Capítulo 17. ¡Desapareced de mi vida!

Hace un buen día para ir a la playa, ¿verdad? Y lo mejor de todo es que no ibas sola. Law y tú estáis caminando por la avenida buscando un hueco perfecto para disfrutar de ese día tan maravilloso. La arena brilla con desdén y el mar parece cristalino por tener un aspecto limpio. Menos mal que te pusiste crema solar al salir de tu casa porque el sol es abrasador y pudiera quemar tu piel. La relación que tienes con Law es como de pareja, aunque ninguno de los dos ha hablado y más aún sabiendo tu situación. La semana que viene tenías muchas citas con algunos de los Daddies. El último regalo que recibiste de Smoker hizo que tus mejillas se encendieran cuando lo viste.

Ves que el moreno baja por las escaleras porque ha encontrado un sitio para instalaros. Él no duda en colocar las cosas en dos butacas y el responsable aparece, pidiéndoles algo de dinero para que estuvieran ahí. Lo hizo y él abre la sombrilla para que estuviesen cómodos. Te sentaste en la butaca para comenzar a quitarte la camisa y los pantalones, quedándote en bikini bien lindo y floreado. En tu cabeza tienes planteada no salir de esa sombra tan acogedora, pero tienes que ponerte crema cada dos por tres porque el aire también quema. Y cuando alzas la cabeza, tu cara se puso roja como un tomate maduro. Law deja al descubierto su torso desnudo mostrando esos tatuajes que tienen un significado para él.

El muchacho, aunque sea delgado, se cuida bien porque esos músculos es tan bien marcados. Notas que él te mira y esboza una sonrisa satisfactoria por tu reacción. Menos mal que te llevaste el crucigrama para estar distraída y no ver a ese soldado romano. Ninguno ha dicho nada, uno disfruta del sol y tú entretenida con las palabras. De vez en cuando lo miras para ver ese cuerpo esculpido por los dioses. Mira que los Daddies tienen un cuerpo más allá de lo te imaginaste. Lucci y Law son delgados, pero realmente saben cómo cuidarse.

—¿Estas teniendo buenas vistas, ___-ya? —pregunta Law, abriendo los ojos para verte. A modo de reacción, desviaste la mirada.

—Lo siento —te disculpas.

—Yo también estoy teniendo buenas vistas. —Ese comentario te puso nerviosa—. ¿Necesitas ayuda para darte crema?

—… En la espalda, sí.

—Entonces dámela y date la vuelta.

No dudas en obedecer esa orden y vas buscando la crema solar para entregárselo a Law, y te das la vuelta. Tu corazón bombea con mucha rapidez porque vas a sentir las manos del moreno en tu cuerpo. Y las sentiste. Son frías y con la crema peor aún, que tu figura dio un pequeña brinco que hasta jadeaste bajito. Él comienza a expandirse ese líquido espeso que, para ti, es un simple masaje que se inicia por los hombros y pasando por tu espalda. Los dedos de él descansaron un momento en la tira de la parte de arriba, pero él vuelve a la rutina. Lo estás disfrutando mucho que cerraste los ojos desconectando tu cerebro en un instante.

En cambio, Law disfruta viendo como tu cuerpo acepta su forma de mimarlos y como suspiras por él. Eso provoca en él una pequeña urgencia que poco a poco está apareciendo en su bañador y que se va a notar. Una pena que no están en un sitio más privado porque él está maravillado con lo que toca. Unos minutos después, termina para volver a acomodarse en la butaca calmando sus pensamientos más impuros. Tú no te has volteado porque estás bien cómoda en esa posición. El sonido de las olas chocar en la arena es una sensación maravillosa que crea en ti. Calma y serenidad, es lo único que necesitas en ese ambiente tan mágico.

Y la verdad es que darse un buen baño tampoco es malo, lo único que necesitas es un buen empujón para ir al agua salada y sentir lo fría que está. Cómo si Law hubiera leído tu pensamiento, te toma en brazos al estilo princesa para dirigirse al agua.

—¡Law! —gritaste, ya estando cerca de la orilla.

—Es hora de meterse al agua, ¿no crees? —dijo con una sonrisa ladina y burlona.

