Capítulo 26
Esa madrugada, cuando Frank nos encontró comiéndonos su pastel, no reaccionó mal, pero sí que nos sermoneó a todos allí; regañó a mi papá por lo poco saludable que es comer azúcar a las tres de la mañana, sobre todo cuando tiene que cuidarse extra por su embarazo. Me regañó a mí por haber tenido la idea de robar su pastel para molestarlo. Regañó a Melissa por haberle seguido la corriente a una "mala influencia" como yo. Y luego nos mandó a dormir... A los tres.
Han pasado dos semanas desde entonces y las cosas han cambiado un poco a cómo eran al principio. Por ejemplo; ahora Frank va por mí a la escuela más temprano para que yo no acceda a irme con Bronx y su papá. Es molesto, pero al menos también hay cosas buenas, como que ahora Melissa y yo somos más amigas que antes; ya no es necesario que sea yo quien la busque para que no se quede sola, pues ahora está conmigo voluntariamente en la escuela y las conversaciones fluyen mejor que antes, pues existe cierto grado de confianza.
Cuando volvimos a vernos después de Halloween, Bronx, aunque yo no lo estaba esperando, se disculpó por haber sido un idiota en mi casa y criticarnos a Melissa y a mí por querer ir a pedir dulces. Después, seguimos como si nada; me contó los chismes de las cosas que sucedieron en la fiesta, hablando mal sobre algunos de nuestros compañeros con quienes yo creía que se llevaba mejor, porque todos los días los saluda y habla con ellos con toda la confianza del mundo, como si fueran grandes amigos, y después de ese día, lo siguió haciendo. También resultó que se besó con Sophie, pero después de unos días, se olvidó de ella.
Y cuando me preguntó qué tal mi Halloween, no se esperaba que le contara que saldré con Aidan y, desde entonces, ha estado fastidiando mucho con eso, porque él espera que sea allí donde yo le confiese que me gusta, pero no pienso hacer eso... No directamente. Sólo quiero que todo fluya, sin necesidad de tener que decirle: "Oye, me gustas". Y esperar su respuesta.
Aidan y yo nos hemos estado viendo en la escuela de vez en cuando como siempre, no hemos hablado mucho con respecto a la cita, sólo los detalles en cuanto a la hora y esas cosas; no me dijo a dónde iríamos, pero sí propuso ir en bicicleta para dar un paseo, lo malo es que mi bici se quedó en Los Ángeles, así que no tengo, pero cuando le dije este detalle, él dijo que podemos ir los dos en la suya. Sin embargo, no tengo la menor idea de qué tendrá planeado. Sólo sé que estoy emocionada.
El único que no está emocionado al respecto, es papá... Quien ha estado paranoico todo este tiempo.
Hoy es el gran día, Aidan pasará por mí a las cinco. Son menos de las cuatro y media, creo que es muy temprano pero acabo de terminar de arreglarme; me tomé mi tiempo para hacerlo y aun así, terminé muy pronto por culpa de mis ansias. Pero la ventaja es que así podré esperar a Aidan abajo, si es necesario, junto a la puerta, para que no sea mi papá quien lo reciba porque seguramente me dejará en vergüenza o algo así.
Cuando bajé, me encontré con él y Frank, como siempre, siendo tan melosos, que dan diabetes. Frank suele hablarle seguido al bebé en la panza de papá; actualmente, tiene dieciocho semanas.
En lo que hice mi entrada, mi papá, dramáticamente, me vio como si todas las etapas de mi vida hasta ahora pasaran frente a los ojos, y hasta sacó su celular y me tomó una foto.
— ¡Te ves muy bonita, Bandit! — Agregó.
— Tampoco es necesario que tomes fotos ¿Sabes? — Tomé asiento en el sillón junto al sofá.
— ¡Es tu primera cita! Es un evento importante, así que necesito tener recuerdos. Encima, te arreglaste mucho.
— Como yo en nuestra primera cita. — Frank pareció recordar algo gracioso, porque rió al decir eso, y mi papá rió también.
— ¿Y estaban tan nerviosos como yo en su primera cita?
