Capítulo 21. La caballerosidad de Katakuri
Día 1.
La mañana se presenta muy tranquila y en cualquier momento tenías que irte de la casa porque llegará Katakuri. Law se marchó de tu casa porque ya había terminado su turno. Estás un poco nerviosa porque esta vez vas a estar con un Daddy y con el primero que conociste. Desconoces que es lo que espera. Esperaste a las 9:00 a.m. para que apareciese él porque fue la hora acordada. Ni cinco minutos antes ni después. El hombre fue puntual llegando a la casa con su gran coche de lujo. Cualquier mujer te tendría envidia de estar con alguien así. Él se baja del vehículo mostrando su porte serio y tranquilo. Tan arreglado como todo un caballero y, como de costumbre, con la bufanda puesta para que nadie visualizara lo que tiene detrás.
El hombre camina con mucha seguridad hacia tu puerta, ya que lo veías desde la ventana, para tocar el timbre. Tienes la sensación de que él dio un vistazo hacia tu ventanal para ponerte más nerviosa. No dudas en abrir la puerta para recibirlo encantada. Las miradas que os dedicasteis lo dijo todo. El deseo de Katakuri de verte de nuevo es innato, casi le dieron ganas de abrazarte, pero no es ocasión para ello. Entra a la casa con permiso para coger tus maletas, no dejándote oportunidad de llevar una. Seguro que él tomará el rol de padre. Un Daddy. No evitas sonrojarte mucho al pronunciar esa palabra en su cerebro.
Te echa una mirada para invitarte a que subas al vehículo y lo sigues. Katakuri va colocando las maletas en el maletero y, rápidamente, te abre la puerta para que puedas entrar sin que no haya ningún problema. Agradeces por su caballerosidad. Los nervios no se te quitan para nada. Un momento, te acordaste que Katakuri vivía junto con su hermano Cracker. ¿Cómo iban a convivir con otro Daddy de por medio?
—Si estas pensando en lo que creo que estás pensando, no debes de preocuparte —dijo—. Tengo una casa donde podemos estar a solas.
¡Uy, menos mal! Te relajas de tu asiento ante esa noticia. Él, aunque invisible ante los ojos humanos, está sonriendo por haber adivinado tus pensamientos. Te comenta que el viaje va ser largo, que llegaréis como una hora más o menos a su casa. Pediste permiso para que pudieras encender la radio y escuchar música. Katakuri no te lo ha negado. Tienes todo el derecho del mundo. Vas toqueteando los botones con mucho cuidado de no apretar nada indebido porque esto es tecnología nueva que aún no controlas debidamente. Lo dejaste en un canal para escuchar música relajante. Necesitas estar calmada. Seguro que durante esta semana él no hará nada indebido.
¿Qué dices? Por favor, estamos hablando de Charlotte Katakuri, un Daddy corpulento y es capaz de que mojes las bragas con solo emplear la voz. Oh, no, tus pezones están erectos al tener ese pensamiento. No sabes cuántos minutos han pasado, pero os metisteis por una zona de tierra donde no hay asfalto y poco a poco iban apareciendo árboles. A diez metros de distancia visualizas una gran casa que ninguna persona que esté económicamente bien podría comprarla. Tu cara muestra signos de estar impactada. Tienes ganas de ver el interior por si parece un castillo.
Al llegar, y con el coche aparcado, os bajáis y diste un paso hacia delante ya con ganas de entrar. Tus pies se giran para ver a Katakuri sacar tus maletas y caminar allá a lo que tú le imitas. Bueno, no hay que hacer una exageración porque era una casa normal casi de campo, pero bien grande y un tanto moderna. Abre la puerta y fuiste la primera en entrar. ¡Dios! Es bonita el hogar hasta olía a nuevo. ¿Lo habrá comprado esa semana que estabas con Law o ya lo tenía para estar de vacaciones?
—Esta casa lo tenía desde un principio y lo utilizo poco —responde. ¿Sabe leer la mente o qué?
—Es preciosa —dices.
—Ven, tengo que mostrarte tu cuarto.