—¡Estará fría!

—Eso lo vamos a comprobar.

Ya en el agua, se mete de una zambullida llevándote contigo. Al salir das un grito tremendo al averiguar qué la marea está velada y él simplemente ríe por tu expresión. Te abraza, impidiendo a que escaparas para poder besarte. Echaba de menos probar esos labios tan dulces y mezclado por el agua salada, es apetecible para su paladar. Sus dedos acarician con sutileza tus pómulos. Ya se está formando una sustancia áspera provocada por la marea. Os separasteis y os quedasteis mirando uno al otro. Esos grises son hermosos y curiosos para tu vista. No dejarías de mirarlos. Tus manos están apoyadas en su pecho, un calor que emana ahí que es gratificante para tu piel.

¿Qué significado tendrán esos tatuajes? No dejas de seguir el contorno del dibujo queriendo averiguar el fin. Él te atrae para sentir tu cercanía sin dejar de rozar sus dedos en tu espalda, siguiendo la curvatura de tu columna vertebral. De repente, decide tomarte de nuevo en brazos para ir en dirección a la orilla y no te deja en el suelo hasta llegar a las butacas. Toma tu toalla para secarte él mismo, algo que te avergüenzas mucho porque nunca creías que él se atrevería hacerlo.

—También puedes secarme —dice. El tono que emplea fue coqueto para tus oídos.

—Yo ya soy mayorcita. —Inflas un poco los mofletes, muy molesta.

—Te ves adorable así, ___-ya. —Su manos toma tu barbilla para desinflarlas—. Debería molestarte de vez en cuando.

—No te acostumbres.

—No me tientes a hacerlo.

Aprietas los labios para callarte y no querías decir nada más porque uno nunca sabe lo que pretendía la otra persona. Lo peor de todo es que, cuando os marchéis de la playa, Law irá a tu casa para estar más tiempo juntos. No sabes si es buena idea porque podría pasar cualquier cosa ahí dentro. Besos, caricias… ¡incluso más allá de esa fruta prohibida! Te sonrojas levemente ante esa idea tan descabellada. Ojalá que no se te escapase esa palabra que solo lo utilizas en los Daddies. Una calidez notas en tus labios y es Law quien te besó para que distrajeras tu mente. Cierras los ojos para disfrutarlo porque has tenido demasiada suerte en que el amor de tu vida esté contigo.

.
.
.
.

—Hacía tiempo que no venía a tu casa.

—Ya ni recuerdo cuando fue la última vez.

Y ese momento ha llegado. Law y tú estabais enfrente de tu casa, mientras vas buscando las llaves en el bolsillo pequeño de tu mochila. Menos mal que no te has quemado la piel porque a la hora de dormir sufrirías mucho. Entraron donde dejaron las cosas en los sillones a lo que te giras para mirarlo.

—Metete tu al baño —dices—. La toalla está en la despensa.

—¿Y no prefieres bañarte conmigo? —pregunta. Esa sonrisa ladina no se le quitaba a nadie.

—Es muy pronto. —Tu rostro está rojo—. Ve a bañarte, anda.

Law no dijo nada, simplemente se dirige al cuarto de baño sin desviar la mirada en ti. Tú decides distraerte con cocinar algo. Tal vez una lasaña de carne que hace tiempo que no comías uno. Debías preparar todos los ingredientes: carne, queso… Hay que emplear mucho tiempo para preparar esta comida italiana. Tranquila, no debes ponerte nerviosa. No crees que Law aparezca con una toalla alrededor de su cintura ocultando ese paquete que… ¡Por Dios, no te vuelvas pervertida! Estar con los Daddies te está afectando mucho. Ahora recuerdas lo que te dijo Marco de esa conferencia que iba a ver mañana. Sientes curiosidad en ver las nuevas tecnologías que se presentarán en los hospitales para ayudar a los pacientes.

Y luego está esa fiesta que va a inaugurar Crocodile por su gran negocio. Te da un poco de vergüenza en ponerte ese vestido que te regaló al visitarlo por el tema de la prótesis. Con Smoker aún no te ha dicho cuando quedar y dar una vuelta, pero no te hacía gracia de llevar ese collar que destacaba que él es tu dueño. A quienes no sabías nada eran Lucci, Katakuri y Cracker. Estos dos últimos se entiende porque trabajan en una empresa muy importante, pero el muchacho felino no ha dado indicios de presencia. Dudas si llamarlo o que para averiguar si se encontraba bien o no.

