Después de que la clase finalizó, el profesor Jeon salió del aula y no pude creer que fui ignorado deliberadamente por él durante toda la clase.

No pude evitar correr detrás de él para hablar pues no me queda en claro que sucedió para hacerlo cambiar de una manera tan drástica.

—Profesor Jeon, ¿podemos hablar? — le pregunté tan pronto lo intercepté en el pasillo.

El guapo hombre se detuvo en seco y tras girarse hacia mí, preguntó—: ¿Tiene alguna duda sobre la clase, estudiante Park?

En estos momentos es cuando puedo hablar todo lo que quiera pues no estamos a solas y eso, será de gran ayuda.

—Sí.

—¿Cuál es?

—¿Por qué está huyendo de mí?

—Estudiante Park...

—Jeon Jungkook— le interrumpí —Ayer me quedó en claro que, íbamos a intentar algo...

—No hables más— ahora él me interrumpió —Vayamos a otro lugar para poder hablar en privado.

—¿Qué le parece si vamos a su departamento? — le pregunté con tono coqueto que no pasó por desapercibido el profesor Jeon.

—Una vez que entres a mi departamento, no habrá vuelta atrás. Así que, debes estar preparado para todo lo que conlleva ser de mi propiedad— advirtió con tono serio y me sentí excitado con esas simples palabras.

—Lo entiendo— aseguré.

—Bien.

Jungkook escribió la dirección en una hoja y se fue sin mirar atrás ni siquiera una sola vez.

—¿Qué sucedió? — me preguntó Tae tan pronto me encontré con él en la cafetería.

—Tenía duda sobre una definición que no me quedó muy clara— mentí. —A veces suelo perderme un poco y eso es suficiente para que mi cabeza se vuelva un caos.

—Te entiendo— sonrió. —Por cierto, nos invitaron a una fiesta esta noche. ¿Vienes conmigo?

—La próxima vez, amigo. Esta noche tengo cosas que hacer.

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Cuando me posé frente a la puerta del departamento del profesor Jeon el reloj marcaba las siete con doce minutos.

Decidido, toqué el timbre y no transcurrieron dos segundos cuando de pronto fue abierta la puerta y me encontré con una obra de arte frente a mí. Jungkook porta una toalla que cubre sus partes nobles pues ha tomado una ducha; su cabello se encuentra pegado a su frente y algunas gotitas de agua están bajando por su torso y eso lo hace verse más apetecible.

—Tienes un poco de baba por aquí... — el pelinegro fingió limpiarme la boca con su dedo índice. —Entra.

No lo pensé dos veces y entré al lujoso departamento.

—Eres libre de hablar y hacer lo que quieras— dijo tras tomar asiento. —Sin embargo, cuando estemos dentro de mi habitación, yo tendré el poder. ¿Entendido?

—Lo entiendo.