Capítulo 9

Es lunes otra vez.

Es raro cómo ha pasado una semana tan rápido. 

Bueno, haciendo un resumen entero: 

Después del primer día, no volví a hablar con Aidan sino hasta el jueves, y el viernes apenas me saludó en la salida porque casi no nos vemos, ya que él va en preparatoria. Bronx me ha dicho que le pida su número, ¡Pero me da mucha vergüenza! Además, no sé con qué derecho me insiste tanto en ser más audaz cuando él es incapaz de hablarle a Melissa, una chica de nuestra clase que también es nueva en la escuela, sólo que ella se incorporó el miércoles, desde entonces, Bronx está flechado por ella, pero es incapaz de hablarle. Por mucho que lo niegue, es un gallina, igual que yo. 

El fin de semana no pude preocuparme por mi vida escolar porque, aparte de no tener tarea, hubo más drama familiar; una noche a solas con las gemelas endemoniadas, mi primer periodo, que las toallas que prometían la noche completa de protección terminaran siendo una farsa (¡Esos bastardos me mintieron!) y ayer domingo las gemelas se molestaron conmigo porque comprendieron que yo no me estaba muriendo realmente, ya que Frank les explicó cómo la menstruación es un proceso natural en la mujer... Ellas estaban mejor sin saberlo porque ahora dicen que soy una mentirosa y no me quieren hablar... Como si me importara de todos modos. 

Como ya se me ha hecho costumbre todas las mañanas, mi papá y Frank me llevaron juntos a la escuela; me despedí amablemente de Frank, papá se bajó del auto para ser súper meloso conmigo, y cuando me abrazó pude sentir su vientre de embarazo un poco más grande, lo cual se sintió tan raro, pero no le di atención. 

Siendo honesta, no tenía ganas de ir al colegio... Principalmente, porque a primera hora los lunes es la clase de matemáticas con la aburrida maestra Alicia. 

Creo entender por qué la odian tanto en el salón. Esa vieja es insoportablemente A-BU-RRI-DA, sólo basta con que abra la boca y pronuncie dos oraciones para que te quedes dormido.

El primer día de clases nos explicó un poco sobre las expectativas de este trimestre; los temas a tratar, el porcentaje de valor de las pruebas, los puntos extra por participar y esa clase de cosas.

El miércoles comenzó con el primer tema, que son las operaciones con números naturales. Al principio todo estaba simple, hasta que el viernes, que es el tercer día que tenemos dicha clase, el tema se puso más complicado, porque de repente la maestra Alicia comenzó a ir más allá, explicando las operaciones con varios paréntesis con sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, ¡Era una mezcolanza mortal! Yo no entendí absolutamente nada, estaba hecha caca... Y Bronx estaba igual o peor que yo. Pero a pesar de no entender, cuando la señora preguntó "¿Todos entendieron?", todo el salón asintió con la cabeza.

Este lunes se supone que es para practicar, ya que tenemos prueba de esto el miércoles. La táctica de la maestra Alicia fue colocar operaciones en la pizarra y llamar a algunos para resolverlas y eso valía como puntos de participación... Yo sólo esperaba que no me llamasen a mí, porque iba a quedar en vergüenza. 

— Psst... Bandit. — Me llamó Bronx, quien está sentado detrás de mí. 

Estaba a punto de decirle algo como: "Quiero prestar atención porque no entiendo ni mierda". Pero sabía que me estaba aburriendo y que en vez de concentrarme en los procedimientos para resolver dichos ejercicios, mi mente sólo seguiría viajando a tierras lejanas. 

— ¿Qué pasa? — Pregunto muy bajito, para no llamar la atención de la maestra.

— A que no sabes de qué me enteré... — Soltó una risita. 

— ¿De qué? 

— Tu amor cumple años la semana que viene.

El "tu amor" me hizo ruborizarme estúpidamente.

— ¿Y eso qué? 

— ¿Qué no es obvio? ¡Tenemos que hacer que te invite a su fiesta! 

— No nos conocemos lo suficiente como para que me invite; seguramente sólo irán personas de su edad ¿Sabes? 

— No lo sé, B... Yo digo que si te pones lista, podrías hacer que te invite. 

