3 Crecimiento

Llegó el segundo día en esta escuela llena de "esquivadores de meteoritos." Aparentemente, mi reputación ya estaba construida, y con una tonalidad negativa, tal como había planeado.

Meterme con la más ruda de la escuela y el presidente del consejo estudiantil había surtido efecto: la mayoría de estas "mascotas de cereal" preferirían mantener su distancia, y eso era exactamente lo que quería.

Al final, mi círculo social ahora estaba reducido al mínimo necesario, justo para poner en práctica la táctica cinco: un grupo cercano, compacto y de confianza.

Llegué cinco minutos antes a la clase del maestro Solly, y lo saludé de la forma más respetuosa posible, casi como si estuviera en un cuartel.

El tipo no se lo pensó dos veces y me mandó a hacer veinte lagartijas mientras el resto llegaba. A simple vista podría parecer un castigo, pero en realidad era una buena forma de calentar, y con Solly era evidente que no habría piedad. Lo que vi el primer día lo confirmó: no perdía tiempo, directo a la acción sin excusas ni preámbulos.

La siguiente en llegar fue Mia, quien me lanzó una mirada de puro desprecio. Yo le respondí con una sonrisa maliciosa, intencionadamente desafiante. Ella evitó prolongar el contacto visual y se sentó en las bancas, claramente incómoda, esperando al resto.

Finalmente, Damien llegó junto con el resto de la clase, y chocamos los cinco antes de que el maestro Sully nos reuniera a todos. La clase se resumió en un régimen militar básico: vueltas sin descanso alrededor de la cancha, sudor, y el incesante ritmo que Sully imponía sin apenas dejarnos un segundo de respiro.

Sully tocó el silbato —Muy bien, señoritas, ahora toca jugar baloncesto. Serán dos equipos de diez. Cinco juegan el primer cuarto y rotan en el segundo los otros 5 de cada equipo, ya que son 20 exactos. Todos tendrán su turno, y yo decido los equipos.

Pocos minutos después, el destino me puso cara a cara con Mia. No solo estábamos en el mismo equipo; también nos tocaba el mismo grupo para jugar en el segundo y cuarto cuartos.

La tensión entre nosotros era palpable, ambos intercambiando miradas llenas de desafío, casi midiendo quién tenía el control. Los otros tres compañeros en nuestro grupo no ocultaban su nerviosismo, especialmente cuando se dieron cuenta de que nuestro equipo se enfrentaría a Damien, uno de los más habilidosos en la cancha.

El primer cuarto avanzó rápido y cerró con ambos equipos casi empatados, un enfrentamiento cerrado y tenso. El maestro, con su acostumbrada precisión, sonó el silbato para el cambio. Mia se cruzó de brazos y me miró con una sonrisa desdeñosa.

—Solo no me estorbes, cabeza de bolo —me lanzó con desdén.

Me encogí de hombros, riendo con ironía. Lo mismo digo, rosita fresita. —

Uno de los otros tres murmuró, casi en un suspiro de resignación. —Quiero irme a mi casa...—

Y entonces, el partido comenzó. Desde el primer pase, Mia y yo, sin siquiera ponernos de acuerdo, asumimos roles ofensivos y defensivos con sorprendente sinergia. La intensidad subió de golpe; entre dribles, fintas y pases rápidos, nos convertimos en una fuerza imparable.

Nadie pudo con nosotros, ni siquiera Damien, quien por muy habilidoso que fuera, no lograba anticipar nuestras jugadas. En lugar de destrozarnos entre nosotros, terminamos tomando el enfoque opuesto, intentando superar al otro en cada jugada, pero de manera tan coordinada que el equipo contrario se veía desbordado en cada ataque y cada defensa.

Cuando tomé el balón, Mia estaba posicionada perfectamente para un pase, y aunque dudé un instante, vi la oportunidad. Le lancé el balón en un pase rápido, y ella, con la fuerza de una predadora, dribló a dos de los defensores, finalizando con un tiro directo que encestó sin titubear. El marcador comenzó a inclinarse rápidamente a nuestro favor, y la cara de Sully mostraba algo parecido a la aprobación.

Damien, evidentemente frustrado, tomó el balón en el siguiente saque, intentando una jugada elaborada por el lado derecho de la cancha. Aprovechando una mínima distracción, se impulsó para un tiro, pero Mia se anticipó y logró interceptarlo justo antes de que soltara el balón. En cuanto cayó al suelo, giró y me lo pasó, casi como un reto.

—A ver si puedes hacer algo mejor que eso —me lanzó sin mirarme, antes de volver a su posición defensiva.

Sonreí, aceptando el desafío sin dudar. Piqué el balón y esquivé a dos jugadores antes de encestar con un tiro limpio desde la línea de tres. La rivalidad que habíamos cultivado desde el inicio se transformó en una especie de competencia brutal que nos impulsaba, ambos conscientes de que el otro daría el cien por ciento.

En más de una ocasión, fue su tenacidad la que empujó a nuestros oponentes a cometer errores, y en cada una de mis asistencias, ella encontraba la manera de sacar ventaja, sin permitir que nada ni nadie nos detuviera.

