Capítulo 23. El dulce de Cracker
Día 1.
—Si quieres, no vayas con él.
—Lo prometido es deuda, Lucci.
El moreno intenta todo lo posible para que no te marcharas de la casa e irte con Cracker. Él está a punto de llegar y Lucci aprovecha la ocasión para jugar con uno de tus mechones. Él quiere seguir jugando y lo sabes perfectamente. No obstante, eso no ocurre porque ves desde la ventana el coche del siguiente Daddy. Parece muy emocionado el hombre porque tiene una sonrisa de oreja a oreja. Tal vez porque ha estado esperando este momento. Te despides del moreno por lo que te roba un último beso antes de partir a la puerta e irte con otro hombre que no sea él. No te cuesta abrir la puerta, aunque los nervios te invaden por completo.
Sales de la casa y no te dio tiempo de reaccionar porque Cracker coge tus maletas, y se dirige con prisa hacia el vehículo. Por un momento pensaste que está volando por lo que no evitas reírte bajito. Le sigues los pasos para subir al carro. Se le ve muy emocionado. El único problema que no sabes si iréis a la casa que comparte con sus tres hermanos. Lo dudas mucho. Él querrá estar a solas contigo en un apartamento. Ya os alejasteis mucho de la casa de Lucci y por las calles que pasa, te das cuenta que vais en dirección al gran parque de Grand Line.
—Iremos a un apartamento que compré cuando estoy de vacaciones y necesito estar a solas —habla Cracker, interrumpiendo tus pensamientos—. Ahí estaremos a solas sin la presencia de mis hermanos.
—Me parece bien —concluyes.
No habéis tardado ni cinco minutos y ya llegasteis a vuestro destino. Es un edificio grande, pero no tanto como Daddy's Corporation o el hogar de Cracker. Tienes la sospecha de que el apartamento se encuentra en el último piso, donde nadie os pueda escuchar. Va metiendo el vehículo en el aparcamiento. Hay montones de coches y bastante caros al parecer. ¿Este es un edificio de ricos? No estás muy segura del todo. Los dos bajasteis del vehículo y él va al maletero para coger tus maletas. Os dirigisteis hacia el ascensor y toca un botón. Sí, lo adivinaste. El último piso. Estás un poco nerviosa y angustiada por lo que puede ocurrir, pero tienes que estar tranquila porque estamos hablando de Cracker.
Él es sumamente tranquilo en comparación con Lucci, pero no caballeroso como su hermano mayor. El ascensor no tarda en llegar a su destino; las puertas se abrieron dejando paso un pasillo corto con una puerta única enfrente. El hogar de Cracker te espera. Él saca de su bolsillo la tarjeta electrónica, una llave que la gran mayoría de gente poderosa utiliza. Y al abrir, te topas con un gran salón bien amueblado y unas cristaleras impresionantes que dan unas buenas vistas al exterior. No evitas en acercarte. No sientes vértigo. Quieres memorizar cada detalle de la ciudad.
—Estas tres semanas estuve recreando tu habitación —dice—. Ven para que lo veas.
¿Un cuarto especial para su bebé? Tus mejillas se calientan con ese pensamiento. Le sigues, aún el pobre sostiene tus maletas. Querías ayudarlo, pero su orgullo no te dejará hacerlo. Tu cuarto no está lejos del salón. Él te invita a que abras primero y lo haces. Tus ojos muestran impresión al ver el tamaño de la habitación y todo de color rosa. El cuarto de una niña pequeña. Una cama llena de peluches de oso, una casa de muñecas y un gran armario lleno de vestidos. Te estás muriendo de la vergüenza.
—Es... muy... ¿colorida e infantil? —Intentas que suene convincente.
—Recuerda que eres mi bebé —te susurra muy cerca del oído—. Mi bebé debe comportarse como uno.
