Capítulo 35

Frank's POV

El día veintitrés de enero fue la consulta de Gee por su séptimo mes de embarazo, donde él no estuvo muy contento con lo que le dijo la doctora. Nada contento, a decir verdad.

No es que esté ocurriendo algo malo con él o con nuestro bebé, pero podría ocurrir si él no se cuida extra durante estos dos meses que quedan antes de que nazca nuestro hijo. Gerard se enojó cuando la doctora le dijo que lo mejor para él sería estar en cama de ahora en adelante para evitar complicaciones. Sin ser doctor, yo habría tomado la misma medida con él.

El que Gerard me ayude con las responsabilidades de nuestro hogar se ha vuelto un gran esfuerzo para él; sus dolores de espalda aumentan mientras nuestro bebé sigue creciendo en su interior, lo que impide el esfuerzo físico, eso sin contar otros síntomas como hinchazón de pies y manos y dolor de cabeza intenso. Por lo tanto, la doctora fue muy explícita cuando dijo que estar en situaciones que le provoquen estrés podría ser perjudicial en esta última etapa, por lo que lo más idóneo sería estar en cama, en un ambiente lleno de paz y calma.

Como era de esperarse, él cuestionó la recomendación de la doctora, diciendo que su embarazo no debería ser impedimento para hacer lo que quiera... En ese momento, tuve una especie de deja vú, pues Jamia había dicho lo mismo cuando su doctor hizo la misma recomendación durante el embarazo de las gemelas.

Cuando Gee descubrió que estaba embarazado, estuve muy asustado, no sólo considerando que una vez casi lo perdí gracias al riesgo que conllevan los embarazos masculinos, sino porque perdí a Jamia debido al embarazo de las gemelas, y yo no quería (no quiero) tener que pasar por algo así otra vez. No soportaría volver a perder a alguien que amo. Si volviera a suceder, creo que esta vez no podría mantenerme fuerte.

En el caso de Jamia, ella tenía una condición en el útero que volvía difícil el tener hijos, pues existía el riesgo de abortos espontáneos antes de que acabara el tercer trimestre. Sin embargo, corrimos el riesgo, y decidimos intentar tener un bebé con todas las esperanzas del mundo, creyendo que quizás, con un poco de suerte, todo saldría bien... Pero después de haber perdido a dos bebés, había quedado muy claro que la suerte no estaba de nuestro lado.

Queríamos tanto tener hijos, que decidimos adoptar cuando nos resignamos a que nunca podríamos tener los nuestros. Sin embargo, durante ese mismo periodo de tiempo, Jamia presentaba síntomas de embarazo otra vez, y antes de ir a un orfanato para adoptar, comprobamos que sí, estaba embarazada. Sin embargo, no descartamos la opción de la adopción, pues decidimos no hacernos ilusiones esta vez por el bien de la salud emocional de ambos, ya que ninguno de los dos soportaría otra pérdida. Pero se nos hizo imposible no ilusionarnos cuando pasaban las semanas y el embarazo parecía desarrollarse muy bien; fue después que, mediante un ultrasonido, supimos que tendríamos dos bebés en lugar de uno solo.

Sabíamos desde un principio que el embarazo era delicado, el hecho de que serían gemelas lo complicaba todavía más, pero Jamia era feliz y estaba segura de que todo estaría bien, tan segura que yo nunca me preocupé de nada más que asegurarme de que todas las indicaciones de su médico se cumplieran al pie de la letra. Aunque era bastante difícil pedirle el descanso que necesitaba, pues ella era incluso más testaruda que Gerard.

Ella trabajaba en una empresa, en un rango importante que le costó mucho alcanzar y que no quería dejar ni siquiera porque estaba embarazada y necesitaba reposo, por lo que resultaba complicado alejarla del estrés y el ajetreo del trabajo.

