Capítulo 26. Marco el cariñoso y la decisión

Día 1.

Sí, llegó el momento de estar con el último hombre. Marco te llamó, diciéndote que él te recogerá en el apartamento de Smoker. Cómo de costumbre, estás un poco nerviosa por lo que pueda suceder; aunque, en el fondo, sabes que el pelirrubio no era como los otros. Él es tan diferente porque es una persona muy atenta y cariñosa. Él estará detrás de ti preguntándote si necesitaras algo en particular. De repente, el timbre de la puerta suena y Smoker se dirige para abrir la puerta. Ahí está Marco con una mirada somnolienta y una sonrisa de oreja a oreja. Parece estar de buen humor. Antes de retirarte, el comisario te detiene para acariciar con dulzura tu mejilla.

Quería tener un buen recuerdo y espera que en cualquier momento lo escogieses definitivamente. Le dedicas una pequeña sonrisa para que estuviese tranquilo. Tomas tus maletas para caminar a la salida dispuesta a irte con Marco. Él las cogió para que no las cargases hasta el coche. Todo un caballero. Os subís al vehículo sin ningún problema e iba en dirección a su hogar. Miras con entretenimiento las calles que pasáis. El viento juega con tus cabellos, casi danzando con ellos. Y a tu lado te observa detenidamente Marco muy embobado con tu gran belleza. Está semana debía esforzarse lo máximo para que consideres que él es el indicado para que estés con él.

Lentamente guía su mano hasta ti para apoyarla en el muslo. Leves caricias realizan hasta sentir la tuya en él. No puede evitar sonreír un poco. Y tú tampoco. No tardasteis en llegar al lugar. La casa es bastante grande, perfecta para que vivieran unas cuantas personas. Él es un médico con mucho dinero. Le sobra bastante para permitirse comprar una mansión como esa.

—Es preciosa —comentas.

—Por fuera. A lo mejor por dentro no te gustará —dijo, riendo bajito. Los dos bajáis del vehículo y él va al maletero.

—Seguro que también lo será.

Estás un poco ansiosa de saber cómo será su interior. Dejas paso a que vaya Marco primero porque es el propietario de esa casa. Al abrir la puerta, tus ojos se agrandaron. Definitivamente es la casa más hermosa que has visto en toda tu vida, aunque no puedes negar que los demás hogares también lo son.

—¿Tengo mi propia habitación? —preguntas con mucha educación.

—No —responde. Las maletas las deja a un lado—, tendrás que dormir en mi cuarto.

—¿Una casa grande y no te sobra una habitación para invitados?

—Prefiero mil veces de tenerte a mi lado que te alejes de mí —confiesa. Al estar cerca de ti, toma tus manos con delicadeza—. Así puedo ver cómo duermes.

—No me hagas sonrojar. —Muy tarde para ti.

—¿Por qué? Te ves muy linda.

Sus yemas tocan tus pómulos ruborizadas. Le gusta mucho ese color tan natural. Ojos negros y (c/o) se miran mutuamente. Ninguno de los dos quería apartar la mirada. Aprovecha esa ocasión para darte un pequeño y corto beso. Es suficiente para demostrar que lo ha anhelado tanto que lo volvería a repetirlo sin ninguna duda.

—¿Tienes que ir a trabajar?

—No me han llamado para una emergencia, así que tengo el día libre.

Para ti son música para tus oídos. Tus brazos rodean el cuerpo del hombre a modo de abrazo y él te lo corresponde sin ningún problema. Tierno y caballeroso es lo que es Marco. Un hombre que se deja llevar por sus sentimientos.

Día 2.

—¡Oye, no juegues con la comida!

—Pero así es más divertido.

Marco recién llegó de las clases de la universidad y se encontró con una escena linda. Tú intentando cocinar un buen postre. Tu cara está llena de harina porque estás haciendo tu gran esfuerzo. Él se aproximó para molestarte y untar más tu cara de ese polvo blanco.

