10 ─── the second option

CAP. DÍEZ [ 2 ]

la segunda opción

Heaven se dio cuenta de algo mientras Daniel la cargaba por las escaleras: era una chica promiscua. Pero, ¿no lo son acaso todas cuando tienen su despertar sexual?

Su cuerpo apenas se estaba acostumbrando a tolerar esa emoción prematura en su vientre, el cosquilleo en sus manos y los jadeos temblorosos que soltaba al excitarse. Sus bragas se estaban arruinando a ese paso, era inevitable estrujar sus piernas de placer cuando pensaba en Daniel Larusso.

Cuando imaginaba sus manos recorriendo su torso durante los entrenamientos de karate sin verse afectado, cuando le sonreía desde el otro lado de la habitación y le dedicaba halagos sutiles para complacerla.

Tenía esposa, estaba casado y contaba con un negocio y una estructura familiar funcional. ¡Era un grandioso padre, y según parecía, un grandioso marido! Por eso quizá a Heaven no le sorprendía que también fuera un grandioso amante, que la hacía gemir como una idiota hormonal cuando besaba su cuello con ahínco y apretaba sus muslos cada vez más firmes.

Su cuerpo estaba cambiando, tenía mejor condición física y debía agradecerle tanto
al sexo como al Karate.

—Quiero que estés arriba. — Daniel le dijo mientras se quitaba la ropa, apresurado. — Claro, si quieres.

Heaven iba a sacarse la camiseta, hasta que lo pensó mejor. Jadeó y le sonrió como si nada pasara, como si no la hubiese llevado a su habitación, y como si no le pidiera que se montara en él en la cama que compartía con su esposa.

Daniel se sentó en el borde de la cama con los boxers ún puestos y con una sonrisa de costado. Claramente la vida de Heaven era menos aburrida que la del joven Daniel Larusso.

—¿Quién puede rechazar una invitación así, sensei?

Se bajó sus pantaloncillos de mezclilla y sus zapatos, subiéndose a su regazo con las medias y las bragas puestas. Se frotó un poco a él sin cortar el contacto visual.

¿Cómo podía ese hombre ser tan atractivo?

—Me gustan las medias. —le murmuró antes de besarse.

Sus labios eran muy compatibles, entremezclaban sus lenguas de forma simétrica, lo que hacía a Heaven fantasear con la idea de que habían sido creados con una gran química sexual preponderante, y que todo aquel secreto en el que se resguardaba, estaba justificado.

La hacía sentir menos culpa poner excusas, que admitir que era una maldita perra que se follaba al padre de su amiga.

—Aunque quizá las preferiría de otro material y que fueran largas.

—Pervertido. —le retó riéndose a carcajadas.

Daniel metió sus manos debajo de su camiseta y trató de quitársela, aunque Heaven rápidamente se lo impidió empujando su espalda a la cama doble.

Las sábanas eran jodidamente suaves al tacto. Su respiración se agitó cuando lo vio sonreír con picardía.

—Eso fue interesante. ¿Ahora por qué no te quitas esa camiseta vieja de Iron
Eagle?

—Cualquiera podría entrar, señor Larusso. — se sorprendió a sí misma de lo rápido que creó una excusa. —Y no se que tan aceptable sea que además de follarme, disfrute jugar con mis senos.

Se agachó a besarlo nuevamente. En el proceso se quitó el sostén recurriendo a
sus maniobras femeninas, tirándolo por algún lado de la habitación. Solo podía pensar en los labios jugosos de Daniel, en sus mano acariciando sus muslos y acercándose a su vulva.

Acarició nuevamente el cuerpo desnudo del mayor y bajó con pequeñas caricias hacia su vientre. Mordisqueó la piel y disfrutó cada segundo del gemido del hombre, de la electricidad que sintió en su vientre y en el interior de su vagina cuando chupó
su grueso falo.

...¿Qué se sentiría tener ese calor de carne y hueso dentro de
sí misma, sin ningún rastro de protección?

Y es que luego de probar el sexo con Johnny Lawrence por segunda vez, el apetito y la curiosidad sexual la tenían desbordante.