Eso te ha sorprendido bastante. Creías que ibas a compartir cuarto con él y no es así. Él va a respetar tu intimidad, algo que agradeces mucho. Katakuri va subiendo escaleras a lo que tú sigues y sientes mucha curiosidad. Girasteis a la derecha y se quedaron enfrente de una puerta a lo que él saca otra llave y lo abre para luego encender la luz. Se queda a un lado y tus ojos se abrieron de par en par que hasta tu rostro se torna roja. Es un cuarto acogedor de paredes color rosa, la cama decorada de un edredón color pastel y con peluches de osos. Hasta hay un armario y un escritorio donde puedes escribir o leer perfectamente.
—¿Pensabas que te ibas a librar de nuestros roles? —te pregunta. Katakuri toma suavemente tu barbilla para que lo mires—. En esta casa van haber las mismas reglas que en Daddy’s Corporation. Puedes ponerte la ropa que tienes, pero en ese armario hay disfraces. Sí te digo que te pongas una de princesa, tú lo harás. Y si estamos fuera de casa pues no tomaremos el rol de Daddy y baby, sino como una pareja normal. —Él aprovecha ese momento para acariciar suavemente esa zona sacándote más de un suspiro—. ¿Está claro, baby? —Esa palabra lo has echado de menos que provoca en tu ser un leve escalofrío.
—Sí, Daddy. —Y a él casi le dieron ganas de besarte y empotrarte en la pared para hacerte de todo.
—Bien, ahora no puedo estar contigo. Tengo que irme a trabajar, volveré a la hora de la cena. No habrás la puerta a nadie —sentencia. Antes de irse, tú le agarras su muñeca.
—¿Puedo preparar algo de comer? Sé que ese no es el rol de la baby, pero llevo una semana con Law sin poder hacer nada y me sentía inútil —le suplicas con mucha educación.
—Haré una excepción. —Apoya la mano en tu cabeza para acariciarla con mucho cariño—. Puedes hacer lo que quieras hasta explorar la casa, si gustas.
Le dedicas una sonrisa agradeciendo al hombre que le haya dejado esa oportunidad. Katakuri se retira del hogar dejándote sola en esa casa. Bueno, vamos a explorar la casa.
Día 2.
Ayer no pasó nada. O sea, Katakuri llegó a la casa para cenar, te pidió que te fueras a bañar y que fueras a dormir porque ya era muy tarde. Te fue difícil conciliar el sueño porque era temprano, pero al final lo conseguiste. No hubo tocamientos de su parte. Hoy, está mañana, él te pidió que, cuando volviese de la cena, te pusieras un disfraz de muñeca. No has rechistado porque quieres que se mantenga contento. Estás preparando un exquisito plato que seguro le va a gustar mucho. Estofado estás preparando. Probaste un poco y está muy bueno para tu paladar. Tú miras el reloj para ver qué hora es y está a punto de llegar.
Y aparece él con el maletín lleno con documentos. Él suelta un suspiro casi agotador, mientras va dirigiéndose a la cocina. Sus ojos granates destellaron al instante al ver la mesa preparada y la comida está lista para ser devorado. Le das la bienvenida con una grata sonrisa en tus labios. Él se va sentando en la silla y tú lo imitas, estando a su lado.
—Hice un buen estofado. Espero que te guste mucho, Daddy.
—Viniendo de ti seguro que lo estará.
Ese comentario provoca que te sonrojaras un poco. El silencio reina en esa sala, mientras los dos disfrutáis de la comida. De vez en cuando le miras de reojo. Esa mandíbula es perfecta y esos colmillos pueden atravesar la carne sin ninguna dificultad. Incluso puede dejar marcas en su piel. Tus mejillas no paran de ponerse más rojas que nunca. Él se da cuenta de ello que estira el brazo para acariciarla con mucho mimo.
—¿Qué has estado pensando? —pregunta con esa voz ruda que da escalofríos.
—Que con esos colmillos pudieras dejar marcas en mi piel —te sinceras. Mentirle no es bueno porque recibirías un castigo.
—No me des muchas ideas —te ruega. Sus dedos descienden hasta tu barbilla para alzar con suavidad—. ¿Ya has terminado de comer?
—Sí, Daddy —suspiras conscientemente.
—Ve a bañarte, ponerte el pijama y a dormir. Ya es tarde —sentencia para darte un beso tierno en tu frente.
