📖Prefacio: "Y si no..."📖
—¡Por un 2018 sin materias reprobadas, sin hombres o mujeres que nos hagan perder el tiempo y sin impedimentos para juntarnos! —exclamó Amy alzando su Martini.
—¡Salud! —vitoreó el grupo de amigas al unísono.
—Espero que no sean sólo promesas huecas de Año Nuevo —comentó Daisy alzando las cejas—. ¿Hacía cuánto que no nos veíamos todas? ¿Uno, dos meses? —Chasqueó la lengua al recibir el visto bueno de las demás—. Con razón los hombres se mofan de nosotras.
—¿Cómo le hacen para juntarse tanto? —inquirió Sasha con interés—. No han pasado ni dos semanas desde que volvieron de mochilear por Europa y ahora ya andan en México, según supe.
—Bueno, ellos sí se dan el tiempo —opinó Grace con los ojos fijos en Lauren.
—¡Lo intento!
—Nunca puedes salir con nosotras —se quejó Daisy—. Apenas te veo y eso que somos compañeras de cuarto.
—¡Ay! ¿Qué haremos con esta chica tan rebelde? —preguntó Amy, sonriendo burlescamente—. Apuesto que dice que está estudiando, cuando en realidad se va a espiar a los chicos de ingeniería a la biblioteca. La más pequeña del grupo y aun así la que más disfruta.
Lauren se llevó una mano al pecho, denotando una falsa inocencia que ninguna de ellas se compró.
—Número uno: Jamás saldría con un ingeniero, demasiados números. Número dos: ¡Tengo veinte años y exijo un poco de respeto!
—Cumples el seis de enero, todavía te quedan cuatro días hasta entrar al club de las veinteañeras.
—¡No lo repitas! —exclamó Daisy arrojándose dramáticamente sobre la mesa—. ¡Me quema, me lastima! No tengo veintiuno, no tengo veintiuno... —comenzó a repetir entre lamentos desesperados.
—Ve el lado bueno: hace un año que no ocupas una identificación falsa —observó Grace, fingiendo apartarse una lágrima de orgullo.
—Es increíble lo rápido que pasa el tiempo —opinó Sasha melancólicamente, el típico timbre abatido que había adoptado hacía unos años, y del que nunca se despegó—. Siento que ayer nos estábamos conociendo y mírenos ahora, estamos a nada de titularnos.
—Habla por ti, yo voy por mi cuarta carrera.
—¡Tú no juegas! —reclamó Amy, dándole un codazo a la británica—. Tienes pareja, trabajo, un título y un anillo en camino...
—¡Tss, eso era un secreto! —gritó Sasha.
—¡Sasha, te dije que no lo contaras! —se quejó Daisy dándose un palmazo en la frente—. Dios, Bruno me va a matar...
—Ya lo soltaste, ¡dinos!
—Está bien —se rindió la estudiante de medicina—. Él y Kevin estuvieron toda la semana viendo anillos. Pero por favor, finge sorpresa. ¡Yo no te dije nada!
—¿Y si es para la novia imaginaria de Bruno? —se mofó Amy.
—Ay, no seas pesada.
—Hablo en serio, ¿no será gay? Vive soltero.
—Lauren tampoco ha estado en una relación —postuló Sasha amablemente—. Y no lo es. Tú en cambio, vivías con novio y resultaste serlo hermana. No juzgues.
—Turn down for what! —gritó Daisy con entusiasmo. Luego, volvió a interesarse en la conversación—. Hablando del asunto, ¿cómo está Nicole, Amy?
—¡Momentito, momentito! —interrumpió Lauren, golpeando la mesa con el puño—. Yo sí tuve novio, y de hecho fue Bruno.
—¿Bruno? ¿Cuándo fue eso?
—En la secundaria.
—¡Ya lo recuerdo! Aww, eran muy lindos.
—Pfff, eso no cuenta. Todos sabes que los noviazgos de la escuela no duran. Siquiera son práctica. Además, ¿cuánto tiempo estuvieron, dos días?
—Fueron siete meses —contestó Lauren ofendida—. ¿Saben? Les diré a Dylan y a John que las desinviten a la boda. Están sumamente pesadas.
—¡Oh, casi lo olvido! ¿Sabes si podemos llevar acompañante? —inquirió Daisy.
—Por todos los cielos, Daisy. Te juro que si volviste con Patrick te voy a golpear —amenazó Grace—. Ustedes dos me exasperan.
—Patrick no cuenta, es del grupo —explicó Daisy con los dientes apretados—. Y no, no lo hice. ¿Ya aprendí la lección, está bien?
—No te creo nadita —opinó Amy—. Has dicho eso unas cuatro veces. La única razón por la que no han regresado es por la distancia.
—Esperemos que no, porque Patrick vuelve la próxima semana —anunció Lauren—. Al parecer el proyecto por el que lo becaron en Suiza duró menos de lo esperado.
—¡Qué genial! Estaba harta de verlo a través de una pantalla. De verdad, si pasaba otro año allá, se me olvidaba su cara.
—¡Todo el grupo volverá a reunirse! ¿No es emocionante? —Amy aplaudió de la exaltación—. Opino que esto amerita una fiesta.
—No todos —mustió Sasha.
Hubo un silencio en el que todas las cabezas femeninas se agacharon hacia el suelo. Sólo Amy tuvo el coraje para cortarlo.
—Ni siquiera estamos todas —murmuró.
Hacía años que no.
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