05. Asesino suelto.
La pelinegra se encontraba en su habitación, con los ojos cansados.
Era evidente, no había dormido lo suficiente la noche anterior, y tampoco había charlado con nadie de lo sucedido.
Inmediatamente después de aquel incómodo reencuentro, Lindsay simplemente decidió decirles a sus amigos que era mejor regresar a casa, y no quiso decir con quién se había encontrado, para no asustarlos. Aparte, probablemente no la entenderían... Pues solo Michelle sabía esa historia, que era surrealista por demás.
Mientras la chica recordaba todo lo sucedido una y otra vez, un sonido la sacó de sus pensamientos de forma abrupta.
—Agh... Maldita alarma.—Expresó, apagandola con desagrado. —¿Cómo es que amaneció tan rápido?
Sin muchas ganas, se sentó en su cama y procedió a buscar sus pantunflas, para después ponerse de pie y buscar todo lo necesario para prepararse e ir a la escuela, una vez más.
Las primeras clases transcurrieron con normalidad, hasta que tocó el timbre que indicaba el receso.
—¿Vamos a la cafetería?—Preguntó Michelle.
—Vamos. ¿Comprarás algo?
—Un smoothie, y un sándwich.— Decía la chica, mientras metía sus manos dentro de las bolsas de su sudadera rosa y caminaban juntas hasta la puerta del aula. —¿Y tú?—
—No tengo mucha hambre.
Las adolescentes se encaminaron hasta la cooperativa de su escuela, vaya... Y pensar que pronto dejarían de hacerlo, puesto que su graduación se encontraba cerca.
Llegaron a su destino y mientras Michelle se disponía a mirar todos los productos disponibles con atención, Lindsay solo se dedicaba a colocarse detrás suyo. Para no aburrirse, empezó a mirar al su alrededor, había muchos alumnos, algunos comprando, otros platicando con todo su grupo de amigos, otros comiendo... Y de repente, su vista se puso estática al ver un cabello bastante peculiar, pero era aún más peculiar ver tanta quietud en su portador.
—¿Nicolás?— preguntó para sí misma, extrañada de verlo tan solitario sentado en una esquina de la cafetería sin hacer nada.
En ese momento, Michelle se giró en dirección a su amiga, sosteniendo su smoothie y su sándwich, mirando con rareza la mirada perdida de su amiga.
—¿Qué pasa Lindsay?
—Allá— Lindsay giró la cabeza de la morena con sus propias manos. —Es Nicolás, ¿No? Me parece raro que esté tan solo...
—Hey, es verdad.—Admitió. —¿Vamos con él?
—Vamos.—Dijo la de cabello negro, lacio y largo, caminando junto a la rizada en dirección al nombrado.
—Hola Nick...—Saludó tímidamente, y en ese momento los azules ojos del chico conectaron con los suyos.
—Ah... Hola chicas.— Respondió, en un tono de voz algo tímido.
—¿Qué haces aquí solo? ¿Esperas a alguien?—preguntó Michelle, curiosa.
—No, yo... No.—Negó con su cabeza.
—Ah... Y... ¿No quieres acompañarnos?— preguntó Lindsay, tratando de ser amable.
—Sí, está bien.—Asintió Nicolás, y se puso de pie para caminar junto a ellas.
Lindsay hizo una mueca, sentía que algo no andaba bien con el chico. Sin embargo, decidió ignorarlo y hacer como que nada pasaba, tal vez el ojiazul no quería hablar sobre eso.
Los tres jóvenes comenzaron a pasear por toda la escuela, platicando sobre temas sencillos y al azar, hasta que, nuevamente, Lindsay se dió cuenta que algo no estaba bien, nada bien.
—¿Y vieron la tarea que dejó Ulises? ¡Iugh! Es un verdadero mártir...— Expresaba Michelle disgustada, pero calló cuando Lindsay miró angustiada al joven, que estaba muy callado y con la cara volteada hacia un costado.
—Nicolás, ¿Estás bien?
No hizo falta respuesta, pues cuando el chico volteó a ver a la joven, sus claros ojos enrojecidos y llenos de lágrimas fueron suficiente para saber que no lo estaba.
Sin decir una palabra, Lindsay se abalanzó sobre él con sus brazos bien abiertos, y después cerrándolos, acogiendo al chico en un cálido y fuerte abrazo, que se sintió muy protector.
Al sentir esto, Nicolás comenzó a llorar fuertemente, con su voz dulce y delicada, un llanto muy doloroso y triste, que hizo a Michelle estremecer.
—¿Chicos? ¿Pero qué es lo que pasa?
Nicolás, que seguía llorando, no contestó, así que Lindsay se dedicó a acariciar y besar su cabeza, mientras le susurraba un sutil "shh" para tranquilizarlo.
Dicho susurro bastó para que Nico dejara de llorar, y poco a poco, su respiración se tranquilizó. Después de eso, por iniciativa propia se separó lentamente del abrazo, y con la completa atención de ambas chicas, respondió.
—Erick... Erick me terminó.
La boca de ambas se abrió de manera inconsciente, la noticia les había tomado por sorpresa.
—¿Qué?... Pero... ¿Cuándo?— Preguntó Lindsay.
—Ayer—Nicolás sorbió su nariz. —Por la noche... No pude dormir nada.
—¿Por qué lo hizo?— Preguntó Michelle, con pena en su voz.
—Dijo que... Que sentía que lo nuestro no estaba funcionando más y bueno, no lo sé.— Dijo el castaño, levantando y bajando sus hombros, viendo hacia abajo.
Hubo un silencio entre los tres, hasta que Lindsay decidió romperlo.
—Bueno... Hoy, a las 5, en el parque.
