Capítulo 13. ¿Eres él?

Una semana sin ir a Daddy’s Corporation te está afectando mucho. Pensaste en que todo irá bien, pero realmente no es así. No paras de mover las piernas, ansiosa de querer ser tocada por alguno de ellos. No quería llamar por no causar molestia alguna. Ellos lo hicieron por tu bien e incluso mirabas el móvil de vez en cuando, tentada en llamar a Lucci. Te estás volviendo loca sin darte cuenta, necesitas ayuda urgentemente. Y menos mal que estás en tu casa porque en las prácticas te estabas despistado mucho. El doctor Marco no te ha reñido, sabiendo que esto iba a ser muy duro para ti porque tu cuerpo aún no está acostumbrado.

Sueñas con los Daddies cada noche que pasa delante de tus ojos, preguntándote si fue lo correcto esa decisión. Querías librarte de esa presión. No ser tocada por nadie te estaba agobiando por dentro. Ni siquiera te has mirado al espejo, no queriendo ver tu figura o tus ojeras. En la hora de la comida, en la ducha, en los paseos… Querías masturbarte y no podías. No había ningún hombre a tu alrededor que te diera ese orden. Te estás convirtiendo por completo en una sumisa y en una ninfómana. El sexo ahora es lo primordial en tu vida. En la oscuridad, veías una sombra que se aproximaba a ti posando sus manos en tu cuello para asfixiarte y que no vuelvas a respirar más. La muerte te llama a la puerta queriendo que entres y te dejes llevar.

Sin embargo, tu móvil suena escandalosamente despertando de tu trance. Buscaste con la mirada el aparato electrónico para cogerlo y averiguar quién te estaba llamando. Era Nami, ¿qué querrá? Solo esperas a que no te pregunté si estabas bien.

—¿Sí?

—Hola ___, ¿cómo estás? —Bueno, al menos no te ha dicho si estabas apagada o que.

—Hola, pues bien, solo un poco cansada de las prácticas —confiesas una parte de tu vida.

—¿Cuánto te queda por terminar?

—Como un mes y medio. Ya ellos decidirán si contratarme o no.

—Seguro que el doctor Marco te aceptará. —Falsas esperanzas tenías de que eso ocurriese—. Oye, Vivi y yo vamos a la discoteca que fuimos la otra vez.

—¿A cuál? Vamos a tantas que ya ni me acuerdo.

—A Toulousse's. —Ah, acabas de acordarte perfectamente.

—Está bien, creo que necesitaré despejarme un poco.

—¡Genial! Te veremos dentro de dos horas que pasamos a recogerte.

Cuelgas el móvil mientras vas yendo a tu habitación para sacar la ropa y buscar unas toallas nuevas. Sí, es mejor que salgas con ellas y despistes un buen rato porque está situación te está afectando mucho. A lo mejor encuentras a un hombre decente. O estarás más ocupada pensando en los Daddies. Caminas en dirección a la ducha a lo que te desnudas y te metes ahí. El agua recorre por tu cuerpo no inmaculado, quitando los restos que quedaban de las caricias de esos hombres de más de treinta años. Deseabas con todas tus fuerzas estar con ellos y que te mimen como es debido. Sentir sus caricias, sus besos, sus órdenes… Te están volviendo loca. De nuevo te excitaste, tu clítoris necesita con urgencia atención porque te estás calentando.

¿Por qué? ¿Por qué no llamas a uno de ellos y que acuda a tu auxilio? Eres demasiado orgullosa como para hacerlo. No querías ser pesada para ellos. Bueno, tranquila, se te pasará. Solo ha pasado una semana y ya estás así. Date más tiempo y ya no los necesitarás con tanta urgencia. Estuviste un buen rato en la ducha y saliste para empezar a secarte con mucho cuidado. No estás segura si ponerte un vestido sería lo correcto porque notarias las miradas esos hombres, pero no tenías otro tipo de ropa para ir a la discoteca. Suspiras ya rendida y te vas vistiendo lentamente, mientras miras de reojo al móvil por si tienes algún mensaje de Nami y Vivi, pero nada. Solo esperas a que no hayan invitado a sus supuestas parejas porque te sentirías incómoda.

