Capítulo 24. El galán de Crocodile

Día 1.

Una limosina te recogió para llevarte a la gran mansión de Crocodile. Los nervios florecen nuevamente porque, no solo estaréis a solas, sino que estarán los sirvientes. La vergüenza invade todo tu cuerpo queriendo esconderte debajo del sillón del vehículo. Solo esperas que ese hombre no sea un tanto brusco contigo en la cama o en cualquier sitio y que los ayudantes de él no estén escuchando tus gemidos. Visualizas desde el cristal el hogar de Sir Crocodile. Una semana estando ahí. Oh, recuerdas que a él le gusta regalar cosas muy caras. Seguro que aprovechará la ocasión de darte esos objetos.

Ya llegasteis ahí. Tu corazón no para de latir con mucha fuerza. El chófer se baja del vehículo para abrir la puerta y que pudieras salir, mientras que el mayordomo se aproxima para coger tus maletas en el maletero. Le sigues obediente. Seguramente que Crocodile estará disfrutando del desayuno. Efectivamente estaba él ahí comiendo tranquilamente, pero dejó los cubiertos en la mesa para recibirte con los brazos abiertos. Tú simplemente te dejas porque él es un Daddy y, si no te dejas, a lo mejor recibirás un castigo.

—Bienvenida a mi morada, ___ —te da la bienvenida—. ¿Ya has desayunado? Hay unos buenos platos que puedes probar.

—Si desayuné, pero durante el camino me entró hambre —confiesas.

—Ven, siéntate —te dice.

Él te guía hasta la mesa para que te sentaras a su lado. Realmente la comida tiene buena pinta. Es un hombre que tiene que cuidarse bien. Él es grande y robusto. Nunca le has visto desnudo por completo y te gustaría ver más allá de esa ropa. ¡No! Ahora no es el momento de pensar en esas cosas. Disfrutas del desayuno. Te está tratando como una reina porque te alcanza esos platos que son inalcanzables para tus brazos. Se lo agradeces con todo tu corazón por lo que no puedes evitar sonrojarte un poco.

—¿Cómo te ha ido en estas últimas semanas? —te pregunta. Sabes qué quiere obtener información sobre los Daddies y de Law.

—Pues muy bien. No me quejo —te sinceras.

—¿Y crees que esta semana será la mejor de todas? —vuelve a cuestionar con un tono varonil para tus oídos. Claro, eso provoca que tu cuerpo reciba un escalofrío tremendo.

—No lo sé —tartamudeas, mientras te encoges de tu sitio.

El silencio reina, creando una incomodidad incierta. No obstante, él posa la mano suya con la tuya para que estuvieras tranquila. Su palma está fría y, al mismo tiempo, cálido. Una temperatura agradable para el cuerpo humano. Su pulgar acaricia con ternura tus dedos. Es un afecto de cariño de un hombre apuesto y que, seguramente, en el trabajo es frío y calculador. Tus ojos (c/o) se quedan mirando al ojinegro que también te miraba. Todos tus sentidos están relajados. Ese hombre provoca en ti una paz inmensa que no querías que se acabara nunca.

Acabasteis con el desayuno y te invita a que le sigas. No quitó la mano en ti. La sostiene con todas sus fuerzas creyendo que en cualquier momento te ibas a desvanecer. Eso fue lindo por su parte. Estáis recorriendo un pasillo largo que te resulta muy familiar. Tu consciencia te está diciendo que te está llevando a su cuarto. Seguramente que dormirás con él para que no estés en la habitación de los invitados. La misma situación que con Lucci. Crocodile tendría acceso para acariciarte y hacerte cosas mayores. Cada vez tus pómulos se ponen más coloradas al tener ese pensamiento tan impuro. Ya estabais enfrente de la puerta y él te dio la libertad para que abrirse primero.
Accedes, posando la mano en el pomo y vas abriendo poco a poco. Ya el cuarto lo conoces perfectamente. Tus maletas están posadas en la gran cama matrimonial. Has dado la razón.

—Tengo que disculparme porque tengo que irme a trabajar —dijo, mientras acaricia con su mano derecha tus cabellos—. ¿Serás una buena niña?

