8 Obstáculo
Era Miercoles, y estaba en casa de Damien después de clases, pasando la tarde en lo que se suponía sería una maratón de series con él y Olivia. Aunque Olivia ya se había acostumbrado un poco más a estar conmigo en espacios cerrados, seguía con su actitud venenosa, como si estuviera evaluando cada palabra que decía para buscar cualquier excusa y atacarme. Claro, me daba cuenta de que su resistencia no era solo conmigo; era su forma de ser. Pero con toda su actitud de sabelotodo en temas de anime, decidí que ya era hora de mostrarle que yo también tenía un buen arsenal de conocimientos. Así que, en una de nuestras conversaciones, le revelé parte de mi nivel de poder en cuanto a conocimiento de anime, haciendo referencias, citando autores, y hasta dando detalles sobre arcos argumentales que pocos conocían.
Olivia se quedó en silencio, con una ceja levantada y los ojos ligeramente entrecerrados, pero yo notaba que se estaba conteniendo para no admitir que le impresionaba. Damien, en cambio, parecía al borde de un colapso; su cerebro procesaba cada dato como si estuviera intentando resolver un acertijo imposible. Entre miradas de sorpresa y momentos de duda, finalmente soltó:
Anon, eres como un diccionario viviente de anime... no sabía que alguien podía saber tanto. —
Mientras la tarde continuaba, encontré un buen momento para hablarles de algo importante. Les comenté que Liz finalmente había aceptado volver a sentarse con nosotros, después de un tiempo de distanciamiento. Damien frunció el ceño, algo incómodo. Sabía que, en el fondo, le preocupaba cómo reaccionar frente a ella ahora, especialmente después de haberse negado a hablarle en momentos anteriores. Sin embargo, me acerqué, palmeándole el hombro con empatía y le dije:
—Mira, Damien, no tienes que disculparte por rechazarla o por haberte distanciado. Simplemente actúa normal, como si nada hubiera pasado. Liz tampoco está buscando que te disculpes; solo quiere que vuelvan a la normalidad. —
Olivia, quien hasta ahora había estado un poco más silenciosa que de costumbre, soltó una especie de bufido como si estuviera harta de escuchar hablar de Liz. La miré con una sonrisa algo desafiante y le rogué en tono de súplica:
—Olivia, por favor, solo intenta abrirte un poco a ella. Han sido supuestas amigas por tres años... ¡por el amor de Jesús raptor! ¿No crees que podrías darle una oportunidad y hacer que funcione? —
Olivia me miró, cruzando los brazos con una expresión escéptica, pero después de unos segundos de silencio, murmuró algo entre dientes, como si estuviera considerando lo que le pedía. Sin embargo, no perdió la oportunidad de darme una respuesta sarcástica:
—Está bien, Anon, lo intentaré... pero si esto resulta en un drama innecesario, te recordaré que fuiste tú quien me lo pidió. —
Damien sonrió al escucharla y soltó una risita nerviosa; incluso él sabía lo complicado que era para Olivia tragarse su orgullo y actuar con un poco más de empatía.
Las horas pasaron volando, y para cuando regresé a casa ya estaba agotado. Me dirigí directo a mi habitación, pero en el camino, noté a mi padre en el sofá, sentado en su postura habitual, con el ceño fruncido y la mirada severa de siempre... aunque esta vez había algo más. En sus manos sostenía el guion de la obra de la clase de artes histriónicas. Al verlo, sentí un nudo en el estómago. Estaba seguro de que lo iba a criticar duramente o a soltar alguno de sus comentarios sarcásticos. Con su voz ronca y siempre grave, preguntó sin rodeos:
—¿Qué es esto? —
Tragué saliva, pero decidí responder con algo de dignidad, incluso si me sentía intimidado. Traté de explicarme, aunque mi voz salió algo nerviosa:
—Es el guion de la clase de artes histriónicas. Ya les había dicho que quiero ser actor... aunque suene estúpido —confesé, evitando su mirada. Mi maestro, Stalone, en la militarizada... él me dijo que tenía potencial. Que no debía rendirme, aunque no encajara mucho. —
Para mi sorpresa, mi padre no se burló ni se mostró molesto. En cambio, algo en su expresión cambió. Bajó la mirada al guion y, tras un silencio largo, dijo con un tono que rara vez escuchaba en él, casi... melancólico.
