11. Comida.

Lindsay fue a las 11 de la noche al vagón del tren.
Traía consigo una bolsa de plástico, y su sudadera morada puesta.
Hacia un poco de frío, pero era lo que menos le importaba.
Caminaba lento y sigiloso, cuidando que ningún policía la persiguiera hacia el lugar.
«Esto es ridículo» Se repetía a sí misma en su cabeza. «Primero busco a la policía para que me ayude y ahora me escondo de ella.»

La chica había quedado decepcionada de la ley. Además, Jeff la ponía nerviosa, muy nerviosa. Sabía que él era alguien peligroso, pero sentía que eso era solo la punta del iceberg, y que si rompía su promesa, Jeff sería capaz de cualquier cosa. Cosas tan atroces que ni la policía podría evitar.
Así que prefería llevar las cosas en paz con él, tanto como fuera posible.
Y tal vez, algún día, él se aburriría y la dejaría de molestar.
O se iría a atormentar a otro sitio  para nunca más volver.

«tin tin tin»
Tocó una pared del vagón con sus nudillos de manera suave, como si estuviera tocando la puerta de la casa de Jeff. O bueno, en teoría eso era.

Jeff levantó su vista rápidamente.
Estaba con la manga de su sudadera subida hasta el codo, observando atentamente su muñeca. Tenía el cuchillo en la otra mano y sangre escurriendo de la parte de sus venas. Se había hecho un corte ligero en ellas.
Cuando se dió cuenta de que era Lindsay, guardó el cuchillo en su bolsillo y se levantó para acercarse de manera desesperada.

—Pensé que nunca vendrías.—Fue lo primero que dijo,  arrebatandole la bolsa.—No sabía si era a las 11 de la mañana o a las 11 de la noche.

—Obvio que de la noche. En el día es más fácil que me vean. No quiero que me arresten por invasión.

Jeff empezó a revisar el interior de la bolsa. Se sentó en el suelo y empezó a sacar todo: una lata de verduras pre-cocidas, un kilo de arroz, una botella de agua y dos trozos de pizza.

—Es lo que tenía en mi casa.—Se apresuró a decir.

—Bien.—Dijo Jeff, sacando un trozo de pizza y yendo por algo al final del vagón. Estaba oscuro, así que Lindsay no pudo identificar muy bien qué era lo que había agarrado, hasta que Jeff se acercó más a la entrada y la luz de la luna los iluminó a los dos. Era una parrilla de carbón.
Jeff puso la pizza encima, sacó su encendedor del bolsillo de la sudadera y la encendió.

Hubo un momento de silencio, en el cual Jeff simplemente observaba atento las llamas. Parecía un poco hipnotizado por ellas.
Lindsay se quitó la sudadera ante tal calor.

—¿Te gusta Black Sabbath?

Lindsay miró a Jeff sin entender. Luego miró hacia abajo y recordó que traía una blusa de eso.

—Sí.

—A mí también. Solía escucharlos cuando viajabamos en coche.

«¿Viajábamos? ¿Quiénes?»

—Con esa sudadera que traes me recuerdas a una vieja amiga.—El segundo comentario de Jeff sacó a Lindsay de sus pensamientos.

—Ah, pues...—Lindsay se mordió el labio sin saber qué decir.—¿Cómo se llama?

—Se llama... Qué te importa.

Lindsay se dió la media vuelta para irse, pero Jeff la detuvo.

—Hey, chica, espera.

La joven se giró.

—¿Qué pasa?

—Dame tu camiseta.—Dijo Jeff con una mirada molesta, extendiéndole la mano.

—¿Qué?

—Eso, me gusta tu camiseta, dámela.

—Esto no era parte del trato.

—Bueno.—Jeff sacó su cuchillo ensangrentado.—Tendré que quitartela yo mismo.

—No—Respondió rápidamente, asustada por sus palabras.—Por favor.

—Bien, entonces quítatela.

—...¿Aquí?

Jeff asintió.

Lindsay tragó saliva, ¿En serio se iba a humillar de esta manera? Sus ojos amenazaban con lágrimas en el borde, pero decidió soportar. Muy incómoda, comenzó a quitársela, quedando solo en sostén. Jeff la observaba atentamente, pero sin reacción alguna.
Luego se la dió.

—Gracias.—Respondió Jeff.—Ahora ponte tu suéter y lárgate de aquí.

Cuando se estaba poniendo su suéter, Jeff la interrumpió.

—¡Ah! Y por cierto, la comida que me trajiste es muy poca. Apenas y me alcanzará para un día o dos...—Jeff observó la bolsa, que se encontraba a lado de la parrilla.—¿Puedes traerme más?

—¿Cuándo?—Preguntó la chica en un hilo de voz.

—Mañana.

—¿A la misma hora?

—Si puedes antes mejor, ¡Moriré de hambre!—Jeff se volvió a sentar en el suelo.

—¿T-te parece bien a las 8?

—Sí, como sea.—Jeff seguía mirando el fuego.—Que se te haga costumbre, niñata... Porque el día que dejes de cumplir con tu trato, yo también dejaré de cumplir con el mío.

Lindsay lo observó, preocupada. ¿Es que esto nunca iba a acabar? Podría dejarlo morir de hambre, pero Jeff sabía dónde vivía e iría a encontrarla. Tal vez la decisión correcta era cambiar de casa... Pero ¿Cómo le explicaría a su madre? ¿Qué justificación falsa le daría para convencerla? Aparte, no era tan fácil, probablemente tendrían que ahorrar...
Entre tantos pensamientos, una lágrima corrió por su mejilla, estaba tan sumida en ellos que no notó que Jeff la estaba observando.

Cuando por fin reaccionó, notó una ligera sonrisa burlona en él, aparte de la que ya tenía cortada en el rostro.

—Oye, no llores...—Jeff se levantó y se acercó lentamente a ella, a lo que ella se asustó. Dió un par de pasos hacia atrás, pero aún así, Jeff la alcanzó y le acarició un mechón de cabello.—Te dije que estoy a favor del diente por diente, ¿Lo recuerdas?—Lindsay asintió.—Bien... Pues entonces cumple... Porque si no...

Jeff tomó su cuchillo y se lo pasó por el rostro, como haciéndole una caricia. Lindsay temblaba del miedo, pero se mantenía inmóvil. Luego, Jeff alejó el cuchillo de la chica y se lo puso en su propio cuello, fingiendo una decapitación. Pero al final, terminó haciéndose un ligero corte en uno de los extremos, como un rasguño.
La sangre comenzó a brotar y a manchar la piel blanca de Jeff, al igual que la tela de su percudida sudadera.
Lindsay lo observó con terror, pero a él no parecía lastimarle. Al contrario, comenzó a reírse como un loco, uno muy enfermo.

El sonido de su risa sádica fue lo que la hizo regresar en sí, y comenzó a correr, huyendo sin mirar atrás.

No sé por qué me apareció este capitulo en borradores, si yo lo publiqué hace mucho tiempo, en septiembre aproximadamente. Según yo.
¿Alguien lo recuerda?

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