven Park atravesó esa puerta, mi única orden fue que lo buscaras, no que te quedaras aquí después de eso. Vuelve a tu trabajo. — Zanjó la conversación de golpe, señalando con su barbilla la puerta de salida. Ni siquiera reparó en la mueca que de formó en el rostro de la mujer, o en sus apresurados y fuertes pasos antes de ponerse a hablar nuevamente. —¿Por qué tan repentinamente tienes curiosidad? — Cuestionó, dirigiéndose a Jimin, quien seguía mirando hacia la puerta con el ceño fruncido.
—El apellido de este chico es Kang, ¿Cierto? — Jimin no llegó a ver muy bien la imagen, pero el rostro que aparecía en este se le hizo vagamente conocido.
—Su nombre era Kang Hyunwoo. ¿Por qué? ¿Lo conocías?
—¿"Era"? — Preguntó. Sus ojos se abrieron como platos ante la rápida interpretación de aquella palabra. —¿Qué quieres decir con "era"? Es el hijo del panadero Kang, lo conozco.
Durante unos segundos que se hicieron eternos para ambos, Yoongi pensó un poco en lo que estaba a punto de decir.
—Murió hoy en la madrugada, creen que ocurrió solo hace unas horas. — Declaró con una expresión rara de ver, con la cejas fruncidas levemente. —Fue asesinado.
A pesar de los pocos intentos de Yoongi por intentar volverse a explicar con mejores palabras, Jimin no respondió a ninguna. Se mantuvo en silencio con una lamentable expresión, no sabía si era tristeza o pena, pero decidió darle un minuto para asimilarlo.
—P-pero... Es imposible... — Negó con la cabeza un par de veces. Había visto al chico en incontables ocasiones, y a pesar de que no podía considerarlo un amigo del alma al no tener ningún lazo emocional de profundidad, era alguien a quien conocía, a quien había visto casi todos los días durante su tiempo de estudiante, alguien de su edad... ¿Quién podía haberle hecho eso? ¿Quién podía haberle arrebatado la vida a ese sonriente chico?
—Lo encontraron en la plaza central. Están investigando que pasó. — Yoongi se acercó a una pequeña mesa de centro en donde se encontraba una jarra de agua con un vaso, para sus propias necesidades al pasar horas encerrado en ese lugar, y pretendió ofrecerle uno al castaño, que lucía algo tocado con la noticia, y no era para menos. Pero en un abrir y cerrar de ojos, Jimin se dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
—¿A donde vas?
—Iré al pueblo. El señor Kang debe estar destrozado... — Aquello último fue comentado casi para sí mismo, mientras su cabeza volvía a enredarse en cientos de nudos.
—Creo que sería una mejor idea que te quedaras aquí. Un asesino está en el pueblo, no sabemos quién es y a pesar de no tener ninguna prueba, tenemos que encontrarlo, no sería bueno que te arriesgues.
—Supongo que habrá un montón de personas en el lugar, no va a suceder nada hoy.
Yoongi estrujó el vaso entre sus manos y lo dejo en la mesa con una fuerza algo innecesaria, sobresaltando a Jimin, quien continuaba dándole la espalda, pero que inmediatamente se volteó ante el fuerte sonido.
—No es que esto sea una cuestión de un pequeño robo, Jimin-ssi. Estamos hablando de una persona, muerta. No quiero más asesinatos en mi pueblo, así que por favor mantente en el castillo.
Casi en respuesta de su lado más explosivo, el rostro del omega se tornó neutral y miró con atención al Alfa frente a él, que parecía relajado, pero los indicios del entres empezaban a carcomerlo.
Sus músculos se veían tensos bajo la camisa negra de satén, y su respiración no parecía normal, pese a no ser descontrolada. En sentidos físicos, Yoongi no se veía en su mejor estado en ese momento. Sus ojos estaban cansados por forzarse a leer, ardían un poco con cada parpadeo, su cabeza se sentía pesada y su humor no era el mejor, seguramente, solo quería ir a dormir, pero había cosas que debía atender.
Aún así, Jimin no pensó sus siguientes palabras.
—Entiendo que veas como un riesgo que vaya al pueblo, agradezco tu consejo, pero no estoy en la obligación de seguirlo, con todo respeto. Iré unos minutos y volveré antes de la hora de la cena, quizás incluso antes de que el sol se oculte. Que tenga una buena tarde. — Quiso emplear el tono más indiferente posible, no el odioso que utilizaba siempre estando a la defensiva, y casi pudo lograrlo. Cuando su mano tomó la manija de la puerta, la voz que se escuchó a sus espaldas, grave e imponente, lo dejó helado unos segundos.
—Tú no irás a ninguna parte. — Esa voz, la que existía con la intensión de someterlo a él, y a otros omegas, se alzó. Yoongi supo que no había manera de restractar sus acciones, pero sin embargo, en ese momento no pensó en absoluto en las consecuencias de dar algún mandato, así sin más. —Te quedarás aquí e irás a tu habitación. Yo iré al pueblo, te diré lo que vea una vez haya llegado.