Para cuando el silbato del maestro sonó anunciando el fin del cuarto, el marcador reflejaba claramente el dominio que habíamos ejercido. Éramos un par de fieras en la cancha, y aunque no había palabras de agradecimiento, ni un guiño de complicidad, la rivalidad entre nosotros había logrado algo más grande que simplemente jugar.

Habíamos dado una clase magistral de baloncesto... y por más que ninguno de los dos quisiera reconocerlo, ambos sabíamos que nos necesitábamos para llevar a cabo esa victoria tan contundente.

Mientras rotábamos y tomaba asiento, Damien se acercó, aún en estado de confusión evidente.

—Viejo... ¿Qué acaba de pasar? —preguntó, mirándome como si tratara de resolver un acertijo.

Bebí un poco de agua, encogiéndome de hombros. —Pues les pateamos el trasero. —

Damien parpadeó, sacudiendo la cabeza. —No me refiero a eso. Pensaba que ustedes dos querían matarse. —

Reí un poco y le respondí —Muy equivocado no estás, pero creo que sé qué tipo de persona es. Por eso, precisamente, sé que puedo confiar en ella en estas cosas. Llámalo intuición. —

Noté que Mia, todavía jadeante, buscaba algo de agua con la mirada. Sin pensarlo mucho, agarré una de las botellas de la hielera que había dejado Sully. Aunque costaban 50 centavos, puse la moneda y le grité, con una sonrisa burlona: —¡Hey, Strawberry Shortcake! ¡Piensa rápido! —Le lancé la botella, que atrapó por puro reflejo.

Antes de que pudiera reaccionar, añadí: —No quiero que luego uses la deshidratación como excusa para decir que te debilitaste un poco. —

Ella chasqueó la lengua, abriendo la botella y vaciándola de un trago. Después, aplastó la botella contra su frente con un gesto desafiante y se acercó, lanzándomela con una sonrisa irónica. —Gracias, guarda el cambio.

Tomé la botella y la tiré en el bote de reciclaje, mirándola con una sonrisa que no ocultaba la diversión. —Me alegra que tengas conciencia ambiental, Shortcake. —

Bufó molesta, dándome la espalda y tomando asiento en el lado opuesto, pero pude ver que, en el fondo, contenía una sonrisa. Damien, con una expresión incrédula, observaba la escena y murmuró:

—De forma no irónica, estoy considerando lo del altar. —

Para el último cuarto, el equipo contrario ya había perdido todo el espíritu competitivo. La victoria fue una aplastante, pero para nosotros dos, el resultado fue algo más personal. Al final, ambos habíamos anotado la misma cantidad de puntos, y aunque nadie más llevaba la cuenta, noté cómo Mia echaba un vistazo en mi dirección, con una mezcla de molestia y orgullo contenida.

Sin una palabra, recogió sus cosas y se marchó, dejándome con una sonrisa que era mitad satisfacción y mitad desafío. Sabía que, al igual que yo, había sentido ese pulso competitivo, y que, en cierto modo, ambos sentíamos un poco la derrota ya que consideramos este feudo de hoy un empate

Nos cambiamos y nos duchamos rápidamente después de la intensa clase de educación física. Para ser sincero, era la primera vez que me duchaba con dinos, y, al parecer, ellos tampoco estaban preparados para el momento. Tan pronto como me quité la toalla, pude ver cómo Damien y algunos otros casi se les salían los ojos al ver a "Anon Jr."

Damien soltó una risa y dijo, sin filtros: —Me dan ganas de llamarte "tres piernas," pobre o bendita la condenada que le toque ese pedazo... no homo. —

Todos se echaron a reír, y el ambiente se alivió un poco. Descubrí que los dinos y los coreanos tenían algo en común...

La clase de filosofía pasó sin sobresaltos. Mia, aparentemente, había decidido evitarme por completo en esa clase, lo que agradecí por la tranquilidad momentánea.

Pero no tuve tanta suerte en la siguiente asignatura: artes histriónicas. Ahí estaba Mia de nuevo, y al parecer nuestras coincidencias en clase iban a ser frecuentes, ya que solo nos separaban las optativas. Sabía que esto podía volverse incómodo si las cosas no cambiaban pronto.

Ambos éramos un duo forzado en esta clase por culpa de la maestra A ella le gustó nuestro contraste de personalidades, y, aunque me fastidiaba la idea, tuve que admitir que Mia era increíblemente competente.

Le salía natural interpretar a una "Bad Bitch," y, al igual que ella, yo encajaba sin problemas en el papel de "hijo de perra." La rivalidad y la competitividad que ambos desprendíamos añadían una tensión perfecta para la escena.

El almuerzo llegó rápido, y me reuní con Olivia, Damien y Liz. Había traído comida para todos otra vez, pero esta vez, los tres ya habían llegado a un acuerdo en mi ausencia: se ofrecieron a pagarme por traerles comida todos los días.

No pude rechazar la propuesta; era fácil, me aseguraba un ingreso extra y, aparentemente, ahora me convertía en una pieza esencial para el grupo.

Al menos, a pesar de todas las tensiones, iba asegurando algunas conexiones útiles en este zoológico.

Durante el almuerzo, Olivia y yo charlamos sobre la clase de teatro y el pequeño espectáculo que se armó cuando, al leer el guion, casi logro sacar a Mia de sus casillas.

