Capítulo 22. Lucci el dominante

Día 1.

Estás un poco nerviosa. Katakuri te acompañó a una fuente cercana a la casa en que estabais porque ahí te recogerá Lucci. No va a dejarte sola por si te raptasen. Él es tan caballeroso y dedicado hacia a ti. Y ahora te toca lidiar con un depredador innato. Esa palabra Kitten te sacará más de un suspiro. Ahí está. Va conduciendo un jaguar negro de lo más elegante. Llevas un mechón de tu pelo hacia atrás a modo de no mostrar más nervios de tu cuerpo. Lucci baja del vehículo y su rostro muestra molestia al ver a Katakuri. Él se veía muy atractivo con ese esmoquin que lleva para trabajar. El moreno se aproxima hacia a ti para coger las maletas.

—Pórtate bien con ella —habla Katakuri. Por su tono de voz parece que habla en serio.

—No te preocupes, la cuidaré muy bien —comenta muy tranquilo de su sitio.

Te despides del peli-granate para dirigirte al vehículo. Estarás en la casa del leopardo sin oportunidad de escapar de sus garras. Solo deseas que no sea brusco contigo. Lucci arranca el coche ya dispuesto a retirarse. Te dedica una pequeña mirada, analizando si tienes alguna cicatriz de tu cuello o de tu rostro. Tú intentas encogerte porque no te gusta para nada. Crea una situación incómoda. Menos mal que lo ha dejado y siguió estar atento en la carretera. Ya conoces su casa, eso no te preocupa. Más bien es su forma de ser contigo. Un hombre elegante, frío y educado que pasa a convertirse en un depredador sexual que necesita saciar su apetito contigo.

Tus mejillas se tornan de color rojo al tener ese pensamiento. Parece que Lucci ha esbozado una sonrisa gustándole esa reacción tuya. No paras de mover las piernas un poco incómoda y no te atrevías a mirarlo. Ni siquiera te ha dicho un “hola” o una pregunta para romper ese silencio terrible que es una tortura para tu mente. ¿Para que hablarle a un sujeto que es un fantasma y que no tiene sentimientos? Esta semana será duro para tu persona. No habéis tardado en llegar a su casa. Hacía mucho tiempo que no lo pisabas y te preguntas si todo seguía en pie. Oh, y no olvidemos de su mascota Hattori. Al bajarte del vehículo, esperaste por él porque va a coger tus maletas que están guardadas en el maletero.

La ansiedad te domina por cada paso que das, aproximándote cada vez más a la puerta. Si entras, ya no hay escapatoria. No había vuelta atrás. Posas un pie en la entrada y ya estáis dentro. Un olor peculiar llena tus fosas nasales. Habrá hecho la comida para los dos. Sus manos descansan en tus hombros y son las de Lucci. Su intención es quitarte el abrigo para colgarlo en el perchero. No se separa de ti. Vuelve a tocarte, dando leves inicios de caricias en tu rostro. Claramente, no evitas en suspirar por lo bajo.

—Me supongo que esos dos te han dejado marcas —dijo. Sus dedos van quitando unos cuantos botones de tu camisa para dejar visible tu cuello—. Unas marcas que deben ser sustituidas por mí.

—Tampoco tengo moretones… o eso creo.

Otro suspiro escapa de tus labios cuando él roza las yemas de sus dedos por tu cuello. Tú no lo veías, pero él está visualizando unos pequeños chupetones. Temes que en cualquier momento pueda morderte y no lo ha hecho. Toma tu mano para guiarte adentro. Piensas que te llevará a tu respectivo cuarto como lo hizo Katakuri. Y no. Es la habitación de Lucci. Tu corazón comienza a latir con fuerza porque eso significa que vas a dormir con él. Notas una leve respiración en tu oreja que te encoges de tu sitio porque sentiste un pequeño cosquilleo.

—No tengo una habitación para ti, pero no hay problema en que duermas conmigo —susurra. Agarra un mechón de tu pelo para jugar con ella.