— ¡Sí! — Dijeron al unísono.
— Además, es una historia un poco bizarra, porque ese día pasó de todo. — Explicó mi papá. — Teníamos apenas catorce años, y Frank quería hacer algo a lo grande. Quizás exageró demasiado...
— Gasté todos mis ahorros y también pedí dinero a mis abuelos, y hasta a mis tíos.
— ¿Y por qué tanto dinero?
— Porque como primera cita, lo mejor que se me ocurrió fue llevar a Gerard al restaurante más caro de la ciudad.
— Uh lalá, oui oui. — Reí.
— Pero se te olvidó un detalle. — Comentó mi papá. — Frank no me dijo a dónde me llevaría, y esa es la razón por la cual, la noche de la cita, yo parecía un niño emo listo para ir a la tienda de cómics mientras que él estaba vestido de traje y corbata; estaba todo perfumado y bien peinado. Y yo estaba como: "¿Y ese disfraz? ¿Vamos a un funeral o qué?"... Y luego me sentí fuera de lugar vistiendo mi sudadera negra y mis jeans rotos en ese lugar lleno de gente distinguida, y todo porque a Frank no se le ocurrió al menos decirme cómo debía vestir.
— ¡Oh, no! ¡Es lo peor no estar vestido acorde a la ocasión! — Por eso me vestí con algo que podría funcionar en cualquier ambiente, porque no es tan formal ni tan casual. — ¿En qué estabas pensando, Frank?
— ¡En sorprender a Gerard!
— Y vaya que me sorprendiste. — Replicó él.
— Bonus. — Agregó Frank. — Estaba tan nervioso, que debajo de ese traje, estaba sudando como no tienes una idea; no quería quitarme el saco porque mi camisa estaba jodidamente empapada.
— Nononono. Y encima. — Mi papá soltó una estruendosa carcajada. — Pidió el plato más caro... Al principio el personal del restaurante no nos tomaba en serio por ser unos niños, incluyendo el jefe de sala; hasta que Frank mostró la gran cantidad de dinero en billetes arrugados, pero ese no es el punto. El punto aquí, es que el plato más caro era langosta.
— Pero eres alérgico. — Le dije.
— Sí... ¿Y cómo crees que lo descubrí?
Lo miré boquiabierta, cubriendo mi boca con mis manos, luego mi mirada viajó hacia Frank, quien también está muriendo de la risa sólo recordándolo.
— ¡¿Quéééé?! — Exclamé.
— Déjame poner el contexto ¿Sí? — Dijo Frank. — Estábamos allí, ambos nerviosos, y el ambiente se estaba tornando demasiado incómodo; era la primera vez que nos sentíamos así el uno con el otro después de ser mejores amigos desde los doce. Pero el problema era que nosotros creíamos que por el hecho de que esa fuese una cita romántica, las cosas tenían que ser distintas a cuando pasábamos tiempo juntos antes de gustarnos. Y esto era un gran error, porque se supone que tu pareja también es tu mejor amigo, así que nuestro trato o nuestras maneras de convivir no tenían por qué cambiar; los momentos románticos sólo tenían que fluir y ya ¿Entiendes? — Asentí. — Entonces imagínate; yo allí, sintiéndome ridículo por la forma en la que estaba vestido...
— No más que yo... — Alegó mi papá.
— Y entonces... — Continuó Frank. — De repente Gerard comienza a hincharse y a enrojecer.
— ¡Y no podía respirar!
— ¡Sí! Ahora nos estamos riendo, pero en ese momento estábamos verdaderamente asustados.
— Yo pensé que me iba a morir.
— Y yo pensé que él se iba a morir... Entré en pánico, porque yo no sabía que él era alérgico, y él tampoco, claramente. La gente también se preocupó y nos ayudaron. Llamaron a una ambulancia que se llevó a Gee al hospital; tuve que llamar a sus padres y explicar lo sucedido... Fue un gran desastre.