—Sí, Daddy —respondes muy sumisa.

—Que linda te pones así, pequeña —comenta. Provoca en ti un escalofrío tremendo en todo tu cuerpo. Y aprovecha ese momento para darte un pequeño beso—. Nos vemos esta noche, pequeña.

Un hombre atractivo se te escapa de los dedos. Se desvanecía, pero sabes que volverá. Nunca te dejará sola. Bueno, es hora de sacar la ropa.

Día 2.

La noche es demasiada tranquila. Crocodile todavía no ha llegado del trabajo porque estaba en una reunión muy importante. Te pidió que cenaras sin él. Se te hizo raro porque todos te atendían por si te falta algo. Las sirvientas te cogían la ropa adecuada para ese día, incluso te peinan tus cabellos. Pediste amablemente que te dejasen tranquila porque quieres disfrutar de un baño relajante. Un baño de burbujas. Ayer, cuando entraste, te quedaste con cara de póker. Se nota que Crocodile es un hombre muy poderoso con mucho dinero como para tener un lujo. Una bañera grande que parece un jacuzzi. Al probarlo, te sentiste como una reina y querías repetirlo una vez más.

Ya dentro del cuarto de baño vas abriendo el grifo, mientras te vas quitando la ropa para quedarte completamente desnuda. En la estantería hay una colección de perlas de baño para crear burbujas. Lees la descripción y algunos incluyen aromas de flores, de chocolate, de dulces, etc. Decides escoger una a olor a jazmín. Es un aroma suave que hará relajar todos tus músculos. Oh, no te despistes con el grifo que aún está abierto. Lo cierras a tiempo y vas echando la perla. Miras con detenimiento como va creando espuma. Ya es decisión de meterte en el agua. Tu espalda queda apoyada en la bañera dejándote llevar por esa sensación y ese dulce aroma que llega a tus fosas nasales.

Ojalá tuvieras una bañera con esas proporciones y estirar las piernas con mucha libertad. Tus ojos están cerrados, disfrutando de ese mágico momento. Un rato te quedaste así hasta que escuchas como la puerta del cuarto de baño se va abriendo. Los abres para estar atenta a ver si es un sirviente y tu cara se pone roja que escondes todo tu cuerpo, menos tu rostro, bajo el agua. Crocodile ha llegado y se le nota algo agotado en su rostro. Pero su cara se ilumina y una sonrisa ladina surca de sus labios. Oh, mierda.

—No me esperaba encontrarte aquí, pequeña.

—Necesitaba relajarme —contestas.

—Yo también lo necesito —añade. Tus ojos no se despegan en él porque está empezando a desnudarse—. Espero que no te importe meterme contigo.

Niegas con la cabeza. Estás visualizando perfectamente el cuerpo musculado de ese hombre. Es un verdadero Daddy, aunque los otros también lo son. Esa clavícula pronunciada, esos pectorales y abdominales bien desarrollados, piernas fuertes y su miembro viril está semi-erecto. ¿Serás tú la causante de ello? No lo sabes, pero seguramente que sí. Crocodile camina con mucha seguridad hacia la bañera y se va metiendo poco a poco. Pensaste que iba a estar al otro extremo de la tina, pero no es así. Te acorrala en ese espacio tan amplio, pero Crocodile lo minimiza cada vez más dejándote sin escapatoria alguna.

—Espero que no te moleste que no tenga la prótesis puesta —habla, mientras va mostrando su mano decapitada—, pero no me gusta mojarlo y que se estropee.

—No se preocupe, es recomendable que haga eso. Recuerde que yo estudié medicina.

—A veces se me olvida —dice con un tono burlón. Con la otra mano va acariciando tu rostro con mucha suavidad—. Me han dicho que te has portado muy bien, pequeña.

—Me agobié un poco —confiesas—. Tengo la costumbre de hacer las cosas por mi cuenta. Tener a gente que se encarga de esas cosas me es raro.

