08 ─── heart of glass

CAP. OCHO [ 2 ]

corazón de hielo

Luego de no pensarlo mucho y de chequear nuevamente que su padre continuara inconsciente, a este paso ya no sabía cómo lograba mantenerse de pie durante el trabajo, Heaven se colocó una chaqueta y tomó las llaves asegurándose de cerrar todas las puertas y ventanas, antes de salir rumbo a la dirección del sensei Lawrence.

Espera no encontrarse con Miguel. No sabía si podía volver a mirarlo luego de todo lo que había pasado entre él y Sam, y su deserción de Cobra Kai.

 ¿Acaso los problemas la rodeaban últimamente? Mudarse quizá había sido una mala decisión, o la mejor de todas; no podía negar que había algunos problemas que la hacían sentir más viva que nunca, querida y fuerte.

 Tardó al menos unos diez minutos el viaje. El ruido de los coches fue su única distracción, no fue hasta que salió de la casa, que se dio cuenta que se olvidó el móvil. Bueno, tampoco es como si fuera a morir por no tenerlo en la mano cada minuto de su vida, además el ruido de fondo de la ciudad la tranquilizó un poco, casi reconfortante. Mentiría si dijera que no había estado pensando en lo que decir en cuanto llegara, que trataría de no verse como una estúpida, esperando que sus palabras salieran sinceras.

 También esperaba que Johnny no fuera tan rudo con ella. Es decir, él le había llamado hacía algunos días para que participara con Cobra Kai en el Torneo, y no era como si Miguel o Eli no fueran tan buenos o mejores que ella, no estaba perdido, él tenía ya campeones.

 Las mejillas se le helaron por el viento, pero finalmente llegó a la casa de su ex sensei. Entró en el edificio y dejó su bicicleta junto al estacionamiento donde el coche de Johnny incluso en la oscuridad, imponía. Era un coche de macho, como diría.

 Muchas veces pensó que el hombre realmente se había quedado estancado en los ochentas por la forma que tenía de ver la vida y su total incomprensión respecto a los modismos y la tecnología.

 Con una sonrisa en el rostro, pasó frente al coche y cuando dobló para ir directo a su departamento, vio la puerta de Miguel abrirse. Instintivamente se ocultó, no estaba lista para enfrentar al muchacho. Vaya sorpresa se llevó cuando en lugar de ver al chico, se topó con la imagen de su madre, Carmen si no se equivocaba, y a su ex sensei.

 Se adelantó sutilmente por el borde de la pared y los observó de lejos. Incluso con la oscuridad, pudo ver que ambos sonreían. Su tenso sensei, el hombre que daba vergüenza ajena por sus constantes consejos erróneos sobre chicas y la forma en que debían ser sus alumnos, estaba allí, pareciendo natural mientras se despedía de la mujer.

 ¿Qué hacía en su casa? ¿Estaba acaso allí para hablar sobre Miguel?

 Algo dentro de sí se removió. Heaven realmente esperaba que se tratara de Miguel, porque sino, la única explicación lógica que hallaba, era que tanto Carmen como Johnny, se estaban acercando. ¿Para qué negar lo evidente? De ser el caso, aquello no le gustaba en absoluto.

 Fue como si de repente, a Heaven le hubiese caído un balde de agua fría. Johnny Lawrence la había ayudado, la había salvado y dado el coraje para enfrentar a cerdos asquerosos. Había puesto su dedicación en mejorar sus patadas y sus puños, en mantener los pies firmes por más que los contrincantes fueran más fuertes. Incluso ahora, que aprendía el estilo Miyagi, mantenía la base de atacar primero de Cobra Kai. Podría decir que le gustaba más la forma mucho más armoniosa y sensata del Karate que Daniel Larusso podría enseñarle, pero él no había estado allí los primeros momentos que Heaven se sentía caer. Habían sido los brazos de Johnny quienes la sostuvieron, y había sido desagradecida.

 Solo ahora, con la cara roja y el sabor amargo en su estómago, se estaba dando cuenta de algo. No sólo había sido una desagradecida, era una desagradecida posesiva.

 En cuanto Carmen cerró su puerta, luego de cerciorarse que Johnny se metiera en la suya, Heaven se apresuró al departamento de este. Se soltó el cabello ahora castaño y se mordió un poco los labios para enrojecerlos, antes de tocar la puerta.