— ¿Y cómo es que están aquí a pocos meses de tener un bebé? — Discutí. — ¿Cómo pudieron ser novios después de eso? Es decir, si alguien intenta matarme... Sin ofender, Frank. — Aclaré. — Yo no querría ver más a esa persona, ¿Qué pasó por tu cabeza antes de volver a salir con ese monstruo, papá? Sin ofender, Frank... Otra vez.
— ¡Hey! Frankie fue ultra considerado por esforzarse en hacer algo lindo por mí. — Bueno, es cierto, no puedo discutir ante esa lógica. — Aunque no era necesario hacer taaanto, fue muy lindo. Y el que las cosas hayan salido TAN mal en esa ocasión, creo que se debe a que el universo quería darnos una lección; y esa era que, si queríamos funcionar, no teníamos que dejar de ser nosotros mismos ni forzar el romance.
— Más bien, esa cita de pesadilla fue el "piloto" de nuestra primera cita real, la cual ni siquiera planeamos.
— ¿Y cómo sucedió eso? — Pregunté.
— Por aquellos días, cuando salíamos de la escuela, íbamos en nuestras bicis a un arcade que quedaba cerca. — Explica Frank. — Pasábamos muchas de nuestras tardes ahí, así que no era nada especial como para considerarlo un lugar para ir a una cita.
— Pero fuimos una tarde como cualquier otra, días después del incidente. Fuimos como siempre: Como amigos.
— Amigos que se gustan. — Corrigió Frank.
— Exacto. Llegamos allí, sin considerarlo una cita romántica ¿Pero qué sucedió? Que hubo romance... A pesar de que sólo estábamos jugando los videojuegos de siempre, pero disfrutando de la compañía del otro, riéndonos como idiotas por cualquier cosa, o sonrojándonos cada vez que estábamos muy cerca, pero a la vez, deseando estar así de cerca todo el tiempo.
No pude evitar suspirar y sonreír bobamente con sólo verlos contar esta parte de la historia como si la estuviesen reviviendo.
— Recuerdo un momento en específico donde, mientras jugaba Robotron: 2084, Gerard me abrazó y apoyó su mentón en mi hombro.
— ¡Sííí! — Mi papá aplaudió entusiasmado. — Fue tan bonito, y creí que mi corazón explotaría de lo acelerado que estaba. Sólo estábamos haciendo lo de siempre: Jugamos videojuegos y compartimos la pizza barata que solían vender en el local. Pero ese día, esa pizza insalubre sabía especial... Sabía a amor. — No pude evitar reírme.
— Total que volvimos juntos a casa, y realmente se podía sentir la atmósfera romántica durante nuestro paseo en bicicleta al atardecer; era otoño también. — Aclaró. — Y yo... Sólo sabía que quería tener más momentos así con Gee durante mucho, mucho tiempo... Lo acompañé hasta su casa y cuando nos despedimos en la puerta; sucedió.
— ¿Qué? — Pregunté. — ¿Qué sucedió?
— ¡Nuestro primer beso! — Dijeron al unísono, y yo no pude evitar soltar un gritito de emoción porque en serio me metí mucho en la historia.
— ¡Qué lindo! — Agregué.
— Oh, fue mágico. — Dijo mi papá. — Nunca había sido tan feliz como cuando de repente ambos nos acercamos y juntamos nuestros labios.
— Así es... — Frank suspiró, atrayendo a mi papá para abrazarlo contra su pecho. — Ese fue el mejor día de toda mi vida, y no fue necesario hacer mucho para lograr que fuera perfecto... Sólo estar juntos y ya.
— Aunque nuestra burbuja se rompió cuando tu abuela abrió la puerta y nos encontró besándonos. — Me dijo mi papá. — Esa fue mi manera de salir del clóset.
— Y cabe destacar que yo no les agradaba mucho a los padres de Gerard porque me consideraban un delincuente.
— ¿Y mi abuela te jaló de la oreja? — Pregunté, recordando todas las veces que mi abuela ha hablado de los "jalones de oreja" que les daba a mi papá y a mi tío Mikey cuando se portaban mal.
— ¿Qué comes que adivinas? — Dijo sonriendo. — No me dolió porque el beso me dejó demasiado atontado como para concentrarme en otra cosa.
