10. ¿Qué le hiciste?
En ese momento, un Smile bastante bravo se puso frente a la chica, mostrándole los dientes agresivamente a Jeff.
—¿Eh?—Jeff miró al perro, confundido.
Lindsay solo se quedó ahí parada sin decir ni hacer nada.
—¿Por qué la defiendes?—Jeff miró al perro, y luego subió su vista a la chica.—¿Qué le hiciste?
—¡Nada!
—Algo le hiciste.—Jeff dió dos pasos al frente y la apuntó con su cuchillo.—Mi perro no es así con nadie.
—Solo... Solo le dí un poco de carne.
—¿Carne? Eso quiere decir que... ¿¡Smile estaba contigo!?
Lindsay tragó saliva antes de responder.
—Yo... Creo que sí.
Jeff se quedó procesando la respuesta. Smile seguía frente a ella en una posición a la defensiva, así que bajó su cuchillo y guardó su distancia.
—Maldita sea.—Se quejó. —Escucha, infeliz. Ya me has causado bastantes problemas. ¿Por qué no solo me dejas en paz? ¿Tantas ganas tienes de morirte?
—Yo no quiero morirme.
—Pues eso parece.—Jeff pateó un pequeño cubo de lámina y se sentó sobre él con una actitud cansada.
Con esto, Smile se relajó, y se echó a los pies de la chica.
—No sé por qué tu perro fue a buscarme.
—¿Estás segura de que no lo robaste?—Jeff la miró con molestia.
—¡No! ¿Por qué haría eso?
—No lo sé, la gente está muy loca.
Lindsay alzó una ceja ante tal ironía.
—Como sea. Él entró a mi habitación por la ventana y se quedó dormido. Al día siguiente le dí comida y luego vino hacia acá. No sabía hacia dónde se dirigía así que lo perseguí—Lindsay cruzó los brazos.—Por un momento pensé que estaba huyendo de tí.
—¿Huir? No.—Jeff puso un gesto pensativo.—Bueno, en teoría tal vez lo hizo. Pero regresó, así que no creo que le caiga tan mal después de todo.
Lindsay se agachó y acarició la cabeza de Smile.
—¿Desde cuándo lo tienes?
—Tres años. Lo encontré en la calle cuando solo tenía 1.
—Entonces era tuyo el cartel...
—¡Sí!—Jeff pasó de estar extrañamente tranquilo a levantar sus manos en el aire y agitarlas con desesperación cuando le fue mencionado el cartel.—Pensé que le había pasado algo. Estaba preocupado.
—Y el teléfono... ¿Es tuyo?
Jeff miró hacia el suelo y juntó un teléfono que estaba tirado ahí cerca.
—Sí.
—¿Y cómo planeabas rescatarlo entonces?
—Iría al lugar por la noche y mataría a las personas que lo encontraron.—Jeff se encogió de hombros, como si fuera lo más lógico del mundo.—Es simple.
—Pero podrían rastrear tu..-
—El teléfono es robado.
Lindsay simplemente asintió como diciendo "entiendo". Aunque realmente no podía entender el funcionamiento del cerebro de Jeff.
—¿Cuántos años tienes?—Cuestionó el hombre de la nada.
—No te diré eso.
—Anda. Dime.—Jeff se inclinó un poco hacia enfrente.—No, ya lo sé. Déjame adivinar. ¿15?
—Tengo 17 años.—Lindsay lo vió con un poco de molestia.—Ya casi 18.
—Ah. Eres enana.
—....
—Yo tengo 21.—Jeff sacó un encendedor y un cigarro del bolsillo de su suéter, y comenzó a fumar. Lindsay se sorprendió ligeramente, ¿Acaso se la pasaba todo el tiempo robando cosas?
—De altura los aparentas.
Jeff la miró con confusión.
—¿Y eso es bueno o malo?
—¿Yo qué sé?
Jeff dió una calada.
El silencio se estaba volviendo incómodo, y la postura también, así que Lindsay se sentó en el suelo y procedió a seguir la conversación. Jeff estaba extrañamente relajado, como nunca lo había visto, y quería aprovechar ese momento. No quería hacer o decir cualquier cosa que pudiera alterarlo y poner su vida en riesgo.
—¿De dónde eres?
—Del inframundo.
Lindsay lo miró no muy convencida.
