Capítulo 11. La caza de Mr. Jaguar

La noche cayó donde todos los vecinos dormían plácidamente. Menos tú. No podías articular palabra alguna porque estabas siendo devorada por Lucci, o más bien, por Mr. Jaguar. Averiguar qué eran la misma persona, te sorprendió mucho. Desde que dijo: «Ahora que sabes mi verdadero rostro, es hora de jugar de verdad», todo tu vello corporal se erizó levemente, pensando en cualquier cosa y él aprovechó ese instante en quitarte el vestido. Es bonita, pero un estorbo para las manos de Lucci. Estás temblando de frío, necesitas algo de calor corporal y lo único que recibes son besos hambrientos de ese hombre leopardo. Mordiscos hicieron acto de presencia en tu cuello, los suspiros se entremezclan entre los sonidos de besuqueos y movimientos.

No estás muy segura de lo que ocurrirá. Sí, vas a tener sexo con él, pero no del modo en que lo hará. Lo más vergonzoso es que Hattori está observando la escena. Ocultas tu rostro en el pecho de Lucci intentando calmar a tu pobre corazón. Una cosa notaste es que él aún preserva su traje, eres la única que está semidesnuda. Es injusto porque ya saber quién era y quieres verlo desnudo, pero no puedes decir nada por miedo a que te puede castigar. Oh por Dios, ___. Tienes delante a un Daddy. La cosa es que, si él mantiene el juego fuera de la empresa, pero es mejor no arriesgar por si acaso. Observas como él se sienta en el sofá, tomando tus manos para que te sentaras a horcajadas sobre él.

Sus dedos recorren lentamente tu columna vertebral, tocando cada vértebra en ella. Tú, simplemente, arqueas la espalda a modo de sumisa, liberando pequeños suspiros. Este método es diferente a las anteriores sesiones que has tenido con él. Va lento, mimando todo tu cuerpo; sin embargo, puede cambiar en cualquier momento y lo sabes perfectamente. Hubo un momento en que Lucci paró en seco sus manos al broche de tu sostén, pero ni siquiera lo desabrocha. Solo juega con ella, tentado de liberar tus pechos. Gruñidos escuchas por su parte, está controlando al leopardo que lleva dentro.

—Me estás volviendo loco, Kitten —confiesa, mientras sujeta tus cabellos para que inclines la cabeza hacia atrás—. Y no sabes las ganas que tenía este momento —dijo, ya con los labios cerca de tu cuello.

Daddy —suspiraste, cuando sientes como los posa y succiona tu piel frágil.

Tranquila, no tiene intención en dejar un chupetón ahí; aunque, las ganas no se lo quitan nadie. Coge tus manos con suavidad para que las apoyes en su pecho, muy cerca de los botones. Dudaste un poco si es lo quiere él. Esa mirada que te dedica, lo dice todo. Te da permiso para que lo desnudes. Para que estéis iguales. Sin más dilación, va desabrochando lentamente su camisa mientras sigues recibiendo besos por tu cuello y muy cerca de tu lóbulo. Los labios de Lucci son tan sedosos y finos que son capaces de encontrar tus puntos erógenos más ocultos. Ahogas un gemido cuando apartaste un poco la prenda para ver con tus propios ojos la figura atlética de Lucci. No es un hombre robusto como Katakuri o Crocodile, pero se cuida mucho.

Tus uñas acarician con sutileza sus pectorales, sus abdominales… Él no siente cosquillas, sus ojos negros y profundos como la noche observan tus movimientos. Eres realmente una niña pequeña que está explorando algo nuevo. El rubor de tus mejillas no desaparece, estás nerviosa y anonadada por lo que estás tocando. Lucci se retira la camisa sin despegar la vista en ti, está desnudo desde el torso hasta su cuello. Observas con detenimiento cada músculo y vena que marcan su piel. Tus yemas palpan los dos tatuajes que se adornan en cada brazo. Son idénticos, pero te cautivan. ¿Por qué se los habrá tatuado? ¿Tienen algún significado? Lucci se acomoda en el sofá con los brazos extendidos en el respaldar, esperando a que hagas algún movimiento.

Juntas los labios, tentada en seguir explorando más de él; no obstante, es una gran oportunidad por lo que te aproximas para empezar a besar con dulzura su piel. Él solo sonríe porque le parece algo tierno ese acto que acaricia suavemente uno de tus pómulos. No paras de temblar y solo es el comienzo de lo que pueda suceder. Sientes como Lucci se levanta contigo encima, asegurándose de tenerte bien sujeta mientras camina en dirección a su supuesta habitación. Vuestros labios se volvieron a encontrar, las cosas se vuelven más frenéticas. Su lengua juega con la tuya de forma más placentera que antes. Él te desea con más ímpetu que nunca y no podía negarlo. Menos mal que la paloma se quedó en su sitio para no ver lo que ocurriría luego.