— Y esa es la historia de nuestra cita piloto y nuestra primera cita real. — Concluyó Frank.
— Hermoso. — Aplaudí. — Goals... Ojalá me pase todo eso, menos la cita piloto porque no quiero ir al hospital.
— Si vas a un maldito hospital, ese niño se las verá conmigo. — Dijo mi papá con recelo, tratando de parecer intimidante pero en realidad resultaba demasiado adorable.
— Oye, relájate ¿Quieres? Cuando Aidan llegue... — No pude terminar la frase porque oímos el timbre y me tensé de repente.
Sólo pude levantarme torpemente y observar por el picaporte para ver que, efectivamente, es Aidan.
— ¡Aaaahh! ¡Ya llegó! — Comencé a dar saltitos de los nervios antes de ir por mi bolso.
— Iré a recibirlo. — Mi papá hizo el ademán de levantarse.
— ¡No! — Lo detuve. — Tú no harás nada. Te quedarás aquí siendo feliz con el enano y yo abriré la puerta y me iré como la niña grande que soy ¿Okay?
Él iba a replicar, pero no lo dejé, porque le dije adiós, besé su mejilla, choqué los puños con Frank y luego me apresuré a la puerta pero él me detuvo.
— ¡Espera! — Ahora sí se levantó y caminó hacia mí como si tuviese todo el tiempo del mundo; y el timbre volvió a sonar. — Esa falda está muy corta. — Bufé y negué con la cabeza cuando tiró de mi falda para bajarla un poco, aunque daba igual si está corta o no, porque tengo medias negras debajo. — Ya, ahora sí.
Me di la vuelta... Estuve a punto de poner mi mano en la perilla para abrir la puerta...
— Nonono, espera. — Me detuvo otra vez.
— ¿Quéé? — Bramé.
Y sin decir nada, él puso sus manos en mi cabello, asentándolo y arreglándolo para que no se viera despeinado.
— Ya. Ya. Ahora sí. — Dijo en cuanto terminó.
— ¿Estás seguro? — El timbre sonó nuevamente. — Porque si no abro, me van a dejar plantada.
— Sí, ya lárgate de aquí. Vete antes de que me arrepienta.
Por fin me dejó ir, pero esta vez, cuando fui a abrir la puerta, fui yo quien se devolvió, pero para darle un fuerte abrazo, aunque a medida que su vientre ha crecido, abrazarlo es cada vez más difícil.
— ¡Te amo! — Le dije, aferrándome a él. Volvió a sonar el timbre, esta vez más insistente. — Ahora sí, me voy, pero recuerda que te amo a pesar de que estés loquito.
— Yo te amo más, princesa. — Besó mi coronilla y me dejó ir.
Abrí la puerta y me encontré con Aidan, quise desmayarme ¡Porque se ve tan lindo! O sea, siempre se ve lindo, pero hoy más.
— ¡Hola! — Saludé con entusiasmo, sin dar a mostrar mis nervios. — Lamento hacerte esperar.
— Hola. No te preocupes por eso. — Sonrió. — Te ves muy bonita, por cierto. — Al escuchar el cumplido, yo también sonreí, mordiendo mi labio inferior con nerviosismo. — ¿Nos vamos? — Preguntó haciéndose a un lado para que yo pueda salir.
— C-Claro. — Dije toda sonrojada, cerrando la puerta detrás de mí.
Su bici está en la acera, mientras caminábamos hacia ella, la puerta volvió a abrirse, creí que sería mi papá, pero en cambio, fue Frank quien se asomó para gritar:
— ¡La queremos de vuelta antes de las ocho!
Yo, sumamente avergonzada, sólo puse los ojos en blanco, pero Aidan sólo se rió, y le gritó un "¡De acuerdo!" de vuelta, mientras lo saludaba con la mano. Finalmente, subimos a su bicicleta; él pedalea mientras que yo voy sentada sobre el portaequipajes, sosteniéndome fuerte de las barras metálicas, porque me da vergüenza sostenerme de él, aunque ese era el plan inicial pero la timidez que desarrollo cuando estoy con él me abstiene de hacer eso.