Olivia no podía dejar de reír, sus carcajadas eran sinceras y me contagiaron un poco. Cuando el tema cambió y empezamos a hablar de los demás, me di cuenta de algo curioso: Liz estaba claramente interesada en Damien.

Era difícil pasar por alto sus sutiles sonrisas y miradas, pero Damien parecía totalmente ajeno a la situación, o quizá fingía. Ya sea por distracción o porque era un experto en ignorar el coqueteo, el chico seguía en la suya, mientras Liz, al parecer, intentaba ganar su atención a su manera.

Cuando el almuerzo terminó, nos dirigimos a la siguiente clase, pintura. Mientras avanzábamos por el pasillo, aproveché para hacerle algunas preguntas a Olivia sobre la clase.

—¿Tú eres buena con las acuarelas? —le pregunté con un tono casual, intentando sacarle algo de información antes de comenzar.

Olivia me miró, arqueando una ceja, y respondió en su tono seco de siempre. —¿Acaso no lo supiste desde que me viste? —Luego sonrió un poco, con algo de sarcasmo—. Vamos, las acuarelas son fáciles si tienes paciencia... algo que, déjame adivinar, no es tu fuerte. —

Sonreí ante su comentario, algo picado. —Oh, claro, porque seguro tú nunca tuviste problemas cuando comenzaste, ¿no? Señorita Experta desde siempre. —

Olivia se cruzó de brazos y me lanzó una mirada de superioridad fingida. —Tal vez sí, tal vez no... pero a diferencia de ti, sé cómo sostener un pincel sin parecer que estoy haciendo un dibujo abstracto por accidente. —

Durante la clase de pintura, quedó claro que mis habilidades con las acuarelas eran, por decirlo suavemente, un desastre absoluto.

Apenas había puesto el pincel en el papel, y ya había arruinado la mezcla de colores. Intenté arreglarlo, pero el resultado fue una masa de tonos que parecían pelearse entre sí. Olivia, que estaba sentada a mi lado, soltó una risa que trató de disimular, aunque sin mucho éxito.

—¿Eso... es un intento de paisaje? —preguntó, fingiendo curiosidad mientras miraba mi obra de arte en proceso.

—Quería dibujar un personaje de una serie que me gusta... —respondí, dándome cuenta de que ni yo podía convencerme de esa mentira.

Ella sonrió, tratando de no ser cruel, pero no podía contenerse. —Anon, en serio, lo tuyo es el caos artístico en su máxima expresión. —Se inclinó hacia adelante, evaluando mi "paisaje abstracto"—. Parece más una explosión de color que otra cosa.Enserio viejo... no sé qué decirte eso ni siquiera tiene forma...—

Mire mi intento de dibujar una waifu con ganas de reír de mi mismo, pero Olivia al parecer mal entendió los gestos.

Olivia me dio una palmadita en el hombro, todavía riendo. —Tranquilo, hay carreras para quienes destrozan las acuarelas. Quizás algún día alguien lo entienda como arte moderno... pero hoy, mejor sigue practicando.

Cruel, pero comprensiva...

En administración charlé con Liz, y ya que gracias a ella me puse al día ayer, nos ayudamos mutuamente con un trabajo en equipo que nos puso el maestro, por suerte pudimos complementarnos un poco.

Al llegar la última clase, Psicología, el ambiente estuvo calmado y sin nada realmente destacable. Mia se mantuvo Neutral para mi sorpresa, sin buscar provocarme ni lanzarme miradas desafiantes. Cuando la clase terminó, todos salimos al pasillo, cada quien preparándose para regresar a casa o reunirse con sus amigos.

En eso, vi a Ben esperándonos a la salida del aula, con su típica postura rígida y esa expresión de alguien que está demasiado acostumbrado a sentirse superior a los demás.

Mia fue directamente hacia él, y antes de que pudiera reaccionar, lo abrazó. Algo en esa escena hizo que mi estómago se revolviera; casi me dieron ganas de vomitar

Decidí ignorarlos y seguir mi camino, pero el azulito no me lo permitió. Dio un par de pasos largos hacia mí y se plantó frente a mí, bloqueando mi paso.

—Nosotros tres tenemos que ir a la oficina de la directora —dijo con ese tono autoritario que tanto me irritaba—. Es obligatorio, ¿entendiste, Anon?

Mi primera reacción fue rodar los ojos. No iba a dejar que Ben se saliera con la suya al intentar intimidarme con su falso sentido de autoridad, así que le respondí con un tono sarcástico mientras fingía una reverencia exagerada.

Tranquilo, Juez Dredd, no tengo prisa por volver a casa. —

Vi cómo Mia nos observaba con una expresión de confusión evidente en su rostro, casi como si no supiera de qué iba todo esto. Aun así, los tres caminamos en dirección a la oficina de la directora, manteniéndonos en silencio, pero con una palpable tensión en el aire.

Yo aprovechaba cada segundo para idear algún plan; si Ben había estado hablando con la directora sobre mí, esto podía ser una buena oportunidad para incomodarlo un poco... y, de paso, incluir a Mia en el juego.

Una vez en la oficina, la directora Scaler nos recibió con una expresión que intentaba mantenerse neutral, aunque se notaba que estaba evaluando la situación desde que pusimos un pie en el lugar. Con voz firme y autoritaria, fue al grano.