Pasa un rato y ya estás lista. Ese traje negro brillante te queda de lujo y está pegada a tu cuerpo, casi mostrando tu figura. Te sonrojas un poco ante tal atrevimiento y te has maquillado un poco sin exagerar. Y unos tacones negros que combinan a la perfección. No son tan altos, ya que no estás acostumbrada en llevar unos. De repente, recibes un mensaje de Vivi diciéndote que bajarás porque ya estaban enfrente de la puerta. Tomaste tu bolso, cogiste las llaves de casa y saliste para cerrar. Y, efectivamente, ahí estaban a lo que las chicas te saludan con la mano.

—¿Lista para mover el esqueleto? —preguntó Nami, cuando te subiste al coche.

—Supongo que sí —respondiste.

—Es genial. Hace tiempo que no salíamos desde que empezaste con las prácticas —añadió Vivi, mientras la peli-naranja arranca el motor del vehículo.

—¿Quién sabe? A lo mejor hoy consigues un ligue.

Te hizo mucha gracia ese comentario. Tantos hombres atrás tuya y piensas que hoy vas a pescar alguno. Prefieres estar al margen y no ser tocada por nadie. No hay ningún chico que te llame la atención, solo Law o Lucci o algún que otro Daddy. Juegas con tu móvil, tentada en llamar al moreno para que atienda a tu urgencia, pero no querías ser pesada con él. Cierras los ojos dejándote llevar por la música que tenía puesto Nami en el coche. Las canciones de Nickelback inundan del todo a tus oídos, poniéndote en un estado de tranquilidad absoluta. Olvidando todo lo ocurrido de hace una semana.

Pasaron los minutos y llegaron el sitio, donde tu amiga tuvo dificultades en buscar aparcamiento porque el local está repleto de clientes. Salisteis del vehículo y os dirigisteis a la discoteca. Tuvisteis mucha suerte en encontrar un sitio porque un camarero os vio hermosas y no iba a perder la oportunidad. «Mujeriegos», piensas rodando los ojos, ya sabiendo lo que iba a pasar. La música retumba en tus oídos. El reggaeton es la peor música que pudieras escuchar porque no es tu tipo, pero parece que a tus amigas no les importaba mucho. Bueno, se sabe porque no han parado de pedir copas, mientras tú estás con el primero. Ellas dos se levantaron para bailar para dejarte sola y aburrida. No te atreves a bailar porque te da mucha vergüenza siendo observada.

De repente, notas a alguien sentarse a tu lado, solo deseabas que no sea un pesado y te dejase tranquila.

—¿Te dejaron sola? —Esa voz te resultó tan familiar que giraste la cabeza y te sorprendiste al ver ese sujeto.

—Katakuri-sama.

—¿Te sorprende que esté aquí?

—No, o sea, sí. —Te pusiste nerviosa al tenerlo muy cerca. Ante tanta música, pudiste escuchar una leve risa por su parte.

—Tranquila, no muerdo —dijo, con una postura serena, mientras mira tu copa—. ¿No te lo bebes?

—Está muy fuerte.

—Ya veo.

—Tengo la sospecha de que me está siguiendo —dices, dándole una pequeña sonrisa.

—O el destino quería que nos juntáramos.

¿El destino? Te hizo recordar las palabras que dijo Smoker cuando te tropezaste con él en el hospital. Diriges la mirada a la pista para no perder de vista a Nami y a Vivi; sin embargo, de vez en cuando mirabas de reojo al hombre que tienes a tu lado. Su postura te recordaba a alguien y una figura fantasmal se reflejó en él. Es la propia imagen de Mr. Donuts. Parpadeaste unas cuantas veces no creyendo lo que acabas de ver. No puede ser que sea él. Es imposible. Tomas tu copa y bebes nerviosa, sintiendo tus manos temblar descaradamente.

—¿Estás bien? —pregunta.

—E-Estoy bien —respondes, mientras coges un mechón de tu pelo para echártelo hacia atrás.

—¿Te incomoda mi presencia?

—No, es solo que… este ambiente no me gusta mucho.

—A mí tampoco. Estoy aquí para vigilar a mis hermanos mellizos —comenta. Sentiste curiosidad cuando dijo eso—. ¿Ves a esos dos ahí sentados en la barra? Son mis hermanos y están haciendo escándalo.