Quería que Daniel se la follara como un desquiciado y acabara dentro suyo, la sensación era tan agradable. Pronto sus boxer y sus bragas salieron volando por la habitación.

Daniel estaba ansioso, la levantó y la puso encima de él, suspirando por el contacto entre sus sexos desnudos. No veía la hora de profanarla.

Corrió su mirada hacia su mesa de luz en busca de profilácticos cuando la mano de Heaven lo distrajo.

—Heaven… —regañó.

—No estoy en mis días fértiles, y puede acabar fuera. —la deliciosa tortura en su voz con la cual lo decía no lo dejaba pensar con claridad. ¿Estaba acaso dispuesto a seguir cometiendo más idioteces? —Solo esta vez, sensei.

—Heaven, no, de ninguna manera.

Bueno, quizá debía ser más complaciente.

Se quitó la camiseta con un suspiro. Las marcas moradas estaban allí cuando llevó las grandes manos de Daniel a cada uno de sus pechos, invitándolo a estrujarlos mientras ella seguía provocando fricción entre sus sexos.

—¿Por favor? Realmente quiero saber… —ocultó su rostro en su cuello dejando besos húmedos. — Cómo se siente tener a mi papi dentro.

Daniel no lo pensó con claridad. De cualquier manera podía darle dinero para que se comprara una píldora. Su fuego interno, esa parte que sacaba a relucir durante el sexo, quería tomarla, quería complacer a su nena.

Estaba totalmente enfermo. ¿Qué más daba si avanzaba un paso más?

Atrapó los sugerentes labios de Heaven con sus dientes, mordiéndolos hasta romperlos un poco. Quería hacerla solo suya.

—¡Oh, papi!

Entró. Metió su falo caliente en su entrada y fue como el cielo. El calor era inexplicable. Sus paredes se cernían ante él, poniendo todo más difícil. Heaven saltaba encima suyo con una sonrisa de superioridad, con sus pechos
moviéndose a un ritmo hipnotizante y gimiendo alto y claro, sin miedo a nada. ¿Por
qué siempre sonaba tan deliciosa? Era una melodía que lo ponía más duro de ser posible.

Trató de dejar que ella marcara el ritmo, que fuera la propia Heaven quien dominara la situación penetrándose una y otra vez, arriba y abajo. Daniel respiraba pesadamente. Sus dedos se cernían sobre la piel de su cadera con demasiada fuerza, dejando la zona de un color rojizo con la forma de sus dedos.

Cuando ya no pudo más, movió sus caderas, hundiéndose mucho más en ese placer enceguecedor que significaba Heaven Walker.

Ambos tomaron un ritmo natural, acompasado, que se tornó salvaje e impaciente. La cama crujió con la pared por la fuerza que ambos ejercían en sus ejes.

La chica gritaba su título como un gato, ronroneando cada sílaba y levantándose el
cabello para que Daniel pudiese besarla. Su mano se alojó en su cuello con cierta dureza, nada que fuera demasiado como para asustarla y la besó. Metió su lengua profundo en su boca, chocando eventualmente sus dientes con los suyos.

Y se la folló justo como le encantaba hacerlo.

Cuando la vio deshaciéndose en un orgasmo sobre él, Daniel olvidó por completo que era una niña y se vino dentro embriagado por el placer.

—Oh dios mio. —la escuchó suspirar cayendo sobre él.

Y solo cuando ambos recobraron la conciencia, Daniel lo pensó, solo que con una
intención diferente.

¡Oh Dios mío! ¿Qué estupidez había cometido ahora?

Trató de mantenerse distraído por los siguientes diez minutos. No era difícil teniendo la piel de Heaven Walker sobre su propio cuerpo, cubriéndolo como una
manta.

Esparció besos por sus hombros pecosos, ganándose risas y caricias de sus manos divinas que le daba los mejores masajes del mundo.

Compartieron algunos besos y cuando Heaven finalmente se levantó de la cama para ir al baño, tapándose nuevamente el cuerpo casi avergonzada (con su camisa, la que por cierto le quedaba espectacular), Daniel se permitió entrar en pánico.