 Abrió de inmediato, como si estuviera esperando por ello. El estómago de Heaven vibró más fuerte. Estaba siendo una total cría. ¿Por qué las relaciones no podían ser más sencillas?

 — Señor Lawrence. —  saludó. Casi por costumbre, dado que se desvivía llamando a Daniel de esa manera.

 Estaba claro que el rubio no la esperaba ni en un millón de años.

 —  Heaven… —  saludó mirando a los lados del edificio, como si esperara que alguien estuviera allí para llevársela. — Hola.

 — Yo, eh, yo venía a…

 El que su ex Sensei no la mirase a los ojos la estaba poniendo nerviosa. ¿No podía actuar como una persona normal? Había sido una total perra con él, pero vamos, era una niña. Hasta ella misma se atormentaba por la inmadurez que tenía, porque era una idiota la mayor parte del tiempo.

 — ¿A qué has venido?

 —  Creo que fui una mal agradecida. —  comenzó. Avanzó un paso, sabiendo que de esa manera le sería difícil estrellarle la puerta en la cara. — Más bien, no lo creo, estoy segura que lo soy.

 — ¿Por qué lo dices?

 — Porque cuando no tuve a nadie, usted estaba allí. Usted me ayudó a ganar confianza conmigo misma, y yo… Yo solo le di la espalda. — se rascó el cuello avergonzada. Johnny no respondió nada, pero al menos ahora la estaba mirando. — Lo que quiero decir, es que, quería pedirle disculpas, no merecía ser tratado así. No quiero que me odie, realmente usted siempre fue especial y no me gustaría que se quedara con un mal recuerdo mío.

 Johnny suspiró.

 — Está bien, Walker, estás perdonada, no te odio. ¿Eso es todo?

 Sintió su corazón romperse ante aquella respuesta. Había frialdad, como si nunca hubiese importado, como si no se hubieran reído de idioteces, como si no hubieran compartido gustos musicales o comido hamburguesas contándole sus más profundos secretos. Y antes de que Johnny pudiese cerrar la puerta, Heaven lo supo, porque ella también sabía lo que era sentirse desplazada. Esa tarde le había quedado bien claro no ser la prioridad de alguien.

 Así que luego de debatirse por unos segundos, supo que debía aprender a enmendar sus errores, con la cabeza fría por más caliente que tuviera el cuerpo.

 — No. — respondió casi en un hilo de voz. — Nunca será todo contigo, Johnny, porque jamás podré sacarte de mi cabeza y no podré soportar saber que no estás siendo sincero conmigo.

 — Heaven. — murmuró. Apretó los nudillos contra el marco de la puerta, y su rostro se volvió mucho más cansado que antes. — No te odio, no podría, pero sé que alejarte fue de las mejores cosas que pudiste hacer.

 — ¿Por qué? ¿Acaso me querías lejos? — inquirió dando otro paso dentro. Podía decirse que estaba dentro de la casa, bloqueando la puerta, a poca distancia del rubio. — No parecía cuando me llamaste pidiendo que volviera. No me necesitabas, nunca lo hiciste, porque tienes a Miguel y a Eli que me superan en todo sentido cuando se trata de Karate.

— Heaven, por favor, no me hagas esto.

 — ¿Hacerte qué?

 — Tentarme.

 El primer pensamiento que cruzó por su mente, fue besarlo, pero estaba teniendo una conversación y quería terminarla antes de hacer cualquier cosa que ambos quisieran. El Señor Larusso siempre repetía que debían hablar, y al final nunca lo hacían, y es que en realidad no hacía falta. Ella jamás sería una prioridad, y no importaba que tan segura se sintiera en sus brazos, ella tenía el derecho de ser alguna vez, tan solo una, lo más importante para una persona.

 Los ojos azules de Johnny eran sencillamente hermosos. Tenían una gran pigmentación, lo que los hacía más profundos y atrayentes; era casi una lástima que siempre se vieran avasallados bajo emociones tan negativas como la ira y el dolor.

 ¿Por qué la vida no podía sonreírle siquiera una vez?

 — Johnny…

 — Estoy mal, Heaven. — le dijo en voz baja. — Soy un perdedor que trata que una joven como tú le preste atención.

 — No eres un perdedor. Y aunque lo fueras, debes de saber que tienes mi total atención. Siempre la tuviste.

 Sintió sus mejillas entrar en calor. No podía no sentirse intimidada ante aquella mirada.