Por ahora, no estamos hablando, pero creo que no hace mucha falta porque si así fuera, me sentiría incómoda, pero por el contrario, me gusta perderme en el paisaje otoñal, con las hojas de tonalidades entre naranja y café vuelan desde los árboles y se acumulan en montículos donde a los niños les gusta saltar, además, los colores de los árboles le brindan un poco más de vida a los vecindarios todas esas casas que parecen sacadas de una fotocopiadora porque todas son exactamente iguales.
— Hey... ¿Ahora vas a decirme a dónde me llevarás? — Pregunté al cabo de unos minutos de camino.
— Sé paciente, sólo faltan un par de minutos.
— Cuánto misterio. — Protesté, y él sólo se rió.
...
— ¡Qué genial! — Dije observando el lugar con la misma emoción que una niñita de cinco años. — Mi papá me llevó un par de veces a jugar mini golf cuando vivíamos en Los Ángeles, y recuerdo que solía ser muy buena.
— Pues que bueno que lo seas, porque el perdedor comprará los helados saliendo de aquí.
— Me parece bien... Me parece bien; tengo bastante confianza en mí misma en este momento. — Dije, manteniéndome sonriente.
El campo de golf en miniatura es bastante amplio, cuenta con varias estaciones con distintas temáticas; todas ellas tienen una banderita con su respectivo número, ya que mientras más avanza el número, avanza también el nivel de dificultad. Lo bueno es que no hay tantas personas, y las que están, son familias que traen a sus hijos.
Nos atendieron en un pequeño kiosco donde nos cobraron en base a las horas que estaremos aquí, y nos entregaron nuestros respectivos palos de golf y un lápiz junto a unas hojas pequeñas donde tenemos que notar nuestro puntaje en cada estación. Seguidamente, nos trasladamos al primer hoyo, el cual, a simple vista, es bastante simple; sólo es una línea recta con una rampa por donde tiene que pasar la pelota de golf para llegar, y listo.
Primero fue mi turno; en cada pista hay un contenedor con pelotas de colores, tomé una anaranjada, la puse en su lugar y me coloqué en posición para golpearla con el palo de golf. En mi mente, haría el lanzamiento perfecto; golpearía la pelota, ésta pasaría sin mayor problema por la pequeña rampa y haría hoyo en uno.
«Sencillo». Pensé. Pero debí saber que el universo siempre se las arregla para hacer que todo me malga sal. Así que cuando golpeé la pelota, esta pasó justo al lado de la rampa.
Aidan no se habría reído de no ser por mi cara de decepción al haber fallado en algo que, según yo, era muy sencillo; seguro parezco un meme viviente.
— Hey, no te rías. Estoy fuera de práctica... Eso es todo. Déjame intentarlo de nuevo.
— Adelante. — Dijo, controlando sus risas.
Tomé otra pelota y volví a intentarlo, pero volvió a suceder lo mismo.
— ¡Esto tiene que ser una broma! — Me quejé, por lo que él volvió a reírse de mí. — Quizás el viento no está a mi favor, tiene que ser eso ¿No?
— O... Quizás no eras tan buena como pensabas.
— ¿Disculpa? — Me giré hacia él como en el meme de "¿Estás retándome?". — Quizás sea tu culpa que no pueda concentrarme.
— ¿Mi culpa? ¿Por qué sería mi culpa?
— Bueno, me pones nerviosa y eso me distrae. — Las palabras salieron solas de mi boca sin haber sido analizadas en mi cabeza, y en cuanto me di cuenta de lo que dije, me puse todavía más nerviosa.
— ¿En serio? ¿Te pongo nerviosa? — Esbozó una sonrisa ladina, aunque creí que no se tomaría bien lo que dije, porque siento que me expuse sin querer.
— Me refiero a que... — Trato de arreglar un poco mi cagada, con una mentirita piadosa. — Normalmente, soy incapaz de hacer las cosas bien cuando hay alguien observando.