Tomó su teléfono y abriendo una ventana de incógnito buscó una farmacia cercana.
Debía ser rápido si quería resolver su problema.

Sin embargo, en cuanto el GPS le estaba dando coordenadas específicas y su buscador le explicaba las medidas a tomar luego del sexo, un mensaje entró en su
casilla.

Estaba perdido.

Heaven reapareció desde la ducha completamente duchada y con el cabello
cayéndole húmedo por los hombros, mojando su camisa. Mierda, no podía dejarla quedarse con eso, no importaba que tanto le gustara verle las piernas.

—Quítate eso, Heaven, y vístete. Amanda está de camino y debes irte. —le dijo entrando nuevamente en sus pantalones. —Te daré algo de dinero para un taxi y para que te compres una píldora, ¿de acuerdo?

—Está bien. —respondió un poco molesta.

Era él quien había insistido que lo
visitara y ahora la echaba como si fuera basura. ¿Acaso le pediría que saltase por la
ventana?

—No tiene que ser un idiota.

—Oh, lo siento, Heaven, pero si recuerdas fuiste tú la que quiso follar sin protección.

— Yo no le dije que acabara dentro. — respondió alzando la voz justo como él lo
hacía. — ¿No es acaso el maldito adulto aquí?

Se agachó y buscó entre las sábanas su ropa. Sus bragas seguían húmedas pero no importó. Se colocó sus pantaloncillos negros y se calzó ante la mirada del hombre.

Daniel no dejó de observarla mientras buscaba su maldito sostén.

—¿Qué tienes en el pecho?

—Un par de tetas... ¿Dónde demonios dejé ese sostén?

—No, no, me refiero a esas marcas. —Daniel hizo que se enderezara tomándola fuerte de ambos brazos. —No recuerdo haberte dejado esos chupones.

—¿De qué está hablando? Son moretones, practiqué con River su patada.

Trató de seguir buscando su ropa, pero el mayor parecía no tener intención de dejarla ir así como así, por más que su esposa estuviese a minutos de camino.

—Heaven, se perfectamente como se ven los chupones. —una fibra sensible dentro de él comenzó a explotar, ardiendo su estómago. — ¿Estás saliendo con River?

—Señor Larusso…
—¿Ahora soy el Señor Larusso? Hace unos minutos era tu maldito papi. —la acorraló
contra la pared. Heaven sonrió nerviosa por la mirada que le dedicó. —Así que dile a tu papi, nena. ¿Quién mierda te hizo esos chupones? ¿No quedamos en que eras sólo mía?

—Lo repito, no son chupones. Estuve entrenando con River…

—¿Por qué no te creo?

Ahora sí estaba molestándose.

—No me importa si me cree o no, ¿No me estaba echando recién? Bueno, pues yo también quiero irme.

—No cambies de tema.

—No lo hago, usted tiene esposa y su perfecta vida se caerá a pedazos en cuanto sepa que me folla. Porque eso es sencillo, ¿Verdad?

Le preguntó dando por finalizada su búsqueda, dándose por vencida. Se colocó la camiseta que Johnny Lawrence le había obsequiado la noche anterior y se sujetó el cabello con una liga que siempre llevaba en la muñeca.

—Es fácil llamarme a cualquier momento,
follarme y luego despacharme, ¿A qué sí?

—No tienes idea de lo que dices.

—Creo que sí la tengo.

—¡Heaven!

Su grito fue en vano, la chica ya había comenzado a bajar las escaleras. Daniel trató de seguirla, pero ella fue más rápida y azotó la puerta de entrada antes de que él pudiera detenerla.

Menudo idiota, eso era Daniel LaRusso, y eso era Heaven Walker por ser tan sumisa.

Su teléfono sonó en su bolsillo cuando llegó a la parada de autobuses. Lo vería después, ahora solo quería llegar de nuevo a su casa y quizá gritar contra sus almohadas.

Porque siempre era la segunda opción para Daniel.








okii gracias a astxriapevensie es q tuvieron este capítulo con dramita jjjjj así que denle gracias :)

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