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39_Appis.
El estereotipo de un rebelde, superficialmente hablando, dicta que se debe ser desobediente, descuidado, desordenado y aparentar cierta actitud, entre otras cosas. Appis, sin querer, se rebela en contra de ese estereotipo ¿Hasta qué punto es eso una virtud?
Determinar si el comportamiento de un rebelde es positivo o negativo, se torna difícil cuando tenemos en cuenta que la moral es, casi en su totalidad, subjetiva. Qué está bien y qué está mal, no se diferencia fácilmente cuando en realidad se trata tan solo de grupos o individuos defendiendo sus intereses; y como Appis era consciente de esta realidad, decidió usarla para desmentir a aquellos justicieros de la moral que ponían una fachada sobre lo que querían realmente. Apenas empezando a ser adolescente, la sinceridad y honestidad bastaban para callar a esta gente; ya que ser honesta le permitía a Appis dar una visión clara de sus pensamientos reales y, ser sincera, dar la de los pensamientos del oponente. De todas formas, inevitablemente los tiempos cambiaron y Appis tuvo que adaptarse, ya que la capacidad de manipulación tanto de cercanos como de extraños, fue creciendo y tomando distintas formas; pero eso no ocurrió porque esas capacidades crecieran junto a la edad de los manipuladores, sino que Appis aprendió a identificar lo que antes tanto le perjudicó. Quizás ellos habían sido así toda su vida, pero lamentablemente, muchas veces es inevitable aprender gracias al mal de alguien.
Así como sus iris rojos le enseñaron que debía proteger sus ojos, la toxicidad que generaban los comportamientos o actitudes de algunas personas, utilizados para realizar todo tipo de intereses ocultos, le enseñaron que debía proteger su voluntad. Appis no sabe por qué, pero en un momento de su vida, se volvió consciente de que estaba perdiendo el tiempo al estar bajo el dominio voluntario o involuntario de varias personas; y ella estaba de acuerdo con el pensamiento de que si es así, entonces hay que hacer algo al respecto para dejar de permitirlo.
Appis disfrutaba de desnudar los motivos detrás de lo que se le ordenaba, y de esta manera, determinar qué tan relevantes eran para ella tanto la orden, como en parte, la persona que las emitía. Y a pesar de que en un inicio lo hacía por una cuestión de orgullo, con el tiempo entendió que era muy útil a la hora de tomar decisiones sobre cómo actuar; porque contemplando si someterse o no, podía comparar todas sus opciones y elegir siempre la que más le beneficiaba. El problema con dejar el orgullo de lado, fue que no volvió a preocuparse por ese aspecto de su persona, el cual terminó por convertirse en una debilidad al alejarla de aquella persona que buscaba ser; de aquella persona que no cedía ante argumentos baratos o repetitivos, de aquella que se entendía y entendía a los demás, que con indiferencia buscaba y hacía lo mejor, y que daba la sensación de ser inamovible al probar su debate. Tocar su orgullo la llevaba a ser imprecisa para coordinar su defensa y su ataque, para saber de qué hablaba y por qué, o incluso, para expresarse de forma clara. Ni siquiera entendía por qué era tan frágil cuando supuestamente había y estaba mejorando como persona, pero entender que el mensaje emocional venía de algún lugar, era el primer paso para ser consciente de que dejarlo de lado no significó solucionarlo.
Gracias a lo generalmente difamada que estaba la rebeldía, era evidente que nadie iba a enseñarle o aconsejarle a Appis sobre cómo practicarla; pero ella no podía evitar sentir quererlo, por lo que tuvo que aprender gracias a las consecuencias de sus errores. Retomando el tema y usándolo como ejemplo, hablemos de su orgullo, el cual Appis utilizaba como fundamento de su rebeldía, cuando en realidad, debía acabar con él. Además de alejarla de la forma de pensar que buscaba alcanzar, su orgullo era tan vulnerable, que aquellas personas que buscaban dañarla en lugar de discutir, lo atacaban; sobre todo, cuando ya no tenían argumentos y lamentablemente, la mayoría de esta gente convivía bastante con ella, por lo que entendió que debía arrancarlo de raíz. Al hacerlo, pudo evitar sentir dolor, así como evitó el hacer personal una discusión o un debate y, por ende, se mostraba más segura por tener un sentimiento similar al de no poder perder por no poseer; sin mencionar que también le ayudaba a asumir sus derrotas con más facilidad. De todas formas, dejar su orgullo de lado fue relativamente sencillo; ya que siguiendo este camino, la duda de si Appis sería capaz de soportar las duras experiencias que esto conllevaría, siempre estará presente.
Todavía le quedaba mucho por aprender y ella lo sabía, por lo que conservó la mente abierta, pero siempre con sus objetivos bien definidos. No quería dejarse controlar, no quería invertir mal su tiempo, no quería sufrir en vano, no quería tolerar lo intolerable; y estaba dispuesta a experimentar lo necesario para lograrlo, a pesar del dolor u oscuridad que ello podría acarrear. De todas formas, hasta que esas vivencias llegaran, Appis mantenía la calma y a pesar de que se la pasaba buscando la paz mediante la guerra, se sentía cómoda así; y no era algo en lo que pensaba permanentemente, ni que le quitaba el sueño.
Si tenía deseos de discutir, lo hacía, a menos que no quisiera y simplemente ignorara; pero sus gafas grandes y redondas tal cual sus ojos, así como su corte de pelo y el resto de su estética tal cual su personalidad, iban a permanecer de todas formas.
Ella no necesitaba demostrar que no estaba por debajo de los demás, porque bastaba con que lo supiera. Igualmente, a pesar de que ella fuera consciente y responsable de las consecuencias de sus actos, se asomaba una pareja de grandes problemas, tan dispuesta a acabar con ella, como ella a conseguir su estatus ideal. Dicha pareja estaba conformada por la posibilidad de descuidar su amor propio y, también, por todo aquello considerado una obligación.
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