¿Ni un beso en los labios? A lo mejor él está yendo despacio ante esta convivencia. Tú yo interior grita con necesidad de que ese hombre le besase, pero tú yo exterior lo veías lindo. Es mejor que le hagas caso para no recibir ningún castigo o hacerle enfadar. Caminas en dirección al baño con el pijama en las manos. Ojalá él entrase aquí y te bañara. ¡Ay, pero qué cosas dices! La perversión te está afectando mucho. Vas quitándote la ropa lentamente y te metes en la ducha abriendo el grifo. El agua recorre por todo tu cuerpo y relaja tus músculos. Cierras los ojos disfrutando de ese momento tan fascinante. Tardas unos minutos en salir y ponerte el pijama, y dirigirte a la habitación.
Vas a estar muy aburrida. Te has leído todos los libros que están en esa habitación y del salón entre ayer y hoy. Sueltas un suspiro porque no te vas a quedar dormida en un instante. Él seguramente que estará despierto. ¿Y si vas ahí? Te levantas de la cama, abres lentamente la puerta y miras al enfrente viendo la entrada al cuarto de Katakuri. Os separa una distancia bastante grande. Vuelves a retomar tus pasos, ya sin vuelta atrás. Tus dedos rozaron con suavidad la madera de la puerta y tocaste levemente. Escuchas un “adelante” y entras temerosa.
—Daddy —lo llamas bajito. Él está acostado en la cama con la luz del mueble encendida y leyendo un libro tranquilamente. Se veía demasiado sexy en esa postura—, ¿puedo dormir contigo? No puedo coger sueño. —Él alza la mirada para verte mejor y analizar perfectamente tus palabras. Seguramente te dirá de que vayas a tu cuarto.
—Ven. —Y no es así. Te invita, apartando las sábanas a modo de invitación.
Te vas acercando con cautela para sentarte en la cama y cubrir todo tu cuerpo con las sábanas. Olía a él. Es una perfume adicto para todos tus sentidos. Intentas visualizar el título de la portada a ver qué es lo que leía. Parecía interesante porque está muy bien sumido en la lectura. Pero al rato cierra el libro poniendo un marcador de página y lo deja en el mueble pequeño que está a su lado. Aprovecha para apagar la lámpara y se va acomodando en la cama. Tú te quedaste quieta de tu sitio, no querías hacer movimiento alguno para no ser un incómodo. Sin embargo, te sonrojas abruptamente cuando Katakuri rodea su brazo en tu cuerpo manteniendo su rostro muy cerca a la tuya.
—Duerme —te ordena.
Tú te vas girando lentamente para apoyar la cabeza en su pecho porque desprende un calor sensacional. Y al final los brazos de Morfeo surgieron efecto.
Día 3.
A la mañana siguiente, despertaste con una cierta incomodidad en tu vientre. Es algo duro y caliente. Decides mirar abajo y encontrarte con la sorpresa de que Katakuri tiene el pene erecto. Los nervios se apoderaron de tu cuerpo porque no sabes que hacer. Sí te mueves, él se despertará; no obstante, es demasiado tarde porque acaba de abrir los ojos realizando un ronco sonido que te puso los pelos de punta. Katakuri va acariciando tus cabellos porque sabe que tú también estás despierta.
—Veo que me desperté muy juguetón —dijo—. Y que grata agradable que mi baby está aquí en mi cama —ronronea.
—Daddy —gimoteas al sentir las manos de él descender lentamente y desabrochando los botones de su camisa.
—Me gusta que mi baby gima para mí. ¿Gemirás cuando tenga mi masculinidad en tu feminidad? —habla siendo lo más fino posible.
—Sí, Daddy. —Sus dedos comienzan a torturar tus pezones y lo único que haces es arquear un poco la espalda para tener mayor acceso.
—Que buena es mi baby.
No tarda ni un segundo para besar tus labios con un beso húmedo. Sus ronroneos son suaves y concisos. Su lengua se adentra a tu boca para explorar tu cavidad, queriendo recordar esos dulces momentos en que estuvisteis a solas. Aprietas tus muslos con fuerza porque ese hombre va bajando su mano para meterlo entre tus pantalones y acariciar por encima de tus bragas. Él esboza una sonrisa al percatarse de que estás bien mojada hasta sus dedos no paran de toquetear tu clítoris. Estás sensible ahí abajo y, claro, es difícil acallar esos gemidos que son música para los oídos de Katakuri. Él no para de mordisquear tu cuello, dejando marcas un poco leves.
