capitulo 04.

Lavinia jamás pensó que pasaría un viernes por la noche en compañía de su estúpido y amargado vecino. Tampoco imagino que se prestaría para buscar al gato psicópata que le ha echado la bronca a sus perros n o una, sino varias veces en la semana. La chica no sabe realmente si su vecino sabe que su amada mascota molesta a Gigi y a Kiwi cuando él no lo ve y que en dos ocasiones le ha gruñido a ella. Esta a punto de sacar el comentario a colación, pero su sexto sentido le dice que no sería oportuno hablar de su rivalidad con aquel gato negro. No ahora que su vecino esta tan preocupado por su desaparición.

—Luke — lo llama al cabo de un rato. Lavinia se permite saborear su nombre "Luke" suena bien y cuando sale de sus labios suena como un murmullo meloso que ella no puede evitar. Hay algo en ese chico rubio que, por alguna razón, la inquieta. Él se detiene un momento para dedicarle su atención y cuando la observa con aquellos penetrantes ojos azules, el corazón de Lavinia da un vuelco contra su caja torácica. —Hay que revisar la calle de atrás — dice señalando con el dedo el callejón que hay detrás de su edificio. Hasta ahora, se han limitado a buscar al gato en la avenida y en el parque frente a su bloque de departamentos.

Luke deja caer los hombros plenamente derrotado. Ella es consciente de que él chico está nervioso y al borde de un ataque de ansiedad a causa de la desaparición de su mascota. A estas alturas, ha llegado a contagiarle su ansiedad a ella. —Bueno.

En silencio como se han mantenido durante todo el tiempo que llevan buscando al tal Salem, se dirigen a la calle que hay detrás del edificio. Es un callejón estrecho y maloliente desprovisto de luz. Luke tiene que encender la linterna de su teléfono para alumbrar un poco el camino. Mientras él lo llama, ella se dedica a buscar detrás de las cajas viejas y los contenedores de basura que hay a su paso, pero es en vano. El gato no se encuentra ahí.

—No esta — susurra el chico. Lavinia de verdad quisiera tener alguna palabra de consuelo que sirva para tranquilizarlo, pero no la tiene y sinceramente comienza a entender su angustia. Si algo les sucediera a sus mascotas, ella estaría igual o peor de desconsolada.

—Busquemos otra vez — dice —. Grítale, algo me dice que está por aquí.

Hasta que las palabras salen de su boca, se da cuenta de que ella realmente presiente que el gato esta cerca. Su vecino la observa con el ceño fruncido, como si creyera que ella esta loca pero al final, se limita a encoger los hombros y a gritar nuevamente. Un suave maullido, muy débil en realidad, tanto que podría ser confundido con el sonido de algún carro en la calle, les llama la atención. Sin darse cuenta, ella se agarra del hombro del chico y antes de que detenerse a pensar demasiado en ello, él habla.

—Se escucha al final del callejón, detrás de ese contenedor de basura — dice señalando el lugar —, creo.

Los dos corren hasta el rincón en donde ha sonado aquel maullido, sin embargo, el contenedor es tan grande que les bloquea el paso. —¡Salem! — vuelve a gritar Luke.

Ahora que están ahí, se dan cuenta de que el quejido del gato no viene ni de dentro ni de abajo del contendor. —Creo que esta detrás de esa pared — señala la chica. Detrás de aquel bote de basura pestilente, hay una pared que divide el callejón y la calle de a lado —Voy a subirme — dice apuntando con un dedo.

—¿Estás loca? — pregunta el rubio con inquietud. Sus dedos tamborilean nerviosos sobre sus muslos —Te vas a caer, voy yo.

Lavinia se permite rodar los ojos. —Tú pesas más que yo — afirma —, si te subes al contenedor la tapa no aguantara tú peso. Iré yo, soy más liviana.

Como para refirmar que esta ahí y que necesita ser rescatado, el gato vuelve a lloriquear, esta vez más fuerte. Lavinia no espera una respuesta por parte de Luke. Con la punta de sus tenis jala una caja vieja que esta tirada en un rincón y la lleva hasta el contenedor para usarla a modo de escalón, se sube dando un paso en falso y cuando siente que va a caerse, un par de manos fuertes la toman por la cintura.

—Te dije que te ibas a caer — la voz de Luke suena ronca detrás de ella. Sus manos se aferran a sus caderas y el tacto de sus dedos contra la piel que su top corto deja al descubierto, es suave, cálido. Su piel hormiguea y hay un tirón en su estómago que no la deja pensar con claridad. Cierra los ojos y deja escapar el aire suavemente cuando las manos de ese chico rubio, se aferran un poco más a ella.

Se quedan ahí, parados por un momento, sin saber muy bien que decir y es hasta que el gato nuevamente vuelve a quejarse, que ella sale de su estupor. Rueda los ojos ante los lloriqueos del gato que ha arruinado aquel momento. —Si bueno, ayúdame a subir — dice cuándo por fin encuentra su voz.