—Es curioso. Yo de joven quise ser actor... pero mi actitud no me ayudó —admitió, y en su voz había una tristeza que no era normal. Algo me decía que había guardado esto por mucho tiempo.
Sorprendido, me quedé mirándolo, sin saber si él se daría cuenta de mi interés. Después de unos segundos, me acerqué y tomé asiento en el sofá frente a él. No hacía falta decirle que quería escuchar más; él lo entendió en cuanto me vio ahí, dispuesto a escuchar su historia. Al principio, parecía dudar, pero al final se decidió y comenzó a contarme.
—Solo hice un papel en mi vida... fue cuando interpreté a V, en una obra de teatro de la prepa —dijo con algo de nostalgia—. Era una adaptación de "V de Vendetta". Yo no era nada bueno, pero ponía todo mi esfuerzo. El director de esa época, un tipo llamado Antonio Bronce, un veterano al que todos respetaban, me dijo que nunca me diera por vencido. Me entrenó por semanas para ese papel, y al final... bueno, al final gané el respeto de varios. Pero sobre todo, gané algo más. —
Me quedé en silencio, asimilando todo esto, y él continuó:
—Fue gracias a esa actuación que tu madre se fijó en mí. Ella estaba en el público, claro, y yo me esmeré en que cada línea sonara como algo auténtico, en que mis movimientos transmitieran la fuerza y la ira que el personaje sentía. Quizá fue la primera vez que algo realmente me apasionaba. Después de la obra, ella se acercó, y lo primero que dijo fue algo que jamás olvidé. Dijo que, detrás de la máscara, veía a alguien decidido, alguien que lucharía por lo que amaba. Esa fue nuestra primera conversación. —
La sonrisa en mi rostro era inevitable. Pensar en mi padre, siempre tan rígido, actuando en el escenario, siendo vulnerable, mostrando una pasión que nunca había vuelto a ver en él, me dejaba sin palabras. No era una historia que jamás imaginé que compartiría conmigo. Cuando terminó, me devolvió el guion, aunque se quedó mirándolo un momento antes de entregármelo. Su mirada era casi... distante, como si recordara tiempos más simples o una versión de sí mismo que había dejado atrás.
Sin decir nada más, se levantó y se fue, su presencia pesada y seria, como siempre, pero esta vez había una pequeña chispa de algo distinto. Lo observé mientras se alejaba, y no pude evitar sentir que, de alguna manera, él estaba cambiando. Tal vez estaba reconociendo algo en sí mismo, o tal vez era mi determinación lo que despertaba algo en él. Me quedé ahí, solo con el guion en la mano y la sensación de que este era un pequeño paso para ambos.
Sentí una oleada de determinación renovada. Siempre había sentido que era una deshonra como hijo, como si cada uno de mis fracasos le diera un motivo más para la tristeza y la decepción que veía en sus ojos. Pero ahora, viendo ese lado de él, esa vulnerabilidad y ese anhelo, me preguntaba si podía cambiar algo. Tal vez, si yo me esforzaba en serio, si seguía intentando mejorar cada día, él podría sentirse orgulloso, o incluso motivado a sanar nuestra relación, a encontrar una paz que nunca antes le había conocido.
Decidí, ahí mismo, que este no sería un simple ensayo de clase. Esto era algo mucho más profundo; era mi oportunidad de demostrarle a mi padre, a mí mismo, que el cambio era posible.
Mi determinación estaba al máximo mientras ensayaba con Mia. Esta vez, no estaba Chad; mi madre se lo había llevado a pasar el día con Sophia y Vinny, y, aunque tenía algo más de tranquilidad, no dejaba de sentir la presión. Era como si este ensayo se hubiese convertido en algo mucho más importante que una simple tarea escolar. Estaba decidido a que, pase lo que pase, todo saliera perfecto.
Durante estos días, algo en mí parecía haber cambiado. Olivia y Liz, que siempre eran perceptivas, se dieron cuenta de inmediato y me lo hicieron saber. Decían que había una especie de nueva energía en mí, algo que no habían visto antes, como si estuviera lleno de un fuego interno que me empujaba hacia adelante. Y en cierta forma, tenían razón. Sentía una fuerza y una convicción que nunca antes había sentido. Quizás era porque, después de escuchar a mi padre hablar de sus propios sueños frustrados, estaba más decidido que nunca a aprovechar esta oportunidad. Era como si, de alguna manera, estuviera tratando de honrar lo que él no había podido hacer.