De repente, escuchas un sonido proveniente del cuarto. A lo mejor Law ya ha terminado de bañarse. «Muy rápido», piensas.

—¡___-ya, hay un problema! —Escuchas gritar al muchacho—. ¡Aquí no hay toallas!

—¿Cómo? —cuestionas un poco confusa—. Tendría que haber —dijiste con intención de acercarte para averiguarlo—. ¿Miraste en la despensa?

—Ya miré, pero no hay —comenta, ya más calmado al tenerla cerca. Tenía la puerta entreabierta para que ellos hablasen, pero sin que se vea su desnudez.

—Mira de nuevo, por favor.

—¿Por qué no echas un vistazo?

—No… voy a entrar. —Y es una mala idea.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo en encontrar algo inadecuado? —pregunta, muy coqueto.

No dices nada con respecto a lo que dijo Law. El muchacho aprovecha la ocasión para coger tu muñeca y hacerte entrar al baño. Estás a punto de decir algo, sin embargo, te quedaste muda al verle desnudo. Ese cuerpo atlético daban ganas de tocarlo y volver a acariciar sus tatuajes, pero tu mirada se queda clavada en el miembro ya erecto del hombre. Tuviste que desviar la mirada para no verlo más porque te está poniendo nerviosa. El muchacho se aproxima a ti y tú, como reacción, caminas hacia atrás hasta meterse en la ducha y él te atrapa con su cuerpo, apoyando las manos en la pared.

—Te mentí, sí que habían toallas —dijo—. Pero quería tenerte aquí.

—Law —jadeaste. Tenerlo cerca y chocar su respiración en tu piel provoca en ti más nerviosismo.

—Te pedí que te bañaras conmigo, así que busqué la manera de meterte aquí.

—Esto… está mal.

—No lo está, ___-ya. —Toma tu barbilla para que lo mirases a la cara—. Tú deseas esto tanto como yo. Tu respiración agitada cada vez que me miras me indica todo lo contrario. Y tus manos acariciar mi pecho de forma sutil y con ganas de descubrir más allá de mi, me indicaban que lo deseas.

—Law, por favor.

—¿Qué es lo que te impide hacerlo?

Una simple palabra: Daddies. Es lo único que te impedía en tener sexo con el futuro doctor. Sin embargo, ya llevas semanas sin tener esa necesidad tan grande y él no es uno de ellos. Te muerdes el labio tentada a tocarlo y lo hiciste sin dudarlo. Su pecho es firme y duro como una roca que es difícil de arañar. Nota un roce dulce en tu nariz, fue él quien lo hacía con el suyo moviéndolo a modo de que lo dejase. Y no dudas en ponerte de puntillas y besarlo, a modo de aceptar su propuesta. Él corresponde formando una sonrisa, mientras retira las manos para guiarlos a su espalda, aún cubierto con esas ropas un tanto molestas.

Os separasteis un momento para obtener un poco oxígeno, pero volvisteis a las andadas con un beso más pasional que provoca que el muchacho se apegase más, liberando un gran jadeo por tu parte al notar ese miembro chocar en tu vientre. Mordidas comienzan a surgir en tu labio inferior, dejándote alguna magulladura o herida en esa zona sensible. Con picardía, abre el grifo para que el agua corriese en sus cuerpos mojando tus ropas. Deja de entretenerse para ir a tu cuello a morderlo y succionarlo como es debido, mientras sigues gimiendo bajito. Una necesidad enorme va apareciendo poco a poco en tu entrepierna, ya queriendo que te penetrase ahora mismo.

Law retira tus prendas quedándote completamente desnuda. No aparta la mirada en tu cuerpo, está maravillado con tu figura que sus dedos ya están recorriéndola, sacando más suspiros en ti. Sus labios se apoyan en tu clavícula para descender lentamente, llegando a la zona de tus pechos para estimular tus pezones con su lengua. Tiemblas ante esos gestos dulces de ese muchacho y no dejas de suspirar. Llevaste tus manos a su cabeza para agarrar esos cabellos morenos, apretándolos con fuerza. Él vuelve a mirarte sin despegarse de tus botones rosados, pero se levanta para acallar esos gemidos mediante un beso.