No tardasteis mucho en llegar. El olor a lavanda llega a tus fosas nasales, es embriagador el aroma que te deja en cuestión de segundos anonadada. Tu espalda toca el tacto frío de la colcha, aun siendo devorada por el hombre. Es como si quisiera recordar este gran momento de su vida. Y deja de lado los besos para centrarse ahora en tus ojos que estarán brillando de pura excitación. Oh, si tú supieras lo que tiene planeado para ti. Hacerte suya en su propia cama y mostrarte que no necesitas a ningún otro Daddy. Él te dará todo lo que tú quieras. Protección a cambio de sexo. Lucci gatea a tu alrededor para colocarse detrás de ti. Esta vez desabrocha tu sujetador, liberando tus montes, observando como tus pezones se erizan ante el contacto del aire frío. ¿O fue una simple reacción?

Giras un poco tu cabeza para mirarlo, averiguar cuál es su próximo movimiento. Unas caricias con sus uñas por tu vientre que bajan poco a poco hasta colarse por tus bragas. No evitaste gemir. Tu botón rosado ya está lo suficiente sensible para que él mueva sus dedos en círculos. Le gustaba escuchar esos sonidos tan placenteros provenientes de ti. Te retuerces de placer que agarras con fuerza su brazo, mientras curvas tu espalda de vez en cuando, encantada ante esos tocamientos. Ese hombre provocaba en ti miles de sensaciones que nunca creías que existirían. Mordía y juega con tu oreja derecha, tiene unas vistas estupendas desde esa posición. Sujetas sus cabellos a modo de reacción; pensaste en agarrar las sabanas, pero ya era demasiado tarde.

—Te gusta, ¿verdad?

—Sí, Daddy —gemiste a modo de afirmación.

—Sabes lo que voy hacerte, ¿verdad? —Sus preguntas te hipnotizan, música para tus oídos.

—¿Hacer que me corra? —preguntas y le miras un poco.

—Quiero averiguar si mi Kitten es una chica de múltiples orgásmicos —responde—. Saber eso me pone cachondo y me dan ganas de jugar más contigo.

Estuviste a punto de decir algo, pero los dedos de Lucci resbalan en tu entrada, empezando a hacer simulaciones. Tus dedos de los pies se curvan apretando con fuerza la colcha que, poco a poco, se deshacía por tus movimientos. Ya es imposible acallar tus gemidos, estás lo realmente excitada como para ignorar el deseo de ser suya, que te corrompa aún más. El sexo no es malo, es adictivo para cualquier persona. No paras de moverte, tus muslos se tensan aún más sabiendo lo que estaba a punto de suceder. Lucci sigue y sigue estimulando esa zona, gemidos roncos provoca cerca de tu oído, muy satisfecho de escucharte y ver cómo te retuerces de placer.

De repente, ahogas un gemido y tu cuerpo sucumbe al placer que has liberado de tus entrañas. Jadeas agotada, intentando recuperar todo el aliento que has perdido. No paras de temblar, ha sido muy fuerte el orgasmo. Notas como él mima tu rostro, una forma de disculparse o que estuvieras lo más relajada posible. Lo peor de todo es que te das cuenta que tu trasero choca contra la entrepierna de Lucci; lo tiene duro, ansioso de probarte. Ya recuperada, te hace dar la vuelta para estar cara a cara y se recuesta en la cama, sin apartar la mirada en ti.

—Haz lo que tengas que hacer, Kitten —ordena, dominante.

Y sabes lo que quieres. Posas tus manos en la cremallera para bajarla lentamente y un poco también sus pantalones, al igual que su ropa interior. Ahogas de nuevo un gemido al ver tal esplendor. Es perfecto que incluso te llenaría por completo. Con tu lengua lames el inicio de su tronco hasta llegar al glande; luego, te lo metes en la boca haciendo leves y pequeños movimientos con tu cabeza, haciendo una breve masturbación. Sientes una gran vergüenza por todo tu cuerpo porque ahora quién te está mirando es Lucci, que es Mr. Jaguar. Sus ojos negros te observan con detenimiento, está hipnotizado ante tus movimientos. Una de sus manos descansa en tus cabellos para sujetarlos y que no te estorben en tu labor.