Unos dedos notas en tu mejilla a lo que te giras un poco para encararlo. No espera ni un segundo más en probar tus labios. Los echaba de menos. Demasiado. Carnosos y tiernos en comparación con los suyos. Las maletas se soltaron de golpe para atraerte aún más, que lo sientas con todas sus fuerzas. Él muerde tus labios a lo que abres inconscientemente dejando paso esa lengua suya explorar tu cavidad. Lento y conciso provocando que todo tu cuerpo se estremeciera y te aferras a él. Te sientes pequeña a su lado y no te importa en absoluto. Él ronronea por lo bajo, separándose de tus labios porque sabe que no puede quedarse más.
—Ojalá pudiera quedarme bebé, pero Daddy debe irse a trabajar. —El tono de voz que emplea es de queja—. A mi madre odia que no esté presente.
—Lo entiendo perfectamente, Daddy —respondes.
—Esta noche quiero cenar contigo —comenta, mientras acaricia tu rostro.
—Puedo preparar algo de comer.
—No me gusta la idea porque se supone que eres mi bebé y debo consentirte. Pero sabiendo a la hora que llegaré... Mejor así.
Eres independiente de todos los sentidos del mundo, pero puedes dejar que ese hombre te consienta un poco porque es el hombre más adorable que has conocido.
Día 2.
—¿Puedes ponerte un traje para mí?
Es una súplica lo que escuchas de Cracker porque recién llegó de su trabajo y está algo agotado mentalmente. Animar un poco la situación lo ayudaría a relajarse. Así que vas en camino a tu cuarto para mirar en el armario los vestidos que te compró el hombre. Buscas uno bonito y con un toque infantil, aunque todos lo son. Encuentras uno y te lo vas poniendo. Uno de color crema que combina a la perfección tu piel. Seguro que le gustará. Claro que sí, lo compró para ti. Sales del cuarto para dirigirte al salón, donde él está sentado ahí esperándote. No sabes hacer una presentación de modelo por lo que sales así sin más. Los ojos de Cracker se posan en ti, echando un vistazo hacia tu cuerpo.
—Ven, quiero hacerte una trenza.
Sus ojos de color rosa lo dicen todo. Quiere volver a tocar tus cabellos. Sentir cada hebra de tu pelo lacio. Caminas en dirección a él y te hace sentarte en sus piernas, como una niña pequeña que quiere ser mimada por su padre. Va peinándolo, teniendo cuidado en no hacerte daño o hacerte un leve tirón. Tú ciertas los ojos dejándote llevar por esa sensación tan placentera. Eres un poco descuidada con tus cabellos porque no sabes cómo manejarlo o hacerte un peinado bien bonito. Un hombre con una melena larga como él seguro que tiene muchas ideas. ¿Desde cuándo se lo dejó crecer? Es una buena pregunta que le pudieras hacer.
—Daddy, ¿puedo preguntarle algo?
—Te escucho.
—¿A qué edad se dejó crecer el pelo? —Sientes mucha curiosidad.
—Desde que tengo uso de la razón —responde. Está muy concentrado en su labor—. Pero creo que fue a los cinco años cuando me puse rebelde.
—¿Y a esa edad aprendió a peinarse? —preguntas.
—La verdad las responsables fueron mis hermanas mellizas. Ellas tienen el cabello corto. Lo único que pueden hacer es cepillarlo y no realizar peinados. Por lo que me utilizaron de conejillo de indias. Y, mírame, me empezó a gustar.
—Ese fue el comienzo de querer a una bebé para poder hacer lo mismo.
—Eso no te lo voy a negar —se sincera contigo—. Imagínate todas los peinados que puede hacerte. ¡Serías una verdadera princesa!
