Capítulo 14. Regalo inesperado

—Yo quiero entender porque le diste otra oportunidad.

—Porque después de tres años, fue la única persona que me salvó. Aunque estuvo tres años esperando el momento, siempre me estuvo cuidando desde las sombras. Y realmente estoy enamorada de él. No lo puedo negar.

Las palabras de ___ sonaban seguras y Sabo no podía discutir eso. Si ella estaba enamorada, entonces no podía luchar contra eso. Soltó un pequeño suspiro aceptando eso, pero colocó las manos en su cintura poniéndose serio.

—Solo te advierto una cosa: cómo te haga daño, avísame para encararlo —le aconsejó.

—No creo que lo haga —rio bajito.

Era su hermano. Era normal que se preocupe un poco con la chica para que no le sucediera nada. Sufrió por culpa de su familia a causa de las burlas que recibió sobre su físico. Sabo pensó que ella no quería nada con él, pero fue todo lo contrario. Solo esperaba que haya tomado la decisión correcta. De repente, alguien tocó el timbre de casa. Ya era por la tarde y no pidió para comer algo. Entonces sus ojos se agrandaron, temiendo lo peor. Fue directo hacia la puerta y miró por la minilla para ver quién era.

Era un simple repartidor con una caja en sus manos. Sabo pensó que se trataba del propio Lucci, pero se relajó bastante. Abrió la puerta para no ser un maleducado y el muchacho le dedicó una pequeña sonrisa.

—Buenas tardes, traigo un paquete para la señorita ___.

Bueno, el moreno estaba ahí en forma de espíritu. ¿Y qué habrá dentro del paquete? Firmó el formulario con todos los datos necesarios y cogió la caja, mientras que el muchacho tomó lo otro. Pesaba bastante. Agradeció educadamente al muchacho y cerró la puerta con el pie. ___ se sorprendió al ver lo que tenía Sabo en sus manos y él lo dejó en la mesa enfrente de su hermana.

—Es para ti.

—¿Para mí?

—Y sospecho que es Lucci —dijo—. Seguro que ya investigó donde vivo.

—¿Y si te dijera que fui yo quien le dijo dónde estaba?

Ahí Sabo se quedó mudo. No se esperó esa respuesta de su hermana pequeña. ¿Y cuándo se lo dijo? Luego se acordó que tenía un móvil. Era lógico que le haya mandado un mensaje. ___ observó que la tapa tenía unos cuantos agujeros. Iba abriendo la caja poco a poco con mucho cuidado de no romper nada. Por instinto, asomó la cabeza para ver que había en su interior y se llevó una grata sorpresa. Era el gatito que vio en la tienda de animales. El felino no paraba de maullar, apoyando las patas en las solapas.

___ no dudó en cogerlo, pero temía de aplastarlo con la mano. Se fijó que el gatito llevaba puesto un lazo rosa palo y una pequeña nota. Colocó al minino en sus muslos, aunque la pequeña —era hembra— restregaba su cuerpo en el vientre de la joven, una manera de llamar su atención. Ella tomó la nota y empezó a leerlo:

«Los pequeños detalles son importantes. Esta gatita representa lo que yo siento por ti. Me gustaría volver a verte esta noche. A las nueve te recogeré para cenar».

Por inercia alzó la cabeza para ver el reloj. Iban a ser las siete de la tarde. Todavía le quedaba tiempo para prepararse. Con todo el mimo del mundo iba acariciando el lomo de la gatita que no paraba de ronronear. Sabo sacó de la caja comida para gatos y otros utensilios para cuidar a la minina.

—¿Tú querías uno? —preguntó.

—Sí, pero no me esperaba esta sorpresa, sinceramente —dijo—. Mira, es una mimosa la gatita.

—¿Sabías que los animales suelen comportarse como su dueño? Si la crías bien, seguro que será buena con todo el mundo —especuló.

—Tampoco quiero que sea un desastre. —Sacó ahí dentro la cama que compró Lucci para la joven gatita y la colocó en el suelo—. No sé qué nombre ponerle.

—Yo tengo un truco: piensa en un personaje de una película animada.

No era mala la idea. ___ observaba con detenimiento la felina que se acurrucaba una y otra vez en la cama. Le recordaba a cierto personaje que le gustó mucho de pequeña. Mimosa, hiperactiva, atrevida y aventurera. Ese último adjetivo fue porque la minina empezó a rondar por toda la casa.

—Kiara —murmuró—. Se llamará Kiara. ¿Te acuerdas la hija de Simba de la película "El Rey León"?

—Claro que me acuerdo. Además, le pega bastante —comentó. Kiara no paraba de maullar y dar saltos, incluso se acercó a Sabo para recibir mimos. El muchacho no dudó en cogerla en sus brazos y vio de reojo a ___ levantarse—. ¿A dónde vas?

—En la nota decía que Lucci piensa recogerme a las nueve para cenar —informó.

—Ya tu mama te va a abandonar.

—No voy a ser como nuestra madre —rectificó, tomando a la gata en sus manos—. Seré todo lo contrario. La cuidaré muy bien y nunca la abandonaré.