—Agh, está bien.—Jeff tosió un poco.—Los Ángeles.
—Eso está un poco lejos de aquí...
—Sí. ¿Y tú?
—Yo nací aquí, en Arizona.
—¿Nunca has salido?
—No.
—Ja.—Jeff se burló ligeramente y se volvió a ahogar con el humo.
—Ja.—Esta vez fue Lindsay la que se burló.
Jeff, en su molestia, le aventó la colilla de cigarro encima.
—¡Oye!—Lindsay se sacudió la ropa mientras escuchaba la risa psicópata de Jeff. Se le erizó la piel entera al escucharla de nuevo.
—Eres divertida. Pero muy molesta.
Lindsay volvió a alzar una de sus cejas.
—Pero no te preocupes. Lo mismo me dicen a mí.
—No creo que tú y yo nos parezcamos.
Jeff se levantó y se puso muy cerca de la cara de la joven.
—Oh, Lindsay... Créeme que te puedes parecer a mí más de lo que piensas.
Lindsay se puso de pie, un poco fastidiada por la invasión a su espacio personal.
—En absoluto.
—¿Por qué no?—Jeff la vió con una confusión genuina.
—Yo no soy una asesina.
Jeff ladeó su cabeza.
—No dije que lo fueras.
—¿Y entonces?
—A ambos nos gustan los perros.—Jeff dió un paso al frente, y Lindsay dió uno atrás.—Tenemos el pelo negro..
Al estar tan cerca, Lindsay pudo observar unas raíces castañas saliendo del cuero cabelludo de Jeff.
—¿Seguro que tu cabello es negro?
Jeff se detuvo abruptamente.
Y se tocó el cabello.
—¿Ya se me notan las raíces? Demonios, tendré que retocarlo de nuevo.
Jeff se dió la vuelta y buscó algo entre las cajas de cartón que se encontraban por el vagón. Sacó un pedazo de carbón y empezó a untarselo.
Lindsay hizo un gesto de asco, ese chico era muy raro.
—Creo que....creo que ya me voy.
—Lindsay, espera.—El escuchar su nombre saliendo de los labios de Jeff hizo que un escalofrío recorriera todo su ser. —¿Me puedes hacer un favor?
—¿Un favor? ¿Por qué te haría yo un favor?
Jeff la miró con una expresión que la aterrorizó por completo.
—Porque no quieres que asesine a tu madre.
Lindsay tragó saliva.
—Escucha, podemos hacer un trato.—Jeff se acercó de nuevo a ella, y ambos se vieron a los ojos.
—¿Qué es?
—Tú me traes comida... Y yo no mato a tu familia y amigos.—Jeff sonrió cínicamente.
—¿Qué?
—¡Eso! Acéptalo, es una gran oferta.
—¿Quieres que te traiga comida a cambio de que no lastimes a mis seres queridos?
Jeff asintió.
—Es la propuesta más estúpida que he escuchado.
—¿Ves que sí te quieres morir?
—¿Qué? ¡No!—Lindsay suspiró.—Es solo que... Cambiar vidas por comida me parece realmente patético. ¿Realmente eso valen las personas para tí? ¿Un plato de comida?
—¿Quieres darme algo más acaso?—Jeff la miró de arriba a abajo de manera lascivia.
—¡NO!
Jeff comenzó a reír.
Realmente la desconcertaba.
Su estado de ánimo era muy cambiante.
—Tranquila, era broma. Pero, ¿entonces qué? ¿Tenemos un trato?
—¿Y por qué mejor no dejas de molestar a toda la ciudad?
—Eso te costaría más caro.
Lindsay volvió a suspirar.
Estaba perdiendo la paciencia.
—Mañana a las 11.—Fue lo único que dijo antes de darse media vuelta.
—Lindsay.—Jeff la tomó de la muñeca y ella volteó la cabeza para mirarlo.—Recuerda que la última vez que viniste me enterraste una navaja en el abdomen.—La expresión de Jeff se volvió completamente seria y sombría.—Si no cumples con lo que prometes, que sepas que yo te haré lo mismo a tí.—Jeff se acercó a su oído.—Multiplicado por dos.
—Ya entendí.—Dijo Lindsay safándose de su agarre, con un gesto de incomodidad.
—Bien. Te veo mañana.
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