Escuchas algún que otro suspiro por su parte, señal de que le gustaba mucho. Juegas con él a modo de caramelo que se convierte en pura adicción para tu boca y para tu cuerpo. Estás tan centrada en ello que ni te has atrevido a mirarlo; sin embargo, sientes un tirón en tus cabellos y te obliga a ello. Es deseo lo que observas en esas pupilas negras. Tiemblas nuevamente y tus bragas vuelven a segregar ese líquido viscoso, señal de que ya quieres tenerlo en tu interior. Y él lo sabe. Sabe que quieres llegar a ese momento. Y cuando succionaste con fuerza la punta, su zona erógena, fue el que colmó el vaso. Te aparta bruscamente para besar tus labios, sediento de volver a probarlos. Se ha vuelto adicto.

Agarra tus muñecas para atraerte y que te sientes nuevamente encima de él. Vuestros sexos rozaron provocativamente, casi te da un ataque al corazón cuando lo sentiste y Lucci solo esboza una sonrisa divertido. Sin esperar, mete su miembro en tu interior donde ahogas otro gemido gutural. Sus manos descansan en tus caderas, está esperando a que seas tú quien da el inicio del vaivén. Las tuyas se apoyan en los hombros del moreno y comienzas a subir y bajar lentamente, acostumbrándote a tal tamaño. El calor inunda en tu interior y vuestros gemidos se entremezclan con el ambiente que hay a vuestro alrededor.

Lucci aprovecha algunos momentos en besar tus pechos y tu clavícula. Está tan absorto en tu perfume embriagador que se deleita en morder tu cuello una y otra vez. Tiene ganas de marcarte, demostrar que eres suyo y de nadie más. Que esos Daddies no se atreviese a tocarte. Ha llegado demasiado lejos para tener aquí en la cama y hacerte de todo. Ahora se cuestiona si, como sabes su rostro, de llevar la máscara. Pero que le den a la empresa, ya ha encontrado lo que buscaba por mucho tiempo y no dejaría escapar esta oportunidad. Los movimientos tornaron, ahora es él quien realiza el vaivén con mucho más salvajismo que antes. Lo abrazas tan fuerte que parece que en cualquier te ibas a desvanecer.

Tu cuerpo se tensa cuando notas como los dedos de Lucci acarician con malicia la zona anal. Recuerdas las palabras de Mr. Donuts, hay otras zonas en dónde meter una polla. Es verdad que ese sitio es un punto erógeno, pero necesita mucha preparación para intentar meterlo. El glande golpea con fuerza tu cérvix con más ímpetu que nunca, casi ignorando la falange que se adentró ahí. Gracias a los movimientos pélvicos de Lucci, simulaba a los de sus dedos. Oh, no sabes las ganas de explorar ese territorio inexplorado. Cambiasteis de posición, dejándote en la cama acostada boca arriba mientras él busca entre sus cajones algo. Apoyas los codos en las sábanas para verlo y tu rostro se puso rojo como un tomate maduro.

Dentro de los cajones, sacó dos vibradores: uno grande y uno pequeño. ¿Qué pretende hacer con ellos? ¿Y desde cuando los tiene guardados ahí? Dudas surgen en tu cabeza, asimilando lo que iba a ocurrir.

—Vamos a estimular primero tu ano —comenta, sacando un pequeño bote típico de ver en las farmacias. Un lubricante.

—No me parece buena idea, Daddy. —El tono de voz que empleas te delata, estás algo nerviosa.

—¿Acaso no confías en mí?

—Si confío, pero…

Kitten —te llama autoritario—, Daddy sabe lo que necesitas. Y esto nos ayudará a que estés lo suficiente dilatada.

No dices nada. Solo te callas y actas las órdenes de Lucci. No tenías que enfadarlo, si lo haces es posible que te castigue. La pregunta cómo lo hará.

—Ponte en cuatro.

Obedeces apoyando brazos y piernas en las sábanas con la mirada fija en un punto. Tiemblas de miedo de lo que pueda suceder. Escuchas la tapa del bote abrirse y cerrarse, eso significa que ya untó los dedos de ese lubricante. Entonces un calor casi inexplicable sientes en esa zona que casi das un gemido de sorpresa. Lo va estimulando poco a poco hasta meter un dedo en tu interior. Por una extraña razón, te estás poniendo cachonda y más aún cuando Lucci empieza a centrarse en tu sexo. El líquido del lubricante resbala hacia tus labios mayores. Es un calor soportable y excitante, hasta mueves tus caderas a modo de invitarlo a seguir más. Oh, y lo hará. Esto a Lucci le maravillaba mucho en ver qué le dejaras proseguir.

