5

    Cheech salió del baño con una toalla rodeando su cintura y esta casi se le cayó al suelo cuando vió a Frank en su habitación, a un lado de la desordenada cama. El chico estaba cruzado de brazos y golpeteando el suelo con un pie, mirándolo tan fijamente que el padre se sintió incómodo bajo su mirada. Cheech iba a comenzar a hablar, o mejor dicho a balbucear, cuando Frank habló primero diciendo que lo esperaría en la sala, saliendo así del cuarto.
  Unos minutos más tarde, Cheech y Gerard salieron de la habitación, Gerard se despidió del mayor y salió del departamento, dejando a ambos solos. El padre se sentó en el sillón de tres cuerpos, mirando a Frank que seguía con los brazos cruzados y una mirada de enojo tremenda. Cheech suspiró y dijo.

  — Puedo explicarlo —Pero Frank intentó reír, haciendo sólo un ruido extraño—.

  —¿Qué quieres explicar, papá? Dijiste que estabas demasiado cansado para prestarme atención, pero veo que a Gerard sí podías atenderlo —Escupió el chico y el padre se mordió el labio inferior, totalmente nervioso—.

  —Mira, Frank. Yo... Verás, yo... Necesitaba de las atenciones de Gerard. Estuve muy estresado con el trabajo y él es cómo... Cómo si me quitara todo el estrés que llevo encima.

  — ¿Sabes qué es lo que realmente me molesta, papá? —Cheech no respondió—. Me molesta que me mientas, eso me molesta. Tal vez si me hubieras dicho «Hey, Frank, quiero pasar un tiempo con Gerard» no estaría tan enojado ahora.

  — Vamos, Frank. Si te hubiera dicho que quería estar con Gerard unas horas te hubieras enojado de todas formas por no prestarte atención a ti —Dijo Cheech—.

  — No soy celoso, papá. Obviamente no me enojaría si quieres tiempo para... Tus cosas.

  — Bien, tienes razón Frank. Te tuve que haber dicho que quería estar con Gerard. Pero, entiendeme ¿Cómo podría decirte algo así? Eres mí hijo —Frank rodó los ojos—.

  — Ya no soy un niño, papá. Si querías coger para desestresarte debías decírmelo así. Tú tienes derecho a una vida sexual. Además, es obvio que... —Suspiró apenas—. Que lo haces con Gerard. Es tu pareja al fin y al cabo. O bueno algo así —Cheech sonrió al escucharlo y llevó una mano a acariciarle el cabello a su hijo.

  —A veces olvido que ya no eres mí pequeño ¿Sabes? Es difícil para mí, aún no proceso del todo que estás a punto de convertirte en adulto —Dijo Cheech y Frank bajó un poco la mirada—.

  —Ya, papá. No te pongas sentimental —Sonrió al fin—. Ahora sólo quiero que me avises si quieres estar con Gerard, yo... Puedo irme por unas horas, creo.

  —No te preocupes por eso, Frank. Ya no volverá a pasar —Le sonrió su padre—. Seré sincero contigo así como tu siempre lo fuiste conmigo.

  —Sí...

  Frank sintió entonces un peso en su estómago, pues el secreto de que Gerard le atraía y que se había besado con él lo estaba matando. Ni hablar de su próximo regalo de cumpleaños...
  Cheech invitó a Frank a tomar una cerveza y el chico aceptó, aún sentía algo de enojo, pero él bien sabía por qué razón era y, siendo sincero con él mismo, no era algo justo manifestarlo.

  Esa tensa noche terminó en paz y pasó como si nada. En una conversación algo incómoda, Cheech y Frank llegaron a un acuerdo, el cual pactaba que Gerard iría a ver a Cheech los viernes y Frank saldría en ese momento a pasear un poco por la ciudad, para dejarlos solos. Cheech al principio se negó, pues alegaba que no necesitaría a Gerard por las próximas dos semanas, pero Frank insistió mucho, diciendo que él tenía derecho a una vida sexual activa.