—Creo que no. —¿Por qué ese hombre provoca esas sensaciones en ti?

—Tengo unos regalitos para ti y quiero que los estrenes. —Va hacia el armario, abriendo las puertas y saca unas cajas bastante grandes—. Durante estas dos semanas tuve que ir de compras.

—No tenías porqué.

—Eres mi Kitten —murmura—, y yo soy tu Daddy. Puedo comprarte todo lo que me plazca.

No puedes discutir ante eso. Te dedicas a coger la primera caja y la vas abriendo. Tu rostro se torna de color rojo pasión al ver un disfraz de gato. Es demasiado sexy que te da mucha vergüenza en ponértelo. Lo peor de todo es que incluye orejas y cola. Recuerdas que Smoker también te llama así, pero en castellano. ¿Ese hombre también hará que te disfraces de neko?

—Como estarás en casa, tendrás que ponerte los disfraces. —Espera, ¿hay más modelos?—. Pero fuera podrás ponerte la ropa que tú quieras.

—Me da mucha vergüenza —confiesas.

—Mi Kitten no debería tener vergüenza. Al ponerte este conjunto, vamos a jugar como los verdaderos grandes felinos. —Ese comentario te puso los pelos de punta—. Pero eso será mañana. Hoy hay una fiesta y tengo que estar ahí a modo de guardaespaldas para esos idiotas.

—No te esfuerces mucho, Daddy.

—Descuida, intentaré no esforzarme para llegar mañana por la mañana y poder jugar contigo —dice, mientras roza las yemas de sus dedos en tu rostro—. Te preparé algo de comer. Cuando te instales come algo, ¿entendido?

—Sí, Daddy.

Un beso recibes a cambio de esa respuesta. Esos labios gruesos te llevan a una sensación de éxtasis. Una leve mordida es suficiente para decirte que él regresará y te marcará como depredador que es. Se aleja de ti para marcharse de la casa. Tus ojos descansan en aquel disfraz y das un leve suspiro. Si quieres poner contento a Lucci, tendrás que hacerlo.

Día 2.

No deseas levantarte porque estás muy a gusto, durmiendo en la gran cama. Pensaste que dormir con el disfraz es una mala idea, pero no te has sentido incómoda. Te estás dando cuenta que te estás comportando como un verdadero gato, pero no le das mucha importancia. Tuviste un sueño muy erótico, pero no recuerdas como fue. Lo único que sabes es que no paras de sentir un hormigueo por debajo de tu vientre. A tu alrededor no notas la presencia de Lucci. A lo mejor aún no ha llegado de su trabajo. No obstante, notas que las sábanas se van retirando poco a poco. Comienzas a sentir frío y las buscas desesperadamente; sin embargo, te encuentras al moreno encima de ti.

¿Hace cuánto que estaba ahí? No estás muy segura. Él te dedica una sonrisa ladina. Sus ojos negros exploran tu cuerpo o, más bien, el disfraz que tienes puesto. Ese corsé deja que tu figura se pronuncie aún más y la falda es tentadora para él. Él no es tonto. Esa postura con las piernas cerradas le indica que estás excitada. Él es un felino muy preparado para estas situaciones. No te besa, más bien se dedica a torturar una de tus orejas jugando con tu lóbulo. Un leve sonrojó aparece en tus pómulos porque ese hombre está haciendo que sientas pudor. Sus dedos no dejan de acariciar tu cuerpo con mucha vehemencia y con calma. Se está tentando en explorar tus muslos y llegar a tu intimidad.

Ahora sus mordidas las dedica en tu cuello dando pequeños chupetones, sustituyéndolas por las antiguas. A ti no te gusta esas cosas, pero no tienes otra opción que dejarte. Tus manos aprietan sus cabellos con fuerza por lo que recibes un gruñido por su parte y aprieta más la mandíbula. Sus colmillos te están desgarrando casi tu piel que gritas bajito, alertándolo. A modo de disculpas, va lamiendo la herida. Un verdadero animal que no quiere ocasionar daño alguno, pero en el fondo es una criatura sedienta de sexo. Los dedos del ojinegro se detienen en tu corsé y va deshaciendo esos cordones para liberar un poco la tensión de tu estómago. Sueltas un suspiro de alivio.