— No puedo "ponerme lista", me atonto cuando estoy con él. Y no vayas a llamarme cobarde. — Me adelanté a sus actos. — A ti te pasa lo mismo con Melissa, no has podido entablar una conversación real con ella todavía. 

Sentí la mirada penetrante de la maestra Alicia sobre nosotros, lo cual fue suficiente como para separarme de Bronx y devolver mi vista al pizarrón, pendiente de todo menos cómo demonios se resuelven esas operaciones satánicas. 

Al ver mi cambio de postura, la maestra regresó su atención hacia el chico que se nota que está sufriendo en el pizarrón, porque ya ha borrado varias veces lo que hace para cambiar el procedimiento. 

Esperé unos segundos antes de girarme de nuevo. 

— Bronx, tengo una idea. 

— Adelante, te escucho. 

— Yo te ayudaré con Melissa si tú me ayudas con Aidan. 

Me mira con una sonrisa. 

— ¿Cómo?

— Sencillo, querido amigo. Mis habilidades sociales son muy buenas, excepto cuando me gusta un chico, y a ti te pasa lo mismo, así que... Se me ocurre que este receso tú podrías encontrar la forma de hacerte amigo de Aidan y recolectar información sobre su fiesta de cumpleaños y sobre la posibilidad de que me invite. Mientras tanto, ya que he visto que Melissa es súper tímida y no se ha relacionado con nadie, yo podría hacerle compañía, tratar de llegar a ella, ser su amiga y que así se integre a nuestro grupo; esa sería tu oportunidad de intentar conocerla. 

— Tienes muy buenas ideas, Bandit. 

— Gracias, es un don, soy muy inteligente para cosas así. 

— Señorita Way. — Me sobresalté al escuchar la voz soporífera de la maestra. — Pase al pizarrón. 

—... Pero para esto no soy nada inteligente. — Susurré para Bronx, quien sólo rió. Luego me aclaré la garganta para hablar en voz alta hacia la maestra. — ¿En serio debo hacerlo? — Pregunté un poco asustada.

Sé que mi pregunta es estúpida ¡Pero en serio me asusta! Si paso al pizarrón, sólo quedaré en vergüenza, porque no sé, literalmente, NADA.

La maestra Alicia me mira intimidante, enarcando una ceja.

— ¿Hay alguien más con el apellido Way aquí? — No respondo. — Exacto; sólo pase al pizarrón a resolver un ejercicio y no discuta.

— ¿Y qué pasa si no quiero? — Trato de no sonar intimidada, pero tampoco quiero parecer irrespetuosa y, aun así, mis compañeros me miran atentamente, murmurando cosas.

— Bueno, anteriormente se ha dicho que no participar resta puntos extra que son vitales en la materia, ¿Por qué no quiere resolver el ejercicio, señorita Way? ¿Cuál es el problema? Usted entendió perfectamente la clase ¿O no?

— Y-Yo... Eh... — Balbuceé ante su mirada insistente. A final, suspiré, sintiéndome completamente una perdedora.  — No del todo... — Admití cabizbaja. 

Creí que la confesión de no saber resolver los ejercicios me salvaría y haría que la maestra me dejara en paz... Pero eso más bien provocó que fuera obligatorio que lo hiciera, "porque si no, nunca iba a aprender". 

Y yo me dije: « ¡Hay muchas maneras de aprender sin necesidad de dejarme en ridículo en frente de mis compañeros!». 

El ejercicio en la pizarra era: 

(6 x 4 + 7) x (9 / 3) =

«Okay... Se ve menos complicado que los que hicieron los demás». Además, para darme ánimos a mí misma, recordé cómo algunos de los que pasaron antes que yo tuvieron ciertos errores, así que quizás no importa si estoy mal... Supongo... 

Entonces abrí el plumón de pizarra y por fin me atreví a escribir un paréntesis, coloqué el seis multiplicando al once, que es la suma de cuatro más siete, cerré el paréntesis y dejé afuera la multiplicación por tres, que es la división de nueve entre tres. Así: 

(6 x 11) x 3 =

Y el resultado fue: 

66 x 3 = 198                 

Ninguno de mis compañeros dijo nada; algunos sí me veían con cara de que la cagué, pero otros ni siquiera le prestaron atención a lo que hice, ni les importaba. 

— Sí que estás mal, Way... — Me dijo la maestra, mirando lo que hice como si fuese una abominación. 