Aunque puse mucho de mi parte, ella siempre me llevó la contraria creyendo que estaba bien y que podía hacerlo todo, a pesar de que su doctor le advirtió lo mismo que la doctora le advirtió a Gerard: El esfuerzo extra y el estrés podría inducir al parto prematuramente. Y ese fue el caso de Jamia, pues dio a luz con apenas siete meses y medio de embarazo; tanto las niñas como ella estaban en peligro.

Cuando perdí a mi esposa, sentí que el mundo se me venía encima, lo único que me ayudaría a soportarlo sería tener a mis niñas conmigo. Las gemelas, al nacer, fueron puestas en incubadoras y estuvieron en observación por un unos días, en los que estuve lleno de angustia y desesperación, pues por el momento, ellas dos eran el único motivo que yo tenía para vivir, eran la única razón por la cual no podía decir que lo había perdido todo después de perder a Jamia, y también existía la posibilidad de perderlas a ellas también.

Siempre he sido escéptico con respecto a la existencia de Dios, pero a veces pienso que, si es que existe, seguro sabía que, si algo les pasaba a las gemelas, yo no habría podido soportarlo, y por eso les permitió crecer completamente sanas a pesar de los agravios de su nacimiento.

Tras la muerte de mi esposa, pasé muchísimo tiempo culpándome... Se me hacía inevitable pensar en que debí protegerla más y quizás así ella nunca se habría ido; por eso es que soy tan sobreprotector con Gee en estos momentos.

El caso de Gerard es más complicado todavía. El riesgo que correría con un parto prematuro es mucho más grande que el de una mujer. De hecho, inducir el parto ni siquiera debe ser una opción, debido a que es hombre.

El día que Gee me llamó desde California para decirme que tendríamos un bebé, a pesar de que él sonaba bastante feliz con la idea sin importarle las múltiples complicaciones, yo estaba aterrado; sabía muy bien a qué nos enfrentaríamos y realmente no me sentía listo para tener que volver a pasar por eso.

Y aun así... En el fondo, estoy tranquilo. Nada puede pasarle a Gerard... Porque él lo prometió... Él prometió que estaría bien.

Pero a pesar de que Gee no es tan testarudo como Jamia y por lo tanto siempre encuentro la manera de que haga caso a la doctora y se quede tranquilo, el reto de cuidar de él sigue siendo mucho más grande de lo que fue cuidar de Jamia, pues también tengo que hacerme cargo de nuestras tres hijas.

He de admitirlo, ha pasado tan sólo una semana desde la consulta donde se le indicó a Gerard quedarse en cama y, hasta ahora, las cosas no han sido fáciles.

Aunque diciembre fue todo amor y paz, enero le dio otro giro a las cosas. Después de todo, la vida no es perfecta y las personas no son perfectas... Mucho menos los adolescentes.

Desde navidad, Gerard y yo estamos muy felices con respecto a que las gemelas lo hayan aceptado como su segundo papá y que ya le digan así, de la misma manera que Bandit ha aceptado a las gemelas como sus hermanitas. Pero el que ya se consideren hermanas no significa que no peleen cada vez que puedan. Además, sé que Bandit a veces puede ser un poco difícil, y ella no sabe que me doy cuenta de lo mucho que parece estar odiando la idea de que yo solo tenga que hacerme cargo de todo en estos momentos.


...


— ¿Cómo se supone que pasaré dos meses en cama? — Escuché las quejas de Gerard por millonésima vez en la semana.

— Gee... — Suspiré, permitiéndome recostarme a su lado y quedarme un rato con él en vista de que afuera las cosas están tranquilas con las niñas. — Sabes que es por tu bien... Te lo he dicho muchas veces.

— Lo sé, pero... ¡Me aburro!

— Tómalo como unas vacaciones. — Le di un beso en la mejilla para reconfortarlo. — El lado bueno es que podrás ponerte al día con todas las series que has querido ver y que ni siquiera empezaste.

— No quiero convertirme en un ermitaño y menos en una carga para ti o algo así.

— ¿Una carga?