—Benjamín me ha informado que han surgido ciertas tensiones entre ustedes dos —dijo, refiriéndose a Mia y a mí—. Me dijo que, al parecer, Anon, actuaste de manera inapropiada en al menos dos ocasiones el día de ayer, con Mia.

Ben, el azulito chismoso, no había perdido el tiempo en ir directo a ella.

Lo miré de reojo, sabiendo que probablemente estaba esperando que esto me incomodara. Pero en lugar de ponerme nervioso, sentí una chispa de desafío. Esto podía ser una excelente oportunidad para darle la vuelta a la situación, fastidiar a Mia de paso, y de alguna manera dejar a Ben en una posición incómoda.

—¿Tiene algo que decir al respecto, joven Mous? —preguntó la directora, con el tono de quien espera una justificación coherente.

Me encogí de hombros con aparente despreocupación, y sobre la marcha, dejé que las palabras salieran en un tono casual, como si realmente creyera en lo que estaba diciendo, pero con un toque calculado de cinismo.

—Son solo juegos, señorita Scaler. Usted más que nadie sabe que Mia es una persona orgullosa y directa, alguien que no se toma bien las formalidades ni los rodeos. Por eso pensé que sería una buena forma de llevarnos bien —añadí, con una ligera sonrisa—. Quiero decir, una pequeña rivalidad amistosa, sana, con uno que otro insulto ligero por aquí y por allá. No pensé que se lo tomaría tan en serio, ni mucho menos que fuera a molestarse de verdad. —Me detuve un segundo, dejando que mis palabras calaran antes de continuar, y con un tono intencionalmente un tanto venenoso añadí—. Si ofendí a la señorita Moretti de alguna forma, me disculpo. —

Terminé la frase mirando a Mia, cuya expresión estaba a punto de estallar de furia. La tensión se acumulaba en cada línea de su rostro, y se notaba que luchaba por mantener la calma. Sin embargo, y para mi sorpresa, en lugar de lanzar un ataque, decidió forzar una sonrisa que fue todo menos amigable y dirigió su respuesta hacia la directora.

—Lo que Anon dice es cierto comenzó, con una voz cargada de una calma tensa—. Es alguien muy similar a mí en ciertos aspectos, y precisamente por eso, creo que ambos podemos tomarnos las cosas demasiado a pecho. —Mia hizo una pausa, y por un segundo, me pareció ver un destello de rabia hacia Ben más que hacia mí—. Lo que pasa es que nuestras personalidades directas y competitivas pueden causar ciertos... malentendidos. Pero, en el fondo, nos complementamos bien, y podemos trabajar juntos cuando hace falta. —

Se le notaba bien fuerte lo incomoda que estaba al decir todo eso y de que eran obvias mentiras.

Hizo una pausa para mirar de nuevo a la directora, y luego añadió con algo de orgullo en su voz:

—Si tiene dudas, puede preguntarle al maestro Sully o a la maestra Wingblack. Estoy segura de que le podrán confirmar cómo es que, aunque parezca lo contrario, logramos trabajar en equipo cuando es necesario. —

La directora Scaler los miró a ambos con una mezcla de escepticismo y cautela, pero pareció satisfecho, al menos por el momento.

Mientras la directora nos observaba a los tres, noté que Ben parecía haber perdido al menos dos tonos de azul, al ver la furia apenas contenida en los ojos de Mia, su semblante se había puesto pálido, casi tembloroso.

Ella estaba al borde de estallar, y aunque yo estaba en medio de este caos, no pude evitar un leve sentimiento de satisfacción. La directora, sin embargo, se tomó su tiempo para procesar la escena; dio un sorbo a su café, observándonos en silencio, antes de dirigir su mirada hacia Ben.

—Creo que todo fue un malentendido, Benjamín —dijo con un tono calmado, pero definitivo—. Entiendo que Mia es tu novia, y me parece admirable tu intención de cuidarla, pero el señor Mous tiene un historial impecable. Además, su experiencia en entrenamiento militar es algo de lo que tenemos excelentes referencias. Hizo una breve pausa, su mirada más aguda cuando se dirigió a mí—. Los tres pueden retirarse. —

Asentí, sin dudar. Este parecía ser el desenlace perfecto. Nos levantamos y, al salir de la oficina, vi de reojo a Mia. Su mandíbula estaba apretada, los puños cerrados y se movían ligeramente, como si estuviera contando hasta diez para no golpear a Ben, y su cola estaba dura en una posición que la hacía ver como un cuchillo de combate por sus espinas,

Apenas salimos y la puerta de la oficina se cerró, Mia se giró hacia él en un movimiento rápido y feroz.

Sin dudar un segundo, tomó a Ben del cuello de la camisa y lo empujó contra los casilleros con una fuerza moderada pero decisiva. Él dejó escapar una tos entrecortada, tratando de recuperar el aliento mientras la miraba sorprendido.

—¡¿Qué carajos tienes en la cabeza, Benjamín?! —le espetó Mia, su voz cargada de rabia, había una mezcla de frustración y decepción en su tono, como si esta no fuera la primera vez que Ben hacía algo así, pero sí una de las más graves.