— O quizás es cierto que estás fuera de práctica; déjame ayudarte con eso. No será divertido competir contigo si no das pelea. — Reí al escuchar eso último, pero mi corazón se aceleró cuando él soltó su palo de golf y se acercó a mí.
Él, detrás de mí, tomó mis manos y me ayudó a sostener mi palo de golf. Podía sentir su respiración tranquila contra mi cuello.
— Sólo tienes que relajarte un poco. Estás muy tensa. — Recalcó, a lo cual yo respiré profundo, tratando de serenarme al menos un poquito (porque podría morir teniéndolo así de cerca), entonces, me ayudó a tomar el impulso necesario para golpear la pelota.
Esta vez, sí sucedió lo que yo quería desde un principio; la pelota atravesó la pequeña rampa y llegó perfectamente al hoyo, mientras que yo todavía seguía bastante atontada.
— ¿Ves? No es difícil. — Dijo sacándome de mi pequeño trance, separándose de mí. — Ahora. — Sacó el lápiz y las hojas del bolsillo de su camisa. — Por ti, voy a abandonar mi ética de árbitro de minigolf y anotaré esto con la puntuación de un hoyo en uno, sin tomar en cuenta que fue tu tercer intento y que recibiste ayuda.
— Oh, gracias, señor árbitro, qué considerado. — Reí. Esta vez, yo recibí las hojas y papel para anotar su puntuación, la cual también fue perfecta porque él sí pudo hacerlo bien a la primera.
Así que nos movimos hacia el segundo hoyo; esta vez la pista es en forma de "L" invertida, aumentando un poco la dificultad.
— Sólo concéntrate, Bandit. — Sugirió mientras me preparaba para golpear la pelota.
Este nivel es cuestión de cálculo; la pelota tiene que chocar con fuerza con una de las paredes para llegar al hoyo, cosa que no pude hacer con un sólo golpe, pero sí con dos, lo cual no está tan mal.
— Hagamos una cosa. — Dijo cuando llegó su turno. — Para conocernos mejor... Se me ocurrió que compartamos algún dato aleatorio sobre nosotros.
— ¿Como cuáles?
— No sé, cualquier cosa, por más mínima o trillada que sea. Por ejemplo; mi color favorito es el verde, ¿Y el tuyo?
— El azul.
— Es eso. — Dijo antes de golpear la pelota y volver a hacer hoyo en uno. — Es simplemente eso y así, poco a poco, sabremos más cosas acerca de nosotros.
— Me agrada esa idea. — Respondí.
Después de todo, si hacemos las cosas de ese modo, no me siento como si tuviera que forzar una conversación, aunque nada está siendo forzado hasta ahora.
— Entonces... — Dije cuando llegamos al tercer hoyo, donde hay unas pirámides bloqueando el camino, y sólo una de ellas tiene una abertura por donde tiene que pasar la pelota. — Espera, tengo que hacer un cálculo matemático rápido. — Bromeé, tratando de encontrar la manera de posicionarme para dar un golpe certero. — Me dan fobia las serpientes y siempre he tenido el miedo irracional de que una aparezca mientras duermo.
— Siempre me da lástima cuando las personas dicen eso, porque yo tengo una serpiente de mascota.
— ¿Qué? ¿En serio?
— No. — Se rió al ver mi rostro de pánico. — Sólo quería ver cómo reaccionabas.
— Qué malo. — Reí también, volviendo mi atención al juego; esta vez, pude hacerlo bien.
— Mi lugar favorito en el mundo es la playa. — Dijo cuando llegó su turno.
— El mío igual... De hecho, justo ahora desearía que fuera verano para poder ir.
— Yo también. — Sonrió.
— Antes no me gustaban para nada los perros. — Dije cuando llegamos al cuarto hoyo, el cual es un espiral en forma de caracol. — Pero ahora duermo con Bela casi todas las noches... Frank suele ser muy intenso cuando ve que ahora me encariñé con sus bebés los perros.