— No es mi culpa ¿Sí? — De nuevo, no quise sonar irrespetuosa, pero lo hice. — Yo le dije que no sabía. 

— Si es así, ¿Entonces por qué dijiste que entendiste si no era así? — Replicó.

— De nada iba a servir... Porque usted no sabe enseñar matemáticas; podría repetirme las cosas y aun así me enredaría completamente. 

Miré de reojo a Bronx y a los demás contener la risa. 

— ¿Y cómo pensabas hacer el examen, entonces? — Preguntó mirándome inexpresiva, relajando un poco las arrugas en su frente. 

— Sencillo; pensaba buscar ayuda con alguien que sí sepa explicar bien. 

Apenas dije eso, me preparé psicológicamente para un regaño, o peor, un castigo. Pero ella, ingestual, sólo me pidió sentarme, a lo que yo suspiré aliviada, creyéndome a salvo.

— Eres mi nueva heroína. — Me dijo Bronx. — Le dijiste todo lo que nosotros decimos a sus espaldas por miedo a un castigo. 

— Me sorprende no haber ido a ese castigo... Igual sólo fui sincera, no era mi intención llamar la atención o algo así. 

— Pero lo hiciste, estoy seguro de que los demás no pararán de hablar de esto con los chicos de otros salones. Toda la escuela odia a la maestra Alicia, así que tendrás mucho reconocimiento.

— ¿Mi popularidad aumentará gracias mi gran boca? ¿Quién lo diría? 

Ambos reímos. 

La clase terminó, pasamos a la siguiente, y por los momentos lo sucedido en Matemáticas quedó en el olvido, según yo, y pensé que mi día seguiría el rumbo que tenía planeado, hasta que llegó la hora del recreo y, en lo que salía del salón junto a Bronx, vimos a la maestra Alicia aparecer desde el otro lado del pasillo y detenernos en todo el medio. Bueno, no nos detuvo a ambos, mejor dicho, me detuvo a mí. 

Quisiera haber tenido un espejo para haber visto mi cara cuando la vieja dijo que tenía la autorización de utilizar la hora del receso para explicarme el tema, ya que claramente estoy muy mal.

Quise negarme, decir que no era necesario, ¡No sé! Pero no estaba dispuesta a perderme el recreo para estudiar matemáticas ¿A quién le gustaría? 

Sin embargo, lo que me impidió replicar fue ganarme un castigo. Y así fue cómo Bronx, sintiendo pena por mí, siguió su camino mientras que la maestra me retendría a mí en el salón de clases. 

Sin decir nada, ella tomó asiento en el escritorio y me hizo tomar la silla de alguno de los pupitres para sentarme junto a ella, mientras buscaba en su maletín una carpeta con varios ejercicios. Cuando me senté a su lado y saqué mi cuaderno y demás, comenzó a explicarme desde las operaciones más sencillas hasta las más complicadas.  

Diría que al principio mi mente estaba cerrada, negándose a entender, sobre todo porque estaba enojada por el hecho de que la profesora decidiera vengarse quitándome mi valioso tiempo de receso. 

Pero no puedo negar que terminé comprendiendo absolutamente todo. Es mucho más sencillo aprender matemáticas cuando te están explicando solamente a ti. Lo digo porque mientras la maestra Alicia explicaba, yo estaba obligada a prestar el triple de atención de lo que prestaría en una clase normal porque esta vez, todas las preguntas con respecto al tema irían dirigidas a mí. A cada momento, la maestra me preguntaba si le entendía, me hacía repetir los procedimientos y resolver ejercicios. 

Cuando volvió a sonar el timbre anunciando que el recreo acabó, ya había aprendido todo el tema... Y me di cuenta de que fui una burra cuando resolví el ejercicio en la pizarra, porque empecé con la suma cuando se supone que siempre hay que empezar con la multiplicación. Pero claro, yo no lo sabía porque no había prestado nada de atención a las clases anteriores. Y eso fue lo que me dijo la maestra Alicia al comenzar a recoger sus cosas.

— ¿Ves lo que puedes lograr cuando prestas atención?

— Hmm... Creo que es más fácil entender cuando me explican solamente a mí.