—Así no terminaré nunca. —Inflas los mofletes muy molesta.

—Perdón —se disculpa. Va en busca de un paño para limpiar tu rostro—. Me dejé llevar por el juego.

—Es usted muy malvado, Marco.

—Si te doy un beso, ¿me perdonas?

—Tal vez —ríes muy bajito.

Él no pierde la oportunidad de hacerlo. Probar tus labios de melocotón le satisface demasiado. No le hacía falta tener sexo contigo, más bien le conforma en besarte y acariciarte, aunque también lo disfrutaría mucho. Tu sonrisa brilla como el sol resplandeciente o el fuego que calienta con solo tocarlo. Él sigue con los besos. Son cortos y tiernos a la vez que provoca que rías por lo bajo. Has encontrado a un hombre amoroso dispuesto a compartir su vida contigo.

—¿Qué estás preparado a todo esto?

—Un bizcocho, pero esta me está costando un poco.

—Si quieres, puedo ayudarte —te propone.

—Cuatro manos ayudan mucho.

—En realidad, no pensaba en ayudarte a cocinar —te corrige. Eso crea confusión en ti—. Sigue con tu labor.

No estás entendiendo nada, pero te limitas a hacerle caso. Veamos, ¿por dónde ibas? ¡Ah, sí! Lo recordaste. Estás a punto de licuar las claras de los huevos antes de que apareciese Marco. El bizcocho seguramente que saldrá mal porque es la primera vez que haces uno, pero hay que intentarlo de todas maneras. Estás tan centrada que te sobresaltas al sentir una mano acariciar tu trasero; aunque te calmas porque es el pelirrubio y no otra persona. Esos roces son provocativos, como si intentara despertar a la diosa del placer que hay en tu interior. Tus mejillas no paran de arder ante ese pequeño acto.

La mano se va colando por tu falda para tener mayor acceso. Aprietas los labios para no intentar gemir, sentirte vulnerable en esos momentos. Debes mantener el control. Demostrarle que no eres para nada débil. Tu cuerpo se tensa cuando sus dedos se centran en tu intimidad. ¡Oh, vaya! El maldito va a jugar contigo en esa posición. Apoyas las palmas en la encimera para mantener el equilibrio. Una leve risa escuchas atrás de ti. A Marco le está gustando este juego tan divertido. Estás maldiciendo una y otra vez porque tus bragas empiezan a mojarse por esas caricias tentadoras.

—Veo que mi niña está perdiendo aguas —añade a modo de broma.

Daddy —gimes.

—Yo que tú me centraría en el postre.

Lo intentas, pero esos dedos estimulando esa zona, que para un hombre era una fruta prohibida, es exquisito. No paras de temblar y morderte el labio con más fuerza. Sabes bien que no parará hasta que te corras. Él lo disfruta que apoya la barbilla en tu hombro solo para que escuchar bien tus gemidos. Esos dedos largos se mueven más rápido por cada suspiro que sale en tu boca. En cualquier momento, es posible que te desmorones y no puedas continuar cocinando para él. En cuestión de minutos una oleada de placer recorre por tu zona baja a lo que sueltas un gemido largo. Marco va retirando los dedos muy satisfecho con su labor.

—La próxima vez deberías de llevar solo puesto un delantal —te aconseja.

El pelirrubio se retira para ir al salón para dejarte tranquila en cocinar. «Pervertido», piensas con un gran rubor en tus mejillas.

Día 3.

Estás sentada, observando a los pájaros cantar por la mañana. Esas preciosas aves se encuentran posadas en una rama piando con gran emoción. El sonido es gratificante para tus oídos que pasarías toda la vida escuchándolos. Ojalá tener uno en casa, pero no te agrada la idea que estén enjaulados. Los pájaros deben ser libres, como cualquier otro animal. ¿Qué persona no le gusta ese sonido? Unos brazos rodean con suavidad tu cuerpo a lo que sonríes un poco sabiendo que él está ahí para acompañarte. Marco besa tu coronilla, mientras se siente a tu lado. Quiere compartir ese momento contigo.