El fin de semana llegó con toda su intensidad.
Para mi sorpresa, Mia también compartía esta determinación. A pesar de nuestras diferencias y los constantes piques, era obvio que ella también se estaba tomando esto en serio. Durante una de las pausas del ensayo, incluso me atreví a sugerirle una idea para mejorar una de las escenas. No esperaba que aceptara, pero, para mi sorpresa, ella me escuchó atentamente y luego asintió, con una leve sonrisa que apenas dejaba ver. Era como si también estuviera dejando de lado su actitud desafiante, al menos durante estos ensayos. En ese momento, sentí que quizás podíamos dejar a un lado nuestra rivalidad, al menos hasta que termináramos esta presentación.
La noche del domingo, después de un largo día de ensayo, decidí enviar un mensaje a los chicos. Sabía que esto sería complicado de explicar, pero necesitaba que entendieran. Les informé que, durante la semana y posiblemente la siguiente, iba a estar comiendo con Mia en la cafetería y no con ellos, a pesar de nuestra enemistad. Sabía que para algunos de ellos esto podía ser difícil de aceptar, especialmente porque sabían de los roces constantes entre ellos y Mia. Sin embargo, quería hacer esto bien. Si comer juntos nos ayudaba a entendernos mejor y a mejorar nuestra actuación, estaba dispuesto a hacer ese sacrificio.
Hubo un momento de silencio incómodo en el chat, como si todos estuvieran tratando de procesar lo que acababa de decir. Podía casi imaginarme a Damien frunciendo el ceño, a Olivia levantando una ceja con escepticismo y a Damien posiblemente soltando un suspiro pesado. Pero antes de que alguien pudiera objetar, Liz, siempre directa y práctica, intervino.
Agradecí silenciosamente su intervención cuando dijo que ella también creía que era una buena idea y que, si esto podía ayudar a mejorar la presentación, entonces era un sacrificio que valía la pena hacer. Liz siempre práctica, sabiendo que esto era algo que era beneficioso para mi futuro, logro convencerlos, así que su apoyo fue suficiente para que los demás aceptaran la situación sin más objeciones.
Era lunes, y después de salir de la clase de artes histriónicas, me encontraba caminando junto a Mia. Comentábamos sobre la sesión de hoy y cómo la profesora nos había dado algunos consejos que resultaron más útiles de lo que esperaba. Todo parecía fluir bien en cuanto a nuestra preparación para las escenas, y hasta me sentía un poco más seguro con cada práctica. Pero, claro, mi incomodidad seguía ahí, flotando en el ambiente, sobre todo porque, a medio camino, apareció Ben.
Ben, con su clásica cara de asco dirigida exclusivamente hacia mí, se unió al grupo de la nada. Para él, probablemente era una especie de tortura el simple hecho de caminar cerca mío. No hizo falta que me dijera nada para entender que, como siempre, me despreciaba con todo su ser.
¿La razón? Realmente muchas y no lo culpo Seguramente era el hecho de que yo estaba junto a Mia, su Novia hablando tan casual, algo que un sujeto con una actitud tan débil como la suya posiblemente no podría, incluso siendo su novio, y por el hecho insignificante de humillarlo algunas veces. A decir verdad, me daba igual lo que pensara; su existencia me importaba un carajo.
Como si el universo quisiera retarme más, dos chicas se unieron al grupo al poco tiempo. Una triceratops de escamas marrones y una bambiraptor con escamas blancas y rayas negras que le daban un aspecto casi de cebra. Eran Kai y Lunara, amigas inseparables de Mia, y, por supuesto, tan venenosas como ella en cuanto a personalidad, no las tome mucho en cuenta, ya que me parecen muy intrascendentes son solo sus Minions.