— Es más fácil de entender cuando no te dejas llevar por las distracciones. — Corrigió. — Si no hablaras tanto con Wentz, quizás podrías prestar más atención. — No supe qué responder, solamente asentí. — Sé que son amigos, pero siempre hay tiempo para todo; hay tiempo para conversar y hacer bromas y hay tiempo para comportarse y atender a las clases.

Bajé la mirada mordiendo mi labio inferior. Inmediatamente recordé que me comporté muy mal con ella, siento que le falté al respeto, y no debí decirle que no servía para enseñar matemáticas porque si fuera así, yo no habría entendido. También me sentí mal por haberme enojado al principio, cuando creí que ella me estaba quitando mi tiempo de receso sólo para molestarme. Pero no fue así; a pesar de que le hablé muy feo, ella se tomó el tiempo de hacerme entender la clase. Y yo no merecía que ella fuese tan atenta conmigo.

Quise pedirle una gran disculpa... Pero no sé por qué, por primera vez, me costó tanto disculparme, me invadió una vergüenza y culpabilidad tan grande que impidieron que las palabras salieran de mi boca.

Cuando estuvo a punto de cruzar el umbral de la puerta, sólo le di las gracias por haberse tomado las molestias de explicarme todo el tema desde el principio. Y ella sólo dijo: «Es mi trabajo». Y se fue, dejándome con ese sentimiento de culpa todavía estrujando mi pecho.

En lo que la maestra dejó el salón de clases, mis compañeros se aproximaron, Bronx entró primero, con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¡TENÍAS QUE HABER ESTADO AFUERA! — Me gritó eufórico. — ¡Tu novio te estaba buscando! 

Inmediatamente, sentí mi rostro arder.

— ¡Bronx! — Reí nerviosa. — ¡Él no es mi novio!

— Pero lo va a ser, yo tengo fe en que será así.

— ¿Qué fue lo que pasó?

— Me preguntó por ti, y le dije que la estúpida maestra Alicia te tenía retenida aquí. Para resumirte la historia... Hablamos un poco y resulta que te buscaba porque quiere invitarte a su fiesta de cumpleaños.

— ¡¿Qué?! ¡¿ÉL TE DIJO ESO?!

Fui reprendida por gritar porque, justo cuando lo hice, el siguiente maestro entró al aula, así que Bronx y yo tomamos asiento y retomamos nuestra charla a un volumen más bajo.

— ¡Que sí! También me invitó a mí, lo cual me sorprendió. Dijo que esperaba verte en la salida.

Grité internamente.

— Diosss ¡Voy a tener un colapso! Me voy a poner muy nerviosa y... Santo cielo, esta será la primera vez que vaya a una fiesta de chicos mayores.

— También será la mía, y somos los únicos de nuestro curso que estamos invitados. Tus padres te darán permiso ¿Verdad?

— Obvio, mi papá no es así de sobreprotector, él siempre me deja salir, sobre todo si voy con algún compañero de clases.

— Es genial entonces. — Me mostró una amplia sonrisa.

— Ahora me siento mal por no haber podido ayudarte con Melissa.

— No te preocupes, B. Entiendo que la bruja haya querido que te perdieras el receso, después de lo que dijiste era obvio que no te iba a dejar ganar.

— Bueno... Por una parte lo agradezco. — Lo miré fruncir el ceño. — Porque al menos ahora entiendo el tema, incluso puedo resolver bien los ejercicios con doble paréntesis; la verdad, no es nada difícil.

— Eres una mentirosa; dijiste que no eras inteligente para las matemáticas.

— No se trata de inteligencia, se trata de prestar atención y ya. — Me encogí de hombros.
— Creo que la maestra Alicia tuvo razón cuando me dijo que hay tiempo para todo; hay tiempo para convivir entre amigos y tiempo para estudiar.

— Es irónico porque ella te quitó tu tiempo para convivir entre amigos y te hizo estudiar.

— Porque fui yo quien utilizó el tiempo de estudiar para hablar contigo en primer lugar... ¿Sabes? Creo que me porté mal con ella.

— Ay, Bandit. Por favor, no dejes que te lave el cerebro. Sólo fuiste honesta; le dijiste lo que todos nosotros pensamos de ella y estuvo muy bien.

Sólo me encogí de hombros para seguir tomando apuntes de lo que el maestro escribía en el pizarrón. Quizás Bronx no puede entenderlo porque conoce a la maestra desde hace mucho, pero la impresión que yo tengo ahora es que la maestra Alicia es más dedicada de lo que los demás dicen.

