Capítulo 3. Probar el "postre"
¿Eran cosas suyas o el ascensor cada vez se hacía más pequeña? No estaba muy segura. Lo pensaba porque sentía la respiración de Lucci muy cerca de su cuello. Después de la cita con el médico, la tensión entre ellos se notaba descaradamente. Era como si sintiera que en cualquier momento iba a ser devorada por ese hombre. En cambio, Lucci tenía ganas de entrar en el apartamento, almorzar y poder jugar con ella. Era un felino con muchas ganas de probar su nuevo juguete. Las puertas del ascensor se abrieron, dejando paso el gran pasillo. ___ tenía la oportunidad de huir, pero no podía. Caminó con él hacia el fondo del corredor, mientras el moreno buscaba sus llaves.
No había vuelta. Ella había firmado un contrato en donde convivirá con él, a cambio de darle ciertos placeres que cualquier ser humano desea tener. Adentrándose en el apartamento, Lucci dejó las bolsas en el gran sofá para luego dirigirse a la cocina para preparar el almuerzo. Y ella se sentó ahí mismo porque no sabía qué hacer. Le daba curiosidad en averiguar qué era lo que iba a preparar. De reojo miró las bolsas y sus mejillas se incendiaron al ver la marca de la ropa interior. Pensar que ese hombre la vería con eso puesto le daba mucha vergüenza y pavor. Y encima con las pastillas anticonceptivas que tenía que leer el prospecto.
Tomarlo a la misma hora y todos los días. Las pastillas blancas son los días que tendrá la menstruación. No parecía complicado. Lo único que debía tener memoria a la hora de tomársela. Un olor peculiar inundó sus fosas nasales que no evitó aproximarse lentamente a la cocina, cerca de la barra para observar con entretenimiento. Estaba preparando algo rápido. Unos trozos de bistec con verduras fritas de acompañamiento. Tenía buena pinta, hacía tiempo que no probaba carne. En pocos segundos el almuerzo estará listo. Lucci le pidió que colocase la mesa. Le explicó dónde estaba el mantel, los platos y los cubiertos.
Ella fue directamente a los cajones para coger lo necesario. Aunque estuvieran entretenidos con sus quehaceres, aún el ambiente se conservaba tenso. ___ deseaba que esto acabara pronto. Minutos después, Lucci caminó en dirección a la mesa para repartir la comida. El olor era extravagante y deliciosa. Tenis ganas de darle un bocado. Ambos se sentaron al mismo tiempo. En un silencio incómodo, pero eso no iba a interrumpir en disfrutar de la comida. Estaba sumamente delicioso. La combinación de las especias con la carne roja era increíble. Felicidad se notaba en su rostro.
Durante la comida, Lucci se quedaba mirando a la joven quien mantenía una sonrisa de oreja. Sus pensamientos oscuros aparecían, preguntándose como fue la vida de ___. Si tuviera a sus padres delante, no dudaría en llevarlos a un juicio. Su propio juicio y de nadie más. Sus dedos toqueteaban los cubiertos tentándose a la imaginación. Y más aun teniendo a la joven delante suya. Con disimulo, se lamió los labios, ansioso de probarla.
—¡Estaba muy buena! —gritó ___, ya terminando de comer. Si que tenía apetito.
—Ahora tocaría el postre.
—¿Está en la nevera?
Lucci no pudo evitar una sonrisa socarrona al escuchar aquella pregunta tan inocente. ___ no entendía a que venía eso.
—Eres una adulta y aún conservas esa mente tan dulce e inocente.
—No entiendo.
—Cuando quiero decir “postre”, me refiero a probarte.
Casi ___ se atragantaba con la bebida cuando el hombre mencionó eso. Era tan directo en todos los sentidos. No se cortaba ni un pelo. La timidez volvió en ella encogiéndose de su sitio. Lucci se levantó para caminar en dirección a las bolsas que estaban en el sofá. Oh, no. ___ tenía un mal presentimiento con todo esto porque el moreno tomó la bolsa de la tienda de ropa íntima, e iba buscando uno acorde para iniciar dicho contrato. «Lo sabía», pensó al ver en las manos del hombre la lencería de baby doll.
—Quiero que te lo pongas —ordenó. Sus pasos eran seguros e intimidantes. Estaba cazando a una presa indefensa—. Ve a tu cuarto para que te sientas cómoda. Yo te estaré esperando aquí, pero no te demores mucho. No me gusta esperar mucho por mi Kitten —susurró, con un toque varonil que puso a ___ los pelos de punta.
