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30_Candy.
¿Autoestima?, ¿narcisismo? Daba igual, esta situación solo la incluían a ella y a los derivados de su forma de percibirse. Nadie iba a juzgarla por sus conclusiones respecto a su cuerpo porque, independientemente de si la gente pudiera o no creer que estaban bien o mal, nadie las conocía, por lo que no podían opinar. Lo que sí, siempre pudieron opinar de su cuerpo, ya sea hablando o sin decir, como también ignorando qué tanto podía verse o pasando por alto el contexto; pero lo más importante y lo que a su vez menos sentido tenía, era que en cada situación se hacía énfasis en faltar el respeto. No era algo sobre lo que profundizaba porque entre las lenguas filosas se incluía a todo tipo de personas, indiferentemente de la cercanía o del título de apoyo emocional que les preestablecía la sociedad. Pocas personas escaseaban lo suficiente de antivalores como para decir "no sé cómo ayudarte", o llegar a conclusiones que ella había sacado tan solo por rodearse de una sociedad; y por más que valorara grandemente la escucha, y le incomodara admitirlo, la realidad era que esto carecía de utilidad, por lo que tuvo que actuar sola.
Nunca supo cuánto le estaba tomando, no medía sus luchas mentales como si del progreso en un deporte se trataran; pero para cuando aprendió por su cuenta a vivir su sexualidad, sus recuerdos ya le contaban los años con sus dedos. Al fin, realizada, ¿no?
Tenía miedo de ofender a la gente que no podía escuchar sus pensamientos respecto a ese amigo de su amiga, la cumpleañera. Ya lo conocía desde antes, pero siempre le había dado igual y lo prejuzgaba un poco para convencerse de no hablar con él; pero esta vez no habían excusas, y aprovechando esta obligación moral para alivianar su sentimiento de culpa, se convenció de que estaba cambiando voluntariamente su forma de pensar al "dejarle" charlar con ella en persona. De todas formas, tenía entendido que solo se permitiría esta situación una vez, así que así se dio otra razón para que le diera igual el disgusto... aunque para su discreta sorpresa, le agradó; no al punto de quererlo de amigo, pero no estuvo mal.
No había cambiado su posición de indiferencia hacia él, solo la de desagrado; pero a nadie le importó informarse sobre ello y un par de días después estaba ahí, ese chat de número desconocido pero persona conocida, borrando la leve y casual sonrisa que tenía Candy al probar por primera vez un café de Starbucks junto a su mejor amiga, a la cual le comentó la situación sin profundizar demasiado por pensar que no tendría importancia.
Volvió a casa, hizo lo que hubiera para hacer y le importara, y después se dio su pequeño pero típico espacio para perder tiempo. Ya lo había olvidado, pero al recordarlo, también revivió su conclusión; entonces respondió, sin la más mínima fe de que floreciera, así como sin razones para no hacerlo. No hablaban todos los días, ni mucho, ni seguido; pero al menos llevaban un ritmo de aproximadamente una charla por semana, lo cual era un logro tratándose de ella. Mantuvieron este ritmo durante meses y seguía pensando que, si no se quedaban así, el cambio sería decadente. Tuvo razón, pero desearía haber predicho el por qué la tenía.
No habían sumado horas, solo calidad, y con eso bastaba para comprar parte de su mente. Hablaron de gustos, de opiniones, de experiencias; pero nada le abrió más las puertas a ese ser, que el hablar de problemas personales. Gracias a lo mencionado, terminaron por concretar y con bastante tiempo por delante, cierta confianza. Él se apoyó en dicha confianza y le indujo sensaciones de seguridad, para así después declarar sin culpa ni miedo que siempre sintió atracción por ella y que estaba enamorado, lo cual la halagó pero no la sedujo; y Candy le consoló con argumentos tras darle un "no siento lo mismo", pero aclarándole que podían seguir hablando, a lo que él aceptó.
Nunca llegó a ser alguien realmente importante en su vida, pero tranquilamente podía ser un amigo; lástima que nunca se dio por decidir preguntarle a Candy si podría enviarle material revelador de su cuerpo. Pero por más que para cualquiera bastaría como motivación para desaparecer de esa vida ajena, Candy dudó; y tras dudar, le planteó sus dudas esperanzada de que todavía fuera un amigo, a lo que él respondió persuadiéndola discretamente, disfrazando sus actos de honestidad amistosa, e incubriendo el peligro con un sketch de liberalismo. No se tomó fotos, pero sí envió, bajo un supuesto juramento de solo tomarlo como favor y con evidencia de una garantía de confidencialidad recién inventada.
[Ta potente], respondió de un solo mensaje luego de tan solo verle el torso por partes; y desapareció de su vida, casi por completo, casi para siempre. La última vez que volvió a percibir algo proveniente de él, fue durante aquella ocasión en la que una amiga le había invitado a Candy a su casa, junto a más personas del presunto grupo; se le mencionó cortantemente en frente de amigos cercanos y la familia de la anfitriona, que fue quien dijo asegurándose de que se escuche:
-Le mandaste fotos en bolas a Joan.
Sintió adrenalina como si las lenguas fueran duras y punzantes navajas, que con cada palabra, ejercían más presión sobre su epigastrio; por lo que dio desesperadas explicaciones al respecto, como si esquivara puñaladas contra una pared, con movimientos limitados dictados por un instinto de supervivencia que se encontraba tan atrapado como su dignidad.
¿Qué había que hacer? Nunca le había pasado, pero intuía que la sensación era similar a la de estar desnuda frente a todas esas personas, teniendo la ropa en alguna parte de la casa, pero sin poder salir de esta habitación para ir a buscarla al concentrarse en dar una razón verosímil por la que tienen que darse el disgusto ético de ver su piel. Por mientras; se preguntaba sobre quién pudiera enterarse, qué pudiera pensar, qué consecuencias traería ello, cómo le harían sentir, cómo reaccionaría ella ante la situación... todo, en un momento. Ese momento fue tan solo la punta de una lanza que ingresaba rápido y tajante, pero que tras empujarla, se vuelve interminable y aparentemente imposible de extraer.
Analizó, y no terminaba de armar el rompecabezas, pero alucinaba formando su calavera con las piezas.
-------《2-/dπ》
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