—¿Y por qué no estás ahí?

—No están borrachos, de momento. Pero prefiero estar aquí, sabiendo perfectamente que estás aquí sola y que alguien pueda aprovechar esta situación.

—¿Cómo usted?

—Se podría decir que sí —responde y, aunque no visualizaste detrás de esa bufanda, está sonriendo.

Reíste bajito al escuchar la verdad absoluta de Katakuri. Es un hombre atractivo y caballeroso ante los ojos de cualquier mujer. Seguro que es muy afamado ante esas féminas. Tu curiosidad aumenta queriendo saber que hay detrás de esa tela que cubría su boca. De repente, vuestras miradas se conectaron. Esa sensación tan extraña se volvía poco a poco agradable, cómoda. Esos ojos granates te han conquistado, como los de Mr. Donuts. Tu cuerpo se mueve por sí solo queriendo notar su cercanía porque te recordaba a él. Katakuri comienza a ponerse un poco nerviosa porque ve tus intenciones, pero debe encontrar algo, una excusa. Sin embargo, la moción de tenerla en sus brazos es mucho mayor.

Sus manos tentadas y quietas poco a poco comenzaron a aproximarse en el cuerpo de la joven. Ya estabais a punto de sentir el calor del otro, pero fueron interrumpidos porque aparecieron Nami y Vivi algo extasiadas.

—¡Que subidón! —exalta Nami, estirando los brazos—. Oh, no sabía que estabas acompañada.

—Esto… yo…

—¡¿Charlotte Katakuri?! —Vivi no podía creer lo que sus ojos están viendo. Estrecha la mano de él delante de tus narices—. Un gusto conocerle, señor. Mi padre me ha hablado bien de usted.

—Nefertari Vivi, que grata sorpresa encontrarla aquí.

Oh, ya se conocían desde antes. Claro, es normal porque esos dos venían de una familia muy poderosa. Te desilusionarse al momento, sabiendo que ese hombre solo se fijaría en mujeres como tu amiga. Bella, amable y dócil y tú te estás convirtiendo en alguien sumisa y ninfómana. ¿Y por qué demonios estás pensando en esas cosas? No puede ser que tengas celos.

—¿Hemos interrumpido vuestra conversación? —pregunta Nami, observando tu comportamiento algo extraño.

—No quiero ser maleducado, pero sí —responde Katakuri sin tapujos a lo que te sonrojas.

—Oh bueno, perdón, no era nuestra intención.

—Chicas, Ace me acaba de escribir diciéndome que si queremos ir a su casa. Luffy está con él.

—¡Yo me apunto!

—Yo prefiero irme a mi casa —te sinceras.

—¡Ay, que aguafiestas eres! —alega Nami, posando las manos en sus caderas—. Está bien, te dejaremos en tu casa.

—Si quieres puedo llevarte. —Tu cuerpo se congela al escuchar a Katakuri decir eso, pero ¿y sus hermanos? Cuánto te preguntaste eso, dirigiste la mirada hacia los mellizos—. Descuida, ellos saben cuidarse por si solos.

—¡Nos harías un gran favor!

—¿Estás segura, Nami? —Vivi no está nada convencida de que fueras con el peli-granate.

—¡Claro que sí! —exalta la joven, tomando la mano de su amiga—. ¡Que lo disfrutes, ___!

Otra vez te han dejado sola ante alguien no tan desconocido. Una vez te la jugaron una vez y no te sentó para nada bien. Suspiras algo rendida por las acciones de tus amigas; no obstante, ves una mano colocarse delante de ti. Katakuri te está invitando a salir de esa discoteca y llevarte a tu casa. No sucedería nada. Solo te quiere acompañar. Asientes con la cabeza, decidiéndote tomar su mano y salir de ese sitio tan ruidoso para tus oídos. Ese comportamiento del hombre cada vez te hacía recordar a Mr. Donuts. Otra vez esa imagen vuelve en él. ¡No! Deja de pensar en él y céntrate al hombre que tienes delante de tus narices. Un ser atrayente para tus ojos. Un hombre que esconde un lado oscuro que deseas indagar con todas tus fuerzas.

