7. Becario (P-2)
—No puedo creer que me llamaras en urgencia para esto.
Tay se ríe, tan cómodo y vivaz cómo siempre, mientras juega con el encendedor entre sus dedos, recargado en su escritorio.
—Es definitivamente urgente, Señor Jumpol. —recalca su apellido con sorna, con un retintín que al más alto ya le está crispando los nervios— ¿O preferías que convocara a toda la empresa para tratar este asunto?
Off le dedica una mirada seria cargada de venganza silenciosa, mientras el menor sigue jugando a encender y apagar su encendedor automático.
—Ya te dije que son ideas tuyas. —asegura, sus manos en los bolsillos de su pantalón, aún plantado de pie en el centro de la oficina.
—No hagas esto más difícil, Off. —junta sus manos en un aplauso que mantiene, con los ojos de fijos al techo. Chasquea la lengua y continua—. Jamás se te ha visto tanto por la empresa como las últimas semanas, sigues a ese chico a sol y a sombra y según mi experiencia en ti, te gusta.
Off suspira hastiado por quinta vez desde que entró a la oficina de su colega y amigo quien, aparentemente, necesitaba de su presencia urgente para tratar temas de la empresa, pero solamente había insistido en que al empresario le interesa de alguna forma el becario de la empresa.
—No tengo tiempo para fijarme en nadie, no con tanto trabajo Tay.
El castaño da de vueltas en su oficina, con las manos en los bolsillos de su saco, mirando el techo.
—Trabajo, trabajo, trabajo. Solamente piensas en eso. —se sienta, tirando hacia atrás la silla de su escritorio y deslizando sus pies por el suelo para girarla—. Relájate un poco, hombre. Tómate un café...
Y al terminar de recitar aquella frase, con los ojos brillantes y una sonrisa —todo— menos inocente, presiona el botón que abre la puerta de su oficina, por la que entra un muchacho de cabello negro cargando consigo, dos vasos térmicos de café.
—Buenos días, vicepresidente Ta-
Gun abre los ojos, la boca y hasta se olvida de respirar cuando se da cuenta de que "La junta" de Tay es con el mismísimo CEO, con el cual el vicepresidente ha estado insistiendo por semanas, tiene interés sobre él. Al principio, no lo creía e incluso se rió de sí mismo frente al espejo del baño cuando pensó en la remota posibilidad de que Off Jumpol se hubiese fijado en él. El chico se sintió patético, se retiró el delineador de los ojos que con tanta insistencia Tay le orilló a usar y salió claramente desanimado a continuar su turno.
Jumpol se acomoda el saco, se revisa la hora en el reloj y aclara su garganta, en un gesto visiblemente incómodo.
—Buenos días, joven Atthaphan.
Gun asiente en silencio, avanzando hasta el escritorio donde deposita ambos vasos y se inclina, hablando bajito.
—Con permiso...
Tawan mira con advertencia a Off, quien parece demasiado concentrado en mirar su Rolex y al menor no le faltan ganas de soltarle un zape ahí mismo, pero en su lugar, le patea la pierna bajo el escritorio.
—¡Gun! —lo llama Tay, mirando con disimulo al empresario— ¿Hoy es tu cumpleaños, verdad?
El menor de todos asiente, desde la puerta y con un nudo en la garganta, las rodillas flojas y muchas, muchas ganas de salir corriendo de ahí porque definitivamente, es incómodo estar ahí en la misma oficina junto al hombre que le gusta y además, no se da cuenta de ello.
«Exactamente ¿cuándo?, no podría decirlo. Gun se encontró a sí mismo en más de una ocasión siendo observado por su superior mientras realizaba algo tan simple como engrapar un informe y las sonrisas se le salían a ambos antes de bajar la vista a cualquier lado que no fueran los ojos ajenos. Por las mañanas se tomaba más tiempo frente al espejo cuidando su imagen antes de ir a trabajar y reprimía sus sonrisas tontas cuando su jefe lo felicitaba por hacer un buen trabajo siempre que subía a su oficina a dejarle un encargo. Ni siquiera su desabrida secretaria podía arruinar la hermosa sensación de aprobación que sentía al salir de ahí después de un "Buen trabajo, joven Atthaphan" y al pelinegro se le cayeron las ilusiones al suelo cuando una tarde, después de archivar, escuchó a Jumpol hablar por teléfono con alguien de quien se despidió con un... Nos veremos esta noche.»
—Sí, es mi cumpleaños. —habla un poco más fuerte, más entero por y para sí mismo.
—Qué descortés de su parte traerlo a trabajar en su cumpleaños, señor Jumpol. —Insiste, entre dientes y casi sin que Gun escuche—. Debería compensarlo, ¿no lo cree?
Off mira con total frustración muda a su amigo sonreír victorioso y se pone de pie, dispuesto a tomar una decisión que calle a Tawan por el resto de su vida. Después de todo, el becario no tenía la culpa de que Off hubiese pasado una noche horrible.
—Joven Atthaphan. —Jumpol lo llama desde el escritorio, viéndolo directamente y sin rodeos—. Permítame invitarlo a cenar, por su cumpleaños y las molestias causadas.