Él toma la manguera ya en funcionamiento para dirigirlo a tu sexo, mientras comienza a realizar leves estimulaciones en tu clítoris. Oh Dios, esto es nuevo para ti. No paras de morderte el labio, entrecerrando los ojos disfrutando del gran momento. Law no para de observar tus gestos, muy entretenido y no dudaría en volver a repetirlo. Tu cuerpo va dando pequeñas sacudidas, una advertencia de que estás a punto de llegar al orgasmo, pero él detuvo sus movimientos en seco dejándote con las ganas. Agarra tus muñecas para salir de la ducha a lo que coge unas toallas para secaros.

Pensaste que a lo mejor el juego se ha terminado; sin embargo, Law vuelve a atacar tus labios ya maravillado por su sabor y su textura. Apoya las manos en tus caderas para girarte y que coloques las tuyas en el lavamanos. Hasta que notas su miembro entrar en tu interior. Alivio sentiste porque hacía tiempo que nadie te tocaba de esa manera o tuvieras sexo. Él no cuestiona en moverse dentro de ti, pero a un ritmo destacable y realizar movimientos círculos. No te creías que lo ibas a disfrutas mucho que incluso su miembro rozar en esa zona sensible que volvía loca a cualquier mujer, para sacarle más gemidos.

Estuvisteis por un buen rato así hasta que culmináis ante el clímax. Jadeas muy agotada, mientras unas gotas de sudor resbalan por tu rostro. No obstante, te das cuenta el problema que hubo hace un buen rato: ¡no se ha puesto condón! El mundo se te vino encima que te quería morir ahí mismo.

—Law —lo llama—, no te has puesto condón —dijiste con temor.

—De eso no te preocupes, ___-ya —comenta Law, creando más confusión en ti.

Coge la misma toalla para enrollársela en su cintura y realiza un ademán con la cabeza para que lo siguieras. Haces lo mismo para salir afuera del cuarto, el muchacho se acerca a la mochila de él para sacar un bote que te resulta familiar. “Pastillas anticonceptivas para hombres” creada por el Doctor Marco. Tu cuerpo se congela por unos segundos cuando lees eso. ¿Él se las está tomando? Tu miedo surge porque crees que él estaría en Daddy’s Corporation.

—Me las dio Doflamingo por si surgía algún problema. Cómo es dueño de su empresa, contactó con el doctor Marco por su gran estudio en estas pastillas para nosotros.

—¿Cuál es el nombre de la empresa?

Daddy’s Corporation. —¡Ahí se te vino el mundo abajo!

—¿Y tú… estas dentro? —preguntas con mucho miedo.

—___-ya, ¿me ves con cara de realizarle sexo oral a esas locas? —cuestiona.

—¿No se supone que es una empresa para ayudar a las jóvenes por no recibir cariño de un padre.

—No conoces muy bien a Doflamingo. —Ambos ya estáis vestidos. Te acordaste de la lasaña que se está preparando por lo que te acercas a la cocina—. Él tiene un fetiche llamado Daddy Kink, en donde encuentran a la perfecta sumisa para satisfacer sus necesidades sexuales. Construyó esa empresa para reunir a hombres que también tengan ese fetiche.

—Tendrán que tener un perfil muy destacado.

—Nadie sabe quiénes son porque ocultan su identidad, pero no es mi estilo. No obstante, me parece buena idea estás píldoras —dice, aún mirando el bote—. No tiene muchos efectos secundarios.

—Es una ventaja para nosotras —¡Y tanto que ya lo sabías muy bien.

—Y pudiéramos repetirlo. —Te giras para encontrártelo enfrente y estuvo a punto de besarte. No obstante, el timbre de la puerta suena rompiendo el momento mágico—. ¿Voy yo?

—No, seguro que es un vecino. Encárgate tu de la lasaña.