Tú te sujetas con fuerza a sus hombros porque te estás retorciendo de placer. Entre sus besuqueos y sus caricias estás en el bendito cielo. Tú querías tocar su virilidad, pero no tenías su permiso para hacerlo. Sin embargo, como si te hubiera leído la mente, te susurra que lo toques porque está bien necesitado y echa de menos tus pequeñas manos y casi inexpertas. No lo dudas para nada porque estás deseosa de hacerlo. Empiezas acariciando con timidez por encima de su ropa interior con movimientos suaves que son capaces de arrancarle un gemido al grandullón. Os estabais masturbando y aumentando cada vez más los movimientos.
Katakuri no aguanta más que aparta la mano donde tú te quejas porque estuviste de correrte, sin embargo, él te gira bruscamente bajándote los pantalones juntos con tus bragas, pero no del todo. Sus palmas amasan sin descaro tus nalgas para azotarlas con fuerza arrebatándote un grito flojito. Y notar aquella envergadura entrar por tu vagina es una maravilla. No paras de temblar por cada embestida que da sin dejar de dar palmadas a tu trasero. Le gusta escuchar el sonido que provoca. Su glande cada vez que toca tu cérvix, te lleva al bendito cielo y no dejas de babear para nada. Él se apega a tu cuerpo para que lo sientas por dentro, mientras sus manos aprietan tus pechos.
—No te corras —te ordena.
—Me es…difícil, Daddy —confiesas. Te cuesta articular las palabras por cada embestida.
—Si te corres, te castigaré.
Él no dudaría en hacerlo por lo que aguantas con todas tus fuerzas, apretando las sábanas y mordiéndote el labio inferior. Al cabo de unos minutos, llegasteis al orgasmo y te desplomas en la cama ya rendida. Tienes la respiración agitada, casi ni te mueves. Él va acariciando suavemente tus cabellos y las besa con mucha ternura.
—Descansa, necesitas recuperarte de este encuentro matutino. Yo haré el desayuno —dijo, ya levantándose.
—¿No irás a trabajar, Daddy?
—Yo tengo todo el derecho del mundo en ir a mi puesto o trabajar aquí.
—¿Y Daddy’s Corporation? —preguntas con mucho temor.
—Si te soy sincero, desde que tuviste el accidente no fui más —confiesa. Tus mejillas están rojas completamente—. Mi baby serás tú y nadie más.
¿Los otros pensarán igual?
Día 4.
No paras de mirarte al espejo una y otra vez, observando tu figura fina. Llevas puesto un vestido negro, sencillo, sin necesidad de enseñar escote o con la espalda abierta. No querías que Katakuri se sintiera celos ante los hombres y que desea matarlos o castigarte para demostrarte que eres su baby. Solo tiene ojos para ti. Ya terminada de maquillarte, decides salir de tu cuarto y bajar al piso inferior porque el hombre te está esperando. Esa noche tenéis una cita, una cena más bien. Su mayor deseo es que salgas de esa casa y no estar encerrada siempre, y lo agradeces mucho. Es un caballero, ya lo tienes clarísimo desde un principio.
Katakuri se queda maravillado ante tu belleza natural. Eres tan hermosa ante sus ojos. Te invita a que tomes su mano y aceptas encantada. Iréis en coche porque el sitio que te llevará está un poco lejos, así que no hay problema con ello. Él se veía elegante con ese traje negro que combina a la perfección con sus cabellos y ojos granates. Lo único que no pega es la bufanda, pero no puedes hacer nada. Durante el camino, no ha soltado tu mano queriendo sentir tu cercanía, como si fuerais pareja de verdad. Aunque se comporte como un Daddy, es todo un galán que pudiera enamorar a cualquier mujer. Y lo hacía contigo. No le ha importado que apoyaras la cabeza en su hombro. Estáis muy a gusto.
Llegáis al restaurante. Un sitio de lujo que ya te lo imaginabas desde un principio y seguro que él pagará la cena. Bueno, no puedes hacer nada porque esa es la vida de un Daddy. Entrasteis, el camarero os guía hasta vuestra mesa que está al lado de un ventanal con vistas espectaculares y os sentasteis. No estás muy acostumbrada ante estas situaciones, pero estás conviviendo con Katakuri. Él vuelve a tomar tu mano, como si tuviera miedo de perderte. Esas manos están ásperas debido a los duros entrenamientos de él para estar como está ahora, un hombre fuerte y corpulento.
—Te ves preciosa.
—Ya es la tercera vez que lo dices esta noche —dijiste. El rubor de tus mejillas no debe faltar.