Sabo amplió bastante la sonrisa al escuchar esas palabras. Estaba claro que ___ maduró un poco después de lo ocurrido. Ella iba a ser una verdadera madre para esa gata, o cuando tuviese sus propios hijos. No se imaginaba a Lucci cuidando niños, eso lo tenía muy asegurado. Aunque la gente podía cambiar en cualquier momento. ___ caminó en dirección a su cuarto para empezar a preparar todo y luego bañarse. Y, claro, se llevaba consigo a Kiara que ella estaba encantada de estar en los brazos de su mami.

Muchas personas que tuviesen mascotas los consideran como sus hijos porque siempre iban a estar ahí para lo bueno y para lo malo. Dejó a Kiara en la cama para mirar en el armario que ropa ponerse. Tal vez un vestido que no sea para nada llamativo y tampoco tentador para el hombre dominante. De todos los trajes que vio, encontró uno bastante bonito y elegante. Uno negro con estampa de flores amarillos pequeños. Además, era largo y seguro que combinaba a la perfección con unos zapatos de tacón negros.

___ fue directa al baño con las toallas en mano y la gata Kiara no se quedó ahí atrás. Iba a perseguirla por todos lados si fuera necesario. La muchacha dejó que entrara, no la iba a dejar fuera y que le pasase algo malo. Estaba dudando si quitarle ese lazo. Se veía muy mona con ella, pero seguro que la estaba haciendo daño. Se agachó para comenzar a quitarle ese adorno. Kiara dio un maullido de satisfacción que estiró su cuerpo echándolo hacia atrás. Se veía muy mona. Era toda atigrada la maldita gata.

La joven muchacha iba desvistiéndose para entrar luego a la ducha. Tomarse un baño relajante era lo mejor que le había pasado en la vida. Kiara estaba acostada en el retrete esperando a que su dueña terminase. Paciente y atenta. Parecía la guardiana de su mamá. ___ no tardó mucho en salir de ahí. Cubrió su cuerpo con una toalla y pegó un pequeño salto al sentir el cuerpo peludo de Kiara restregarse en su pierna.

—Eres una mimosa, ¿lo sabías?

Asegurándose de que el nudo de la toalla no se iba a aflojar, cogió a la joven y salió del baño para ir directa a la habitación. En este apartamento solo había uno disponible por lo que no tenían otra opción que turnarse. Sabo siempre le decía: «las damas primero». A saber, de donde habrá sacado toda esa caballerosidad. Ya en la habitación empezó a vestirse sin ningún tipo de prisa. No negaba que se estaba poniendo un poco nerviosa con todo esto. Hacía tiempo que no lo estaba así. Estábamos hablando de una cita con Lucci.

No tardó mucho en vestirse, pero sí a la hora de maquillarse. Sencillo y que se viera muy mona. Ahora faltaba el cabello. Estaba pensando en hacerse una trenza porque aún su cabello estaba mojado. La gata no tuvo dificultades en subirse al tocador y ver a su actual dueña peinarse. No paraba de maullar queriendo algo de atención, pero ___ tenía las manos ocupadas y le era imposible pues hacerse cargo de Kiara. Solo diez minutos. Diez minutos para acabar con la trenza.

Ya estaba lista. Se miró un poco al espejo no creyendo que se viera tan bien. ¿Así veía Lucci? Recordar esos momentos en que estaban a solas provocaba en ella un leve sonrojo en sus mejillas. Ahora sí que podía mimar todas las veces que quiera a la joven gata que no paraba de maullar o jugar con sus patas las manos de la joven. Y era una pequeña gatita. Cuando sea grande pasará un kilo de ella, seguramente. Su móvil notificó un mensaje proveniente de WhatsApp. Era Lucci quien le escribió, avisándola que ya estaba esperándola.

Tomó un bolso para ir guardando la cartera, las llaves —Sabo le hizo una copia—, y el móvil. A punto de salir, se acordó de sacar a Kiara y que estuviera con su hermano todo el tiempo necesario. El pelirrubio se sorprendió al ver su querida hermana vestida de esa manera. Nunca la vio tan elegante. ___ no pudo evitar sonrojarse ante la mirada del chico. Hasta se puso muy nerviosa.

—¿No te gusta? —preguntó.

—No es que no me guste, sino que es raro verte con esos trajes.

—Lucci me ayudó a aceptarme tal y como soy —aclaró—. Por cierto, ya me está esperando. Te dejo a cargo de la pequeña Kiara —dijo, mientras se acercaba para entregar a la joven gata.

—Tío Sabo cuidará bien de ti —comentó. Kiara no paraba de maullar, mirando a su mami—. No le gusto.

—¿Qué dices? Si eres el hombre más bueno que he visto en mucho tiempo. Además, ella es cariñosa. No tardará en cogerte cariño.

Eso esperaba Sabo que ocurriese porque parecía que la gata no quería colaborar, aunque poco a poco se iba relajando. ___ aprovechó ese momento para salir de casa y bajar por las escaleras. No eran muchos pisos los que tenía que bajar. En cierta manera, tenía mucho cuidado en no pisar el vestido y llevarse una desgracia. Ya abajo visualizó el Jaguar negro y al moreno que estaba sentado en el capó. Pero él desvió la mirada al escuchar pasos aproximarse y por un momento vio como sus ojos se ampliaron.