Él no para de ronronear y morder tu piel. Eres su más preciado tesoro y lo marcará las veces que quiera. Tus pechos aclaman atención porque están algo sensibles debido a tus pezones erectos. Él no tarda en hacerlo, torturándolos como él sabe. Gemidos escapan de tus labios apretando con más fuerza sus cabellos pidiéndole o rogándole que siguiese. Aprietas tus muslos al notar la mano de Lucci acariciar su entrepierna casi llegando a tu sexo palpitante y húmedo.

—El próximo disfraz que te pondrás tiene un body —susurra sin dejar de lado su labor—. Ajustará tu cuerpo más de lo debido y resaltará más tus pechos y tus nalgas.

Daddy. —Se te escapa un gemido.

—¿Qué soñaste, Kitten? —te pregunta. Su pulgar estimula tu clítoris por encima de tus bragas—. Porque estás realmente muy mojada.

—No recuerdo —te sinceras—, pero sé que era excitante.

—Espero que hayas soñado conmigo porque, si no es así, te castigaré.

—Juro que no sé qué soñé.

Y es verdad. No recuerdas nada realmente. Tus recuerdos empiezan a divagar con lo ocurrido con Katakuri al tocarte inconscientemente y menos mal que no lo hiciste hace rato. Un gemido, señal de unos dedos entrar en tu vagina haciendo simulaciones de embestidas. Ocultas tu rostro con los antebrazos, mientras te refuerces de placer; no obstante, Lucci los mordía para que los apartara. Quiere ver tu cara llena de placer y lujuria. Quiere saber que te está gustando mucho y no parará hasta que le pidas las palabras mágicas. Y él sabe dónde se encuentra tu mayor tesoro ahí abajo. Oh, un pequeño respingo de tu columna vertebral es suficiente. Dio con ella con mucha facilidad.

El moreno sigue torturando uno de tus pechos y bombear tu sexo notando que sus falanges se aprisionan a causa de tus paredes vaginales. Eres su Kitten. Una sumisa especial en su mundo oscuro y lleno de amargura. El placer lo invade por completo que no aguanta más. Te posee sin control de sí mismo. Y no te importa. Lo querías sentir con todas tus fuerzas. Que sea un salvaje contigo en la cama y que te haga todas las posiciones que haga falta. Es un jaguar en toda regla. Su sexo da de lleno el tuyo dejándote extasiada y no querías que acabase pronto. Esos momento en que viviste con él, desde el primer comienzo, supiste que es una persona muy diferente a otras.

Un hombre lleno de dolor y sufrimiento que solo busca amor mediante el sexo. Es su única forma de desahogarse. Incluso matar a sus rivales. Llegasteis al infinito orgasmo que tus dedos de los pies se arquearon tanto porque es bastante fuerte. El depredador de la gran selva ha vuelto para aparearse con su hembra las infinidades de veces. Tú lo complacerás el resto de la semana.

Día 3.

Estás algo incómoda. Ese body negro que te comentó ayer Lucci es translúcido y casi no deja que respires un poco. Odias esas orejas y cola de gato, pero no puedes quejarte. Él está en el salón tomando un brandy y leyendo el periódico junto con su paloma Hattori, y tú a su lado. No puedes hacer otra cosa. Ni cocinar ni limpiar. Solo estás ahí para obedecer sus órdenes. El moreno se dedica a acariciar tus cabellos con mucha dulzura, como si fueras su pequeña gatita. Una mascota más en esa casa, pero a quién puedes follar. Sí él tuviese la oportunidad, ya lo hubiera hecho, pero hay cierto amigo que os puede ver.