Saliendo de la discoteca, un pitido se forma en tus oídos un tanto incómoda, pero tranquila porque la calma llegó. Estás más relajada sabiendo que no volverás a escuchar esa asquerosa música. Sin embargo, te cuestionas si él trajo coche. Y, efectivamente, hay un vehículo hermoso aparcado. Lucía tan espléndido como su dueño. Debe ser de la última generación porque nunca viste un vehículo así. Él se dirige a la parte del copiloto para abrirte la puerta, como buen caballero que es. Le diste las gracias, mientras vas subiendo. Olía a nuevo, te gusta esa sensación. Es como comprarte un libro nuevo y oler esa esencia única en las páginas. Katakuri se sube, arrancando el motor y te pregunta dónde vives a lo que tú respondes con educación. Estás nerviosa, es la segunda vez que te subes al coche de un hombre que no es el mismo.

Dudas mucho que pase algo entre ustedes dos. De repente, una sensación muy conocida aparece bajo tu intimidad. Comienzas a excitarte sin remedio alguno por tener al lado a un hombre. Presientes que Katakuri te está comiendo con la mirada. ¿Quién no se siente intimidado por esa mirada tan lúcida e imparable? Comienzas a imaginarte tenerlo encima de ti, explorando con devoción tu cuerpo, mientras escucha tus gemidos. «¡Contrólate!», te riñes a ti misma teniendo pensamientos impuros ante él. Tu corazón no para de latir con mucha fuerza, parece que está a punto de estallar. En cuestión de minutos, y sin haber mucha cola, llegasteis a tu casa. La luna llena ilumina con mucha fuerza, presenciando lo que iba a ocurrir.

Sales del vehículo junto con él para caminar contigo hacia tu casa. Dudas comienzan a resurgir en tu cerebro diciéndote si dejar entrar a ese hombre en tu casa o simplemente dejarlo marchar. ¿Y por qué? ¿Por qué te cuestionas eso? Ya estabais enfrente de la puerta a lo que empiezas a buscar tus llaves.

—Gracias por acompañarme —dices con cortesía.

—Para eso estoy, soy un caballero —añade. La incomodidad se cierne demasiado, lo notáis y es demasiado—. Bueno, será mejor que me retire. Que descanse.

Las voces de tu cabeza te pedían a gritos que le dijeras que no se marchase. Todo iba a cámara lenta para ti, como se hombre tan imponente se alejaba de ti. Sí lo invitas a la casa, no sabrás lo que ocurrirá después.

—¡Espera! —Pero fue demasiado tarde porque reaccionaste temprano. Katakuri se detuvo al escuchar tu voz y girarse para verte. Es ahora o nunca—. ¿Quieres… pasar para tomar un té?

—… Claro.

¡Te has quitado un peso de encima! Con prisas vas abriendo la puerta, los nervios florecen aún más en tu cuerpo dando ver que eres torpe. Solo esperas a que él no se esté riendo. Te haces a un lado para que el hombre mayor entrase y echase un vistazo a tu casa. Solo vais a tomar un té, ¿qué tiene de malo? Dejas tu bolso en el sofá a lo cual le invitas sentarse, mientras tú vas a la cocina a preparar la bebida; sin embargo, él decide seguirte y sentarse en la silla que tienes ahí. La mirada de él clavada en ti es demasiado para tu corazón y para tu cuerpo. No debes pensar mal. Solo está aquí para tomar un té en agradecimiento de que te haya acompañado a tu casa. Nada más.

El silencio reina en la sala creando incomodidad entre ustedes. Deberías hablar de un tema, ¿no crees? Claro, él no es un Daddy, al fin y al cabo. Miras de reojo su figura esbéltica, recordándote a Mr. Donuts. Esos ojos granates tan hipnotizantes que deja embobada a cualquier mujer. Oh, el té ya está listo. Lo rellenas en dos vasos y los colocas en la mesa, mientras te sientas a su lado.

—Tienes una casa acogedora. —¡Al fin se limitó a hablar!

—Gracias —respondes, tímidamente—. Me gusta que lo sea y no me ha costado caro.

—Por la decoración veo que vives sola.

—Eres muy observador.

—Es una ventaja en tener muchos hermanos y saber sus gustos y disgustos —añade, jugando con el asa de la taza con sus dedos.