Ben tosió un poco, tratando de defenderse, aunque su voz temblaba por la intensidad de la confrontación.

—Solo quería ayudarte, Mia... quitarte a Anon de encima. Sabes bien que siempre te cuido la espalda —respondió, casi suplicante, como si buscar su aprobación pudiera redimirlo.

Ella lo soltó con brusquedad, y él se desplomó ligeramente, intentando recuperar su compostura. La frialdad en los ojos de Mia era tan cortante como su respuesta.

—Mi conflicto con la bola ocho es mío, no tuyo. —Su voz sonaba venenosa, cada palabra cargada de frustración—. Con este tipo de estupideces solo le estás dando más armas contra mí. Esto no es un simple juego, Benjamín; es una guerra psicológica. Y con esto... acabas de destrozarme la estrategia.

Mia se dio la vuelta, pasando a mi lado sin mirarme, pero su paso denotaba la misma tensión contenida, la ira todavía presente, pero bajo control. Yo la seguí, lanzándole una mirada evaluadora. Al verla así, me di cuenta de que tal vez nos respetábamos más de lo que habríamos querido admitir, aunque eso no significaba que íbamos a ceder.

—Ya entendí —murmuré, mi tono despreocupado, pero con una chispa de desafío—. Seguimos en empate...

Mia chasqueó la lengua en señal de desagrado y se fue, sus ojos ligeramente rojos, aunque con un orgullo firme en su expresión. La veía alejarse, y no pude evitar girar mi atención hacia Ben.

El pobre azulito aún parecía aturdido, con la confusión y la vergüenza reflejadas en su mirada. Aproveché el momento para añadir un consejo no solicitado, aunque con la brutal honestidad que sabía que él necesitaba.

—Viejo, deja de ser tan sumiso das pena. le dije, observando su reacción—. Mejor trata de comprender a tu novia y no dejes pisotear como un pelele. Ella no es una diosa; es solo otra dino. No es invencible, y tal vez necesite que te comportes como su apoyo, no como su guardián. Te lo digo por tu bien. —

Ese consejo se lo saque al dinomatch... una lastima que es de los pocos útiles que da, sus audios de dino nepes son cine.

Ben se quedó en silencio, procesando mis palabras con una expresión abatida y llena de dudas. Me alejé dejándolo ahí, sumido en sus pensamientos, preguntándome si esta lección le haría finalmente abrir los ojos. A veces, una caída era la única forma de despertar.

La semana pasó sin sobresaltos y hasta tuve tiempo de intercambiar contactos con Damien, Olivia y Liz.

Aprendí que Olivia le sabe al shitpost, y mucho, sus dibujos de ratoncitos son ácidos y tiernos al mismo tiempo, me encantan.

No esperaba que todo fuera tan tranquilo, pero justo cuando llegó el sábado, Damien me lanzó una invitación que me tomó por sorpresa: quería que fuera a su casa a jugar videojuegos.

Lo pensé un momento, ya que mis padres me pusieron de niñera de Chad los fines de semana y no pude negarme. Sin embargo, Damien mencionó que él también tiene un hermano y la edad de ambos era la misma y que era buena onda.

Eso captó mi interés, sobre todo porque Chad necesita amigos de su edad. Aunque esté en un curso especial, la verdad es que es bastante listo, y a menudo los otros chicos le parecen "bobos"; en la cena de hace unos días se quejó que no podía hacer amigos, porque su clase estaba llena de retrasados... Papá rio por la acides, por como lo dijo, pero mamá... le lavo la boca con jabón esa noche.

Chad tiene algunos problemas con el habla y un ritmo de aprendizaje más lento, pero está en el borde de ser apto para asistir a clases regulares. Necesita supervisión constante, y a veces se le olvida limpiarse la baba, ya que saliva mucho al no controlar muy bien su lengua, pero fuera de eso, es brillante en su propio estilo.

Así que, después de darle algunas vueltas, decidí que tal vez esta sería una buena oportunidad para él también.

Fui a su habitación y le dije, en tono neutral: —Hey, Chad, nos toca salir. Un amigo me invitó a su casa, y tiene un hermano de tu edad. Podría ser una oportunidad para hacer un amigo nuevo.

Chad frunció el ceño y me preguntó con cierta precaución: —¿Es oto de ezos bobos? —. Su tono dejaba en claro que no tenía interés en lidiar con alguien que, en su opinión, no estuviera a su nivel.

Negué con la cabeza y le aseguré: —Que yo sepa, no. Y, mira, si no te caen bien, nos devolvemos. O, si quieres, le pido a Damien que te deje jugar videojuegos con nosotros, ¿vale?

Chad me miró pensativo antes de asentir. Parecía dispuesto a darle una oportunidad, así que fue por su mochila, y yo hice lo mismo. Salimos de casa, cuidando de cerrar bien la puerta, y nos dirigimos al metro.

Ese día decidí usar mi camiseta de Gundam, una especie de emblema de mi lado otaku.

En lugar de sentirme avergonzado por ello en el ejército, terminé abrazando mis gustos; no tenía razones para ocultarlos. Mientras viajábamos en el metro, Chad tarareaba una canción incómodamente pegajosa: nada menos que el tema de los Skibidi Rexes.