Tienes los labios secos. Necesitas beber agua. Como si te hubiera leído el pensamiento, toma tus labios y los besa para que probaras un poco de aquel brandy. Ese hombre provoca en ti un mar de emociones que no sabes cómo explicarlo. Un beso francés con un toque de picardía. Lucci está sonriendo como un condenado, divirtiéndose de tus gestos tan inocentes. No te quieres imaginar a los otros Daddies. Pero un sonido de tu estómago irrumpe en ese silencio. Es tu estómago. Te pones más roja de lo normal porque es señal de hambre. Él no puede evitar en reír bajito, mientras da pequeñas palmadas en tu cabeza. Se levanta, dispuesto a preparar el almuerzo.

Hattori vuelve a su jaula y tú le sigues. Eres una gata que sigue a su dueño proclamando atención. Él no trabaja todos los días si no lo llaman por algo importante. Decides sentarte en la silla para verlo más de cerca y no molestarlo. Esas manos ágiles lo ayudan a realizarse una coleta en cero coma. Tú por lo menos tardarías minutos en tener una cola de caballo bien hecha. Estás absorta ante sus movimientos. A la hora de cortar las verduras, en echarles sal… Está claro que él ha vivido mucho tiempo solo sin la ayuda de nadie. Un hombre que se independizó por su cuenta. No estás muy segura de que preparará, pero estás hambrienta.

—¿Por qué no vienes a ayudarme? —te pregunta, sacándote de tus pensamientos.

No dudas en hacerlo. Tienes ganas de preparar algo rico para ambos. Pero no pensabas que él se colocara detrás de ti para ayudarte a cortar los últimos ingredientes que faltan. Lo peor de todo es que notas un gran bulto rozar en una de tus nalgas. El condenado se está aprovechando de la situación. Tiemblas, pero no pierdes la concentración. Lucci está haciendo todo lo posible para que te descentres y te concentraras en otra cosa que dará el mayor placer de sus vidas.

Daddy —lo llamas a modo de susurro, mientras te pones roja.

—¿Algún problema, Kitten?

—Tiene su… pene frotándose en mi nalga.

—Es que tengo una bonita visualización de tu trasero —comenta. Una palmada recibes que no evitas dar un respingón en tu sitio—. Estás en una posición muy deleitosa.

—¿Para? —No sé porque haces esa pregunta si ya lo sabes.

—Para follarte —contesta, volviendo a azotarte—. Que yo recuerde, nunca lo hemos hecho en la cocina.

—Me cortaré.

—Si eso ocurre, me hago responsable de ello. —Sus ojos no paran de mirar tus glúteos un tanto voluminosos que sus manos caben a la perfección—. Pero no me puedes prohibir de algo tentador.

Él gana. Siempre lo hacía. El placer es lo único que lo inunda en todo su ser. Y un solo gemido es suficiente porque es señal de que el show está a punto de comenzar.

Día 4.

—Vas a ponerte esto. —Te muestra un vibrador.

—¿Por qué quieres que me ponga eso, Daddy? —preguntas. Tu rostro es de un color granate por la vergüenza que estás pasando.

—Para ver tu rostro excitado cuando lo encienda.

Estáis a punto de salir para dar una vuelta y a Lucci se le ocurre la idea de poner la cosa más interesante. Él levanta tu falda corta, baja tus bragas y va colocando ese juguete sexual. A la hora de caminar te sentirás incómoda al principio, pero te acostumbrarás a ello. Lucci lo va a disfrutar mucho viendo esas expresiones tan dulces y eróticas. Al salir de la casa solo esperas que no sea tan cruel contigo. Él toma tu mano, como si fuerais realmente pareja. No te retractas. Dejas que haga lo que quiera. Va acariciando con dulzura la palma de tu mano para que estuvieras tranquila, pero eso termina cuando sientes un leve cosquilleo ahí abajo.