No evitaste mirarlos imaginándote ser acariciada por ellos. Otra vez la imagen de ese Daddy te da una mala jugada. Te está afectando mucho la cabeza y deberías parar cuanto antes, pero ¿y si es él? Es muy poco probable que sea posible, pero no perderías la esperanza en intentarlo.

—¿Le puedo confesar algo? —preguntas. Los ojos de Katakuri se posaron en ti, llamando su atención—. Cuando le miro, me recuerda a alguien que no veo desde hace una semana. Su postura, su voz… No sé, tal vez me estoy volviendo loca.

—Mucha gente considera que vio a esa persona, pero en realidad era un doble suyo. En nuestras vidas siempre hay alguien parecido.

—Tiene razón. —Ahora te sentiste estúpida.

—Pero tengo curiosidad en saber quién es esa persona. —Te helaste ante esas palabras—. Sí se puede saber, claro.

¿Qué le ibas a decir? ¿Qué piensas que él es Mr. Donuts? Te verá como una depravada y una ninfómana fetichista en todos los sentidos, pero esto sería una gran ventaja para saber cómo es su rostro. ¡Te vino luz!

—Antes me gustaría ver lo que hay detrás de esa bufanda. —Tensión viste en el cuerpo de Katakuri—. Entonces, yo luego se lo diré. Me parece justo, ¿no cree? —Y es una buena estrategia.

Él no ha dicho nada, tan solo está sorprendido. Querías saber ese ocultismo que tiene. A lo mejor tiene una cicatriz horrenda que le marcó de por vida y le daba vergüenza mostrarlo. Los minutos pasan delante de tus ojos y él no ha mostrado interés en hacerlo, hasta perdiste la esperanza; no obstante, sientes movimiento a tu lado, llamando tu atención. La mano de Katakuri se posa en la bufanda y lo va retirando poco a poco, dejando que veas las marcas de guerra de ese hombre imponente. Tus pupilas se dilataron tanto no creyendo lo que estás a punto de ver. Ya con la prenda deshecha, el monstruo reveló su rostro. Cicatrices con costuras que nacen de su mandíbula, en cada mejilla, y colmillos afilados y sobresalientes dispuestos a desgarrar la carne sin tapujos.

Te quedaste anonadada. No podías articular palabra alguna. Katakuri no dice nada al respecto, solo deja que tú comentes algo sobre su aspecto. Pero al no recibir nada a cambio, suspira sabiendo perfectamente la respuesta.

—No te agrada lo que ves —dijo, cogiendo de nuevo la bufanda—. Soy un monstruo ante los ojos de cualquiera. —Estuvo a punto de ponérselo, pero tú se lo impediste creando confusión en los ojos granates de él.

—No me pareces horrendo; es decir, cada uno tiene una deformidad o cicatriz en su cuerpo, pero no basta para que uno ya se autoproclame monstruo. Lo que tienes es algún tipo de enfermedad que provocase que tus colmillos sean así. No me da miedo, Katakuri-sama, es todo lo contrario.

El impactado de aquí es él porque no se esperaba para nada por tus palabras. Katakuri desvía la mirada un poco avergonzado por la situación, pero vuelve a su posición de antes.

—¿Ahora me dirás a quien te parezco?

Tu corazón bombea cada mil por hora ante esa pregunta, que tu cuerpo tiembla. ¿Y si estás equivocada? ¿Y si no es él? ¿Y si tu cabeza solo te está dando una mala jugada? Pero su voz, su postura, su manera de ser, te recordaba a él.

—Quisiera saber una cosa. —Aprietas los nudillos con fuerza, haciendo el mínimo esfuerzo de preguntarle una vez por todas—. ¿Usted es Mr. Donuts? —preguntas, ya liberando esa presión que te atormentaba. Los ojos de Katakuri están analizando esa frase que hiciste. Eso muestra que estás realmente equivocada—. Perdona, no debí preguntarte eso.

Rápidamente tomas las tazas, sin que ninguno se lo haya tomado, para echarlas en el fregadero. Te sientes estúpida ahora, y él te verá como una loca demente que está teniendo fantasías sexuales con un hombre que nunca sabrá de él. No obstante, unas manos apoyan en la encima, aprisionándote para que no puedas escapar y una respiración muy cerca de tu oído. Te has puesto nerviosa y no sabes lo que significa.