Le gusta tanto que parece que no puede sacárselo de la cabeza, aunque a mí siempre me ha parecido una completa pendejez a niveles extremos.

Sin embargo, supongo que es normal en los chicos de su generación. Le limpié la baba un par de veces, y él ni se inmutó, simplemente siguió disfrutando su momento musical.

Al llegar a la estación, bajamos del tren y noté que la dirección que Damien me había enviado estaba, curiosamente, a solo media cuadra de la escuela.

Chad y yo caminamos hasta la casa, una pequeña y acogedora vivienda rodeada de vegetacion. Me detuve frente a la puerta y le dije a Chad: —Solo pórtate bien y sé educado, ¿vale? Recuerda lo que dice papá... y no el comentario racista de los dinos, sino el otro, el de ser un buen invitado.

Chad soltó una risa disimulada mientras asentía, y, tras un momento, toqué el timbre. A los pocos segundos, una espinosaurio azul de mediana edad nos abrió la puerta. Llevaba una camiseta de RexyMouse que dejaba en claro que era una mamá Disney. Nos miró con una expresión sorprendida, pero amable.

—Buenas tardes, ¿qué se les ofrece? —preguntó en un tono maternal.

Me aclaré la garganta, algo nervioso. —Hola, soy Anon, amigo de Damien y Olivia de la escuela, y este pequeñín es mi hermano, Chad. Damien me invitó a jugar videojuegos, así que decidí traerlo porque me toca cuidarlo los fines de semana, y él me dijo que no había problema con que lo trajera.

Ella miró a Chad y sonrió al instante. —¡Ah, ya veo! Así que tú eres Anon. Damien me ha hablado bastante de ti. —nos hizo un gesto para pasar—. No se queden afuera, adelante.

Agradecimos y entramos en la casa, que por dentro era aún más acogedora de lo que imaginaba, aunque bastante compacta. No tardó en aparecer un niño que parecía una versión en miniatura de Damien, con una camiseta de Mr. Rex y una expresión de curiosidad. Al vernos, frenó en seco, sin quitar la vista de nosotros. La madre sonrió y le presentó:

—Vinny, estos son Anon y su hermanito Chad. Anon es amigo de Damien, y Chad tiene más o menos tu edad. Creo que podrían llevarse bien. —

Vinny me dio una primera impresión que, honestamente, era neutral; parecía un poco reservado, aunque enseguida noté que sus ojos se iluminaron al ver la mochila de Chad. Se acercó emocionado y preguntó: —¿Te gustan los Skibidi Rexes? —

Chad asintió con entusiasmo, y en un segundo, ambos se entendieron sin decir una palabra más. Vinny tomó a Chad de la mano y, casi arrastrándolo, lo llevó con él mientras le decía emocionado: —Hoy estrenan el capítulo 234, vamos a hacer algo mientras esperamos.

No pude evitar sonreír al ver cómo Chad parecía haber encontrado un cómplice. "Definitivamente es hermano de Damien", pensé mientras los veía desaparecer en la siguiente habitación. Parecía que el día iba a ser mejor de lo que esperaba para ambos.

Me sorprendió gratamente que ni Vinny ni la señora me hicieran preguntas sobre la condición de Chad. Era claro que ambos notaron que él tenía necesidades especiales, pero no dijeron nada al respecto, y ese respeto me pareció un gran detalle. Chad, por su parte, se veía totalmente a gusto mientras seguía a Vinny, como si hubiera encontrado a alguien que lo aceptaba sin hacer preguntas ni tratarlo diferente. Esa comodidad, ese simple respeto, eran algo que rara vez experimentábamos.

De repente, escuché unos pasos apresurados bajando por las escaleras. Damien apareció con una sonrisa en la cara, deteniéndose al final del pasillo. Me saludó con una expresión divertida y soltó: —Cuando vi a Vinny corriendo junto a un niño pelón, supe que ya estabas aquí...

Suspiré, un poco entre divertido y resignado. Damien siempre era tan directo y honesto que me sacaba una sonrisa, aunque a veces fuera de maneras inesperadas.

Damien se río, palmeándome el hombro con camaradería antes de decir: —Dame un momento, amigo, regreso en seguida.

Mientras él desaparecía por el pasillo, la señora, que seguía allí sonriendo, también se acercó un poco. —Perdón por mis modales, me llamo Sophia. Si necesitas algo, no dudes en decírmelo, ¿sí? Y me alegra que hayan venido, Damien estaba emocionado por invitarte —dijo con una cálida risa.

—Gracias, señora Sophia, lo tendremos en cuenta —respondí con una sonrisa agradecida. Me agradaba ver la amabilidad y familiaridad con las que nos recibieron.

Damien pronto regresó, moviéndose hacia la puerta de un cuarto que estaba a la izquierda del televisor. Tocó un par de veces y luego entró con confianza, aunque fue breve. Unos segundos después, volvió a salir, con una expresión tranquila.

—Olivia dice que está ocupada por ahora, pero que se unirá más tarde. Podemos empezar nosotros a jugar, —dijo con naturalidad.

Mientras me rascaba la nuca, no pude evitar preguntar: —¿Olivia vive aquí?