—¿Disfrutando del canto de los pájaros?

—Sí. Su melodía me gusta mucho. Me pasaría toda la vida así.

—¿Sabes por qué escogí el fénix?

—No, ¿por qué? —La curiosidad es fácil de destacar en tu rostro.

—Porque era aves mitológicas increíbles —explica—. Los griegos lo adoraban por ser una criatura con una habilidad curativa única: sus lágrimas. Y todo su cuerpo era puro fuego. Pero su canto era melancólica y dulce a la vez. Era un pájaro que me gustaba mucho. Si existieran en la vida real, los buscaría y me acostaría en el suelo para maravillarme de su belleza y de su canto.

—Que poético eres —dijiste.

—A veces saco ese lado de mí.

Te imaginabas a Marco transformado en esa ave mitológica surcando los cielos con toda la libertad del mundo. Curar será su mayor habilidad porque él es médico. Y cantar muy cerca de ti para quedarte dormida sería espectacular. Una caricia sientes en tu rostro a lo que tus ojos (c/o) lo miran. Él está muy maravillado por tu belleza. Se le puede notar en la mirada adormilada de Marco. Te aproximas para estar más cerca de su cuerpo. Giras el cuerpo para apoyar la espalda en su pecho, mientras sigues mirando por la ventana. Él simplemente se dedica a mimar tus brazos y besar tu cabeza. Estar con un hombre es agradable porque es dulce en todos los sentidos del mundo.

¿Quién se imagina que tu profesor, tu tutor de prácticas, se convertiría en algo más que eso? Incluso siendo un Daddy que nunca creía ver.

Día 4.

Marco trabajando y tú en la cama leyendo un libro sobre la anatomía humana. Hacía tiempo que no leías uno de tu sector, ya que eres una futura doctora. O quieres creer porque él no te ha hablado de si trabajar en el hospital. Llevas cuatro días en esa casa y lo único que ha hecho es tocar tus partes íntimas cuando estabas con el postre. No hubo más allá que eso, aunque no te quejas para nada. Suspiras un poco apoyando la cabeza en el cabezal de la cama. Ya queda menos para tomar una decisión. Va a ser duro para ti y para los que sean rechazados. Cada uno tiene algo que te gusta. Ojalá pudieras tenerlos a todos, pero ellos son dominantes.

Dejas un libro a un lado dispuesta a irte a dormir. De repente, escuchas la puerta del portón abrirse. Ese debe ser Marco que recién llega del trabajo. Seguramente estará agotado. El trabajo de doctor es duro porque tienes que estar al 100% para darlo todo y resolver problemas que un paciente desconoce porque ocurren. El muchacho aparece en el cuarto quitándose la camisa, mientras tiene puesta la mirada en ti. Al pobre se le destacan las ojeras. Será mejor dejar que descanse un poco.

—Ha sido duro hoy, ¿eh?

—Si te contara —dijo. Ya con la última prenda deshecha se acerca a la cama para caminar a gatas sobre ella—. Una paciente no paraba de gritar para que la atendiéramos y era una maleducada.

—A veces las personas no se dan cuenta que los únicos que podemos salvarles la vida somos los médicos.

—Eso fastidia un poco —dijo. Él está tan cerca que un movimiento es suficiente para robarte un beso—. Te ves muy guapa con ese camisón.

—Parezco una vieja —confiesas. No evitas en sonrojarte.

—Pero te ves más preciosa sin ella. —El tono de voz que emplea es de juguetón. Sus dedos tiran una y otra vez las tiras—. Me estás tentando, mi niña.

—¿No estás cansado? —tartamudea.

—Contigo nunca lo estaré. Quisiera hacerte el amor como es debido.