Mi remordimiento por lo que hice y por no haber pedido disculpas se fue después de las últimas horas de clases. Ya para ese momento, lo único en mi mente era ver a Aidan en la salida y actuar neutral cuando me invitara a su fiesta para no parecer una rara. El que me haya tomado en cuenta todavía me sorprende un montón, porque no pensé que él y yo fuéramos tan amigos como para que él quisiera verme en su cumpleaños.

Ya hasta se me ocurrió qué regalo le daré. Y nunca pensé que este día llegaría y que sería tan pronto, pero necesitaré ayuda de la rata que tengo por padrastro.

...

Bronx me trajo a casa después de la escuela como últimamente se está haciendo costumbre.

Al final no vimos a Aidan en la salida aunque dimos una vuelta por todo el patio mientras esperábamos al papá de Bronx, pero no lo encontramos en ninguna parte, así que supusimos que se había ido temprano.

No diría que me decepcioné, porque el no haberlo visto supone para mí que puedo prepararme para hablar con él mañana sin verme obviamente feliz por el hecho de saber que él va a invitarme a su fiesta. 

Después de una semana, me he acostumbrado a entrar a la casa y que los perros estén sueltos. Mientras que no se me acerquen, está bien para mí. Se podría decir que todos coexistimos en paz. 

Al llegar a la sala, me encontré a Frank sentado en el sofá mientras Cherry lo tortura estrujando y estirando su rostro con sus pequeñas manitas. 

— Cherry, ¡Detente! — Suplicaba Frank. 

— ¡No! — Discutía ella, estirando sus mejillas, e incluso le picó la nariz con sus dedos; asco. 

— Cherryyy. — Lily se acercó y se sentó junto a Frank, abrazándolo y tratando de alejar las manos de su gemela. — ¡Deja de lastimar a papi!

— ¡Basta Lily! — La alejó de un manotazo. — Arruinas la diversión. — Afirmó jalando el cabello de Frank.  

— Hola, familia. — Dije pasando completamente de largo hacia la cocina, ya que mi papá está allí. — Adiós, familia. 

Encontré a mi papá mezclando algo en un bowl, mientras que en el mesón frente a él está una bandeja con moldes de cupcakes. 

— ¡Hola, Bandit! — Me saludó con su bonita sonrisa. — Estaba preparando cupcakes con Lily, pero parece que me abandonó. 

— ¡Ya voy, Gee! — Escuchamos la vocecita de Lily aproximarse. 

Detrás de ella, vino Frank con Cherry en brazos. 

— Te traje otra ayudante, si no te molesta. — Dijo dejando a Cherry en el suelo con una sonrisa que para mí tiene cierta malicia, porque sé que sólo quiere deshacerse de ese demonio.

— ¡Yo no quiero hacer cupcakes, sólo quiero comerlos! — Se quejó ella, corriendo fuera de la cocina. 

Frank se encogió de hombros y sólo tomó asiento en una de las sillas altas.  

— ¿Qué tal te fue en la escuela? — Me pregunta mi papá, dejando que Lily vierta la mezcla en los moldes, ayudándola en el proceso para que no se exceda. 

— Bien... Aprendí matemáticas por mi cuenta... O algo así. 

— ¿Cómo que "algo así"? 

— Bueno, verás... La maestra me pidió resolver un ejercicio en la pizarra y terminé fracasando, como cosa rara. 

Tanto Frank como mi papá rieron ante mi sarcástico comentario. 

— Y... Quizás... — Muerdo mi labio inferior comenzando a sentirme un poco avergonzada. — Le dije a la maestra que no sabía hacer su trabajo porque no sabía cómo explicar bien y por eso era imposible entenderla. — Mi papá me miró boquiabierto, Frank sólo se rió. — Es que... Todo el mundo dice eso de ella. Todos dicen que es una bruja que ama reprobar a los alumnos y que quizás por eso confunde a todos a propósito, y yo creí haberlo comprobado porque no le entendía NADA, y es por esa razón que dije lo que dije... Los demás me tomaron como heroína pero yo no me siento así. 

— Porque no lo eres, esa actitud estuvo muy mal. — Me dijo mi papá seriamente, llevando al horno la bandeja con la mezcla de los cupcakes.