Era claro que ambas estaban más que acostumbradas a andar con Mia; con cada palabra y gesto parecía que se movían en perfecta sincronía con su líder. Aunque trataban de disimularlo, no tardé en notar que eran prácticamente sus lamebotas. Se turnaban para elogiar la manera en que Mia pronunciaba sus diálogos, cada frase que lanzaba era motivo de aplauso, cada movimiento de sus manos era digno de admiración. Casi se sentía como si estuvieran viendo a una estrella en lugar de a una chica común y corriente de la clase.
Tomamos asiento, y comí rápidamente mi almuerzo... les hubiese ofrecido, como cuando estoy con mis amigos, pero, aunque a Mia la veo como neutral, tampoco como amiga y los otros 3... prefiero evitarlos, preferí guardar mis dotes culinarios para gente que valiera la pena.
Sin embargo, en el fondo sabía que este esfuerzo adicional iba a ser beneficioso para nuestra actuación. Mia y yo estábamos buscando cualquier oportunidad para mejorar, incluso si eso significaba aguantar la presencia de Ben y sus miradas cargadas de veneno y celos hacia mi.
Además, a pesar de mi incomodidad, intenté concentrarme en la idea de que compartir tiempo con ella en este contexto era una parte importante de nuestro ensayo. Si lograba ignorar los comentarios envenenados de Kai y Lunara, y la mirada de desprecio de Ben, quizás podría realmente aprovechar estos momentos.
—En serio, Mia, ¡esa entonación! dijo Kai con un entusiasmo que rozaba lo exagerado. Cuando dices esa frase, es como si todo el ambiente cambiara, ¡como si fueras otra persona! —
—Sí, claro, eres impresionante —añadió Lunara, sin perder la oportunidad de contribuir—. No puedo imaginar a nadie más haciéndolo mejor que tú. —
Mia, por supuesto, disfrutaba de cada palabra, asintiendo con una sonrisa de satisfacción mientras comiamos, sin siquiera preocuparse en disimular que le encantaban sus cumplidos. Me limité a observar en silencio, consciente de que era un extraño en este grupo, pero también con la determinación de que no dejaría que ellos me afectaran.
Mientras tomaba algo de refresco, seguí observando, podía sentir cómo me iban relegando poco a poco hacia la parte trasera del grupo, y por un momento pensé en si realmente valía la pena seguir soportando esto. Pero entonces recordé lo que me había prometido a mí mismo: haría lo que fuera necesario para que esta presentación fuera un éxito, y si eso implicaba aguantar los comentarios venenosos de Kai y Lunara, así sería, la segunda mitad del almuerzo fue de puro ensayo, teniendo de publico a esos 3.
Durante toda la semana me enfoque totalmente en el guion e intentar mejorar la a actuación con Mia, dejando todo de lado, sentía que este evento seria un antes y un después en mi mentalidad, todo dependía de esto, sin embargo.
Los días que comí con ellos pude notar las miradas de Ben, el sujeto de alguna forma se puso celoso, a pesar de que solo estábamos actuando, se notaban a kilómetros, era obvio que hasta Mia se dio cuenta, pero a los dos nos daba igual, al menos esa fue la expresión que entendí de su parte.
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Un día el almuerzo terminó sin pena ni gloria. Habíamos hablado poco, aunque Mia parecía más relajada de lo habitual. Sin embargo, justo cuando pensaba que me libraría de su presencia sin más, ella me detuvo abruptamente, poniéndose frente a mí con una mirada inquisitiva.
—Hey, espera un minuto... ¿trajiste de esos el día de hoy? —preguntó, con un tono casual que escondía un interés mucho más personal.
Me tomó un par de segundos entender a qué se refería, pero al verla alzar una ceja con impaciencia, finalmente lo capté.
—Oh, aquello... —respondí mientras bajaba un poco la voz, mirando de reojo a mi alrededor para asegurarme de que nadie estuviera cerca—. Los de cereza se terminaron, por desgracia. Pero logré convencer a mi papá de que me traiga más en unos días.
Mientras hablaba, intentaba parecer tranquilo, aunque sabía que estaba haciendo algo que probablemente me ganaría problemas si alguien lo veía. Con disimulo, saqué de mi mochila una cajetilla de cigarrillos de color rosa. Traté de que mi movimiento fuera rápido, casi imperceptible, pero aun así sentí una leve tensión en la nuca, como si estuviera siendo observado.