Diste un leve respingón de tu sitio que te sujetas con fuerza a él. Lo miras de reojo, casi queriéndolo matar. La sonrisa de Lucci muestra diversión. Estás muy segura de que el hombre te meterá en un baño público para hacerlo. O algo peor: hacerlo en el parque. Te avergonzarías muchísimo si ocurre eso. Intentas todo lo posible en no gemir para nada porque las personas se fijaría en ti y te preguntarían si te encontrabas bien. Y claro debes mentir. El condenado se estará riendo de tu desgracia. Te dan ganas de golpearlo de algún modo, pero no puedes. Desconoces cuánto puede durar esto.

Algo te había mencionado de ir a comprar, pero esa información se esfumó de tu cabeza. Y, efectivamente, estáis yendo al supermercado a comprar la comida necesaria. Esto va ser una tortura para ti. Sin querer, se te escapa un leve gemido que te tapas la boca con la mano y aprietas un poco los muslos. Tienes la sensación de que Lucci había aumentado la vibración. Lo miras a modo de súplica, pero él te ignora completamente. Está muy centrado en coger todos los productos necesarios. Lo maldecías en todos los idiomas posibles. Tu mano descansa en la falda aguantando esa sensación placentera. Los fluidos resbalan por tus muslos. Cualquiera pudiera verlo. Un pervertido tal vez.

Te agarras al carro con todas tus fuerzas porque crees que vas a desvanecer. El rubor de tus mejillas cada vez se vuelve más intenso e intentas acallar los gemidos. Esto es demasiado. En cualquier momento no podrás más y querrás ir a algún sitio en quitártelo, pero eso será señal de desobediencia y él te castigará. De repente, el vibrador se apaga y sueltas un suspiro de alivio.

—Lo has hecho muy bien, hoy —te susurra al oído—. Seguiremos divirtiéndonos en casa.

Día 5.

Lucci se fue a trabajar, dejándote sola en casa junto con Hattori. La paloma te cogió algo de cariño al estar en la casa. Al menos estás entretenida con ella. No parece tener rencor sobre ti. Incluso la liberas para que esté por ahí hasta posar sus preciadas patas en tu hombro, queriendo ver tus quehaceres. Paz recibes en el ambiente, pero echas un poco de menos la compañía del moreno. Ese hombre que con solo mirarte es capaz de sacarte un suspiro o que tus bragas mojen. Un Daddy dominante. No sabes cuántas horas han pasado, pero te estás aburriendo mucho que no paras de mover tus piernas. Una revista no te quita el aburrimiento.

En un momento a otro te quedas dormida en el sofá. Hattori te acompaña, observando tu rostro adormecido por esperar mucho a tu dueño. Horas pasan y llegó. Lucci te mira de pies a cabeza. Una sonrisa ladina surca en sus labios queriendo aprovechar ese pequeño momento. Se aproxima a ti. Un depredador nunca debe hacer ruido si está a punto de cazar. Sus dedos recorren con suavidad tus muslos colándose en tu falda para llegar a tus bragas y quitártelas lentamente, sin que te percates de ello. Necesita comer algo. ¿Y qué mejor manera de devorar tu sexo? De repente, empiezas a sentir cierta incomodidad ahí abajo. Pequeños gemidos realizas que tus piernas flaquean y abren, dejando a Lucci dejar mayor libertad en alimentarse de tus fluidos.

Juguetea con tu sexo despacio no queriendo despertarte de tu dulce sueño. Para sus ojos negros de la noche es tierno verte dormir. Una presión nota en sus pantalones. Está sintiendo incómodo para el moreno porque desea follarte de mil maneras, incluso tener sexo anal contigo. Ante esa idea, sus pupilas se dilataron al recordar ese momento de probar tu virginidad ahí. Tu respiración se vuelve más agitada que antes. Musitas un nombre. Un nombre que necesita escuchar el moreno. Quiere saber si es a él a quien llamas. Y es así. No paras de nombrar su nombre real y eso le excita al hombre. Gruñe por lo bajo, deseando poseerte. Todo tu cuerpo se tensa a más no poder, ya llegando al orgasmo.