—Mira que he estado con muchas mujeres, pero ninguna me ha analizado tanto como lo has hecho tú —dijo. El tono de su voz es varonil y ronca, que ponía los pelos de punta a cualquiera—. Te has acostumbrado tanto que ya eres capaz de reconocerme sin la máscara y me siento orgulloso de ello. —Te llevas una grata sorpresa al escuchar esas palabras. ¿Entonces él…?—. No sabes las ganas que tenía en decirte quién era yo, pero no podía arriesgarme.

Daddy. —Grave error en pronunciar esa palabra porque Katakuri te da la vuelta y te obliga a sentarte en la encimera.

—Puedo notar que mi baby está necesitada. —Vuestros ojos brillan con deseo, queriendo explorar el cuerpo del otro.

—Llevo una semana volviéndome loca —confiesas, con la respiración agitada—. Me excitaba sola y no podía tocarme sin la presencia de ustedes.

—La fantasía sexual te ha trastocado, ¿no? Tanto que te dan ganas de volver a la empresa y ser la sumisa que hemos creado.

—Y una ninfómana.

—Eso me gusta mucho —gruñe por lo bajo. Su cuerpo pegado al tuyo, notando el miembro de él tocar tu entrepierna, te está volviendo loca—. Pero sabes del porqué hemos decidido que estés un tiempo fuera.

—Lo sé, pero me está matando por dentro. Pensé que era algo bueno. —Tus manos sujetan la chaqueta de cuero de Katakuri, creyendo que en algún momento se esfumaría—. Necesito volver.

—¿Para qué volver si ya estás conmigo? —pregunta. Te llama la atención esas palabras que miras su rostro rudo y compasivo—. No hace falta que vayas a la empresa si ya me tienes. No puedo negar que mis ojos estén puestos en ti. Eres una divinidad que está dispuesta a estar con un hombre que pueda cumplir sus necesidades. Yo puedo concedértelas. Soy un hombre poderoso que te dará todo lo que tú quieras: dinero, sexo… Soy el Daddy supremo.

Esas palabras te hacían recordar a Lucci cuando descubriste quién era en realidad. Estás tan tentada en sentirlo de nuevo y, esta vez, tocar su piel, ya que nunca tuviste esa oportunidad. El perfume de ese hombre te embriaga tanto que, sin darte cuenta, tus labios se posaron con los de él. Un beso es lo que estás dando. Un beso correspondido que poco a poco se convierte en pasional. Oh, desconocías las ganas que tenía Katakuri en probar tus labios sin tener la máscara puesta. Suaves y carnosos que está dispuesto a morderlos y succionarlos sin ningún tipo de impedimento. Vuestros sexos se rozan con deseo, los gemidos se mezclan entre los besos; demasiado excitante para ser verdad. Sus manos descansan en tu espalda buscando con devoción la cremallera de tu vestido, dispuesto a quitártelo y verte semidesnuda entre sus brazos.

El ambiente se vuelve excitante para los dos que incluso empiezas a quitarle la ropa de la parte de arriba. Provocas un jadeo al ver el cuerpo tonificado de Katakuri y ese tatuaje que recorre por su lado derecho. Tus dedos toquetean con timidez los bordes de color rosado, dibujando su contorno. Él no se queda atrás haciendo lo mismo, pero con tus pechos cubiertos aún en esa prenda. ¿Sexo en la cocina? Suena tentador en tu cabeza.  Sus manos siguen recorriendo, descendiendo lentamente, pasando e ignorando tu fina tela hasta llegar a tus pies aún cubiertos por esos tacones que son un estorbo. Un escalofrío recorre por tu espina dorsal recordando la primera vez en que él besó tus pantorrillas y tus muslos hasta devorar con ansias tu sexo. ¿Hará lo mismo?

Oh, sí que lo hará porque la mirada de Katakuri lo decía todo. Empieza primero con el pie derecho, deshaciendo de ese zapato y va realizando pequeños masajes por la parte baja. Otro jadeo de satisfacción vino en camino, casi estás en la bendita gloria. Y más aún cuando él reparte besos por esas zonas erógenas desconocidas en tus piernas. Ascendiendo, dejando rastro de saliva, casi a punto de lamer tu sexo por encima de tus bragas; sin embargo, para y realiza el mismo acto con tu otra pierna. No paras de temblar de pura excitación. Es demasiado para tu cuerpo. Pensaste que acaba la tortura, pero su respiración pasa de largo de tu feminidad para centrarse más en tus labios. Se volvió adicto a ellos y nunca se cansarán de probarlos, y teniendo cuidado en no hacerte daño con sus colmillos.