—Estos también están buenos. Son de la misma marca, pero... —hice una pausa mientras sacaba un par y se los ofrecía— son de guayaba. —
Mia los tomó sin titubear, inspeccionando los cigarrillos rosas como si estuviera evaluando un objeto de lujo. La vi buscar en su bolsillo algo de dinero, probablemente con la intención de pagarme, pero levanté una mano rápidamente para detenerla.
—No hace falta —dije con una media sonrisa, tratando de sonar relajado—. Me debes un par de horas en Dinohero para el miércoles, con eso basta. —
Acompañé mis palabras con una sonrisa desafiante, una de esas que siempre parecen funcionar bien con Mia. Ella alzó una ceja, pero luego esbozó una sonrisa en respuesta, como si aceptara el trato con gusto.
Por un breve momento, vi cómo Ben se mordía el labio inferior mientras miraba la escena. Sentí una punzada de incomodidad, acompañada de un pensamiento que me golpeó como un relámpago: "Que se cree este cabrón con sus propias pajas mentales...."** Ella tiene novio, esa ley estaba clara en mi cabeza; yo nunca me metería con alguien en una relación. Tengo mis propias reglas, y esas no las rompo.**
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Por desgracia, esa última semana de ensayo, me vi obligado a limitar mi tiempo con mis amigos, incluso después de clases. Aunque nos conocemos desde hace poco, han sido increíblemente comprensivos con mi actitud distante. Les pedí espacio para poder enfocarme en los ensayos, y ninguno de ellos pareció tomárselo como algo personal. Aun así, no pude evitar sentir una ligera punzada de culpa. Sabía que no era lo mejor, pero si quería que esta obra saliera bien, necesitaba cada segundo disponible para prepararme.
La semana pasó volando. Entre los ensayos, las clases y las pequeñas pausas en la cafetería junto a Mia, apenas tuve tiempo para respirar. Sin darme cuenta, el jueves llegó... casi 2 semanas comiendo junto a Mia y sus amigos... enserio no quería volverlo a hacer, y con él la realidad de que el lunes sería el gran día: el examen histriónico. Para mi sorpresa, estaba bastante confiado. Habíamos memorizado todos los diálogos, ensayado las coreografías y pensado en varias rutas de improvisación en caso de que ella evaluase bien ese ámbito.
Sin embargo, mi confianza se desmoronó ligeramente cuando me di cuenta de algo: había cometido un error, uno que podría costarme caro. Sin darme cuenta, me había ganado un enemigo con recursos... y ese error estaba a punto de cobrarse su precio.
Esa tarde, mientras caminaba de regreso a casa, sentí algo extraño en el ambiente. Las calles, que normalmente estaban llenas de ruido y movimiento, parecían más silenciosas de lo habitual. Fue entonces cuando los vi. Cuatro dinos bloqueaban los extremos de la calle por la que pasaba. Dos se encontraban en la salida delantera y dos más en la trasera, reduciendo lentamente la distancia entre ellos. Mis opciones de escape se desvanecían a cada paso que daban.
Sentí un nudo formándose en mi estómago. Los observé con cuidado, intentando analizar la situación. Todos iban trajeados, lo que, de alguna forma, hacía que su presencia se sintiera aún más intimidante. Era obvio que yo era la presa aquí. Cada movimiento suyo parecía calculado, como si ya supieran exactamente cómo iban a acorralarme.
A menos de 40 metros de cada lado, estaba claro que tenía que tomar una decisión rápidamente: avanzar hacia el frente o retroceder antes de que ambos grupos se juntaran. Pero lo que más me inquietaba era ella. Entre los cuatro, la más imponente era una bryonyx de escamas blancas. Su tamaño era considerable, pero lo que realmente destacaba era la intensidad de su mirada. Había algo en sus ojos, en su lenguaje corporal, que dejaba claro que era la líder del grupo. No necesitaba hablar para transmitir autoridad; su mera presencia lo decía todo.
Mi mente trabajaba a toda velocidad, buscando una salida. Cada segundo que pasaba se sentía eterno, y la distancia entre nosotros se acortaba peligrosamente. "Si no me las ingenio bien ahora... estaré perdido."
