07. Enfrentando el miedo.
—Sal de una vez.— Dijo Lindsay, con voz decidida. Tenía que admitirlo, hacía frío y tenía miedo, por lo tanto estaba temblando el doble. Llevaba una lámpara de mano y una sudadera con gorro color morado, y su cabello estaba atado en una coleta, dejando un mechón de fuera que caía por su frente.
Estaba en el tren, eran las 12 de la noche y no había nadie más en el lugar.
Nadie, excepto ella y Jeff.
O eso es lo que ella pensaba.
—Vamos.—Lindsay golpeó una "pared" del tren, haciendo que sonara un ruido metálico, combinado con el eco. —Sal, yo sé que estás aquí.
Hubo silencio.
No parecía haber movimiento alguno, y aún así, el corazón de la chica estaba acelerado. Sentía que, en cualquier momento, llegaría la policía, o un vagabundo.
Pero ¿Qué era peor que un asesino en serie?
La joven decidió caminar un poco más, adentrándose en aquél vagón abandonado. Sus pasos eran lentos y precavidos, ya que, dejando de un lado que tenía que ser silenciosa, el estado del suelo de aquel tren no era el mejor.
—¿Cómo dijiste que te llamabas?... Ah, sí, "Jeff."—Lindsay hablaba al aire, con un tono un poco molesto, haciéndose la valiente.—Vamos Jeff, presentante, ¿O es que te da miedo?
Un ruido se escuchó a lo lejos, y no lo había provocado Lindsay.
Tras haber escuchado esto, sentía que el corazón estaba a punto de salirse de su pecho, y ciertamente... No estaba muy equivocada.
Sin previo aviso, unas manos grandes la sujetaron por detrás, tomándola por las caderas. Lindsay ahogó un grito, pero la persona detrás de ella cambió una mano de la cadera a su cuello, dejándola inmovilizada.
—¿Qué carajos haces aquí, niñata?
Y entonces lo reconoció. Esa voz rasposa y con tono de lunático...
—Q-q-quita tu mano de mi cuello.
Jeff soltó una risa irónica.
—¿Ah sí? ¿Y por qué debería hacerlo?
—P-para que te diga la razón de mi presencia aquí...
Jeff lo pensó unos segundos, y soltó el agarre en su cuello. Con su otra mano, le dió la vuelta, y ahora estaban frente a frente.
—¿Y bien?
Lindsay tragó saliva. Miró sus ojos, y se dió cuenta de que eran completamente aterradores, tal como los recordaba. Los mechones de cabello sobre el rostro del chico hacían un poco difícil verle la mirada, lo cual era todavía más aterrador. Y por un ligero destello, supo que traía su cuchillo en la bolsa delantera del pantalón, lo cuál la hizo llenarse de rabia.
—Tu cuchillo...—Dijo, mirándolo directamente. —Dijiste que no volverías a adentrarte a mi casa.
—Es mi cuchillo favorito. Además, no te hice nada, ¿De qué tanto te quejas?—Jeff arrugó su frente.
—Eres... Increíble.—Soltó, sorprendida por su osadía.
—Mmh, sí, lo sé.
Hubo un pequeño momento de silencio, cuando Lindsay decidió volver a hablar.
—Tú mataste a esos chicos de West Dunlap...
Entonces, la mirada de Jeff se volvió mucho más oscura, a pesar de que sus ojos eran de un hermoso color azul.
El chico tomó a Lindsay por los hombros y la acorraló contra la pared.
—¿Quién te dijo eso?
—¡Nadie!... Pero es obvio...—Respondió Lindsay con los ojos llorosos, sintiendo pena por aquellos tres.
—¿Quieres saber por qué lo hice?
Lindsay se quedó callada. No estaba segura de querer saber.
—¡RESPONDE!—Jeff le presionó más los hombros, asustándola por completo.
—¡Sí!
—Lo hice porque...—Ahora el tono de Jeff parecía ser más calmado, pero igual era amenazador. —Esos tres, al igual que tú, vinieron a mi tren... Y trataron de robarme.