  Frank era bastante maduro para su edad. Había madurado desde que sus padres comenzaron a llevarse mal e ignorarlo por pasarla peleándose. Aprendió a cocinar y a pensar en profundidad las cosas, a cuidarse solo y buscar soluciones lógicas a sus problemas. Pero él tenía un gran defecto... Nunca se había enamorado y no sabía cómo lidiar con esa emoción tan nueva y fuerte. Además, era alguien empático, por lo que le era fácil ponerse en el lugar del otro y entender su punto, aunque no lo compartiera del todo. Por lo cual, podía ser influenciado si se le llenaba de razones la cabeza y no se le daba el tiempo a pensar en profundidad.
  Es por estas cosas que en aquella cena Frank estaba tan callado, estaba pensando, pues eso es lo que mejor hacía. Pensaba en qué era lo que le estaba pasando, en porque era Gerard lo que siempre tenía en su cabeza y por qué cada vez que lo veía sentía la respiración pesada. Era todo un misterio para él, ya que nunca le había pasado algo así en su vida.

  —¿Estás bien, Frank? —Preguntó su padre—.

  — Sí ¿Por? —Respondió el chico haciendo una mueca parecida a una sonrisa—.

  — Te noto distraído, pensativo... ¿Hay algo que te preocupe? —

  — Nop, la verdad, sólo estoy tranquilo, pensando en cosas —

  — ¿Cosas? —Exclamó confundido el mayor—.

  — Cosas... Ya sabes, la escuela, la vida —

  — ¿Te preocupa tu futuro? —Quiso saber y Frank ahora subió la mirada de su rebanada de pizza hacia su padre—.

  — ¿Cuándo no? Sabes que siempre me preocupó mucho, el dónde estudiar, estudiar qué, esas cosas... —Respondió moviendo su mano—. Es inevitable para mí.

  — Entiendo, no deberías preocuparte por esas cosas, Frank. Aún tienes medio año para elegir carrera y universidad, y tienes que saber que, elijas lo que elijas, siempre tendrás mí apoyo, económico y moral —El hombre apoyó una de sus manos en el hombro del chico y le sonrió—. Incluso puedes tomarte un año para pensar, o venir a estudiar aquí y vivir conmigo mientras estudias ¿Qué te parece? Sé que no somos muy unidos, pero estoy feliz de que estés conmigo aquí, Frank. Eres un gran hijo y siempre lo has sido —Frank tenía los ojos humedecidos por sus lágrimas al escuchar todo eso y le dolía el corazón por querer acostarse con la persona que su padre amaba, sentía que lo estaba traicionando y dolía, dolía como el carajo.

  — G-gracias, papá. Es muy lindo que digas esas cosas, realmente lo aprecio y... Creo que es lo que necesitaba.

  Así el lazo de padre e hijo que Frank y Cheech tenían se iba reforzando cada día más, yendo a pescar los fines de semana y a cenar a algún restaurante cada noche, terminando la velada jugando videojuegos hasta la hora de dormir.
  En cuando a Gerard, nadie más que Ray y Cheech notó que él no estaba bien, pues ya no hablaba con su familia y no tenía ningún otro amigo real en esa ciudad. Por un lado, Gerard no volvió a acercarse a Frank y con justas razones. Y por otro lado, no dejaba de pensar en él, al igual que Frank se la pasaba pensando en Gerard. Pero es que Gerard tenía una preocupación terrible y es que, tenía miedo de mandar todo a la mierda sólo para cumplir un capricho, el de acostarse con el joven hijo de su Sugar Daddy.
  Ray había ido a verlo una de aquellas tardes y Gerard lo recibió cubriéndose con una manta como si fuera...

  — Si no te conociera, diría que eres una virgen —Bromeó Ray, riendo y pasando al departamento de Gerard mientras este sólo sonreía levemente en respuesta—. Oye, es una broma, sé que no tiene nada de malo que ya no seas virgen, es tu vida sexual y tu asunto personal —Dijo cerrando los ojos y con orgullo, conocer a Gerard realmente le había cambiado la mentalidad a Ray, le había ayudado a ver el otro lado de las cosas y a no juzgar a las personas por la primera impresión, sino por si son buenas y nada más. Ya estaba dejando de ser, como Gerard le dijo, un machito juzgador, sin empatía ni amor.

  — Sí, fue divertido —Aceptó Gerard con una sonrisa ahora un poco más genuina—. ¿En qué puedo ayudarte, Ray? Estoy algo ocupado.

  —¿Te estabas masturbando con jotos chinos? —Preguntó el rizado tomando la laptop que Cheech le había regalado a Gerard por su cumpleaños del sillón y viendo la pantalla que reproducía un ánime.

  — ¡No! Yo no hago eso —Se quejó Gerard—. Sólo, estaba viendo mí ánime favorito por... Quinta vez.