Ella no tardó en levantarse y tomar la prenda en sus manos, casi rozando sus dedos con los suyos. A la hora de caminar en dirección a su habitación, sus piernas la fallaban porque pensaba que en cualquier momento iban a flaquear. ¿Su Kitten? ¿Ya había entrado en ese juego así sin más? Podía percibir la mirada ladina y felina de Lucci en su espalda, como si deseara que apresurara los pasos para iniciar ese deseo. Ya en el cuarto tomó una bocanada de aire para respirar. El aura que emanaba ese hombre era profundamente peligrosa. Y pensar que hizo un trato con el mismísimo demonio.
Dejó la lencería en la cama para comenzar a desvestirse. Sus manos, e incluso su cuerpo, temblaban. Era una gelatina que no paraba de moverse a menos que nadie la tocase. Ojalá huir y que esto no sucediera. Él ya sabía que era pura virgen. Se aprovechará del momento. Solo era una forma de burlarse de ella. Pero, al verlo ilusionado en comprar esas lencerías, su idea cambiaba drásticamente. Recordó que la baby doll no incluía bragas por lo que buscó en sus cajones una de color rojo. «Para de temblar», se decía así misma intentando estar la mar de tranquila. ¿Pero cómo lo iba hacer con él? Ya esa mirada sin emoción alguna la ponía nerviosa.
Tardó un poco en ponerse la lencería. Se miró un momento al espejo no creyendo que le quedase tan bien. Cubría su pequeña barriga y sus muslos se veían más grandes de lo normal. Las estrías, o la celulitis, eran visibles para los ojos de cualquier ser humano. No era agradable. Seguro que cuando las vea, romperá el contrato. Sí, era una forma de romper esta locura, pero temía volver a estar a sola y que nadie la ayudase. ¿Qué podía hacer? Bueno, lo primero era ir al salón, ya luego se verá. Comenzó a mentalizarse una y otra vez que no pasará nada. Solo quería verla, aunque la palabra “postre” la hizo dudar un poco.
Sus dedos aún temblorosos tocaron el pomo de la puerta para abrir lentamente. Ese pequeño ruido que hizo, alarmaría a cualquier ser en este apartamento. En este caso, a Lucci que tendrá los oídos abiertos. Avanzó con miedo al salón intentando cubrir su cuerpo con los brazos a modo de protección. Era una adulta, pero este mundo era nuevo para ella. Ya en el salón se encontró a Lucci sentado en el sofá opuesto tomando una copa de alguna bebida muy cara. Las bolsas desaparecieron porque no estaban ahí. Seguramente que hizo limpieza para recibirla encantada. Sus ojos negros recorrían su cuerpo e hizo un sonido que la puso más nerviosa aún. ¿Un gruñido satisfactorio?
—Acércate —ordenó, a modo de murmuro.
___ estaba en la línea del pasillo de las habitaciones y del salón. Muy lejos para Lucci. Quería tenerla más cerca para verla mejor. Siguió caminando con pasos cortos e inseguros. Solo deseaba que esto acabara pronto. Se colocó justo en medio en el hueco entre los dos sofás, pero protegiéndose de aquella mesa pequeña de adorno. Era su escudo contra ese depredador. Esto a Lucci le estaba dando un poco de gracia, aunque no lo demostrase externamente.
—¿Piensas que la mesa te mantendrá lejos de mí? —preguntó. Dio un pequeño sorbo a la bebida antes de decir—: Traspasa esa barrera, Kitten.
Dudó por un segundo si hacerlo o no. Pero su instinto le decía que debía obedecer para no enfadarlo. Rodeó la mesa con mucha lentitud. Unos pequeños centímetros lo distanciaban a ambos. ___ no se atrevía a mirarlo. Tenía la mirada en otro sitio. Un punto diferente que no sean los ojos negros del moreno.
—Aparta los brazos y mírame —ordenó. De verdad que lo estaba intentando, pero la timidez se lo impedía—. Adoro tu timidez, en serio. Pero puedes ser sumisa al mismo tiempo. Esa combinación es perfecta.
¿Sumisa? Estaba claro que Lucci era un dominante en todos los sentidos del mundo. Dio una gran bocanada de aire para soltarlo y le obedeció. Brazos a los lados y rostro fijo en él. El moreno se incorporó de su sitio para admirarla aún más. Ese conjunto le quedaba bien. Demasiado bien. Muchas ideas surgían en su cabeza. Mil maneras de poseerla y que gozara en toda su plenitud.
—Ve girando, pero lentamente.