Decidí que la única opción era tomar la ruta menos custodiada y fui al lado completamente opuesto, moviéndome a toda velocidad. "Esto no es algo que pueda ganar, solo necesito una apertura." Mi mente estaba centrada en un único objetivo: romper la formación y escapar.
Mi plan era arriesgado pero directo. Había identificado un punto débil en el triceratops del grupo; sabía exactamente dónde golpear para incapacitarlo, al menos por unos segundos y poder huir. Antes de que pudiera procesarlo, ya estaba frente a él, con el corazón latiéndome en los oídos. Sin titubear, lancé un golpe preciso con la mano abierta, usando la punta de mis dedos como si fueran una cuchilla, dirigiéndome al cuello.
El impacto fue efectivo. El triceratops tosió violentamente, llevándose una mano al cuello mientras intentaba recuperar el aire. "¡Lo logré! ¡Una apertura!" pensé, pero mi pequeño momento de victoria fue efímero. Una fuerte patada de su parte, directa al estómago, me derribó de inmediato. El dolor me recorrió como una descarga eléctrica; mi cuerpo se dobló sobre sí mismo mientras caía al suelo. Apenas podía respirar, el impacto había sido tan brutal que por poco y vomité.
El triceratops seguía tosiendo e intentando hablar, aunque no podía. "Al menos lo hice daño..." pensaba, mientras intentaba sobrellevar el dolor paralizante en mi abdomen. Miré a mi alrededor y supe que estaba rodeado. No había escapatoria.
—Diablos, Chuck, sí que te dio feo este humano —bromeó la bryonyx albina, con una sonrisa burlona mientras observaba a su compañero recuperarse.
El raptor del grupo intervino con un tono más práctico:
—Parece que, tal y como nos dijeron, este sujeto sabe dónde golpear. En fin, ¿cómo procedemos, jefa? —.
Ella me miró directamente a los ojos, evaluándome como si fuera un objeto en lugar de una persona. Intenté mantener su mirada firme, sin suplicar, aunque sabía que la situación era completamente desesperada. "No les daré esa satisfacción."
Su sonrisa se ensanchó, claramente disfrutando de su posición de poder.
—Recuerden el encargo. Solo heridas no visibles, ni permanentes y nada de huesos rotos. Fue específico en que esto es solo una advertencia... esta vez —dijo con calma, su voz fría como el acero.
Intenté levantarme, luchando contra el dolor que me oprimía el cuerpo. "¡Vamos, levántate! No puedes quedarte aquí tirado como un inútil." Pero antes de que pudiera estabilizarme, el ataque comenzó.
Lo que vino después fue una tormenta de golpes. Cada impacto parecía calculado, dirigido con precisión para maximizar el daño en el torso y las piernas. Sabían exactamente lo que hacían; estos no eran simples matones callejeros, eran profesionales.
Mi cuerpo era como un saco de boxeo para ellos, y el dolor se acumulaba con cada segundo que pasaba. Perdí la cuenta de cuántos golpes recibí. Cada vez que intentaba cubrirme, me atacaban desde otro ángulo, y mis intentos de defenderme no eran más que gestos inútiles.
El dolor era insoportable. "Esto es una locura... ¿cuánto tiempo más?" Mi visión comenzó a volverse borrosa y mis pensamientos eran un caos. Finalmente, escuché la voz de la bryonyx cortando el aire, como un filo:
—Ya es suficiente. —
Sus palabras fueron como un respiro en medio del infierno. Sentí cómo los golpes se detenían, aunque mi cuerpo seguía ardiendo con el dolor acumulado. Escupí sangre al suelo, mi lengua detectando el sabor metálico que se mezclaba con mi saliva. Apenas podía moverme, pero aún así, reuní lo poco que quedaba de mi fuerza para pronunciar algo.
—Ben... —comencé a decir, pero las palabras murieron en mi boca. Mi cuerpo, incapaz de soportar más, cedió a la inconsciencia.
Antes de que todo se volviera negro, sentí una presencia acercándose. La bryonyx, con su figura imponente, se inclinaba hacia mí. Pero para entonces, ya estaba al borde de la inconciencia lejos para saber qué hizo o dijo. El mundo se desvaneció completamente en la oscuridad.
