11. Mimado conejito
3: Límites y control
En algún momento, casi sin pensarlo siquiera, Gun se enamoró de los conejos. Y es realmente culpa de Off, porque no puede decirle que no a esos ojitos brillantes y ese precioso puchero rosado que besa justo antes de decirle "Claro, mi cielo".
Y entonces, ahí está, con una diadema de orejitas de conejo sobre el cabello —ahora— plateado cenizo y las manitas encogidas sobre su pecho, apuntando al piso, dando de brincos por toda la sala.
Off observa, de pie y recargado sobre el marco de la puerta, a su pequeño conejito dar de brincos aquí y allá, jugando a mover el pompón pegado a los shorts blancos y arrugando su naricita. Gun sube y baja sobre sus pies, seguramente pensando que está solo en la habitación porque se supone que Papii estaría en el estudio, hablando por Skype con gente importante de su trabajo.
Cuando, exactamente, no sabe. Recuerda que una vez, de compras, vio en los aparadores una sudadera con capucha de orejitas de conejo y le gustó demasiado. Después le siguieron pantuflas, pijamas, un suéter azul estampado, peluches, figuritas, orejitas y hasta un pompón para pegarlo a la ropa. A todos lados, Gun cargaba un peluche de conejito bajo el brazo, demasiado apegado a él —poquito, porque él ama a todos sus peluches— y sin darse cuenta, se dejó llevar demasiado por esas adorables criaturas esponjosas.
No tenía uno porque no lo había pedido, ciertamente.
Demasiado enfrascado en su mundo de juegos y libertad, Gun no se da cuenta de Off observando sus ocurrencias desde la puerta, con una media sonrisa en los labios. El pequeño se tira en el sofá, soplando su flequillo, exhausto de ser un conejito saltarín.
—Gun. —lo llama, con la voz suave. El pequeño da un respingo, tomado totalmente por sorpresa—. Cariño, ven un momento.
En pasitos lentos, con las manos tras la espalda y las mejillas coloradas, Gun avanza sobre sus calcetines blancos hasta donde Papii lo espera, con las manos en los bolsillos y su peso recargado en una pierna.
—¿Sí, Papii?
Los largos dedos de Off se cuelan bajo sus mechones plateados, sacándole una sonrisa al menor que le provoca otra más grande al pelinegro.
—¿A qué jugabas?
—A ser un conejito.
Off lo observa, de pies a cabeza y decide, que ese suéter rosa se le ve precioso pero definitivamente, se vería mejor sin él. Desliza sus dedos por el contorno del rostro de Gun, haciéndolo cerrar los ojos y seguir el tacto suave, inclinándose contra su mano.
—Eres el conejito más bonito, Gunnie.
Gun arruga la nariz, sacudiendo su cabeza muy rápido de un lado a otro. Tiene muchas ganas de decirle "No es cierto" pero eso sería hacerse daño a sí mismo con comentarios despectivos, contradecir a Papii y además, decirle que no confía en él. Así que se limita a abrazarlo bien fuerte, hundiendo su carita en el pecho fuerte de Papii, percibiendo su delicioso perfume.
Off se ríe en un suspiro al sentir el abrazo, pero se apresura a rodear a Gun, sujetando su espalda. Bajando un poco la cara, rozando su barbilla en la coronilla de Gun, comienza con los mimos que sabe, su pequeño necesita.
—Bebé... —el índice bajo el suéter, colándose sobre la piel nívea, acariciando hacia arriba— ¿Puede Papii jugar con su conejito?
Gun se estremece por el frío tacto subiendo en su piel, reaccionando ante las caricias suaves, pequeñas líneas bajando y subiendo que le hacen cosquillas.
—Papii siempre puede jugar con Gunnie.
—Mmm... —La palma rodea su cintura, sujetando con cuidado—. Pero Papii quiere ver esas bonitas orejitas... —el elástico de su short baja, apenas para dejar entrar el índice y acariciar la zona con parsimonia, tentando de a poco— ¿Vas a dejarlas ahí, bebe?
Gun asiente, con los dedos crispados en los antebrazos de Off, quien tira hacia arriba de su suéter hasta apartarlo de su torso. El frío golpea su piel, erizado su poros y dándole placenteros escalofríos.
—Sí, Papii...
—Buen niño. —Off acaricia, con la punta de su nariz, la mejilla tibia de Gun teñida de un precioso rosa. Sujeta con cuidado sus caderas, moviéndolo hacia arriba para que se deje cargar—. Vamos a jugar, conejito.