Tortura tu clítoris una y otra vez mientras mira de reojo tu otra entrada hasta notar que está lo suficiente lubricada para meter otro dedo más. Los separa a modo de tijeras para tener mayor amplitud y que estés preparada para lo que viene.

—Huele… a fresa —dices. Te ha costado en articular palabra alguna.

—Tengo uno de chocolate. A lo mejor querías que te pusiera ese —dijo con una sonrisa socarrona en sus labios.

Daddy… quema… mucho.

—Lo sé, Kitten. Tienes ganas de que te lo calme, ¿verdad?

—Sí, Daddy.

—Y conozco la solución.

¿Eso significa que lo va a meter ya? No, retira los dedos para ponerte un vibrador pequeño en forma de dildo que lo activa. Un gemido gutural sale de tu garganta y lo mejor de todo que, en esa posición, Lucci metió su falo en tu vagina. Doble placer estás sintiendo en estos momentos. Nunca te has imaginado en que serías follada de esa manera. Él golpeando mientras que el vibrador estimula el ano. Esto es lo mismo cuando te hacen una doble penetración, ¿no? No tuviste esa experiencia, pero te lo estás imaginando. Con solo pensarlo, te excitas aún más, apretando con fuerza las dos cosas. Lucci gruñó por lo bajo, inclinándose para hablarte en el oído.

—Si me aprietas ahí, no me quiero imaginar cuando lo tenga en tu precioso y apretado culo.

—¡Daddy me voy a correr!

—Córrete para mí —susurra—. Quiero que te corras.

Con ese simple orden, te corriste; sin embargo, no fue tan fuerte como el primero. Pensaste que él se detendría, pero no es así. Sigue moviéndose, aprovechando que estás muy sensible. Te muerdes el labio con fuerza, acallando los gemidos; no obstante, recibes una palmada en una de tus nalgas, obligándote a que abras la boca y sigas gimiendo más alto que nunca. Y para sus movimientos para dejarte descansar un rato y retira el vibrador de tus entrañas. Esto no acaba aún porque Lucci desea seguir jugando contigo, que sepas que él nunca se cansará de ti. Acostada, te da la vuelta para ver tu estado. Sí, estás agotada que tú respiración te delata.

—Una última ronda, ¿sí? —aclara a lo que tú asientes—. Ahora quiero que te relajes.

Te dijo eso porque sabes lo que iba a venir que tus mejillas se ruborizaron a más no poder. La punta de su miembro se apoya en tu entrada anal y va entrando lentamente, teniendo cuidado en no desgarrarte. Que sensación tan extraña estás notando en tu cuerpo. Duele un poco y es raro. Los nervios de esa zona comienzan a florecer que sueltas un suspiro, no pudiendo evitar en apretar un poco. Un gruñido escuchas por parte de Lucci. Sus ojos muestran pura excitación que hasta se lamió los labios un poco secos. No se ha movido para que te acostumbraras a ello. Oh, diablos, empezaste a imaginar cómo sería con los otros Daddies en que te follaran ahí.

Él besa tus piernas a modo que te relajaras hasta da pequeños mordiscos, sin dejar marca alguna. Ya más calmada, empieza a moverse despacio en tu interior mientras estimula tu clítoris con sus dedos, teniendo mayor acceso. Estás tan sensible que te retuerces de placer, moviéndote de un lado para otro. La mano de Lucci se apoya en tu cuello, apretándolo un poco. Tiene un fetiche extraño de realizar asfixia erótica, pero sin llegar demasiado lejos. Los dos lo estáis disfrutando como nunca. Un Daddy y su Kitten que se atraían demasiado y no podían dar marcha atrás. No es el momento. La estrechez de tu cavidad anal es mucho mayor de lo que creía Lucci.

Y notaste algo raro. No te está follando como antes, sino ahora tiene más cuidado aún. Te está haciendo el amor. Te está cuidando como si fuera su pareja. Pero ¿es posible hacerle el amor a alguien realizando el coito en el ano? Tienes poquita información sobre ese tema. Y tu mente se puso en blanco cuando llegaste a tu tercer orgasmo y él se corre también. La estrechez de tu ano fue demasiado para él. Los dos os mirasteis con la respiración agitada. Caricias y besos empezaron a surgir entre ambos, mimando el cuerpo del otro. Esta vez Lucci no se comportaba como un Daddy, sino en algo más. ¿Acaso se enamoró? No, es imposible. Él es un hombre frío y que le gusta mantenerse firme.

