capitulo 01.

Luke Hemmings se lleva la punta de los dedos al arco del puente de su nariz y lo presiona en un mero signo de frustración. Es consciente de que su editor en el New York Times le ha exigido la mañana siguiente como plazo para entregarle el reportaje que lo ha mantenido en vela todas las noches del último mes. Es una historia acerca de una familia asesinada a manos de los hijos mellizos de aquel linaje. No es una historia de lo más alegre y Luke sabe que muchos lectores del periódico (incluido su editor) esperan con una ansia morbosa aquella historia debido a que los asesinos, son unos chiquillos pelirrojos de trece años que atacaron a sus padres y a sus cuatro hermanos mientras dormían. Él adora su trabajo, aun en contra de sus padres logro estudiar su carrera y hacerse un hueco en uno de los periódicos más prestigiados del estado. Sin embargo, odia tener que ser el narrador de historias tan perturbadoras tan solo para satisfacer el morbo de los lectores.

Su laptop indica que son las doce de la noche. Él realmente tiene sueño, desea irse a dormir una semana entera. Sin embargo, su trabajo lo mantiene en vela. Suspira con cansancio y se lleva a los labios la taza de café que tiene junto a su computadora. Reprime el deseo de escupir aquel líquido cuando lo encuentra frío. Se levanta del escritorio que tiene en la sala de su departamento y camina hacía su cocina. La frialdad del piso que siente a través de la delgada tela de sus calcetines, le provoca soltar una maldición en voz alta. Se encuentra tan de mal humor por su cansancio, por el frío de la madrugada y por su café insípido que no puede reprimir las palabrotas que salen de su boca. Un maullido proveniente de un rincón de su sala lo hace desviar la mirada hasta la cesta de mimbre que se encuentra en un rincón, junto a la chimenea. Salem, su gato lo mira con reproche porque él, lo ha despertado con sus quejas. Luke se siente culpable y le pide perdón en voz baja. El animal le lanza una mirada furibunda y lo ignora, escondiendo la cabeza en el regazo. El chico rueda los ojos y continua su camino hasta la cocina, prepara la cafetera y la espera mientras su café se encuentra listo y caliente, se le hace tan eterna que él se permite cerrar los ojos por un momento.

Un gran ruido, como de cajas caerse al piso y un grito proveniente de afuera de su departamento, provocan que él abra los ojos de repente. Frunce el ceño cuando escucha una voz femenina soltar maldiciones en voz alta. Él realmente es una persona pacifica, sin embargo, aquel barullo solo ha causado que su mal humor incremente. Sale de la cocina ignorando que su cafetera ha sonado con un pitido, anunciando que el café esta listo y abre la puerta de su casa. Afuera, en el pasillo, hay una chica parada en el rellano del pent-house vecino, la muchacha se encuentra de espaldas a él, batallando con un montón de llaves, probando cual es la correcta de aquella cerradura.

—¿Podrías callarte y dejar de hacer ruido? — dice sonando más brusco de lo que debería.

La chica se gira y para su sorpresa, le sonríe. Es guapa. Su cabello color rubio le cae por los hombros. Tiene un piercing en la nariz y pintalabios color rosa. Viste unos shorts de mezclilla tan rasgados por los muslos que se ve el inicio de sus bragas y un top blanco tan transparente que él puede divisar la cima de sus pechos porque ella no usa sostén. Traga saliva y se obliga a apartar la mirada de aquella parte del cuerpo de la desconocida porque definitivamente no es correcto que él la mire justo ahí, en sus senos desnudos debajo de su top.

—Hola, soy Lavinia. Tú nueva vecina — le dice la extraña muchacha que no aparenta más de veinte años de edad y que evidentemente, es inmune ante el frío de la noche.

A Luke no le importa su nombre. Ni le interesa que sea su nueva vecina. Lo que le importa es que se calle y deje de hacer tanto ruido porque, de todos modos, ¿a quién se le ocurre mudarse a una nueva casa en plena madrugada? — Bien por ti — le contesta él esperando que la molestia se demuestre en cada una de sus palabras.

La chiquilla frunce el ceño, pero su sonrisa amable no decae. Luke casi se siente culpable por ser tan grosero, pero es que aquella adolescente ruidosa, de verdad, lo ha puesto de peor humor del que tenía antes.

—¿Siempre eres así de amargado? — pregunta ella.

Él rueda los ojos. Sabe que lo que debería hacer es darse la vuelta, entrar en su departamento y ponerse a trabajar. Sin embargo, antes de darse cuenta, responde. —Si, pero más cuando hay niñas que se ponen a hacer ruido en el pasillo a media noche — le dice.

La tal Lavinia suelta una risita burlona que provoca que Luke vuelva a rodar los ojos. —Tienes muy mala vibra — le dice —, deberías alinear tus chakras más seguido.

Luke de verdad no tiene tiempo para lidiar con aquella chica hippie, ruidosa y escandalosa. Así que se da la vuelta ignorándola por completo y antes de entrar a su casa, los chillones ladridos de un perro, lo hacen mirar por encima del hombro. En el piso, junto a un montón de cajas y unas maletas, hay una transportadora de color rosa en donde dos pequeños perros le lanzan miradas casi asesinas. Él siente el impulso de agacharse y hacerle mimos a los perritos porque parecen tan diminutos y tan tiernos que le ablandan el corazón. Sin embargo, recuerda que su dueña, es la adolescente que ha logrado ponerlo de malas y atrasarlo en su trabajo. Además, recuerda, que él tiene un gato en casa. Lo que le faltaba, un par de perros que de seguro pondrán de malas al quisquilloso de su gato Salem.


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