Oíste rumores que Cracker es un hombre arrogante y que no desea estar con una mujer vulgar. Sin embargo, estás notando la verdadera personalidad del peli-violeta. Uno risueño, bromista y detallista. Un rato más tarde termina, dejándote con una bonita trenza con un lazo de adorno. Y sin esperarlo, te tira de ella con fuerza inclinando la cabeza hacia atrás para que él pudiera besarte. Esos labios finos lo destacan demasiado. Rodea su brazo en tu cuerpo para atraerte aún más. Estáis en una posición incómoda, pero parece que a él no le importa. Está centrado en besarte y morder tus labios para que los entreabrieras y meter la lengua para explorarla con total libertad.
Una de sus manos va descendiendo lentamente para acariciar tu cuerpo. Sus dedos gruesos toman con cautela la falda de tu vestido para elevarla y tener mayor acceso a tu intimidad. Ni siquiera has cerrado las piernas. Solo deseas que llegue más allá de ti. Gimoteas bajito al sentir su pulgar acariciar tu clítoris por encima de tus bragas. Te muerdes el labio, pero él lo hace por ti. Quiere seguir explorando tu cavidad bucal, mientras se entretiene a estimular tu sexo. Te aferras a él colocando un brazo hacia atrás casi agarrando sus cabellos y recibes un gruñido de él. Ya empiezas a retorcerte de placer, buscando más contacto de él. Cracker aparta las bragas para meter las falanges en ti. Ya estás lo suficiente dilatada como para recibirlas con mucho gusto.
No paras de gemir. Te está gustando demasiado esa sensación que provoca en ti. Te aferras más a él porque estás a punto de correrte. Cracker lo sabe porque los movimientos se vuelven rápidos y erráticos. Desea verte en ese estado. Que estés frágil. Minutos después llegas al orgasmo retorciéndote de placer, arqueando la espalda. Jadeas muy agotada. Tus pulmones aclaman un poco de aire. En el fondo presidentes que eso solo fue el comienzo de esa noche porque notas un bulto ahí abajo. Un miembro que ha estado despierto hace un buen rato.
Desde esa posición va quitándote la parte de arriba del vestido para liberar tus pechos. Sus manos son grandes capaces de amasar esa carne. Te hace levantarte, donde casi tus piernas flaquean. Pero Cracker te sostiene aún. Estás sensible y dudas poder caminar; sin embargo, haces el esfuerzo de hacerlo. Él te va guiando hasta las cristaleras, donde observas la ciudad entera. Espera, ¿te follará ahí a la vista de todos? Esa pregunta se responde sola porque él te va levantando la falda y aparta nuevamente las bragas.
—Quiero que todo el mundo se dé cuenta quién te está follando —dijo con voz varonil—. Que sepan que eres mía y de nadie más. —Se está volviendo posesivo. Te hace colocar las manos en el cristal y de una estocada entra en tu interior—. Estás muy apretada, bebé.
—La polla de Daddy es enorme —dijiste. Tus piernas están temblando a más no poder. Estás cómo gelatina.
La fuerza que emplea en el coito es mucho más grande de lo que te imaginabas. Se nota que el pobre hombre estaba desesperado en tenerte en sus brazos y hacerte suya una y otra vez. Los gemidos no cesan de tu boca. Para él es una señal de seguir, apretando tus caderas con las manos. Esos sonidos son música para sus oídos. Le atraes demasiado. Eres su bebé. Una dulce niña que necesita ser cuidada y mimada por él. Para profundizar las embestidas, toma una de tus piernas por lo que tuviste que aferrarte a su camina porque si no te caerías. Espalda apoyada en el cristal sin miedo a que puedas a caer porque él te agarrará.
Te desea tanto que no quisiera parar. Hará todo lo posible para sacarte más gemidos y suspiros. Que sea solo él que los pueda escuchar. No tardasteis mucho en llegar al clímax. Fue placentero para ambos. Cracker no te ha soltado ni te ha dejado de mirar. Está embelesado por tus ojos de color (c/o). No dejaría de observarlos. Su frente apoyada en la tuya admirado por tu gran belleza. Y tú no dejarías de mirar sus ojos rosas.
Día 3.