—Te entiendo. La vida de un rico no es lo tuyo. —Sus dedos recorren con cautela tus labios, tirando levemente su labio inferior hacia abajo—. Pero ya sabes lo que pasa si finalmente me escoges. Tendrás una vida de lujo que ninguna mujer obtendría. Te mimaría muchísimo como mi pequeña que eres.

Tu boca la mantienes abierta hipnotizada por los encantos de aquel hombre que te saca cualquier suspiro. La distancia se rompe cuando él te besa. Su lengua va explorando eróticamente tu boca, jugando con tu lengua. Esos toques lujuriosos son magníficos. No le hace falta tener dos manos para provocar escalofríos en tu cuerpo. Te atrae para que te sientes en su regazo y notar su miembro chocar con tu vientre. Ya está preparado para lo que pueda pasar. Va mordiendo con suavidad tus labios, dejándote alguna que otra pequeña herida no grave. Lo está disfrutando mucho tenerte ahí.

Sus besos descienden hasta tu cuello dando pequeños mordiscos con intención de dejarte marcas. Sus uñas arañan tu espalda por la zona de la columna vertebral sacándote más suspiros de lo normal. Él sabe donde tocar tus zonas erógenas. Esos gemidos son música para sus oídos. No se cansaría de escucharte ni debajo del agua. Esos besuqueos son tan mágicos e intensos. Las yemas de sus dedos siguen acariciando tu piel hasta llegar a tus pechos. Va torturando tus pezones, observando tus expresiones lascivas que le encantaban. Te mantiene agarrada con la muñeca del otro brazo en tus caderas. Ya él controla estas situaciones sin su prótesis.

La lengua de Crocodile es caliente. Lo sabes porque no para de lamer tu botón rosado izquierda, mientras con el otro lo apretaba o masajeaba tu pecho. Tus manos descansan en sus cabellos negros-purpúreos. Es lacio y fuerte. Esa gomina que siempre se pone no dura mucho porque unas cuantas hebras caen por su rostro. Ríes bajito al notar el arco de su nariz acariciar con suavidad tu cuello. Y es una forma de distraerte porque va estimulando tu sexo, mientras reparte besos en esa parte de tu cuerpo. Ese desgraciado te lleva a un punto que tú desconoces. Esas falanges son expertas para ti. Tuviste que apoyar las manos en el borde de la tina, mientras tu respiración se vuelve agitada.

La sonrisa de Crocodile se ensancha porque esas expresiones que le dedicas son lindas y excitantes. Por ello, sigue estimulando ahí abajo sacándote más gemidos de tu parte. Incluso va metiendo los dedos para dilatarlo. Das gracias a Dios que el agua no rebosa fuera porque no paras de moverte . Tus piernas flaquean por cada placer que recibes. No paras de morderte el labio porque crees que en algún momento llegarás al orgasmo, pero sabes que él no te lo va a permitir.

—¿Tienes intención de correrte, pequeña? —te pregunta.

—Sí, Daddy —respondes, obediente.

—¿Acaso te pedí permiso?

—No, Daddy.

—Entonces no te corras —te ordena—. Quiero que te corras cuando te folle, ¿entiendes?

No respondes porque te estás desvaneciendo poco a poco y él lo percibe. Atrae más tu cuerpo y os conectasteis mutuamente. Un gemido se os escapa a ambos. Es un momento íntimo y único. En esa posición tenías que moverte tú, aunque, con el tiempo, las caderas de Crocodile se mueven, dejándote inmóvil y gimiendo con más fuerza. Una perfecta sincronía que lo repetiría una y otra vez. Minutos después llegasteis al clímax que casi gritas a los cuatro vientos.

—Eres de lo más adorable, pequeña —te dice. Las yemas de sus dedos acarician son suavidad tus pómulos.

—Gracias —respondes.

—Será mejor salir antes de que nos convirtamos en pasas —te convence, mientras va saliendo de la bañera.
Una noche bastante entretenida y pasional.

Día 3.