Caminas en dirección a la puerta, mientras que dejaste a Law a cargo de la comida para partirlo y repartirlo en los platos. No sabes bien quién te tocaría a estas horas. Seguramente que es la vecina de enfrente que suele pedirte algún producto para utilizar, ya que el supermercado más cercano está a ochocientos metros y es una señora mayor. Posas la mano en el pomo para abrirla y te quedaste en blanco al ver a la persona que menos te lo esperabas. Un hombre trajeado con su curiosa barba, esa melena larga y morena, y mirada felina que destaca su nombre de Daddy. Mr. Jaguar, o más bien conocido como Rob Lucci, está enfrente de tu casa.

—¡Lucci!

—Me esperaba un “Hola Daddy” —susurra, mientras esboza una pequeña sonrisa—, pero me conformo con ese saludo sorpresivo.

—No recibí un mensaje tuyo —dices. Sacas tu móvil para ver los mensajes.

—Te quería dar una sorpresa. —Se aproxima a ti y roza sus dedos en tus pómulos—. Echaba de menos tocar tu piel.

—Yo…

—¡___-ya, ya está listo!

Ahora sí que deseas que la tierra te tragase en ese momento incómodo. Te fijaste que los ojos del leopardo están dirigidos a la figura de Law. Por un instante, sentiste miedo porque parecía que el hombre deseaba matar al sospechoso. En tu cabeza se te ocurra una gran y estúpida idea que puede ser efectivo para que Lucci no sospechara nada.

—¿Quieres entrar a comer? He preparado lasaña. —Y el rostro duro del felino se suaviza. Crees que es una buena señal.

—Me encantaría.

—¿No íbamos a comer…? —A Law no le dio tiempo de terminar la frase porque ya le estás tapando la boca con la mano.

—Entre tu y yo sabemos que no lo comeremos todo, así que es mejor dejar pasar y que coma —dijiste.

El muchacho de ojos grises no dijo nada, tan solo mira con reproche al intruso que entra feliz en la casa. Se suponía que iban a comer juntos, pero si hay que hacerte feliz, lo hará. Los tres entráis en silencio a la cocina y vas preparando otro plato para Lucci. La incomodidad que se cierne en ese lugar es exagerado, que incluso esos dos no dejaban de echarse miradas de rayos láser preguntándose quién es él y de qué les conoces. Ya con el trozo partido lo pones en la mesa junto con unos cubiertos y un vaso para que tu Daddy estuviese satisfecho. A él le dieron ganas de tomar tu mano y demostrar que eres de su propiedad, pero a lo mejor solo sois compañeros, piensa.

—Oh, se me olvidó las presentaciones —comentas un poco nerviosa—. Law este es Rob Lucci, trabaja para el Gobierno Mundial. Lucci este es Trafalgar D. Water Law, compañero de la universidad y de prácticas en el hospital.

—Ya decía yo de que me sonaba tu cara —especula Lucci. Esa mirada felina es indicio de degollar a su presa.

—¿Estaba en el hospital?

—No sé si te sonará un paciente llamado Spandine.

—Ah, ahora que lo dices, sí. ¿Eras uno de sus guardianas? —pregunta Law, ya hincándole el diente a la comida.

—Más bien soy el guardaespaldas de su único hijo. —Parece que va bien la cosa entre ellos dos—. Por cierto, esta deliciosa la comida.

—Oh, gracias, Lucci.

—¿Y de qué conoces a ___-ya?

—En el hospital mismo. Debo agradecerle por su gran labor de cuidar a ese hombre y hemos hecho buenas amigas —comenta, desviando su mirada en ti. En realidad es falso, ya lo conocías desde antes, pero Law no lo sabe.

Y el silencio reina nuevamente. Te sientes como una presa que se encuentra entre la espada y la pared porque, uno, está Law el chico que siempre te habías enamorado desde que le conociste y, dos, está Lucci un Daddy que demuestra ser un verdadero depredador que lucharía hasta el fin de los confines para enseñar quién manda ahí. Solo esperas a que el ambiente se suavice un poco, mientras comías nerviosa que hasta la comida no te sabía bien. Con lo mucho que te ha costado hacerlo y que echabas de menos ese plato. De repente, escuchas el móvil de Law sonar. Un mensaje de alguien porque el muchacho saca un suspiro de cansancio. Se levanta, dejándote confusa.