— Eso es muy lindo, ¿Ves que los perros son geniales? — Sonrió con ternura. — Cuando era pequeño... — Inició un relato cuando llegó su turno. — Me gustaban mucho los deportes extremos, y me rompí el brazo cuando salté de una rampa para chicos grandes, queriendo imitar a los tipos profesionales que veía en televisión.
— Auch... Por suerte no tengo una anécdota similar a esa porque nunca me he roto nada; principalmente porque siempre fui una niña tranquila... Y que mi papá siempre me ha cuidado como si fuera de cristal.
— Suertuda.
...
Sin darme cuenta, el tiempo comenzó a irse demasiado rápido, o al menos así me sentía yo mientras que entraba cada vez más en confianza con él y los nervios fueron reemplazados por un gran deseo de que la cita nunca se acabase. Llegó un punto en el que pude acostumbrarme y jugar mejor, retomando la grandeza que me caracterizaba en este juego cuando era pequeña, por lo cual, nuestra competencia se volvió un poco reñida.
Mientras íbamos avanzando entre los distintos niveles del juego, compartíamos más datos random; así fue cómo descubrí que su película favorita es Deadpool, que le gustan los deportes, que tiene mucha paciencia hacia los demás, que tiene mala memoria y que, al igual que yo, no le gustan los días lluviosos porque le parecen tristes. Él, por su parte, ahora sabe que a veces mi temperamento no es el mejor, que en casa (en LA) tengo una colección enorme de Polly Pocket de cuando era pequeña, que soy alérgica a los girasoles, que me asustan las cosas paranormales, que me sé absolutamente todas las canciones de Disney o de la vez que mi mamá nos ayudó a mí y a una amiga de la primaria a hacer casitas para hadas en nuestro jardín.
Cuando llegamos al hoyo número dieciocho, es decir, el último y el más complicado después de haber pasado por el clásico molino de viento y por una maldita rueda de la fortuna que fue mi perdición. Éste se trata de una enorme cabeza de Frankenstein cuya boca se abre y se cierra. Sería más sencillo de no ser porque hay que pasar varios obstáculos para que la pelota pueda llegar a su destino; yo logré hacerlo con tres golpes. Aidan tiene que lograrlo a la primera, o de lo contrario, ganaré yo.
Estaba viendo atentamente cómo él se preparaba para empezar; estaba convencida de que me ganaría, porque es mejor para calcular sus golpes que yo, así que me hice la idea de que yo pagaría los helados, y me pareció un trato justo. Sin embargo, no esperaba que su primer golpe resultara erróneo, PERO MUCHÍSIMO; la pelota golpeó uno de los obstáculos y se regresó con fuerza al punto inicial. No podía creer que él lo hiciera tan mal en la recta final, y el "oops" que dijo me dio el indicio de lo que pasaría entonces; él perdió... Y sé que lo hizo a propósito.
— Bien, felicidades, parece que ganaste, Bandit. — Dijo haciendo una especie de reverencia.
— Sí... Sólo que hay algo que me hace pensar que fue gracias a ti.
— ¿Qué? ¿Por qué piensas eso? — Dijo fingiendo estar ofendido.
— Por nada. — Me acerqué y le di un empujón amistoso con mi hombro, y decidí no decir más para seguirle la corriente. — Mejor vamos por esos helados ¿Te parece?
— Por supuesto. — Me tomó desprevenida cuando me rodeó con su brazo.
Después de regresar los palos de golf al kiosco donde nos atendieron, caminamos juntos, él llevando su bicicleta, ya que la heladería está en el parque junto al campo de mini golf. Sin embargo, encontramos un puesto donde vendían manzanas acarameladas y terminamos prefiriendo eso.
— Déjame pagar a mí ¿Sí? — Sugerí. — Sé que me dejaste ganar hace rato.
— Uh... ¿Fue demasiado obvio?
— Sí. — Reí. — No deberías ser condescendiente conmigo ¿Sabes? — Dije pagándole al vendedor. — Además... Me divertí mucho hoy contigo. Si el plan de lo que íbamos a hacer hoy hubiese quedado en mis manos, probablemente habría elegido ir al cine o algo así, porque después de todo, aún no conozco muy bien la ciudad.
