Capítulo 16. El placer no se extinguirá

Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia que será importante de cara a próximos capítulos.

Lucci despertó y se dedicaba en mirar el rostro de la dulce ___. Nunca imaginó tenerla a su lado. La contemplaría para toda la eternidad. Ni un músculo movió porque no deseaba despertarla de su letargo sueño. La soledad que inundaba en su ser, desaparecía por cada sonrisa de la chica. La oscuridad siempre fue su amiga y ahora solo veía luz en sus ojos (c/o). Él se sentía el hombre más afortunado del mundo porque tenía a la mujer más maravillosa que haya visto en su vida. Todos la menospreciaban por su físico. Y él la admiraba en todo su esplendor. Lentamente iba acercando la mano para acariciar con suavidad su rostro.

Sus dedos rozaban con sutileza su mejilla que tenía un color rosado que demostraba lo tierna que era. ___ despertó ante eso y sus pómulos se tornaron a un color más fuerte muriéndose de la vergüenza. Nunca imaginó a Lucci acariciarla de esa forma y que le mirase de esa manera. Le era extraño. Pero se dejó llevar que cerró nuevamente los párpados dejando que él hiciera lo que quisiera. Movimiento surgió por parte de él. La respiración de Lucci chocaba en su rostro. Unos brazos rodearon su cuerpo grande y unos labios sintió en los suyos. Las manos de ___ se apoyaron en el pecho de él sintiendo esa calidez tan extraña.

Y no evitó esbozar una pequeña sonrisa porque esto era una bonita manera de despertar a alguien. Esa magia se terminó, pero no se separó de ella. Lucci colocó su cabeza por debajo de la barbilla de la joven, un comportamiento típico de un niño que necesitaba la protección de su madre. ___ aprovechó ese momento para acariciar con dulzura su melena ondulada y suave. Él era un hombre maduro y frío que le importaba poco los sentimientos de las personas, pero en el fondo era como un niño. Se pasarían todo el tiempo así en esa postura y sin decir nada. De repente, escuchó vibrar algo en la mesa que se asustó bastante. Era su móvil y estaba recibiendo una llamada de Sabo. Lo cogió con rapidez.

—¿Sí?

—¿Dónde estás?

—En casa de Lucci —se sinceró.

—Veo que estás bien enamorada de él —dijo.

—Sí. —Esa confesión provocó que se sonrojara demasiado.

Hizo un pequeño suspiro cuando Lucci empezó a besar su espalda y poco a poco se pegaba más a la joven. Quería atención.

—¿Tengo que prepararte las maletas y traerte a Kiara? —preguntó con un tono de broma.

—¡No! —exaltó—. No hace falta. Ya me voy vistiendo e iré a casa —al decir eso, un gruñido escuchó muy cerca de su oído.

—¿Segura? A lo mejor él quiere que estés ahí.

Cuando dijo eso, ella se giró para mirar a Lucci. Esos ojos negros le pedían que se quedara, como antes. Sus narices se rozaron sutilmente y su vello corporal se erizó al sentir las manos del hombre explorar su cuerpo. Ella también quería quedarse, pero pensaba que era muy pronto. No sabía qué hacer. Apretó los labios con mucha inseguridad.

—¿Sabes? A quién voy a engañar. A mí también me gustaría quedarme con él, pero creo que aún es pronto.

—¿Qué dice tu corazón?

—De quedarme con él.

—Pues prepararé las maletas. Te dejo.

—¡Espera! ¡Sabo!

Y colgó. ¿En serio que traerá las cosas? Además, se dio cuenta que Lucci escuchó perfectamente la conversación. Una sonrisa surgió en los labios del hombre que tomó los hombros de ___ y la acostó nuevamente en la cama. Se sentía atrapada ante ese depredador.

—Lo has dudado, pero me alegra que hayas decidido finalmente quedarte conmigo.

—Lucci —susurró su nombre.

—Haces bien porque yo puedo darte todo. Absolutamente todo —iba hablando, mientras se acercaba más a su rostro.

Ella se iba encogiendo poco a poco ante esa cercanía. No podía huir ante su depredador. Lucci la besó con furor casi dejándola sin aliento. Todo su cuerpo se iba colocando encima de ella y juntó sus manos con los suyos. Tenerla cerca era su mayor felicidad. Su droga en particular. Ella despertaba emociones que nunca experimentó en ningún otro ser humano. Sus narices se rozaban con toda la dulzura del mundo. ___ empezó a gemir por lo bajo porque las manos del moreno exploraban su cuerpo buscando esos puntos erógenos que la harían volverse loca. Él ya los conocía a la perfección.