—Tengo que irme. Cora-san ha tenido una emergencia tonta.

—Se ha vuelto a quemar, ¿verdad? —Ya él te contó las batallas que tuvo con su padre adoptivo.

—Es un torpe de narices —dijo—. Un placer de conocerle, Lucci-ya. —El muchacho extiende la mano hacia él.

—Lo mismo digo. —Y este se lo aprieta.

Eso es señal de rivalidad porque no se soltaron, pero ha llegado un momento en que debían parar y Law se retira hacia su casa. Y tú viste el plato, solo le faltó comerse un trozo de esa lasaña de carne. Dejas escapar un suspiro de reproche; sin embargo, fue un grave error por tu parte porque Lucci te mira con una cara desaprobación absoluta. Un depredador que no le gusta la idea de que su hembra esté con otro que no sea él. Mira que ha aceptado a los otros, pero un nuevo integrante es mala señal. Debes buscar alguna conversación cuanto antes.

—¿Cómo te está yendo al trabajo? —preguntas aleatoriamente.

Pero él no contesta. Su mirada felina lo dice bien claro, está realmente molesto. Se aproxima a ti para verte más de cerca, analizando tu piel como cazadora que era. Solo esperas a que no diga ninguna tontería.

—Hueles a sexo duro. ¿Has follado con ese muchacho joven? —¡Y lo hizo!

—No sé de qué me hablas —contestas, evitando el contacto visual.

—Él también lo olía. El olfato nunca me ha engañado. ¿Qué pasa? ¿Folla tan bien que desearías repetirlo de nuevo?

—¡No es así! —Te levantas, llevándote la cubertería al fregadero.

Kitten —te llama por ese nombre que él solo puede pronunciar. Tu cuerpo se estremece porque ha empleado un tono de voz bastante firme y ruda—, tus ojos no mienten. Cada vez que lo mirabas, te brillaban los ojos con mucha ilusión. ¿Es a esto a lo que nos enfrentamos los Daddies?

—No sé a qué te refieres.

—Por eso nos rechazas. Nos dices que quieres tiempo para nosotros. ¿Para qué? ¿Para encontrarme con esta situación de que estás follando con alguien a nuestras espaldas?

—¡No tenéis derecho a saber lo que hago con mi vida! —Finalmente, lo encaras, ya cansada de todo esto—. ¡Soy una mujer y tengo el derecho del mundo en acostarme con cualquiera! ¡Yo os pedí que me dejarais tranquila, que no quería tener sexo con todos ustedes porque pienso que solo me queréis por deseo! ¡No soy un objeto sexual, Lucci! ¡Y Law sabe respetarme que incluso me confesó unos sentimientos que nunca imaginé que me lo dijese, porque los míos se estaban muriendo por vuestra culpa! ¡Ustedes habéis hecho que me confundiera aún más! ¡Así que hacedme el favor y desapareced de mi vida!

Y por primera vez, desde que le conociste, Lucci ha mostrado un rostro sorpresivo no creyendo que hayas liberado todo eso de golpe. Él no ha dicho nada ante tus comentarios, todo era verdad. Y esa última frase fue aún peor para él. Se levanta de su asiento y se dirige hacia la salida, respetando tus palabras. ¿Se fue? ¿Ya no habrá más Daddies? ¿Y las citas con los otros se rompe también? ¿Eres libre de ese aprisionamiento que sentías en tu corazón? Y en cambio, Lucci está sufriendo por dentro porque nunca creyó enamorarse tan profundamente de ti. Está dolido, tus palabras fueron dagas que clavaron en su espalda. Coge el móvil para escribir un mensaje por el grupo de WhatsApp que tiene con los otros para saber tus movimientos y que hicieron contigo. Simplemente les dijo:

«No vayan más detrás de ___. Ya no quiere saber más de nosotros. Dijo unas palabras que nunca creí que me dolería tanto y yo soy un hombre frío y déspota. Aquellos que tengan cita con ella, canceladla. Ya ella encontró su felicidad en un muchacho joven».

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top