Damien asintió. —Sí, desde hace unos años. Mis padres son sus padrinos, aunque a todos nos gusta pensar que nos ve como su familia de verdad. Es lo mejor para ella; la escuela queda cerca y no tiene problemas con la silla de ruedas. Además, su padre viaja mucho y su condición no le permite soportar viajes tan constantes.

Asentí, valorando esa explicación. La situación de Olivia parecía estar rodeada de mucho cariño y comprensión. Justo cuando iba a decir algo más, Damien rompió el silencio con una gran sonrisa y me dio una palmadita en la espalda.

—¡Ya basta de charla! Vamos a jugar... Aunque te advierto, soy pésimo —dije con una risa nerviosa, tratando de prepararlo.

Damien se río mientras me observaba con algo de duda. —Vamos, no creo que seas tan malo, ¿o sí?

Diez minutos y diecisiete segundos después...

Damien me observaba, su cara una mezcla de incredulidad y resignación, como si realmente sintiera que algo había cambiado en su percepción de mí.

—Viejo, en serio... ¿cómo es posible? ¿Cómo te mataron estando ahí? Era imposible, amigo, imposible. ¡Y aun así lograste morir! Creo que hasta bugueaste el juego de lo malo que eres.

Miré al suelo, incómodo, y murmuré—Te lo dije... —

Damien, sin poder contenerse, comenzó a carcajearse, y su risa resonaba en la sala como si realmente hubiera presenciado un momento épico. Su risa era tan contagiosa que hasta sentí una sonrisa escaparse de mis labios, a pesar de mi fracaso rotundo en el juego.

En ese momento, la puerta del cuarto se abrió y Olivia apareció en su silla de ruedas, vestida con su característica chamarra morada, jeans y unas pantuflas de ositos que me parecían tiernas. Se acercó mirándonos con curiosidad, sin perder ese aire despreocupado.

—¿De qué se ríe Damien? Jamás lo había visto así de... bueno, descontrolado, —dijo con una leve sonrisa, tratando de entender el caos en la sala.

Damien apenas pudo responder, entre risas apuntó hacia la pantalla del televisor, donde había comenzado la repetición del momento exacto de mi derrota. Olivia miró la pantalla, sus ojos se agrandaron al ver la escena, y después de unos segundos, soltó una risa burlona, más exagerada de lo que esperaba.

—¿Cómo... cómo se murió ahí? —preguntó, en un tono que rozaba entre la diversión y la incredulidad.

Damien se secó una lágrima de la risa, aun recuperándose de la escena. —Creo que nunca lo sabremos... pero por suerte está en video. Quizás deba enviárselo a Liz. Ahora tenemos prueba irrefutable de que alguien puede competir con ella en nivel de juego, ¡Dios, quiero ver a Liz y a Anon jugando juntos! Si Anon puede lograr semejante hazaña solo, no quiero ni imaginarme si se une a ella.

Olivia soltó una carcajada y asintió, evidentemente encantada con la idea, mientras yo solo me reía nerviosamente, rascándome la cabeza.

—¿Tan mala es tu novia jugando? —pregunté con una sonrisa, intentando mantener el buen ánimo y redirigir el foco de la burla.

Damien arqueó una ceja y cruzó los brazos con una expresión intrigada. —Liz no es mi novia. —

La incomodidad volvió, y solté un —Perdón si leí mal... es solo que, bueno, sin ofender, pero amigo, ella no solo te está tirando los perros, sino la jauría completa. —

Damien frunció el ceño, realmente confundido, y me miró fijamente. —Pero... Liz no tiene perros. ¿Qué quieres decir? —

Iba a intentar explicarlo de otro modo, pero me detuve al ver a Olivia negando con la cabeza, con una sonrisa resignada. Supongo que para ellos era mejor dejarlo así, así que cambié de tema con una risa nerviosa, sintiéndome algo tonto por mi comentario.

La "humillación" continuó, y de alguna manera terminé jugando la partida de la campaña en solitario, mientras Damien y Olivia me observaban, esperando nuevas oportunidades para reírse de mis errores. La sala se llenó de risas y burlas cada vez que algo no salía como esperaba, y ellos no dejaban pasar ni una, riéndose a carcajadas. De alguna manera, me había convertido en su payaso del día, sin planearlo. Sin embargo, el ambiente era tan agradable que acabé disfrutándolo, como si estuviera rodeado de amigos de verdad.

El resto de la tarde pasó de forma tranquila y amena. Estábamos tan inmersos en los juegos y la charla que ni noté cuánto tiempo había pasado. En un momento, Damien recibió una llamada y tuvo que levantarse con un suspiro.

—Mi mamá, —dijo, lanzándome una mirada de resignación mientras se dirigía hacia la salida de la sala. —Voy a ver qué quiere, pero vuelvo en un rato. —

Observé a Damien salir, agradecido por el rato y sonreí, disfrutando el hecho de haberme unido a este grupo, incluso si me había convertido en su entretenimiento.