— S-Sí... Estoy muy preocupado por el hecho de que te estoy dejando solo con muchas responsabilidades... Tienes que hacerte cargo de la casa, de nuestras tres hijas, nuestros perros, tu trabajo... Y además, sé que Bandit puede ser difícil algunas veces ahora que está pasando por la rebeldía de la adolescencia y... También tienes que cuidar de mí... Sólo pienso que es demasiado para ti y me molesta no hacer nada al respecto.

— En mi defensa, estoy haciendo un trabajo excelente. Ha pasado una semana desde que estoy a cargo y nadie ha incendiado la casa. — Lo hice reír un poco. — Quédate tranquilo, Gee... No quiero que te llenes de preocupaciones porque eso podría hacerte daño a ti y a nuestro hijo. Es más, ¿Por qué no le preguntamos a él qué opina? — Me puse boca abajo con cuidado y me acerqué al vientre de Gee para hablarle a nuestro bebé. — ¿Miles? Bebé ¿Estás allí? — Sonreí inevitablemente cuando sentí al bebé moverse. — Miles, ¿Puedes hacerme un favor y decirle a tu papi que no sea tan testarudo? Dile que yo haré un buen trabajo cuidando de tus hermanas y que él necesita descansar para que ustedes dos estén bien... Quizás si tú se lo dices, te haga caso. — A continuación, pegué el oído a su vientre para "escuchar la respuesta del bebé". — Ajá. Ajá. Sí, por supuesto. — Gee soltó una adorable risa. — ¡Gracias Miles! — Le di un suave besito, entonces, levanté la mirada para ver a mi prometido a los ojos. — ¿Lo ves, Gee? Miles está totalmente de acuerdo; somos dos contra uno.

— Ven aquí. — Dijo entre risas, mientras me sostiene las mejillas, por lo que me levanté un poco para alcanzarlo y poder permitir que besara mis labios. — Te amo, Frankie. — Dijo dándome pequeños besos. — Te prometo que ya no me quejaré más y aceptaré mi aburrido destino de dos meses en cama por el bien de nuestro hijo... También trataré de no preocuparme tanto.

— Me parece muy bien. — Volví a darle un beso corto. — Además... Justo ahora no tienes por qué "aburrirte", porque puedo quedarme contigo por un rato más.

— ¿De verdad?

— Por supuesto que sí... Es viernes... Ya traje a las gemelas de la escuela y las dejé jugando en su cuarto, y Bandit me avisó que van a traerla y vendrá pronto. Así que, aunque sea por un breve instante, sólo somos tú y yo.

Estuve a punto de besarlo otra vez, cuando de pronto...

— ¡¿Qué demonios hacen en mi cuarto?! — Escuchamos a Bandit gritar.

— Tenías razón al decir "breve instante". — Suspiró Gerard.

— No te preocupes, amor. Sabes que Bandit y las gemelas pelean siempre pero luego, en la noche, están las tres sentadas en el sofá viendo Miraculous Ladybug como si fueran mejores amigas. — Me levanté de la cama. — Iré a ver por qué pelean esta vez y luego volveré.

— ¡Suerte! — Me dijo antes de que saliera de nuestra habitación.

— ¡¿Cuántas veces tengo que decirles que no toquen mis cosas?! — Escuché mientras me acercaba al cuarto de Bandit.

Al llegar, me encontré a las gemelas con las caras pintarrajeadas de maquillaje, mientras que éste está tirado en el suelo.

— ¿Qué está sucediendo aquí? — Dije al entrar.

— La respuesta es obvia ¿No te parece? — Respondió Bandit bastante molesta.

— ¡Fue idea de Cherry! — Se excusó Lily, señalando a su hermana.

— Pero según veo, ambas tienen la cara manchada de maquillaje. — Me acerqué a ellas y me puse de rodillas para quedar a su altura. — Tienen que disculparse con Bandit por haber entrado a su cuarto y haber revisado sus cosas. Además, están castigadas; no las dejaré ver caricaturas esta noche y se dormirán temprano.