Te pones más roja de lo normal cuando dijo eso. ¿El amor? Los otros tuvieron sexo contigo, pero duro y no suave. ¿Ahora será diferente? Vuestras narices se rozan a lo que él lo mueve y tú te ríes bajito. Un beso recibes a cambio y os vais colocando en la cama poco a poco. Un beso suave y con mucho mimo. Guías tus manos hacia la cabeza de él, mientras que él lleva las suyas a tu cuerpo comenzando a acariciarlo, estimulando esas pequeñas zonas erógenas. Es difícil dejar de suspirar por un hombre que conoce bien la autonomía humana y más aún cuando lo explora. Eres gelatina que tiembla por cada tocamiento.

Sus besos ahora se centran en tu cuello sacándote más gemidos de lo normal, mientras mete las manos por tu camisón para alcanzar tus pechos erizados dando su forma redonda. Atrapa un pezón para pellizcarlo o jugar con él. Tus gemidos son respuestas buenas para Marco porque significa que te gusta ese trato. La pasión va creciendo tanto que es difícil de ignorar ese sentimiento lujurioso. Él marcará tu cuerpo no a base de mordidas, si no con pequeños besos de amor. Te quitas el camisón porque ya sientes el calor emanar por toda tu figura. Ya puedes notar ese bulto crecer en tu muslo. Realmente estás ansiosa de que te tome ahí mismo, pero Marco tiene toda la paciencia del mundo para mimarte como es debido.

Los besos bajan hasta la zona de tus pechos para darles todo el cariño del mundo. No da mordiscos a tus pezones, más bien todo lo contrario para que siguieras gimiendo para él. Tú querías hacer algo al respecto porque te dedicas en agarrar la cabeza, pero haces presión indicándole que siguiera. Y lo hará. Desea satisfacerte sexualmente. Mientras está entretenido en tus pechos, sus dedos acarician por encima de tus bragas. Gimoteas, abriendo más las piernas para darle mayor acceso. Tu pecho no para de inhalar y exhalar aire de tus pulmones porque esto es demasiado para ti. Es mucho placer para tu cuerpo.

—Veo que mi niña lo disfruta mucho —susurra cerca de tu oído.

—Sí, Daddy —tartamudeas. Te es complicado decir palabras.

—Pero no sería muy justo que seas la única que deba disfrutar. Yo tengo un problema ahí abajo.

Sabes perfectamente a lo que se refiere. Pero no te deja decir porque él agarra tus muñecas para colocarte bien en la cama y aprovecha para quitarte las bragas, incluso lo hizo con su ropa interior. Su virilidad parecía estar vivo. Marco se acuesta a tu lado volviendo a sujetar tu cuerpo y poniéndote encima de él.

—Date la vuelta. Vamos a estimularnos mutuamente.

La posición 69 vais a realizar. Le haces caso por lo que te giras lentamente hasta tener enfrente a su miembro. Solo rezas a que le puedas satisfacer como él hace contigo. Te lo metes en la boca lentamente para mover la cabeza, mientras que él se entretiene con tu clítoris utilizando la lengua. En realidad, no paras de temblar por cada lamida que parece que en cualquier momento te vas a caer, pero te mantienes firme. No vas a perder fácilmente. Succionas un poco la cabeza a lo que escuchas un gruñido grave por parte de Marco que, a modo de respuesta, te da una palmada en una de tus nalgas. Eso no te lo esperas.

Estuvisteis un buen rato así hasta que llega el momento en que Marco no podía más ni tú tampoco. Te vuelves a acostar ahora con él encima. En ningún momento os habéis comportado como Daddy y baby, si no como una pareja normal y corriente. Os unisteis al momento sin dudarlo en ningún momento. Él te abraza con mucha fuerza, pero sin daño, por temor a perderte. El vaivén comienza a ser suave que es suficiente para que todo tu vello corporal se erizase por cada embestida. Los besos volvieron a rehacer. Él volvería a probar tus labios una y otra vez sin dudarlo.