No podía creerlo. Ese hombre es una caja de sorpresas, literal. ¿Por qué? Porque delante de sus narices hay una maniquí con un vestido que te pondrás esta noche para la cena. Un traje elegante de lentejuelas plateadas que brillan a la luz de la luna. O de cualquier tipo de luz artificial. Y unos tacones que van acorde con el vestido. Las sirvientas se ofrecieron para peinarte porque Crocodile desea que disfrutes esa velada con él. No, no vais a salir. Más bien él llegará del trabajo y quiere verte tan bella y elegante que cualquiera mujer te tendría envidia. Son las ocho de la noche y él estará a punto de llegar.

El vestido encaja perfectamente a tu cuerpo casi dejando visible tu figura. Una de las chicas arregló tu cabello. El peinado es una simple trenza, pero bonita que resalta tu belleza natural. Tus cabellos (c/o) brillan con más ímpetu que nunca. Ya en el comedor, te mantienes sentada porque los tacones son un poco incómodos. Los odias con todas tus fuerzas, pero lo haces para contentar a Crocodile. Las puertas se abren dejando paso al hombre a lo que te levantas de golpe. Se veía atractivo con ese traje. Sus ojos negros brillaron incandescencia al verte ahí con ese traje. Dios, parecía que estuviera viendo a la mismísima diosa que bajó del cielo para recibirlo con gusto.

—¿Todo bien? —cuestionas porque él se quedó mudo.

—Sí, solo que me quedé embelesado —afirma y confiesa—. Te ves espléndida.

—No exagere. —Tus pómulos se tornan de color rosa porque sientes vergüenza.

—Yo nunca te mentiría, pequeña. Soy un hombre sincero.

Sí, lo sabes perfectamente. Cada vez que se aproxima hacia a su mesa para pasar a tu lado, aprovecha para acariciar tu rostro con mucha suavidad. Ese hombre te saca cualquier suspiro. Te enamora cada vez más, pero aún te quedan Daddies por quedar. Él se sienta a lo que le imitas para no ser maleducada estando de pie. Los sirvientes van trayendo la cena. Tiene una buena pinta que casi se te escapa la baba. Pollo al horno con especias, pan integral, sopa de marisco y tarta de queso. Este hombre lo tiene todo. No le hace falta nada, aunque un poco de compañía no le haría daño a nadie. Te necesita a ti para complementar ese vacío.

—¿Cómo le ha ido en el trabajo?

—Muchas negociaciones y reuniones. Hoy ha sido un día muy duro —respondes. Él toma tu mano con la suya para dedicarte una sonrisa suave—. Pero ahora quiero disfrutar contigo esta noche.

—Siempre lo disfrutas cuando estás conmigo —dijiste.

—¿Y para qué negarlo? Eres una gran compañía en mi soledad.

Que poético ha sonado en tu cabeza. En realidad, él es un caballero junto con Katakuri con las mujeres. Tan encantador cuando quisiera y hacía cosas increíbles. Y sabes que esa noche se va a convertir en algo más que una simple velada.

Día 4.

El canto de los pájaros resuena en esa habitación. La luz llena tu rostro que tuviste que girar la cabeza para que no te molestase. Desnuda en la cama y al lado tuyo un hombre corpulento que su rostro refleja la tranquilidad absoluta. Lo miras detenidamente casi anonadada. Es un hombre atractivo y un verdadero papucho ante tus ojos. Te tientas en tocar su cara con mucha suavidad. No deseas despertarlo. Se ve adorable. No obstante, eso termina cuando la luz del sol le da en la cara y se va despertando poco a poco. No puede evitar esbozar una sonrisa al verte.

—Buenos días —te saluda.

—Buenos días.

—¿Cómo has dormido, pequeña?

—Un poco adolorida.

—¿Un poco? —pregunta muy divertido. Ese tono de voz que emplea te da un escalofrío tremendo—. Eso me da señal que aún no estás del todo reventada y puedes jugar un poco más.

—Recién nos hemos despertado. —Buscas alguna excusa para no caer en la tentación.

—Y lo que hay entre mis piernas también despertó.

Estuviste a punto de decir algo, pero él te detiene con un beso de por medio. Un beso lascivo y lujurioso, con ganas de jugar. Crocodile se coloca encima de ti, mientras coge las sábanas con su mano para que estéis debajo de ellas. ¿Y este juego a que viene?