 Johnny llevó indeciso una mano hasta su mejilla, acariciando su pómulo con su pulgar. Sus manos no eran ásperas ni estaban frías, eran suaves al tacto y cálidas, quizá el único defecto que cualquiera podría encontrar eran las pequeñas zonas demasiado endurecidas, callosidades nacidas del trabajo manual durante años. Sin decir palabra alguna hizo que le acariciara la mejilla completamente, acunando su rostro, sin dejar de observarse. Pronto tuvo la otra mano sobre su hombro, subiendo lentamente hacia su cuello y acariciando también su nuca, donde sus vellos se erizaban debido a la calidez.

 Estuvieron así un rato, Heaven no sabría decir cuánto, parecía perdida en su mirada, pero cuando un gato pasó corriendo por el patio, ambos se sobresaltaron desconectándose.

 — ¿Quieres entrar?

 — Sería un placer.

La puerta se cerró tras ella y el aire fresco de las noche de verano, dejó de colarse. Ahora estaba dentro de la casa de Johnny Lawrence, y contra todo pronóstico, no se sentía asustada o nerviosa, sus miedos se habían ido, quizá no para siempre, pero en aquel momento estaban ocultos en algún lugar, dejándola disfrutar completamente aquella sensación de placentera y tibia comodidad.

 Heaven se sacó la chaqueta y la dejó sobre el sofá individual. Aún llevaba la ropa con la que había ido al club con los Larusso. Quizá hubiese sido mejor idea cambiarse porque olía a sal y al aromatizante artificial que echaban por todos esos lugares, incluido en el coche amarillo en el cual su-el señor Larusso los había llevado.

 Una vez que estuvieron sentados en el sofá doble, su mente comenzó a pensar las cosas que debería decir. Heaven había caído en cuenta hacía algunas noches que cuando estaba con Daniel, siempre pensaba en Johnny. Era involuntario, no podía evitar hacer las comparaciones, y si era sincera, las fotos que se tomaba desnuda tratando de conocerse más, eran resultados de algunas masturbaciones basadas totalmente en las fantasía que su mente creaba. Como si la parte primitiva de ella, fuera la que anhelara el tacto de aquel hombre, solo que esta vez de la manera que ella quisiera, de una manera que la hiciera sentir completamente conforme.

 — ¿Quieres beber algo?

 Negó con la cabeza, en realidad, lo único que quería era sentir nuevamente sus cálidas manos en su rostro. Esperaba que no fuera mucho pedir.

 — Mhm… ¿Quieres oír Mötley Crüe?

 — Me gusta mucho Mötley Crüe, pero en realidad me gusta este silencio. Es cómodo.

 Johnny asintió volviendo a acostarse contra el respaldo acolchonado. Heaven solo sonrió mientras lo imitaba, ambos mirando a la completa nada, con sus hombros tocándose con tela de por medio.

  — Te teñiste el cabello.

  — Sí, hace unos días.  — contestó. Movió su cabeza hacia atrás y le miró. A veces olvidaba que era mucho más alto que ella. — ¿Qué tal me queda?

  — Siempre me gustaron las rubias, pero definitivamente ese es tu color. Te da un aire a Debbie Harry.

 Sus mejillas se mancharon de rojo una vez más.

  — Tu tienes vibras de Rod Stewart, aunque podría soltarte un poco más y aprender a mover las caderas, como un sex symbol.

  — Sé mover las caderas.  — le respondió volteando a mirarla y cruzándose de brazos, como si lo ofendiera.  — Para tu información era más atractivo que Rod Stewart cuando tenía tu edad.

  — Pues yo opino que usted es más atractivo que Rod Stewart incluso cuando este era joven.

  — ¿Estás coqueteando conmigo?

  — No, lo sé. Sólo si funciona.

  — Lo hace.

Volvió a depositar su mano en su rostro y corrió algunos mechones. Heaven realmente quería lanzarse hacia él y abrazarlo, el aura se sentía tan cómoda, y había olvidado cuánto tenían en común. Johnny Lawrece era alguien con quien podrías pasar el rato, y obtendrías siempre toda su atención. Era considerado en darle su atención a pesar de rozar las diez de la noche.