—¿Robarte?—Lindsay lo miró, confundida.
—Sí, robarme mi comida. Pensaron que era de un indigente. Los escuché reírse al respecto. Y cuando me vieron, oh...—Una sonrisa macabra comenzaba a formarse en los labios de Jeff, deformando la sonrisa artificial que tenía cortada en sus mejillas. —Supieron que no se trataba de un pobre hombre, si no de mí.
Lindsay sintió como el estómago se le encogía, estaba segura de que no quería seguir escuchando su anécdota. Pero, al querer moverse, Jeff la sujetó más fuerte, obligándola a quedarse un poco más.
—Hubieras visto sus caras... Corrieron despavoridos, ¡Parecían 3 pequeñas niñas!—Jeff soltó una pequeña risa. —Y cuando finalmente los alcancé... —Se pasó la lengua por los dientes, como si recordar aquello le generara una gran satisfacción. —Los maté uno por uno, y les dejé mi marca para siempre.
—Déjame ir—Murmuró la chica con la poca fuerza que le quedaba, pues estaba a punto de ponerse a llorar del miedo.
—Claro que no.—Dicho esto, Jeff sacó su cuchillo del bolsillo y lo puso en su cuello.—Ahora que sabes lo que ha sucedido, no puedo dejarte ir.
—¡Pero eso es solo una historia! No tengo nada para comprobarlo.
—Bueno, eso es verdad. Pero aún así...—Jeff acercó más el cuchillo a su garganta, y Lindsay empezó a hiperventilar. Una lágrima cayó por su mejilla.—Mira, niña, no sé que es lo que te pase por esa cabecita. Pero debo admitir que tienes agallas. Nunca pensé que fueras a venir aquí, sola, a la mitad de la noche... ¿No crees que eso es un poco tonto?
Ahora que lo pensaba, sí, era tonto.
Pero lo que no sabía Jeff, es que Lindsay también llevaba un arma en los bolsillos de su sudadera morada.
—Tal vez eres un gato, y no una persona...
—¿Disculpa?—Lindsay lo miró nuevamente con confusión.
—Sí, ya sabes. Dicen que el gato murió por la curiosidad. Pero murió sabiendo. Es exactamente tu caso.—Sonrió.
—No. Yo no voy a morir esta noche.
—Tienes razón. No hasta que me digas... ¿Por qué viniste en primer lugar? ¿Realmente es lo que estoy pensando? ¿Viniste aquí a arriesgar tu vida solo para saber si había sido yo el culpable? ¿Por qué te importan tanto esos muchachos?
—En parte sí es por eso, pero más que nada quería confrontarte. Estoy harta, harta de ti y de que atrerrorices a la ciudad. Sabía que habías roto nuestra promesa, y sabía que habías sido tú el asesino de esos chicos. Pero necesitaba que me lo dijeras de frente...—Lindsay hablaba con gran desprecio en sus palabras, dejando a Jeff ligeramente sorprendido en el interior. —No voy a dejar que esto termine así como así.
—¿Ah, sí?
Y en ese momento, con su mano libre, Lindsay sacó la navaja que tenía guardada y se la enterró a Jeff en el estómago.
Como estaban muy cerca, no pudo enterrarla muy profundo, pero sí lo había hecho sangrar.
—¡Agh!—Jeff, inconscientemente, llevó ambas de sus manos hacia su herida, alejando así el cuchillo de la garganta de Lindsay.
Al notar esto, la chica aprovechó para salir corriendo del lugar, no sin antes volver a guardar la navaja y la linterna en su bolsillo.
—¡MALDITA ESTÚPIDA!—Jeff intentó perseguirla, pero fue inútil, el dolor no lo dejó correr con rapidez. —¡MALDITA! ¡TE ATRAPARÉ! ¡TE ATRAPARÉ!
Y fue así como Lindsay huyó despavorida, después de haber hecho uno de los actos más valientes de toda su vida.
¿Lo había matado? Probablemente no, pero al menos lo había herido.
Y eso, para Lindsay, contaba como justicia.
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