Liberaste su miembro con algo de torpeza, recibiendo un gruñido de satisfacción por su parte. Cuánto echabas de menos esta sensación de dominancia absoluto, aunque solo sea en cuestión de segundos porque él vuelve a la carga y con más ganas que nunca. Tú te quedaste desnuda a su merced y él no se queda atrás. Vuestras carnes se rozan entre sí, creando un baile erótico e hipnotizante para ambos. Su lengua se retuerce en tu piel, saboreando cada poro, torturando un rato uno de tus pezones y se pone de rodillas delante de tu sexo, realizándote el sexo oral que esperabas con ansias. Los gemidos van acorde con los movimientos sensuales de Katakuri que se encuentra a gusto con lo que escucha. Eres una joven jovial que aún está floreciendo y que debe aprender en este mundo. Eres de su propiedad y estará dispuesto a luchar por ello.

Estar en esa posición es algo incómodo para ti, pero cuando se trata de sexo, tu mente se nubla solo para centrarte en esa exquisitez. Katakuri degusta el sabor tus fluidos cada vez más, volviéndose adicto a ello. Eres una maravilla, una delicada flor que desea ser polinizada por una abeja soldado. Sí tu supieras que su miembro le pedía a gritos que te penetrase ya porque desea sentir esas paredes aprisionarlo. La ventaja de todo esto es que tú estás sentada en la encima y él puede aprovechar la ocasión de follarte como es debido. Vuestros sexos se rozan eróticamente donde gemisteis al mismo tiempo. El deseo os está consumiendo tanto que ya no podíais dar marcha atrás.

Y de un momento a otro, ambos os unisteis en uno solo. La sensación de estar llena nuevamente ante uno de los Daddies, es placentero, tanto que Katakuri no para de moverse con fuerza, no queriendo que olvidases este gran momento. Y menos mal que no tenías vecinos alrededor de tu casa porque te morirías de la vergüenza. Pero eso no importa porque estás centrada en él. En el hombre que viste por primera vez y te incitó a estar en ese mundo, donde el fetichismo existe. Los gemidos se entremezclan y el vaivén se acentúa aún más, provocando fricción en una zona que hizo que arquearas la espalda y gritaras de placer. Ha tocado tu punto G, un sitio erógeno casi difícil encontrar en una inexperta como ella. 

Katakuri sonríe socarronamente encontrando un tesoro hermoso y que puede torturar cuánto quisiera. Vuelve a golpear esa zona y tú gimes con más fuerza, sintiendo tu cuerpo desvanecerse poco a poco. Los movimientos se vuelven erráticos y continuos, ninguno quería separarse de ese momento tan majestuoso, acompañado de besos y caricias. Te estás contrayendo porque ya notas que estás a punto de llegar al orgasmo por estar mucho tiempo sin tener sexo y eres la única. Ninguno aguantó y llegasteis al clímax. Sentir su esencia dentro tuyo, es muy placentero. Jadeas agotada, mientras notas gotas de sudor resbalar por tu rostro que fueron retirados por él. Un beso recibes de Katakuri para que comprendieras que él no se ha ido. No ha sido producto de tu imaginación. Has tenido sexo con él no siendo Mr. Donuts.

Se retira dejándote espacio y que bajaras de la encima. ¡Te duele demasiado el culo! Katakuri va en busca de sus ropas a punto de vestirse, pero tú le detienes.

—Quédate conmigo esta noche —le suplicas.

—En otra ocasión —dice, acariciando tu mejilla—. Mañana tengo una reunión importante y no puedo faltar. Sí me quedo en tu casa, es posible que despierte con una urgencia en los pantalones y créeme que no escaparías.

—No me importa. —Vaya, Katakuri está sorprendido ante tu sinceridad—. Pero lo respeto.