  — ¿Cuál? ¿El del tal Phantomhive? ¿O el de Usagi y Misaki? —Preguntó, Ray no conocía los nombres de todos los ánimes que su amigo había visto, pero recordaba vagamente los nombres de los personajes principales de sus favoritos. Ray no miraba ánime desde hacía años, mucho menos del tipo que miraba Gerard...

  — El de Usagi y Misaki, sí —Sonrió Gerard tomando la laptop.

  — ¿Ese no era el del tipo de casi treinta años que abusaba de un adolescente? —Preguntó ahora, recordaba algo de la historia.

  — No abusó de un adolescente, Misaki se dejó y ya tenía los dieciocho —Intentó justificar a su personaje favorito—.

  — Tsss, no sé. Yo recuerdo que fue un abuso. Vaya manera de comenzar una relación —Gerard al escucharlo frunció el ceño—.

  — Como sea, sé que no viniste a discutir sobre Junjou ¿Qué necesitas, Ray? —

  — ¿Acaso no puedo venir a ver a mí mejor amigo? —Gerard entre cerró los ojos—. Bien, me atrapaste. Vine a ver qué te sucedió, íbamos a encontrarnos en la cafetería de siempre hoy ¿Lo recuerdas? —El pelinegro frunció el ceño, sintiéndose pésimo por no recordarlo.

  — Oh, Ray, lo siento mucho. Lo olvidé completamente, perdóname —Exclamó llevándose una mano a la cabeza.

  — Oye, tranquilo, está bien. Te perdono... —Gerard sonrió—. Sólo si me dices qué te sucede.

  — No me pasa nada, estoy bien, sólo... Quiero estar solo —Respondió y Rato frunció el ceño.

  — Gerard, te conozco, no me mientas. Vamos, amigo, dime qué te sucede —Suplicó.

  — Bien, ya sabes, estoy algo decaído. Es todo —Quiso explicar.

  — Y ¿Por qué? —Quiso saber Ray y Gerard suspiró.

  — Bien, verás... No puedo dejar de pensar en lo que estoy haciendo y en que está mal. Quiero decir, tenías razón, no puedo acostarme con Frank —

  — Momento, momento ¿Estuviste a punto de acostarte con Frank? —Preguntó asombrado.

  — No, no. Bueno, tal vez. Verás, te lo explicaré —Gerard suspiró—. Le dije a Frank que me acostaría con él como regalo de cumpleaños.

  — Ay, Gerard —Ray llevó una mano a su frente, masajeando su sien—. ¿Por qué hiciste algo así? ¡Es el hijo de Cheech!

  — ¡Lo sé! ¡Ya lo sé! —Gerard se escondió en la manta, bajando la cabeza—. Pero es que no pude resistirme. Cada vez que veo a Frank siento la necesidad de besarlo, de acariciarlo —Confesó y su amigo lo miró con el ceño fruncido—.

  — No puedes hacerle algo así a ninguno de los dos, ni a Frank, ni a Cheech, ellos no lo merecen. Además, es todo un estúpido capricho tuyo y no es justo, no es justo, Gerard. También debes pensar en tu futuro —Ray se acercó a él y lo tomó de los hombros—. Comenzaste desde abajo y ahora ya vas por la mitad de una carrera universitaria, Gerard. Piensa en tu futuro, en tus sueños que están a punto de cumplirse. No puedes tirar todo eso a la basura por un capricho, Gerard, por favor —Al final de su discurso, Gerard miraba a su mejor amigo con los ojos llenos de lágrimas y después de unos segundos de silenció, lo abrazó fuertemente.

  — No quiero tirar mi futuro a la basura y... Creo que tienes razón, sólo es un capricho mío que me está molestando —Dijo soltando algunas lágrimas—. Muchas gracias, Ray —

  — Aquí estoy para lo que necesites, amigo. Ahora, vístete y vayamos a alguna fiesta ¿Qué dices? —Gerard se separó del abrazo, se secó las lágrimas y sonrió.

  — Es la mejor idea que has tenido —

Gerard y Ray salieron aquella noche a una fiesta que había cerca del departamento del primero. Gerard, obviamente, se vistió con ropa provocativa y sedujo a varios hombres dentro del boliche, robándole besos y caricias y dejándolos con ganas de más, sólo para burlarse de ellos y sus ojos llenos de deseo.
  Eran alrededor de las cuatro y media de la mañana cuando Gerard iba por su quinto, tal vez séptimo, trago de la noche y ya está alto mareado. Por ir solo a la barra perdió a Ray de vista y se emcontraba buscándolo por todos lados. Así, se chocó con un sujeto en el camino que estaba caminando para atrás por alguna razón, Gerard lo miró mal y dijo.