Esto se estaba convirtiendo en una tortura para ___. Y pensar que solo esto era el principio. Empezó a girarse con lentitud como él ordenó. La mirada fija de Lucci en su cuerpo provocaba más nervios que lo habitual. Su respiración se estaba volviendo arrítmica. En cualquier momento se desmayaría. Al girar 360º volvió a la posición de antes. Se puso tan roja al ver la expresión del moreno. No mostraba emoción, pero sus ojos brillaban con mucho deseo. Y la forma en que mojaba sus labios en la bebida era señal que estaba aguantando las ganas. ¿Tanto le gustaba lo que veía? Abrió un poco las piernas dejando un hueco entre ellas.
—Siéntate aquí. Dándome la espalda. —Le indicó no sin apartar la mirada en ella.
De nuevo, ___ obedeció sin rechistar. Para sentarse bien tuvo que arrodillarse no atreviéndose a tocar las rodillas de aquel hombre. No estaba seguro lo que iba a ocurrir. Lo único que sabía era que el hombre dejó la copa en la mesa. De repente, un escalofrío recorrió por toda su espina dorsal al sentir las manos finas y frías de Lucci en sus cabellos. La estaba peinando con sus dedos, es decir, le iba hacer un peinado. A lo mejor no le gustaba verla con el pelo suelto. O tal vez sea un estorbo para las vistas de ese ser. Era muy cuidadosa en no hacerla daño. No tardó mucho en terminar y aprovechó esa postura para verla desde arriba. Esos pechos estaban siendo estrujados por aquella tela. Se veían más grandes.
Otro respingo surgió cuando sintió los dedos de Lucci acariciar sus brazos. Lento y tortuoso. Tentándose a arañar o marcar esa piel tan exquisita para sus ojos y, por supuesto, para su boca. Los tembleques de ___ no cesaban de ninguna manera. Él lo disfrutaba. Él era un macho cortejando a una hembra a base de caricias y de su propia aura. Una energía que solo una mujer como ___ lo podía notar. Notó la mano de él en su cuello obligándola a echar la cabeza hacia atrás. Esa expresión introvertida le satisfacía demasiado. Sus pómulos rosados le mostraban que se estaba muriendo de la vergüenza.
Sus labios les pedían a gritos ser probados por él. Él tenía un control sobrehumano en sus instintos, pero ella tenía algo que perdiera un poco el autocontrol. ¿Tal vez su mirada tímida? ¿Su respiración arrítmica? Quería descubrir más. Palpándola aún más. Encontrar esos puntos sensibles que sólo él los tocará. ___ se estaba volviendo loca ante las caricias de ese hombre. Nunca se imaginó que a él le encantase torturar a la gente.
—Hay una palabra que decía en el contrato y quisiera escucharlo de tus labios.
Esa palabra tan estúpida para ella, pero esto era un juego de roleplay. Un dominante y una sumisa jugando a una tensión sexual que se notaba a leguas. Si estuviera alguien ahí, podría saber perfectamente lo que estaba pasando entre esos dos individuos. ___ tragó saliva, mientras ladeó los ojos con mucha vergüenza no atreviéndose a mirarlo.
—Daddy —musitó, muy bajito.
—Repítelo de nuevo, pero mirándome a los ojos Kitten —ordenó. No le gustaba que sus presas evitaran la mirada.
—Daddy —repitió, esta vez mirándole.
—Un poco más alto.
—Daddy.
—Debes tener un poco de imaginación. Los jóvenes de hoy en día son imaginativos en cuanto a sexo se trata. ¿En estos dos años nunca te imaginaste como ser follada por un hombre? —preguntó. No como una forma de burla, sino de profundizar más. De saber cómo estaba su estado mental.
—No —tartamudeó.
—Que pura ha salido mi Kitten —bromeó un poco. Un dedo índice colocó en el labio inferior de la chica—. ¿Ni siquiera un beso?
—Solo con uno, pero sé que no le gustaba —admitió—. Era demasiado guapo y era un gilipollas.
—¿Yo no te considero atractivo?
¡Claro que lo era! ¡Por el amor de Dios! Si comparamos con ese muchacho con Lucci, este último ganaba mil veces seguidas. Su misterio, su voz, sus manos, la forma en que la miraba... ¡Joder, debía pensar en positivo porque ese hombre no estaba jugando!
—Respóndeme a la pregunta, Kitten.
—Sí, Daddy.
—Pues pídeme un beso. —Esas palabras hicieron que ella se sobresaltase—. Pídemelo y yo te lo concederé con mucho gusto.
¿Un beso de él? Cualquier mujer lo estaría pidiendo a gritos, pero era él. ¿Era una forma de darle permiso? Lucci era directo, pero un caballero que siempre respetaba las decisiones de los demás. Y más aún cuando se trataba de su sumisa.
