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34_Rose.
Desde el comienzo de su vida, Rose yacía bajo un techo que compartía con la religión. Ella tenía entendido que había sido adoptada por el cura de la iglesia en la que vivía, pero le daba igual, seguía siendo mejor que el orfanato del que supuestamente vino.
Su rutina la cansaba porque prácticamente cada día era igual, excepto el domingo que era para ir a misa, lo cual no mejoraba la situación. Cada domingo lo mismo: el saludo inicial, el acto penitencial, el "señor ten piedad", el himno de gloria y una infinidad de procedimientos más como para completar la misa, con lo que Rose no se ha sentido cómoda en toda su vida. Además, ella no podía faltar ni una vez si había algo relacionado con la iglesia por hacer, ya sea ayudar a preparar la ornamentación, estar presente en el culto, asistir a misa, ayudar con el mantenimiento del establecimiento o demás tareas como esas, porque su cuarto apenas se separaba de donde podía estar la gente y era obligada a asistir o ayudar.
Rose no se aburría fácil, pero se la pasaba aburrida y si lo estaba un poco más, iba a morir de eso, según ella. Se mantenía gracias a las pocas actividades que realizaba en sus pocos ratos libres, las cuales no eran gran cosa, pero bastaban para ella.
Cuando su padre salía, a Rose le tocaba realizar una serie de tareas relacionadas al mantenimiento y limpieza de la institución, pero siempre se las arreglaba para escaparse unos momentos. Al salir, una de sus actividades favoritas era ir a lugares vistosos de la ciudad del vaticano, para así disfrutar de desear ropa que le incomodaba pensar en usarla, admirar lo bello de su ciudad como si de una turista se tratara y pasar la tarde paseando hasta que tuviera que volver, siempre antes de que cayera la noche. Aun así, ella era muy consciente de que sentía la necesidad de conocer amigos. Las pocas chicas que asistían a su iglesia, simplemente no eran muy amistosas, ya que la trataban como si fuera algo ajeno a ellas o al menos eso daban a entender. Por otro lado, estrictamente no se le permitía relacionarse con chicos y nunca le explicaron el motivo concretamente, pero a ella le era indiferente.
Rose sabía que debía conocer gente del exterior y, además, explorar un poco más la ciudad en la que vivía. Por más que supiera que no se le permitía hablar con personas que su padre no conociera, ni ir más allá de donde él creía seguro, tenía que conseguirlo de alguna manera.
Rose no estaba en posición de tolerar lo que se le hacía y era necesario lo que buscaba, porque esta chica solía necesitar un descanso de su entorno para poder seguir en paz; además de que anhelaba tener al menos a una persona con la cual compartir sus ideas, sus cuestionamientos, sus dudas existenciales, su mirada ante la sociedad y la que tiene sobre sí misma, ya que ella amaba los temas de ese estilo; pero sobre todo, sentía que nadie escuchaba, valoraba ni respetaba su manera de ver el mundo.
No era común que se relacionara con gente de su edad, y al hacerlo, se sentía rechazada. Incluso cuando no la rechazaban, deducía que conductas inofensivas transmitían desprecio o se cometían con intención de alejarla. Además, había algo de sí que le molestaba a Rose, y es que inevitablemente juzgaba desde su mente a cada persona que veía, las analizaba, buscaba comprenderlas y sacar conclusiones a partir de todo lo que le transmitían. Solía ser sincera frente a ello y saber elegir cuándo decir lo que pensaba, pero no siempre se tuvo bien visto y los demás afectaban bastante su comportamiento, ya que ella reaccionaba con sumisión.
Los planes de Rose de comenzar a socializar con personas externas, se veían obstruídos por su temor a comenzar una conversación y su miedo a no saber mantenerlas, así que simplemente comenzó a abandonar la idea poco a poco. De todas formas, ella no pensaba rechazar la idea de que pase, solo que no lo buscaría y trataría de entretenerse, por ejemplo, con sus esfuerzos por estudiar historia extracurricularmente, a espaldas de algunas personas de la iglesia.
Cada noche, Rose debía ir a dormir en un determinado horario para levantarse temprano al otro día y hacer deberes de cualquier tipo, pero dos días después de su última salida en busca de amigos, la situación cambió. Quedarse observando por la ventana justo antes de acostarse, le costó horas importantes de sueño; pero para ella valía la pena hacerlo y tener que mentirle el día siguiente al padre de la iglesia con que había estado leyendo la Biblia, porque lo que ella veía discretamente desde su habitación, era a una persona de media estatura, con llamativo y corto cabello plateado. No era normal que hiciera eso, pero no podía evitar verla llegar al apartamento MarcoAurelio lamentándose por las noches. Ella no planeaba interferir, pero una oscura noche con algo de brisa, pudo notar a esa persona entrar corriendo mientras desprendía llantos intensos, por lo que Rose se sugirió a sí misma ir con intenciones de ayudarla.
Pensaba en preguntarle si estaba bien y luego lo veía como una estupidez, porque obviamente no lo estaba. Pensaba en presentarse y luego lo repensaba, concluyendo que lo que menos le importaría a esa persona, sería eso. De todas formas, mientras pensaba, salía sigilosamente, dando un paso adelante y uno atrás, pero avanzando.
Cuando salió, se dirigió rápido al establecimiento, llegó a la puerta de su apartamento e inevitablemente oyó sollozos, lo cual hizo que todas sus dudas en si debía hacer algo así o no, se desbordaran; pero tomó aire y mediante un acto de valentía, tocó la puerta. Luego de hacerlo, se arrepintió porque no conocía a esa persona, no sabía lo que le pasaba y ni siquiera sabía mantener una conversación, así que estuvo a punto de irse, pero ella fue más rápida al abrir la puerta. La abrió con agresividad, pero se sorprendió disimuladamente al ver que una pelirroja de ojos grises era quien tocaba.
La residente le preguntó a Rose qué quería y ella tan solo se quedó callada unos momentos, por lo que le cerró la puerta en la cara. Pero se decidió y volvió a tocar, entonces se volvió a abrir la puerta y antes de que la desconocida hablara, Rose le preguntó qué era lo que más le gustaba comer o beber.
-Lo que más me gusta comer siempre han sido las pizzas y lo que más me gusta beber son las gaseosas, pero, ¿a qué viene esto?
Rose tan solo dijo:
-Dame un momento ¿Sí? N-no tardo.
Se fue rápidamente y a la chica del apartamento le daba igual todo, por lo que no le importaría que se acerque alguien como ella, a diferencia de lo raro que podría haberle parecido a cualquier otra persona.
En cuestión de minutos, la puerta volvió a sonar y al abrirla se encontró con Rose nuevamente, quien traía gaseosas y se lamentaba por no haber podido comprar pizza. Rose se sentía estúpida por haber comprado las bebidas antes de preguntar si ella tenía o no algún compromiso para el día siguiente, pero tuvo la suerte de que no.
-¿Por qué estás aquí?
-Porque noté lo mal que estabas, y quizás charlar un poco con alguien mientras tomas tu bebida favorita, te ayudaría. Además, es una noche hermosa, y lo que transmite crea un buen ambiente para algo como esto. Aunque claro, si tú quieres, puedo irme.
Al oír esa respuesta, lo pensó dos veces antes de molestarse y de su boca solo pudo salir un...
-Qué dulce.
-------《y/¿?》
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