Gun asiente, sus dedos temblorosos pegados al cristal que Tay todavía no abre.
—Sí... Señor Jumpol.
Jamás había estado tan nervioso en toda su vida.
Gun se acomoda una y mil veces el mismo mechón de cabello sin quedar absolutamente satisfecho frente al espejo del baño. A su lado, su teléfono celular está en el volumen máximo después de asegurarse al menos veinte veces de que no tuviera ningún nuevo mensaje y por supuesto, no llamar a nadie para no ocupar la línea.
Cuando aceptó salir con su jefe, jamás pensó que este lo enviara temprano a casa y le aseguraría que pasaría por él a su domicilio en punto de las seis de la tarde. Gun pudo darse cuenta de la magnitud de las cosas hasta que lo dijo en voz alta dentro de su departamento, para después entrar en pánico y volcar el closet en busca de algo medianamente decente que usar.
Se cepilla los dientes por tercera vez en una hora y se asegura de no dejar ninguna gota de nada en su rostro, antes de rociarse loción encima y gritar internamente. Nunca ha ido a alguno de esos lugares elegantes a los que seguramente su jefe estaba acostumbrado a ir día sí día también, no sabe cuál es el cuchillo de la carne, no le gusta el vino y maldición, no sabe pronunciar los nombres de lo que hay en el menú. ¿Qué impresión va a darle a su jefe, si planea tener un puesto dentro de la compañía?
—Estoy perdido. —Gun se recarga con los antebrazos en el filo del lavamanos, su frente contra estos y los ojos cerrados, esperando morir antes de que Jumpol llegue a recogerlo.
Pero su teléfono suena antes y el pelinegro brinca del susto, tomando apresuradamente el aparato entre sus dedos, el cual amenazó con caer pero lo sujeta fuerte y responde la llamada al tercer tono.
—¿Hola?
—Joven Atthaphan, me encuentro fuera de su domicilio.
—S-sí, enseguida señor.
Después de cortar la llamada y respirar hondo más de cinco veces, Gun se llena la boca de enjuague bucal antes de tomar sus llaves, su abrigo y escupir en el lavaplatos de la cocina, rumbo a la puerta.
Sin tiempo de tomar el ascensor y bajando cuatro pisos mientras se acomoda la ropa, Gun repite mentalmente sus buenos modales, frases ensayadas que deben salirle a la perfección para dar una imagen profesional y responsable y no la del graduado de diecinueve años que efectivamente es.
Al llegar a la planta baja, abre la puerta hacia la calle y al poner un pie fuera de su barata residencia, un Audi espera por él, estacionado en la acera del frente. Gun traga saliva y aprieta el muñequito de Chikorita entre sus dedos, del cual cuelga su llave.
Off está fuera, a un lado de la puerta del copiloto, vistiendo un precioso traje a medida con corbata azul tornasol, siempre tan pulcro y elegante y, definitivamente, con un atuendo diferente al que le vio esa mañana. Su muñeca izquierda siempre con un reloj a juego y cabello semi ondulado perfectamente peinado.
—Buenas tardes. —Jumpol asiente en su dirección, abriendo la puerta del copiloto.
—Buenas tardes, señor Jumpol. —responde sorprendentemente, sin tartamudear.
Gun entra al auto, no menos pulcro y ordenado que su jefe y puede percibir el sutil aroma a su colonia que sin darse cuenta, aspira hondo. Cuando Jumpol entra al auto, el dulce pero fuerte aroma se intensifica y al menor le cosquillea el estómago.
—Me tomé la libertad de elegir el restaurante para esta ocasión, espero no le moleste. —Jumpol habla sin quitar los ojos del frente, maniobrando para encender el auto y tomar reversa.
—No hay ningún problema. —Gun sonríe apenas, confiado de no ser observado de lleno. Entrelaza sus dedos sobre su regazo y ajusta su cinturón, mirando por la ventana.
Off lo mira de reojo, una media sonrisa en sus labios.
Al tan solo estacionar el auto, Gun se quita el cinturón de seguridad, cuando Jumpol ya ha abierto la puerta y le extiende una mano ofreciendo ayudar para que salga. Gun lo mira inseguro de si tomarla, pero su jefe se mantiene serio esperando una respuesta, así que sutilmente, casi sin tocar, coloca sus dedos sobre la palma abierta de su superior, quien lo sujeta con fuerza y tira un poco de él ayudándolo a salir del deportivo.
—Gracias... —Gun se recompone, alisa las arrugas inexistentes de su suéter color crema y se convence de que nada pasó cuando tocaron sus manos y que no tiene el pulso por el cielo.
Jumpol le sonríe.
—No hay de qué.
El derroche de amabilidad no paró ahí, pues Jumpol mantuvo la puerta abierta para él, le jaló la silla para que se sentara, colgó su abrigo en el perchero junto a la mesa e incluso le pidió permiso para ordenar por él. Abrumado, Gun asintió y agradeció entre sonrisas dulces y apenadas las atenciones del mayor, pero definitivamente aliviado por no pasar la vergüenza de pedir algo del menú italiano, dejó en manos de Jumpol la cena.