Ya vestido, te abraza para decirte una última cosa antes de irte—: Soy tu Daddy, baby. Sí me necesitas, no dudes en llamarme porque yo acudiré a ti siendo yo mismo. Sin máscara y sin nada que ocultar, ¿de acuerdo?

Asientes conforme a esas palabras de Katakuri a lo que vuelve a darte un beso casto. No te molesta en absoluto esos dientes afilados porque lo hacía verse atractivo. Observas como él se retira de la casa, dejándote sola nuevamente. «Llamarlo», con ese pensamiento, dirigiste tus ojos a tu móvil que se encuentra en la mesa. No te acordabas que tenías los números de todos los Daddies registrados en tu agenda y una idea cruzó por tu cabeza.

¿Será una buena idea?

.
.
.
.

—¡Cracker, hermano, te has perdido unas mujeres muy bellas en la discoteca!

—No me interesa, Oven.

Oven y Daifuku llegaron hace nada a su hogar, mientras que Cracker está centrado con unos papeles.

—¿Todavía estás con eso? —pregunta Daifuku, sentándose a su lado.

—Mamá me lo pidió para entregárselo esta semana y quiero quitármelo de encima cuanto antes.

—Mamá a veces no piensa en nosotros, sino en la empresa. —Oven se coloca al otro lado de su hermano—. Tenemos que contarte algo.

—¿Qué ya Daifuku consiguió novia?
—Eso sería interesante para el peli-lila.

—Ojalá, pero se trata de Katakuri. Enséñale la foto, Oven.

«¿Foto?», una ceja alzada de extrañeza en Cracker surge. Ve a sus hermanos emocionados con un toque de picardía en sus ojos. Solo significa una cosa: que Katakuri hubiera estado con una chica bonita. Oven le muestra la foto y, es verdad, su hermano mayor estaba con una chica, pero no una cualquiera. Cracker comienza a sentir unos celos increíbles al ver que él estaba con su bebé, con ___. ¿Por qué tuvo que quedarse en casa rellenando los dichosos papeles? «Mierda», chasquea la lengua muy molesto que se levanta junto con los papeles y se va a su cuarto para ausentarse, algo que hizo que sus hermanos se preocupasen, pero no les dio importancia.

Cracker es el hombre más con mala suerte del mundo. ___ con Katakuri. ¿Y por qué él no está aquí? Pensamientos macabros le surge en su cabeza, imaginándose que su hermano está aprovechando el momento en acostarse con ella. La rabia le consume, le daba ganas de golpearlo. De un momento a otro, su móvil de empresa empieza a sonar. Siempre lo tiene en mano por si alguna clienta de Daddy’s Corporation lo llama con urgencia, aunque esta vez no está con buen humor. Coge la llamada, ya tranquilo.

—Aquí Mr. Biscuits, ¿puedes decirme tu nombre, bebé? —pregunta, con tono seductor.

—Soy ___. —Y el karma desaparece ante los oídos de Cracker al escuchar la voz de su dulce bebé.

—¡Bebé! —exalta de alegría—. Oh, qué gusto escuchar tu dulce voz.

—Y yo me alegra de oírle.

—¿Por qué llamas? Se supone que te hemos dado tiempo. —Y es verdad. Debe mantener su compostura y cumplir con las reglas de la empresa.

—Yo quería pedirle si es posible verle en persona. —Tres palabras que resuenan como si fuera una grabadora en la cabeza de Cracker.

—Bebé no creo que…

—No estaría incumpliendo una regla porque esta fuera de la empresa, ¿verdad?

Estuvo a punto de decir algo, pero escucha a sus hermanos Oven y Daifuku felicitar a Cracker. Abre un poco la puerta para escucharles hablar. Sus hermanos le están sonsacando información y él solo se limita a ignorarlos y que le dejasen tranquilo. Pero esa sonrisa, invisible ante cualquiera, estaba presente. Unos celos y un remordimiento se apoderaron de Cracker que no tuvo elección de hacerlo. Nadie le quitará lo suyo. Ni su hermano ni los otros Daddies porque fue el primero en quitarle la virginidad y ya se demostraba que es él único que puede tenerla en sus brazos. Vuelve a estar con la llamada con una sonrisa suave y varonil.

—¿Qué te parece si nos vemos mañana a las 10:00 en la cafetería que recién abrieron en el parque Grand Line?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top