03. ¿Quién eres?
Lindsay tuvo un pequeño ataque de pánico. ¿Lo había matado? Se estaba desangrando. ¿Qué haría ahora?
Luego de verlo por unos segundos en el suelo, lo primero que hizo fue revisar si respiraba, y en efecto, su pecho se movía.
Un poco más calmada, le quitó el cabello del rostro con sus manos, y aunque aún estaba temerosa, quería saber quién era.
—...Un momento...— Lindsay frunció su ceño. —¿Es el chico de la fiesta?— se preguntó, tratando de recordar aquel rostro. —Dios mío, ¿Por qué sigue disfrazado?
Lindsay se separó del cuerpo nuevamente y pensó. ¿Qué debía hacer? ¿Debería llamar a la policía? Sí, creo que sería lo mejor.
Fue a por su teléfono móvil pero al intentar encenderlo se dió cuenta de que no le respondía.
—¡Joder! No conecté bien el cargador. ¿Y ahora cómo se supone que llame a la policía a las 3 de la madrugada?
La joven de nuevo pensó. Miró el cuerpo del chico en el suelo y sintió un escalofrío, ¿Y si lo arrastraba fuera de su casa para que no volviera? Oh, pero ¿Y si despertaba mientras lo arrastraba e intentaba atacarla de nuevo? Pensar en eso llenaba de pavor a la chica, no quería quitarle la vista de encima, sentía que si iba por ayuda de sus vecinos él se despertaría y escaparía, aunque ya no sabía qué era mejor, si dejar que se vaya sin más o mandarlo a la cárcel.
Aunque...
Si él escapaba, podría regresar después para molestarla de nuevo, ¿No?
Entre tantas ideas confusas en su cabeza, Lindsay decidió actuar con su última herramienta: Retenerlo hasta que despierte y no dejarlo ir hasta que alguien pudiera ayudarla.
La adolescente tomó un rollo de cinta gruesa de su escritorio y después comenzó a atar las manos y pies de su atacante, después, colocó un trozo en su boca, y una vez el tipo estuvo lo suficientemente "seguro", fue rápidamente a su baño por el botiquín de primeros auxilios que su madre siempre tenía ahí para cualquier emergencia y se puso a limpiar la herida de su hombro, y colocó una venda ejerciendo presión para que dejara de sangrar. Limpió la mancha de sangre que había en el piso, desencajó el cuchillo de la pared y lo escondió, para evitar que ese hombre tuviera acceso a su arma otra vez.
Finalmente, Lindsay tragó saliva y colocó un poco de alcohol sobre un trozo de algodón, y con nervios acercó aquella torunda a la nariz del tipo, para intentar hacerlo despertar.
Como un resultado positivo, el hombre comenzó a abrir lentamente sus ojos, para finalmente entrar en pánico y asustar a Lindsay.
Rápidamente, Lindsay se alejó unos pasos, y observando como el joven se movía desesperado y murmuraba cosas inaudibles debajo de ese trozo de cinta, decidió calmarlo.
—Hey, ¡Hey!— A este punto de la noche, Lindsay estaba sorprendida de su propia valentía.—Cállate, silencio. No te voy a hacer nada, es más, ya presioné tu herida para que no sangres más.— El joven intentó voltear a ver su herida, pero obviamente, no alcanzaba a verse, y tampoco podía tocarse, pues sus manos estaban unidas.
Poco a poco, el joven comenzó a regular su respiración, y mientras la veía a los ojos con furia, dejó de moverse y de intentar gritar.
—Bien.— Lindsay habló. —Voy a quitarte esa cinta de la boca. Pero a como grites, voy a... Voy a llamar a la policía— mintió, sabiendo que su móvil no tenía batería aún.
Lentamente, la chica se acercó al tipo y terminó por arrancarle la cinta de un solo tirón, provocando un quejido en el más alto.
—¡Au!
—Ahora que puedes hablar...— Lindsay se enderezó, en un intento de parecer dominante. —Vas a decirme... ¿Quién carajos eres?
El chico no habló, seguía viéndola con esa mirada fría.
—¡Contesta! ¿Eres el chico de la fiesta, verdad? ¿Qué carajos ganas con esto? ¿Acaso solo querías asustarme de nuevo con tu disfraz? ¿Por qué hiciste esto?
—¡No es un disfraz!— Exclamó, con esa voz rasposa y grave.
—...¿No lo es?— Lindsay estaba confundida.
—No, niñata. Esta es mi piel de verdad.— Respondió, harto.
—Entonces... En la fiesta no estabas disfrazado, esas cicatrices son de verdad.
—Sí, son reales, ¿Ya?
Lindsay apretó los labios, guardó silencio por unos segundos pensando en si debía creerle o no, y después decidió cambiar su pregunta.
—¿Y cómo te llamas?
El chico suspiró, resignado.
—Jeff. Mi nombre es Jeff.