Mientras Damien se ausentaba, quedé a solas con Olivia, quien por fin pareció notar mi camiseta. Estaban tan concentrados en sus burlas antes que ni se habían fijado en lo que llevaba puesto. Olivia, con los ojos brillando de emoción, señaló mi camisa y dijo, visiblemente entusiasmada:

—¿Te gusta Gundam? —

Asentí con una sonrisa, y sin poder ocultar mi propia emoción, respondí —Claro, me vi todas las temporadas, incluso las versiones old school, amiga. Uno de mis maestros en la militarizada me la recomendó y terminamos maratoneándola durante casi cuatro días seguidos, apenas dormimos. Algunas sagas y versiones eran tan buenas que literalmente no podía despegar los ojos de la pantalla. —

Ella movió su cola de lado a lado, claramente encantada con la idea de alguien más que compartiera su entusiasmo —¿Estás viendo la que está en emisión? —

Negué con la cabeza —La verdad, no. Entre la mudanza y el último mes en la escuela militarizada, no he tenido tiempo. Aunque he escuchado que está buenísima, dicen que trae cosas nuevas, que es más intensa. —

Ella jugueteó con los dedos, mirándome con una leve timidez. —Podríamos verla juntos, si quieres. —

Sonreí, algo sorprendido por la invitación. —Claro, Olivia, solo dime cuándo y dónde. Maratonearla con alguien suena genial. Creo que la primera mitad termina la semana que viene, ¿te parece bien? —

Olivia asintió con una sonrisa cálida —Me parece perfecto, Anon. Oye, ya que estamos, ¿qué es lo que más y menos te gusta de la franquicia? —

Lo siguiente que recuerdo es que estuvimos hablando durante lo que parecieron horas, aunque probablemente fue solo una. Nuestra conversación sobre Gundam se volvió sorprendentemente intensa y apasionada, comparando personajes, debatiendo las mejores batallas, y hasta intercambiando opiniones sobre las líneas argumentales. Lo gracioso fue que, por primera vez, pude hablar como todo un "weeb" sin espantarla; de hecho, ella casi me espanta a mí, con lo detallada que era en sus respuestas, corrigiéndome algunos datos y añadiendo información que yo no conocía. Me hizo sonreír de orgullo y de gusto por encontrar a alguien que compartiera mi interés.

De repente, oímos ruido en la entrada y nos volvimos para ver a Damien regresar con su madre y algunas bolsas de supermercado en las manos. Detrás de ellos venían Vinny y Chad, también cargando bolsas más pequeñas. Olivia y yo nos acercamos, y ella, algo sorprendida, preguntó —¿Dónde estaban? —

Damien se encogió de hombros, sonriendo mientras levantaba la bolsa que llevaba. —Fuimos de compras para la comida. Ah, por cierto, Anon, ¿nos echas una mano? Le dije a mi madre que cocinas como los dioses, y ahora tiene curiosidad. —

No pude evitar reírme un poco, sorprendido de que Damien hubiera dicho algo así. Pero al ver la expectativa en sus miradas, asentí —Por supuesto, solo déjenme ayudar con las bolsas primero. —

Pude ver que Damien le susurro algo en la oreja a Olivia la cual se puso muy roja y le tiro un puñetazo, el cual este esquivo.

Entre todos, llevamos las bolsas a la cocina, y me puse a revisar los ingredientes, pensando en qué platillo preparar. La madre de Damien, Sophia, se acercó con una sonrisa amable y dijo —Damien y Olivia han hablado mucho sobre tus habilidades, Anon. Así que aquí tienes tu oportunidad de impresionarnos. —

Pronto, la cocina se llenó de actividad. Olivia me ayudaba pasando ingredientes, algo avergonzada y no me veía a la cara,

y Damien, aun riéndose por lo bajo de mis fracasos en el videojuego, se ofreció a cortar algunas verduras, para el asado, mientras su madre nos observaba, aparentemente disfrutando de la dinámica amistosa. Chad y Vinny se entretenían cerca, curioseando y lanzándonos de vez en cuando un "¿Cuánto falta?" que dejaba claro el entusiasmo por probar la comida.

Poco a poco, el platillo comenzó a tomar forma y aroma. La calidez y el ambiente de colaboración nos hizo sentir como un verdadero equipo, y cuando la comida estuvo lista, miré a todos con una sonrisa de satisfacción.

Sophia dio el primer bocado y exclamó, impresionada —¡Esto está delicioso, Anon! Debo admitir que mis niños. —

Damien levantó los pulgares y dijo, aún masticando —Te lo dije, mamá, Anon es el maestro chef aquí. —

La sonrisa en mi rostro era inevitable mientras todos disfrutaban la comida. Aunque al principio pensé que sería solo un día más, resultó ser una tarde en la que pude relajarme y ser yo mismo, rodeado de una pequeña familia que, aunque no era la mía, me hacía sentir bienvenido.

Otra cosa es que Vinny y Chad se llevaban muy bien, ni siquiera me dijeron que hubo algún incidente o algo, de hecho, puede ver que Vinny le limpio la baba a Chad en una ocasión mientras comíamos...

Me puse a pensar que quizás, toda la familia de Olivia era tan comprensiva por su caso, y tenia todo el sentido del mundo.

Al final tuvimos que retirarnos y al parecer Chad hizo un amigo, de hecho, me dio las gracias cuando estábamos en el metro... me sentí feliz, pero al mismo tiempo algo triste, ya que fue la primera vez que mi hermano me dio las gracias por algo.

Algo que me hizo odiar al viejo yo con mucha fuerza.

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