—Veamos si mi pequeña puede estar aquí debajo, mientras la follo como un verdadero animal. Sí aguantas, tendrás una linda recompensa.

Un gemido se te escapa de tus labios al sentir como aprieta uno de tus pechos con su mano. Las mordidas en tu cuello se intensifican aún más casi dejándote inmóvil. Te pide que te quedes quieta a lo que le obedeces, como su pequeña eres. Sus besos van bajando, pasando por tus pechos, por tu vientre hasta llegar a tu sexo. Oh, su lengua va recorriendo lentamente por tus labios mayores incluso por tu clítoris. Jadeas, tu consciencia te pide moverte, pero él no te dio la orden. Crocodile es todo un experto en el sexo oral. Provoca en ti unas sensaciones escalofriantes que nunca pensaste sentir. No paras de temblar mucho.

Debes aguantar. Debes hacerlo por tu Daddy. No deseas recibir ni un castigo por su parte. Te muerdes el labio con fuerza no queriendo soltar más gemidos, pero te es imposible. Hasta que llegas al clímax soltando un gran grito que cualquier sirviente podría escucharte. Crocodile deja de lado el sexo oral y una sonrisa satisfecha surca en sus labios.

—Buen trabajo, pequeña —te felicita. Besa tus labios con dulzura—. ¿Quieres tu premio?

—Sí, Daddy —confiesas.

—¿Lo deseas? —pregunta, mientras va retirando las sábanas.

—Sí, Daddy. —Estás realmente sumida en el placer.

—Eres realmente hermosa, ¿lo sabías? —te va comentando, mientras se acuesta a un lado alzando tu pierna.

—Lo sé —jadeas al notar el miembro viril de él entrar en tu cavidad sexual.

—Y te lo diré una y otra vez para que te quede bien claro.

El vaivén comienza con suavidad sacándote más gemidos en ti. Esos sonidos con callados por un beso húmedo. El coito es perfecto. No dejaría de hacerte el amor en todas las posiciones que quisiera. Te mimaría en todos los sentidos. Te cuidará como una princesa. Un hombre solitario que necesita la compañía de una bella mujer como tú. Es duro estar en la soledad y él lo sabe. Aunque haya disfrutado con otras mujeres, tú eres su preferido. La niña de sus ojos. En esa posición no puede estimular tu clítoris porque su brazo derecho es una almohada para ti. Te sientes cómoda. Y sus besos son tan mágicos que te deja embobada a cada momento.

Estuvisteis un buen rato en esa posición hasta llegar al orgasmo. Eres lo mejor que le ha pasado. Tan perfecta y única. Vuelve a besarte para recordarte que, si le escoges, tendrás todo que aquello que no obtuviste a lo largo de tu vida.

Día 5.

—¿Por qué tengo los ojos vendados?

—Ya te dije: es una sorpresa.

Estás sentada en la cama con los ojos vendados, mientras escuchas pasos moverse de un lado para otro. Te está poniendo nerviosa porque no estás viendo nada. De repente, notas un cosquilleo alrededor de tu cuello. Oh, no. Conociéndole, te habrá regalado un collar muy caro. Y te va quitando las vendas.

—Ya puedes mirar.

Agachas la cabeza y tus ojos se agrandan al ver un collar con un adorno. Un diamante en forma de corazón. Estás muy asombrada.

—No puedo aceptarlo —te reniegas.

—Acéptalo, por favor —te lo pide, mientras se arrodillaba.

—No te pongas en esa posición que parece que me vas a pedir matrimonio. —Te sonrojas ante esa idea. Ya tuviste suficiente con lo que te dijo Cracker.

—Bueno, a la próxima podría traerte un anillo —bromea. Toma tus manos con mucha suavidad—. Por favor, acepta ese regalo como un comienzo de nuestra relación.

—Aún no he decidido si…

—Ahora no hablemos de eso —te corta—. Lo hablaremos el último día. Vamos a aprovechar estos días que quedan, ¿vale?

Asientes, pero aún tienes ese recelo de no aceptar ese regalo. Pero es Crocodile a quien estamos hablando. No puedes cambiar a alguien que ha vivido toda su vida en un mundo lleno de hombres poderosos y ricos.