—Quiero un beso de Daddy —dijo. Ese tono de voz no le gustó para nada a Lucci. No era deseo, sino obligación.
—Pídelo con deseo —le inquirió—. Yo sé que detrás de esa cabeza estás empezando a imaginarte un montón de cosas por solo tocarte y hablarte. Un hombre capaz de satisfacer a una mujer de verdad en la cama o en cualquier sitio. Estoy muy seguro que te estás imaginando como te beso o te follo en este mismo sofá.
Por una extraña razón, su cuerpo estaba encendiendo por tales palabras. ¿Cómo lo hacía? Un cosquilleo bajaba por su vientre hasta llegar a su zona baja. Su respiración se volvía más irregular. Esa reacción era la que esperaba Lucci que no evitó sonreír un poco. Aún tenía el don para cortejar a una mujer.
—Quiero un beso de Daddy —tartamudeó. Su voz casi le fallaba en esos instantes.
«Ese es el tono», pensó el moreno. Y esta no era la posición correcta para dar su primer beso. Le dijo que se diese la vuelta. Al hacerlo, no le dio tiempo de reaccionar porque Lucci no aguantó más en devorar sus labios. No fue un beso lento. Fue brusco porque ya se rompió esa barrera que tanto les perjudicaba a ambos. La pobre ___ no podía seguirle el ritmo y se estaba mareando un poco. Se separó de ella a falta de oxígeno, pero no suficiente para delinear una y otra vez sus labios con la punta de su lengua. Eso fue demasiado erótico para la joven que se aferró tanto a él. Por un momento pensó que iba a desvanecerse.
Otro beso y esta vez con mayor profundidad. Él exploraba sin descaro la boca virgen de la boca, casi memorizándolo. Y sus manos finas y grandes agarraban los muslos de ___, marcando la fila tela con sus dedos. Esta chica le sacaba de quicio, pero era algo positivo. Gruñó por lo bajo por separarse de ella nuevamente con un hilo de saliva que los unía a ambos. ___ no paraba de jadear y sus ojos destellaban con mucho deseo. «Mierda», estaba claro que su pequeño problema ahora se convirtió en mucho más grande. Dos días. Dos malditos días tenía que esperar para hacerla suya definitivamente.
—Mira lo que has causado en mí, Kitten —dijo. Ella estaba confusa no sabiendo muy bien a lo que se refería. Él tomó su mano para guiarla a su entrepierna. El rostro de ___ fue de asombro absoluto. ¿Estaba empalmado por completo?—. Y tú seguro que estarás igual que yo. Las bragas mojadas con tal de que alguien calme esa necesidad enorme. —Y no mentía en absoluto—. Pero si te llego a tocar ahí abajo, es posible que la situación se descontrole aún más.
—¿Por qué? —preguntó.
—Porque aún no te has tomado las pastillas anticonceptivas y yo odio los condones. Surtirá efecto en dos días —aclaró—. Prefiero sentir tus carnes aprisionar el mío que interfiera un maldito plástico.
—¿No es una manera de prevenir enfermedades? —volvió a cuestionar, mientras Lucci tomaba la copa de nuevo.
—Tú no tienes y yo tampoco —aclaró—. Sin embargo, aunque no podamos tener sexo, hay otra forma de disfrutar.
—¿Cómo?
—¿Nunca has oído hablar de los preliminares? ¿Sexo oral? ¿Juguetes sexuales? —Cada pregunta provocaba que la joven se pusiera más roja y muriéndose de la vergüenza.
—Lo di en la clase de biología, pero... Yo no... —El tartamudeo se estaba notando de una manera exagerada.
—De esa parte no te preocupes. Yo te enseñaré, pero de una manera más práctica. —Dio un último sorbo a la copa para caminar en dirección a la cocina—. Oh, tengo que aclararte una cosa más —continuó hablando, mientras metía el objeto en el lavavajillas—. Soy un hombre que le gusta improvisar.
—¿A qué se refiere?
—Que no solo follo en este apartamento, sino también en otros sitios —comentó. ¡Ahora sí que ___ estaba con el mismísimo demonio!—. Si me entran las ganas de hacerlo en un vestuario, lo hacemos. Lo mismo en el baño de un restaurante, en el parque...
—¿No le da algo de vergüenza? —¡Esa pregunta ya se respondía sola!
—Soy un hombre morboso, Kitten. Me gusta jugar —aclaró. Ya teniéndola cerca suya, tomó su barbilla con la mano para mirarla directamente a los ojos—. Esto es solo el comienzo de una relación sexual activamente.
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