  — Heaven, si te beso, por favor, prométeme que no volverás a alejarte.  — Heaven sintió como si Heart of Glass sonara en el aire, y tenía miedo de seguir un futuro así. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Sentía acaso amor por alguien, en ese momento de su vida, o todo se limitaba a un simple capricho inconsciente de sus problemas no resueltos?  — No me importa que no entrenes en Cobra Kai, no importa que haya problemas de por medio entre ambos dojos. Solo quiero tener la certeza de que puedo marcar tu número y tú me contestarás, sin dejar que la situación se entrometa.  — volvió a acariciarle el pómulo. — Me agrada mucho estar a tu lado.

 Su corazón comenzó a bombear descontrolado. Realmente quería hacerlo, decirle que sí, que jamás le dejaría, pero el miedo volvía a inundarla. ¿Qué pasaría entonces si alguna vez se enteraba que lo que mantenía en Miyagi Do, no era sólo el Karate? Respiró cerrando los ojos, con varias cosas viajando en su mente.

 Johnny no le estaba pidiendo nada serio, eso lo entendía, y ella tampoco estaba segura de querer algo así. Esa sensación de agradable sinceridad le estaba gustando. Le enternecía poder compartir un momento tan sencillo, sin miedo a que alguien entrara por la puerta en cualquier momento, o que alguien fuera a juzgarla por algo más que solo estar relacionada con un adulto. Las consecuencias eran pocas, mínimas; las ventajas, la hacían sentir tan bien, como si fuera una especie de droga hecha exclusivamente para sacarla de la monotonía cruel.

¿Qué estaba dispuesta a arriesgar para darle su palabra a Johnny Lawrence? ¿Es que acaso estaba en posición de arriesgar algo que no le pertenecía?

 Volvió a mirarlo y con una sonrisa se subió a su regazo. Unió sus frentes con delicadeza. Ambos se acariciaron el rostro mutuamente y luego de un suspiro y una mirada compartida cargada de intenciones, Heaven supo exactamente qué hacer.

 Beso a Johnny. Lo besó como si el mundo fuera a acabarse en cualquier momento y solo tenían unos pocos segundos para compartir aquello que sentían. Lo besó como siempre esperó que un muchacho de su edad lo hiciera, con pasión y cariño, con una pizca de miedo, y con el estómago rebosante de mariposas. Si nadie le daba aquello que quería, Heaven se aseguraría de que ninguna de las personas con las que compartía una relación indefinida, pero sexual, se sintiera como ella, que por el contrario, lograrán descubrir el calor humano del querer.

 No era la única que parecía necesitar de ese amor, y quizá, la mejor persona con quien comenzar a derrochar ese cariño, era justamente con un hombre de ojos tristes como John Lawrence.

 — Esta vez usemos un profiláctico.

  Johnny se rió por aquello y la abrazó antes de volver a besarla. La cargó en brazos con dirección a su dormitorio, y antes de entrar, la colocó contra el marco y la volvió a mirar con esa profundidad que sólo él podía otorgar.

 — Me hice la vasectomía, y estoy limpio, completamente limpio.

 Heaven sonrió, casi aliviada por sus palabras. Su regla había venido tres veces desde entonces, pero saber que no tenía historial alguno de ETS, la dejaba tranquila.

  — El único sexo irresponsable que he tenido ha sido contigo, Johnny,  — contestó mordiéndose el labio.  — Así que podríamos sacar de la lista cualquier miedo por infección o enfermedad.

  — Entonces, no veo el porque seguimos hablando.

 A decir verdad, cuando Johnny la dejó en la cama, Heaven no pudo evitar reírse. Johnny se rió también quitándose la camiseta con una mano. Comenzó a dejar pequeños besos por todo su rostro, mientras la chica Walker se daba cuenta que era la primera vez que tendría sexo con alguien una cama. ¡Por Dios! Su espalda estaba tan agradecida.

 Chocó sus labios con los de Johnny y abrazó sus piernas a su torso. Le encantaba a lo que sabía el sexo, le encantaba la sensación en su viente, y sin duda alguna le encantaba estallar en el climax. Esperaba que esa noche no fuera la excepción.

El mayor deslizó su manos por sus brazos hasta caer en sus hombros y bajar al torso. Su toque dejaba la sensación de estar frente a un cerillo. Sus dedos marcaban con calor su cuerpo por encima de la blusa, y solo pudo atinar a suspirar cuando sus manos se colaron por su camiseta hasta su sostén.