—¿Qué?— Preguntó Nicolás, desconcertado.
—Sí, tú, Michelle, los chicos, yo... Todos, hoy a las 5.—Sonrió ligeramente.
—¿Para qué?
—¿Qué? ¿Creiste que vamos a dejar que pases todo el día de hoy llorando por él también? Claro que no, con la noche anterior fue suficiente. Parque, a las 5.
Nicolás formó una suave y lenta sonrisa en sus labios, y el timbre sonó, indicando que debían regresar a sus aulas.
—Ahí nos vemos.— Dijo Michelle, y los tres se separaron para ir a sus clases.
[...]
—Mmm... Azul.
Julián sacó el caramelo de la bolsa.
—¡Ja! Fallaste, Richard. Es rosa.— Sonrió victorioso.
Ya tenían, mínimo, media hora jugando a adivinar de qué color sería el próximo caramelo que Julián sacaría del empaque.
Y por cada fallo que tuvieran, recibían un...
—¡Ah!—Se quejó Richard, al sentir ese zape en su nuca, que hizo que sus lentes resbalaran por su nariz, pero afortunadamente alcanzó a detenerlos con sus dedos antes de que cayeran al suelo.
—Hey, ya estoy harta. —Se quejó Michelle, poniéndose de pie. —Hay que hacer otra cosa.
—Hmm.— Richard pensó. —¿Tirar huevos a la casa de Erick es una opción?—
—¡No!—Gritaron Lindsay, Julián y Michelle.
—Sí.—Dijo tímidamente Nicolás.
Y todos se giraron a verlo, incrédulos.
—Hey, a ver. No.—Lindsay habló. —No vamos a meternos en problemas por un estúpido tipo rubio que apenas y conocimos ¿Okay? No lo vale.—
—Castaño.— Aclaró Nicolás.
—¿Castaño?
—Sí, ah, era castaño pero... Era un castaño más claro que el mío, de hecho resaltaba bien con sus ojos cafés, eran oscuros pero...—
—Ssshhhhhh.—Lindsay puso un dedo sobre los labios de Nicolás. —Con decir que era castaño está bien.
—Woooow.— La voz de Julián llamó la atención de todos.
—¿Qué?— preguntó Michelle, viendo que Julián veía a su celular con una cara de asombro.
—Vean lo que acaba de enviar mi madre.—Dijo Julián, mostrando la pantalla de su celular para todos.
Era un mensaje, acompañado de un link.
"Hijo, ven ya a casa, no quiero que estés fuera cuando oscurezca."
Una vez todos leyeron el mensaje, Nicolás dió click en el link, que mostraba lo que parecía ser una noticia publicada hace apenas 2 horas, y mostraba el siguiente encabezado:
"¡TERROR! Dos cuerpos con una sonrisa cortada son encontrados en la Avenida West Dunlap"
—¿Una sonrisa cortada?—Preguntó Michelle con extrañeza.
—Y eso no es todo.— Dijo Julián, deslizando su dedo por la pantalla. —Dice que esas dos personas tenían mínimo 3 días muertas, pero las acaban de encontrar.—
—¿La Avenida West Dunlap no es la que queda por aquí cerca? ¿Cerca del tren abandonado?—Preguntó Nicolás.
—Así es... Y hay fotos.
Nuevamente, todos los chicos se fijaron en la pantalla del celular, y efectivamente: Eran dos cuerpos, una chica y un chico, de unos 19-20 años, con una sonrisa cortada de oreja a oreja, con sus ojos censurados, tirados y desangrados sobre la tierra.
Debajo de la imagen la noticia concluía con un:
"Las autoridades se encuentran en investigación, aún así, se les recomendaba a los habitantes de Arizona no salir de sus casas, pues al parecer hay un asesino suelto."
—Mierda.. eso se ve muy mal.— Dijo Nicolás, haciendo una mueca.
—Vámonos.— Dijo Lindsay, en un tono serio y asustado, guardando rápidamente todas sus pertenencias.
—¿Ya? Pero...—
—¿No leyeron? ¡Hay un loco suelto!— Gritó. Estaba temblando, ver esas imágenes le habían alterado terriblemente. —Tenemos que irnos ya.— Dijo, y al notar la dureza de la voz de la chica, sus amigos decidieron no mencionar más al respecto y simplemente obedecer.
[...]
Lindsay subió las escaleras de su hogar rápidamente, y una vez entró a su cuarto, cerró la puerta con pestillo.
Respiró profundamente, y cerró sus ojos.
Esas heridas eran muy parecidas a las de ese tal Jeff, ese maldito tipo raro que la había estado atormentando tanto en sus pensamientos, robando su calma y tranquilidad. Por lo cual, no era tan disparatado pensar en que él pudo haber cometido esos crímenes.
No tenía mucha información sobre él, salvo su nombre, descripción de su apariencia y su cuchillo...
¡Claro! ¡El cuchillo!
Lindsay jaló la silla de su escritorio y la posicionó frente a su armario, para acto seguido ponerse de pie sobre ella y sacar la caja donde había escondido el cuchillo, envuelto en una bolsa plástica.
Aún no estaba segura de qué tanto podría ayudar su surrealista testimonio, pero si estaba segura de algo: si podía ayudar en algo para el descubrimiento del causante de esos dos atroces asesinatos, entonces lo haría.
Estaba decidida, tenía que denunciar.
Con sus manos temblorosas, Lindsay suspiró una vez más, y trató de llenarse de valor.
—Vamos... Tienes que hacerlo.—Se dijo a sí misma, para después abrir la caja.
Y no pudo evitar sorprenderse, al notar que el cuchillo no estaba.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top