Ver a ___ con ese vestido era una maravilla para sus ojos negros como la noche. No evitó ronronear bajito aguantando las ganas de tocarla con las yemas de sus dedos. Se separó del vehículo para caminar en dirección a ella. Un metro los distanciaba a ambos. Cabía notar que notaban la respiración del otro: una agitada y la otra calmada. ___ estaba anonadada por el chaleco y los pantalones blancos, mocasines marrones, camisa azul con una rosa en su bolsillo, corbata lila ajustada y su sombrero de copa característico que combinaba con el chaleco. Era maravilloso verlo.

—Hola —saludó con timidez. Esa personalidad de ___ no iba a cambiar para Lucci.

—Hola —devolvió el saludo. Tomó la rosa entre sus dedos y estiró su brazo—. Te traje esto para ti.

___ estaba absorta por lo que estaba haciendo Lucci. ¿Regalarle una rosa? Él no era para nada romántico, pero tampoco lo podía rechazar. Los sentimientos que tenía hacia él no se apagaban ni con un extintor. La tomó con cuidado provocando que sus dedos rozasen y sentir una descarga eléctrica. Ese escalofrío que tanto conocían no se iba a ir a ningún lado.

—Gracias. No tenías que haberte molestado.

—Era lo primero que vi antes de recogerte —se sinceró, mirando hacia a un lado.

Cada vez se sorprende ante las palabras del moreno. La joven gata, ahora una rosa. No parecía él mismo. ¿Tal vez está remidiendo de sus errores? Lucci no esperó mucho para abrirle la puerta del copiloto para que subiera sin ningún tipo de problema. Ella subió y recordó ese olor a coche nuevo. Lo había olvidado por completo. El moreno no tardó en subirse al vehículo y arrancar el motor. Un silencio que ambos conocían, inundó por todo el camino. ___ tenía los ojos puestos en la rosa que aún estaba fresca. No evitaba olerlo de vez en cuando.

Cuando llegue a casa lo primero que hará es poner la flor en un pequeño jarrón y llenar de agua para que mantuviera ese color característico en sus pétalos. Por otra parte, Lucci se estaba aguantando las ganas de tomar una de sus manos. Tenerla cerca a unos centímetros no era suficiente. Deseaba tenerla apegada a su cuerpo volver a sentir ese calor que tanto emanaba la joven. Un calor que le gustaba a él. Y el dulce aroma que desprendía su cuello era su más pura adicción.

—Lucci-san, hay una cosa que no me cuadra —habló ___ rompiendo el silencio—. ¿Tú no me dijiste que tenías una paloma?

—Lo has dicho: tenía.

—Oh, lo siento —se disculpó, agachando la mirada un poco apenada—. Debiste de quererla mucho.

—Me agradaba su compañía —contestó—, pero Hattori inundó ese vacío. Perderte a ti y a mi antigua compañera me dejaron... mal.

—Los animales hacen milagros muchas veces —dijo. Ella estaba dudando si tocarle o no, pero dejó de lado su inseguridad y apoyó la mano en su pierna—. Y no debiste comprarme a esa gatita linda.

—No me gusta el término comprar. Mejor adoptar. Los animales no deberían ser objetos de venta.

—Cierto.

—Pero te gustó, ¿no?

—Es una gatita adorable. La llamé Kiara, como la hija de Simba de la película "El Rey León" —iba hablando con una sonrisa de oreja a oreja—. No para de seguirme por todos lados.

—Entonces escogí bien —murmuró—. Ella te considera su madre.

—Y tú su padre al haberla adoptado.

___ se dio cuenta lo que dijo. Sus mejillas se incendiaron tanto que desvió la mirada muerta de la vergüenza. Fue demasiado pronto eso, ¿o no? En cambio, Lucci estaba calmado e imaginándose convivir de nuevo con la joven junto con Hattori y Kiara. Sería una bonita familia sin necesidad de tener críos de por medio. Cada vez que paraban en un semáforo rojo aprovechaba para apoyar su mano en la de ella. Un suspiro salió de sus entrañas al sentir esa sensación que tanto echaba de menos. Ella no le temía. No era como los otros.

La muchacha cayó en la cuenta que esas calles que pasaban las conocía a la perfección. Era la dirección para ir a la casa de Lucci. Espera, ¿la cena era en su casa? ¿Su territorio? El corazón comenzó a bombearle de una manera que era difícil contener. Cierta incomodidad sentía en sus piernas porque cada vez que se acercaban, más nervios florecían de sus entrañas. Lucci estaba notando la tensión sexual que iba floreciendo poco a poco. Sí, ___ se dio cuenta a dónde iban.

A la pobre casi se le escapa un gemido al ver el gran edificio y como iba metiendo el moreno el coche en el aparcamiento. No se esperaba esto. Para nada. «Calma, calma», se decía así misma una y otra vez. El motor se apagó y escuchó decirle a modo de susurro:

—La cena nos espera. 

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