Abrí los ojos con dificultad, sintiendo un peso incómodo sobre mi cuerpo. El dolor me atravesaba como si cada músculo, cada hueso estuviera gritando al unísono. Mi mirada se enfocó lentamente, dándome cuenta de que estaba vendado en varias partes. Frente a mí, sentado con la espalda apoyada en la pared y un cigarrillo a medio consumir entre los dedos, estaba mi padre. Exhaló una bocanada de humo mientras me observaba, su expresión completamente imperturbable.
—Tremenda paliza te dieron... —comentó, casi con desgana, como si habláramos del clima— al menos fueron educados y te dejaron a las puertas de la casa. —
Solté un suspiro cargado de cansancio, mis pensamientos todavía enredados por la confusión. Aun así, el dolor que recorría mi cuerpo no dejaba lugar para la duda: me habían destrozado. "Puta mierda, duele... duele hasta la maldita médula." Me llevé una mano al costado, sintiendo el vendaje ajustado.
—Puta mierda duele... Dios... —gruñí entre dientes, cerrando los ojos mientras intentaba controlar el ardor. Una sensación de rabia y frustración empezó a hervir dentro de mí— Puto Ben de mierda...—
Mi padre arqueó una ceja, apartando el cigarrillo de sus labios. —Parece que te metiste con quien no debías. —
"¡Oh, gracias, sabio oráculo de lo obvio! ¿Cómo demonios no me di cuenta?" pensé con acidez, pero decidí no soltarlo en voz alta. En lugar de eso, inhalé profundamente, aunque con dificultad, y respondí con resignación.
—¿Recuerdas a la parasaurio del otro día? —
Él asintió sin mucho interés, soltando otra bocanada de humo.
—Es la novia de este tal Ben. —Mis palabras salieron cargadas de sarcasmo y fastidio— Un completo beta, ese cabrón. Parece que se puso celoso porque soy el compañero de actuación de ella. No dudo que fuese él quien envió a esos idiotas...—
Mi padre no respondió de inmediato, solo me miraba con una mezcla de curiosidad y escepticismo. Aproveché el silencio para seguir.
—No te preocupes, el tipo es un completo cobarde. —Escupí las palabras como si fueran veneno— Lo comprobé hoy. Me las arreglaré para resolver este asunto por mi cuenta, pero...—
Antes de que pudiera terminar, él tosió un poco, apagando el cigarrillo contra el borde de un cenicero desgastado.
—Por desgracia, no podré llevarte a un hospital. Tendrás que sanar por tu cuenta. —Su tono era práctico, como si estuviera hablando de la reparación de una puerta rota en lugar de mi estado físico. Se levantó con calma y se estiró un poco— Mañana no irás a la escuela, y el fin de semana, nada de levantarte. Esto te lo digo por Carla. Le diré que te caíste por unas escaleras o algo así.
Solté un suspiro, más resignado que antes. "Genial, ni siquiera puedo quejarme. No tengo muchas opciones." Pasé una mano por mi rostro, tratando de ignorar la punzada en mi costado.
—Mierda... el lunes es el examen de... —comencé, pero entonces lo entendí. Claro, ese cabrón. Suspiré nuevamente, ya harto de todo este desastre— Tienes razón, pero el lunes quisiera pedirte un favor si no sano del todo. —
Lo miré con una mezcla de cautela y determinación.
—También Sí viene ella a buscarme, dile que me caí por las escaleras y que estoy incapacitado momentáneamente, pero que iré el lunes al examen. No quiero que me vea así. Estoy en esa situación de ser cazador o cazado con ella, no puedo mostrarle debilidad. —
Mi padre me observó por unos segundos, su rostro aún inexpresivo, pero finalmente asintió.
Roger. —
Ese simple "roger" me tomó por sorpresa. "¿Apoyo? ¿De su parte? Esto tiene que ser un maldito sueño." No dije nada más, pero por dentro, una parte de mí estaba tan desconcertada como agradecida. "Esto jamás lo habría esperado de él."
Con esfuerzo, giré la cabeza hacia la mesita de noche. Allí estaba el libreto, esperándome como un recordatorio de lo que aún tenía que hacer. "Si no puedo moverme, al menos puedo terminar de memorizar cada línea, cada maldito detalle." Lo tomé entre manos con cuidado, abriendo las páginas.
"Estos tres días... es lo único que puedo hacer."
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