Dimos las gracias al vendedor cuando nos entregó nuestras respectivas manzanas, por lo que decidimos seguir caminando en busca de un lugar para sentarnos.
— Bueno, lo del mini golf se me ocurrió a último momento y me pareció divertido... Si no, creo que te hubiese llevado a los videojuegos.
Por poco me atraganté con un trozo de manzana; cuando mencionó eso último, inevitablemente pensé en la primera cita real de mi papá con Frank.
— Me encantaría ir algún otro día. — Mencioné, mientras tomamos asiento en una banca con vista a una enorme fuente. Nos sentamos bastante cerca, creo que hoy rompimos la barrera de espacio que siempre nos ha impedido el contacto físico por más mínimo que sea.
— Dalo por hecho. — Contestó. — Me gustó pasar esta tarde contigo; me gustaría repetirlo.
— A mí también. — Suspiré contenta.
...
Después de terminar de comer nuestras manzanas acarameladas, nos quedamos allí por un rato más, hablando sin parar, hasta que comenzó a atardecer y llegó la hora de volver a casa. Entonces, volvimos a subir a su bicicleta, pero esta vez, sí sentí la confianza suficiente para apoyarme de su espalda. Y pasé todo el camino sintiendo una felicidad tan grande, que parece infinita... Recordé cuando Frank dijo que, después de la primera cita (la real), cuando acompañaba a mi papá a su casa, sólo sabía que quería tener más momentos así con él durante mucho tiempo, y eso es justo lo que yo siento ahora, pero... Me pregunto si Aidan sentirá lo mismo.
— Bueno... Aquí estamos. — No sabía exactamente qué decir una vez que estuvimos en la puerta de mi casa.
— Así es... No sé qué decir en este momento. — Sonrió, y yo involuntariamente lo hice también. — Espero que volvamos a salir muy pronto.
— Me encantaría...
Estaba a punto de decir simplemente adiós, pero entonces él se acercó un poco más a mí. Se inclinó... Lo único que pude pensar fue: « ¡Va a suceder!». Y claramente no iba a detener nada, más bien, levanté un poco el rostro y, cuando creí que obtendría mi primer beso, la puerta se abrió de golpe. Tanto Aidan como yo nos sobresaltamos al ver a mi papá, quien se aclaró la garganta fuertemente al vernos en esa situación.
Mi rostro enrojeció a más no poder, pero al menos no fui la única, Aidan también se puso nervioso, y lo que hizo fue sólo besar mi mejilla rápidamente.
— Adiós, B. Nos vemos el lunes en la escuela. — Me causó un poquito de ternura cómo se puso nervioso en presencia de mi papá. — Hasta luego, señor Way.
— Sí, adiós... — Respondió mi papá, tomándome de los hombros con recelo.
Yo me despedí tímidamente con la mano.
Lo vimos marcharse en su bicicleta y entramos a la casa.
Me mantuve un buen rato en las nubes, como hipnotizada, con mi mano en el punto exacto de mi mejilla que él besó.
— Tienes muchas cosas que contarme, señorita. — Dijo mi papá, al ver mi exorbitante sonrisa de tonta.
— Oye, gracias por haber evitado mi primer beso. — Dije sarcásticamente.
— ¿Quéééé? — Batió sus pestañas fingiendo inocencia. — ¿Yo hice eso?
— Sé que lo hiciste... ¿Cómo demonios sabías exactamente a qué hora estaríamos aquí y el momento preciso en que "eso" sucedería? ¡Es brujería! Es como cuando se me pierde algo y tú dices: "A que voy y lo encuentro". — Imité su voz. — Y aparecen las cosas en los sitios donde estoy segura de que busqué bien... Eso no es otra cosa sino magia negra; ¡Hereje!
Él sólo soltó una carcajada como respuesta.
— Bueno, cuando tienes hijos, se te atribuyen estos poderes mágicos. — Fue su respuesta. — Y a mí me gusta aprovecharme de esos poderes algunas veces... Como ésta.
— ¡Lo sabía!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top