— ¡Pero papi! — Protestaron.

— Sin peros. Lo que hicieron estuvo muy mal, ¿Cómo se sentirían ustedes si Bandit entrara a su cuarto sin su permiso y dañara sus cosas? Se molestarían mucho ¿Verdad? — Ambas asintieron cabizbajas antes de ir y pedirle perdón a Bandit.

— Disculpa, Bandita. — Le dijo Cherry.

— Te prometemos que no lo volveremos a hacer. — Agregó Lily.

— Sí... Bueno... Una disculpa no repondrá el maquillaje que arruinaron. — Se cruzó de brazos.

— No es necesario que sigas teniendo una mala actitud, B. — Le dije. — Ellas no lo hicieron con mala intención, y además, ya saben que estuvo mal.

— Si lo vuelven a hacer o no, ya no importa, porque ya arruinaron mis cosas.

— Volveré a comprarte el maquillaje que las niñas dañaron ¿Okay? ¿Ya puedes dejar de estar tan molesta? No es para tanto. — Observé de reojo cómo las gemelas dejaron la habitación, dejándonos solos a Bandit y a mí.

— ¡Sí es para tanto! — Replicó. — Que ellas se disculpen o que tú repongas el maquillaje, que después de todo es lo que quienes que hacer, no hará que deje de estar molesta con respecto a que no pueda tener privacidad en mi propia habitación. Es demasiado injusto que tenga que llegar enojada de la escuela y cuando llego a mi casa buscando un poco de paz, tengo que enojarme todavía más porque los demonios que tengo por hermanas entraron a mi cuarto y arruinaron mis cosas porque tú no puedes cuidarlas bien.

Respiré hondo, tratando de mantener la calma.

— El que estés enojada no te da el derecho de reaccionar tan mal con los demás. — Rodó los ojos. — Y si vienes enojada de la escuela porque te sucedió algo, podrías simplemente hablarlo conmigo y tal vez así podrías sentirte mejor.

— ¿Sabes qué? — Ella misma parece tratar de calmarse, pero su malhumor realmente se lo impide. — Es una buena idea. Es una excelente idea. Quiero hablar al respecto, quiero quejarme de mi maldita maestra de Matemáticas y tus malvadas hijas, pero no contigo... Iré con mi papá.

— Espera un momento. — La detuve de la muñeca cuando estuvo a punto de dejar la habitación. — Si quieres ir a ver a tu papá, será mejor que te calmes un poco, porque si vas así de alterada como estás, vas a hacer que se estrese.

— La que está estresada soy yo, y no creo que sea contagioso ¡Ahora suéltame!

— Bandit... Hablo en serio; si vas así de enojada y sólo te quejas, vas a hacer que él se preocupe, y esa clase de negatividad no le hará bien.

— ¡Okay! Me rindo. Está bien. — Solté su muñeca. — Mejor iré por mi abrigo.

— ¿A dónde irás?

— Tomaré el autobús a casa de Bronx. — Dijo yendo a buscar sus cosas.

— ¿El hijo de Pete Wentz? ¿El niño que tu papá no quiere cerca de ti?

— Bueno, quizás distraerme yendo a casa de mi MEJOR AMIGO podría hacerme sentir mejor, ya que ni siquiera puedo hablar con mi papá porque tú no quieres.

— No es que no quiera, ya te expliqué que-

— Ya no importa, Frank. — Me interrumpió de mala manera. — Tal vez lo mejor será que me vaya un rato y así no perturbaré la paz de nadie.

Salió de su cuarto con su abrigo, sus guantes y su bufanda sin esperar ninguna respuesta de mi parte. Cuando se alejó lo suficiente, me llamó idiota; aunque su intención no era que yo la escuchara, lo dijo lo suficientemente alto como para que pudiera hacerlo.

— Bandit, espera. — La detuve bajando las escaleras.

— ¡¿Qué quieres?! — Se giró hacia mí.