Y al acabar, no se separó de ti en ningún momento. Marco observa tu rostro un poco sudoroso por la actividad sexual. Eres divina porque tus ojos brillan con mucha fuerza e ilusión. Él apoya la frente con la tuya para admirar un poco tu belleza antes de que cayesen rendidos en la cama.

Día 5.

—Te ves muy lindo con las gafas puestas.

Marco alza la cabeza un poco porque estaba leyendo un libro. Al hacerle ese comentario, sus mejillas se incendiaron un poco. Nunca se esperó esa oración tuya y tú simplemente sonríes con dulzura.

—Oye, eso no es justo. Acabas de hacerme sonrojar —dijo con un pequeño puchero.

—Tú haces lo mismo conmigo.

—Pero con ese tono de niña adorable.

Reíste bajito muy divertida con esta situación. Pero es la verdad, Marco se veía guapo con esas lentes. Le da un toque de atractivo. Caminas en dirección hacia el sillón para sentarte encima de él y apoyas la cabeza en su hombro. Querías ver qué es lo que está leyendo. Parecía una lectura interesante para tus ojos. Él gira un poco el suyo para darte un beso por tu coronilla por lo que esbozaba una pequeña sonrisa. De verdad, es un hombre cariñoso.

Día 6.

Estar en la cama es lo más cómodo del mundo y más aún cuando Marco trae el desayuno en una bandeja. Él no desea que te levantes. Te propuso la idea de quedaros ahí todo el día para compartir ese momento íntimo. Comiendo un buen cuenco de yogur natural con trozos de fruta, él se encarga de besarte por detrás de la oreja. Intenta distraerte, pero tú le manchas la nariz con ese líquido. Grave error porque ese fue el inicio de la pelea con la comida. Él también empieza a mancharte con el yogur por todo tu cuerpo y aprovechando para lamerlo. Las risas comenzaron a resonar en esa habitación.

Marco decide dejar de lado la bandeja en la mesita porque teme que se pueda rebosar y manchar las sábanas; aunque a él no le importa cambiarlas. Él no está haciendo nada morboso, simplemente se está divirtiendo en ese momento. No hace falta jugar sexualmente. Miras el reloj que está en la mesa y solo faltan pocas horas para acabar todo esto.

Día 7.

Las once de la noche y ellos estarán a punto de llegar. Es el momento de tomar esa decisión crucial. Marco está a tu lado acariciando tu mano con mucho cuidado.

—¿Y si me equivoco? —preguntas—. ¿Y si escojo al equivocado?

—Solo debes escuchar a tu corazón —te aconseja—. Es como averiguar cuál es tu vocación sobre la base de tus habilidades y de tus fortalezas. Conocer cuáles son tus gustos y disgustos.

—Pero esto es diferente.

—Si me escoges, seré el hombre más afortunado del mundo. Te miraré como ya viste en toda esta semana. Y si no es así, pues lo respetaré. Estaré dolido, pero lo puedo soportar. Soy un hombre muy fuerte. Ahora lo que me importa es que escuches a tu corazón.

Realmente está en lo cierto Marco. Es un hombre sabio a quién hay que escuchar a veces. De pronto, escuchas el timbre sonar. Eso es señal de que ya están aquí. Él te aconseja que estés tranquila. Camina en dirección hacia la puerta para abrirles. Uno a uno va entrando y los rostros de algunos son de puro nerviosismo. Todos estáis reunidos ahí mismo. Ellos están ansiosos de saber tu respuesta. Law, Katakuri, Lucci, Cracker, Crocodile, Smoker y Marco, ¿a cuál piensas escoger? Cada uno tiene algo que te gusta mucho. La gran mayoría son Daddies y tú único amor está ahí. «Guíate por el corazón», piensas, mientras cierras los ojos lentamente para aclarar esas dudas.

Hasta abrirlos de golpe y mirarlos a todos ellos. Ya estás decidida.

—Escojo a…

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top