Ella se impulsa con ayuda de Luke y cuando llega a la cima de aquel contenedor, echa una mirada hacía abajo, a lo que hay detrás de esa pared. Ahí, hay una especie de pequeña habitación al descubierto, precariamente iluminada por las luces de las calles contiguas y de los edificios. La hierba está muy crecida y hay basura y cajas por todos lados. Parece ser una especie de jardín abandonado. El pequeño gato negro, se halla acurrucado dentro de una de las cajas. Lavinia siente pena cuando el felino le lanza una mirada llena de dolor. Una de sus patas se encuentra doblada en un ángulo muy extraño y detrás de una de sus orejas cae un hilillo de sangre.

—¿Lavanda? — le pregunta Luke en tono nervioso.

—Lavinia — murmura entre dientes.

—¿Qué pasa? — pregunta el rubio —, ¿Salem está bien?

Ella suspira y lo mira de reojo. —No — admite sosteniéndole la mirada —, parece que esta lastimado. Iré por él.

La distancia entre la pared y el piso es muy corta, así que, sin pensarlo, salta y sus pies se estampan con un ruido sordo. —¿Estás bien? — le grita su vecino.

—Ajá.

La chica avanza hasta la caja en donde el gatito se encuentra acurrucado. Se agacha para obsérvalo mejor y él, le dedica una triste mirada, con sus ojitos llorosos. Lavinia cree que ella y Salem han pactado una tregua dentro de su infinita aversión mientras sus miradas se encuentran, así que, con cuidado, lo toma en brazos. El gato se queja y se remueve nervioso entre sus brazos, pero nada más, porque después de todo, no tiene otra opción que dejarse llevar por la rubia. Gracias a una desvencijada escalera que hay en la pared de aquel baldío, Lavinia puede trepar y cruzar hasta la tapa del contenedor. Luke la espera ahí y cuando la ve, extiende los brazos hasta ella.

—Te ayudo a bajar — dice. Ella asiente y se agacha para dejarse caer con ayuda del rubio. Las manos de él, nuevamente se aferran a sus caderas. Cuando esta nuevamente en el piso, sus ojos se encuentran.

Él no la suelta mientras se quedan mirando. El pecho de Luke sube y baja de forma irregular mientras la punta de los dedos de aquella chiquilla rubia, hormiguean por extender su mano y apartar aquel mechón de cabello que cae por los ojos de Luke. Nuevamente el bendito animal, suelta un maullido y hace que ellos dos, salgan de su trance. Es entonces cuando Luke repara en él y en lo lastimado que esta. Se lo quita a Lavinia de los brazos y lo toma entre los suyos para comenzar a hablarle y tratar de averiguar qué le pasa al animal. Mientras ella, se queda ahí parada como tonta tratando de aplacar su respiración y de ordenar sus pensamientos porque definitivamente, su mente le está jugando malas bromas a causa de la cercanía con su vecino y de las dos veces que él la ha tocado. La rubia se dice que debe controlarse y quitar cualquier pensamiento con doble intención que tenga acerca de ese vecino amargado porque después de todo, él no le agrada para nada.

—Está muy lastimado — dice él.

—Si — responde asintiendo con la cabeza —. Debes llevarlo a una revisión con su veterinario.

Luke frunce el ceño. —¿Qué veterinario?

—El veterinario que atiende a tú gato psicópata cuando enferma — dice, él la mira asombrado y entonces Lavinia cae en la cuenta de que ese tipo, jamás ha llevado a su gato al médico. Ella de verdad no lo puede creer, ¿Qué persona normal no lleva a su mascota al veterinario? Rueda los ojos ante la evidente irresponsabilidad de aquel chico. —Vamos, te llevare al doctor — habla de mala manera porque ese chico como siempre, ha logrado ponerla de mal humor y en el fondo le agradece que nuevamente sea un cretino porque eso hace que sus emociones y los pensamientos que tenía momentos antes, desaparezcan por completo.

»

Lavinia y Luke se ven envueltos en un silencio abrumador he incomodo mientras recorren el trayecto desde su edificio hasta una clínica veterinaria ubicada en las afueras de Manhattan. El conductor del Uber en el que van montados, tampoco ayuda a aliviar la tensión y es que, con la música latina que suena dentro de su auto, solo consigue que ambos vecinos sean presas de un dolor de cabeza. Salem tampoco ayuda mucho que digamos. El gato se la pasa lloriqueando, quejándose y lanzándole miradas asesinas a Lavinia durante todo el camino y ella de verdad, reprime los deseos de lanzar por la ventana a la irritable criatura. Al cabo de media hora, el auto se detiene en una calle donde el letrero de la veterinaria y un anuncio de McDonald's, iluminan la noche.