— Realmente tienes que considerar que a tu papá no le gustaría que fueras con ese niño y se va a preocupar en exceso.

— ¿Y tú vas a decirle? — Arqueó una ceja.

— No lo haría... Con una condición. — Respondí con firmeza.

— ¿Y cuál sería?

— Que trates de poner un poco de tu parte, porque es bastante molesto que me trates como un trapo viejo cada vez que quiera ayudarte y estar para ti.

— No necesito que me ayudes ni que estés para mí. — Dijo a la defensiva.

— Cada vez que las cosas parecen ir bien entre nosotros, de repente tú pareces odiarme otra vez.

— No te odio... — Al fin, bajó un poco la guardia. — Sólo estoy enojada... No es que me guste reaccionar así...

— Ya te lo dije antes; el que estés enojada no te da derecho a tratar mal a los demás.

— Lo sé, es que... — Suspiró. — No puedo evitarlo ¿Okay? Por eso prefiero salir un rato en vez de seguir amargando a todos. — Detecté un poco de reticencia.

— Lo que quiero es que entiendas que en estos momentos todo es difícil con el embarazo de tu papá... Él necesita descansar, por lo que, te guste o no, yo tengo que hacerme cargo de todos ustedes... Y tú podrías hacer un poco más sencilla esta situación si pones de tu parte. Si tu papá sabe que estás yendo a casa de Bronx y que él es tu "mejor amigo" se angustiará mucho por ti, porque piensa que él es una mala influencia para ti debido a que su padre es una mala influencia para él.

— Yo nunca me dejo influenciar por Bronx, Frank... Lo que Bronx haga o no haga, no me afecta en lo absoluto porque yo tengo mi propia personalidad y él no cambia nada de eso.

— Confío en ti... Y por eso te dejaré estar con ese niño y no le diré nada a tu papá para que no se altere. Pero a cambio, quiero que tú también confíes en mí para que esto funcione.

— Está bien, Frankie. — Asintió, dándose por vencida. — Y discúlpame por gritarte y decirte todas esas cosas hirientes... A veces las palabras brotan de mí y no puedo controlarlas.

— Lo sé...

Ambos cerramos el trato con un choque de puños y dejé ir a Bandit, advirtiéndole que debe regresar a casa antes de la cena.

Ya lo dije... A veces es difícil lidiar con Bandit... Por eso trato de comprenderla. Para ella es muy fácil pensar que yo quiero reemplazar a su papá o que quiero separarlo de ella. Sé que sólo se siente así porque ahora soy yo el que tiene que cuidar de ella, hablar con ella, ayudarla con sus tareas de la escuela e incluso regañarla si es necesario, y ella no quiere que actúe como su papá, por eso se comporta como si yo fuera una amenaza cada vez que quiero estar cerca de ella de la misma forma que lo haría Gerard.

Mentiría si dijese que nunca me frustro al no saber cómo hacer que Bandit me quiera como a un padre. Muchas veces me siento impotente por no poder hacer algo o por no saber cómo acercarme a ella. Para Gerard fue tan fácil hacer que las gemelas lo quisieran, que a veces me pregunto por qué para mí es más complicado lograrlo con Bandit.

He intentado seguirle el ritmo, que se vaya acostumbrando a mí a su propio paso. Trato de darle su espacio, y no le exijo muestras de cariño; por eso he sido el más feliz del mundo con cada avance que he tenido con ella; logré que me considerara su amigo, que aceptara mis abrazos, que me llamara "Frankie" de cariño, pero parece que nunca tendré más que eso. Puedo ser su amigo, pero nunca podré ser su papá. Y a pesar de saber esto, lo sigo intentando, quizás por eso a veces dejo que se salga con la suya; todo con la esperanza de que confíe un poco más en mí.

Pero sí... Me frustra... Me frustra un poco que esa niña probablemente nunca reconozca todos los esfuerzos que hago para demostrarle lo mucho que me importa; más ahora que las circunstancias han hecho que tengamos que estar más unidos que nunca.

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