 Johnny la miró mientras se la quitaba, tratando de asegurarse de que estuviera haciendo lo correcto al tocarla. Realmente no quería que se sintiera incómoda, y si el sexo resultaba siendo malo, tenía miedo que Heaven volviera a irse. Estaba completamente jodido, lo sabía, y no había cura alguna.

 Los besos de Heaven eran una pequeña adicción para él en aquel momento. Como si hubiese decidido probar mariguana luego de diez años, y quedara completamente enganchado de nuevo, adicto a fumarla y a elevarse. Dejó sus pensamientos de lado. No le importó un carajo que Heaven fuera amigo de su hijo, no le importó una mierda nada cuando le quitó los pantaloncillos. Tampoco pidió permiso ni disculpas para morder su cuello. Supo que lo que hacía estaba bien, porque los pequeños quejidos y jadeos de la chica se lo hacían saber, junto con sus recientes largas uñas que se mantenían largas debido a que su ansiedad se estaba disipando con el entrenamiento de Karate.

La emoción creció en Heaven cuando Johnny le susurró al oído, de forma húmeda, que le gustaría que le mordiera. Ante ese comentario, Heaven no pudo evitar alejarse un poco y mirarlo entre confundida y deseosa.

 — ¿Puedo arañarte también? — le preguntó mordiéndose el labio inferior.

 — Puedes marcarme de las formas que quieras, Heaven. — agarró el lóbulo de su oreja con los dientes y tiró de él de forma sensual. — Donde quieras.

 No tenían que repetirselo dos veces para caber en su gozo.

 Johnny se levantó de la cama y se quitó los pantalones vaqueros y sus zapatos, con suma lentitud, en un intento de hacerla sufrir un poco. Llevaba debajo unos calzoncillos azules, un color que le sentaba de maravilla. Heaven se arrodilló en la cama y se acercó al borde para mirarlo más de cerca. Si de pie le llevaba alrededor de dos cabezas, arrodillada, Johnny era un gigante.

 Acarició sus abdominales y sin pensarlo mucho se abalanzó para morder la grasa que se acumulaba en sus caderas. Las mordeduras se transformaron en besos y pronto estaba haciendo un camino sinuoso por todo el cuerpo del mayor, pasando la lengua por sus tetillas y acabando parada en la cama, mordiendo su clavícula, finalmente estando a la misma altura.

  — Creo que nos sobra ropa interior.  —  dijo muy segura de sus palabras, abrazándolo por sus hombros.   —  ¿Por qué no me la quitas?

  — Es usted una desvergonzada, Señorita Walker.

  —  Entonces, quizá deba castigarme por mi uso impertinente de palabras.

Johnny la volvió a besar y volvieron a estar acostados contra la suavidad de la cama y las almohadas esponjosas.

  — En otra ocasión, será, señorita Walker, pero debo admitir que me agrada como piensa.

  Heaven estaba mojada para cuando se quitó la ropa interior. Era algo natural. Los labios de Johnny chupaba sus pezones y sus dedos se paseaban por sus labios mayores. Realmente estaba disfrutando aquello, y más aún, el poder hincar con fuerza sus uñas en su espalda.

 El falo caliente de Johnny, expuesto para ella, la penetró con la clásica lentitud inicial antes de arremeter con fiereza, arrancando unos gritos de sus labios.

 ¿Por qué sentía que el sexo era mejor cuando podía gritar y arañar a la persona con la que estaba? Se sentía mareada y completamente llena, pero aún así, le pidió a Johnny que le acariciara el clítoris mientras la follaba.

 Sus labios en ningún momento abandonaron su piel, siempre estuvieron conectados, gimiendo de placer y sudando contra las sábanas. La cama chirriaba de la fuerza de sus embestidas y Heaven lloraba de placer por el trabajo manual que hacía aquel hombre con ella, acariciando su clítoris y estimulando sus demás zonas erógenas con su lengua, pasando de sus pechos, de sus pezones, a su cuello y oreja.

 Le decía cuan sexy era, y como le encantaba follársela, cosa que prendía de sobremanera a Heaven, quien no podía estar más de acuerdo, mordiendo sus brazos y dejando marcas altamente visibles para el Gi sin mangas que el mayor usaba en sus clases. ¿La mejor parte? Que a nadie le importaría de donde eran esas marcas, ni quien las había dejado.

 Johnny era suyo, y este dejó muy en claro que también la quería para él, marcando con chupetones todo su pecho y cuello. ¡Santa Mierda! Si él seguía haciendo eso, ella dejaría marcas permanentes en su espalda con sus arañazos.