Lucci seguía besándola esta vez de una forma erótica. Su lengua exploraba a cada centímetro su boca y ella solo reaccionaba en apoyar las manos en sus hombros. Realmente está mujer lo calentaba de una manera increíble. ___ se sonrojó demasiado al sentir el miembro de Lucci clavarse en su vientre. Aún no estaba acostumbrada a su virilidad. Él se separó para mirarla a los ojos. Esa mirada brillaba con deseo y se estaba muriendo de la vergüenza.

—Vamos a probar cosas nuevas.

¿Qué dijo? No le dio tiempo a decir algo porque Lucci se levantó para irse de la habitación. ___ estaba dudando mucho a que se refería. El moreno no tardó mucho en volver y venía cargado. Las mejillas de la joven se incendiaron tanto al ver un par de juguetes sexuales y unos botes de geles. Ya se estaba imaginando a lo que se refería Lucci. Tragó saliva porque no sabía cómo funcionaban esas cosas. El moreno iba colocando las cosas en la cama y tomó uno de los botes color rosado para abrirlo y empezar a expandirlo por el cuerpo de ___.

—Es lubricante —dijo—. Es una forma de "calentar" la situación.

Sus manos se colocaron en su cuerpo para hacer un pequeño masaje. ___ ya estaba sintiendo los efectos del lubricante, incluso su piel estaba demasiada sensible. Jadeó bajito cuando Lucci tocó sus pezones para torturarlos cómo era debido. Duros como diamantes, como a él le gustaban. Podía escuchar los gemidos de ___ muy complacida por lo que estaba haciendo. Y el juego no acababa ahí. Tomó el lubricante para añadir un poco en sus dedos y luego aproximarlos a su feminidad. Ahí la cosa se calentaba aún más. La respiración de la joven se estaba volviendo un poco tosca y sus mejillas aún conservaban ese tono natural.

Ella desviaba la mirada un tanto avergonzada, pero él la agarró del mentón para que sus ojos se clavasen en él y siguiera gimiendo para él. Su clítoris estaba un poco hinchado por la estimulación que estaba dando hasta sentía cosquillas ahí abajo. Los dedos de sus pies se curvaron porque estaba en el paraíso. Él se mantenía tranquilo en su sitio viendo cómo se retorcía de placer. Le encantaba ver esas expresiones que lo volvían loco. Sus falanges de resbalaron en su interior provocando que un sonido agudo saliera de sus cuerdas vocales. El líquido del lubricante estaba haciendo efecto. Esto era una de las cosas que nunca creyó experimentar.

Lucci los movía lentamente para que ella sea la persona que le pudiese más. Era una forma de torturarla. Al moreno le encantaba este tipo de juegos y aprovecharía esos momentos para que ella siguiera descubriendo este mundo. El placer no era nada malo si la persona lo consintió. Escuchaba como ___ murmuraba frases que no tenían sentido alguno, pero se imaginaba que le estaba pidiendo más. ¿Cómo iba a negárselo? Retiró los dedos y ella emitió un bufido de angustia. Lo miró para pedirle que siguiera, pero se sonrojó tanto al ver lo que tenía en sus manos. Un juguete sexual. Y no era uno cualquiera, sino que este tenía un botón para encenderse y comenzar a vibrar.

Lo colocó por encima de su clítoris y ___ emitió un gemido agudo y casi de sorpresa. Lucci esbozó una pequeña sonrisa al ver su reacción. Las vibraciones del juguete estimulaban esa zona erógena. Mientras estaba con eso, él se dedicaba a morder y lamer las zonas donde había estrías o celulitis que decoraban su cuerpo. Realmente lo disfrutaba. Colocó un poco la punta del juguete y lo iba introduciendo lentamente para que simulara pequeñas embestidas. No era lo mismo, pero su labor era casi igual que con dedos o con uno real. ___ se mordió el labio inferior para acallar sus gemidos, pero era imposible. El placer era demasiado grande como para ignorarlo.

Lucci dejó el aparato para que hiciera su labor y se centró en sus pechos que aclamaban atención urgentemente. Se dedicó a lamer y morder el pezón izquierdo, mientras pellizcaba el otro con sus falanges.

Daddy.

Él dio un gruñido de pura satisfacción al escuchar esa palabra de la boca de ___ que lo excitaba demasiado. No dudaría en hacer cualquier cosa para oírla de nuevo. El cuerpo de la joven estaba tiritando por el placer que estaba recibiendo. Si sigue así, era posible que llegara al orgasmo.