La sorpresa lo atrapó y por instinto natural quedó petrificado, pero una mueca de furia se apoderó de él. Su corazón empezó a latir a toda velocidad mientras su mano apretaba con más fuerza su agarre. Cerró los ojos con fuerza y dejó salir un suspiro frustrado, mientras se obligaba a dar la vuelta, pese a los temblores que su cuerpo amenazaba con dar al solo negarse a seguir aquella voz. Su estómago se contrajo y sintió náuseas cuando pudo soltarse de la puerta. Cada segundo fue una tortura mientras se volvía hasta a él, su visión se nublo un poco y su cabeza dio vueltas, hasta que tuvo que cerrar los ojos e inhalar, una, dos y tres veces hasta que casi como una ola expansiva, el maletar se vio aplacado casi como una ola expansiva. Encaró completamente al Alfa que había osado imponerle su voluntad.
El fuego de la ira apabullante que lo consumía no le dejó opciones, no le pintó ningún otro tipo de reacción en la cabeza. Con pasos fuertes se acercó hasta el contrario, que lo miraba atentamente, enintrnrando moverse lo más rápido posible, su mano se alzó e impactó con fuerza en el rostro del pálido. Su mano había golpeado el rostro del Rey, y en ese momento muy poco le importaba, aún cuando podía verse perjudicado. La adrenalina y la rabia no acabaron con solo eso, pero al ver el rostro sorprendido del Alfa, que había girado levemente hacia un lado, le impulsó a hablar.
—El documento que yo firme dictaminaba que tenía que avisarte a donde iba para que estuvieras al tanto, pero no tengo que pedirte ningún permiso. Creo que he sido demasiado considerado con tus exigencias, he sido demasiado voluble desde que llegué aquí, aún cuando solo tengo razones para no confiar. — Su voz se fue elevando poco a poco sin ser consciente y sus pequeños puños se apretaron con fuerza, pero aún le quedaban cosas por decir. —Solamente llevo un par de días aquí, y creo que ya sabes cuales son los límites de mi paciencia ahora. No me importa cuan acostumbrado estés a que todo sea a tu manera, no soy tu sirviente ni tu fiel devoto, que te entre en la cabeza. Vuelve a usar esa maldita voz conmigo, y no me va a importar ningún acuerdo al que hayamos podido llegar.
Su voz, en comparación a la última ocasión en la que habló, sonó fría y con algo de rencor. El ceño fruncido en su rostro le hizo saber al pálido que sus palabras no eran ningún juego. Incluso antes de que el castaño hablara, supo que había hecho las cosas mal en ese momento, pero no estaba dispuesto a disculparse. Él era un Rey, uno muy orgulloso que no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer. Por un momento pensó que, gracias a algún milagro, esa situación terminaría bien. Pero el golpe en su rostro solo fue un pequeño recordatorio de que no estaba tratando con una persona cuyo comportamiento era predecible.
—Me aconsejaste quedarme en el castillo. Ahora me toca aconsejarte algo a tí. — Alzó la mirada, y enterezó su rostro cuando escuchó las seguras palabras del omega, acompañadas de las fuertes respiraciones de este. —Debes cuidar a tus aliados, a menos que quieras ser destruido.
En ese momento, quiso preguntar si aquello se limitaba ser solo un consejo, su llegaba ser una advertencia, o era, en todo caso, alguna amenaza. No sabía cuál era más evidente en esos momentos, pero no tuvo tiempo de responder, cuando lo único que vio fue la espalda del Omega alejarse con rapidez hasta salir de la oficina.
Dejó de respirar durante un segundo, y sus pies lo llevaron hasta el espejo que tenía en una de las paredes. En su piel pálida se notaba la marca inconfundible de una mano. La mano del Omega, pequeña pero potente. Suspiró profundamente y cerró los ojos mientras su frente se apoyaba en su reflejo, contando hasta diez.
Pensó varías cosas en solo un instante.
Pensó en lo imbécil que había sido. Había pasado años tratando de moldear su impulsividad, pero en solo un instante todo se fue por la borda. Pensó en cuánta razón tenía el Omega castaño al decir que acostumbraba a que todo fuese como el quería, pero también en cómo lo bajo de su nube como nadie había osado hacerlo.
Lo había golpeado. Ni siquiera su madre lo había reprendido de esa forma en toda su vida. Y lo peor de todo eso, fue que, a pesar del ardor que sintió en el momento, no reaccionó de forma violenta, no cuando el lo había hecho sentir agredido de una forma u otra. Yoongi, que se conocía mejor que nadie en el mundo por simple naturaleza, se sorprendió de lo tolerante que había sido al comprender que era completamente su culpa el haber llegado a esa situación, cansado, con la mejilla sonrojada, y pensando a profundidad en las palabras de un Omega de castaños cabellos y ojos de color miel.
.
.
.
Nuevo personaje desbloqueado 🔓 lqdnlsjdid Jeon JungKook
Volví, después de un mes sin actualizar. No me peguen.
La verdad es que tenía un bloqueo escritor fatal, y por alguna razón no podía terminar de escribir el capítulo. Incluso siento que quedó algo mediocre xd ¿Ustedes que opinan?
Jimin odia la voz de alfa, a que sí? ¿Qué opinan de su reacción? ¿Fue exagerada o es entendible?
¿Y que opinan de Yoongi? Es obvio que hizo mal en querer obligarlo, claro, ¿Que piensan que hará después de esto?
Ya sé que muchos pueden ver los asesinatos o las muertes como algo extremista, me he topado con casos en donde historias son eliminadas de la plataforma solo por eso, pero ajá, así es mi historia xd
Capítulo dedicado a mi bestie: hhyunluvs que ayer tuvo un examen y creo que salió bien xd ❤❤❤❤❤
Gracias por leer 🌺
–Dovely/DiMo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top