—Y lo repetiré las veces que quiera —confiesa. Sus ojos brillan mucho. Un hombre apasionado y que te quiere mucho. Estaría dispuesto a darte una vida entera.
—Tú te ves muy apuesto.
—Lo seré para ti. —¡Este hombre cada vez que habla te derrite el corazón!
Esa noche la velada fue magnífica para ambos. Hacía tiempo que no lo disfrutabas tanto. Y agradeces que el hombre sea tan detallista. Después de la cena, disteis una vuelta por la ciudad. Las mujeres te miran con envidia al estar con un hombre apuesto y muy famoso. Él ni siquiera las mira. Está más centrado en ti y se nota con su pulgar acariciando tus dedos. Ojalá que todos los hombres lo aplicaran igual y que dejen de lado su hombría, que pueden conquistar a todas las mujeres del mundo. Y él, Charlotte Katakuri, es una excepción.
Día 5.
—¡Daddy!
—¿Quién te dio permiso para que te masturbaras?
—Lo siento, no lo pude evitar.
Estás en una situación embarazosa porque te echaste una siesta y tú, inconscientemente, te estabas tocando y él, volviendo de su trabajo, te pilló. A modo de castigo te despertó para acostarte encima de sus piernas con el trasero al aire, y comienza a azotar tus nalgas. No paras de gritar con fuerza, aunque esos tonos de están convirtiendo en gemidos. Esos azotes no son agresivos, más bien lo golpea, lo acaricia suavemente para calmar el dolor y viceversa. Te está gustando mucho y no lo niegas.
—No lo volveré hacer, lo prometo —dijiste, casi sollozando de placer.
—Más te vale —murmura, pero su mano no la aparta para nada—. Me encanta que te haya dejado marca, baby. ¿Tú crees que mordiéndote mostrará que eres de mi propiedad?
—No lo sé, Daddy. —Lo desconocías perfectamente.
Y, sin esperarlo, notas unos colmillos afilados que se clavan en tu piel. El condenado lo va a comprobar de todas las maneras posibles. Escuchas una leve risa por su parte. Seguro que te habrá dejado una buena marca.
—Te queda linda.
—¿Gracias, Daddy? —No sabes si agradecérselo o no.
—Aunque tengo un problema bastante grande en mis pantalones. —No hizo falta que lo dijera porque ya notas ese bulto en tu vientre—. ¿Serás una buena baby y ayudarás a Daddy? —Asientes, muy sumisa—. Entonces haz tu labor.
Te levantas temblorosa de tu sitio y menos mal que no te caíste porque, a veces, eres torpe. Te arrodillas entre tus piernas, mientras vas desabrochando los pantalones de Katakuri. Ese miembro aclama ser atendido con mucha urgencia. Empiezas a besar con mucho cuidado el glande porque está un poco hinchada y la vas metiendo poco a poco. Le vas realizando una felación y él recoge tus cabellos para que no sean un estorbo. No tienes prisa, vas despacio para no atragantarte porque es demasiado grande para tu boca. Katakuri no para de gemir por lo bajo, le encanta demasiado como lo haces. Él cierra los ojos para disfrutarlo más, mientras tú aumenta poco a poco la velocidad teniendo cuidado en no hacerte daño.
Estuviste un buen rato ahí hasta que él tira suavemente tus cabellos para ver tu rostro lleno de placer. Dios, le está excitando de una manera sobrenatural. Te atrae para besarte, probar su propia esencia mezclada con tu saliva. Él se separa para susurrarte que sigas con tu labor y lo hiciste sin dudarlo. Te estás poniendo muy cachonda con tener el miembro en su boca pensando en que está en tu cavidad vaginal. ¿Esa es otra forma de castigarte? Tus bragas no paran de mojarse con mucha violencia. Deseas tener su miembro ahí entre tus piernas. Y él lo sabe perfectamente. Solo está esperando a que se lo pidas y no tardas en hacerlo.
—Quiero la polla de Daddy en mi interior —suplicas.
—Mi baby se ha vuelto muy sucia —comenta con un sonido ronco—. ¿Quieres montar a Daddy?
—Sí, Daddy. —Vuelves a suplicar.
—Ven y móntame.