Gun mira con preocupación su copa ser llenada de vino tinto por el mesero y decide que es mejor guardar silencio a sufrir vergüenza.
—¿Pasa algo? —Jumpol lo mira del otro lado de la mesa.
Gun espabila y niega con la cabeza, tratando de lucir natural.
—No, no Señor Jumpol es, sólo que...
—Puede decirme si le incomoda algo, será modificado.
Con una sonrisa tímida y los dedos retorcidos bajo el mantel de la mesa, Gun responde
—No quiero sonar grosero, no después de todas sus atenciones... Es sólo que yo, bueno, no... No bebo, señor Jumpol.
Claramente sorprendido, Off alza las cejas, asiente y llama al mesero que no tarda ni segundos en regresar a la mesa.
—Retire por favor la copa de mi acompañante y traiga en cambio una... —mira a Gun, quien avergonzado, se mantiene cabizbajo—. Naranjada mineral.
El mesero asiente
—En seguida señor.
Una vez el hombre se ha retirado, Jumpol toma de nuevo la conversación.
—No debe avergonzarse, joven Atthaphan, es usted mi invitado y prioridad.
Después de un largo suspiro, Gun suelta una risa floja que le sabe amarga.
—Para serle totalmente honesto, estoy aterrado. Nunca antes había ido a un lugar tan elegante y lo más cerca que he estado de la comida italiana es una pizza de peperonni. —asiente, mucho más tranquilo y continúa—. La verdad es que temo hacer algo mal y que se lleve una impresión catastrófica de mí, después de todos los elogios que me ha hecho y de lo mucho que me he esforzado...
El rechinar de la silla en el piso le hace mirar hacia arriba, para encontrarse con Jumpol en cuclillas a un lado de su silla.
—Gun, no lo invité aquí para evaluarlo como futuro empleado de mi compañía. —Toma sus manos, con cuidado y casi con miedo, apenas sosteniendo los dedos delgados del menor—. Mi intención es darle una cena de cumpleaños y por agradecimiento en ser parte fundamental de la empresa. —una suave sonrisa y se pone de pie, alisando su saco—. Por favor, siéntase en plena confianza.
Jumpol era todo lo que demostraba y más. A medida que transcurría la cena, entre espagueti y Naranjada, risas suaves y muchas sonrisas sinceras, Gun supo que el restaurante perteneció al abuelo del empresario y ahora estaba a su nombre como parte de su herencia. Entre lo más destacable, esos gestos tan naturales en Jumpol que le disparaban el corazón a Gun, estuvieron el momento en el que le dio a probar de su fetuccini en la boca al pelinegro y después, sin miramientos ni vergüenza, le limpió la comisura del labio con su servilleta.
Gun se lleva a la boca un pedazo de tarta de frutas, mientras su jefe bebe de la tercera copa de vino.
—Es muy joven para vivir solo, si me permite mencionarlo.
El pelinegro se encoje de hombros.
—Fue difícil convencer a mi madre de hacerlo, pero el sueldo de la empresa me es suficiente para el alquiler y ella envía para la comida, a veces me visita y cenamos juntos...
Off lo mira, su mirada llena de melancolía y una sonrisa triste en los labios, mientras acaricia sin muchas ganas un trozo de mango con el tenedor.
—¿Se siente solo, joven Atthaphan?
La pregunta lo toma por sorpresa, pero Gun rápidamente niega.
—No del todo, supongo que esto es acostumbrarse a la independencia, pero no le negaré que es... Difícil.
Jumpol observa las líneas grises, blancas y azules que forman el suéter color crema de su invitado, subiendo por el cuello de tortuga del suéter que cubre su cuello y se detiene en los ojos que vio con tanta atención la primera vez, enmarcados de ojeras insanas para un hombre tan joven, motivo que lo llevó a preocuparse por su salud en ese primer encuentro que ahora siente tan lejano.
—Cuide de su salud, por favor... —más cerca de la mesa, Off le acaricia con cuidado los nudillos a Gun, quien lo mira con los ojitos brillantes—. A partir de ahora, seré una molestia constante en su vida ¿De acuerdo? Y es importante para mi su bienestar.
Gun le sonríe sincero, apenas un sonrojo sutil en sus mejillas y asiente, mirando los profundos ojos oscuros de su jefe.
—Lo haré.
Cuando se despidieron en la puerta del edificio de Gun, eran casi las diez de la noche. El menor se acomoda el abrigo, saca sus llaves y se devuelve sobre los talones para despedirse formalmente de su jefe.
—Muchas gracias por todo, señor Jumpol, realmente fue muy agradable.
—No hay de qué, es su cumpleaños. —Off le sonríe—. Tome el día mañana, pero tengo una condición...
—Por supuesto, la que sea.
Off avanza los escasos pasos que los separan, tomando las manos finas y frías del menor entre las suyas.
—Acepte volver a salir conmigo.
𝕰𝖛𝖎𝖎𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ
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