Un día más. Un día menos. Un día cualquiera para variar. Cracker se ha quedado en la casa para seguir con su trabajo. Y tú sentada en el sofá observándolo detenidamente. Es tan guapo ahí sentado en su escritorio y muy concentrado. Tú simplemente acaricias una de las muchas trenzas que te hizo. Te dan ganas de acercarte a él y animarlo un poco, pero tampoco es plan de desconcentrarlo. ¿Qué estará haciendo? Sientes mucha curiosidad. Por lo que decides acercarte lentamente hacia él. Sin hacer mucho ruido. Ya estás lo suficiente cerca para averiguar qué es lo que trabaja, pero sientes una mano sobre tu cabeza acariciándola con mucha suavidad.
—¿Aburrida? —te pregunta.
—Un poco —respondes. Cracker te coge para sentarte en su regazo—. Tienes la manía de sentarme así.
—Pero te gusta y no te has quejado.
Eso lo que dijo es cierto. Ahí te das cuenta que tienes una visualización perfecta del ordenador de Cracker. Es una especie de maqueta sobre algún tipo de golosina nueva. No estás muy segura, pero comenzaste a leerlo detenidamente. Parece un proyecto nuevo que tiene en mente para la sacarlo a la luz en un futuro.
—Galletas de frutas del bosque con un toque de caramelo —anuncia—. La semana que viene lo tengo que presentar.
—Me parece un buen plan —te sinceras, mirándole—. Tienes buenas ideas.
—Oh, ¿en serio? —Asientes levemente—. Que bueno que me digas eso.
Sonríes un poco al escuchar esas palabras provenientes de Cracker. Él sigue acariciando tus cabellos no queriendo olvidar ese momento tan único entre ustedes dos.
Día 4.
—Bebé —te llama. Estás en tu cuarto escuchando música hasta que la puerta se abre. Cracker hace acto de aparición—, quiero darte un baño.
—Yo sé bañarme —dijiste. Te extraña demasiado.
—Pero tengo muchas ganas de enjabonarte —comenta. Él se va acercando a ti apoyando las manos en las sábanas de tu cama—. ¿Qué prefieres? ¿Bañera o ducha? Porque si vamos a la ducha podemos enjabonarnos de pie en comparación con la bañera. —Te está tentando. Lo sabes perfectamente.
—Yo... quiero ducha —respondes.
—Buena respuesta, bebé. —Se relame los labios al saber la respuesta.
No tuviste tiempo para reaccionar porque él te coge en brazos para llevarte al baño. Ah, sí, se olvidó mencionar que esta casa tiene dos cuartos de baño. Por eso la pregunta anterior que te hizo. La zona de la ducha es amplia y grande. Perfecto para que quepan dos personas. Cracker no deja de sonreír como un bellaco. Va a disfrutar mucho contigo. Te deja en el suelo, pero sin que te separes de él. Las ropas comienzan a desaparecer, ya estando desnudos por completo. Aún no te has acostumbrado a esos pectorales y abdominales tan elaborados. Tus dedos están tentados en recorrer cada centímetro de él.
No obstante, Cracker tiene otros planes contigo. Vais caminando en dirección al plato de ducha a lo que él corre la mampara para que el agua no sobresalga. Te sobresaltas al notar las gotas frías correr por tu cuerpo. Él simplemente ríe ante tu reacción. Observas detenidamente como él se va deshaciendo de su peinado tradicional. Tu cara refleja lo embobada que estás porque esa melena cae como cascada. Tragas saliva porque notas la garganta seca. Y, sin más dilación, Cracker comienza a enjabonar tu cuerpo con sus propias manos a lo que sueltes un leve suspiro. Una simple orden es suficiente para que tú hagas lo mismo. Un cuerpo esculpido por los mismos dioses griegos o por lo artistas de la época pasada.