Entre besos lentos, se dirigen a la habitación de Gun, aquella llena de peluches, con acolchado azul cielo, almohadas en forma de dulces y muchos juguetes a elección del pequeño consentido. Off deseaba tomarlo dentro de su ambiente, de su sitio personal y donde se desenvolvía en el estado más puro de su lado infantil, por supuesto, bajo consentimiento de Gun quien ya le había permitido entrar y amarlo sobre sus sábanas.
Dentro, Gun tenía el control.
El menor es recostado con cuidado en la cama matrimonial, dejando Off un camino de besos que bajan desde sus labios hasta sus tobillos. Le acaricia las piernas, bajando entre besos el short blanco sobre sus caderas que termina en el suelo alfombrado. Gun aprieta los dedos de los pies, se aferra a las sábanas y jadea, al sentir como Off sube sus besos, dejando una lluvia de pequeños besitos sobre su erección cubierta.
—Tengo un regalo para ti, conejito. —Off le susurra contra el estómago, a milímetros de su ombligo— ¿Quieres que lo traiga?
Gun asiente, incapaz de formular palabra cuando Papii le hace círculos sobre el glande, aún sobre la tela de algodón que poco a poco comienza a humedecer.
Ciertamente, Off había tenido esta idea desde que la obsesión con los conejos de Gun comenzó, pero fue demasiado cuando Jennie lo terminó de maquillar como uno y tuvo que hacerlo. Dentro de la sumisión de Gun, existía su propio control: en su habitación, en su espacio, se cumplían sus reglas. Por ello, Off debe ser cuidadoso, llevarlo a su zona de control y preguntar antes de proceder, ya que es su pequeño quien siempre tiene la última palabra.
Se separa un momento de esos dulces labios rosas, prometiendo volver pronto y lo cumple, llevando consigo un tubo de lubricante y el regalo de Gun. El peliplateado se sienta, observando ansioso como Papii mantiene las manos tras la espalda.
¡Ama las sorpresas!
Off le besa la frente, enternecido al ver a Gun con los ojos cerrados y las manos extendidas mientras espera su regalo. No tiene miedo de que se niegue, pero a diferencia de la primera vez, esta no es idea de Gun.
Abre los ojos al ver el objeto entre sus manos, pequeño y con un bonito pompón en la punta. Un butt plug [juguete sexual anal, más corto que un consolador] de conejito. Sin poder evitarlo, se le iluminan los ojos porque ¡Es muy lindo! Y no es grande, podrá soportarlo, él es un chico grande.
—Me gusta, Papii, me gusta mucho. —Gun sonríe, jugando con el peluche entre sus dedos. Sus miradas se conectan y sin decirse nada, lo saben—. Quiero usarlo, ahora.
—A mi bebé, lo que pida.
Lo llenó de besos, siempre procurando su bienestar y comodidad cuando entraba lentamente, lubricado lo suficiente e incluso más. Siempre al ritmo de Gun y estimulando sus puntos erógenos para mantenerlo distraído y relajado, Off finalmente termina de colocarlo y demonios, esa visión es preciosa.
Sonrojado, jadeante, con las orejitas sobre el cabello revuelto, respirando con los labios hinchados y la dulce cereza de ese pastel de crema blanca: un pompón asomando entre las nalgas de Gun.
—El más bonito de todos... —susurra Off besando su cuello—. Mi dulce conejito...
Se encargó de su erección, usando todo lo que sabe que hace delirar a Gun: lo masturba con calma, acariciando en círculos la goteante punta, besa su cuello, sus rosados botones, le pasa los dedos por cierta parte del cuello, enredando entre su cabello y Gun gime, se deleita de los cuidados y atenciones y empuja sus caderas hacia arriba buscando más de ese delicioso vaivén. Llevado al límite de la cordura y el control, Gun obedece como se le ha enseñado:
—Pa-papii... Me, me voy... Ah...
Off besa sus labios antes de soltar su miembro, haciendo jadear a Gun.
—Todavía no, pequeño bebé Gunnie.
El menor respira con dificultad, delirando entre el séptimo cielo y la razón.
—¿Por qué no puedo?
—Si puedes, mi cielo. —acaricia su mejilla, sacando el cinturón de su pantalón con la mano libre—. Pero antes, quiero pedirte algo ¿Lo harás para mí? —Gun asiente—. Arriba... —y le extiende una mano, que toma sin pensarlo dos veces.
Off se sienta en la cama, con la carilla lateral de su muslo sobre el colchón, sentado de lado hacia Gun. Baja sus pantalones, apenas lo suficiente para maniobrar sin problemas con la ropa interior y liberar su miembro, que sujeta en toda la longitud de su palma.