 Empujó más rápido cuando sintió la impaciencia de Heaven, temblando de pies a cabeza, revolcándose contra el calor su cuerpo fibroso . Sus ojos llorosos eran arte, y Johnny tomó una de sus lágrimas que cayeron por su mejillas. ¡Y por el Diablo, podría jurar que sabía a sexo!

 Sus paredes estrechas se amoldaron bien alrededor del pene de Johnny, y sintió que este se volvía más caliente. Fue cuando apresuró la velocidad en su clítoris, que Heaven gritó lo más erótico que podrían sus oídos escuchar:

  —  ¡Oh, Johnny!

 A aquella declaración le siguieron dos pares de garras dejando un camino de sangre en su ancha espalda. El ardor de aquella herida, lo hizo venirse también, derramando todo su sexo dentro de Heaven colapsando sobre su cuerpo fino y tan armonioso que lo volvía loco.

 Estaba perdido.

Ambos descansaron algunos minutos sobre la cama, totalmente pegajosos por el sudor y el semen, totalmente satisfechos de su querida aventura.

 Heaven entonces se levantó de la cama y fue hacia el baño. Se sentó en el váter y se aseguró de orinar lo suficiente para no agarrar una infección y empujó con los músculos de su vagina, para sacar aquel semen dentro de ella. Se había sentido bien, muy bien. La había llenado por completo, y aquella era una sensación nueva, que estaba decidida a continuar probando.

 Se metió en la ducha y se limpió completamente. Su mente aún seguía teniendo reminiscencias del encuentro sexual entre ambos. El cuerpo seguía sensible y el agua le dió algunos momento de extensión de placer. Su mente aún derrochaba hormonas al momento de cerrar la canilla del agua.

 Cuando salió del baño completamente desnuda, Johnny le sonrió desde su cama, y se levantó para entregarle una toalla. El hombre siguió su ejemplo y para cuando Heaven estaba completamente cambiada, este volvió de la ducha, con las gotas cayéndole del cabello de forma erótica por sus abdominales de acero.

 La chica incluso había ido a buscar su chaqueta. Era tarde, esperaba no tener inconvenientes al volver a su casa, pero lo dudaba, era verano, las personas andaban hasta muy tarde por la calle, y recién era medianoche, las fiestas siquiera empezaban.

  — ¿A dónde vas?

  — A casa.

  — ¿Por qué?

 Heaven detuvo lo que estaba haciendo (secarse el cabello con la toalla) y se paró en medio de la habitación a mirarlo. ¿Qué quería decir?

  — Porque… no lo sé. Es lo normal, ¿no?

 Johnny se acercó con la toalla a la cadera con una sonrisa algo burlona y la abrazó.

  — Como se nota que no has tenido mucho sexo. ¿Qué clase de monstruo crees que soy, Heaven?  —  le dio otro beso, aprovechando la cercanía para bajarle por los hombros la chaqueta a la chica. Lanzó la pesada prenda a un rincón de la habitación y le quitó la camiseta con olor a limpiador de auto.  — Uno, no dejaría que te fueras tan tarde en la noche. Dos, realmente quiero que te quedes, es parte fundamental del sexo abrazarse y volver a follar si se da la ocasión.  — Heaven flaqueó una sonrisa ante lo dicho y sintió sus ojos picar.  —  Y tres, tengo genuinas ganas de dormir a tu lado, más si vistes una de mis camisetas y nada más que tu ropa interior.

  — ¿Y tú que te pondrás?

  —  Dormiré en ropa interior, por supuesto. Vamos, no me hagas tener que rogarte para volver a la cama, perdería toda mi credibilidad.

 Cuando Heaven y Johnny estuvieron listos con esa escasa ropa para dormir, abrazados bajo las sábanas y compartiendo ocasionales besos, el mundo pareció cambiar por completo.

 Amó cada momento de la experiencia y cuando finalmente Johnny se acomodó listo para dormir con Heaven en su pecho, la chica concilió el sueño como hacía años no podía. Se sintió tan jodidamente bien, por todos los cielos.

No se sintió como si fuera lo correcto, se sintió como si fuera lo mejor para ella.














okii quiero q le den gracias de nuevo a la poderosisima astxriapevensie pq sin ella no tienen estos capítulos tan buenos 🤠🤙🏼

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