Y lo liberas de golpe dando un gran gemido que provoca que abras los ojos. Estás en blanco. Desconoces si eso fue un sueño o fue real. Te incorporas de tu sitio y tus mejillas empezaron a arder al ver al causante de todo eso. En cambio, Lucci se relame los labios muy feliz de probar tu esencia. Ese desgraciado se ha aprovechado. Por pura inconsciencia miras abajo, notando un gran bulto entre esos pantalones de tela. No te dio tiempo de reaccionar porque el hombre te da la vuelta quedándote en cuatro patas, pero de cintura para arriba acostado con el trasero alzado. Te da una fuerte palmada en tu trasero y no evitas en gritar con fuerza. No es dolor lo que busca. Desea que sientas placer ante esos golpes.

Solo estás quieta de tu sitio, sin moverte, pero das un pequeño respingón cuando sientes un dedo de él dando pequeños círculos por tu ano. Oh, sabes lo que significa eso. Está vez no te va a follar en tu vagina, sino ahí mismo. Ese falange va metiéndose lentamente que te roba otro gemido casi de dolor. Lo va moviendo lentamente, mientras que con la otra mano va desabrochando la cremallera de su pantalón para liberar su hombría, ya no aguantando la presión. Gimoteas sin control porque ese hombre restregaba ese dedo por tus entrañas y va metiendo otro. La dilatación es muy importante para que pueda meter su monstruo ahí mismo.

Estuvo un par de minutos así, sacándote más suspiros de lo normal hasta que concluye que estás bien preparada. El vuelo de tu falda es un incordio, pero no piensa quitártelo porque te ves adorable así. Apoya la punta de su miembro a esa entrada y va metiéndolo poco a poco. Tú aguantas en no gritar, mordiendo el cojín que tienes enfrente. Y Lucci solo gruñe de placer al sentir esas carnes aprisionar el suyo. Es una sensación exquisita que lo repetiría una y otra vez. Comienza el vaivén suavemente para que te acostumbres a él. Desea moverse como un verdadero animal, pero no tiene intención en desgarrar esa zona delicada.

Sus manos aprietan con fuerza tus caderas para aumentar más el ritmo a lo que tú no dices nada. Simplemente gimes y lo llamas, pero esta vez diciéndole Daddy. Dios, esos sonidos que realizas son música para sus tímpanos. Sí las mujeres tuvieran un punto sensible ahí, créeme que hará todo lo posible para volverte loca. Inclina su cuerpo para liberar tus montes alzando tu sostén sin quitarlo ni siquiera y tocarlos cuántas veces quiera. Los dos los estáis gozando mucho. Es una sensación que ya lo conocíais antes de sobra. Y ambos llegasteis al infinito orgasmo y te desplomas en el sofá. Sí él tuviera más resistencia, te haría gozar en todos los sentidos, pero estamos hablando del ser humano. Para ello, debería tomar unas pastillas o algo que utilizan los actores porno.

—Muy bien, Kitten —te susurra.

—Gracias —murmuras, mientras intentas recuperar el aliento.

—Quisiera tener otra ronda contigo.
No se va a saciar contigo ese día.

Día 6.

Daddy no veo nada.

—Es parte del juego, Kitten.

Amarrada por ambas muñecas y elevadas, con los ojos tapados con una vendados y desnuda ante el depredador. Está claro que hoy es el penúltimo día y quiere aprovechar la ocasión de poseerte una vez más. Desconoces si estás en su cuarto o en otra habitación distinta. Tu vientre se tensa al notar algo frío. ¿Hielo? Es posible porque un líquido comienza a resbalar por la zona de tu ombligo llegando a tu vello púbico.

Daddy —gimoteas.

—¿Tienes frío, Kitten? —te pregunta.

—Sí, Daddy.

—¿Quieres que mi lengua caliente recorra esa zona?

—Sí, Daddy.

Le gusta que seas sumisa ante su merced. Que supliques ante él. Algo viscoso va recorriendo ahí. Es el músculo de Lucci que va retirando el líquido frío de tu vientre.

—Sumamente deliciosa —dice, no evitando dar una gran mordida ahí—. Pero hay que meter un poco de diversión.