—Jeff.— Repitió Lindsay. —Y, ¿Cómo supiste dónde vivía? ¿Acaso me seguiste para robarme? ¿Eras tú el que estaba haciendo ruidos en mi casa, verdad?
—¿En verdad es necesaria toda esa información?
—No me obligues a tomar mi celular, Jeff.
Jeff guardó silencio por otro par de segundos, y finalmente contestó.
—Sí, te seguí desde el día de la fiesta. Quería saber dónde vivías para, primero, hacer ruidos y generarte paranoia para que perdieras un poco la cordura.—La voz de Jeff se fue tornando un poco más oscura a medida de que contaba sus intenciones.—Una vez perdieras la cabeza finalmente podría mandarte a dormir. Y sí, tal vez me habría llevado algunas cosas de tu cocina.— Sonrió.
—Mandarme a dormir, eso significa que ibas a matarme ¿Cierto?— Preguntó Lindsay, molesta por su osadía.
—Claro ¿Qué otra cosa sería?
Ambos se quedaron callados de nuevo, al parecer esos silencios incómodos serían comunes de ahora en adelante.
—¿Y ahora qué? ¿Vas a matarme o vas a llevarme a la comisaría?— Preguntó Jeff, aburrido. Debía admitirlo, nunca había estado en una situación como esta. Una chica lo había acorralado, y eso le avergonzaba.
—No lo sé.— Admitió, con sinceridad. —Supongo que...—Miró su reloj de pared, 4:40 a.m.—Voy a sentarme aquí a vigilarte hasta que llegue mi madre y podamos darte tu puto merecido.
Lindsay se sentó en su cama, de frente a Jeff, y al ver que hablaba enserio, Jeff sintió un miedo interno.
—Oye, no, espera— pidió.
—¿Qué?
—Hagamos un trato.
—¿Un trato? ¿Enserio crees que voy a negociar contigo?
—No, aam...—Jeff pensó. —Déjame ir, déjame ir y no te molestaré jamás— Ofreció, esperanzado.
—¿Y debería creerte?— Lindsay alzó una ceja.
—Bueno...—Jeff miró la pared. —Tú tienes mi cuchillo, ¿Cierto? Ahí lo tienes, desátame y me iré, ni siquiera tengo con qué atacarte.
—Mmm...
—¡Por favor! Oye, no quiero ir a la maldita cárcel.—El corazón de Jeff comenzó a latir rápido, no quería tener problemas con la policía, otra vez no. —No lo sé, admito que nunca había estado en esta posición pero, debe haber algo que podamos hacer.
—¿¡Qué carajos crees que le puedes ofrecer a alguien que casi asesinas!?
—¡Vida! O, o ¡No lo sé! ¿Algo material? ¿Cumplir alguna condición en específico?
—No voy a soltarte. Eres un criminal.— Respondió Lindsay, en un tono firme y molesto.
Jeff se quedó en silencio nuevamente, hasta que una maravillosa idea salió de su retorcida mente.
—Bien.— Sonrió. —Espera a que llegue la policía y vea lo que me hiciste.
—¿A qué te refieres?
—¡Solo míranos! ¿Quién está herido y atado ahora mismo? Pareciera que en realidad la que intentó asesinarme fuiste tú.
Lindsay sintió un escalofrío correr por su espalda, mierda, no había pensando en eso.
—Aparte, ¿Quitaste mi cuchillo de la pared con tus manos, no? Eso dejó tus huellas dactilares en él, la policía tomará las pruebas y todo apuntará a qué la agresora eres tú.
Los ojos de Lindsay se comenzaron a humedecer, joder, ese loco tenía razón.
—Y... Será una investigación laaarga, meses y meses en problemas legales, tus conocidos desconfiarán de tí... Vaya, eso sería terrible.
—¡Basta!— Lindsay lo calló, no soportaba escuchar una palabra más.
Diablos, ¿Debería darle la razón? ¿Debería soltarlo y simplemente olvidarse de este asunto? Tristemente, lo que Jeff decía parecía tener sentido, ¿Cuántas personas no han terminado en prisión preventiva durante años por ser sospechosos en un caso que ni siquiera es suyo?
La joven miró sus manos, y después miró al asesino frente suyo.
Se sentía mal, estaba cansada y tenía miedo. Estaba confundida, y no sabía en qué confiar.
Tal vez... Tal vez podría denunciar los hechos después, para poner a la ciudad alerta y que no pudiera atacar a nadie más...
Finalmente, ella no era una policía, no tendría por qué estar cuestionando a este loco ahora.
—¿Y bien?— preguntó Jeff, con una mezcla de esperanza e incertidumbre.
Lindsay tomó el cuchillo de Jeff, y cortó la cinta de sus manos y pies, sin dejar de apuntarle con el mismo.
—Vete. Vete y nunca vuelvas a molestarme a mí ni a mi familia.
Jeff se levantó, y sin decir ni una sola palabra decidió escapar por la ventana de una bendita vez antes de que fuera tarde.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top