No deseas desviar la mirada a la entrepierna del hombre. Suena demasiado tentador para tu cabeza, pero no quieres ser una pervertida; aunque las manos de Cracker no ayudan mucho. Es como si estuviera moldeando tu cuerpo. Una simple arcilla que debes ser vista por un maestro del arte. Y tú tocas sin pudor el suyo. Los duros pectorales y abdominales lo dominan como un hombre poderoso. Y esa melena violeta que se pega a él lo ves demasiado sexy. Un hombre atractivo. Un hombre tentador para los ojos de una mujer. Es un pecado palpar esa escultura.
Hasta que notas algo caliente en tu vientre. Diferente a la espuma y dura como una roca. Tus mejillas arden con fuerza porque es el miembro de Cracker. Ha despertado con ganas de jugar. Él esboza una gran sonrisa al ver tu linda reacción.
—No lo puedo evitar, bebé. Es que estás demasiada buena —te confiesa, mientras se relame los labios—. ¿Vas a ser una buena bebé y dejarás que Daddy te folle como es debido?
Y es difícil de rechazar esa oferta. Tu espalda toca la pared fría no evitando dar un pequeño gemido. Un sonido reconfortante para él. El agua va recorriendo vuestros cuerpos para retirar el jabón, mientras él devora tus labios con ansias. Un beso húmedo casi sensual para todos tus sentidos. Las caricias siguen inminentes sacando más suspiros de ti. Coloca sus manos en tu trasero para elevarte, donde tus piernas se enrollan en su cintura. Una estocada bien fuerte sientes en tus entrañas. No hizo falta que te preparase porque ya estás lo suficiente mojada por culpa de las caricias sensuales que te ha dedicado.
No espera un segundo en probarte una vez más. Eres demasiado tentador para su boca. Morder y lamer es una de sus cosas favoritas, mientras te folle como un animal en celo. Sus manos no dejan de apretar tus nalgas muy tentado en darles unos azotes. Eres una mujer con mucha suerte de tener a un hombre así que no dejaría para nada en seguir probándote una y otra vez. Tus gemidos no cesan. Una forma de pedirle que siguiera y lo hiciera más fuerte que antes, teniendo cuidado en no resbalarse. Un movimiento en falso y los dos caeréis. El orgasmo llega a su fin a lo que clavas las uñas en su espalda. El gruñe no muy satisfecho.
—Lo siento, Daddy —te disculpas.
—No te preocupes. La próxima vez te vas a limar esas uñas, bebé.
Si estuviera aquí Lucci te diría que no lo hicieras. Eso seguramente.
Día 5.
—¿Reunión con la familia Vinsmoke?
—Sí, a mi madre le gusta reunir a familia rica para que se casen con nuestros hermanos.
¿Casar? Es demasiado fuerte para un Charlotte como él, pero su madre es así. Oíste rumores que su imperio asciende por mantener una alianza con sus enemigos a través de matrimonios. No le importan sus hijos. Ella piensa en sí misma y no en la felicidad de sus hijos. ¿Será eso que Katakuri y Cracker decidieran entrar en esa empresa? Sientes cierta curiosidad.
—¿Daddy's Corporation es una forma de huir de esas alianzas? —preguntas. Tienes mucho cuidado en no decir nada molesto para los oídos de Cracker.
—¿Para que te voy a mentir? Prefiero buscar a mi "esposa" que mi madre me elija una —va explicando—. Imagínate casarme con una dominante. No me va. Prefiero a una chica sumisa, dulce y con cara de niña.
—¿Cómo yo?
—Como tú, bebé.
Él es demasiado sincero que tus mejillas no paran de arder. Echas atrás un mechón de tu pelo con mucha timidez y con la mirada desviada. No te atrevías a mirarle a los ojos. La vergüenza se apodera de ti. Y una mano acaricia con suavidad uno de tus pómulos obligándote a alzar la mirada. Esos ojos rosas son tan maravillosos que te deja tonta por unos segundos o minutos. Con mucho cuidado, vas alzando la tuya para tocar el rostro de él; sobre todo, la cicatriz que recorre por su lado derecho.