—Ven aquí, dulzura.
Gun observa el subir y bajar de la mano de Off sobre sí mismo, tomando la posición más cómoda sobre el colchón. Se sostiene sobre las rodillas, bajando al tope su torso, mientras levanta su trasero con las piernas juntas. La vista de Off es demasiada, demasiado perfecto el deleite visual que significa la curvatura de esa espalda, ese trasero que lo enloquece coronado por un pompón y Gun subir y bajar, engullendo en delirantes y placenteras succiones húmedas su pene.
Gun sube, baja, lame e incluso se atreve a morder con extrema suavidad, imposible de mantener esa ansia de lado. Off sisea entre dientes, le acaricia la espalda y se aferra de su cabello cuando da con un punto débil y el placer ataca sus sentidos. En algún punto, se asegura de ver a Papii a los ojos, mientras sus labios besan la rojiza punta.
—Ah, Gun... —Off lo toma de la barbilla—. Más, Gunnie...
Orgulloso de ser así de deseado, Gun continua en su húmedo quehacer, dándole todo el placer que merece a Papii, escuchando su ronca voz gemir su nombre, pedir por más y decirle lo bien que lo hace. La mezcla de sensaciones es demasiada, cuando Off se separa para tumbarlo a la cama sin soltarle la espalda y fricciona, uno contra otro, sus miembros al borde del orgasmo. Piel caliente contra piel caliente, gemidos fuertes, siseos, besos apasionados y las fuertes manos de Off masajeando sus nalgas. En algún momento lanzó los pantalones al suelo y ni siquiera es totalmente consciente de ello, cuando Gun comienza a desabotonar la camisa del mayor sin una petición y orden de por medio. No, es su deseo y su capricho dejarle en el pecho marcas que vea todos los días y recuerde que las hizo su bebé. No piensa pedir permiso para arañarle la espalda, ni piensa dejar de pedirle escuchar aquello que tanto disfruta.
—Papii... —gimotea, sus labios en las clavículas ajenas— Papii, ¿Soy tu conejito?
Una suave succión en su piel y Off gime entre dientes, tirando hacia atrás su cabeza, sujetando en la mano ambos miembros que se rozan sin freno.
—Mío, mío, mi... Ahg... Mi conejito travieso.
Gun sonríe, llevado por el placer y la felicidad. Deja otra marca, en el cuello y se sujeta de la espalda de Off asegurándose de dejar marca. Al escuchar el grave gruñido, procede, cerca del oído y siempre con un dulce y dependiente tono de voz.
—Ah, Papii... ¿Te gusto así?
—Me encantas, me fascinas Gun.
Tres líneas nacen en la piel bronceada, rojizas e imponentes. Gun está al límite, puede sentirlo, sabe que Off también lo está y lo hace, sólo una última vez y porque sabe que no hay frase más efectiva.
—¡Papii! —Sus ojos nublados, sinceramente al borde y colmado de sensaciones y sentimientos—. Necesito... Ah, necesito correrme... —uñas en la fuerte piel, gemidos ahogados, un remolino de sensaciones y una petición final—. Por favor... ¿P-puedo, uhm, Papii... Puedo correrme a-ahora?
Off sella esos labios suplicantes con un beso apasionado, exigente y tirando del labio inferior del menor hasta el límite, conecta sus miradas, ardientes.
—Hazlo para Papii, mi cielo...
Grita, gime, rasguña y arquea la espalda. Lo sujeta con fuerza, hunde sus dedos en la blanca piel de su cadera, le tira del cabello y culminan en un orgasmo arrasador, que se lleva todo de ellos, en una sinfonía de gemidos y latidos desbocados. Sus pechos son una mezcla de blancos, sus esencias calientes sobre el otro y apenas son capaces de respirar cuando aflojan de a poco, los dedos que sujetan la mano ajena.
Off suspira, frente contra frente y sin saber realmente porqué, se ríe, liviano.
—Me encantas, me vuelves loco...
Gun besa su nariz fugazmente.
—Lo sé, tú a mí también.
—Pero aquí, en tu habitación... —le aparta el cabello de la frente, mirándolo con devoción—. Aquí, mi pequeño, eres demasiado tramposo.
Gun se ríe, cubriendo su rostro con ambas manos.
—Soy tu pequeño travieso, Papii...
Off se ríe, absolutamente seguro de que tiene, de nuevo, la espalda marcada de mil rasguños y el pecho cubierto de chupetones.
—Mi conejito, mi dulce y mimado conejito travieso...
𝕰𝖛𝖎𝖎 𝕭𝖑𝖚𝖊 ʚĭɞ
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