Estás tan cansada que ahora necesitas dormir. Y no hizo falta porque los brazos de Morfeo hicieron acto de presencia y te quedaste profundamente dormida.
Al día siguiente, la luz tenue del sol se cuela por las persianas dando la bienvenida al nuevo amanecer. Te removiste de la cama, te sientes pesada y adolorida. No querías ni salir de la cama para empezar; sin embargo, abriste los ojos y te levantaste de golpe recordando lo sucedido. Tu corazón late con más ímpetu que pensaste que a lo mejor lo soñaste. Giras un poco la cabeza, la sangre llegó a tu cerebro, roja de la figura que estás viendo en estos instantes. ¡Te has acostado y has dormido en la cama de Rob Lucci, alias Mr. Jaguar! Te quedaste un rato mirando su rostro calmado y sereno, parece ser el mismo. Estás tentada en tocar su pómulo, pero no quieres despertarlo.

Y tus ojos se centran en la espalda del moreno, sorprendiéndote con algo que nunca creerías ver. Lucci tiene una gran cicatriz que recorría por toda esa piel blanca, lo curioso es que tiene la misma forma que el dibujo del Gobierno Mundial. ¿Cómo se lo habrá hecho? Debió de dolerle. Ibas a tocarlo, pero te detuviste cuando ves que él se mueve de la cama. Te apresuraste para quedarte dormida nuevamente o intentarlo, o hacerte la dormida. No obstante, notas su cercanía y acariciando tu rostro delicadamente.

—A mí no me puedes engañar —comenta. Vale, te ha pillado, es mejor que te des la vuelta.

—Buenos días Da… —No acabaste porque él posa un dedo en tus labios.

—No, no me llames así —dice—. Sí lo haces, te puedo asegurar que no saldrás de la cama.

—… Buenos días Lucci.

—Eso está mucho mejor. —Esboza una sonrisa mientras coges tu mechón para acariciarlo—. ¿Cómo has dormido?

—Bien, estoy un poco adolorida —confiesas con un rubor en tus mejillas—. Aún no me creo que tú seas Mr. Jaguar.

—El mundo puede ser grande, pero siempre en una ciudad puedes encontrarte con cierta persona.

—Me imagino tu cara cuando me viste en el hospital.

—Si te soy sincero, por fuera estaba relajado con mi postura normal; sin embargo, por dentro me estaba muriendo las ganas de tenerte en mis brazos —confiesa—. Realmente me sorprendió verte ahí. Muy pocos Daddies tienen una oportunidad como ésta.

—¿Tienen pocos encuentros?

—Sí, y más cuando hemos encontrado a la persona perfecta. La empresa no nos deja contactar con nuestras clientas, solo lo podemos hacer si… Bueno, si nos encontramos así fortuitamente.

Lo entendías perfectamente. Pero tu cabeza se centra en Law, ¿qué es lo que pensará él sobre esto? Mr. Phoenix te dijo que no pensaras en él. Que dejases de lado el amor y te centraras en ellos. Y así fue, porque sientes caricias en tu mejilla. Lucci te mima con mucho cuidado, mirándote fijamente.

—___ —te llama—, quédate conmigo. —Eso te cogió por sorpresa—. Deja a los otros y quédate conmigo. Sabes muy bien lo que soy y lo que puedo hacer capaz. Te puedo mantener y cuidar. Tengo suficiente dinero para darte todo lo que tú quieras —te súplica. Es raro viniendo de él—. Por favor, ___.

Muchas dudas volvieron a tu cabeza preguntándote si es lo mejor, pero le faltaba por saber quiénes eran los otros. Lucci es atractivo, no lo dudabas; sin embargo, no estás preparada para tomar ya la decisión. Da un pequeño suspiro.

—Necesito pensármelo. No es que piense que no seas el hombre que quiero, pero todo es muy confuso para mí y necesito tiempo.

Sentiste miedo cuando ves los ojos del moreno oscurecerse. Ya está, ya has fastidiado el momento. No obstante, te sorprendes al sentir sus labios posar en los tuyos. ¿Eso que significaba?

—Está bien, esperaré. Seré muy paciente contigo —dice Lucci, sonriendo un poco. Y se levanta de la cama a lo que miras a otro lado muy avergonzada porque está desnudo. No estás acostumbrada aún—. Prepararé algo de desayuno, seguro que tendrás algo de hambre. Volveré con una bandeja, no te muevas.

—Vale.

Te quedaste mientras Lucci se retira de la habitación. Él apoya un momento la espalda pensando con claridad lo que ha ocurrido. Te deseaba con todas sus fuerzas y no quiere rivalizar con los otros. Sin embargo, debe estudiar muy a fondo a sus enemigos para que no le arrebaten lo que es suyo. Es de su propiedad. Es su Kitten.

«No me la quitareis. Es mía».

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top