Día 6.

—¿De verdad que no puedo opinar? —disputas con las manos apoyadas en tus caderas.

—Tus opiniones son muy útiles. Decirme que me veo atractivo con este esmoquin es un punto a tu favor —te comenta.

Delante de tus narices ves a un Crocodile a un punto de salir para celebrar una fiesta de un cliente suyo. Una celebración por los grandes negocios que han abarcado juntos. Los dedos del moreno son ágiles que hasta tal punto no necesita ayuda para anudarse la corbata. Ojalá pudieras ir, pero no eres invitada. Solo hay machos que solo te comerán con la mirada, eso dijo él. Sabes perfectamente que lo dijo para que ningún hombre se fijara en ti porque lo asesinaría con sus propias manos. Pero, si finalmente deseas quedarte con él, debe dejarte algo de libertad; aunque no mucho porque se enfadaría contigo y podría castigarte.

—¿Cómo me sienta? —te pregunta.

Estuviste sumisa en tus pensamientos que tardaste un poco en reaccionar, pero tus ojos se agradan y tus pómulos se tornan a un color rojo pasión. Se ve atractivo con ese traje que le sentaba de maravilla. Dios, por un momento pensaste que tenías enfrente a un mafioso italiano con riquezas superiores a los demás.

—Guau.

—¿Guau? ¿Te dejé sin palabras? —No está molesto, al contrario. Se está divirtiendo de tu expresión dulce y tierna.

—Es que te ves increíble —te sinceras.

—Gracias, pero no se puede comparar a tu belleza —comenta, mientras se aproxima hacia a ti para darte un pequeño beso—. ¿Te portarás bien?

—Sí, Daddy —respondes.

—A las diez quiero que estés en la cama. No quiero enterarme de que aún estabas despierta.

—Si es que concilio el sueño —suspiras.

—Bueno, mientras estés en la cama, no hay problema —dijo. Vuelve a posar sus labios con los tuyos—. Tengo que irme. No quiero llegar tarde.

Dejas ir a ese hombre tan atractivo. Tus dedos resbalan por ese traje elegante. Se veía bien. Demasiado. Menos mal que ahí no van mujeres porque ellas no le quitarían el ojo a tu Daddy.

Día 7.

Y otra vez haciendo las maletas. Ya estás cansada de repetir el mismo proceso, pero tranquila, la cosa está a punto de terminar. Dos Daddies más y tomarás la decisión más importante en tu vida. Te sientas en la cama apoyando los codos en tus piernas y con la cabeza en tus manos. Te quedas en un estado pensativo con todo lo que ha sucedido. Decidir no era fácil. Es la primera vez que estabas entre la espada y la pared. Y tus pensamientos se desvanecen cuando sientes un peso a tu lado. No le viste llegar a lo que sonríes un poco.

—¿Estás bien? —te pregunta.

—Sí, solo estaba pensando.

—Es duro, ¿verdad? Los negocios tienen el mismo rol que esto.

—Pero tú haces una mapa estratégico —comentas—. Yo tengo que pelear con mi cerebro y con mis sentimientos.

—Es entendible. —Acaricia tus cabellos pasando sus dedos por esa fina melena—. Mira, seguramente que los otros te habrán contado cosas bonitas, como promesas. Ya tú ves lo que puedes obtener si estás conmigo. No te hará falta en esta vida tan dura. Vacaciones de lujo, vestidos caros… Este hombre ya mayor necesita una compañía y tú eres la elegida para que seas mi pareja.

Que palabras tan sinceras de un hombre tan caballeroso como él. Siempre escuchaste rumores de que Sir Crocodile era un tipo sin escrúpulos y lo que más le importaba son los negocios, pero lo estás conociendo y es todo lo contrario. Y mañana estarás con otro Daddy. Un hombre de la ley y que seguramente te hará disfrazarte de gatita. Un hombre que trabaja en la policía y con un carácter duro. Un cuerpo atlético que con solo verlo es un pecado. Un cazador que le gusta disfrutar de sus pequeñas presas.

Smoker.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top