Daddy... es usted... malo.

—¿Yo? ¿Por qué? —preguntó con un tono juguetón.

—Porque yo quiero tu... ¡Ah! —gimió con fuerza.

—¿Mi qué?

—No quiero... decirlo. Me da... vergüenza.

—Tendrás que decirlo, Kitten —le susurró—. Nunca sabré si no me lo dices.

—Su polla. —Finalmente, lo dijo.

—Si lo quieres, tendrás que hacerme un gran favor.

¿Qué favor era? Él retiró el vibrador para que ella estuviera cómoda para lo que venía. Sus ojos se fijaron que él tomó una caja que decía "condones de sabores". Estaba un poco confusa. Él no era de usar preservativos, prefería que ella misma tomara las píldoras anticonceptivas.

—¿Qué sabor te gusta? —preguntó—. Hay muchos sabores.

—No lo entiendo.

—¿No quieres hacerme una felación con un condón de sabores? Imagínate que es un helado.

Esa frase provocó que se sonrojara demasiado ante esa idea. Tragó saliva, mientras veía como Lucci sacaba las bolsitas. Habían de diferentes sabores: fresa, plátano, pera, chocolate.... Este último le llamó mucho la atención que la cogió. Su corazón no paraba de palpitar con fuerza porque hacía tiempo que no lo hacía. Él se dedicaba a realizarle sexo oral y ahora era diferente. El moreno tomó la bolsita para romperlo con mucho cuidado y se lo iba colocando. ___ no apartó la vista. Estaba impresionada ante la agilidad de sus manos. Lucci se acomodó en la cama y la iba atrayendo lentamente para que quedase enfrente de su hombría.

No estaba completamente segura si lo iba hacer bien porque era la segunda vez que lo hacía y la primera vez con un condón. La felación no será igual. Agarró con las dos manos el miembro y lo iba estimulando lentamente, atenta a los gestos de Lucci. El tacto del preservativo no era desagradable. Supuestamente era de sabores, pero ¿sabrá a chocolate de verdad? Dudas surgieron en su cabeza y, con curiosidad, lamió un poco solo la punta. Sus ojos se abrieron de golpe al averiguar que el moreno tenía razón.

Iba lamiéndolo como si fuera un chupa chups recién comprado en una tienda. Sus ojos brillaban vidriosos de no parar, incluso se lo iba metiendo a la boca para hacer pequeñas simulaciones. Lucci agarraba sus cabellos para que no fueran un estorbo y estaba maravillado por lo que estaba haciendo. Esas mejillas rosadas le sentaban de maravilla. Cerró los ojos para disfrutarlo un poco más, además, intentaba no emitir ni un gemido por su parte. No obstante, algún que otro jadeo salía de sus labios. ¿Cómo podía resistirse a eso?

Se pasaría la vida así viendo como ___ jugaba con su hombría, pero tampoco demasiado porque la boca del ser humano no era suficientemente elástica. Acarició con sutileza su mejilla para que siguiera con su labor. Ella estaba encantada porque la experiencia era única y exclusiva. Lucci la apartó suavemente porque no quería correrse. Todavía no. El condón estaba recubierto de su saliva, de su esencia. ___ estaba caliente ahí abajo y necesitaba con urgencia algo de atención. Oh, y lo tendrá sin ningún problema.

El moreno tomó su barbilla para que alzara todo su cuerpo y la besara con furor. Sus manos se colocaron en su cintura para atraerla un poco y quedase justo encima de él. Esa posición todavía le daba algo de vergüenza a la joven e intentará todo lo posible para no mirarle a la cara, sin embargo, Lucci siempre la buscará. Le gustaba que ella lo mirase cuando lo estaban haciendo porque eso significaba que lo disfrutaba. Una palmada dio en el trasero de la chica y no dudó en apretarlo con fuerza, señal de que él mandaba ahí.

___ dio un gemido casi agudo al sentir esa carne, sin ningún tipo de protección, entrar en su feminidad. El hombre gruñó por lo bajo porque ella emanaba un calor que era muy satisfactorio. Estaba claro que ella lo complementaba demasiado. Al tenerla casi dominada podía morder su cuello a su antojo e incluso sus pechos. Él estaba a gusto en esa posición, mientras se movía y agarraba con firmeza su trasero. Escucharla gemir muy cerca de sus oídos eran música, tanto que no pararía de escucharlos.