No tardas en hacerlo que diste un salto entre sus piernas. Con algo de torpeza te vas quitando los pantalones y las bragas, mientras él va besando tu cuello sacándote más suspiros de lo normal. Y poco a poco vas notando esa virilidad entrar en tu cavidad vaginal y apoyas las manos en sus hombros para moverte bien. Esa monstruosidad explora con mucha facilidad tu vagina casi tocando tu cérvix que te enloquece aún más. Os deseabais tanto que no queríais terminar. Las manos de Katakuri descansa en tus caderas para ayudarte, sin dejar el labor de besar y morder tu cuello buscando esos puntos erógenos.
Él te lo enloquecía en todos los sentidos. El placer es tan grande que, minutos más tarde, llegasteis al orgasmo. Él te abraza con mucha fuerza no queriendo separarse de ti. Ni tú tampoco. Correspondes con la cabeza apoyada en su pecho, mientras Katakuri acaricia tu columna vertebral.
Día 6.
—¿Qué hiciste qué?
—Me dispuse a hacer donuts, ya que te gustan mucho por tu seudónimo. —Te aproximas al salón con la bandeja—. Es la primera vez que los hago. Espero que te gusten mucho, Daddy.
Los ojos de Katakuri se llenaron de mucha ilusión al ver ese manjar. El hambre aprieta y, con rapidez, toma uno para hincarle el diente. Un sonido emite, como si le hubiera gustado mucho porque no para de lamerse los labios.
—Te ha quedado muy bien —se sincera.
—¿En serio? —Estas sorprendida ante esa confesión.
—Prueba uno para que veas que no miento.
—Yo sé que no mientes, pero me sorprende que haya quedado bien a la primera. —Coges uno con intención de darle un pequeño mordisco y, al igual que Katakuri, se le iluminaron los ojos—. Pues sí que se me quedaron buenos.
—¿Los harás todos los días? —pregunta con mucha ilusión.
—Intentaré hacer una tanda por semana porque veo que eres un glotón —dijiste porque él no para de comerlos.
—Y si lo haces más grandes, mejor.
—Haré lo mejor posible —comentas, mientras te sientas a su lado—. Te ves muy lindo comiendo —confiesas con un rubor en tus mejillas.
Con ese comentario él para en seco para mirarte. Y, por primera vez, sus mejillas se tornaron rojos. ¡Se ve muy adorable! Tienes ganas de abrazarlo, pero no lo haces porque no lo ha ordenado; sin embargo, él te atrae para ocultar su rostro en tu cuello muy avergonzado.
—No digas esas cosas, por favor.
Un Daddy adorable.
Día 7.
Otra vez preparando la maleta. La semana ha pasado muy rápido ante tus ojos. Si hubiera puesto un mes entero, no podrías escapar. Ya terminada, te sientas para ponerte a pensar con los ocurridos con Law y con Katakuri. El moreno tiene ese toque que te encanta, un muchacho serio y con un sentido del humor. No obstante, el peli-granate también es serio, es un macho alfa, pero tiene su lado y tierno y dedicado hacia a ti. Y te ha dejado con mucha libertad hacer lo que quisieras. Sueltas un suspiro, pero te asustas al escuchar unos leves toques en tu cuarto.
—¿Se puede? —Katakuri te mira muy intrigado.
—Sí, claro.
—Te noto preocupada —dice, mientras se adentra para sentarse a tu lado. Sus dedos toman un mechón de tu pelo—. ¿No te ha gustado la experiencia?
—¡No! Claro que me gustó. El único problema es, cuando termine todo esto, mis sentimientos estarán un poco revueltos —confiesas—. Aunque os dije que la decisión que tomara debéis respetarlo, no sé cómo os afectará sentimentalmente.
—Yo lo tomaré bien —especula—. La decisión que tomes será para bien y no para mal. Y todos los aceptaremos. —Sus dedos tocan con suavidad tus pómulos—. Y si me escoges a mí, me harás el hombre más feliz del mundo porque encontré a la persona indicada en mi vida. Y haré que tú seas muy feliz. Te daré todo que nunca pudiste obtener. Eso tenlo en cuenta.
Lo harás. Lo tendrás presente. Y ahora tu mayor preocupación y tú mayor miedo porque tu sexo sufrirá a lo largo de la próxima semana porque estarás con un Daddy muy territorial. Un felino que lucha en estar con su hembra. Ojos negros como sus cabellos. Mirada felina que seduce a cualquier mujer. Sí, te tocará con él.
Rob Lucci.
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