No entiendes a que se refiere. Solo escuchas cómo va buscando algo en los cajones. El silencio reina, pero solo unos instantes cuando sueltas un gemido al notar un vibrador recorrer por tus pezones. Te estás retorciendo de placer. Y Lucci disfruta ver tus dulces reacciones de niña pequeña. Lo va descendiendo, pasando por tu vientre hasta llegar a tu vagina que lo va introduciendo lentamente. Lo enciende para ver el gran show de tus gemidos. Se deleita, lo disfruta. Es un depredador que nunca se cansará de ti. Ese vibrador no es nada comparado con la hombría del moreno, pero igualmente te saca algún que otro gemido. Una de las manos de él descansa en una de tus nalgas y lo va apartando para introducir un pequeño juguete sexual por tu ano. Oh, doble y exquisito placer. Tus gemidos se vuelven más monótonos, incluso un vecino podría escucharte a la perfección. 

Él tiene unas vistas maravillosas de ti en esa posición, mientras va bebiendo pequeños sorbos de su brandy. Pero sus ojos están absortos en tus labios porque no para de salir saliva de tu boca. Lo estás disfrutando, Lucci lo sabe muy bien. Sí te da una palmada en tu trasero, es posible que te corrieras al instante. Esa imagen es un deleite para su cabeza. Aumenta un poco las vibraciones y, esta vez, ya no tienes control de tus gemidos. Música para sus oídos de felino.

—¡Daddy! —lo llamas—. ¡Fólleme, por favor!

—¿He oído bien? ¿Mi Kitten me está suplicando? —Lucci sonríe muy complacido—. Recuerda que tú no puedes dar órdenes.

—¡Quiero sentir su polla, por favor! —suplicas nuevamente, ya importándote poco.

—Yo la meteré cuando me dé la gana —contesta. A modo de castigo golpea con fuerza una de tus nalgas y eso provoca que te corras, ya no aguantándolo más—. ¿Acaso te dejé que te corrieras? —Aunque el tono de voz que emplea es seria, en el fondo se está divirtiendo.

—Lo siento, Daddy.

—¿Sabes? Está vez te lo perdonaré porque fue mi culpa —va hablando y toma con fuerza tus cabellos para tirarte hacia atrás—, pero a la próxima no me apiadaré.

Sí, y lo sabes muy bien.

Día 7.

Maletas preparadas para irte a otra casa. Piensas en lo ocurrido de esta semana con Lucci. Un hombre sediento de placer y que sin duda te llevará a unos momentos del paraíso increíbles. Tus mejillas arden recordando esos instantes en que él poseía y mordía cada parte de tu cuerpo, como si fuera suyo. No eres propiedad de nadie, pero parece que lo eres. Escuchas el ruido del pomo de la puerta del baño haciendo acto de aparición Lucci recién bañado, con una toalla alrededor de su cintura y con el cabello mojado. Él te mira y esboza una pequeña sonrisa, aunque sus ojos descansan en tus maletas.

—¿Preparada para irte mañana? —pregunta, mientras se aproxima a ti para sentarse en la cama.

—Tú no quieres que me vaya, ¿verdad?

—No —responde—. Me hubiera gustado disfrutar un poco más de ti, pero eso será cuando tomes la decisión correcta.

—¿Te enfadarás? —cuestionas.

—___ soy un hombre dominante como ya comprobaste, pero es tu decisión. Yo lo respetaré y no me interpondré. Quiero que te quede claro.

Lo tuviste bien claro a lo que asientes con la cabeza. No reaccionaste a tiempo porque Lucci te besa con ferocidad que te acuesta en la cama. Quiere probarte por última vez antes de que te marches de la casa. Antes de que te vayas con ese hombre. Hijo de una mujer muy poderosa y hermano de un Daddy que ya estuviste. Se le conoce por tener una gran cicatriz recorrer por el lado derecho de su rostro, por tener el cabello largo y lúcido, y por ser un amante de las galletas.

Charlotte Cracker.

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