¿Estaban haciendo el amor o estaban teniendo sexo sin más? No se sabía con certeza porque el cerebro de Lucci era un misterio que habría que resolverlo. Su nariz aspiraba el dulce aroma de la joven y, de pronto, escuchó un pequeño ruido proveniente de la barriga de ___. Fueron sus tripas. Miró a la joven y ella estaba totalmente roja muriéndose de la vergüenza. Escondió su rostro para que no la viese.

—Lo siento —murmuró.

—No, descuida. Fue culpa mía de querer jugar contigo un buen rato —se disculpó.

—Es que no he comido bien en estos días cuando nos separamos —confesó, pero mirándole directamente a los ojos—. Estaba relativamente mal.

—Ahora yo te voy a cuidar muy bien, Kitten —susurró y aprovechó para acariciar uno de sus pómulos—. No volverás a pasar hambre estando conmigo.

Y eso era verdad. Él la cuidaría como suya propia. Él alzó su cuerpo con ella encima para que ambos estuvieran sentados y seguir moviéndose como era debido. Los brazos de ___ rodeaban el cuello del moreno y ella evitaba la mirada en todo momento por la vergüenza. Y él se centró nuevamente en su cuello sin dejar de abrazarla. Esta sensación era exquisita, incluso en sus cabezas se reflejaba la idea de no parar nunca. Y los besos tampoco iban a cesar porque era parte del placer que sentían.

Y ambos culminaron en el clímax, ya agotados y rendidos. Las gotas de sudor que resbalaban por sus cuerpos eran como perlas. Y mira que el vaivén no era fuerte, sino con mucho cuidado y cariño. Pero el calor que hacía en esa habitación era insoportable. Otra vez las tripas sonaron y ella volvió a esconder su rostro por pura vergüenza.

—Veo que tengo que preparar un buen desayuno para mi Kitten —bromeó bajito, mientras acariciaba la espalda de la joven.

—No tengo culpa que tenga tanta hambre.

Él no dijo nada, simplemente le implantó un beso en sus labios para que estuviese tranquila y poco a poco se iban levantando de la cama. Era hora de desayunar y no iban a estar mucho tiempo así. Ya habrá otra ocasión para jugar como era debido. ___ buscaba con desesperación la ropa y se fijó que estaba tirada en el suelo. Estaba algo arrugada el vestido. Le gustaría ponerse algo cómodo para estar aquí en casa.

—Todavía queda ropa en el armario —dijo Lucci, como si hubiera leído su mente—. No te lo has llevado todo, en realidad.

—Pensaba que sí. —Ella cogió las sábanas para caminar allá, pero él se lo impidió, agarrándolas.

—No sé cuántas veces te he visto desnuda. Ya deberías dejar de lado esa timidez tuya.

—Es que aún no estoy acostumbrada —se excusó.

—Eres demasiado adorable, Kitten —ronroneó casi muy cerca de ella.

—¿Puedes soltarlas? Es que quiero ir a la habitación a bañarme y ponerme algo de ropa.

—¿Y por qué no bañarnos juntos como siempre? —propuso la idea atrayéndola un poco más.

—Porque sabes perfectamente lo que sucederá.

—Sabes que nunca me cansaré de ti. —La atrapó con sus fuertes brazos—. Y saciaría mis ganas contigo una y otra vez.

Era demasiado directo. Tanto que se moriría de la vergüenza ahora mismo. Iba a recibir un beso, pero el timbre sonó, alertando a ambos. ¿Era Sabo? Lucci gruñó con un montón de fastidio que soltó a la joven y se puso los calzoncillos para ver quién era. ___ aprovechó esa oportunidad para ir al cuarto de baño y ducharse como era debido. El moreno no tardó mucho en llegar a la puerta y la abrió, encontrándose a Sabo con las maletas y a la pequeña gata.

—Me imagino que también has sacado información de donde vivo, ¿me equivoco?

—Uno tiene sus ventajas —respondió—. ¿Puedo pasar?

—Tu hermana no está presentable —le comunicó—. Se está bañando ahora mismo.

—Pero supongo que me invitarán a desayunar. ¿No, cuñado?

Todo su cuerpo, incluso su cabello y su barba, se erizaron al escuchar esa ridícula palabra. ¿Cuñado? Lo que faltaba por oír. No tenía más remedio que llevarse bien con el muchacho y lo dejó entrar como si nada. Solo esperaba que ___ no tardara mucho en el baño. 

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