— Ay, Bandit... Me acabas de recordar a mí... — Suspiró Frank, esbozando una sonrisa. — Yo siempre les hablaba mal a los maestros y me llevaban a detención por eso ¡Pero no decía nada que no fuera cierto! 

Mi papá rodó los ojos, negando con la cabeza. 

— Pensé que iría a detención o algo así, pero... A la hora del receso, la maestra me hizo quedarme con ella en el salón y me explicó todo el tema desde cero, y entendí perfectamente, hasta sé resolver ejercicios que parecían imposibles. 

— ¿Y te disculpaste  con ella? — Pregunta mi papá. 

Bajé la mirada.

— No... Sólo le di las gracias. Quise disculparme, pero me dio muchísima vergüenza, porque ella fue muy linda conmigo, a pesar de que yo fui muy mala y le dije cosas que no debí haber dicho. 

— Más te vale sacar un maldito diez en ese examen, niña. — Dijo la rata. 

— Frank tiene razón, Bandit. Sabes que nunca te he exigido sacar buenas notas, más bien, siempre te he dicho que una calificación no te define y que un diez no te asegura el éxito cuando seas adulta, pero esta vez haré la excepción. Quiero que saques un diez en ese examen para que la pobre maestra sienta que su tiempo valió de algo. Es horrible que acuses a alguien de hacer mal su vocación, sobre todo si esa persona demuestra ser dedicada. Si esa maestra en serio disfrutara de reprobar a los alumnos no se dedicaría a ayudarles a comprender el tema desde cero. Digo, ojalá mis maestros de secundaria hubiesen sido así. 

— Lo sé, lo sé. — Dije sintiéndome peor ante su postura severa. — ¡Lo siento! ¡Ya no me regañes! — Haciendo un puchero, abrí mis brazos con la intención de recibir un abrazo suyo. 

— No. — Sacudió su cabeza. — No habrá abrazos para ti.

Lo miré con la boca abierta, llevando una mano a mi pecho, fingiendo sentirme herida. 

— Bueno. — Suspiró. — Sólo uno. 

Sonreí contenta al sentirlo envolverme en sus brazos. 

— En serio, discúlpate con la maestra o me enojaré contigo. — Musitó, besando mi cabeza. — Ahora. — Se separó del abrazo y se dirigió a Lily, quien no nos ha prestado atención porque está comiéndose el restante de la mezcla de cupcakes en el bowl. — Cariño ¿Tú y Cherry no querían enseñarle a Bandit lo que hicieron en el preescolar?

Lo miré frunciendo el ceño. 

— Es que hoy en la escuela, la maestra de Lily y Cherry pidió a los niños hacer un dibujo de lo que hicieron el fin de semana. Y las niñas hicieron dibujos sobre la noche del sábado, cuando estuvieron a tu cuidado. 

— Ay, no inventes. — Dije incrédula. 

— Fue difícil explicarle a la maestra el dibujo de Cherry y ya verás por qué. — Me dijo Frank.

Comencé a esperarme lo peor. 

— ¡Ven, Bandita! — Lily, entusiasmada, me tomó de la mano, parece que se le pasó el enojo de ayer. A los niños se les pasa el enojo demasiado rápido. 

— Vayan. — Sugirió mi papá. — Las llamaré cuando los cupcakes estén listos, así podremos decorarlos juntos. 

Me dejé conducir hasta la sala, donde estaba Cherry jugando con Bucket y Kusty.

En la mesa de café, yacía una carpeta, de donde ambas sacaron sus respectivas "obras de arte". 

Me eché a reír a carcajadas; era tan malo como pensé... O al menos el de Cherry, el de Lily, debo admitir que estuvo lindo e imaginativo. 

El título de los dibujos está escrito con letras grandes y amorfas, algunas de las letras, como las "R" están al revés. Las gemelas me explicaron que lo escribieron con ayuda de la maestra, quien les deletreó las palabras.

"Mi perro Wolfie y yo dimos un lindo paseo" – Lily.


"SANGRE POR TODOS LADOS: La casi muerte de Bandita" – Cherry.

Lo peor de todo, es que la desgraciada me dijo con una sonrisa llena de orgullo:

— Ocupé tres tipos de rojo para la sangre.

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