La chica sale junto a Luke y en silencio entran a la clínica. Ella saluda a la enfermera que hace de recepcionista mientras los ojos del rubio se posan en su espalda. Lavinia siente la mirada de él sobre su cuerpo al mismo tiempo que una corriente de electricidad la recorre. — Basta —se dice —, tienes que dejar de ponerte nerviosa. Él te cae mal.

La enfermera sale de la estancia, dejando a Luke y a Lavinia esperando durante lo que parecen horas, al final, la mujer regresa junto al médico veterinario.

—Hola Alex — saluda la rubia.

Luke tuerce el gesto ante la familiaridad con la que la chica saluda a aquel doctor. —Hola Lav — responde el hombre y seguido de esto, señala al gato que se encuentra encogido en los brazos de Luke—, ¿Qué sucede?

—El gato de mi vecino tuvo un accidente — suspira —. Parece que se lastimo, ¿puedes revisarlo?

El médico asiente y los hace pasar a un consultorio. Pide a Luke que deje al gato en una mesa y comienza a examinarlo he incluso, a tomarle radiografías. — Tiene la pata rota — dice al cabo de un rato —, y un desgarre en el cartílago de la oreja izquierda. Parece que se peleo con otro gato.

Luke traga saliva antes de contestar. Sus palmas sudan y la angustia en su pecho le impide respirar. —¿Va a estar bien? — cuestiona desviando su mirada entre el médico y Salem.

—Necesito operarlo para soldarle la pata y ponerle un par de clavos — como si el gato supiera lo que el veterinario le hará, suelta un gemido quizá demasiado dramático. —Estará listo para ir a casa en unas cuantas horas.

Lavinia sale del consultorio de Alex, su primo, con Luke pisándole los talones. El muchacho se deja caer en uno de los sillones de la sala de espera y suelta un suspiro frustrado. Han dejado a Salem en el consultorio para ser operado y ella solo puede imaginarse la angustia que ese chico siente en aquel momento. No sabe porque lo hace. Ella de verdad se dice que no siente simpatía por aquel vecino antipático y que realmente, no tiene por qué quedarse junto a él. Ha cumplido su objetivo de ayudarlo a buscar al gato y de llevarlo al médico y ahora puede marcharse sin más. Sin embargo, se deja caer junto a él en el sillón. Luke la mira de reojo frunciendo el ceño. Ella finge que no le presta atención y saca su teléfono para comenzar a jugar algo y matar el tiempo, al cabo de un rato se excusa y le dice a Luke que volverá en un momento.

La chica sale al frío de la noche y entra en el local de McDonald's, ubicado junto a la clínica de su primo. Cuando las cajeras le entregan su orden, regresa nuevamente al hospital animal y se sienta junto a su vecino.

—Toma — le dice ofreciéndole un paquete de comida —. Tenía hambre y pensé que sería muy grosero no traerte algo a ti. Hacer una mala acción solo oscurecería mi aura y desequilibraría mis chakras.

Él frunce el ceño porque realmente no sabe de qué demonios le está hablando ella o que quiere decir con aquellas cosas hippies que le ha dicho. Suspira resignado. Luke de verdad no entiende a su vecina. Es una chiquilla molesta, irritante y lo saca de quicio. De eso está seguro. Sin embargo, hoy, se ha portado tan amable con él ayudándolo a buscar a Salem, acompañándolo a la clínica y llevándolo a cenar. —Gracias — contesta recibiendo la comida que la chica le ofrece —. ¿Menú infantil?, ¿Enserio Lavanda?

La rubia rueda los ojos y le dedica una mirada fulminante. —Mi nombre es La-vi-ni-a — habla separando las silabas de su nombre y haciendo señas con las manos para puntualizar sus palabras. Para su sorpresa, Luke sonríe de forma burlona —. Además, ¿Qué hay de malo con el menú infantil?, mira — dice sacando la figurita que aquella comida incluye —, trae un juguete, puedes dárselo a tú gato psicópata o coleccionarlo. Yo los colecciono.

—¿Por qué llamas así a mi gato? — pregunta el chico.

Ella se encoge de hombros. —Se la pasa molestando a mis perros cuando tú no lo ves — se queja —, y dos veces me ha gruñido. Esta loco. Tiene cara de psicópata.

Luke está dispuesto a responderle, pero se muerde la lengua porque después de todo, aquella chica lo ha ayudado bastante el día de hoy y honestamente, se encuentra tan agotado, que no tiene ganas de iniciar la pelea que, de seguro tendrán. —Por cierto — dice —Gracias por ayudarme a buscar a Salem y por quedarte conmigo. Creo que te debo una.

Lavinia agacha la mirada evitando verlo, sin embargo, hay un atisbo de sonrisa de satisfacción en sus labios. —Ya me debes varias — responde.

Y vaya que Luke está consciente de aquello.



¿Hay alguien leyendo esto o no?, pregunta muy seria.

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