—¿Cómo te lo hiciste? —cuestionas.
—Es una larga historia. Y no quisiera contarlo.
—Entiendo, pero te habrá dolido por lo menos.
—Por eso odio tanto hacerme daño. —Sus ojos ruedan a modo de desaprobación—. Odio sentir dolor.
—¿Y no te quejas cuando haces tus peinados? —vuelves a preguntar, pero con una sonrisa suave.
—¡Ah! Odio esas partes en que me da un tirón.
Ríes bajito ya imaginándote la situación. Hombre amante de las galletas teniendo problemas con los enredos de su pelo. Parece que a Cracker no le ha gustado porque ha inflado sus mofletes a modo de molestia. Mira que a veces es adorable a su manera, aunque en el fondo sea un pervertido. Katakuri y él son tal idénticos en ese aspecto, pero uno es más caballeroso que el otro.
Día 6.
Cracker está muy atento en mimar tu cabeza porque estás recostada en su pierna, mientras que él lee. Es un momento íntimo para ambos, aunque siempre lo estáis. Suspiros saca de ti. Realmente el hombre sabe donde tocar. En cualquier momento pudieras quedarte dormida si lo deseas, pero quieres seguir disfrutando de esos mimos.
—¿Lo disfrutas, bebé? —te pregunta. Tienes la sensación de que está sonriendo.
—Sí, Daddy —respondes con mucha sinceridad.
—Tampoco quiero tratarte como un perro. —Con esas palabras dichas, sientes que él te hace sentarte en su regazo con la cabeza apoyada en su pecho—. Mucho mejor.
Ahora en esa posición pareces una niña mimada por su padre y no te quejas para nada. Es más, lo disfrutas así. Realmente lo prefieres así porque escuchas perfectamente los latidos de su corazón bombear con mucha suavidad. Esos sonidos transmiten en tu cuerpo paz y armonía. Estarías así para toda la vida.
Día 7.
Las maletas están listas. Otro cambia de casa, ya estás un poco cansada de todo esto. Pero tienes que aguantar como es debido. No evitas en acariciar las correas con suma cautela. Te preguntas donde se habrá metido Cracker. Decides salir de tu cuarto y encontrártelo en el salón, admirando el paisaje mientras tomaba una copa de vino. No estás segura si aproximarse a él. Pero en el fondo de tu corazón debes hacerlo. Este será el último día que estarás con él. Pasos lentos realizas para no llamar mucho la atención, pero parece que Cracker tuviera un detector de movimientos porque gira un poco la cabeza y esboza una pequeña sonrisa.
—¿Ocurre algo, bebé?
—Quería verte —contestas. Ya estás lo suficiente cerca como para sentir su aura—. ¿Estás bien?
—Mejor que nunca —dijo. Pero su sonrisa se desvanece—. ¿Para que voy a mentir? No lo estoy.
—Sabes que hago esto para tomar la decisión final.
—Lo sé, y ojalá que me escojas. —Nunca has visto a Cracker tan triste. Deja la copa a un lado para tomar tus manos—. Porque si lo haces... quiero que sepas que me casaré contigo. —Eso te toma por sorpresa—. Sí, es precipitado, pero lo he pensado muy detalladamente.
—Cracker yo...
—Y sé que si escoges a otro, tengo que respetarlo. Un hombre tiene que aceptar la derrota.
Asientes, dándole la razón del mundo. Casarte con él suena algo bonito. Cracker está muy enamorado de ti y se imagina una vida así contigo. Y mañana será otro día. Un día con otro hombre. Y no un hombre cualquiera. Un hombre muy poderoso que tiene cicatrices en su cuerpo. Amante de los reptiles. Un caballero. Un hombre con aspecto de mafioso y que da bastante miedo.
Sir Crocodile.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top