  — Oye, idiota, mira por dónde vas —El tipo lo miró y sonrió.

  — Disculpa, bonito, no te ví. Porque de haberte visto no te haría derramar tu bebida —Dijo coqueto—. ¿Necesitas algo? Te ves cómo si estuvieras buscando a alguien.

  — Justamente, estoy buscando a mí amigo ¿Lo haz visto? Es alto, cabello rizado, labios algo gruesos, cara de latino —El hombre miró hacia todos lados y luego volvió su vista a Gerard.

  — ¿Sabes? No lo he visto, pero te ayudaré a buscarlo —Gerard agradeció, se dejó tomar de la mano y comenzaron a recorrer el lugar, pero a mitad de camino el hombre exclamó—. ¡Allí está! Ven, vamos — Y tiró a Gerard de la mano, Caminando con rapidez a los baños del lugar.

  Una vez allí, en el baño de hombres, Gerard miró a todos lados buscando a su amigo y no lo vió, sin poder medir el peligro, rió cuando el hombre se giró para tomarlo del mentón.

  — ¿De qué te ríes? —Preguntó el sujeto con una sonrisa y Gerard tomó un poco de su "Cuba libre".

  — Sé exactamente lo que quieres. Quieres probar mis labios y luego mí gordo trasero ¿Cierto? —Dijo y el tipo le dió un pequeño beso en los labios.

  — Exactamente —Dijo antes de comenzar a besarlo de forma sucia y sin cuidado alguno, manoseandolo por completo luego de unos minutos. Cuando Gerard sintió una mano en su trasero fue que se separó del beso y miró bien al tipo antes de empujarlo.

  — Lo siento, no eres mi tipo —Se disculpó de alguna forma y el tipo rió.

  — ¿Te pregunté, bonito? —

  — No, pero te aviso que de los besos no paso —Advirtió sonriendo de lado al sentir la dura entrepierna del tipo contra la propia que aún seguía flácida.

  — No me interesa qué es lo que quieras, yo voy a hacer contigo lo que yo quiera ¿Entiendes? —Dijo él y Gerard frunció el ceño.

  — No soy tu puto juguete y ya te dije que no quiero —Exclamó empujándolo y queriendo salir de allí, pero el sujeto lo tomó de la muñeca y comenzó a besarlo de nuevo contra la pared, mientras Gerard se resistía. Entonces el tipo comenzó a manosearlo y Gerard lo tomó de los hombros, dándole un rodillazo en la entrepierna, haciéndolo retorcerse de dolor y soltarlo. Así aprovecho para salir corriendo del lugar y, posteriormente, del boliche. Se apoyó en una pared y posó una de sus manos en su pecho, tratando de calmar su agitada respiración. Justo pasó un taxi por ahí y lo paró, subiendo e indicándole al chófer dónde debía ir.

  Ya eran más de las cinco de la mañana cuando alguien tocó la puerta con fuerza, casi con desesperación. Cheech fue quien escuchó la puerta y, algo molesto y asustado por la hora, se levantó de la cama, directo a la puerta sólo en pantuflas y bata.

  — ¡Cheech! —Exclamó Gerard cuando esté le abrió la puerta, y sin esperar nada se lanzó a sus protectores brazos, comenzando a llorar.

  — ¿Gerard? ¿Qué sucede? ¿Estás bien? —Preguntó el mayor preocupado, buscando confortar al menos con caricias en la cabeza y espalda.

  — Yo... Yo... ¡Daddy! ¡Necesito mimos, Daddy! —Pidió y a Cheech se le subió el corazón a la garganta de la preocupación.

  — Claro, cariño. Ven conmigo —Cheech se llevó a Gerard a su habitación sin dejar de abrazarlo en todo momento, se sentó en la cama y lo alzó, abrazándolo de la cintura—. Ahora dime qué pasó, bebé ¿Por qué estás llorando?

  — Yo... Bueno, yo... Me... Me quisieron violar, Daddy —Confesó escondiéndose en el cuello de su Daddy y volviendo a llorar.

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